Cazarabet conversa con... Carlos Mas Arrondo, autor de “Pablo
Gargallo. La luz habitada”
(Prensas de la Universidad
de Zaragoza)
Carlos Mas Arrondo
se acerca al lado más artístico, en
todas las dimensiones, pero sin dejar de mirar al lado humano del excelente
escultor aragonés, nacido en Maella.
Lo edita Prensas de la Universidad de Zaragoza
en su colección Arte.
Gargallo, el escultor de la luz…
La reseña de Prensas Universitarias: Quedaba
por llegar una monografía sobre la vida y la obra de Pablo Gargallo
(1881-1934). La dualidad de su tarea creativa, entre la tradición y la
vanguardia, lo convierten en un artista particularmente inclasificable. Pionero
en la utilización del hierro como material plástico, y en la combinación del
hueco y el macizo para la pieza definitiva, nunca se apartó de la figuración
mediterránea. Quizá por eso, cierta crítica ha desmerecido su capital
relevancia en la incorporación de la plástica a la modernidad que este libro
reivindica. La tarea propuesta es situarlo en el contexto e indagar acerca de
la significación de su obra magistral.
El autor, Carlos Mas Arrondo
(Zaragoza, 1955), es catedrático de instituto jubilado. Docencia, sobre todo
docencia, investigación y divulgación cultural han centrado su labor. La tesis
doctoral versó sobre la siderurgia tradicional en Cataluña (publicada por Pagès Editors, 2000), asunto que
desarrolló también en Aragón así como otros concernientes a la historia
económica (Cámara de Comercio, crisis filoxérica, transporte fluvial del
hierro…). Una cincuentena de publicaciones, entre libros y artículos, dan
cuenta de amplios campos de interés que van desde el ensayo a estudios acerca
de la didáctica de la historia, la geografía (dos libros en Alhambra) y el
arte. Concretamente sobre la Historia del Arte, ha estudiado aspectos relativos
a Goya, La Seo zaragozana, Gargallo y unos celebrados apuntes del temario de
Arte para selectividad. Comisario de sendas exposiciones sobre Ramón y Katia Acín, es asiduo colaborador de la Fundación del mismo
nombre y codirector de la edición Ramón Acín toma
la palabra (Debate, 2015). Miembro del consejo de redacción de la revista XIX
y Veinte, participa también en la revista digital andalan.es. Su más
reciente publicación es Historia de la Humanidad en miniatura. El caso de Añón de Moncayo (Comuniter,
2017).
El contenido del libro .El índice:
Prólogo
Introducción
Capítulo I. Vida
Capítulo II. Obra. Clasificación y asuntos habituales
Capítulo III. Cofradía del Espíritu y concepción estética
Capítulo IV. Gran profeta: la luz habitada
Capítulo V. Muerte
Capítulo VI. El territorio de la radicalidad gargalliana
Epílogo
Anexos
Bibliografía
Cazarabet conversa con Carlos Mas Arrondo:
-Amigo
Carlos, ¿qué es lo que te llevó a investigar sobre el escultor Pablo Gargallo?
¿Hay o hubo algún incentivo que te ha conducido a investigar sobre esto?
-El año 2008, el
realizador Emilio Casanova me requiere para hacer de documentalista de vídeos
que acompañaban al nuevo proyecto museográfico que diseña el ayuntamiento
zaragozano con motivo de la remodelación del Museo Pablo Gargallo de Zaragoza. También guionizo
un capítulo de Estampas, una serie
que emitió Aragón Televisión y, dos
años más tarde, escribo un artículo “Pablo Gargallo. La cofradía del espíritu”
en la revista XIX y Veinte. Aquí está
el origen de la investigación que llevo a cabo desde entonces y que nace de
estas propuestas y de mi admiración por el escultor. Así como el Auditorio
zaragozano ha creado afición a la música en la capital, el nacimiento en 1985
del museo monográfico sobre Gargallo (entre los mejores de Aragón y de Europa)
ha suscitado la aparición de “criaturas gargallianas”
entre las me encuentro.
-¿Cómo ha sido el proceso y la ardua tarea de
investigación que, además, tiene mucho que ver con el proceso de documentación?
-¿Y qué metodología de trabajo sueles seguir? ¿Escribes sobre un
guión de cuestiones y/o preguntas a las que ir encontrando respuestas?
-Sobre Pablo
Gargallo se ha escrito mucho y bien hasta ahora. La labor de Rafael Ordóñez
Fernández ha sido muy intensa y facilita también el trabajo de búsqueda el
Fondo de Documentación del propio Museo. He sumado a esta artigrafía
las opiniones de los contemporáneos del escultor (sobre todo la crítica
catalana y francesa) y la intensa investigación en la Biblioteca Nacional, la
Enciclopedia Catalana y en la Hemeroteca Digital. La articulación de todo este
material fue haciendo que la labor, inicialmente recopilatoria,
alumbrase nuevas preguntas sobre cuestiones nunca planteadas y cuyas respuestas
desembocan en esta primera monografía sobre el escultor. Estas cuestiones se
acogen al esquema clásico que planteó Cicerón para esclarecer un delito en el
derecho romano y que se estudian, por cierto, en las facultades de Periodismo:
¿Dónde?, ¿Cuándo?, ¿Quién?, ¿Con quién?, ¿Qué?, ¿Con qué?, ¿Para qué?
Siete cuestiones,
aparentemente simples, que, sin embargo, terminan por dilucidar las claves de
cualquier esfuerzo de esta naturaleza. Ya hace algún tiempo que me preocupan
fundamentalmente los aspectos que tienen que ver con la significación y el
sentido. La Red nos ofrece mucha información pero lo que falta, lo que el
lector busca son significados y sentidos, y eso internet no te lo brinda.
-
¿Puedes hacernos un esquema del contenido de los distintos capítulos?
-Como afirmo en
el epílogo del libro: “Describir. Contextualizar. Significar. De la vida a la
muerte; de la obra a su esencia: este es el itinerario que nos hemos
planteado”.
El primer
capítulo, Vida, describe el aspecto y
personalidad del autor, y convierte algunos de sus autorretratos en un modo
particular de autobiografía. Gargallo en el contexto de la Maella
en la que nació, en la Barcelona en la que se formó y en el París en el que
vivió un tercio de su corta vida (1881-1934). También el artista en sus
talleres, en el mercado del arte y en intramundo
familiar. El segundo de los capítulos, Obra,
sistematiza la producción artística y la clasifica en los diversos formatos y
temáticas, sin olvidar los aspectos estilísticos. El tercero, Cofradía del espíritu, profundiza en la
concepción estética del escultor e interpreta sus escasos textos originales al
calor de la reconstrucción de conversaciones con sus principales amigos
(Artigas, Soler Casabón, Max Jacob y Pierre Reverdy). El apartado siguiente se centra en un análisis
intensivo de su obra principal, Gran
profeta, tanto desde el punto de vista estilístico como de significación
entendida desde su biografía, su pensamiento y la historia que le toca vivir,
ese fértil periodo de entreguerras del pasado siglo que en Cataluña se vive
como Noucentisme.
El quinto de los capítulos, Muerte,
da cuenta del año 1934, el de su fallecimiento y, también, el de mayor
proyección nacional e internacional. Aquí se recoge igualmente la primera
recepción de la obra. En el apartado final, El
territorio de la radicalidad gargalliana, he
querido dimensionar su tarea creativa en el trabajo escultórico que
desarrollaban en paralelo las vanguardias europeas. En todo este recorrido paso
de métodos claramente descriptivos a otros que, al ser más analíticos e
interpretativos, se acercan al ensayo.
-
A mí siempre me interesa sobremanera la dimensión humana, esa parte que tú aquí
trabajas como “Vida”… ¿qué ser humano te fuiste encontrando en tu investigación?;
¿qué Pablo Gargallo había como persona?
-He tratado de
saber cómo era visto por los demás y cómo por sí mismo. Un inmigrante que
marcha del pasado tradicional de sus primeros años en Maella
hacia la modernidad de Barcelona y, después, de París. Esos bruscos cambios los
vive desde una personalidad que tiende a la angustia y
entiende con dificultad el profundo cambio de Era que le toca vivir. Todo lo
sintoniza enfrascado en un trabajo tenaz y con alta autoexigencia:
él es consciente de que está inventando algo nuevo, hasta un estilo nuevo, y
eso le produce satisfacción en igual medida que miedo. La austeridad en la que
vivió la mayor parte de su vida la traslada a su creación. Me ha interesado esa
autenticidad que está presente en toda su vida y el contraste entre un comportamiento privado, que se acoge a los
cánones tradicionales (en la relación con su madre, sus hermanos, su mujer
Magali, su hija Pierrette), y su tarea escultórica,
tan innovadora y rupturista.
- Veo que insistes mucho en el libro sobre la
contextualización, tanto de la vida del artista como de su obra. ¿Por qué le
concedes tanta importancia?
-Una tendencia
más que común en alguna historiografía es tratar a los grandes (y Gargallo lo
es) fuera de su contexto, sin comparar, sin relativizar. Esta metodología
tiende absolutizar y sacralizar al
personaje, como si todo fuera fruto de su propia invención “ex novo”. Yo pienso todo lo contrario: cuando sitúas al
artista (y lo mismo valdría para cualquier otra persona) en su medio es cuando
puedes apreciar con mayor claridad su relevancia no solo entre su generación
sino en la escala mayor que supone la historia del arte. Qué se parece a lo que
hacían sus coetáneos -a lo que dictaba la tradición y el oficio- y en qué
destaca y rompe con todo lo anterior. Para comparar, necesitas contextualizar.
Solo eso te permite relativizar y acercarte a la verdadera dimensión.
-¿Cuáles son los formatos en los que trabajó
Pablo Gargallo? ¿Jugó el dibujo un papel fundamental?
-Gargallo produce
imágenes en variedad de formatos. Está en la órbita del “arte total” que
defendieron Richard Wagner y el movimiento Arts and Crafts de Willian
Morris. El modernismo entiende el edificio como un todo: de la estructura a la
persiana, del material a las vidrieras, de la forja al mueble. El maellense dibuja (y algunos de sus dibujos pasan a tres
dimensiones), realiza joyas y medallas, hace escultura monumental y escultura
exenta. Distinguirá muy claramente aquellas obras que califica de “estomacales”
(la mayor parte de la escultura monumental, sometida a una escala y al
arquitecto de turno, entre ellas) y aquellas otras que son fruto de una
inspiración individual, que suelen ser las exentas. Es en estas en las que
podremos encontrar al Gargallo más auténtico y libre, aquel de la etapa final
de su vida que sabe que venderá su obra, que existe un mercado que se la
quitará de las manos.
-Inicialmente hay un Gargallo modernista que
después deriva hacia formulaciones clásicas novecentistas que compatibiliza con
las vanguardias. Háblanos de esos “cambios” y si fueron tan profundos como
aparentan.
-Efectivamente,
el primero de los Gargallos es modernista y está imbuido de la ensoñación
norteña y simbolista. Después, en paralelo muchas veces, encontramos dibujos y
obras expresionistas bajo la estela de Rodin, en
quien se inspira tras su primer viaje a París. Posteriormente –y esta tendencia
vendrá para quedarse- se instalará en él una pulsión mediterraneísta
y clasicista, la enésima “renovatio”, defendida de
manera radical por el Noucentisme
catalán que la reclama como arte propio de una nación latina. Sin embargo, lo
peculiar de Gargallo es que esta influencia se mantiene a la vez que toda una
escultura experimental e innovadora que indaga en el trabajo sobre el metal
como nuevo material para la escultura.
Y es que las
influencias son verdaderamente tan variadas que el resultado no puede ser más
que un riguroso eclecticismo. Sí, Grecia, Roma y el Renacimiento, pero también
el cine, la moda, la fotografía, el ballet, la poesía, la filosofía, las
vanguardias cubistas de su otrora amigo Picasso. Unas y otras influencias
desembocarán en una obra de difícil clasificación y etiquetado pero escultura
siempre. Porque lo que viene a conseguir este artista es problematizar
seriamente el proceder escultórico: el papel de los materiales tradicionales y
el distinto dictado según el mismo material utilizado; la relación entre el
hueco y el vacío, entre la opacidad de la pieza y su apertura, entre la
concavidad y la convexidad, entre el espectador y la obra… todo un
replanteamiento, toda una experimentación visual.
-¿Es el escultor de la luz…? ¿Qué
quieres decir con ese subtítulo del libro “La Luz habitada”? ¿Tiene algo que
ver con los materiales?
-El mismo año de
1933 en el que Gargallo elabora la considerada por muchos su obra principal, Gran profeta, hace un regalo a su amigo
Marc Chagall. Es un extraordinario retrato construido
sobre un gran vacío en la cabeza, vacío en el que
coloca una figura femenina pequeñita portadora de un ramo de flores. Alude así
a que el pintor ruso siempre tenía en mente a su mujer quien, por otra parte,
aparece en muchos de los lienzos del pintor ruso también alejada del suelo. El
vacío está ocupado por el pensamiento, atravesado por el espíritu. No es
sinónimo de la nada sino, ahora sí, una luz habitada.
- Después de analizada la obra de Gargallo,
¿crees que su legado artístico es suficientemente valorado actualmente?
-La escultura
contemporánea no sería la que es sin la aportación de Pablo Gargallo. Él
inventó la introducción de un material como el hierro, entonces dedicado
exclusivamente a la construcción y la forja decorativa, para la producción
escultórica. En el taller, sopletes, martillos, hornos… fuego, en definitiva,
para moldear, retorcer, fundir, pulir, oxidar y después ensamblar, montar. Nada
que ver con el modelado o esculpido tradicional del bulto redondo. Al unir y
montar piezas separadas en metal, surge el vacío, como hemos afirmado antes.
Hierro y vacío abren a la escultura un nuevo horizonte sin el que la plástica
contemporánea no puede entenderse.
Pues bien. Y esto
fue una sorpresa con la que no contaba al iniciar el trabajo: como tanto en
piedra como en cobre o en hierro, el artista no renuncia a cierta figuración, a un antropomorfismo evidente, cierta
historiografía le ha separado de la modernidad y adjudicado sus méritos a otros
como Julio González o Picasso. Sinceramente creo que es injusto. Una parte
importante de las vanguardias artísticas renunciaron a gustar y emocionar por
la vía del feísmo o de la abstracción, maneras ambas de formular la angustia
existencial de la época y de la condición humana. El capitalismo comprendió
bien el hueco que el arte dejaba en este sentido y ha pasado a monopolizar esa
búsqueda de emoción y gusto a través de la publicidad. Gargallo, sin embargo,
no quiso desprenderse del humanismo y de la belleza clásica, y lo ha pagado
caro aunque, debo decir, más entre la crítica que entre el público y el
espectador a quienes continúa conmoviendo.
-¿Qué has aprendido tú, Carlos, de Pablo
Gargallo… como artista y como persona? Observo que son muchas las notas y
abundante la bibliografía que manejas. Ahora que el libro está en la calle,
¿consideras compensado todo el trabajo realizado?
-No sé si es porque se trata del último de mis
trabajos intelectuales, la verdad es que estoy satisfecho con el resultado.
Para mí fue cobrando poco a poco importancia la idea de que lo que se trataba
era de establecer un diálogo. Un diálogo desigual, claro está, entre un artista
genial y un humilde receptor que intentaba registrar, para después transmitir,
el resultado de ese diálogo. Los historiadores estamos acostumbrados a hablar
con los muertos y si hubiese podido hacerlo con él mismo le diría que él se
constituía en la forma convexa y proactiva y yo en la cóncava de la pieza.
Verdaderamente en ese diálogo yo he aprendido mucho sobre la complejidad de la
obra artística.
También tengo que decir que he recordado lo
que ya sabía: que hay que ser agradecido. Y yo lo soy con Romana Erice, jefa del servicio de
cultura del Ayuntamiento zaragozano
(y su equipo de arte dirigido por
Rubén Castells), a quien le di a leer el original y
consideró que podía tener cabida en la colección que dirige la Dra. Concha Lomba
para Prensas de la Universidad de Zaragoza. Este mismo
verano he recibido un correo de Jean Anguera, el
nieto de Gargallo, agradeciendo el contenido del libro. Ya solo por eso merecía
la pena el esfuerzo. Se trata ahora de que llegue a todas las personas que
puedan estar interesadas en el tema.
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