La Librería de El Sueño Igualitario

54f6aa8324a39e5f258b4567.__original__.jpgCazarabet conversa con...   José María Gómez Herráez, autor de “Ideologías e intereses sociales bajo el franquismo (1939-1975). El recurso al pasado” (Universitat Jaume I)

 

 

 

 

 

Un libro editado por la Universitat Jaume I, desde su departamento de publicaciones desde la pluma y la investigación de José María Gómez Herráez.

También se encuentra dentro de la Col·lecció Humanitats en su número 34.

Lo que nos dice la sinopsis del libro:

Bajo el franquismo, se desarrolló una variedad de discursos ideológicos que aunaban recursos emocionales, evocaciones del pasado, justificaciones del sistema social y exaltaciones del régimen político. A la vez, el sistema institucional ofreció posibilidades diversas de expresión a los diferentes intereses sectoriales y de clase. Este trabajo gira sobre espacios diversos en torno a estos dos ejes de gran interés historiográfico, en particular sobre la prensa, los manuales escolares y universitarios y la Organización Sindical, incluyendo tanto niveles generales como provinciales y locales (Albacete y Valencia).

Otros libros, solamente a modo de muestra, de esta colección:

Conflicto y revolución en las comarcas de Castelló, 1931-1938.

Un libro editado por la Universidad Jaume I de Castelló, escrito por Manuel Vicent Balaguer dentro de la Col·lecció Humanitats(en su número 21).

La sinopsis del libro:

La lucha estratégica entre los rivales ideológicos, dentro de la España republicana, fue tan importante o más que la lucha militar. La esperanza en un mundo nuevo y en una estructuración de la sociedad diferente llevó a nuestros antecesores a emprender aventuras y proyectos novedosos tildados de utópicos por quienes no los entendían. Las aportaciones de este interesante trabajo residen en cubrir todo el periodo republicano como una unidad con el análisis de la conflictividad social, el proceso colectivizador, tanto en sus planteamientos teórico-ideológicos, como en sus aspectos generales o su aplicación cotidiana, y lo más novedoso reside en el estudio del salario familiar como una forma de medir el alcance de la igualdad revolucionaria.

También nos encontramos con el libro: El precio de la derrota que analiza La ley de responsabilidades políticas en Castellón entre los años 1939-1945 desde el estudio y la investigación de Fernando Peña Rambla.

Aquello que nos dice la sinopsis de este interesante libro:

La Ley de Responsabilidades Políticas fue una de las principales herramientas del régimen franquista para la anulación y desarticulación de aquella parte de la sociedad que más había defendido la República. Este trabajo recoge un completo análisis de la Ley y de su aplicación en Castellón, incluyendo, por primera vez, no sólo a los colaboradores que pusieron precio a la derrota, sino a la identificación de los reprimidos.

Pero si os parece, ahora, mejor conversamos con José María Gómez Herráez sobre el libro Ideologías e intereses sociales bajo el franquismo 1939-1975.El recurso del pasado.

 

 

Cazarabet conversa con José María Gómez Herráez:

- Amigo, pueden cambiar y seguro que lo hacen las ideologías y los intereses sociales durante el franquismo, explícanos ¿cómo lo hacen aquí?

-Los cambios sociales e ideológicos durante el franquismo van muy unidos, con otros factores adyacentes como el también cambiante contexto internacional, a los que se producen en las estructuras económicas. El sentido principal del régimen dictatorial en sus orígenes era contener un movimiento y unas reformas sociales, durante la segunda república, que habían hallado en los grandes propietarios agrarios y en sus defensores políticos su principal obstrucción.  Pero, en la etapa final, la menor presión social sobre la tierra y la mejora relativa en el nivel de vida que vinieron asociadas al desarrollismo industrial de los años sesenta sentaron unas condiciones sociales e ideológicas distintas que sirvieron de fondo para que ahora, sobre bases distintas a las de los años treinta, pudiera impulsarse una fórmula democrática. En aquella otra fase inicial, en que los ascendentes regímenes fascistas europeos habían revelado ya claramente su sentido de neutralización social, es el discurso de Falange el que impera, en marcada connivencia con el del catolicismo. La derrota de los países del Eje y el alejamiento de las circunstancias de la guerra provocada por la sublevación militar hacen que el primero de esos discursos ideológicos pierda fuerza ante el rostro más humanitario del segundo. Tras el Plan de Estabilización y Liberalización de 1959, son las concepciones productivistas del desarrollismo las que enlazan ya con los planteamientos ideológicos dominantes hasta hoy, aunque sea en torno a sistemas políticos distintos. No en vano, aunque sin perder su carácter dictatorial definitorio, en esa etapa final del régimen franquista se dieron también pasos que pretendían aproximar la imagen del modelo político al de las democracias occidentales a través de lo que ya se venía presentando, precisamente, como “democracia orgánica”.

- Respecto al fascismo, como con otras cosas, (además considerando de José Antonio Primo de Rivera, su fundador) estaba muerto. ¿Cómo y de qué manera se las arregló Franco para amoldárselo a sus pretensiones?

-Todo lo concerniente al pensamiento y a las estrategias cambiantes del dictador, como árbitro entre las “familias” que cabían en el juego político, es más difícil de rastrear que el modo y la intensidad con que los distintos recursos ideológicos se fueron plasmando en los medios doctrinales o a través de la simbología a medida que evolucionaba el contexto interior y exterior. En sustancia, el mito del Ausente, en referencia a José Antonio, sería uno de esos recursos siempre presentes, aunque con distinto énfasis y con cambios interpretativos del significado e ideas del personaje. Qué responsabilidad específica tenía el propio Franco y cuál cabe asignar a los distintos agentes sociales e institucionales configuradores de lo que podemos considerar el “ideario oficial” en cada momento son cuestiones cuyas respuestas resultan difíciles de disociar. En lo que concierne al medio que yo exploré con más detenimiento, el de la prensa diaria en títulos de Albacete y de Valencia, aparte de un desigual tratamiento que no se corresponde en estos periódicos con el hecho de pertenecer o no a la red del Movimiento, pude vislumbrar una coincidencia básica con las fases ideológicas de que antes hablaba: durante los años de la segunda guerra mundial, José Antonio constituye uno de tantos mitos abstraídos del discurso fascista –como Castilla, la juventud o el imperio- para atizar las fibras emocionales más primarias de la población. Y, si podemos hablar aquí de mitos irracionales, es porque se estilizaba su contenido real –en el caso de José Antonio, sin que verdaderamente interesaran a fondo su pensamiento y su actividad- para lograr una sensación de comunidad, con objetivos y referentes compartidos, más mediante la sugerencia retórica y visual (o imaginativa) que mediante la búsqueda racional de convicción. Tras la segunda guerra mundial, cuando el discurso falangista cede ampliamente ante el católico y anticomunista, y después ante el economicista y triunfalista del desarrollismo, aquellos motivos irracionales se difuminan y adoptan una presencia más circunstancial y puntual. Hasta el final de la dictadura, espacios como el de las aulas mantendrían aquel triángulo simbólico que, a modo de expresión del “tripartito” formado por Ejército, Falange e Iglesia, delimitaban los retratos de Franco, José Antonio y el Crucifijo. Era el emblema de la forja institucional suprema que definía al régimen, aunque el apoyo no fuera unánime y, además, aparecieran desde temprano unos u otros tipos de fracturas y disidencias.

- Desde la escuela se contribuyó a ello y de una manera que dejo pasmado a muchas generaciones ¿Cómo lo ves?

-En una sociedad sin la presencia actual de los medios de comunicación (incluso la difusión de la televisión se produce al final) y con menor movilidad en el espacio, la escuela jugó un papel adoctrinador fundamental sólo equiparable, tal vez, al de la familia. De ello quedan como testimonios fidedignos la gran cantidad de ejemplares conservados de libros de texto. En este ámbito de la enseñanza, aunque no falta el matiz falangista, los valores del nacionalcatolicismo predominaron desde un primer momento, como ya propiciaba la presencia inicial de Ibáñez Martín, de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, en el Ministerio de Educación. El papel educativo de la Iglesia, tan ampliamente cuestionado por las izquierdas republicana y obrera, se vio ahora ampliamente reforzado, aunque de forma directa se ciñera a los hijos de las clases medias y altas, susceptibles de aportar los pagos requeridos y con más directa comunión de intereses. Para las capas populares, abocadas a actividades mecánicas y manuales en el caso de los hombres y hogareñas en el de las mujeres, la formación escolar de las primeras décadas del franquismo no pasó en gran medida, cuando se hizo efectiva, de unos rudimentos básicos de lectura, escritura y cálculo, acompañados de contenidos muy elementales, cargados de adoctrinamiento, sobre el medio, la religión y la historia de España. Para las clases medias y altas, llamadas a desempeñar puestos directivos y profesiones liberales, el bachillerato llevaba algo más lejos las pretensiones formativas, aunque bajo similares métodos memorísticos y contenidos doctrinales fundamentales (a menudo, eso sí, desde las perspectivas de reflexión que ofrecían aquellas posiciones más altas en el entramado social). Con la instauración de EGB a partir de la Ley General de Educación de 1970, se ampliaron los horizontes formativos para los primeros sectores sociales, aunque sin perder la asignación preferente de oficios manuales –con derivaciones femeninas, como el secretariado- a través de la formación profesional, con más implicación financiera directa del Estado, que ya antes había concebido la fórmula de las universidades laborales.

- La intervención (el intervencionismo) fue más allá de la disciplina cerrada, pétrea, encorsetada. Hubo verdadera manipulación en los libros de texto…manipulación que, aún los nacidos, por ejemplo en 1974, han o hemos sufrido ¿qué nos puedes decir?

-El intervencionismo fue un rasgo que primó en todas las esferas de la vida pública e incluso en algunas de la privada en las primeras décadas del franquismo, para mitigarse o transformarse después, cuando las libertades parciales pasaron a suponer menos riesgo para el sistema social y la aproximación al mundo occidental reclamaba gestos de apertura. En economía es donde primero las líneas intervencionistas iniciales, unidas a los planteamientos autárquicos, mostraron signos de  reflujo, ya en los años cincuenta, aunque entonces, como ahora, tras esos procesos llamados de “liberalización económica” lo que figuran son transformaciones de las líneas interventoras del Estado, que se desentiende más de sus funciones sociales, eso sí, para concentrar su atención de forma más directa en la consecución de beneficios por el capital. Como refleja el primer Congreso Económico-Sindical de la Industria Valenciana, celebrado en diciembre de 1951, el clamor liberal era ya muy alto por parte de empresarios y técnicos. Pero el significado de la liberalización, aquí, era muy distinto y más fácil de asimilar oficialmente que el que suponía en la política o en la cultura. Liberalismo en economía y conservadurismo en lo social, en lo político y en lo cultural resulta una combinación perfectamente lógica, como hoy tan bien se ve.

En relación con la enseñanza en sus distintos niveles, la regulación estatal también llegó a ser muy alta, aunque inmediatamente se tuvo que renunciar a algunas de las directrices iniciales, como la del libro único de texto. Durante la guerra, en efecto, como verdadera expresión de totalitarismo ideológico, se llegó a concebir la idea de unos textos escolares únicos, y el llamado Instituto de España, entonces creado, se encargó de editar unos primeros títulos. Pero fueron intereses privados, incluyendo los de las editoriales de la Iglesia, los que se opusieron a aquel monopolio que cerraba sus posibilidades en el mercado escolar. Finalmente, con variedad de editoriales y gran publicación inicial de manuales por los propios profesores de bachillerato, como fórmula para completar sus menguados sueldos, cabía cierta variedad de posiciones ante algunos temas, pero con un lenguaje ideológico idéntico o muy próximo y con un consenso básico en torno a determinados puntos. La exaltación de “la época de Franco” figura, por ejemplo, como un motivo recurrente que en algún caso llega a redactar un autor ajeno al que lo hace del grueso del manual.

Por otro lado, me gustaría agregar unas ideas. En la fase final, como usted dice, pervivieron viejos esquemas –los del llamado nacional-catolicismo- en los libros de texto de varias editoriales. Hijos de Santiago Rodríguez, por ejemplo, aunque no dejó de incorporar cambios, siguió bastante aferrada a contenidos e ilustraciones de signo tradicional hasta mediados de los años setenta, con temas en el programa, como el de “Héroes y santos” en 5º de EGB, que podrían atribuirse en sus mismos términos a la inmediata posguerra. Pero, a la vez, otras editoriales, algunas nuevas, pasaron a circular ya antes de la muerte del dictador por otras vías menos vinculadas a la ideología conservadora del franquismo y exploradoras de nuevas metodologías didácticas. En algunos libros de historia, como en la editorial Vicens Vives, pueden hallarse visiones que rompen con los motivos tópicos tan reiterados y adoptan planteamientos sociales bastante críticos. Algunas editoriales presentarían libros de gran formato y exhaustividad, como Santillana, con sus abultados “consultores” en varias asignaturas, o Anaya, con sus páginas fotográficas de gran orientación documental en historia.

También me gustaría considerar otra cuestión. Evidentemente, los libros de texto, las líneas pedagógicas, las posibilidades de los centros, las aptitudes y actitudes de los docentes y, tras todo ello, las políticas educativas, resultan fundamentales en la formación efectiva de los alumnos. Pero existen también otros factores de tipo contextual, como las condiciones económicas y sociales, el marco cultural y el familiar, los medios de comunicación, las derivaciones del uso general de la tecnología, etc… que marcan también las actitudes y receptividad de los alumnos. Y digo esto porque hoy los libros de texto son de una calidad muy superior tanto en sus contenidos como en su formato a la mayoría de los editados en el periodo dictatorial, salvando aquellas tentativas más o menos equiparables de los orígenes de EGB y BUP, pero se ha producido, sin embargo, un gran deterioro en los niveles educativos cuya salida no se ciñe exclusivamente al espacio concreto de las aulas. En esos espacios, en todo caso, es necesario mantener en términos reales la igualdad de oportunidades tanto para alumnos como para profesores y para centros de enseñanza. Se trata de no invertir el proceso, evidentemente demorado y nunca equivalente al republicano más ambicioso de la “escuela única”, en el que EGB, BUP y los nuevos estudios universitarios, al final del franquismo y durante la transición, supusieron unos pasos significativos, con un marcado impulso relativo a la enseñanza pública y a la equitatividad en diversos planos.

Estas últimas reflexiones no contradicen el panorama básico del que antes hablábamos. En la primera mitad de los años setenta, las inercias, los arcaísmos y las rigideces de la dictadura coincidían y pugnaban con inquietudes de cambio, con nuevas perspectivas culturales que no renunciaban a lo tradicional (recuérdense las revalorizaciones de la literatura histórica, de la música folk y de intelectuales del pasado que antes habían sido proscritos o minusvalorados).

- Pero es que, además, se utilizó a “la callada” por respuesta a muchas preguntas y al silencio. ¿Qué nos puedes comentar?

-Los “silencios” resultan verdaderamente siempre significativos. Cuando se examina el discurso ideológico, se presta atención a lo que se dice, a cómo se dice, a cómo evoluciona ese mensaje… Pero nada o muy poco se plantea usualmente de lo que se oculta, de lo que no interesa evocar, cuando ello define tanto o más el sentido de una ideología. Todo discurso que se vertebra, sea del tipo que sea, conlleva selecciones y, por tanto, deja al margen multitud de aspectos que podrán incorporarse bajo otras perspectivas de enfoque. Durante el franquismo, lo que llama la atención es la gran cantidad de omisiones o “silencios” deliberados en relación con temas globales y cuestiones candentes que antes habían ido ganando presencia, al menos bajo algunas líneas. Y eso, en combinación con las deformaciones y estilizaciones que se producen de lo efectivamente aludido, delimita en conjunto una realidad alternativa a varias de las que antes se habían ido esbozando. De la variedad anterior de contenidos y métodos educativos, serían los del conservadurismo católico de preguerra los más próximos a los ahora extendidos (en realidad, al principio y durante mucho tiempo, sin muchas más diferencias que lo que ahora suponía incorporar la vigencia de una fórmula dictatorial y el culto a Franco, junto a los matices específicos aportados por el falangismo). El cúmulo de “ausencias” de temas antes cultivados en la escuela, como en otros escenarios donde se vertebra un discurso, es notable. En una historia básicamente factual de reyes, de héroes y, en general, de “insignes” personajes, se borran nombres contemporáneos de la política y de la cultura vinculados a los idearios rechazados, aunque tras el rigor represivo e ideológico de los primeros años se vayan realizando “rehabilitaciones”. También se ignoran prácticamente los conflictos sociales, que, si aparecen, es sin connotaciones de clase y subordinados a los ideales patrióticos e imperialistas superficiales que dominan en el discurso, como ocurre con el tratamiento del movimiento comunero castellano frente a Carlos I. Otras alusiones a los conflictos, sin más objetivo que el de legitimar por asimilación el propio sentido de la dictadura, es para presentarlos sólo como desórdenes provocados por agitadores, contra los que resulta necesaria una “mano de hierro”. Por poner otro ejemplo más puntual, pero ideológicamente significativo, si en un primer momento, tanto en algún libro de texto como en algún discurso político, aún puede verse alguna referencia a las viejas fórmulas comunales de la sociedad agraria tradicional, muy pronto dejó de aludirse a tales sistemas. En principio, tal referencia estaba en consonancia con algunas propuestas conservadoras que trataban de idealizar el pasado preliberal, pero también eran susceptibles de poder compararse con las fórmulas colectivistas preconizadas y realizadas durante la guerra bajo impulso principalmente anarquista y ugetista.

Otra característica en las selecciones y en los silencios de los contenidos escolares durante el franquismo reside en el modo como se llevaron a cabo, pues no fue sólo mediante el diseño de programas y mediante las líneas de los libros de texto por editoriales ideológicamente afines o acopladas, ni tampoco sólo mediante el recurso a una amplia simbología altamente obnubiladora de las conciencias.  También contempló un componente represivo importante, con gran depuración inicial de maestros y profesores y continuada inspección y censura de libros escolares. En el furor de la guerra, como en otras esferas en ambas zonas, no faltó el componente extremo de la aniquilación física, bien reflejado en el asesinato de González Linacero, el maestro socialista innovador cuyos dos manuales de historia –un tercero no vería la luz- tanta aceptación habían adquirido durante la segunda república.

- Nunca se ha exaltado tanto y de qué manera a: El Cid Campeador; a los Reyes Católicos, a Colón y los conquistadores en América…

-Como decía, todo libro de texto, en cualquier marco, responde necesariamente a unas pautas profesionales e ideológicas que marcan la selección de temas y de datos y que orientan las interpretaciones y observaciones. Pero en este caso, en el tratamiento de esos personajes que usted menciona y tantos otros, como también de colectivos diversos y pueblos históricos enteros, a esas operaciones acompañan, al menos en los niveles del discurso escolar, unos procesos de fuerte estilización y envolvimiento emocional que convierten en muy distantes tales imágenes de sus referentes reales. En lo que supone marcadas deformaciones, esos tipos de personajes recorren trayectorias heroicas al servicio de la patria, sin que tengan cabida o apenas asomen sus intereses personales. De esta forma, de un Cid que personificaba los ideales de fidelidad y de reconquista no se mencionaban sus servicios bélicos a reyes musulmanes. De Colón, tan favorecido por las capitulaciones de Santa Fe por no haberse previsto el alto alcance de su aventura marítima, no se planteaba la continua e inacabada tensión que, de cara al aprovechamiento de las tierras exploradas, mantuvo con el poder político y con otros colonizadores, como tampoco se recordaba que bajo ese interés rentabilista contempló el recurso a la esclavitud. En los conquistadores en general, tantas veces envueltos en pugnas similares, la sed de oro, si se menciona, parece responder, más que a un afán material, al mismo ideal aventurero que los lleva a protagonizar gestas. En los Reyes Católicos, el “tanto monta, monta tanto” se evoca en términos encomiásticos y casi graciosos de equiparación de autoridad entre ambos cónyuges, sin denotar la verdadera entidad de la pugna inicial, cuando Fernando manifestó sus pretensiones al trono castellano como Trastamara, ni la permanencia después de las anteriores estructuras estatales, sin fusión alguna, en los territorios que dieron pábulo a tal unión dinástica, que incluso estuvo a punto de terminar en fracaso con la muerte de Isabel, el difícil encaje de Fernando en la regencia castellana y su nuevo matrimonio y paternidad.

También quiero señalar aquí un matiz. Con un potencial de sugestión similar al de un protagonista de cuento o de leyenda, la evocación de estos personajes verídicos podía producir en el niño un efecto derivado relativa o totalmente distinto a los objetivos ideológicos perseguidos: el de despertar un interés en la historia que hoy difícilmente puede venir de los héroes de ficción del cine futurista o de los juegos electrónicos, aunque a veces adopten rasgos primitivos o medievalizantes. El historiador G. Duby explicaba su fascinación inicial en la Edad Media por la emoción que le procuraban relatos como el de Ivanhoe. El antropólogo Caro Baroja aludía al interés que le despertaban de niño los tipos populares de los belenes. En este sentido, el Cid o los Reyes Católicos podían servir también para estimular la imaginación y la atención sobre unas épocas que después, con la madurez, podrían observarse bajo netos impulsos intelectuales y/o profesionales. La propia fascinación producida por esos personajes épicos en edades tempranas puede desembocar, después, en una revisión personal similar a tantas como se operan en nuestras conciencias con el transcurso de los años.

- ¿Hasta qué punto se manipuló, exacerbó y exageró la historia o los episodios considerados que hacían “grande” a España?

-En un principio, hasta la inundación y el paroxismo. En los últimos años, de forma más dosificada, como por inercia o testarudez. La deformación podía llegar a ser total. Me voy a referir a un ejemplo significativo. Un Libro del Maestro de la famosa editorial Álvarez, en los años cincuenta, solicitaba a los enseñantes que, para realzar el significado de los Reyes Católicos, debían pasar aprisa por los reinados anteriores desde Fernando III el Santo y mostrar la incapacidad de los sucesivos monarcas. En las propuestas para un grado superior, aunque el planteamiento no era tan categórico, se presentaban también aquellos siglos, ante todo, como de anarquía nobiliaria sin reyes que dieran la talla para combatirla hasta Isabel y Fernando. Aparte del papel sobrehumano que adquirían estos dos personajes, cuyo enlace simbolizaba la unificación de la propia España, no importaba la verdad sustancial de lo antes acontecido. La Baja Edad Media española se convertía en un limbo insulso y anárquico para poder resaltar, por contraste, la grandeza aportada por el mítico regio matrimonio. Si se observa, no se trataba sólo de enaltecer con miras patrióticas integradoras al uso ese periodo mítico de la unidad, del final de la reconquista y de los inicios de la experiencia imperial. También se mostraba así una secuencia en que, a una etapa de debilidad e incongruencia, sucedía, gracias a un poder fuerte, un esplendor sin igual, como venía evocándose al tratar de perfilar el significado de la figura de Franco en un marco social juzgado en anarquía y descomposición. Que en aquel otro periodo histórico se acusara a nobles levantiscos y no a sectores populares como los que ahora habían aglutinado el anarquismo y otras derivaciones obreristas no convertía en improcedente el símil tácitamente sugerido, e incluso reforzaba su valor ideológico: se trataba de destacar simplemente el logro del orden por un poder absoluto, al margen de circunstancias y contradicciones de clase cuya existencia no se reconocía ni interesaba poder proyectar.

- Nunca España fue gritada con tanta exclamación…

-Mediante la interpelación patriótica que constituye la exaltación de España y de su historia, con la adyacente de la fe católica como rasgo definitorio atribuido, se procura estimular la sensación de comunidad entre las clases sociales y se suscitan emociones que ayuden a soportar problemas más perentorios y amenazantes, como el vital de la subsistencia. Cuando las condiciones económicas y sociales hallan más sólidas válvulas de escape, en muchas zonas en forma de emigración interior o exterior, los recursos patrióticos y religiosos pierden su omnipresencia, aunque se mantienen. Pero, además, esa aclamación de una España tradicional y católica se sustenta en buena medida en un reverso también de extraordinaria dimensión: el de una anti-España que vendría a agrupar desde las tendencias liberal-democráticas a las distintas posiciones de la izquierda obrerista, aunque, a mi juicio, es el rechazo de estas últimas el decisivo y el que explica la aversión a aquellas primeras, dada la cabida ofrecida. Si se insiste tanto en la idea de una España eterna, que últimamente habría sido cuestionada y ahora vendría a renacer, era para contrarrestar aquellas posiciones e idearios que quedaban férreamente excluidos de todo discurso y de todo espacio público. Si en la oratoria esa anti-España supone la convocatoria de varios demonios, en el nivel de la población que la representa iba a significar una exclusión, inicialmente masiva y nunca totalmente claudicante, de vencidos y disidentes de distinta cualidad. Unos seguirían las rutas ultrapirenaicas o ultramarinas del exilio. Otros permanecerían tiempo en las cárceles o serían reclutados para trabajos forzados como los de Cuelgamuros. Otros, en lo que metafóricamente se ha visto como un exilio interior, tuvieron que dejar las aulas, los centros administrativos y otros espacios públicos para subsistir a partir de actividades con menor exposición al público. Y, como destino más trágico, otros desaparecieron físicamente de todo escenario y ni siquiera se han podido identificar aún sus restos…

- Pero el país tenía sus problemas sociales: ¿cómo se encajaban en todo esto?, por ejemplo en las zonas agrarias donde, por tener un comportamiento “X” se te delataba más que en el anonimato de una ciudad…

-Los problemas y tensiones sociales de la época forman parte de aquellos “silencios” de que hablábamos, con más ahínco en las primeras décadas. No interesaba la difusión de información mínima por dos razones: porque erosionaba la imagen triunfalista que se pretendía ofrecer y porque se temía el riesgo de propagación. Esto se traducía, verdaderamente, en una vigilancia extrema que hacía que cualquier atisbo de contestación social hiciera tomar cartas en el asunto a los gobernadores civiles, delegados sindicales provinciales, cargos locales, fuerzas de seguridad y servicios de información. Una pintada en la pared, un desplante de trabajadores por las calles, una reunión en un local ajeno al oficial de la hermandad sindical, unos resultados no deseados en las elecciones sindicales locales, por citar algunos gestos que yo encontré en documentación del Gobierno Civil y de la Delegación Provincial de Sindicatos de Albacete, servían para alertar a ese ojo avizor que no dejaba resquicio y que, efectivamente, disponía de mayor visibilidad y movilidad en los pueblos. Si el problema no adquiría visos políticos, la precaución disminuía, lo que pasaba a menudo por explorar los antecedentes ideológicos y de comportamiento de los implicados. El desarrollo de la oposición política y social en los últimos años, como fenómeno básicamente urbano y con gran protagonismo estudiantil, abriría nuevas manifestaciones de ese control, aunque ya no resultaba posible mantener aquellos niveles de silencio.

- Los sindicatos, por aquellos años, se transformaron en el brazo largo del empresariado que encumbraba el ego de la dictadura y que llenaba no pocos bolsillos…

-En efecto, la densa red burocrática de la Organización Sindical, además de no alcanzar el protagonismo que se planteaba en las iniciales propuestas falangistas, sirvió especialmente para canalizar los intereses empresariales, que encontraron en ella mecanismos para contener las tensiones laborales, plantear sugerencias y demandas a la administración pública, aglutinar servicios técnicos diversos, conciliar intereses y recibir la colaboración del Estado en distintos planos. De alguna forma, esta red es ejecutora esencial de aquella misión fundamental de la dictadura de contener los movimientos reivindicativos y cortar de raíz las propuestas reformistas y el riesgo revolucionario, tan ampliamente estimulados durante la guerra en la zona republicana. Su sentido básico de promover una sensación de comunidad, por encima de los intereses de clase, aproxima esta fórmula institucional tanto a los regímenes fascistas (Frente del Trabajo alemán, organización corporativa italiana) como a los demás movimientos que trataban de diluir la pugna social básica, como el catolicismo social y el tradicionalismo carlista. Pero también aquí yo quería resaltar un contraste no siempre apuntado, aunque detectado desde hace tiempo por autores como Martínez Alier o Antoliano Peña: me refiero a las posibilidades reivindicativas que, en interés del campesinado y de los trabajadores, rindieron algunos elementos de esa red, como los vocales de las Secciones Sociales, los jurados de empresa o los cargos y vocales sociales de las hermandades sindicales. En mi observación de documentación de la Organización Sindical en Albacete, encontré variados testimonios al respecto: jefes de hermandad que, como algunos alcaldes, se posicionaban con el vecindario frente a las actividades estatales de repoblación forestal; Secciones Sociales que reivindicaban mejoras diversas; cabildos de hermandades que se oponían a los cupos fijados de trigo o, más tarde, en sentido contrario, a la llana exposición de sus cosechas al mercado, o, por citar una iniciativa más específica de un cargo, llamadas a los trabajadores por parte del vicesecretario provincial de Ordenación Social para hacer frente a las aspiraciones de agilizar el despido por parte de los empresarios en el marco del Plan de Estabilización de 1959.

- Ese empresariado que, hoy, forma parte del Ibex 135 y que es el resultado las más de las veces de las políticas llevadas a cabo por una dictadura represora que extirpó el poder de las urnas al pueblo desde una República , mediante un golpe de Estado y una guerra….¿Qué nos puedes reflexionar?

-En primer lugar, efectivamente, la tan cacareada “paz social” que desde la dictadura se trató de presentar como logro propio, que habría hecho posible el desarrollo económico y social, se sustentaba en el silenciamiento y represión de que hemos hablado. Además, durante las dos primeras décadas, esa situación no se acompañó de sustantivas mejoras sociales, terreno en el que se quedó muy por detrás de la Europa occidental postbélica. Cuando en los sesenta las cotas de crecimiento aumentan, en el plano social ello viene acompañado de movimientos migratorios, internos y externos, que no siempre ni con la misma linealidad supusieron aumentos significativos del nivel de vida. La pérdida de importancia relativa del sector rural, con disminución de jornaleros y pequeños cultivadores, tiene su correlato, a nivel de las clases dominantes, en la menor importancia relativa también de los terratenientes en beneficio de una burguesía empresarial de base urbana, con raíces anteriores. Los contactos con la administración tanto en la etapa de fuerte regulación inicial como en la de “planificación indicativa” correspondiente al desarrollismo, con su secuela de polígonos industriales y acciones concertadas, iban a procurar especiales ventajas para obtener beneficios. Con el desarrollo que también experimentaron la construcción y el turismo, iba a conocer una mayor diversificación un tejido empresarial ya decididamente urbano. En el proceso, jugó un papel esencial la gran banca constituida en fases anteriores y ahora más expansiva al amparo del monopolio que prácticamente le confería el statu quo bancario. A todo ello se suma una creciente presencia, a raíz de las facilidades abiertas con el Plan de 1959, de capital extranjero, con progresiva presencia de filiales de multinacionales europeas y estadounidenses.

Verdaderamente, desde sus orígenes la dictadura manifestó esos vínculos financieros y empresariales básicos. Las propuestas matizadoras del falangismo, con la idea de nacionalización de la banca, su componente obrerista y su modelo de reforma agraria, quedarían básicamente como mera retórica del principio con intenciones de neutralización social. Apagadas las voces más “radicales”, la Organización Sindical serviría ante todo, como decíamos, de instrumento consultivo y colaborador de los elementos empresariales y técnicos con la administración, además de aquel sentido integrador entre capital y trabajo que desde 1958 dejó cabida, de una forma singular, a la negociación de convenios colectivos. Incluso otro factor que, al principio, pudo entenderse como obstáculo y competencia para la empresa privada, el de las empresas públicas desarrolladas al amparo del INI, manifestó pronto su identificación al compartir nombres en sus consejos de administración, conjuntamente con la banca y con los altos cargos públicos. Además, empresas privadas y públicas colaboraban en el marco de las asociaciones patronales, propiciando las posibilidades de presión de las primeras sobre la administración, como en el sector eléctrico a la hora de subir las tarifas. Tres economistas que firmaban con el pseudónimo Arturo López Muñoz revelaban en la propia época estas conexiones y acaparamientos, también repetidos en análisis posteriores.

- En el País Valencià, hay que reconocer que siempre somos un poco más “recargados” en las celebraciones, en las “solemnidades” ¿cómo reaccionamos ante la dictadura, su rodillo propagandístico…?

-No es una cuestión que yo conozca de primera mano, entre otros factores porque la fuente consultada que más me podría haber ofrecido información al respecto, el diario Levante, entonces de la red del Movimiento, era menos dado que otros a los temas de fiesta y parafernalia. Pero sí existen trabajos de especialistas que denotan el sesgo particular que, bajo el influjo de la dictadura, adquirieron fiestas tradicionales como la fallas. Evidentemente, este evento festivo no tenía el potencial ideológico que la celebración de la Virgen del Pilar en Zaragoza, también minuciosamente analizada. Las connotaciones católicas y la idea de hispanidad de esta conmemoración del 12 de octubre no estaban presentes en la valenciana del 19 de marzo, pero también aquí su efecto altamente movilizador y emocional la convertía en una oportunidad crucial para estimular la sensación de comunidad, organizar actos y desfiles jerárquicos, liberar tensiones y sugerir esa impresión de alegría que parece corroborar que las cosas van bien. Obviamente, no dejaron de tomar también importancia actos y conmemoraciones nuevas y a menudo rimbombantes, con neto sentido ideológico, donde el falangismo, en particular, tuvo un papel continuado, aunque cada vez más rutinario y ocasional.

- La Iglesia, ¿qué papel jugó en todo esto?

-El apoyo de la Iglesia a la dictadura franquista, tantas veces evocado a través de ideas como la pretendida legitimación del levantamiento militar como cruzada, o de imágenes como la de Franco bajo palio, enlaza con la alianza de intereses y de respaldo ideológico que el clero entabló desde el siglo XIX con la pujante burguesía, incluyendo a su fracción agraria. Tras la pérdida de rentas eclesiásticas que supuso una operación tan típicamente burguesa como la desamortización, la educación de los hijos e hijas de esas familias pudientes se convirtió en uno de los cauces fundamentales de ingresos para varias órdenes religiosas. La connivencia básica de una Iglesia antes feudal con el nuevo orden capitalista, por esta y otras razones, había alentado un movimiento anticlerical de signo popular más o menos subsiguiente y paralelo al cuestionamiento racional de las creencias religiosas y, sobre todo, del poder omnímodo del clero en la política y en la sociedad por parte de quienes fueron conocidos como “librepensadores”.  Estos motivos de discordia vinieron a cimentar esa ligazón básica entre la Iglesia y el régimen dictatorial. A mi juicio, los procesos recientes de beatificación de las víctimas del movimiento anticlerical, más intenso durante la guerra, no dejan de ser un gesto simbólico, entre tantos a los que propende la Iglesia católica, cuya consistencia no me parece sólida, puesto que no son las creencias religiosas las que en sí mismas desataron esa violencia, sino que lo hizo aquella connivencia social e ideológica de que hablaba.

De la misma manera que se ha insistido mucho en el apoyo de la Iglesia a la dictadura y en los privilegios que por ello recibió, también son muy conocidas, hasta adquirir asimismo valor simbólico, los casos de desacuerdo, de alejamiento y de búsqueda de conciliación, como las posiciones del cardenal Tarancón y las experiencias de los curas obreros. También lo son, remontándose más en el tiempo, las organizaciones católicas con sentido social, como la JOC y la HOAC, que llegaron a atraer a elementos de la oposición de izquierdas. Pero desde el principio, asimismo, aparte del clero nacionalista vasco, existieron otros miembros que distaron de simpatizar con el régimen dictatorial y sufrieron por su posición entre dos fuegos, como manifestaba en su testimonio autobiográfico el sacerdote José Manuel Gallegos.

- La vida, aún con la victoria o el amargo sabor de la derrota debe y debía continuar, ¿no?, pero ¿cómo se vive con una dictadura tan atroz, porque creo que acaba como ahogando hasta a muchos de los que participaron y aplaudieron la victoria franquista?

-Esa cuestión presenta, a mi juicio, vertientes distintas. Por un lado, cualquier sistema represivo sienta unas bases de contención y de sanción que silencian a los disidentes y disconformes o complican sus vidas hasta poder paralizarlos. Y es también cierto que la acumulación de poder coactivo y punitivo, por su propia lógica en espiral, puede extenderse a nuevos sectores, incluyendo a sus propios elementos de sostén. Esto no se debe sólo a una posible intensificación del rigor ideológico y a la intención de perpetuar el nuevo esquema institucional, sino que el aparato represivo también puede ser utilizado personalmente por quienes lo controlan  para zanjar pugnas de poder, impedir toda crítica o denuncia sobre ellos y hasta para castigar a presuntos o declarados enemigos, por no hablar de posibles móviles psicológicos primarios tan adversos para “el otro”. Se ha planteado este comportamiento extremo, por ejemplo, en la Inquisición española, que, aparte de sus objetivos religiosos declarados y de su uso político por la monarquía absoluta, los dominicos pudieron utilizar para combatir a los miembros de otras órdenes religiosas. El rigor de este tribunal, que por cierto fue muy estimado aún por algunos analistas durante el franquismo, fue de tal calibre que, no sólo se coartó enormemente el desarrollo del pensamiento científico en España, sino que afectó a personas que se movían dentro de la más pura ortodoxia católica, como Fray Luis de León, Santa Teresa o San Ignacio.

Con total propiedad, por otra parte, no puede decirse que la dictadura franquista aumentara su rigor represivo con el tiempo. Sí se mantienen hasta el final posiciones rígidas, con muestras de severidad equiparables a las del principio, pero su extensión no podía ser igual, no ya simplemente por la contestación popular y la crítica internacional, sino porque los riesgos, reivindicaciones y cambios efectivos que en la década de los treinta se habían intentado contener, principalmente el de la distribución de la tierra, ahora, en las nuevas condiciones económicas y sociales, habían perdido vigencia o encontraban otras alternativas.

Por otro lado, el marco institucional no lo es todo en la vida de cada individuo y las condiciones materiales y subjetivas personales –incluyendo la percepción específica del sistema dictatorial, con sus connotaciones sociales, culturales y morales- marcan también de forma decisiva cada caso de satisfacción o insatisfacción. Los resortes ideológicos y la desinformación de que hablábamos, como el silencio de los propios vencidos hasta en sus hogares, por temor, desesperanza o resignación, hicieron que muchos de los que nacieron y crecieron bajo aquellas condiciones no adquirieran conciencia del fundamento represivo, de la singularidad ideológica y de la funcionalidad neutralizadora de aquel sistema. Muchos adultos actuales que durante la dictadura eran niños o jóvenes no soportarían hoy nada bien un marco institucional como aquél, pero probablemente evoquen aquellos años de su remoto pasado personal como más felices que los que les ofrece la España actual, con su carga de incertidumbres, precariedades, deficiencias y polarizaciones en los ámbitos económico, social, cultural y educativo, sin que aparezcan claras la autonomía, disponibilidad efectiva y posibilidades creativas de los gestores políticos, ni de los distintos agentes institucionales, ni de los distintos sectores sociales, para ofrecer respuestas ni qué clase de respuestas.

 

 

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Ideologías e intereses sociales bajo el franquismo (1939-1975). El recurso al pasado. José María Gómez Herráez   
589 páginas         15 x 21 cms.
28.00 euros
Universitat Jaume I



Bajo el franquismo, se desarrolló una variedad de discursos ideológicos que aunaban recursos emocionales, evocaciones del pasado, justificaciones del sistema social y exaltaciones del régimen político. A la vez, el sistema institucional ofreció posibilidades diversas de expresión a los diferentes intereses sectoriales y de clase. Este trabajo gira sobre espacios diversos en torno a estos dos ejes de gran interés historiográfico, en particular sobre la prensa, los manuales escolares y universitarios y la Organización Sindical, incluyendo tanto niveles generales como provinciales y locales (Albacete y Valencia).

 

 

 

 

 

 

 

 

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