Cazarabet conversa con... Álvaro Valderas, autor de “Los casos del inspector Covarrubias”
(Ediciones del Serbal)
Álvaro Valderas vuelve con otra novela negra, desde la Colección
La Orilla Negra, de Ediciones del Serbal.
La sinopsis del
libro:
Estos relatos -tan verídicos
que algunos detalles han debido ser eliminados para resultar verosímiles-
pertenecen a la así llamada "literatura de micción", llegando por su
realismo descarnado a entrar en el subgénero "letras laxantes". Más
que entrar, se sumergen en él, refocilándose, tanto que la primera intención de
la editorial fue publicarlos en un papel más adecuado a sus delicadas
funciones, pero la tinta se corría. Los protagonistas, en una novedosa dinámica
Sherlock-Watson, son un inspector de policía amoral e
interesado y su subordinado descerebrado y fiel, alternativamente apartados del
cuerpo o condecorados. Covarrubias es un hombre ingenioso sin escrúpulos y con
el toque del rey Mierdas, que, contrariamente al rey Midas, convierte lo que
toca en no-exactamente-oro. En un ambiente muchas veces escatológico, el
inspector cruza camino con los extraterrestres, Moriarty
y el Hombre del Saco, los vampiros, los servicios secretos provinciales (¿?),
la invasión china del mundo y hasta con la tecnología de teleportación.
A su paso, como si en vez de abrir la ventana hubiésemos abierto la ducha y nos
cayese encima un chorro de agua helada en pleno invierno, todo se vuelve un
desastre.
El autor, Álvaro Valderas:
Este leonés de La Bañeza es doctor en filología Hispánica…ha tenido muchos
trabajos des de el de pinchadiscos a profesor universitario pasando por ser
administrador y profesor de secundaria…también ha sido corrector de estilo,
publicista y productor televisivo. Ha colaborado con numerosos medios de
comunicación de España y Panamá. Además es el autor de libros de investigación
y de participaciones en libros colectivos. Ha publicado, además, tres libros de
relatos: Libros de cruentos; Bloody Mary; Cuentos
inquietantes; Tumbamuerto—ya
en Ediciones del Serbal y en la Colección La Orilla Negra y una novela negra,
El oro de Noriega.
Cazarabet
conversa con Álvaro Valderas:
-Amigo Álvaro, ¿qué te ha hecho escribir y
brindarnos estos casos del inspector
Covarrubias?
-No quería que el
ejemplo de una vida dedicada a deshacer entuertos se perdiera en las brumas del
olvido, como les ha ocurrido a muchos grandes personajes.
-Lo
que me llama la atención es lo atemporal que son todos los personajes y las
situaciones…le puedes dar el disfraz de tiempo y época que quieras y/o
precises….y desde una horquilla temporal en la que podías hablar memorias y
gigas, aunque prefieras hablar de microfilm… ¿Será porque cierto vocabulario ha
quedado como escrito con más vigencia, con más carácter y fuerza?
-Estos personajes
tienen algo de arquetipos (el hombre del saco, el científico loco, el espía), y
están sacados tanto de la realidad como de ficciones anteriores, por eso se
trasladan bien en el tiempo. En cuanto a las palabras, algunas son
tremendamente evocadoras y nos abren imágenes, mientras que otras son más
funcionales, puntuales. «Deep Purple
sacarán un nuevo disco» nos transporta a otra época y a los dioses del rock,
pero «Deep Purple colgarán
su nuevo trabajo en su website» pierde toda la
magia del heavy metal.
-De
todas formas, este Covarrubias tiene una personalidad que no acaba de ser de
este tiempo, por eso resalta, ¿no?; ¿por eso merece unos relatos?
-Por su lado
reflexivo y necesitado de emociones intelectuales, es heredero de una larga
tradición literaria, pero su lado chapucero e interesado lo sitúa en una
tradición nacional de figuras como Roldán (no el del cantar) y Torrente.
Merece relatos
porque es aspiracional, el mierdero que nos gustaría
ser, ¿quién no ha soñado con extorsionar a una ministra asesina o con estafarle
cientos de miles de euros al Estado? Sigamos soñando: él se atreve. Es
catártico.
-Covarrubias
relatado como si el escritor fuese su compañero es el protagonista, pero un
protagonista con todas las características de ser un policía con formas un
tanto peculiares y con todo lo negro que puede y debe atesorar, ¿no?
-Claro. En España
tenemos mucha costumbre de presentar el «modelo que no debes seguir, niño», ya
desde el Libro de buen amor, por ejemplo. Covarrubias recoge la práctica
y ofrece un buen ejemplo de lo que no debes hacer.
-Las
tramas y los casos en los que se ven inmersos Covarrubias y el narrador,
también son muy, muy típicas de poder revestirse de ser atrapados por el género
negro…pero es la manera de desarrollarla lo que lo condiciona todo… ¿qué te
lleva a esa manera de narrar y contar las diferentes situaciones que planteas?
-Cada cuento va
buscando su propio camino y te obliga a narrarlo de la manera que él prefiere.
No es culpa mía, doctor, es de ellos, de esas voces.
-Amigo, tu planteamiento y descripción de
Covarrubias divierte y debe de divertirte a ti como narrador, ¿lo ves así?; ¿te
sorprende cómo a veces se va desencadenando Covarrubias…no sé, un tanto
surrealista?
-El humor y la
metáfora nacen de esa parte extraña e incontrolable de la mente en la que bebe
el surrealismo. A mí de Covarrubias ya no me sorprende nada, le he visto hacer
cosas que nadie creería, y sin darse importancia, además. Por fortuna, ya quedó
del lado de los lectores: a su lado yo corría muchos riesgos.
Mientras lo
escribía, efectivamente, me divertí mucho, que es lo que suele ocurrir cuando
haces algo prohibido, y luego te da la risa cuando le aseguras al médico que
estás tomando las pastillas o siguiendo la dieta que te mandó.
-No
me gustan las comparaciones, pero las aventuras de Covarrubias me han retornado
no sé si en la manera de narrar o en cómo lo encajas a las aventuras de Alatriste, salvando las muchas distancias…
-No se me había
ocurrido. Alatriste es muy divertido, me encantaría
que la gente opinase lo mismo de Covarrubias. Aunque creo que están en bandos
opuestos: Covarrubias no podría luchar por la justicia porque le daría
urticaria (supongo que no hay niños leyendo esto, ¿verdad?).
-Por
otra parte, como inspector o investigador y con el dúo que forma… tiene algo de
Holmes—salvando las muchas distancias—e incorporando no poca caspa, ¿verdad?
-De él lo tiene
casi todo, en la medida de lo posible, hasta una casera al estilo de la señora
Hudson, pero mucho menos amable. Además, en la mayor parte de las
representaciones vemos a Watson como un perfecto… no-candidato al puesto del
más listo de la clase. En nuestro caso, el acompañante-biógrafo es un ejemplo
de estulticia agravada, habiéndose dado el caso de monos lobotomizados
mucho más inteligentes, de manera que uno se llega a preguntar si su actividad
cerebral no será simple función clorofílica. Su mentor no recuerda ni cómo se
llama. Estoy convencido de que Conan Doyle quería describir a Watson así, pero no se atrevió
porque le pareció inconveniente. A mí también me lo pareció, y creo recordar
que esa fue, precisamente, mi mayor motivación para hacerlo.
-Los
relatos del inspector Covarrubias, ¿qué te han aportado como escritor?
-Trece millones de
dólares y el contrato para un largometraje en el que ni siquiera tengo que
desnudarme. Perdón, no, en serio: el director dice que sí voy a tener que
desnudarme.
En cuanto a lo
íntimo, aparte de tener que llevar el calzoncillo a la tintorería un par de
veces, pude decir alguna de esas cosas que uno suele no poner nunca por
escrito. Aunque a mí, precisamente, nunca han podido acusarme de tener pelos en
la lengua ni en el teclado.
-¿Qué
crees que heredan los relatos de Tumbamuerto de
Covarrubias y viceversa, al margen de que están escritas por la misma pluma?
¿Te influye el lugar desde dónde los escribes, aunque la trama discurra en otro
sitio?
-Son concepciones
distintas, pero dentro del ámbito de la literatura policiaca y criminal. Tumbamuerto buscaba centrarme en los actos violentos
que ocurren en Centroamérica, así como en la importancia de la naturaleza
desbordante que se vuelve un personaje más, incluso un moderador del carácter
humano. Contiene humor porque yo suelo reírme bastante. Covarrubias se centra
en el humor y, aunque hay escenarios de América, es muy europeo. Es, también,
mucho más canónico dentro del género (con referencias a Sherlock
Holmes y al agente Smiley, por ejemplo).
Entre ambos, hay un
inédito Cuentos de cocodrilos, en el que la naturaleza selvática lo
invade todo a través de su sicario terrible, el cocodrilo, y el hombre es
apenas un títere que comete crímenes. Y hay un libro publicado a la vez que
Covarrubias, A hostias, centrado en la violencia del crimen y situado en
España.
Como verás, son
cuatro puntos de vista de la misma realidad.
-El
secreto de que sean redondos—me refiero a tus relatos--, ¿se encuentra en su
brevedad o en que son o esconden un realismo que se desparrama delante de
nosotros?
-Te agradezco que
los consideres redondos. Y, sí, la brevedad ayuda, y también el ponerse en el
lugar del lector, supongo.
-Tienen estos relatos mucha carga de que sus
personajes sean taimados y de que los relatos, en conjunto, sean un tanto—o un
mucho, según como se mire—cínicos…como la vida misma, como lo es un mundo y una
humanidad empeñada en aparentar, en guardar esas apariencias; en ser muy
superficial; en exterminarnos desde las relaciones sociales por no afrontar los
problemas poco a poco…en vivir demasiado deprisa y en estar interesados más en
el resultado final que en el proceso…¿Qué nos puedes comentar?
-Cierto, son
reflejo de la vida misma. Lo aterrador de Covarrubias es que estás seguro de
que hay muchos como él por ahí. Y las conspiraciones están a la orden del día; hay
quien dice que gobernar bien tiene mucho de saber barrer bajo la alfombra, de
mostrar solo la cara que conviene. Yo lo único que he hecho ha sido disimular
un poco la realidad para que parezca un chiste.
-Amigo,
y tú ¿por qué escribes…? ; supongo que, en parte—mucha—porque lo necesitas,
¿no?; ¿y por qué escoges el relato, cuento o novela negra?
Escribo porque he
escrito siempre. Soy malísimo con la pintura y estoy intentando aprender a
tocar el teclado con un curso para niños de hasta diez años que me parece
dificilísimo (quizá cuando vuelva a tener diez años lo consiga). Así que me
apego a lo que me sale algo mejor.
En cuanto al género
negro, últimamente me he dedicado más a él que a otros, no solo por un gusto
personal inculcado por la biblioteca de mi padre, sino también porque bajo esa
bandera se puede hacer desde denuncia social hasta filosofía, incluso poesía en
prosa. He llegado a incluir música. Y humor, como en Covarrubias. Es muy
flexible, y acepta con facilidad la experimentación.
Además, es muy
difícil que te publiquen algo que sea solo «literatura». La gente te pregunta «¿De qué va tu libro?», porque la mayoría no lee palabras,
sino historias, y las cataloga según su gusto. Con el género negro he tenido
más suerte editorial que con libros un poco más indefinidos.
-En
el día a día, si te digo la verdad, querido amigo nos encontramos situaciones
que sepultan a toda ficción por eso mantengo que la novela negra está donde
está porque refleja como nadie la realidad social devastadora, asquerosa y espeluznante...
-Comparte muchas
características con la novela picaresca, también fruto de una sociedad en
crisis. Aunque, si te fijas, las sociedades modernas, al menos en Europa, son
cada vez menos violentas, a excepción de las guerras que montan en otros países.
Solo revisa cómo han caído las estadísticas de asesinatos y delitos violentos.
Lo que ocurre es que hay más información sobre cada uno, y que a los medios de
comunicación les gusta explotarlos, generalmente por motivos poco aireables.
Y, en cuanto a la
podredumbre institucional, creo también que siempre la hubo, y hasta peor, pero
hoy poseemos mucho mayor acceso a la información, y un pueblo
informado es un polvorín para las instituciones caducas. Hemos de
reinventarlas.
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