Cazarabet conversa con... Jesús Trasobares, autor de “¿Quién
cerrará la puerta?” (Doce Robles)
Una narración de
Jesús Trasobares, editada por Doce Robles, sobre una vida a escondidas o camuflada,
aunque en la entrevista jugamos con él a hablar de otros grandes temas que
estiran de la obra, como acompañándola…
La sinopsis del
libro:
Calatorao, 1972. Un
niño siente fascinación por las memorias, que lee a escondidas, de Julio
Cubero, un campesino del pueblo con un terrible pasado a sus espaldas. En
agosto de 1936, Julio consigue escapar a duras penas de las garras falangistas
que iban a ejecutarlo. Herido, hambriento y angustiado, durante semanas se
oculta en el monte, hasta que toma una crucial decisión: regresar a la casa de
sus padres y esconderse en un angosto agujero con la esperanza de que la guerra
civil dure poco tiempo
¿Quién
cerrará la puerta? constituye el estreno en el género novelístico
del músico y profesor Jesús Trasobares, que hasta ahora había volcado su
talento artístico en la composición de canciones. Su primera obra literaria es
un bello canto a la libertad y al amor, cuestiones que rebosan en unas páginas
tan llenas de encanto y humor como de dureza y angustia. Que la historia esté
basada en hechos reales es un aliciente más para disfrutar de esta excelente
novela, ambientada en la zaragozana localidad de Calatorao y protagonizada por
dos hombres muy distintos, pero unidos de manera inevitable por una tragedia
del pasado.
El autor, Jesús
Trasobares: es un veterano guitarrista de la escena musical aragonesa con una
larga trayectoria como arreglista, compositor, intérprete y colaborador con
diversos grupos y solistas: Ferrobós, El Frente,
Gabriel Sopeña, Mauricio Aznar, Proscritos, Connie Corleone,
Eduardo Paz, Labordeta, Joaquín Pardinilla… Ha
compuesto y grabado bandas sonoras para documentales, cuñas radiofónicas y un
buen puñado de canciones. Con el grupo Dos PASOS EXPLORÓ NUEVOS TERRITORIOS
COMO LETRISTA EN LOS GRUPOS La Puerta de atrás—2010—y Con el mismo
ruido—2014--. Desarrolla la docencia desde 1988 en el pionero “Taller de Rock”,
germen del actual Escuela Municipal y Danza de Zaragoza, donde sigue
impartiendo sus clases.
Se estrena, ahora,
como novelista en un escenario inédito con esta historia que evoca la magia de
la niñez en su pueblo, junto a las heridas imborrables de la guerra civil. Un
relato de tintes autobiográficos, con un ritmo sorprendente y que no da tregua
al lector. Una historia costumbrista, cargada de humor, emociones desbocadas y
visiones poéticas.
Cazarabet
conversa con Jesús Trasobares:
-Amigo,
¿qué te ha llevado a escribir esta obra narrativa breve, pero intensa?
- He disfrutado de
dos años de excedencia en mi trabajo como profesor de música y, justo en la
mitad de este tiempo, sentí la necesidad de desarrollar otra actividad al
margen de lo musical. Ha sido un reto vital, una experiencia rica, extraña y
reparadora a la vez, como salir de los propios márgenes para explorar
territorios desconocidos que, sin embargo, estaban muy cerca, en mi infancia,
en mi propio pueblo. De hecho, desde el primer momento supe que esta era la
historia que quería contar, parecía destinado a hacerlo: mi padre ya había
intentado escribirla hace casi cincuenta años.
-¿Qué
pretendías al sumergirnos en este ejercicio narrativo…?
- La motivación más
importante para escribir la novela ha sido, sin duda, sacar a la luz una
historia, la de Julio Cubero, que circula desde que tengo uso de razón por
Calatorao, mi pueblo. Julio fue uno de tantos represaliados en los albores de
la guerra, con una peripecia vital terrible y apasionante a la vez, un
auténtico y anónimo héroe, un ejemplo magnífico de supervivencia. Con el
tiempo, su figura se fue agrandando hasta adquirir una aureola de leyenda en el
pueblo; mucha gente hablaba de él y, por eso mismo, con datos que se alejaban
de la auténtica realidad.
-Recuerdas
algo que no volverá, pero que todos tenemos dentro de nosotros un latido que
está detrás de muchas de nuestras decisiones…
- Si te refieres a
la niñez, así es. Al menos en mi caso, la infancia fue un territorio
maravilloso, lleno de búsquedas y hallazgos. Sé que algo tan banal en
apariencia supone una inmensa suerte, y ha sido estimulante volver a ponerme en
la piel de un chaval de nueve años, yo mismo, que intenta comprender unos
acontecimientos oscuros de nuestra historia común y que los mayores intentan ocultar.
¿Qué queda en mí del niño que fui? Espero que algo. Supongo que un sustrato
profundo, casi ancestral, de esa esencia primaria que todos nosotros un día
fuimos y que la vida nos va arrancando a golpes poco a poco. En mi caso, creo
que nunca me ha abandonado el interés por conocer, la curiosidad por las
personas y las cosas.
-En
la narración la curiosidad, casi siempre buena aliada, trae o es el instrumento
para desliar no pocas madejas…
- Tengo un buen amigo
que siempre dice que, sin lugar a dudas, una de las razones para seguir siempre
adelante es la curiosidad. Estoy de acuerdo, porque detrás de ella hay también
una brisa de conocimiento, de novedad, de esperanza…La trama fundamental de la
novela es un tanto detectivesca y se centra en la obsesión de un niño que
intenta por todos los medios leer un manuscrito, unos cuadernos en los que su
padre escribe la historia de Julio y que continuamente se le ocultan.
-La
historia está basada en hechos reales; ¿esto te ha coartado, te ha privado de
libertad o te ha ayudado marcando el camino?
- Todo lo que
cuento, con algunas licencias literarias que lógicamente he tenido que tomarme,
ocurrió de verdad. Y esa nitidez en los datos de los que disponía, en realidad
ha sido de gran ayuda, porque, como ya dije, yo quería contar esta historia y
no otra. Pienso que a la hora de escribir lo más importante es tener algo que
decir, un buen material de partida, y yo lo tenía. Creo que había que hacerlo
además desde el máximo respeto a la verdad, por Julio, por sus familiares, que
fueron mis principales fuentes de información. Ellos son los auténticos
depositarios de su memoria y los mayores interesados en divulgar la odisea de
Julio; ya sabían que no soy historiador y que iba a tratar de tejer una ficción
literaria basada en hechos reales, pero desde el primer momento confiaron en el
proyecto. Debo decir también que he respetado escrupulosamente toda la
documentación e información que pusieron en mis manos con el propósito de
acercarme lo más posible a lo que sucedió en Calatorao desde los años previos a
la guerra hasta 1948.
-¿La
calificarías de una obra coral?
-
Sí. A pesar de ser una novela corta, se entrelazan las historias de dos sagas familiares,
la de Julio y la de mi propia familia. Está narrada a dos voces: una en primera
persona con el relato del protagonista; la otra en tercera, con ese niño
narrador que asiste con ojos asombrados a unos acontecimientos que hacen
temblar los cimientos del mundo en el que vivía hasta entonces. Utilizar a los
miembros de mi familia como personajes dentro del relato me permitió cambiar el
punto de vista, utilizar el recurso del humor y aligerar por momentos la
sordidez de la historia principal.
-¿Qué es para ti, amigo Jesús, la narración, teniendo en cuenta que vienes
de la canción y de sus letras? ¿Y qué te ha supuesto este ejercicio narrativo?
- Ha sido un reto
mayúsculo desde un punto de vista creativo, a todos los niveles: documentarme,
hacer entrevistas con los familiares, estructurar el relato, organizar de una
manera clara y regular la escritura, llenar papeles, corregir y teclear en el
ordenador sin desmayo, no desfallecer…Pero hay algo más, algo que escapa a todo
lo anterior, que no deja de ser obvio en un proyecto literario; algo más
difícil de explicar y que tiene un componente, y espero que se entienda la
expresión, casi místico. Mientras estaba escribiendo la novela sentía por
momentos que estaba haciendo algo con lo que, de una extraña manera, estaba
comprometido desde hacía mucho tiempo, una especie de misión que me había sido
encomendada. En el final del libro, que adopta un tono más confesional, lo
intento explicar.
-Es
relato largo o novela corta costumbrista en la cual pretendías… ¿qué?,
¿motivarnos en que la emotividad, las emociones son las notas que todo lo
cuentan, todo lo pueden?
-Pues la verdad es
que no lo había pensado así, con esa intención, simplemente me salió de esta
manera. Pero creo que tienes razón, me cuesta entender las cosas realmente
importantes sin emoción: la amistad, la solidaridad, el amor, la música… Es la
manera más directa de llegar al corazón de los demás, sin las trampas que a
veces nos propone la inteligencia.
-Las
letras de las canciones, la composición, ¿se ha notado esto un poco en tu
manera de contar la historia o nos lo parece a nosotros al conocerte?
-Yo
solo había escrito canciones hasta ahora, que no son sino pequeños poemas,
reflexiones breves, bocetos de historias o relatos casi impresionistas. La
música vive conmigo desde hace tantos años que es inevitable para mí buscar en
cualquier cosa que haga un tempo, un ritmo. Y lo he intentado, de manera
consciente. Por utilizar un símil musical, la novela está estructurada como una
larga canción: Una introducción que plantea desde el principio el tema, unas
estrofas que dibujan mi historia familiar, unos estribillos con el relato de
Julio. Y, al final, una coda con un viaje al presente en un tono mucho más
íntimo, casi poético.
-En
tus creaciones ¿qué papel quieres darles a los personajes?… ¿prioritario frente
a la trama y al escenario?
- He intentado que
haya un equilibrio. Lo primero es la historia, con un argumento titubeante todo
se puede venir abajo. Pero los personajes son los que visten la trama (con
colores sombríos unas veces, luminosos otras), los que la hacen avanzar de
forma vertiginosa o pausada. El pueblo creo que también es un protagonista del
relato, con sus gentes variopintas, sus costumbres. Es evidente que tengo un
cariño enorme, una implicación absoluta con muchos de los personajes que
aparecen, porque forman parte de mi propia vida y, mientras escribía sobre
ellos, pasé los mejores momentos, al menos los más divertidos. De hecho, lo que
más me costaba siempre era cambiar de voz, ponerme en la piel de Julio me pareció
una especie de trabajo actoral.
-Aparece
la guerra, y de qué manera, ¿es por qué crees que en ese espacio temporal todo
se desboca más, tanto lo bueno como lo malo?
- Sí. Un conflicto
armado es el fracaso total de la razón, y cuando la razón deja de tener sentido
aparece lo más primario, lo mejor y lo peor, sobre todo lo segundo.
-¿Se
podría decir que en esta narración hay de todo, un poco como la vida misma,
aunque esté muy condensado?
-Javier Lafuente,
mi editor en Doce Robles, definió la novela como un cuento. Y creo que no le
falta razón, porque en ella hay héroes y villanos, aventuras, amor, y una trama
sin complicaciones que, además, está fundada en relato oral de la familia del
protagonista.
-¿Por
qué parece que el papel de la trama siempre es el eje sobre el que gira todo lo
demás, pero a veces la ósmosis entre personajes y trama es tan fuerte…?
- Tal vez porque,
en muchos casos, los personajes son la propia trama. Es la voz de Julio, en
primera persona, la que nos cuenta los acontecimientos durante la guerra, su
continuo sufrimiento y sus anhelos más profundos, para que el lector pueda
sumergirse en la mente del protagonista. Por otro lado, las interacciones, los
diálogos entre los personajes clarifican los hechos, el argumento mismo, en la
mente del narrador niño.
-¿Cuál
y cómo es el papel que le otorgas al escenario en el que se pasean los
personajes y se desarrolla la trama?
- Como antes te
dije, Calatorao tiene un especial protagonismo, con una personalidad dual: es,
por un lado, un pueblo más de aquella España en la que se cometieron tantas
atrocidades, y tras los muros del castillo árabe ocurren algunos de los
acontecimientos más terribles del relato; pero, por otro, es mi pueblo, ese
marco idílico y lleno de luz de la infancia, con sus calles y rincones, sus
gentes y sus costumbres.
-Los
personajes que muestras y haces desfilar en tu historia ¿han ido cambiando tal
como los pensaste en un inicio bajo el influjo de la trama, o es más bien
algunos rasgos de la trama los que cambian bajo el influjo, influencia o
enamoramiento al que te someten, como escritor, algunos de los personajes?
- A grandes rasgos,
tenía un boceto de todos ellos desde el principio, una fisonomía, un carácter y
un papel en la trama. Y lo he respetado en la mayor parte de los casos, pero es
inevitable que algunos personajes crezcan y salgan de sus márgenes en el
proceso de escritura. Julio, por ejemplo, a medida que el relato avanzaba, me
obligó a meterme más y más en su piel. Al final salieron cosas inesperadas en
niveles muy profundos de su pensamiento, durante las torturas, en los ataques
de pánico de su cautiverio o en la historia de amor con Marieta. Y eso es una
de las cosas maravillosas del hecho de escribir.
-Se
nota que te lo has pasado muy bien escribiendo, creando e imaginando esta
historia, ¿no?
Sí. Y esto
enlaza con lo anterior. Me he reído a veces a carcajadas con algunos personajes
de mi familia, como la tía Macu o el abuelo Manolín. Y lo mejor de todo es que lo que cuento es, casi
en su totalidad, absolutamente verdad.
-Amigo,
¿nos puedes hablar del proceso de documentación, búsqueda de fuentes, lectura
de libro y demás que hay detrás de este libro? Período apasionante, pero muy
afanoso y trabajoso que, a veces, incluso nos puede sumergir en cierta ansiedad..
- La principal
fuente de información fue la familia de Julio Cubero, su hijo Julio y su
sobrina Aída. Mantuve con ellos largas conversaciones que grabé e iba revisando
continuamente. Julio también me llevó al lugar aproximado donde intentaron
fusilar a su padre, a su guarida en el monte y al agujero donde permaneció ocho
años en la casa familiar, que todavía se puede visitar. También me cedió toda
la documentación que, durante años, ha recopilado y fotografiado de documentos
oficiales relativos al proceso que se abrió por deserción contra su padre. Un
auténtico tesoro para mí.
A menudo que avanzaba en mis pesquisas,
emergió con fuerza la figura de mi abuelo Agustín, un reconocido falangista del
pueblo y que algunas fuentes sitúan entre los principales represores. Fue un
momento crucial y, aunque ya lo había sospechado, me planteó un dilema moral
que cambió el devenir de la novela.
Y, por último, como no soy historiador,
recurrí a Manolo Ballarín, que había escrito junto a Miguel Asensio “Lloviendo
Piedras. Crónica de la II República y de la represión fascista en Calatorao”,
un libro de gran ayuda para situarme mejor en el marco espacio-temporal del
pueblo y de la época.
-Y,¿ cómo ha sido el día a día de trabajo, tu metodología de
trabajo para construir este libro de ensayo / narración?
- Tenía por delante
todo un año que todavía me quedaba de excedencia laboral, así que me planteé
una rutina diaria un tanto espartana para terminar en ese período de tiempo la
redacción del texto. Hubo días intensos, muy fecundos, y otros de bloqueo en
los que deseché gran parte de lo escrito. Al final, terminé el primer borrador
de la novela en unos nueve meses, menos tiempo del esperado, ya que iba
escribiendo capítulos y corrigiendo a la vez. No sé si esto es lo más lógico,
pero es lo que hice, es mi primera novela.
-Este
trabajo, ¿te ha abierto la mente y la curiosidad para construir más historias
narrativas?
- Sin duda. Lo que
más me anima, además, es la respuesta de los lectores, que han dado al libro
una cálida acogida y me animan a seguir escribiendo con mensajes que recibo
casi a diario. Ahora tengo que encontrar otra historia tan buena como esta. No
va a ser fácil.
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