La
Librería de El Sueño Igualitario
El autor
Jordi Sabaté es el coordinador y periodista que lleva
la sección de Consumo Claro de eldiario.es ; periódico
digital , todo un referente en la prensa de hoy, que , de alguna manera, es
coeditor, junto con Roca, de este libro. Además está vinculado con uno de los protales de referencia y consulta, Consumer.es, http://www.consumer.es/.
Diariamente
en cada momento en que realizamos, cada una y cada uno de nosotros, la acción
de consumir estamos siendo presas de formas de engaño que van de las estafas, a
la artimaña y a todo tipo de perversiones de las que sospechamos o no….de las
que somos, más o menos, conscientes.
El
periodista Jordi Sabaté, que escribe en eldiario.es
todas las semanas una columna que va más allá de lo interesante y no sumerge en
la luz sobre las sombras….nos desvela esos engaños, perversiones y estafas tan
bien pertrechadas, pero, a la vez, tan evidentes que nos pueden llegar a
indignar, pero sobretodo a saber quién es quién y dónde está el engaño, la
estafa y la perversión…el entramado preciso en el que nos envuelven como una
araña que luego, libremente y con el silencio “del respetable poder” , van
desgarrándonos de dentro a fuera, pero también a viceversa.
Deberíamos
ser conscientes que estamos sometidos a una dictadura del consumo y del
consumismo que, quizás radique en parte de las migajas del “gran capitalista”
para que “el populacho” se sienta agasajado, querido y, siempre a la larga,
carente de dignidad.
No deben de
sentirse por aludidas las empresas, pero sí el sistema en el que estamos
sumergidos, casi atrapados y en el que nos mantenemos a flote con flotadores
que a menudo se deshinchan, yendo a la búsqueda de otros…Cada vez más las
marcas saben más lo que queremos, cómo somos, lo que necesitamos y lo que
soñamos, así que se aprovechan de ello.
Lo que nos
dice Editorial Roca sobre este libro:
http://www.rocalibros.com/eldiario.es/catalogo/Jordi+Sabate/El+libro+negro+del+consumo
En un lenguaje sencillo y accesible, se centra en temas relevantes para
la sociedad actual como el etiquetado alimentario y la cosmética, los fármacos
dañinos, las preferentes, cláusulas suelo y otros casos de la banca.
El libro también aborda el consumo fantasma y los abusos de determinadas
marcas a nivel internacional, que nos crean un falso sentimiento de estatus, la
necesidad del ser humano de sentirse reconocido en un grupo y cómo las marcas
se aprovechan de ello.
El autor,
Jordi Sabaté:
Jordi Sabaté es ingeniero técnico
agroalimentario y licenciado en botánica, decidió estudiar periodismo en
Madrid en 1994. Durante los últimos diez años ha coordinado la sección de
Nuevas Tecnologías de Consumer.es, la web de referencia en consumo en
España. Actualmente es responsable de la sección de ConsumoClaro,
en eldiario.es.
https://www.eldiario.es/autores/jordi_sabate/
Enlaces que
te pueden ir bien:
https://www.eldiario.es/redaccion/Presentacion-libro-Jordi-Sabate-consumoclaro_6_748285171.html
Enlaces que
pueden ir bien:
http://observatorio.escueladealimentacion.es/usuarios/eroski-consumer
Cazarabet conversa con Jordi Sabaté:
-Jordi, ¿por qué te has visto como en la necesidad, casi imperiosa, de
escribir este libro? O, preguntado de otra manera:¿qué
es lo que te ha llevado a ello?
-La verdad es que libro es el resultado de dos
años de trabajo en colaboración con el diario.es en el cual hemos
tocado muchos temas que yo habría querido desarrollar de una manera más
profunda; ahora bien, el formato del producto no lo permitía. Fue a través del
conocimiento de Enrique y su habilidad como editor, así como la empatía que
tuvimos, como empezamos a comentar la posibilidad de hacer un libro sobre la
sociedad del consumo. El quería un libro más práctico Y yo quería otro
más ensayístico. Empezó ganando mi opción, pero con el tiempo vimos que mi capacidad
para escribir un ensayo en toda regla era insuficiente, por que se necesita un
gran número de lecturas para establecer comparaciones, y eso es un tiempo que
no tenía. Pero en cambio yo sí tenía al alcance gran número de informaciones
sobre los temas que tocábamos, por lo que opte por dar un marchamo periodístico
que confirmase mis tesis ensayísticas. Al final nos quedamos en un punto
intermedio entre el ensayo y los reportajes periodísticos que ha resultado muy
fresco y gratificante, y sobre todo que ha impresionado mucho a aquellos que
los han leído, porque se confesado absolutamente ignorantes de las materias que
se les explican. A lo que yo escribí, donde le puse mis gotas de vocación
literaria, hay que añadir la edición exquisita de Enrique. El resultado creo
que es un libro que se lee fácil aunque es complejo e impacta mucho. Estoy muy
satisfecho.
-¿Consumimos
por necesidad o casi por una manifestación de dejarse llevar por el mercado y
las dichosas modas y/o imitaciones?
-Yo te diría que tenemos la necesidad imperiosa
de dejarnos llevar por las dichosas modas y/o imitaciones, lo
que viene a ser una respuesta híbrida a tu pregunta. Quiero decir que estamos
hasta tal punto abducidos o sobre estimulados por la sociedad de consumo que
queremos infinidad de cosas que son absolutamente innecesarias para nuestra
supervivencia como seres vivos, pero que nos permiten sobrevivir como seres
sociales. Y en cierto modo es así; no podemos descosernos del tiempo en el que
vivimos, tal como diría Ortega y Gasset, y el tiempo en el que vivimos es uno
de consumo enloquecido, de códigos basados en la posición, de consumo
analgésico en el cual nuestra siempre cambiante personalidad, por las siempre
cambiantes circunstancias que nos rodean, precisa de un consumo continuo y
variado para apaciguar la angustia que nos provoca esta falta de consistencia,
está falta de solidez, que es una solidez propia de una sociedad de productores
y que no tiene cabida en la sociedad de especuladores la que vivimos, en la
sociedad líquida que tan bien describe Zigmunt Baumann
-A la hora
de consumir, ¿en qué nos fijamos más…qué nos preocupa más?; aunque, creo que lo
que más nos debería de preocupar es la alimentación o aquello que al adquirir
afecta a nuestra salud, estoy pensando hasta en una gafas de sol, unos
auriculares, una crema, jabón, gel…
-Es difícil responderte a bote pronto, porque
cada uno de los sectores que tocamos en el libro yo creo que son puntales en lo
que refiere a nuestra salud. En el caso de la alimentación es importante
fijarse en que sea sano dentro de los parámetros que nos permite la actual
industria, incluso creo que es un buen campo donde los patrones sociales no nos
dominan y por lo tanto podemos acudir a un cierto grado de soberanía alimentaria
consumiendo productos frescos y de cercanía. Por otro lado, los que vivimos en
las grandes ciudades, y sobre todo los que vivimos en zonas urbanas, deberíamos
ser más conscientes de que somos progresivamente envenenados por las
contaminantes de los automóviles. Y qué decir de los fármacos, un mundo donde
nos aventuramos en una connivencia terrible y descarada entre la profesión
médica y la farmacéutica, tal como me reconocen a mí médicos que han leído mi
libro y que se declaran personalmente avergonzados de ciertas cosas en las que
caen por sistema. Pero volvemos a lo mismo: es el sistema el que atenaza a los
médicos y no les deja obtener otra formación ni otra fuente de progreso que no
sea la industria farmacéutica. Al fin y al cabo, siempre en mis conferencias
señalo que el gran problema no son las marcas ni las empresas, sino el sistema
que en cierto modo nos obliga a todos a someternos a este nivel de perversión.
Y cuando digo sistema, obviamente, digo el sistema capitalista.
-¿Qué
opinión te maceren las llamadas y muy reconocidas “marcas blancas”?. Supongo
que habrá de todo…
-Las marcas blancas no son más que la versión
barata de los productos ultra procesados de las grandes marcas y consorcios
alimentarios. En tanto en cuanto sean productos ultra elaborados no me merecen
ninguna opinión buena ni ningún respecto y recomiendo huir de ellos en la
medida de lo posible, que es no siempre lo es. En tanto en cuanto ahorradores,
si no podemos evitar un producto procesado, por supuesto la gran realidad es
que la marca blanca es el mismo producto pero un 30 un 40% más barato, con lo
cual ahorramos dinero adquiriendolas. Pero ya digo,
son basura desde el punto de vista nutricional
-Denuncias
aquí, en este papel, como lo haces en tu columna de eldiario.es ConsumoClaro las estrategias,
engaños y mentiras del sistema, sí estoy de acuerdo, pero a muchas “grandes
tiendas” y sobretodo “grandes cadenas” que se sumergen interaccionando
del todo con lo que este sistema les proporciona como una partida del Risk ¿Qué nos puedes comentar?
-Ya he dicho que para mí el gran problema es el
sistema, pero desde luego el rol que juegan las grandes corporaciones
alimentarias o de otros campos económicos no es precisamente el de buenos de la
película, si quieres es el de señores feudales fuertes y abusivos, y nosotros
somos los siervos de la Gleva, tal como describía
Antonio Baños bien en su libro Posteconomía. Creo que
los consumidores tenemos una base importante en la presión hacia los políticos
para obligarles a que hagan leyes más justas, más democráticas y más tendentes
a acotar los privilegios de las grandes marcas, que por otro lado cuentan con
ejércitos de abogados a los que pagan cifras multimillonarias para que eviten
que se forjen esas leyes. En esta gran partida de Risk
que tú comentas, los consumidores tenemos mucho que decir.
-No hay ya casi
tienda en pueblo pequeño que sea como los de antaño (por no decir ninguna),
todos forman parte de alguna cadena—aunque no sea de esas “de mucho nombre”.
Bien, es mejor comprar ahí porque además siempre tienen contactos y productos
de total proximidad o de sus huertos—por poner un ejemplo--. Se compra allí
porque al menos sabes que vecinos de tu pueblo se benefician de tu compra, en
una mayor o menor medida, pero de mucho de lo que ofrecen hay casi las mismas
dudas, ¿no?…
- Como ya te dicho en el sector de la
alimentación creo que tenemos un buen margen para tener cierta soberanía y
autonomía como consumidores, y la compra de producto fresco de proximidad, y lo
que suele llamarse orgánico, aunque en realidad todo lo que viene una huerta es
orgánico, es una gran baza para tener la seguridad de que estamos
nutricionalmente cubiertos. Para mí no basta con ir a comprar una tienda, por
mucho que sea una tienda digamos de pueblo, donde haya producto fresco; también
es importante que conozcamos ese producto, que tratemos ese género, que sepamos
qué es una cocina y cómo se utiliza, y cómo, sobre todo, se cocinan esos
productos. Recuerdo los primeros años de los movimientos por el software libre
en España cuando decíamos que era fundamental saber programar en Debían, para
entender cómo funcionaba un ordenador, y que era fundamental que los niños
supieran programar en Linux antes de saber utilizar Windows o Mac OS. Pues lo
mismo sucede con la comida; no basta con comprar género fresco: debes de saber
cocinarlo, debes de saber tratarlo, debes de saber sacarle el máximo partido
nutricional. Solo así serás mucho más soberano para evitar que te engañen
cuando llegas una gran superficie o cuando hay leyes que propician que tú o tus
hijos consumáis productos altos en azúcar, lo cual para mí es un veneno
metabólico equivalente al tabaco, y algunos estudios dicen que de mayor poder
adictivo que la cocaína.
-Ciertos
establecimientos de esos que tienen un poco de todo, menos productos
alimentarios, a un precio que enmarañan, ¿resultan” o acabas comprando un poco
más barato para comprar dos veces?
-Yo siempre reivindico que es mejor comprar una
prenda de gran calidad que cinco de calidad mediana o baja; si hiciéramos una
reflexión sobre la ropa, por ejemplo, porque es un sector donde es difícil
salirse de “low-cost”, que sabemos que es basura;
como digo, si hiciéramos una reflexión sobre lo que gastamos en ropa basura y
decidiéramos reinvertir este dinero en ropa y calzado de calidad seguramente
todos vestiríamos de Burberry o de marcas superiores,
porque esos 500 son 1000 € que gastamos estúpidamente al año en ropa basura
podríamos invertirlos en una gabardina de cuatro cientos euros, en unos zapatos
de 200 €, y en un par de jerseys de 150 €, así como
pantalones de calidad que nos durarán 20 años. Pero no lo hacemos, vivimos
seducidos por las marcas basura y parece que nos espantan las marcas de calidad
cuando en realidad podríamos optar a ellas. Eso sí: no variaríamos de vestuario
cada día. En ese sentido es en el que los códigos sociales nos tienen
enganchados, y el que no varía de vestuario cada día está tachado de
innecesario en la sociedad de consumo y, como diría Baumann,
debe ser extirpado o exterminado.
-La otra
cosa es que nosotros, como consumidores, es que todos tenemos nuestros gustos,
prejuicios y “puntos flacos”; la mayoría de ellos alimentados con “las malas
artes” que se les facilitan por todos los entresijos que el sistema les
proporciona y así nos hacen caer, a veces, en el Imperio de las Marcas
¿verdad?; ¿cómo y de qué manera?-¿Qué implica eso?
-Ya te lo he explicado justo en el punto
anterior, pero para resumirte un poco te diría que en efecto, el sistema conoce
muy bien nuestros puntos flacos y los códigos que se manejan hoy en día en esta
sociedad líquida, y que nos presiona para que no optemos por productos de
calidad, que a ellos les dan un rendimiento menor, y vayamos a los productos
basura, que son de margen mucho más alto. Esto se da tanto en el tema de la
ropa y la necesidad líquida de cambiar continuamente cada día de ropa y de
personalidad, en sintonía con la sociedad en la que vivimos, pero también se da
entre el proletariado, ahora llamado precariado,
y entre la infancia, que son seducidos e intoxicados con azúcares en cantidades
industriales, grasas saturadas y altas dosis de sal, lo cual los convierte
auténticos adictos. Esto por no mencionar los analgésicos opiáceos, los
ansiolíticos sin receta médica, y todo tipo de antiinflamatorios y otras
medicinas que realmente se los introducen bastante a la fuerza. No estoy
hablando de las vacunas. Un tema en el cual estoy a favor de ellas, pero sí
podríamos hablar por ejemplo de casos como el de la meningitis B, donde una
vacuna que vale 100 €, y hay que aplicar cuatro vacunas para inmunizar a un
niño, en teoría, tal como reconoce el ministerio de sanidad sanidad
sin seguridad total, se promociona a base de alertas y miedo para que los
padres se gasten esta cantidad de dinero en una enfermedad con una incidencia
de un 0,0013% entre toda la población española, es decir 0,40 casos entre cada
100.000 españoles.
-A ti como
consumidor y como periodista que mantiene su mirada muy puesta en todo
esto del consumo, ¿qué es lo que más te indigna?. ¿Es
eso lo que más nos debería preocupar más a todas y a todos?
-A mí me indignan especialmente dos casos: uno
que nos afecta a nosotros y otro que afecta a Estados Unidos, pero que para el
caso creo que son muy similares. Empezaré por el de Estados Unidos, que es el
de los analgésicos opiáceos, que desde 1996 fueron promocionados sin receta
impunemente a cualquier persona que tuviera el mínimo dolor y que tras un
tratamiento de un mínimo de tres días acababa en un 40% de los casos adicta a
la heroína y terminaba el mercado negro y muriendo muy probablemente de
sobredosis. Sabemos que las muertes por sobredosis en Estados Unidos sumaban
cuando yo estaba haciendo el libro en 2016 unas 350.000, y actualmente ya
superan el medio millón de personas iniciadas a la droga a través de estos
analgésicos y muertos por sobredosis en las calles de las principales ciudades,
pero también de pueblos rurales. Me parece un caso terrible y sangrante de
doble moral y de perversión de la industria farmacéutica. Pero no lo es más que
lo que ha sucedido en Europa con el diesel, un tipo de combustible que se nos
ha vendido como la panacea ecológica, barata y perfecta para el estilo de vida
europeo, pero que realmente es un combustible basura, que quema mal y expulsa
la cantidad de veneno obsceno por los tubos de escape, creando auténticas nubes
de contaminación asesina en nuestras ciudades y núcleos urbanos. Creo que fue
el congreso francés el que exhibió un informe de la Unión Europea donde se
calculaban las muertes a causa directa o indirecta de la contaminación de las
grandes ciudades en 450.000 al año en toda la Unión. Con esta cifra debería
bastar para darnos cuenta de que la promoción del diesel solo tenía como objeto
que se lucraran en ventas las grandes marcas europeas de coches, y sobre todo a
costa de nuestra salud. Creo que ambos casos son muy similares: en Estados
Unidos se nos mata con opiáceos sintéticos y aquí se nos mata con el aire
contaminado de los tubos de escape. Son dos escándalos que deberían llevar a
muchísimas personas a la cárcel y no lo han hecho.
-¿Qué hoja
de ruta, así como unos poco consejos, pero fundamentales, aconsejas para
consumir lo mejor posible?; ¿Cómo podemos formarnos para saber qué consumimos?;
¿lo podemos hacer como adultos para saber comprar, verdad?, ¿es posible ser
autodidacta?; aunque lo perfecto sería que desde las aulas se nos hubiese
enseñado, pero parece que ni interesaba ni sigue interesando…
-En el libro explico que hay un atisbo de
esperanza en la auto concienciación y en la asunción de una serie de protocolos
que nos permiten tener una cierta soberanía como consumidores: hay que aprender
a leer las etiquetas, hay que re-aprender a cocinar, hay que aprender lo que es
saludable y lo que no en nuestra nutrición; hay que controlar lo que comemos y
lo que no en función del ejercicio que hacemos, hay que intentar buscar
alternativas al consumo de ropa basura, y hay que, subversivamente, empezar a
vestir de maneras menos acordes a los “tips” sociales
que nos tiranizan en las grandes urbes. Por supuesto, yo apuesto por el coche
eléctrico, que siempre será mucho más limpio que el combustible fósil, y hay
ante todo que presionar en la redes sociales y en las asociaciones de
consumidores para que las leyes cambien, para que las leyes avancen, para que
un país como España no sea la vergüenza de Europa en temas de consumo, medio
ambiente, soberanía energética, etc. Todo esto lo podemos hacer todos juntos,
individualmente y por separado. Pero el gran problema es despertar las
conciencias de la gente, que están adormecidas después de 40 años de gobiernos
paternalistas.
-¿En qué
nos mienten más?; ¿Nos pueden mentir en el etiquetaje?
-En teoría no nos pueden mentir en el etiquetaje,
al menos no nos deben mentir, pero no algunos casos lo hacen. Yo creo que más
que mentir nos engañan y nos enredan, por eso digo siempre que hay que saber
leer etiquetas y saber denunciarlas, porque los organismos de consumo y las
normativas de consumo están ahí para sancionar a las marcas. Lo que pasa es que
las marcas una multa les sale mucho más barata que el dejar de obtener un
beneficio por engañar, ocultar, lo que llevan los productos que venden
-¿Hay una delgada línea roja entre el consumo que queremos hacer
responsable y el consumismo o, ya, el consumismo es otra cosa, otra vuelta de
tuerca más del sistema?
-El consumismo no tiene nada que ver con el
consumo responsable, el consumismo es una locura desaforada que quizá en la
zona rurales no es tan evidente, pero en las zonas urbanas es la muestra del
estatus social y de la capacidad, no ya de adquisición, sino de integración en
la misma masa que se mueve de un lado a otro y que cambia continuamente de
orientación y de esencia. El consumismo es la muestra más clara de la
decadencia de la sociedad la que vivimos, y ante ella el consumo responsable
tiene que ser la punta del iceberg de un cambio de concienciación social y
personal de cada uno de nosotros. Debemos sacar el Che Guevara que hay en cada
uno de nosotros y luchar en nuestra propia jungla solitaria, pero a la vez
asociarnos con otros consumidores y tratar de cambiar las normas que sean
injustas, no es un tema de izquierdas y derechas, a los consumidores solo nos
une el hecho de ser consumidores, por decirlo de algún modo. El consumidor es
alguien transversal que tiene unos intereses comunes.
-Cierta
culpa va a tener este capitalismo tan neoliberal en que está inmersa la
sociedad…en que unos pocos comen de unos muchos… ¿Qué nos puedes decir?
-Yo lo que puedo decir es que esta locura híper
consumista, además de ser una enfermedad social, es el último estertor del
sistema económico nacido en el siglo XX y que empezó como auto sostenible en la
sociedad de productores industrial que caracterizaba como emblema el Fordismo, y que ahora se basa en la extracción de la última
gota de poder adquisitivo de una sociedad cada día más precarizada. Es el
capitalismo de carroña, el capitalismo de las grandes fieras, pero en plena
decadencia. Por poner un ejemplo imaginemos una sabana donde hay grupo de 20
leones que han devorado ya a los miles de cebras y otros bóvidos que pastan.
Los leones son sin duda los señores, pero pronto se les acabará la comida, y
por mucho músculo que tengan deberán auto consumirse para poder subsistir,
siempre con fecha límite.
-Este
engaño, gran engaño y estafa ¿cuánto y de qué manera afectan a la salud y me
refiero a la salud tanto del planeta como de nosotros mismos y desde un
concepto holístico e integral?
-En toda la entrevista no he comentado el
capítulo dedicado al sector bancario, por lo que luego lo haré aquí: el sector
bancario, con todo el pelotazo de ladrillo, y toda la estafa de las
preferentes, y las acciones de Bankia y otras estafas
similares, ha destrozado el país como no lo hecho en ningún otro del mundo, si
exceptúa a Estados Unidos y a Islandia, que en buena medida se han recuperado,
el uno por muy grande y el otro por muy pequeño. Pero España sigue siendo un
país destrozado tras la crisis de ladrillo, destrozado moralmente, destrozado
anímicamente, destrozado políticamente, destrozado socialmente. Y por supuesto
con la salud rota en un momento en el cual los servicios de salud públicos
están en peligro de extinción. Sucesos como el de Catalunya, o ahora la crisis
institucional que estamos viviendo, así como el despertar de un
ultranacionalismo enconado españolista, reactivo a otro ultranacionalismo
enconado independentista catalán, son una muestra de la inestabilidad emocional
que sufrimos los españoles, que estamos enfadados con nosotros mismos y con la
nación que tenemos, cuando hace 10 años nos queríamos entre las mejores
naciones del mundo. Todo este dolor y toda esta rabia, no sabemos canalizarla y
nos está destrozando. ¿Quien está al final de la
cuerda de todo este desmán? Como ya le dicho al final están las actuaciones de
la banca, que nos destrozaron económicamente. Y estos señores, lejos de estar
en la cárcel, siguen manejando el país, siguen financiando a sujetos tan
inquietantes como el presidente de Ciudadanos o siguen sosteniendo a políticos
y partidos condenados penalmente como es el caso del Partido Popular. Así que
la respuesta es sí: los desmanes de la sociedad de consumo son la muestra de
una sociedad decadente pero a la vez están acelerando la decadencia y la
descomposición de las sociedades occidentales. Quizá sea ya demasiado tarde
para salvar los muebles, o quizá no, todo depende de que reaccionemos a tiempo
como sociedad y como consumidores. Pero permíteme que sea escéptico a este
respecto, ya que veo ignorancia el inmovilismo por doquier. Me viene a la
memoria cuando visite Auschwitz, una fotografía de los presos judíos bajando de
los trenes de la muerte y caminando directos hacia las cámaras de gas sin que
los policías del campo, nazis, tuvieran siquiera que empujarlos: estaban tan
machacados psicológicamente y moralmente que ellos mismos ya sabían cuál era su
destino y no tenían ni la capacidad de rebelarse, como un rebaño de ovejas. En
cierto sentido, los consumidores de Occidente somos así: un rebaño de ovejas
que caminamos lentamente hacia la cámara de gas que supone esta sociedad
líquida de consumo interminable.
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