Cazarabet conversa con... María
Pilar Molina Javierre, autora de “Hijas del exilio.
El legado republicano en
las mujeres de la segunda generación” (Laertes)
María Pilar Molina Javierre realiza una investigación,
reflexiva, minuciosa y cercana a las mujeres, y al legado que han ido dejando
en su exilio republicano, desde la segunda generación.
Edita el libro este ensayo de Historia
Contemporánea editorial Laertes. El prólogo a este interesante libro,
testimonial, lo escribe Pelai Pagès.
El libro, tiene la base en el testimonio y en
las experiencias de diez mujeres… diez mujeres que siendo muy, muy jóvenes
pasaron al exilio o nacieron allí.
La sinopsis del libro, lo que nos explica
Laertes:
Hijas del exilio es un ejercicio de
recuperación de memoria histórica a partir de la experiencia vital de diez
mujeres pertenecientes a la segunda generación del exilio republicano de
1939. Aunque la contextualización histórica del contenido de sus testimonios
nos permite transitar a lo largo de un período, que va desde el último
tercio del siglo XIX hasta el momento actual, lo más relevante es que
todas ellas, mayoritariamente nacidas en Francia, son herederas de los
valores de la II República
Española. Diez mujeres singulares que han ido
conformando su identidad bajo el influjo de los valores de la Segunda
República española (1931-1936) y del legado
de la República en guerra (1936-1939) y se sienten unidas
inquebrantablemente a la memoria de sus antepasados, a su historia
familiar.
El libro se estructura dos partes. La primera se despliega a partir de cuatro
bloques iniciales, los antecedentes y la República, la República en
guerra, la Retirada y
la Resistencia contra el fascismo, que corresponderían al pasado, a los
precursores de las diez mujeres. La segunda se desarrolla en dos apartados
—la reconstrucción de
las vidas truncadas y la supervivencia en la dualidad e historia y memoria: el
legado de la República— y son ellas quienes toman conciencia de su
realidad al realizar el
ejercicio de aceptación de una herencia, que reconocen como propia y que
quieren preservar.
La autora, María
Pilar Molina Javierre: María Pilar Molina Javierre (Zaragoza, 1955). Doctora en
Historia por la Universidad de Barcelona y catedrática de enseñanza
secundaria. Es autora de La Presó de Dones de Barcelona, Les Corts
(1939-1959) (Ajuntament de Barcelona, 2010). Ha
colaborado en obras colectivas como Catalunya. Història i
memòria (Barcelona, 1995), Diccionari
d’Història Universal (Barcelona, 1996), Diccionari biogràfic del moviment obrer als Països Catalans
(Barcelona, 2000), Història del moviment obrer als Països Catalans
(València, 2001) i Guerra, Franquisme i Transició (València, 2006). Ha sido colaboradora de «El Temps d’Història» (2002-2004).
Es autora también del trabajo «Las Mujeres en la Retirada y en
la Resistencia» en el libro colectivo La Retirada. El exilio republicano
(Toledo, 2021).
Cazarabet conversa con María Pilar Molina Javierre:
-María Pilar, ¿qué fue lo que te llevó a escribir un libro sobre el
legado que dejaron las mujeres, en este caso le tomas el pulso a diez de ellas,
en el exilio como segunda generación?
-En realidad se trataba de
un proyecto que desde hacía ya unos cuantos años había querido ejecutar y que
siempre había permanecido en la recámara, a la espera de tener ocasión para
llevarlo a cabo. Me remonto a 1999, cuando se cumplían ya los 60 años de la
Retirada y se fundó la asociación Fils et Filles de Républicains Espagnols et Enfants de l’Exode, FFREEE. Y en
febrero del año 2001, FFREE organizó un Homenaje
a los Republicanos Españoles obligados al exilio en 1939 y a todos los
luchadores antifascistas en Argelès, al que tuve
ocasión de asistir. Se había programado la celebración de mesas redondas y de
homenajes, pero el acto simbólico más emotivo, sin ninguna duda, fue el que
puso el cierre a la jornada y nos congregó en la playa de Argelès-sur-Mer,
al atardecer de aquel 24 de febrero, para encender y poner “100.000 luces para
100.000 refugiados”. Ya desde entonces quise iniciar un proyecto que tuviera
como protagonistas a las hijas de esos exiliados republicanos, a la segunda
generación de mujeres, de quienes me interesaba recoger su experiencia vital y
su relación con toda esa herencia.
-¿Desde esta “segunda generación” se ven, se notan, se pueden
determinar, ya, cambios respecto a la primera? ¿Cuáles?
-Efectivamente, se
vislumbran cambios manifiestos con respecto a la primera, en numerosos
aspectos. Uno de los más evidentes es el diferente contexto histórico en que
han transcurrido sus vidas. La primera generación tiene sus raíces en un país
que se ha visto obligada a abandonar -ha vivido la Segunda República, la
guerra, ha hecho la retirada, la resistencia, ha conocido muy de cerca las
caras del fascismo-, mientras que la andadura de la segunda generación se
inicia en otro ambiente y en otras condiciones. La primera generación lo ha
perdido todo, ha visto cómo su vida entera se ha truncado, ha tenido que
empezar de nuevo, que reconstruirse en un entorno adverso y, en numerosas
ocasiones, hostil. Ha tenido que afrontar con fortaleza la nueva situación para
seguir viviendo. Para la segunda generación ha sido diferente, el punto de
partida es un entorno familiar, con una historia muy condicionante, que la ha
llevado a descubrir la naturaleza de la primera y a tener que afrontar la
supervivencia en la dualidad de dos realidades muy patentes.
-El acercarse a los testimonios directos, amiga María Pilar, siempre
aporta “un plus”, ¿qué nos puedes decir?
-Acercarme a los
testimonios directos ha sido muy emotivo, gratificante y enriquecedor a nivel
personal y humano. En primer lugar, el haber podido conocer a estas diez
mujeres ha sido un auténtico regalo, hemos podido iniciar y también consolidar,
una relación que va más allá de este proyecto, muy enriquecedora. En segundo
lugar, esta aproximación, el que hayan compartido conmigo sus tiempos y sus
vidas, en esta contribución a la recuperación de la memoria histórica, ha sido
para mí un aprendizaje. Realmente, con estos testimonios, el proceso de
elaboración de Hijas del exilio ha sido un auténtico placer.
-¿Qué perfil en cuanto a denominadores comunes has captado entre
estas diez mujeres?
-El primer denominador
común que quisiera señalar es que todas ellas comparten el hecho de que este
proyecto tiene sentido como ejercicio necesario de recuperación de la memoria
histórica. A lo largo de sus testimonios se explicita la necesidad de que la
historia de sus familias, de todos aquellos hombres y mujeres exiliados
republicanos, se conozca, trascienda, quede como testimonio, no se pierda y
sirva como aprendizaje para las generaciones presentes y futuras. Y de su
compromiso con la memoria de la primera generación se desprenden actitudes
frente a la vida y cualidades, que también son comunes a todas ellas. Me
refiero a que las diez “Hijas” son mujeres valientes, fuertes, luchadoras,
comprometidas, solidarias, dotadas de gran sensibilidad, que tienen muy claro
cuál es el origen de los valores que las conforman. Y ese compromiso, tal como
se puede leer en el libro, se mantiene todavía hoy. Hay un elemento también
común a todas ellas, al que han debido dar respuesta o afrontar, a veces con
dificultad, que es el de la ciudadanía, en sus diversas acepciones y
situaciones, pero ha estado presente, naturalizarse o no, ser apátrida, abrazar
la doble nacionalidad, de una u otra forma, les ha afectado.
-¿Y en qué cosas, rasgos se suelen diferenciar o ir diferenciando
más…?
-Todas ellas son personalidades
muy singulares y cada una, a su manera y en su estilo, ha seguido una
trayectoria particular. Si bien han realizado estudios y desempeñado
profesiones diversas –trabajos en la administración, estudios de Derecho,
Licenciaturas en Farmacia, Logopedia, Matemáticas, Lengua Española, entre
otros- varias han trabajado como profesoras y han sido funcionarias. En
relación a su compromiso político o militancia el espectro también es amplio,
algunas quisieron preservar su independencia política y deliberadamente optaron
por no ligarse a ningún partido u organización o por el anarquismo, mientras
que otras militaron en grupos de izquierda socialista, trotskistas, o en el
Partido Comunista. Otro elemento a destacar es la diversidad en relación a la
procedencia geográfica de sus familias españolas, repartidas prácticamente por
todas las comunidades, aunque emprendieran la retirada desde Cataluña. Con
respecto a sus lugares de nacimiento, si bien una nació en España, las nueve
restantes lo hicieron en Francia, cuatro de ellas en Perpiñán y el resto en
diferentes localidades.
-Antes de esta “segunda generación”, las primeras generaciones,
amiga, ¿crees que se ilusionaron bastante con la llegada de lo que la República
iba suponiendo para la mujer en España…?
-Indudablemente, se
ilusionaron mucho, porque la proclamación de la Segunda República, el 14 de
abril de 1931, comportó un paso adelante en el proceso de emancipación de las
mujeres en nuestro país. Ya era significativa la definición de España como una
“República de trabajadores de todas clases” que hacía la Constitución. Pero es
que, además del marco constitucional, en algunas leyes que sancionaría,
proclamaba la ciudadanía política de las mujeres y su igualdad con los hombres.
Se estableció la igualdad de hombres y mujeres mayores de 23 años para ejercer
el derecho al sufragio, el matrimonio se basaba en la igualdad de derechos para
los dos sexos, permitía la disolución de mutuo acuerdo o a petición de
cualquiera de los dos cónyuges… En fin, una serie de cambios que respondían a
una concepción laica e igualitaria y que apostaban por el progreso. Y durante
el bienio reformista -con la coalición republicano-socialista en el gobierno- y
en la etapa del gobierno del Frente Popular se pusieron en marcha muchas reformas
que apostaban claramente por favorecer la liberación de las mujeres, tanto en
el ámbito público como en el privado. Recordemos que se aprobaron la Ley del
Divorcio y la Ley de Matrimonio Civil (1932), se implementaron reformas
relevantes en el código penal y civil, junto con políticas públicas sociales
que favorecieron la mejora de las condiciones de vida de las mujeres. En
esencia, con el derecho al sufragio y los derechos civiles, las mujeres
consiguieron la ciudadanía política. La educación era laica y mixta, era legal
el divorcio, el matrimonio civil, las mujeres podían trabajar en la
administración pública…
-Ser mujer “en tiempos de guerra” siempre es peor, siempre como
que toca sufrir en más de una dimensión…por ti, por los hijos, por los mayores,
por el marido…además, de afrontar la guerra y sus tristes consecuencias…
-Antes de responder a
vuestra pregunta, quisiera recordar que cuando, en julio de 1936, los militares
fascistas se levantaron en armas contra el gobierno legítimo de la II República
española, en la zona republicana millares de mujeres se movilizaron contra el
fascismo y en defensa de la República y de la democracia. Los acontecimientos
de aquellos años de guerra y de revolución otorgaron a las mujeres un
protagonismo inédito y las llevaron a participar activamente en la vida
política, en las fábricas, en las asociaciones, en los hospitales y en el
frente, al mismo tiempo que experimentaban un cambio en sus formas de vida y de
relación. Durante la República en guerra muchas mujeres desarrollaron tareas
que tradicionalmente habían sido llevadas a cabo por los hombres y las mujeres
emergieron como grupo plural, alcanzaron un nuevo papel social y se produjo una
redefinición de las relaciones de género. Recordemos también que en el frente
la miliciana fue la figura paradigmática de la transgresión femenina y pasó a
ser un símbolo de la guerra y de la revolución. Y las asociaciones de mujeres
más relevantes durante la guerra fueron Mujeres Libres, el colectivo de mujeres
anarquistas, la Agrupación de Mujeres Antifascistas, próxima al Partido
Comunista y el Secretariado Femenino del POUM. En la retaguardia, especialmente
en las grandes ciudades, se hizo muy visible una cierta liberación de las
mujeres y una relajación de las costumbres sexuales represivas. La ruptura con
los modelos tradicionales de feminidad –vestir pantalones o falda pantalón-, la
participación en la vida pública defendiendo el bando republicano y el cambio
de hábitos y comportamientos fueron evidentes. En cambio, en el mundo rural no
fue tan perceptible.
Es indudable que afrontar
una guerra y sus efectos sobre la vida cotidiana de la población civil
-bombardeos, destrucción, hambre, miseria, mortalidad- no debe ser nada fácil.
Con los maridos o los compañeros en el frente, el sufrimiento de las mujeres en
la retaguardia, ocupándose además de los cuidados de los más vulnerables, los
niños y los ancianos, tiene que ser inconmensurable.
-Tomar la decisión del exilio debió de ser lo más difícil o de lo
más difícil… porque debió de ser como añadir incertidumbre encima de la
incertidumbre, ¿no?; ¿cómo lo ves?
-Realmente debió de ser
muy difícil. Pero, por otra parte, iniciar el camino hacia la frontera
francesa, cuando ya se produjo el avance de las tropas franquistas por el territorio
catalán, fue la única forma de supervivencia para numerosas personas, hombres y
mujeres. Evidentemente conocían cómo los fascistas aplicaban su férrea
represión sin límite -la exterminación- en los territorios arrebatados a la
legalidad republicana. Y no dudaron en emprender el camino para pasar al otro
lado de los Pirineos.
Para muchas mujeres que
iniciaron el camino de la retirada, el exilio fue una experiencia desligada de
un contenido ideológico concreto, más allá del terror a la represión franquista.
Muchas actuaron siguiendo a sus padres, maridos, o compañeros. Pero para muchas
otras el exilio fue una etapa más en un largo compromiso político con ideas y
con organizaciones que, en algunos casos, había comenzado ya en la infancia y
en el medio familiar.
En cualquier caso, salir
del país fue una determinación que numerosas mujeres tuvieron que adoptar
presas de la angustia y la inseguridad, afrontando la incertidumbre que suponía
abandonarlo todo. Así, pensando en ellas mismas y en sus familias, mujeres
–desde las más independientes, hasta las que habían perdido a sus compañeros
durante la contienda y las que albergaban la esperanza de su regreso del
frente- tomaron la decisión en la más absoluta soledad y asumieron la
responsabilidad de hacerse cargo de ancianos y niños, que frecuentemente
enfermarían, ocupándose de su cuidado y protección ya desde antes de emprender
el camino.
-Costó por lo que dejaban atrás, pero también les debió costar por
lo que habían logrado, ¿no?
-Efectivamente. Durante la
República en guerra, en la zona republicana tuvo lugar una auténtica revolución
social, emergieron estructuras de poder popular, consejos, comités, juntas, se
pusieron en marcha las colectivizaciones industriales y agrarias… Es indudable
que tuvo que ser extremadamente doloroso dejarlo todo y partir hacia lo
desconocido, aunque al otro lado de los Pirineos se hallaba la República
francesa, en la que tenían esperanzas. Abandonar el lugar de residencia, la
familia, los amigos, los afectos, dejarlo todo, no fue nada fácil, a juzgar por
los testimonios que conocemos de la retirada. Recordemos que, durante el camino
hacia el exilio, los fascistas no dejaron ni un momento de bombardear y de
asediar sistemáticamente a la población civil que trataba de alcanzar la
frontera del país vecino.
-Además que muchas de ellas eran y fueron activos contra el
fascismo…
-Si, lo he señalado
anteriormente. Y si todavía no lo eran, muy pronto pasarían a luchar contra el
nazismo. De entrada, hay que recordar que la frontera marcó las diferencias
sociales, políticas, de clase y de jerarquía entre las personas que fueron al
exilio. Y fue un elemento discriminatorio, al tamizar y segregar a todas las
personas que la traspasaron en función de si disponían o no de documentos, de
si militaban en una organización política o no, o de si habían desempeñado o no
cargos políticos. Y ésa no fue la única segregación, porque ya en tierra
francesa prosiguieron las separaciones. Disponemos de numerosos testimonios que
refieren cómo, por un lado, pasaban la frontera los soldados de la República,
que se habían dejado la piel durante 32 meses de lucha contra el fascismo y que
iban a parar a los campos y, por otro lado, las mujeres y las criaturas. Porque
la acogida del exilio en Francia se organizó, desde el primer momento, con
criterios de género y las mujeres fueron catalogadas como no combatientes y
fueron separadas de los hombres en edad combatiente. Por tanto, las hicieron
responsables del cuidado de la población infantil y de los ancianos, que quedaron
a su cargo. Allez, allez! Vite, vite, allez, allez!
son las primeras palabras que recuerdan haber oído de los gendarmes nada más
cruzar la frontera. Y esa segregación se completó con las separaciones
familiares, la pauta a la que sometieron sin piedad a mujeres y niños, aun
oponiendo resistencia. La mayoría fueron introducidos en camiones o trenes, sin
conocer cuál iba a ser su destino, que les transportaron hasta pueblos del
interior de Francia para ingresarlos en campos de concentración. Algunas mujeres
sortearon el control de las autoridades francesas y se libraron. Pero hubo
muchas otras mujeres y niños que fueron a parar a los campos de arena, ubicados
en las playas, junto al mar.
El estallido de la II
Guerra Mundial, trastocó no sólo las vidas de las mujeres y niños en el exilio,
sino que afectó también a la situación de todos los refugiados españoles y
alteró la realidad de toda la población francesa. Los antifascistas tenían muy
claro que la guerra era una nueva batalla del fascismo internacional y las
mujeres y los hombres refugiados en Francia se levantaron sin dudar para
resistir al nazismo. Luchar contra el fascismo y el nazismo significaba
combatir la dictadura franquista, el mismo enemigo que se había alzado contra
la democracia en España, por esa razón innumerables mujeres se incorporaron al
trabajo clandestino y empezaron a trabajar en la Resistencia.
- ¿Cómo se van recomponiendo las mujeres desde el exilio, teniendo
en cuenta que muchas de ellas viven todo tipo de situaciones, allí y dejan
atrás todo tipo de panoramas…?
-Tal como podemos leer en
Hijas del Exilio, las mujeres en Francia vivieron su destierro en condiciones
absolutamente adversas. Fueron ubicadas en una diversidad de emplazamientos,
como los campos de concentración, campos de arena, refugios, albergues,
maternidades especiales, entre otros. Habían podido alcanzar la frontera y
llegar a un país que muchas consideraban la patria de la libertad, igualdad y
fraternidad, heredera de los valores de la revolución francesa, que les
presentó sus dos caras.
Por un lado, la actitud
tan terrible de la mayoría de los gendarmes y de los representantes de las
fuerzas reaccionarias y del gobierno que les recibió les hizo sentir en su
propia piel cómo se les negaba el tratamiento que merece cualquier ser humano.
A pesar de ello, una gran diversidad de fuentes históricas
orales ponen de manifiesto que las mujeres no se dejaron doblegar y que
fueron capaces de plantar cara a la administración francesa para denunciar
situaciones que atentaban a los derechos humanos más elementales.
Por otro lado, fueron
numerosas las muestras de apoyo y solidaridad recibidas de ayuntamientos,
comités de ayuda, organizaciones políticas y sindicatos e instituciones de
ayuda humanitaria, pero sobre todo de numerosas personas anónimas que brindaron
su apoyo y su afecto a las refugiadas en diversos momentos de su estancia en el
exilio. Y muchos testimonios de mujeres evocan vivencias que tienen como
protagonista la ayuda desinteresada que recibieron de personas anónimas que no
dudaron en empatizar con aquellos seres humanos, abandonados a su suerte en un
país ajeno, del que desconocían la lengua y las costumbres y al que habían
acudido con las manos vacías. Sin olvidar su propia fortaleza y las redes de
solidaridad que fueron tejiendo entre ellas, que fueron esenciales para su
supervivencia. Y sobrevivieron.
-Estas segundas generaciones, ¿cómo recogen todo este trabajo de
las primeras generaciones y qué “nuevos aires”, inevitables, le dan?
-Las mujeres de la segunda
generación siempre supieron de la primera y conocieron qué les había tocado
vivir. Porque siempre tuvieron conciencia de ser “Hijas”
de republicanos exiliados. Y como tales, crecieron en un contexto familiar que
no les ocultó de dónde venían, ni cuáles eran sus orígenes, ni su historia. Y
desde la infancia, con la naturalidad más absoluta, fueron impregnándose de esa
carga, emocional y vital, y de los valores que les transmitió la primera
generación, que fueron esenciales en su educación y en la configuración de sus
personalidades. Las “Hijas” conocieron de primera mano el proceso de
reconstrucción de las vidas truncadas de la primera generación. Una trayectoria
compartida, que para la segunda generación comportó, como valor añadido, el
tener que afrontar la supervivencia en la dualidad. Una dicotomía que, a pesar
de las situaciones más desagradables vividas –racismo, xenofobia,
discriminación, pobreza extrema- todas ellas consideran muy enriquecedora.
Los protagonistas del
éxodo, los hombres y mujeres republicanos exiliados en Francia, que habían
luchado contra el fascismo en España y que continuaron el combate en la
resistencia, pensaban que acabada la Segunda Guerra Mundial los aliados les
ayudarían a derrocar la dictadura de Franco. Cuando constataron que ni Europa
ni Francia moverían un dedo para deponer a Franco sufrieron una decepción
inmensa. A pesar de ello, fueron capaces de transmitir a la segunda generación
el agradecimiento a un país –Francia- que les acogió y que les permitió gozar
de una educación en la escuela pública, laica y gratuita, que les dio los
instrumentos necesarios para el estudio, para el ejercicio de una profesión y
para la integración plena en el que había sido país de acogida para la primera
generación.
-Ellas, desde “esa segunda generación” ¿qué te han contado?… ¿con
qué te has encontrado y qué legado, sí o sí, han dejado o han asegurado a
partir de las primeras generaciones?
-En primera instancia, las
“Hijas” han compartido conmigo su historia familiar. Desde los abuelos paternos
y maternos, hemos llegado hasta sus padres. Y esa transmisión ha sido la base
para configurar los cuatro bloques iniciales del libro –dedicados a tratar los
antecedentes y la República, la República en guerra, la Retirada y la Resistencia
contra el fascismo- que he contextualizado históricamente para una mayor
comprensión. Esos cuatro apartados cronológicos corresponderían al pasado, a
los antecedentes de las diez mujeres. La transmisión de sus propias vivencias
ha sido la base para la confección de los dos últimos apartados del libro,
donde ellas toman conciencia de su realidad y realizan la aceptación de un
legado, que quieren preservar. Una herencia que reconocen como propia y que les
ha permitido atesorar unos valores que tienen, sin ninguna duda, sus raíces en
los que tuvieron y defendieron los hombres y mujeres de la primera generación
de republicanos españoles en el exilio.
-¿Cómo ha sido, amiga, el proceso y la tarea ardua de investigación
que, además tiene mucho a ver con el proceso de documentación?
-El proceso de
investigación para la elaboración de Hijas del Exilio ha partido del manejo de
fuentes y bibliografía, referenciadas en el libro. Pero en esta ocasión, la
base, el punto de partida, han sido las fuentes orales, las entrevistas
realizadas a las diez mujeres.
-La investigación, la recopilación de documentación, el contrastar
todo ello…el aproximarse a testimonios más o menos directos sobre vuestro
trabajo…es una tarea que requiere de mucha dedicación, minuciosidad, pero
también de mucha gratificación al final cuando lo tienes todo completado,
recogido y al final lo ves en forma de libro… ¿qué nos puedes decir?
-Sí, la investigación
requiere mucha dedicación, pero la inversión de ese tiempo, a veces excesivo,
horas y horas de trabajo en los archivos, compensa con creces cuando el trabajo
está concluido. Y si finalmente se presenta en forma de libro ya es genial, te
olvidas de todas las penurias sufridas en el proceso. En ese sentido, Hijas del
Exilio, desde el inicio y a lo largo de todo el proceso de gestación, ha tenido
y tiene una carga emocional tremenda, enorme, tanto para las “Hijas” como para
la autora. Y ha sido un trabajo muy gratificante.
-¿Y qué metodología de trabajo sueles seguir? ¿Trabajas sobre un guion de cuestiones y/o
preguntas sobre las que ir encontrando respuestas?
-La metodología de trabajo
que sigo es la inherente a cualquier proceso de investigación histórica. Y
también dependerá del tipo de investigación que se quiera llevar a cabo. En
este caso, al trabajar como base con testimonios orales, ha sido un poco
diferente. A partir de la transcripción de las entrevistas realizadas, ha
consistido en organizar el contenido de las mismas en diversos apartados
cronológicos. Y para una mayor comprensión fueron contextualizados
históricamente. Previo a la realización de las entrevistas, elaboré un listado
de posibles preguntas, pero en muchas ocasiones la conversación fluyó y, sobre
la marcha, fuimos conversando libremente y de forma espontánea.
-Amiga, ¿cómo ha sido trabajar con Laertes? ¿y estás trabajando
ahora en alguna cosa de la que nos puedas hablar…?
-Trabajar con Laertes ha
sido una experiencia muy satisfactoria, una comunicación directa y muy fluida,
que seguimos manteniendo todavía ahora y que espero tendrá continuidad en el
futuro.
Actualmente estoy en
proceso de revisión de un artículo, que saldrá publicado en el mes de junio,
sobre reclusas y sanidad, es decir, sobre el impacto de la represión franquista
en las presas de la Cárcel de Mujeres de Barcelona. Un aspecto sobre el que
llevo ya muchos años trabajando, que he vuelto a retomar y que espero pueda
pronto materializarse en una nueva publicación.
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