La
Librería de El Sueño Igualitario
Un libro editado por la Universitat Jaume I,
desde su departamento de publicaciones desde la pluma y la investigación de
José María Gómez Herráez.
También se encuentra dentro de la Col·lecció Humanitats en su
número 34.
Lo que nos dice la sinopsis del libro:
Bajo el franquismo, se
desarrolló una variedad de discursos ideológicos que aunaban recursos
emocionales, evocaciones del pasado, justificaciones del sistema social y
exaltaciones del régimen político. A la vez, el sistema institucional ofreció
posibilidades diversas de expresión a los diferentes intereses sectoriales y de
clase. Este trabajo gira sobre espacios diversos en torno a estos dos ejes de
gran interés historiográfico, en particular sobre la prensa, los manuales
escolares y universitarios y la Organización Sindical, incluyendo tanto niveles
generales como provinciales y locales (Albacete y Valencia).
Otros libros, solamente a modo de muestra, de
esta colección:
Conflicto y
revolución en las comarcas de Castelló, 1931-1938.
Un libro editado por la Universidad Jaume I de
Castelló, escrito por Manuel Vicent Balaguer dentro
de la Col·lecció Humanitats(en su número 21).
La sinopsis del libro:
La lucha estratégica entre los rivales
ideológicos, dentro de la España republicana, fue tan importante o más que la
lucha militar. La esperanza en un mundo nuevo y en una estructuración de la
sociedad diferente llevó a nuestros antecesores a emprender aventuras y
proyectos novedosos tildados de utópicos por quienes no los entendían. Las
aportaciones de este interesante trabajo residen en cubrir todo el periodo
republicano como una unidad con el análisis de la conflictividad social, el
proceso colectivizador, tanto en sus planteamientos
teórico-ideológicos, como en sus aspectos generales o su aplicación cotidiana,
y lo más novedoso reside en el estudio del salario familiar como una forma de
medir el alcance de la igualdad revolucionaria.
También nos encontramos con el libro: El precio de la derrota que analiza La ley
de responsabilidades políticas en Castellón entre los años 1939-1945 desde
el estudio y la investigación de Fernando Peña Rambla.
Aquello que nos dice la sinopsis de este
interesante libro:
La Ley de Responsabilidades
Políticas fue una de las principales herramientas del régimen franquista para
la anulación y desarticulación de aquella parte de la sociedad que más había
defendido la República. Este trabajo recoge un completo análisis de la Ley y de
su aplicación en Castellón, incluyendo, por primera vez, no sólo a los
colaboradores que pusieron precio a la derrota, sino a la identificación de los
reprimidos.
Pero si os parece, ahora, mejor conversamos
con José María Gómez Herráez sobre el libro Ideologías e intereses sociales bajo el franquismo 1939-1975.El recurso
del pasado.
Cazarabet
conversa con José María Gómez Herráez:
- Amigo, pueden cambiar y seguro que lo hacen las
ideologías y los intereses sociales durante el franquismo, explícanos ¿cómo lo
hacen aquí?
-Los
cambios sociales e ideológicos durante el franquismo van muy unidos, con otros
factores adyacentes como el también cambiante contexto internacional, a los que
se producen en las estructuras económicas. El sentido principal del régimen
dictatorial en sus orígenes era contener un movimiento y unas reformas
sociales, durante la segunda república, que habían hallado en los grandes
propietarios agrarios y en sus defensores políticos su principal
obstrucción. Pero, en la etapa final, la
menor presión social sobre la tierra y la mejora relativa en el nivel de vida
que vinieron asociadas al desarrollismo industrial de los años sesenta sentaron
unas condiciones sociales e ideológicas distintas que sirvieron de fondo para
que ahora, sobre bases distintas a las de los años treinta, pudiera impulsarse
una fórmula democrática. En aquella otra fase inicial, en que los ascendentes
regímenes fascistas europeos habían revelado ya claramente su sentido de
neutralización social, es el discurso de Falange el que impera, en marcada
connivencia con el del catolicismo. La derrota de los países del Eje y el
alejamiento de las circunstancias de la guerra provocada por la sublevación
militar hacen que el primero de esos discursos ideológicos pierda fuerza ante
el rostro más humanitario del segundo. Tras el Plan de Estabilización y
Liberalización de 1959, son las concepciones productivistas del desarrollismo
las que enlazan ya con los planteamientos ideológicos dominantes hasta hoy,
aunque sea en torno a sistemas políticos distintos. No en vano, aunque sin
perder su carácter dictatorial definitorio, en esa etapa final del régimen
franquista se dieron también pasos que pretendían aproximar la imagen del
modelo político al de las democracias occidentales a través de lo que ya se
venía presentando, precisamente, como “democracia orgánica”.
- Respecto al fascismo, como con otras cosas, (además
considerando de José Antonio Primo de Rivera, su fundador) estaba muerto. ¿Cómo
y de qué manera se las arregló Franco para amoldárselo a sus pretensiones?
-Todo lo concerniente al pensamiento y a
las estrategias cambiantes del dictador, como árbitro entre las “familias” que
cabían en el juego político, es más difícil de rastrear que el modo y la
intensidad con que los distintos recursos ideológicos se fueron plasmando en
los medios doctrinales o a través de la simbología a medida que evolucionaba el
contexto interior y exterior. En sustancia, el mito del Ausente, en referencia
a José Antonio, sería uno de esos recursos siempre presentes, aunque con
distinto énfasis y con cambios interpretativos del significado e ideas del
personaje. Qué responsabilidad específica tenía el propio Franco y cuál cabe
asignar a los distintos agentes sociales e institucionales configuradores de lo
que podemos considerar el “ideario oficial” en cada momento son cuestiones
cuyas respuestas resultan difíciles de disociar. En lo que concierne al medio
que yo exploré con más detenimiento, el de la prensa diaria en títulos de
Albacete y de Valencia, aparte de un desigual tratamiento que no se corresponde
en estos periódicos con el hecho de pertenecer o no a la red del Movimiento,
pude vislumbrar una coincidencia básica con las fases ideológicas de que antes
hablaba: durante los años de la segunda guerra mundial, José Antonio constituye
uno de tantos mitos abstraídos del discurso fascista –como Castilla, la
juventud o el imperio- para atizar las fibras emocionales más primarias de la
población. Y, si podemos hablar aquí de mitos irracionales, es porque se
estilizaba su contenido real –en el caso de José Antonio, sin que
verdaderamente interesaran a fondo su pensamiento y su actividad- para lograr
una sensación de comunidad, con objetivos y referentes compartidos, más
mediante la sugerencia retórica y visual (o imaginativa) que mediante la búsqueda
racional de convicción. Tras la segunda guerra mundial, cuando el discurso
falangista cede ampliamente ante el católico y anticomunista, y después ante el
economicista y triunfalista del desarrollismo, aquellos motivos irracionales se
difuminan y adoptan una presencia más circunstancial y puntual. Hasta el final
de la dictadura, espacios como el de las aulas mantendrían aquel triángulo
simbólico que, a modo de expresión del “tripartito” formado por Ejército,
Falange e Iglesia, delimitaban los retratos de Franco, José Antonio y el
Crucifijo. Era el emblema de la forja institucional suprema que definía al
régimen, aunque el apoyo no fuera unánime y, además, aparecieran desde temprano
unos u otros tipos de fracturas y disidencias.
- Desde la escuela se contribuyó a ello y de una
manera que dejo pasmado a muchas generaciones ¿Cómo lo ves?
-En una
sociedad sin la presencia actual de los medios de comunicación (incluso la
difusión de la televisión se produce al final) y con menor movilidad en el
espacio, la escuela jugó un papel adoctrinador fundamental sólo equiparable,
tal vez, al de la familia. De ello quedan como testimonios fidedignos la gran
cantidad de ejemplares conservados de libros de texto. En este ámbito de la
enseñanza, aunque no falta el matiz falangista, los valores del
nacionalcatolicismo predominaron desde un primer momento, como ya propiciaba la
presencia inicial de Ibáñez Martín, de la Asociación Católica Nacional de
Propagandistas, en el Ministerio de Educación. El papel educativo de la Iglesia,
tan ampliamente cuestionado por las izquierdas republicana y obrera, se vio
ahora ampliamente reforzado, aunque de forma directa se ciñera a los hijos de
las clases medias y altas, susceptibles de aportar los pagos requeridos y con
más directa comunión de intereses. Para las capas populares, abocadas a
actividades mecánicas y manuales en el caso de los hombres y hogareñas en el de
las mujeres, la formación escolar de las primeras décadas del franquismo no
pasó en gran medida, cuando se hizo efectiva, de unos rudimentos básicos de
lectura, escritura y cálculo, acompañados de contenidos muy elementales,
cargados de adoctrinamiento, sobre el medio, la religión y la historia de
España. Para las clases medias y altas, llamadas a desempeñar puestos directivos
y profesiones liberales, el bachillerato llevaba algo más lejos las
pretensiones formativas, aunque bajo similares métodos memorísticos y
contenidos doctrinales fundamentales (a menudo, eso sí, desde las perspectivas
de reflexión que ofrecían aquellas posiciones más altas en el entramado
social). Con la instauración de EGB a partir de la Ley General de Educación de
1970, se ampliaron los horizontes formativos para los primeros sectores
sociales, aunque sin perder la asignación preferente de oficios manuales –con
derivaciones femeninas, como el secretariado- a través de la formación
profesional, con más implicación financiera directa del Estado, que ya antes
había concebido la fórmula de las universidades laborales.
- La intervención (el intervencionismo) fue más allá
de la disciplina cerrada, pétrea, encorsetada. Hubo verdadera manipulación en
los libros de texto…manipulación que, aún los nacidos, por ejemplo en 1974, han
o hemos sufrido ¿qué nos puedes decir?
-El
intervencionismo fue un rasgo que primó en todas las esferas de la vida pública
e incluso en algunas de la privada en las primeras décadas del franquismo, para
mitigarse o transformarse después, cuando las libertades parciales pasaron a
suponer menos riesgo para el sistema social y la aproximación al mundo
occidental reclamaba gestos de apertura. En economía es donde primero las
líneas intervencionistas iniciales, unidas a los planteamientos autárquicos,
mostraron signos de reflujo, ya en los
años cincuenta, aunque entonces, como ahora, tras esos procesos llamados de
“liberalización económica” lo que figuran son transformaciones de las líneas
interventoras del Estado, que se desentiende más de sus funciones sociales, eso
sí, para concentrar su atención de forma más directa en la consecución de beneficios
por el capital. Como refleja el primer Congreso Económico-Sindical de la
Industria Valenciana, celebrado en diciembre de 1951, el clamor liberal era ya
muy alto por parte de empresarios y técnicos. Pero el significado de la
liberalización, aquí, era muy distinto y más fácil de asimilar oficialmente que
el que suponía en la política o en la cultura. Liberalismo en economía y
conservadurismo en lo social, en lo político y en lo cultural resulta una
combinación perfectamente lógica, como hoy tan bien se ve.
En
relación con la enseñanza en sus distintos niveles, la regulación estatal
también llegó a ser muy alta, aunque inmediatamente se tuvo que renunciar a
algunas de las directrices iniciales, como la del libro único de texto. Durante
la guerra, en efecto, como verdadera expresión de totalitarismo ideológico, se
llegó a concebir la idea de unos textos escolares únicos, y el llamado
Instituto de España, entonces creado, se encargó de editar unos primeros
títulos. Pero fueron intereses privados, incluyendo los de las editoriales de
la Iglesia, los que se opusieron a aquel monopolio que cerraba sus
posibilidades en el mercado escolar. Finalmente, con variedad de editoriales y
gran publicación inicial de manuales por los propios profesores de
bachillerato, como fórmula para completar sus menguados sueldos, cabía cierta
variedad de posiciones ante algunos temas, pero con un lenguaje ideológico
idéntico o muy próximo y con un consenso básico en torno a determinados puntos.
La exaltación de “la época de Franco” figura, por ejemplo, como un motivo
recurrente que en algún caso llega a redactar un autor ajeno al que lo hace del
grueso del manual.
Por otro
lado, me gustaría agregar unas ideas. En la fase final, como usted dice,
pervivieron viejos esquemas –los del llamado nacional-catolicismo- en los
libros de texto de varias editoriales. Hijos de Santiago Rodríguez, por
ejemplo, aunque no dejó de incorporar cambios, siguió bastante aferrada a
contenidos e ilustraciones de signo tradicional hasta mediados de los años
setenta, con temas en el programa, como el de “Héroes y santos” en 5º de EGB,
que podrían atribuirse en sus mismos términos a la inmediata posguerra. Pero, a
la vez, otras editoriales, algunas nuevas, pasaron a circular ya antes de la
muerte del dictador por otras vías menos vinculadas a la ideología conservadora
del franquismo y exploradoras de nuevas metodologías didácticas. En algunos
libros de historia, como en la editorial Vicens
Vives, pueden hallarse visiones que rompen con los motivos tópicos tan
reiterados y adoptan planteamientos sociales bastante críticos. Algunas
editoriales presentarían libros de gran formato y exhaustividad, como
Santillana, con sus abultados “consultores” en varias asignaturas, o Anaya, con
sus páginas fotográficas de gran orientación documental en historia.
También
me gustaría considerar otra cuestión. Evidentemente, los libros de texto, las
líneas pedagógicas, las posibilidades de los centros, las aptitudes y actitudes
de los docentes y, tras todo ello, las políticas educativas, resultan
fundamentales en la formación efectiva de los alumnos. Pero existen también
otros factores de tipo contextual, como las condiciones económicas y sociales,
el marco cultural y el familiar, los medios de comunicación, las derivaciones
del uso general de la tecnología, etc… que marcan
también las actitudes y receptividad de los alumnos. Y digo esto porque hoy los
libros de texto son de una calidad muy superior tanto en sus contenidos como en
su formato a la mayoría de los editados en el periodo dictatorial, salvando
aquellas tentativas más o menos equiparables de los orígenes de EGB y BUP, pero
se ha producido, sin embargo, un gran deterioro en los niveles educativos cuya
salida no se ciñe exclusivamente al espacio concreto de las aulas. En esos
espacios, en todo caso, es necesario mantener en términos reales la igualdad de
oportunidades tanto para alumnos como para profesores y para centros de
enseñanza. Se trata de no invertir el proceso, evidentemente demorado y nunca
equivalente al republicano más ambicioso de la “escuela única”, en el que EGB,
BUP y los nuevos estudios universitarios, al final del franquismo y durante la
transición, supusieron unos pasos significativos, con un marcado impulso
relativo a la enseñanza pública y a la equitatividad
en diversos planos.
Estas
últimas reflexiones no contradicen el panorama básico del que antes hablábamos.
En la primera mitad de los años setenta, las inercias, los arcaísmos y las
rigideces de la dictadura coincidían y pugnaban con inquietudes de cambio, con
nuevas perspectivas culturales que no renunciaban a lo tradicional (recuérdense
las revalorizaciones de la literatura histórica, de la música folk y de
intelectuales del pasado que antes habían sido proscritos o minusvalorados).
- Pero es que, además, se utilizó a “la callada” por
respuesta a muchas preguntas y al silencio. ¿Qué nos puedes comentar?
-Los
“silencios” resultan verdaderamente siempre significativos. Cuando se examina
el discurso ideológico, se presta atención a lo que se dice, a cómo se dice, a
cómo evoluciona ese mensaje… Pero nada o muy poco se plantea usualmente de lo
que se oculta, de lo que no interesa evocar, cuando ello define tanto o más el
sentido de una ideología. Todo discurso que se vertebra, sea del tipo que sea,
conlleva selecciones y, por tanto, deja al margen multitud de aspectos que
podrán incorporarse bajo otras perspectivas de enfoque. Durante el franquismo,
lo que llama la atención es la gran cantidad de omisiones o “silencios” deliberados
en relación con temas globales y cuestiones candentes que antes habían ido
ganando presencia, al menos bajo algunas líneas. Y eso, en combinación con las
deformaciones y estilizaciones que se producen de lo efectivamente aludido,
delimita en conjunto una realidad alternativa a varias de las que antes se
habían ido esbozando. De la variedad anterior de contenidos y métodos
educativos, serían los del conservadurismo católico de preguerra los más
próximos a los ahora extendidos (en realidad, al principio y durante mucho
tiempo, sin muchas más diferencias que lo que ahora suponía incorporar la
vigencia de una fórmula dictatorial y el culto a Franco, junto a los matices
específicos aportados por el falangismo). El cúmulo de “ausencias” de temas
antes cultivados en la escuela, como en otros escenarios donde se vertebra un
discurso, es notable. En una historia básicamente factual de reyes, de héroes
y, en general, de “insignes” personajes, se borran nombres contemporáneos de la
política y de la cultura vinculados a los idearios
rechazados, aunque tras el rigor represivo e ideológico de los primeros años se
vayan realizando “rehabilitaciones”. También se ignoran prácticamente los
conflictos sociales, que, si aparecen, es sin connotaciones de clase y subordinados
a los ideales patrióticos e imperialistas superficiales que dominan en el
discurso, como ocurre con el tratamiento del movimiento comunero castellano
frente a Carlos I. Otras alusiones a los conflictos, sin más objetivo que el de
legitimar por asimilación el propio sentido de la dictadura, es para
presentarlos sólo como desórdenes provocados por agitadores, contra los que
resulta necesaria una “mano de hierro”. Por poner otro ejemplo más puntual,
pero ideológicamente significativo, si en un primer momento, tanto en algún
libro de texto como en algún discurso político, aún puede verse alguna
referencia a las viejas fórmulas comunales de la sociedad agraria tradicional,
muy pronto dejó de aludirse a tales sistemas. En principio, tal referencia
estaba en consonancia con algunas propuestas conservadoras que trataban de
idealizar el pasado preliberal, pero también eran
susceptibles de poder compararse con las fórmulas colectivistas preconizadas y
realizadas durante la guerra bajo impulso principalmente anarquista y ugetista.
Otra
característica en las selecciones y en los silencios de los contenidos
escolares durante el franquismo reside en el modo como se llevaron a cabo, pues
no fue sólo mediante el diseño de programas y mediante las líneas de los libros
de texto por editoriales ideológicamente afines o acopladas, ni tampoco sólo
mediante el recurso a una amplia simbología altamente obnubiladora
de las conciencias. También contempló un
componente represivo importante, con gran depuración inicial de maestros y
profesores y continuada inspección y censura de libros escolares. En el furor
de la guerra, como en otras esferas en ambas zonas, no faltó el componente
extremo de la aniquilación física, bien reflejado en el asesinato de González Linacero, el maestro socialista innovador cuyos dos
manuales de historia –un tercero no vería la luz- tanta aceptación habían
adquirido durante la segunda república.
- Nunca se ha exaltado tanto y de qué manera a: El Cid
Campeador; a los Reyes Católicos, a Colón y los conquistadores en América…
-Como
decía, todo libro de texto, en cualquier marco, responde necesariamente a unas
pautas profesionales e ideológicas que marcan la selección de temas y de datos
y que orientan las interpretaciones y observaciones. Pero en este caso, en el
tratamiento de esos personajes que usted menciona y tantos otros, como también
de colectivos diversos y pueblos históricos enteros, a esas operaciones
acompañan, al menos en los niveles del discurso escolar, unos procesos de
fuerte estilización y envolvimiento emocional que convierten en muy distantes
tales imágenes de sus referentes reales. En lo que supone marcadas
deformaciones, esos tipos de personajes recorren trayectorias heroicas al
servicio de la patria, sin que tengan cabida o apenas asomen sus intereses
personales. De esta forma, de un Cid que personificaba los ideales de fidelidad
y de reconquista no se mencionaban sus servicios bélicos a reyes musulmanes. De
Colón, tan favorecido por las capitulaciones de Santa Fe por no haberse
previsto el alto alcance de su aventura marítima, no se planteaba la continua e
inacabada tensión que, de cara al aprovechamiento de las tierras exploradas,
mantuvo con el poder político y con otros colonizadores, como tampoco se
recordaba que bajo ese interés rentabilista contempló
el recurso a la esclavitud. En los conquistadores en general, tantas veces
envueltos en pugnas similares, la sed de oro, si se menciona, parece responder,
más que a un afán material, al mismo ideal aventurero que los lleva a
protagonizar gestas. En los Reyes Católicos, el “tanto monta, monta tanto” se
evoca en términos encomiásticos y casi graciosos de equiparación de autoridad
entre ambos cónyuges, sin denotar la verdadera entidad de la pugna inicial,
cuando Fernando manifestó sus pretensiones al trono castellano como Trastamara, ni la permanencia después de las anteriores
estructuras estatales, sin fusión alguna, en los territorios que dieron pábulo
a tal unión dinástica, que incluso estuvo a punto de terminar en fracaso con la
muerte de Isabel, el difícil encaje de Fernando en la regencia castellana y su
nuevo matrimonio y paternidad.
También
quiero señalar aquí un matiz. Con un potencial de sugestión similar al de un
protagonista de cuento o de leyenda, la evocación de estos personajes verídicos
podía producir en el niño un efecto derivado relativa o totalmente distinto a
los objetivos ideológicos perseguidos: el de despertar un interés en la
historia que hoy difícilmente puede venir de los héroes de ficción del cine
futurista o de los juegos electrónicos, aunque a veces adopten rasgos
primitivos o medievalizantes. El historiador G. Duby explicaba su fascinación inicial en la Edad Media por
la emoción que le procuraban relatos como el de Ivanhoe.
El antropólogo Caro Baroja aludía al interés que le despertaban de niño los
tipos populares de los belenes. En este sentido, el Cid o los Reyes Católicos
podían servir también para estimular la imaginación y la atención sobre unas
épocas que después, con la madurez, podrían observarse bajo netos impulsos
intelectuales y/o profesionales. La propia fascinación producida por esos
personajes épicos en edades tempranas puede desembocar, después, en una
revisión personal similar a tantas como se operan en nuestras conciencias con
el transcurso de los años.
- ¿Hasta qué punto se manipuló, exacerbó y exageró la
historia o los episodios considerados que hacían “grande” a España?
-En un
principio, hasta la inundación y el paroxismo. En los últimos años, de forma
más dosificada, como por inercia o testarudez. La deformación podía llegar a
ser total. Me voy a referir a un ejemplo significativo. Un Libro del Maestro de
la famosa editorial Álvarez, en los años cincuenta, solicitaba a los enseñantes
que, para realzar el significado de los Reyes Católicos, debían pasar aprisa
por los reinados anteriores desde Fernando III el Santo y mostrar la
incapacidad de los sucesivos monarcas. En las propuestas para un grado
superior, aunque el planteamiento no era tan categórico, se presentaban también
aquellos siglos, ante todo, como de anarquía nobiliaria sin reyes que dieran la
talla para combatirla hasta Isabel y Fernando. Aparte del papel sobrehumano que
adquirían estos dos personajes, cuyo enlace simbolizaba la unificación de la
propia España, no importaba la verdad sustancial de lo antes acontecido. La
Baja Edad Media española se convertía en un limbo insulso y anárquico para
poder resaltar, por contraste, la grandeza aportada por el mítico regio
matrimonio. Si se observa, no se trataba sólo de enaltecer con miras patrióticas
integradoras al uso ese periodo mítico de la unidad, del final de la
reconquista y de los inicios de la experiencia imperial. También se mostraba
así una secuencia en que, a una etapa de debilidad e incongruencia, sucedía,
gracias a un poder fuerte, un esplendor sin igual, como venía evocándose al
tratar de perfilar el significado de la figura de Franco en un marco social
juzgado en anarquía y descomposición. Que en aquel otro periodo histórico se
acusara a nobles levantiscos y no a sectores populares como los que ahora
habían aglutinado el anarquismo y otras derivaciones obreristas no convertía en
improcedente el símil tácitamente sugerido, e incluso reforzaba su valor
ideológico: se trataba de destacar simplemente el logro del orden por un poder
absoluto, al margen de circunstancias y contradicciones de clase cuya
existencia no se reconocía ni interesaba poder proyectar.
- Nunca España fue gritada con tanta exclamación…
-Mediante
la interpelación patriótica que constituye la exaltación de España y de su historia,
con la adyacente de la fe católica como rasgo definitorio atribuido, se procura
estimular la sensación de comunidad entre las clases sociales y se suscitan
emociones que ayuden a soportar problemas más perentorios y amenazantes, como
el vital de la subsistencia. Cuando las condiciones económicas y sociales
hallan más sólidas válvulas de escape, en muchas zonas en forma de emigración
interior o exterior, los recursos patrióticos y religiosos pierden su
omnipresencia, aunque se mantienen. Pero, además, esa aclamación de una España
tradicional y católica se sustenta en buena medida en un reverso también de
extraordinaria dimensión: el de una anti-España que vendría a agrupar desde las
tendencias liberal-democráticas a las distintas posiciones de la izquierda
obrerista, aunque, a mi juicio, es el rechazo de estas últimas el decisivo y el
que explica la aversión a aquellas primeras, dada la cabida ofrecida. Si se
insiste tanto en la idea de una España eterna, que últimamente habría sido
cuestionada y ahora vendría a renacer, era para contrarrestar aquellas
posiciones e idearios que quedaban férreamente excluidos de todo discurso y de
todo espacio público. Si en la oratoria esa anti-España supone la convocatoria
de varios demonios, en el nivel de la población que la representa iba a
significar una exclusión, inicialmente masiva y nunca totalmente claudicante,
de vencidos y disidentes de distinta cualidad. Unos seguirían las rutas ultrapirenaicas o ultramarinas del exilio. Otros
permanecerían tiempo en las cárceles o serían reclutados para trabajos forzados
como los de Cuelgamuros. Otros, en lo que
metafóricamente se ha visto como un exilio interior, tuvieron que dejar las
aulas, los centros administrativos y otros espacios públicos para subsistir a
partir de actividades con menor exposición al público. Y, como destino más
trágico, otros desaparecieron físicamente de todo escenario y ni siquiera se
han podido identificar aún sus restos…
- Pero el país tenía sus problemas sociales: ¿cómo
se encajaban en todo esto?, por ejemplo en las zonas agrarias donde, por
tener un comportamiento “X” se te delataba más que en el anonimato de una
ciudad…
-Los
problemas y tensiones sociales de la época forman parte de aquellos “silencios”
de que hablábamos, con más ahínco en las primeras décadas. No interesaba la
difusión de información mínima por dos razones: porque erosionaba la imagen
triunfalista que se pretendía ofrecer y porque se temía el riesgo de
propagación. Esto se traducía, verdaderamente, en una vigilancia extrema que
hacía que cualquier atisbo de contestación social hiciera tomar cartas en el
asunto a los gobernadores civiles, delegados sindicales provinciales, cargos
locales, fuerzas de seguridad y servicios de información. Una pintada en la
pared, un desplante de trabajadores por las calles, una reunión en un local
ajeno al oficial de la hermandad sindical, unos resultados no deseados en las
elecciones sindicales locales, por citar algunos gestos que yo encontré en
documentación del Gobierno Civil y de la Delegación Provincial de Sindicatos de
Albacete, servían para alertar a ese ojo avizor que no dejaba resquicio y que,
efectivamente, disponía de mayor visibilidad y movilidad en los pueblos. Si el
problema no adquiría visos políticos, la precaución disminuía, lo que pasaba a
menudo por explorar los antecedentes ideológicos y de comportamiento de los
implicados. El desarrollo de la oposición política y social en los últimos
años, como fenómeno básicamente urbano y con gran protagonismo estudiantil,
abriría nuevas manifestaciones de ese control, aunque ya no resultaba posible
mantener aquellos niveles de silencio.
- Los sindicatos, por aquellos años, se transformaron
en el brazo largo del empresariado que encumbraba el ego de la dictadura y que
llenaba no pocos bolsillos…
-En
efecto, la densa red burocrática de la Organización Sindical, además de no
alcanzar el protagonismo que se planteaba en las iniciales propuestas
falangistas, sirvió especialmente para canalizar los intereses empresariales,
que encontraron en ella mecanismos para contener las tensiones laborales,
plantear sugerencias y demandas a la administración pública, aglutinar
servicios técnicos diversos, conciliar intereses y recibir la colaboración del
Estado en distintos planos. De alguna forma, esta red es ejecutora esencial de
aquella misión fundamental de la dictadura de contener los movimientos
reivindicativos y cortar de raíz las propuestas reformistas y el riesgo
revolucionario, tan ampliamente estimulados durante la guerra en la zona
republicana. Su sentido básico de promover una sensación de comunidad, por
encima de los intereses de clase, aproxima esta fórmula institucional tanto a
los regímenes fascistas (Frente del Trabajo alemán, organización corporativa
italiana) como a los demás movimientos que trataban de diluir la pugna social
básica, como el catolicismo social y el tradicionalismo carlista. Pero también
aquí yo quería resaltar un contraste no siempre apuntado, aunque detectado
desde hace tiempo por autores como Martínez Alier o Antoliano Peña: me refiero a las posibilidades
reivindicativas que, en interés del campesinado y de los trabajadores,
rindieron algunos elementos de esa red, como los vocales de las Secciones
Sociales, los jurados de empresa o los cargos y vocales sociales de las hermandades
sindicales. En mi observación de documentación de la Organización Sindical en
Albacete, encontré variados testimonios al respecto: jefes de hermandad que,
como algunos alcaldes, se posicionaban con el vecindario frente a las
actividades estatales de repoblación forestal; Secciones Sociales que
reivindicaban mejoras diversas; cabildos de hermandades que se oponían a los
cupos fijados de trigo o, más tarde, en sentido contrario, a la llana
exposición de sus cosechas al mercado, o, por citar una iniciativa más
específica de un cargo, llamadas a los trabajadores por parte del
vicesecretario provincial de Ordenación Social para hacer frente a las
aspiraciones de agilizar el despido por parte de los empresarios en el marco
del Plan de Estabilización de 1959.
- Ese empresariado que, hoy, forma parte del Ibex 135
y que es el resultado las más de las veces de las políticas llevadas a cabo por
una dictadura represora que extirpó el poder de las urnas al pueblo desde una
República , mediante un golpe de Estado y una guerra….¿Qué nos puedes
reflexionar?
-En
primer lugar, efectivamente, la tan cacareada “paz social” que desde la
dictadura se trató de presentar como logro propio, que habría hecho posible el
desarrollo económico y social, se sustentaba en el silenciamiento y represión
de que hemos hablado. Además, durante las dos primeras décadas, esa situación
no se acompañó de sustantivas mejoras sociales, terreno en el que se quedó muy
por detrás de la Europa occidental postbélica. Cuando
en los sesenta las cotas de crecimiento aumentan, en el plano social ello viene
acompañado de movimientos migratorios, internos y externos, que no siempre ni
con la misma linealidad supusieron aumentos significativos del nivel de vida.
La pérdida de importancia relativa del sector rural, con disminución de
jornaleros y pequeños cultivadores, tiene su correlato, a nivel de las clases
dominantes, en la menor importancia relativa también de los terratenientes en
beneficio de una burguesía empresarial de base urbana, con raíces anteriores. Los
contactos con la administración tanto en la etapa de fuerte regulación inicial
como en la de “planificación indicativa” correspondiente al desarrollismo, con
su secuela de polígonos industriales y acciones concertadas, iban a procurar
especiales ventajas para obtener beneficios. Con el desarrollo que también
experimentaron la construcción y el turismo, iba a conocer una mayor
diversificación un tejido empresarial ya decididamente urbano. En el proceso,
jugó un papel esencial la gran banca constituida en fases
anteriores y ahora más expansiva al amparo del monopolio que
prácticamente le confería el statu quo bancario.
A todo ello se suma una creciente presencia, a raíz de las facilidades abiertas
con el Plan de 1959, de capital extranjero, con progresiva presencia de
filiales de multinacionales europeas y estadounidenses.
Verdaderamente,
desde sus orígenes la dictadura manifestó esos vínculos financieros y
empresariales básicos. Las propuestas matizadoras del
falangismo, con la idea de nacionalización de la banca, su componente obrerista
y su modelo de reforma agraria, quedarían básicamente como mera retórica del
principio con intenciones de neutralización social. Apagadas las voces más
“radicales”, la Organización Sindical serviría ante todo, como decíamos, de
instrumento consultivo y colaborador de los elementos empresariales y técnicos
con la administración, además de aquel sentido integrador entre capital y
trabajo que desde 1958 dejó cabida, de una forma singular, a la negociación de
convenios colectivos. Incluso otro factor que, al principio, pudo entenderse
como obstáculo y competencia para la empresa privada, el de las empresas
públicas desarrolladas al amparo del INI, manifestó pronto su identificación al
compartir nombres en sus consejos de administración, conjuntamente con la banca
y con los altos cargos públicos. Además, empresas privadas y públicas
colaboraban en el marco de las asociaciones patronales, propiciando las
posibilidades de presión de las primeras sobre la administración, como en el
sector eléctrico a la hora de subir las tarifas. Tres economistas que firmaban
con el pseudónimo Arturo López Muñoz revelaban en la propia época estas
conexiones y acaparamientos, también repetidos en análisis posteriores.
- En el País Valencià, hay
que reconocer que siempre somos un poco más “recargados” en las celebraciones,
en las “solemnidades” ¿cómo reaccionamos ante la dictadura, su rodillo
propagandístico…?
-No es
una cuestión que yo conozca de primera mano, entre otros factores porque la
fuente consultada que más me podría haber ofrecido información al respecto, el
diario Levante, entonces de la red
del Movimiento, era menos dado que otros a los temas de fiesta y parafernalia.
Pero sí existen trabajos de especialistas que denotan el sesgo particular que,
bajo el influjo de la dictadura, adquirieron fiestas tradicionales como la
fallas. Evidentemente, este evento festivo no tenía el potencial ideológico que
la celebración de la Virgen del Pilar en Zaragoza, también minuciosamente
analizada. Las connotaciones católicas y la idea de hispanidad de esta
conmemoración del 12 de octubre no estaban presentes en la valenciana del 19 de
marzo, pero también aquí su efecto altamente movilizador y emocional la
convertía en una oportunidad crucial para estimular la sensación de comunidad,
organizar actos y desfiles jerárquicos, liberar tensiones y sugerir esa
impresión de alegría que parece corroborar que las cosas van bien. Obviamente,
no dejaron de tomar también importancia actos y conmemoraciones nuevas y a
menudo rimbombantes, con neto sentido ideológico, donde el falangismo, en
particular, tuvo un papel continuado, aunque cada vez más rutinario y
ocasional.
- La Iglesia, ¿qué papel jugó en todo esto?
-El
apoyo de la Iglesia a la dictadura franquista, tantas veces evocado a través de
ideas como la pretendida legitimación del levantamiento militar como cruzada, o
de imágenes como la de Franco bajo palio, enlaza con la alianza de intereses y
de respaldo ideológico que el clero entabló desde el siglo XIX con la pujante
burguesía, incluyendo a su fracción agraria. Tras la pérdida de rentas
eclesiásticas que supuso una operación tan típicamente burguesa como la
desamortización, la educación de los hijos e hijas de esas familias pudientes
se convirtió en uno de los cauces fundamentales de ingresos para varias órdenes
religiosas. La connivencia básica de una Iglesia antes feudal con el nuevo
orden capitalista, por esta y otras razones, había alentado un movimiento
anticlerical de signo popular más o menos subsiguiente y paralelo al
cuestionamiento racional de las creencias religiosas y, sobre todo, del poder
omnímodo del clero en la política y en la sociedad por parte de quienes fueron
conocidos como “librepensadores”. Estos
motivos de discordia vinieron a cimentar esa ligazón básica entre la Iglesia y
el régimen dictatorial. A mi juicio, los procesos recientes de beatificación de
las víctimas del movimiento anticlerical, más intenso durante la guerra, no
dejan de ser un gesto simbólico, entre tantos a los que propende la Iglesia
católica, cuya consistencia no me parece sólida, puesto que no son las
creencias religiosas las que en sí mismas desataron esa violencia, sino que lo
hizo aquella connivencia social e ideológica de que hablaba.
De la
misma manera que se ha insistido mucho en el apoyo de la Iglesia a la dictadura
y en los privilegios que por ello recibió, también son muy conocidas, hasta
adquirir asimismo valor simbólico, los casos de desacuerdo, de alejamiento y de
búsqueda de conciliación, como las posiciones del cardenal Tarancón
y las experiencias de los curas obreros. También lo son, remontándose más en el
tiempo, las organizaciones católicas con sentido social, como la JOC y la HOAC,
que llegaron a atraer a elementos de la oposición de izquierdas. Pero desde el
principio, asimismo, aparte del clero nacionalista vasco, existieron otros
miembros que distaron de simpatizar con el régimen dictatorial y sufrieron por
su posición entre dos fuegos, como manifestaba en su testimonio autobiográfico
el sacerdote José Manuel Gallegos.
- La vida, aún con la victoria o el amargo sabor de la
derrota debe y debía continuar, ¿no?, pero ¿cómo se vive con una dictadura tan
atroz, porque creo que acaba como ahogando hasta a muchos de los que
participaron y aplaudieron la victoria franquista?
-Esa cuestión presenta, a mi juicio,
vertientes distintas. Por un lado, cualquier sistema represivo sienta unas
bases de contención y de sanción que silencian a los disidentes y disconformes
o complican sus vidas hasta poder paralizarlos. Y es también cierto que la
acumulación de poder coactivo y punitivo, por su propia lógica en espiral,
puede extenderse a nuevos sectores, incluyendo a sus propios elementos de
sostén. Esto no se debe sólo a una posible intensificación del rigor ideológico
y a la intención de perpetuar el nuevo esquema institucional, sino que el
aparato represivo también puede ser utilizado personalmente por quienes lo
controlan para zanjar pugnas de poder,
impedir toda crítica o denuncia sobre ellos y hasta para castigar a presuntos o
declarados enemigos, por no hablar de posibles móviles psicológicos primarios
tan adversos para “el otro”. Se ha planteado este comportamiento extremo, por
ejemplo, en la Inquisición española, que, aparte de sus objetivos religiosos
declarados y de su uso político por la monarquía absoluta, los dominicos
pudieron utilizar para combatir a los miembros de otras órdenes religiosas. El
rigor de este tribunal, que por cierto fue muy estimado aún por algunos
analistas durante el franquismo, fue de tal calibre que, no sólo se coartó
enormemente el desarrollo del pensamiento científico en España, sino que afectó
a personas que se movían dentro de la más pura ortodoxia católica, como Fray
Luis de León, Santa Teresa o San Ignacio.
Con total propiedad, por otra parte, no puede
decirse que la dictadura franquista aumentara su rigor represivo con el tiempo.
Sí se mantienen hasta el final posiciones rígidas, con muestras de severidad
equiparables a las del principio, pero su extensión no podía ser igual, no ya
simplemente por la contestación popular y la crítica internacional, sino porque
los riesgos, reivindicaciones y cambios efectivos que en la década de los
treinta se habían intentado contener, principalmente el de la distribución de
la tierra, ahora, en las nuevas condiciones económicas y sociales, habían
perdido vigencia o encontraban otras alternativas.
Por otro lado, el marco institucional no lo es
todo en la vida de cada individuo y las condiciones materiales y subjetivas
personales –incluyendo la percepción específica del sistema dictatorial, con
sus connotaciones sociales, culturales y morales- marcan también de forma
decisiva cada caso de satisfacción o insatisfacción. Los resortes ideológicos y
la desinformación de que hablábamos, como el silencio de los propios vencidos
hasta en sus hogares, por temor, desesperanza o resignación, hicieron que
muchos de los que nacieron y crecieron bajo aquellas condiciones no adquirieran
conciencia del fundamento represivo, de la singularidad ideológica y de la
funcionalidad neutralizadora de aquel sistema. Muchos adultos actuales que
durante la dictadura eran niños o jóvenes no soportarían hoy nada bien un marco
institucional como aquél, pero probablemente evoquen aquellos años de su remoto
pasado personal como más felices que los que les ofrece la España actual, con
su carga de incertidumbres, precariedades, deficiencias y polarizaciones en los
ámbitos económico, social, cultural y educativo, sin que aparezcan claras la
autonomía, disponibilidad efectiva y posibilidades creativas de los gestores
políticos, ni de los distintos agentes institucionales, ni de los distintos
sectores sociales, para ofrecer respuestas ni qué clase de respuestas.
4003
Ideologías e
intereses sociales bajo el franquismo (1939-1975). El recurso al pasado. José María Gómez
Herráez
589 páginas 15 x 21 cms.
28.00 euros
Universitat Jaume I
Bajo el franquismo, se
desarrolló una variedad de discursos ideológicos que aunaban recursos
emocionales, evocaciones del pasado, justificaciones del sistema social y
exaltaciones del régimen político. A la vez, el sistema institucional ofreció
posibilidades diversas de expresión a los diferentes intereses sectoriales y de
clase. Este trabajo gira sobre espacios diversos en torno a estos dos ejes de
gran interés historiográfico, en particular sobre la prensa, los manuales
escolares y universitarios y la Organización Sindical, incluyendo tanto niveles
generales como provinciales y locales (Albacete y Valencia).
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