La Librería de Cazarabet

13122016134800.jpgCazarabet conversa con...   Alejandro Galochino, autor de “El libro de los solares” (Los Libros del Gato Negro)

 

 

 

El libro de Los Solares.

Los Libros del Gato Negro se aproxima a la primera novela de Alejandro Galochino.

El escritor zaragozano, Alejandro Galochino, se acerca a nosotros con una novela muy suya en el que recorre “los solares” y descampados que rodeaban a una Zaragoza más recogida, la de hace muchos años

En “los solares” y en estos descampados cada uno con un nombre, poblado de unas gentes, pandillas, y sus respectivos jefes y jefecillos, no sin rencillas eran, también y sobre todo, el lugar de juego, el lugar de iniciarse en las aventuras…

Ahora esos solares son…otra cosa. Lugares de grandes superficies, consumos y aventura de hormigón y botellón.

En esta obra narrativa nos damos cuenta que esos solares y esos descampados tenían más vida en aquellos años que ahora que se pueblan de luces, hormigones, cristales, escaparates y todo lo que es e incita a un consumismo feroz, quizás sin nada de alma…

Lo que nos dice Los Libros del Gato negro sobre el libro:

Los solares del protagonista de esta novela son los descampados de los extrarradios de Zaragoza. Lugares de transición, que son ya campo, ni son aún ciudad…Lugares de juego y aventuras que ahora se han convertido en centros comerciales.

El protagonista de esta novela se siente desarraigado y busca cierta pureza: en el recuerdo de su infancia, en su pueblo, en otras partes del mundo, en la religión….para finalmente aceptar, más o menos, que los  solares y el plástico son su mundo, que en toda época ha habido solares o lugares parecidos y que también en los descampados se pueden echar raíces.

El libro de los solares es una búsqueda de la identidad a través de los años. Nos habla del paraíso de la infancia , del desarraigo juvenil, del cariño a la tierra, del descubrimiento del amor, el sexo o la tristeza…

El autor, Alejandro Galochino:

Zaragozano que estudió Filosofía y Letras en Zaragoza. Residió durante siete años en Francia, donde trabajó como profesor de español. Actualmente ejerce esta misma profesión en un centro de secundaria de su ciudad natal. Está casado y es padre de dos hijos.

Este libro que edita Los Libros del Gato Negro, El libro de los solares, es su primera novela.

El autor ha situado al narrador no solo en su misma ciudad, en su mismo barrio y en su misma calle, sino también en la misma ventana desde la que miraba de niño. Como él es profesor, ha vivido en Francia, su familia materna es ansotana…Con humor, crudeza y ternura, escribe el libro de una vida con anécdotas prestadas desde otras vidas.

 

 

 

Cazarabet conversa con Alejandro Galochino:

 

f0ba2bfd8f936a77d3b146acfe9.jpg-Amigo Alejandro, ¿cómo ha sido esta tu primera aventura como novelista?

-Como dices, es una aventura, un "viaje" en el que es difícil prever los pasos que seguirán. Así fue el proceso de escritura, en el que tardé en darme cuenta de que, como deseaba, había un hilo, una dirección, y también lo está siendo su publicación, con la diferencia de que ahora el libro tiene una vida pública que no puedo (y esto cuesta a veces aceptarlo) controlar.  En cualquier caso, sea corto o largo, estoy feliz de estar en este viaje.

 

-¿Cómo es, cómo ha sido relacionarse con una editorial Los Libros de El Gato Negro que apuesta, de manera tan firme por los escritores y firmas aragonesas…?

-De los Libros del Gato Negro y de Marina, mi editora, solo puedo decir buenas cosas. Está muy bien "apostar" por autores aragoneses, pero no hay que olvidar que eso implica, sobre todo si se trata, como es mi caso, de un autor desconocido, una importante inversión, en lo económico, y, por supuesto, en cuanto a horas y horas de trabajo. Con Marina nos hemos entendido perfectamente desde el primer mensaje o el primer encuentro, creo que los dos somos bastante metódicos y rigurosos en nuestro trabajo, y eso ha hecho más llevadero, al menos para mí, todo el proceso de edición y, en estas últimas semanas, de presentación y promoción.

 

-Esta novela con sus escenarios: descampados y solares y los diferentes personajes tienen mucho a ver con lo vivido, directa o indirectamente por ti, ¿no?

-Todo lo que cuento lo he vivido, en un sentido amplio. Son historias y palabras, desde luego, cercanas, aunque no necesariamente las haya vivido en primera persona. Prefiero decir más bien que lo que cuento lo he vivido o habría podido vivirlo. Los escenarios de la novela son claramente los mío: mi barrio, mi pueblo, mis viajes, mi trabajo... es decir, cuento aquello que conozco. Sin embargo, si esa vida, real e inventada. Llega a interesar a otras personas, a los lectores, solo será en la medida en que cualquier vida sirve para contar todas las vidas.

 

-Muchos de aquellos solares y descampados se transformaron, con los años, en lugares sin vida al tener que soportar la transformación de una “Gran Superficie”, Hipermercado… Lugares en los que circula mucha gente, en los que “se pasa y se traspasa” mucho dinero, pero en los que falta, sobre todo, mucha alma, ¿no?

-No estoy del todo de acuerdo en que centros comerciales o hipermercados sean lugares sin vida. Me resultan, es cierto, antipáticos, feos, ruidosos, incluso infernales a ratos, pero si no tienen alma será porque no sabemos dársela, y creo que es labor de todos (y en parte de esto habla la novela) salir de la nostalgia aquella de la kioskera que nos regalaba un caramelo y una sonrisa, y cogerle, radicalmente, cariño al presente, a sus cajeras, al plástico que, quizás, recordemos con melancolía de aquí a unas décadas.

 

-Esa “alma” natural, fresca que eran los juegos improvisados, vividos desde las tripas de la infancia a las de la adolescencia y que iban pasando año con año con vosotros, con nosotros…

-Tengo tendencia a la nostalgia, a ver, como dices más "alma", o una alma más "natural", en esos juegos improvisados de mi infancia, y a rechazar, por ejemplo, las maquinetas con las que juegan mis hijos, pero, insisto, no creo que haya razones reales para alarmarse en exceso; pienso que es, más bien, el rechazo natural ( habitual, al menos) que siente una generación ante las maneras, difíciles de comprender y de aceptar, de los que vienen detrás.. Los críos siguen siendo salvajes y espontáneos, en campos y en descampados, en centros comerciales... le ponen alma a todo, así que prefiero no hacerle mucho caso a ese sentimiento (que, como digo, tengo tendencia a sentir) de nostalgia.

 

-Creo que Zaragoza, como cualquier otra ciudad, ha perdido mucho dejándose vender esa frescura por “lugares tragaperras” que, además, oscurecen nuestro día a día tan solo proporcionándonos un servicio, pero enrolándonos en el consumismo…qué piensas… Además, lo peor es que nos roban otra alma, la de los pequeños comerciantes, los de siempre, los vecinos de la acera…debe ser como desesperante ver cómo se pierden y se cierran los comercios de siempre para que abran grandes superficies…

-Zaragoza ha cambiado mucho en las últimas décadas, ha perdido algunas cosas y, supongo, ganado otras. Como decía en mi anterior respuesta, nos toca encontrar alma y belleza en lo que hay, sin darle demasiado crédito a la nostalgia. De haber algo preocupante en la evolución de Zaragoza y de nuestras ciudades en general es, en todo caso (y eso la sabéis vosotros mucho mejor que yo) el envejecimiento y la despoblación del medio rural, el abandono de la tierra y de cierta mesura que, contra la lógica del consumismo, como dices, no sé dónde se encuentra, pero desde luego no  en un centro comercial. Queda bonito decir esto, pero reconozco mi parte de conformismo e hipocresía: en que termine de responder a esta entrevista, me iré con mis hijos al centro comercial Grancasa, de compras.

 

-Luego están los personajes, ¿Cómo ha sido el envolverlos en esta atmósfera de descampados y solares? Personajes, bastantes personajes…lo que la convierte en una obra narrativa en, además, una obra coral. ¿Qué crees, qué piensas?

-Hay bastantes personajes, como dices, necesarios para construir una historia anclada en un entorno familiar. Hay en la novela muchos diálogos, la oralidad es importante y he puesto bastante cuidado en que las palabras de los personajes resulten naturales. Me gusta mucho eso de novela "coral": un coro es de lo más bonito que puede hacer un grupo de personas... Los he situado en ese entorno que mencionas de manera también natural, es su medio. Me doy cuenta de que acabo de utilizar dos veces la palabra "natural". Si me ha salido una novela natural, si los personajes hablan del mismo modo y se mueven en un entorno natural, me doy por satisfecho.

 

-Háblanos un poco Alejandro de cómo era la vida en cualquiera de aquellos descampados en los que, ahora, hay una gran superficie… Porque, es evidente que era un espacio de libertad como sobrenatural entre la gran ciudad, el tráfico, la multitud, ¿no? Los descampados, los solares son, además, lugares como llenos de pequeñas historias o de quizás no tan pequeñas… ¿Qué nos puedes comentar?

-Los solares de mi infancia eran tierra de aventuras. Allí jugábamos a exploradores, nos liábamos a pedradas, fumábamos, sentíamos la primera nostalgia de la madre, copiábamos los deberes que no habíamos hecho, hacíamos y deshacíamos alianzas, nos rebozábamos bien de barro… y todo esto cuatro veces al día, de ida y de vuelta entre casa y el colegio.... Eran pedazos de monte y de libertad en jornadas, por lo demás, bien ordenadas. Guardo un recuerdo maravilloso de los solares de mi infancia, cuando no encontraba en ellos ningún valor simbólico, sino piedras, charcos y ninguna ley. Si los descampados hablaran, contarían, como dices, infinidad de historias: pequeñas y grandes. Las mías son más bien pequeñas, y esa es, espero, su ventaja para llegar al lector, pues somos muchos más los pequeños que los grandes...

Muchas gracias por tus preguntas, ha sido un placer responderlas.

 

 

 

 

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El libro de los solares. Alejandro Galochino
357 páginas      14,5 21,5 cms.
21,00 euros
Los Libros del Gato Negro



Los solares del protagonista de esta novela son los descampados de los extrarradios de Zaragoza. Lugares de transición, que no son ya campo, ni son aún ciudad... Lugares de juego y aventuras que ahora se han convertido en centros comerciales.

El protagonista de la novela se siente desarraigado y busca cierta pureza: en el recuerdo de la infancia, en su pueblo, en otras partes del mundo, en la religión..., para finalmente aceptar, más o menos, que los solares y el plástico son su mundo, que en toda época ha habido solares o lugares parecidos y que también  en los descampados se puede echar raíces.

El libro de los solares es una búsqueda de la identidad a través de los años. Nos habla del paraíso de la infancia, del desarraigo juvenil, del cariño a la tierra, del descubrimiento del amor, el sexo o la tristeza.

 

 

 

 

 

 

 

 

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