Cazarabet conversa con... Carlos Ledesma Lara, autor de la introducción al libro “Psicología
de masas del fascismo” (Enclave de Libros, Fundación Aurora) de Wilhelm Reich
Desde la
colección Tangentes de Enclave de libros
nos llega este libro que es piedra angular en materia de pensamiento, pero
desde la mirada del psicoanálisis y la clínica.
La sinopsis
del libro:
¿Por qué la
mayoría acepta la explotación y se sumerge en la empresa de satisfacer deseos
impuestos por la clase que la domina entregándose de lleno al matadero del capitalismo? Si las condiciones sociales y económicas
«objetivas» están dadas para que se produzca una revuelta, ¿qué estructura
caracterológica en los sujetos lo impide? ¿Cómo consigue el líder fascista
ganarse el apoyo de millones de individuos? ¿Qué lazo libidinal se establece
para que la masa entregue sus deseos en manos del líder contra sus propios
intereses? Mediante un riguroso uso de las herramientas epistemológicas que la
sociología sexoeconómica, la antropología, el psicoanálisis, el materialismo
dialéctico y el análisis del carácter le brindan, Reich analiza dicha
contradicción.
El autor,
Wilhelm Reich: https://es.wikipedia.org/wiki/Wilhelm_Reich
Cazarabet
conversa con Carlos Ledesma Lara:
-Amigo
Carlos, ¿qué significa para vosotros editar este libro que es un referente para
tratar de entender el fascismo?
-Cuando Wilhelm Reich fue detenido por última vez en los
EEUU sus libros, apuntes y textos fueron quemados en una incineradora de Nueva
York. Gracias a su hija Eva se ha conservado microfilmada gran parte de su
obra. La última y única edición completa en castellano de «Psicología de masas
del fascismo» la realizó la editorial Bruguera en Barcelona en 1980 traducida
por el profesor Roberto Bein, traducción que gracias a su autorización, nos
sirvió de base para esta edición. Hay otras dos ediciones de los años setenta,
ya descatalogadas, una en México, por Ediciones Roca y otra en Madrid por
Ayuso, pero que contienen sólo los cinco primeros capítulos del libro original.
Por tanto, este proyecto, que nos llevó varios años poder
concretar gracias al trabajo de la editorial Enclave de Libros, la Fundación
Aurora y a la disposición de la Fundación Wilhelm Reich con sede en
EE.UU., tiene el valor, a nuestro criterio, de que podamos disponer, en un
mismo volumen, de la edición completa en lengua castellana, con notas y
referencias bibliográficas actualizadas, junto a los diferentes prólogos que
escribió el propio Reich, un pensador y científico marginado —sobre todo aquí
en España, tanto en las escuelas de psicoanálisis como en las universidades—
que nos brindó un material de investigación para analizar el ascenso del
fascismo en Alemania, con herramientas epistemológicas esenciales para entender
la adhesión de las masas al fascismo y a sus obscenas manifestaciones en
aquella época y en la actualidad.
-El libro fue editado por primera vez fuera
de la tierra natal del médico, escritor y pensador en la década de los años
treinta, ¿cómo condicionó esto tanto a aquella edición como, sobre todo al
resto de ediciones?
-El libro fue escrito por Reich ante la llegada al
gobierno del partido nacionalsocialista y durante su exilio de Alemania rumbo a
Dinamarca, donde pudo publicarlo.
Recordemos que Hitler llega al poder con un partido socialdemócrata claudicante
y un partido comunista miope. A destacar por tanto que, en condiciones tan
hostiles, Reich incluyera en el libro tantas referencias bibliográficas, citas,
autores, etc., lo que da al texto una fuerza política, científica e histórica
sorprendente. En su momento sólo aparecieron un par de ediciones en inglés y en
alemán. En castellano como hemos comentado, recién dispusimos de la edición
completa en 1980.
“Psicología de masas del fascismo” siempre fue un texto
marginado; algunos sectores psicoanalíticos por considerar a su autor un
comunista, incluso un psicótico-paranoico, por lo que deciden expulsarlo de la
sociedad psicoanalítica en 1934; los comunistas por considerar que las
propuestas psicoanalíticas de Reich solo tenían cabida en los sectores
burgueses; la Alemania nazi, por considerar el psicoanálisis una “ciencia
judía”, en EE.UU, por ser Wilhelm Reich un ˝rojo”… En occidente Reich fue
“rescatado” por grupos “new age”, que terminaron reduciéndolo a una especie de
“gurú del sexo”.
En definitiva, por diversos motivos, unos y otros, se
encargaron de descuartizar su pensamiento. Todo este abanico de factores, de
calumnias, no sólo condicionó las ediciones del libro, sino que por lo general
fueron grandes obstáculos que dificultaron su difusión.
-¿Por
qué hay establecida una psicología del fascismo o el fascismo ya surgió como
una “especie de psicología”?
-Aquí creemos es pertinente un apunte. Reich fue uno de
los discípulos favoritos y más destacados de Freud que a su vez en 1921 había
realizado un estudio sobre las masas titulado “Psicología de las masas y
análisis del yo”, como respuesta crítica al libro del sociólogo francés
Gustave Le Bon, “Psicología de las masas”, antecedentes ambos del
libro de Reich.
Dicho esto, consideramos que no hay una “psicología del
fascismo”. Hay sujetos que bajo una serie de factores sociales, económicos,
morales, religiosos, etc… construyen un psiquismo en el que terminan adhiriendo
las consignas salvajes que irradia el fascismo, del mismo modo, si me permiten
la imagen, que hay receptores nicotínicos que facilitan la respuesta favorable
a la nicotina.
En su libro Reich plantea un sólido análisis para
descifrar de qué modo esos postulados y consignas fascistas adhieren al
psiquismo de los sujetos que terminan dócilmente diluidos en la masa
sosteniendo un régimen que los somete. Investigar esto hoy es esencial para
entender el retorno del fascismo, si es que alguna vez se ha ido, como
comprobamos en diversos países tanto en el corazón de Europa como otros tantos
países de América.
Tampoco el “fascismo” es una psicología. Aristóteles, que
quizá haya sido el primero que escribió un tratado sobre la psique humana (De
ánima) no estaría muy de acuerdo con esa afirmación. El fascismo es una
posición ideológica, más extendida de lo que se cree: observemos lo que ocurre
si salimos a la calle por descuido sin mascarilla comprobaremos las miradas,
los reproches inquisidores, cuasi policiales, que recibiremos por parte de
nuestros propios vecinos… Esto Freud lo explica muy bien en su análisis de las
masas cuando describe como grupos étnicos afines en ocasiones se repelen
recíprocamente y pone los ejemplos del alemán del sur que no soporta al del
norte; o el inglés que habla despectivamente del escocés e incluso, señala, al
español que mira con desprecio al portugués.
El fascismo, creemos, es una construcción
exclusivamente humana, cuesta imaginar un comportamiento fascista en los
animales no humanos, habrá en todo caso necesidad imperiosa de supervivencia
que lleve a un animal a negar o esconder una presa a sus semejantes, sin
embargo hay una especie de “comunismo”, una cierta solidaridad instintiva entre
delfines, hormigas, abejas… “comunión” difícil de construir entre los animales
humanos.
-El fascismo, como concepto,
amigos, ¿ha cambiado a lo largo de los años y de los tiempos? O ¿más bien
creéis que evoluciona?
-El fascismo es una manifestación ideológica más que un
concepto. Es un emergente social producto de muchos factores y condicionantes
sociales. Desde que surge en el norte de Italia a finales de la primera guerra
mundial, siendo su fundador Mussolini, sin ningún soporte intelectual ni
filosófico, se conforma como una ideología antidemocrática, como destaca el
historiador Enzo Traverso, una reacción virulenta contra el marxismo y el
comunismo, y contra los movimientos
socialistas y libertarios, mediante el terrorismo de estado a nivel interno e
imperialismo militar y económico externo, sostenido por un líder carismático e
iluminado, con diferentes variaciones según los países donde se puso en
práctica, como ejemplo, el nazismo antisemita en Alemania. Comenta el
historiador Robert Paxton, que la mayoría de las sociedades modernas
engendraron movimientos fascistas en el siglo XX pero no todas llegaron a tener
un régimen fascista.
Así mismo, señala Traverso, que los partidos de extrema
derecha que han surgido en Europa en estos años mantienen sin duda una
continuidad ideológica con el fascismo clásico, con un manifiesto nacionalismo
radical y donde el antisemitismo ha sido desplazado por “islamofobia”,
—características ambas que sin duda no son exclusivas de la extrema derecha—,
donde el odio y el deseo de exterminio de comunidades islámicas se observa en
los ataques militares a países como Siria, Irak, etc., etc… promovidos por los
propios estados “democráticos” de occidente, imperialistas y subordinados al gran
capital, como sucedió con el propio Hitler y su intento de conquistar el que
llamó “espacio vital” del este de Europa.
Una democracia puede ser reaccionaria y de extrema
derecha dentro de su país, incluso “socialdemócrata”, y simultáneamente
fascista e imperialista en su política bélica y económica exterior; ahí tenemos
los países africanos a los que la Europa “democrática” saquea impunemente sus
recursos naturales.
-¿Hay muchos tipos de fascismo dentro del
fascismo?; ¿qué nos podéis explicar?
-El fascismo como tal llegó al poder en Italia de la mano
de Mussolini, como hemos señalado, en una situación de crisis y regresión
económica. Luego apareció en otros países en diferentes épocas y con
características regionales propias: en Japón, Alemania, Sudamérica en los años
70, Portugal, Ucrania, España, etc., pero con un común denominador: la
represión o exterminio de lo que encontraba de esbozo de civilización
ilustrada. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en España durante el
nacionalcatolicismo con la persecución de poetas, artistas, músicos,
pensadores… el fascismo se alimenta de la ignorancia de los pueblos. En ese
sentido la inquisición, el colonialismo, el imperialismo, son parte de la
prehistoria del fascismo.
Otro elemento común a todas las experiencias fascistas es
la anulación de cualquier tipo de lucha de clases: el estado fascista “velará”
por los trabajadores, por el pueblo, por tanto no es necesaria ningún
tipo de manifestación sindical ni política, el estado fascista asumirá ese rol,
bajo el pacto iglesia-capital, con la articulación dios-familia-propiedad-patria,
iluminada por el líder castrense, sea el führer, el duce o el caudillo,
preservando siempre por el modo de producción capitalista. El fascismo
es una de las manifestaciones del sistema capitalista, surge en momentos de
derrumbe económico para su apuntalamiento, de ahí que sea rabiosamente
anticomunista y antilibertario. Y cuando no puede manifestarse en toda su
obscena violencia, penetra maquillado a través de partidos u organizaciones
políticas en los parlamentos, a través de las urnas, en la variante que se ha
dado en llamar «populismos de derechas».
-¿Cuándo el fascismo empezó a rozar y/o pasar
la línea de la violencia… y a convertir a ésta en un instrumento más, sin
ningún recato?
-La violencia es la esencia del fascismo, y hace
ostentación de ella; esto en parte lo diferencia de movimientos o partidos de
derechas, que asumen el marco “democrático electoral”, al menos en apariencia.
Sin violencia no hay posibilidad que un movimiento se constituya como fascista:
los camisas negras de Mussolini, las pardas de Hitler,
etc. No hay fascismo sin violencia, en cualquiera de sus manifestaciones:
psíquica, moral, física y política.
-Porque
la violencia, como tal, no tiene porque ser tan sólo en “lo físico”,
normalmente cuando se llega a lo físico, ya se han sufrido otras violencias,
¿verdad?
-La obscenidad y bestialidad de los movimientos y
regímenes fascistas se expresa históricamente a través de la violencia física.
Pero en muchas ocasiones, sobre todo hoy día, se camufla y se manifiesta a
través de decisiones y mandatos políticos mediante decretos, leyes, etc.,
contra los derechos fundamentales de la sociedad.
De hecho regímenes y gobiernos bajo apariencia
democrática debido al aval y la legalidad parlamentaria (recordemos que Hitler
llega al poder mediante elecciones) imponen en ocasiones medidas que bordean el
fascismo: estados de excepción, estados de alarma, leyes de extranjería,
limitación de derechos asistenciales y sociales a extranjeros, etc. Como señala
Reich citando a Marx: “Sólo en pocas oportunidades los dueños de los
medios de producción sociales se sirven de la violencia brutal para dominar a
la clase oprimida; su arma principal es el poder ideológico que mantienen sobre
los oprimidos y que fortalece considerablemente al aparato del Estado”.
Hay infinidad de ejemplos de este orden tanto en la vieja
Europa como en la extensa América, de Norte a Sur. Países europeos que se
muestran democráticos frontera adentro, son fascistas e imperialistas afuera,
por ejemplo en el África, explotando y expoliando a sus pueblos.
-¿Somos conscientes de que todos, me
atrevería a decir, hemos sido víctimas de la violencia del fascismo herederos
de ésta? (en alguna de sus facetas o en más de una)
-Sin duda alguna que no lo somos y mucho menos cuando en
ocasiones inconscientemente nosotros mismos la ejercemos en actos cotidianos.
Quien no ha padecido un gesto fascista alguna vez en la ventanilla de un banco,
de una institución pública, en un hospital, en la escuela, en un requerimiento
policial, en el trabajo, en un control de aduanas, en definitiva, en las redes
institucionales del propio estado “democrático” que opera, como señala Reich,
de agente de la «peste emocional» de la política. En un trato injusto cotidiano
siempre subyace un desprecio y el desprecio por el otro subyace en la esencia
del fascismo.
Recordemos que nuestra “conciencia” no es más que una pequeña
parte de nuestra vida psíquica; ella está gobernada por procesos psíquicos
inconscientes y por tanto incontrolables por nuestra voluntad. No
siempre somos conscientes de ser explotados como del mismo no lo somos de
explotar a otros, como cuando pedimos un “servicio de delivery”.
Esta pregunta abre el territorio de investigación que
Reich despliega en el libro, me refiero a la brecha entre la realidad
percibida por los trabajadores y los ciudadanos en general, y la realidad
material en la que están inmersos, es decir, la dificultad psíquica para
ser conscientes de ser víctimas de situaciones fascistas y de explotación, y lo
que es más grave, ser agentes (inconscientes en algunos casos) del fascismo y
de la explotación; esta cuestión es el nudo central del libro. La
“contradicción” manifiesta entre la realidad material exterior y la percibida
la podemos llevar a todos los ámbitos de nuestras relaciones sociales: en la
pareja, en el trabajo, en la familia, en las relaciones de dominación que el
Estado establece y padecemos, etc. Pongamos un ejemplo de esto último a cuenta
de la pandemia cuando se impide a los niños intercambiar juguetes o útiles
escolares, o cuando se les sugiere no abrazar a sus abuelos en nombre de la
“salud”, sugerencias que los padres acatan sin siquiera cuestionar, de este
modo los padres pasan a ser agentes represores del Estado por el supuesto bien
de sus hijos y simultáneamente viajamos hacinados en el transporte público.
-¿Es el silencio, normalmente, y “la callada”
cómplices del fascismo? En una sociedad “poco implicada”, ¿tiene las de ganar
el fascismo?
-La pasividad es uno de los modos de implicación en una
situación perversa. La obediencia ciega de una sociedad a mandatos autoritarios
requiere implicación. Esas enigmáticas tendencias masoquistas de un sujeto o de
un colectivo que señaló Freud en «Más allá del principio del placer». El
masoquismo, la pulsión parcial complementaria del sadismo, ha de entenderse
como reversión del sadismo hacia el propio yo. Si supuestamente los sujetos
bregamos en la búsqueda del placer cómo se explica que en no pocas ocasiones
personales o sociales obtengamos lo contrario. Recordemos las épocas de la
compra indiscriminada de propiedades, pisos, chalets adosados, —no sólo en
España—, a precios desorbitados con la ambición de acumular patrimonio, y ya
sabemos qué resultó de aquello, un colapso internacional de la economía
financiera, la ruina de millones de familias, etc., una reedición en similar
escala a la crisis del 29 con la complicidad de la ciudadanía, de la masa, y
sabemos, que lo que se olvida se repite.
Como señala Reich en el libro, de lo que se trata precisamente
es de comprender por qué las masas pudieron ser obnubiladas, confundidas y
llevadas a adherir a una situación perversa como la del estado fascista alemán,
italiano, etc., cómo millones de sujetos, clase obrera, pequeña burguesía,
aprobaron su propia opresión, contradicción que no puede
explicarse desde la política ni desde la economía, es necesario para ello
explorar los mecanismos inconscientes que la sobredeterminan.
La «gran depresión capitalista» de los años treinta en
Europa podía presagiar una revuelta social protagonizada por las organizaciones
obreras y sindicales y por los partidos de izquierda. Pero por el contrario,
con el apoyo popular se produjo el ascenso, inspirada en el fascismo italiano,
de la extrema derecha en Alemania. La situación social y económica de las masas
no se refleja necesariamente en la conciencia social de los trabajadores, si
ello fuera así, la revolución social se habría realizado hace mucho tiempo.
Wilhelm Reich analiza dicha contradicción, esa brecha existente
en la «conciencia» de las masas entre la realidad material y la realidad
percibida, entre la realidad social y económica de explotación y
represión y la conciencia efectiva que de ella se tiene, contradicción que
requiere un urgente esclarecimiento, puesto que en lugar de desvanecerse,
manifiesta su insistencia en solidificarse.
-¿De qué se alimenta el fascismo?
-Una de las tesis del libro es la de no reducir el
ascenso del fascismo a un solo factor, el económico, como hicieron los
seguidores del marxismo vulgar. Como bien afirma Reich no se necesita ninguna
explicación para comprender que un obrero vaya a la huelga o robe para comer,
de lo que se trata es entender por qué la mayoría de los obreros no van a la
huelga ni los desposeídos no roben para comer. Pero aquí sólo señalaremos una
de las condiciones que facilitó el ascenso de Hitler al poder, a saber, la
económica de la Alemania de los años 30, (recordando que muchos países la
padecieron y no necesariamente dieron paso a regímenes fascistas) condiciones
que cíclicamente retornan, ya que son el combustible del que se alimenta el
capitalismo, los otras, quizá las más determinantes, los factores subjetivos
históricos de la psicología de las masas, Reich los despliega y desarrolla en
el libro. Las crisis económicas cíclicas de nuestras sociedades no son síntoma
del mal funcionamiento del sistema, sino son su esencia, su motor.
El llamado “crack” del 29, fue sin duda crucial en el
ascenso electoral del partido nacionalsocialista: desempleo, falta de
asistencia social y económica, organizaciones sindicales puestas en cuestión,
un gobierno timorato de coalición entre socialdemócratas, católicos, etc. junto
a otros factores, esenciales, posibilitó el ascenso del fascismo. Recordemos que
en la actualidad —pandemia por medio— estamos en una situación similar de
desempleo, pobreza, etc., en gran parte del planeta y que la estructura
psicológica de las masas y de la pequeña burguesía no ha cambiado
sustancialmente respecto a la que posibilitó el ascenso del fascismo en los
años 20.
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