Cazarabet conversa con... Pedro Ciria Amores, autor de “La
inocencia del cruasán” (Doce Robles)
Doce Robles se adentra en una época
turbulenta, llena de pasiones, engaños, desengaños, esperanzas, frustraciones
desde lo político a lo social…los incipientes años primerizos del siglo XX.
Pedro Ciria es una pluma de las que te
arrepientes no haberte acercado antes, pero nunca es tarde para “entonar el mea
culpa” …y la mejor manera de hacerlo es leyéndolo hasta saciarte de su
narrativa entretenida, pero que te ayuda, sobre todo, a entender una parte de
nuestra historia a menudo sepultado por guerras, personajes infames y vuelta a
empezar…
Ciria demuestra que hay otras pequeñas cosas
que componen la historia que es lo que hacen grande la historia.
La sinopsis del libro: A principios del siglo
XX, una ciudad de provincias concitó en torno a sí una serie de acontecimientos
decisivos para el devenir del país: un atentado terrorista, las dudas de un
rey, las horas decisivas de un golpe de Estado o la visita de Albert Einstein,
una estrella más famosa que Greta Garbo. Arrastrado al epicentro de esa
vorágine, el carismático José María Gayarre, presidente del Iberia Sport Club,
conocerá los sinsabores del amor prohibido y vivirá en carne propia las luchas
de poder, los desmedidos egos y las miserias de la condición humana.
La pasión arrolladora, el miedo a la muerte,
la inquebrantable lealtad de la amistad o el egoísmo más pérfido poblaban la
sociedad de 1923 con la misma densidad que en la actual. El puzle compuesto por
los diferentes puntos de vista de los protagonistas plantea al lector una
fotografía que difumina los vetustos contornos de buenos y malos. Es el relato
de un tiempo incierto y cruel, pero a la vez ilusionante y precioso, que
resquebraja el inocente guion de vida de un joven lleno de contradicciones,
sueños, esperanzas y decepciones. Esta novela acerca al lector a los secretos
de una época poco conocida.
La inocencia del cruasán se zambulle en una época no tan
remota en la que el amor y la traición de dos hombres deberán luchar, como lo
han hecho siempre, entre la razón y el corazón. Entretanto, Alfonso XIII,
Buenaventura Durruti, el cardenal Soldevila y otros protagonistas reales y de
ficción serán testigos directos de esta pugna inmortal.
El autor ya tiene varias aportaciones
literarias y de investigación; una novela Legionarios de Mira Editores y otro
libro también de Mira sobre la historia del futbol en Aragón: El sueño de ser
grandes. Historia del nacimiento del fútbol en Zaragoza 1903-1936.
El autor, Pedro Ciria: Nacido en Zaragoza en
1979, Pedro Ciria es doctor en Historia, especialista en el primer tercio del
siglo XX. En 2012 publicó El sueño de ser grandes. Historia del nacimiento del
fútbol en Zaragoza (1903-1936), fruto de su tesis doctoral, y en 2016 la novela
Legionarios, el Maño, su primera obra de ficción. Ha desarrollado una amplia
labor en torno a diversas facetas de la divulgación histórica a través de
cursos, conferencias y exposiciones. Ejerció durante años de periodista
deportivo y en la actualidad es jefe de Estudios de la Universidad de la
Experiencia, en Zaragoza.
Cazarabet conversa con Pedro Ciria Amores:
-Amigo, ¿qué te ha
llevado a escribir esta obra narrativa, una novela en una época truculenta en
la que mezclas personajes de ficción y de no ficción?; ¿qué pretendías al
sumergirnos en este ejercicio narrativo, buscas algo en el lector o
lectora...buscas como una especie de participación?
-Desde hace tiempo me he sentido atraído por una época, el
primer tercio del siglo XX, sobre la que a menudo se pasa de puntillas desde
los libros de texto a los manuales universitarios. Creo que es apasionante y
clave para comprender todo lo que viene después. En esos años centré tanto mi
tesis doctoral como la labor docente en diferentes ámbitos. Por otro lado, soy
firme defensor de la divulgación y, si bien para el público en general resulta
poco atractivo acercarse a una monografía de Historia, una novela es mucho más
accesible.
La inocencia del cruasán cuenta una historia
cotidiana muy ligada a dos grandes acontecimientos que cambiaron para siempre
nuestra historia, el atentado contra el cardenal Soldevila y el golpe de estado
de Primo de Rivera. La trama en torno a un desconocido personaje histórico,
José María Gayarre, es lo que lleva al lector a descubrir unos episodios tan
importantes como desconocidos. Pese a la abismal distancia, no resulta difícil
identificarse con él en uno u otro momento. No quiero desvelar el argumento,
pero sobre la mesa están las cartas de anarquistas, eclesiásticos, golpistas,
aristócratas y gente corriente. Todos comen, sudan, sufren, gozan e,
inevitablemente, hacen tomar partido al lector.
-¿Debe de ser difícil
manejar personajes de ficción y de no ficción?
-Hay que ser riguroso e intentar no meter la pata con
anacronismos o acciones poco creíbles. Los personajes ficticios pueden hacer
cualquier cosa en cuanto a la trama se refiere pero,
si se pretende una buena novela histórica, los reales deben insertarse
adecuadamente en la trama y no salirse del papel que verdaderamente tuvieron.
De lo contrario creo que entraríamos en otro género literario y se perdería esa
utilidad de divulgación del conocimiento que comentábamos antes. No obstante,
la figura real de José María Gayarre me ha servido, añadiéndole tintes de
ficción, para hacer un repaso histórico de la época y, salvo los affaires
románticos, casi todo lo demás se puede considerar muy cercano a lo que
verdaderamente sucedió. Otros personajes los he modelado un poco, como José
María Muniesa y Carmen Moraleda. Para Francisco Ascaso, Buenaventura Durruti, el cardenal Soldevila o el
propio Alfonso XIII, he sido especialmente cuidadoso, pero arriesgando para que
su presencia en la trama fuera oportuna, creíble y aportase todo lo valioso que
sus nombres tienen en la Historia con mayúsculas.
-Tú que tienes libros de
investigación y libros en los que te has sumergido en la novela, la narrativa,
¿cómo ves ahora este trabajo narrativo, esta novela, con la perspectiva que da
el tiempo de verlo en la calle, de ver y hablar con lectores y lectoras...?
-Es verdad que el tiempo pasa volando y casi hace año y medio
que se publicó. El problema fue que, insertos en medio de la pandemia, hemos
podido llevar a cabo pocas presentaciones y reuniones con lectores. Pero estoy
francamente satisfecho. Me gusta porque es una trama compleja e interesante y
así me lo han hecho saber bastantes personas. Imagino que a quienes no les ha
gustado, no te lo dicen… Opino que la clave es aprender la historia grande y la
pequeña, que parecía tan cercana pero que, en realidad, ha resultado ser
absolutamente desconocida para el gran público.
-Porque para ti, amigo, ¿qué es
para ti la narración?
-Desde mi perspectiva, deformada por la formación de
historiador, la narración no debe ser sino la herramienta que lleve al autor a
transmitir su mensaje al lector. Hay seguramente otros géneros cuyos objetivos
pueden ser opuestos, pero en mi caso, el deseo es divulgar una parte de nuestra
historia de manera accesible y entretenida, pero no menos rigurosa. En nuestro
tiempo, donde el lenguaje audiovisual es tan importante, el autor debe
adaptarse y no aburrir al lector. Me gusta que una obra se pueda, por ejemplo,
adaptarse fácilmente para una película o una serie. Como la inmensa mayoría,
carezco de capacidad y talento para crear una obra de arte literaria
pero, La inocencia del cruasán creo que cumple el objetivo de imbuir al
lector de la sensibilidad de una época.
-Todos los tiempos son
difíciles. Todos los tiempos guardan escenas entrañables y otras que no lo son
tanto...tristes, alegres, dramáticas, trágicas, efusivas... ¿por qué escoges
este tiempo histórico determinado para tirando de personajes de ficción y de no
ficción, con el telón de fondo de esa época, construir esta novela...porque con
la misma intencionalidad que muestras la hubiese podido ubicar en otra época,
eso sí con otros personajes de no ficción…?
-Continuando con lo que decíamos antes, conocer una parte de la
Historia, una época, un tiempo y lugar determinados, no es memorizar un listado
de nombres y fechas, no es saberse la lista de los reyes Godos. Conocer una
época es conocer su sensibilidad, me lo enseñó un gran profesor hace mucho
tiempo. Admiro, y lo digo sin ápice de ironía, a los autores de novela
histórica que son capaces de navegar entre diferentes tiempos y lugares. Tardé
cuatro años en construir La inocencia del cruasán siendo, creo, buen
conocedor de la época. Hay temas que son universales: el amor, la muerte, la
destrucción personal, la ambición, el poder, etc. Eso se puede dibujar en
cualquier tiempo, pero no habría sido capaz de hacerlo con tanto rigor como en
una trama centrada en 1923.
-La no ficción, lo que es o no
es, pero de una manera contundente ¿condiciona mucho lo que tú pones más como
de tu cosecha, la ficción con uso de la imaginación y otros instrumentos
narrativos que, como funambulistas, deben de deambular encima de un alambre
fino?
-Con la ficción puedes hacer lo que quieras. Podría haber
insertado un capítulo con dragones voladores arrasando con su fuego San Juan de
la Peña, uno de los escenarios del libro, sin duda habría sido impactante. Pero
lo que podría, o al menos debería, sería poner a Alfonso XIII sobre ese dragón.
Hay que ser respetuosos con los personajes históricos no ficticios, siempre y
cuando ese sea el objetivo de la novela y el género elegido. La ciencia ficción
y la fantasía son geniales, pero representan un género diferente a la novela
histórica.
-En tus creaciones ¿qué papel
quieres darles a los personajes...prioritario frente a la trama y al escenario?
-Si solo hay escenario, estaríamos ante un ensayo de Historia
para estudiantes y curiosos. Si solo hay personajes se perdería el valor
divulgativo al que hacía mención antes. El equilibro es ese funambulista en el
alambre que comentabas. Hay que enganchar al lector con una trama atractiva,
que las hay a miles en nuestra historia, modelándola lo que fuere preciso
porque nunca se identificará con un escenario, pero seguro que sí con uno u
otro personaje, si está bien trabajado.
-Retratas muy bien la vida misma
con personajes que tienen y retienen tantos aciertos como acciones que, a
veces, se contradicen...personajes que dudan, tienen miedo ,pero que, a la vez,
se atreven con cosas que, nosotros ni soñamos...y en cambio se quedan atrapados
en cosas que al lector le parecen "fáciles"...vamos, personajes como
la vida, aún con el cambio de los tiempos...eso alimenta mucho la trama y
enriquece el relato como poblándolo de humanidad...y eso no se consigue si no
te gusta observar, mirar, casi retratar a las personas....de pies a cabeza...¿qué
nos puedes decir?
-Es precisamente lo que has dicho: la vida misma, hoy y siempre.
Los sentimientos son eternos, el miedo hace temblar las rodillas a César
cruzando el Rubicón exactamente igual a como lo hará la primera persona que
pise Marte. La pasión, ciega igual a un adúltero de la Francia medieval que a
un cibernauta japonés de la era digital. Se expresarán de maneras diferentes,
pero esas sensaciones humanas son idénticas. Si el personaje de un libro,
ficticio o real, no tiene reacciones naturales, el relato carecerá de
profundidad, el lector no empatizará con él y libro ya no será lo que, al
menos, yo pretendo.
-¿Eres de los que se
sientan en un bus y le gusta observar el lenguaje corporal, el verbal y el no
verbal...?-¿Eres de los que aprecia y requiere el silencio para escuchar mejor
lo que se dice y lo que no se dice?, ¿te ayuda esto en el arte de la escritura?
-Reconozco que me gusta observar, escuchar y, si se me permite
la expresión, cotillear. Hay quien prefiere unos auriculares con buena música,
en mi caso es justo lo contrario. El proceso no es observo porque necesito
plasmarlo luego en un libro, sino justo el contrario: porque me gusta observar
o analizar las conductas de los demás, resulta un poco menos problemático
reflejar en las páginas las diferentes formas de ser o reacciones.
-Porque, amigo
Pedro, parece que el papel de la trama siempre es el eje sobre el
que gira todo lo demás---hasta la paciencia, satisfacciones e insatisfacciones
del escritor o escritora--, pero a veces la ósmosis entre personajes y trama es
tan fuerte que interaccionan de una manera que la novela viaja como por sí
sola...tú como escritor estás ahí y la vigilas, pero el trabajo fuerte lo has
hecho antes armando todo un andamiaje con el lugar, el escenario en donde
transcurre la trama y deambulan los personajes, en la trama y en los que la
habitan......
-Creo que los has expresando muy acertadamente. Puedes tener un
excelente esqueleto de la trama, un diseño medido de los tiempos narrativos,
unos estereotipos marcados para los protagonistas, un principio, un final y
unas ramificaciones, pero solo cuando escribes -en nuestro tiempo, tecleas- y
vas construyendo palabra a palabra, descripción a descripción, diálogo a
diálogo, a cada uno de los personajes, te das cuenta de lo que pueden ser
capaces de hacer y cuáles son sus límites dentro del libro. Así, ese andamiaje
que comentabas, debe replantearse y lo que parecía que iba claramente en una
dirección, en realidad estaba destinado a llevar la contraria, solo que no lo
sabías. El autor puede estar empecinado, por ejemplo, en una escena que tenía
ideada antes de poner nada negro sobre blanco, sin embargo, al ir construyendo
los personajes, se da cuenta de que ese diseño en realidad era poco creíble y
debe ir replanteando soluciones; en caso contrario, la trama, los personajes y,
a la postre toda la novela, queda coja e irreal.
-¿Cuál y cómo es el papel
que le otorgas al escenario en el que se pasean los personajes y se desarrolla
la trama...esas ciudades de provincias que guardan secretos, mentiras, sabores
y sinsabores y acogen gentes venidas de aquí y de allá con propósitos firmes y
determinantes u otros que, foráneos o no, no tienen más que el propósito de
vivir el día a día...?
-Hay quien me decía: pero centrándolo en Aragón y sobre todo la
ciudad de Zaragoza, posiblemente pierda interés para los que no conozcan el
escenario, para los que no sean de allí. Frente a eso lo tengo muy claro:
¿acaso no vemos películas ambientadas en Nueva York, París o Londres? ¿Acaso no
leemos libros centrados en Madrid, Barcelona, Berlín o la Bretaña francesa? Por
supuesto que sí, entonces ¿por qué razón Zaragoza y Aragón iban a ser menos
interesantes como escenarios de una trama? Creo que a la inmensa mayoría nos resulta,
teóricamente, mucho más sencillo empatizar con el boticario de la esquina y
sentimos más cercano lo que le sucede, que con el presidente de los Estados
Unidos. El problema es que la historia la cuentan los vencedores y, no pocas
veces, nos dejamos ganar.
-Pedro, ¿te lo has
pasado muy bien escribiendo, creando e imaginando esta historia?
-Sí, aunque cuatro años dan para disfrutar, pero también para
sufrir. Los que no somos escritores profesionales y debemos conjugar la vida
laboral, la familiar y esta preciosa afición, tenemos la obligación de
sacrificar algo por nuestro disfrute literario. Hay que madrugar o trasnochar,
trabajar más de la cuenta, perderte algún sarao… pero se hace llevadero si los
tuyos te apoyan.
-Amigo, ¿nos puedes hablar del proceso
de documentación, búsqueda de fuentes, lectura de libros y demás que hay detrás
de este libro?
-Lo bonito que tienen las novelas históricas es precisamente el
trabajo de documentación que hay detrás de ellas. La inocencia del cruasán
se ubica en un tiempo sobre el que llevo trabajando veinte años. Cuanto más
profundo sea el conocimiento del autor sobre la época de la que escribe, más
preciso será el relato y la ambientación del mismo. Cualquier detalle es
importante, desde el tipo de coches a los menús de los restaurantes. Son
cuestiones que, en teoría, no interfieren en la trama, pero dan credibilidad al
libro. La preparación es imprescindible para conjugar la gran Historia con las
pequeñas historias. Es mucho más fácil de lo que parece meter la pata con
anacronismos e irrealidades.
-¿Y cómo ha sido el día a
día de trabajo, tu metodología de trabajo...?
-Los talentosos escritores profesionales son una cosa muy
diferente a los que nos acercamos a la literatura sin ni tan siquiera la pretensión
de vivir de ella. Debemos suplir ese talento con constancia y mucho trabajo, y
la falta de tiempo con sacrificios. Siempre me ha gustado madrugar, sobre las
cinco, hacer un café y ponerme a trabajar hasta que amanece, la casa y la vida
se ponen en marcha. En los periodos vacacionales, mientras otros duermen la
siesta, el escritor aficionado aprovecha ese rato de sosiego para ir avanzando
en su obra. Cuando la trama está en la cabeza y se tiene la documentación
básica preparada, lo que más energía consume es el proceso creativo, es decir,
escribir y escribir, llenar páginas en blanco. Luego se revisa lo que se ha
escrito, se corrige, se modifica una y otra vez. Se para para consultar una u
otra cuestión. Es lento si se quiere hacer bien. Cuatro años para La
inocencia del cruasán.
-Este trabajo, ¿te ha abierto la
mente y la curiosidad a indagar más sobre algunos de los aspectos tratados en
el mismo?; ¿nos puedes hablar de trabajos en los que estás sumergido ahora?
-Sí. El libro se ha circunscrito al año 1923, pero lógicamente
la historia no acaba ahí; daría para una serie, pero no es mi pretensión. He
descubierto un personaje histórico muy relevante y desconocido, Carmen
Moraleda. Mi primera novela, Legionarios. El Maño, se centró en el
desastre de Annual de 1921; La inocencia del
cruasán en el atentado contra el cardenal Soldevila y el golpe de estado de
Primo de Rivera. Entre ambas hay una conexión potente que debe descubrir el
lector. Se podría seguir con los grandes acontecimientos de los años veinte.
Tengo en mente una historia centrada en 1925, igualmente mezclando personajes y
tramas de ficción con otras reales. Una novela histórica de suspense con un
asesinato por resolver, El compuesto avispa. Espero que no me cueste
otros cuatro años… Muchas gracias.
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