La Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... José Solana Dueso, autor de “El Siñor de San Chuan” (Gara d’Edizions)
El autor, José Solana Dueso:
https://sites.google.com/site/josesolanadueso/home
Lo que nos cuenta Gara
d’Edizions sobre el libro:
http://www.garadedizions.com/index.php?mod=libros&mem=detalle&id=93&lang=es
Cazarabet conversa con José Solana Dueso:
-José,
¿nos puedes explicar qué te inspira a escribir este libro?
-La patria chica; la otra, la grande, es
algo más cerebral, más lejos de la emoción. Casi siempre la patria chica es el
terreno de la infancia, de la fuente que alimenta la memoria. A esto se une la
historia misma que narra, la de un señor cruel y arbitrario que, aunque vive en
un rincón del Pirineo, se encuentra en el centro de la historia universal: el
Aragón (y España) que lucha por entrar en el mundo de la libertad y la
modernidad, las alteraciones del reino, las guerras de religión en Francia y la
amenaza de su contagio a España, la Inquisición, el contrabando de caballos y
el bandolerismo.
-Una novela histórica; uno de los géneros que, normalmente, es garantía
de ser muy leído. ¿Qué crees que hace tan atractiva la novela histórica?
-Me gusta repetir eso que dice mi
querido profesor Emilio Lledó, que somos lo que hemos sido, o los versos de Wordsworth cuando dice que el esplendor en la hierba o la
gloria en las flores en realidad nunca pasan del todo, sino que siempre están
ahí para darnos fuerza. Creo que los lectores y lectoras de novela histórica
están movidos por este tipo de ideas. Aparte está el hecho de que una buena
novela histórica es una manera más completa que el ensayo histórico de
aproximarse a la historia, porque nos ofrece personajes que actúan en lugar de
ideas o nociones abstractas. La novela histórica incluso nos fuerza a construir
personajes y estamentos sociales (la gente de abajo) que la documentación ha
ignorado desde siempre. Me refiero, por ejemplo, a personajes femeninos.
-Pero al novelista que se acerca a este género le debe generar, no
sé...cierto vértigo el escribir estando marcado por los acontecimientos
históricos ¿Qué nos puedes reflexionar?
-Para mí una buena novela histórica debe
partir de un constructo refrendado por los documentos. Cualquier cosa que pasa
por ser novela histórica y que no cumple esta condición tiene algo de fraude.
Es cierto que el autor de novela histórica pierde algo de libertad, que está
atado, primero, a la documentación y, en segundo lugar, a la regla de la
verosimilitud. Si quieres construir personajes femeninos fuertes, como la Fermina o la Rosana de “El señor de San Juan”, no puedes
basarte en documentos, que ignoran siempre a las mujeres: debes forjarlos a
partir de principios, como, por ejemplo, la idea de que nunca los oprimidos han
aceptado voluntariamente la sumisión, que siempre hay un impulso de libertad, o
la idea de que las mujeres siempre han intentado sacudirse la tutela del poder
patriarcal, aunque no siempre haya documentos que avalen estas ideas.
-El trabajo de documentación, lectura, trasladarse con criterio a otro
tiempo es una tarea muy exigente. Explícanos.
-La buena novela histórica es una
síntesis feliz de documentación e imaginación. La documentación no solo es
necesaria en la novela histórica. Casi todo buen relato, aunque sea
contemporáneo, requiere documentarse. Un ejemplo podría ser la novela reciente
que acabo de leer, “Cuando sale la reclusa” de Fred Vargas, sobre la vida de
las arañas. Por otra parte, el trasladarse a otro tiempo te obliga a actualizar
las formas de vida, los valores o la cultura material de esa época, si no
quieres que se te cuelen los tomates en un relato medieval o que no reflejes la
realidad de las relaciones sociales de esa época.
Pero a la vez eso supone un constante
crecimiento porque se trata de escribir, en constante crecimiento...
El escritor crece con sus personajes, a
veces diría que es un personaje más. En las novelas de narrador omnisciente, el
escritor se camufla tras la tercera persona, pero está siempre presente,
cuidando el conjunto. Cabe el riesgo de ejercer un dominio despótico, lo que es
malo para el relato, porque es muy importante que los personajes respiren y
vivan por sí mismos, que no sean marionetas en manos de un narrador
dictatorial. Pero el personaje vive siempre de la energía del autor, aunque un
buen personaje acaba también planteando exigencias al autor. Ahora incluso el
escritor se desdobla y acaba siendo incluso un personaje del relato. Un tira y
afloja en el que los dos deben salir ganando.
¿Cómo es tu metodología de trabajo?
-Primero, la elección del tema. La primera
condición es que el tema me toque, me interpele. He escrito una voluminosa
novela sobre Parménides, titulada “El canto del
filósofo” (Edhasa). Me costó seis años de trabajo.
Era la época, la persona, las ideas, la gente, incluso el paisaje de la ciudad
de Elea. En el caso de “El señor de San Juan”, he
vivido desde la infancia en la atmósfera de esa leyenda que hablaba de un señor
déspota y cruel que machaca a los vasallos. En segundo lugar, viene la
documentación, que te permite construir una estructura fundada en datos sobre
la que levantar una historia. Finalmente, viene la imaginación, hacer vivir a
los personajes, convivir, soñar con ellos.
-Amigo José, ¿tienes tú algún referente en literatura histórica?, ¿alguien
con quien te miras o gustas de compartir esa pasión?
-Creo que ya se notará que mi referencia
es Marguerite Yorcenar y
sus “Memorias de Adriano”, con los consejos de ese espléndido “Cuaderno de
notas” que se incluye en la edición de Julio Cortázar en Edhasa.
No es que mis novelas se parezcan a las “Memorias de Adriano”, pero se
alimentan de la misma regla de juego que sigue la autora: “aprenderlo todo,
leerlo todo, informarse de todo...atender solo a lo más duradero, a lo más
esencial que hay en nosotros, en las emociones de los sentidos o en las
operaciones del espíritu”. El autor siempre pone algo de sí en el relato y ha
de ser lo mejor de nosotros mismos.
-Pero tus antecedentes en forma de trabajos no novelados y también en las
novelas miran mucho al mundo filosófico, sobre todo al que rodea a Grecia...la
verdad es que es una fuente incansable e insaciable de inspiración, ¿no? ¿Qué
nos puedes comentar?
-Me he dedicado a la docencia e
investigación de la cultura y la filosofía del mundo griego clásico. En mis estudios
ocurría que acumulaba documentación y datos que no siempre tenían cabida en un
ensayo. Un ejemplo: he escrito un libro y varios artículos sobre el pensamiento
de Sócrates. Un dato que he podido recoger es que Sócrates fue bígamo.
Obviamente ese dato puede empujarte a sumergirte en lo que pudo ser la vida
personal y familiar del filósofo, y eso exige una novela y no cabe en un
ensayo. Por eso mis novelas sobre el mundo griego (Parménides,
Sócrates, Aspasia de Mileto
o Ifigenia) crecían al compás de mis investigaciones. Con esos personajes me he
formado como narrador.
-Es que solamente leyendo o aproximándote a la filosofía griega, sus mitos
y leyendas...un escritor, un creador tiene un abanico inacabable para
"tirar de historias", adaptándolas a todo tipo de reflexiones y a
cualquier etapa histórica, ¿cómo lo ves?
-Es solamente mi historia concreta. Lo
que sí creo es que el mundo antiguo clásico enseña de todo, no solo filosofía.
Esquilo es grandioso, Hesíodo también, Homero no
digamos. Es una gran escuela de vida y de literatura. Muchos de sus textos los
consideramos clásicos porque no han perdido su capacidad de enseñarnos y de
interpelarnos. Eso no implica que otras culturas y épocas no contengan también
enseñanzas universales.
-¿Qué te inspira de Grecia?, ¿Qué es aquello que te llama tanto la
atención?
-La manera de sus gentes de afrontar la
vida, su peculiar manera de crear, desembarazados de ceremonial y de
servidumbres, como quien hace algo tan sencillo como regar una planta, su
manera de mirar el mundo, sus microestados (las
ciudades griegas eran estados independientes), la ausencia de un gran poder.
Son casi más sus ausencias, ni casta sacerdotal ni reyes, acompañadas por un
alfabeto sencillo al alcance de todos. ¿Sabía Parménides
que, al escribir su Poema de unos mil versos estaba creando una obra inmortal?
Son los inventores de la democracia, que todavía hoy es el mejor régimen
político.
-¿Te ha costado mucho dar como el salto a la ficción más cercana
históricamente hablando?
-No, venía bien entrenado, tanto en la
construcción de tramas como en la investigación de archivos y documentos.
Además, esa cercanía ha supuesto una inmersión en el mundo de mi infancia, y
esa es una experiencia muy profunda que no se daba con mis relatos del mundo griego.
-¿Por
qué eliges el tiempo histórico del siglo XVI con esos señores de los lugares?
-Antes escribí “Los amantes de Chistau”, una novela cuya acción discurre en el siglo IX,
justo en los albores de la formación de los condados que darían lugar al Reino
de Aragón. En aquel momento se trataba de las relaciones entre el mundo
autóctono cristiano de los altos valles del Pirineo (Chistau,
Ribagorza, Urgel) y el poder musulmán que llegaba
hasta Alquézar o Aínsa.
Obviamente era un momento crucial, porque la frontera en esos dos grandes
poderes, los reyes francos del Norte y el poder musulman
del Sur, pasaba justamente por el valle de Chsiatau (pagus gistabiensis).
“El señor de San Juan” es mi segunda
novela pirenaica, que discurre en el siglo XVI. Es otro momento crucial de la
historia porque se trata de dos mundos enfrentados: los señores feudales que
intentan mantener viva la Edad Media y sus privilegios y los vasallos que
luchan por llegar a ser ciudadanos libres. Lope de Vega en el siglo XVII
inmortalizaría esta problemática en “Fuenteovejuna”. En los dos casos intento
desentrañar las fuerzas universales que yacen en unos escenarios que
generalmente y de modo engañoso consideramos meramente locales.
-Bueno la verdad es que esta novela histórica está enmarcada en un entorno
que conoces mucho, al fin y al cabo eres nacido en Plan...eso ayuda, ¿no?
-Ayuda mucho, y más porque en mi
infancia seguía existiendo una estructura productiva muy semejante a las del
siglo XVI. No había carretera, los caminos de herradura que yo he transitado de
niño eran los mismos por los que iban a transitar mis personajes. Y los modos
de vida, el arado y las yuntas de bueyes, la siembra y recolección del cereal,
la ganadería. Obviamente cambiaban cosas: en nuestros pueblos había escuela, a
diferencia del siglo XVI. Otro factor importante: “El señor de San Juan” es la
versión castellana de “El siñor de San Chuan” que es la versión aragonesa, por la que gané el
premio Arnal Cavero. En este caso he puesto a mis personajes a hablar en la lengua
en que hablaban ellos mismos en el siglo XVI que, mutatis mutandis, era el
aragonés que aprendí de niño como lengua materna.
-Y el entorno es inspiratorio, ¿verdad? Ese valle tiene algo que se
desmarca de lo especial. Todos los que lo visitamos lo notamos. ¿Qué nos puedes
decir?
-Estoy de acuerdo, pero lo significativo
es que lo digas tú. Yo, por esa relación con el mundo griego, he sido siempre
muy sensible a los mitos, al relato oral, el único recurso que tiene una
sociedad prácticamente ágrafa, porque el aragonés, la lengua hablada, no se
escribía ni se escribía otra cosa que no fueran escrituras, privilegios y otros
documentos notariales. En Plan, por ejemplo, el único ibón que existe lleva el
nombre de “Basa de la mora”, por la leyenda romántica que se cuenta y que nos
devuelve a los tiempos de las historias de amor y guerra entre moros y
cristianos. Pero el quid no es tanto los mitos o relatos orales cuanto la
capacidad del escritor de imbuir de magia el paisaje y sus gentes, y esa capacidad es muy griega. No había fuente, río,
bosque, a veces incluso un árbol aislado, que no tuviera una divinidad rondando
por alrededor. Por ahí seguro que pululaban las musas.
-Mientras escribías "El señor de San Juan" me da que lo que van
creciendo son los personajes, al margen del escenario—entorno--- y la trama,
¿lo ves también así?
-Sin duda, en parte porque la trama, en
sus trazos más gruesos, nos viene dada. El proceso por el que los vasallos se
unen, se articulan, responden al señor, es lo que da fuerza al relato. Y en ese
proceso los personajes maduran, como le ocurre a Gil Falceto,
que de un simple amanuense en la notaría de Boltaña,
pasa a ser el historiador de un señorío y asesor de los vasallos. O la
determinación de Rosana de luchar por la memoria de su hermana o los dos
jóvenes héroes.
-Muy como "casi idílico" o "muy romántico" lo de poner
como personaje central a ese contrabandista de caballos....
-También lo pone la historia.
Precisamente el aspecto más documentado de Felipe de Bardaxí
es el de pasador de caballos, que lo pone en contacto con los hugonotes
franceses, motivo por el que fue procesado por la Inquisición y quemado en
efigie en Zaragoza el año 1563, porque nunca pudieron detenerlo.
-Las épocas convulsas son épocas que dan mucho margen al escritor, pero
también al lector y lectora, ¿verdad? y hacen que la trama pueda
favorecerse o casi diría retroalimentarse de muchas dimensiones o
perspectivas, ¿verdad?
-Así es. Por eso “El siñor
de San Chuan”, que narra la historia de la liberación
de unos vasallos, tiene un tono épico, con un notable despliegue de peripecias
y turbulencias, como las brutales acciones represivas del señor o la política
de la crueldad en las guerras de religión en Francia. Sin embargo, “Los amantes
de Chistau”, donde esa época convulsa no podemos
documentarla, tiene el aire de una novela lírica y
permite desarrollar con más intensidad la historia y pasión amorosa de los
protagonistas.
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