Cazarabet conversa con...  María Pilar Molina Javierre, autora de “Hijas del exilio. El legado republicano en las mujeres de la segunda generación” (Laertes)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

María Pilar Molina Javierre realiza una investigación, reflexiva, minuciosa y cercana a las mujeres, y al legado que han ido dejando en su exilio republicano, desde la segunda generación.

Edita el libro este ensayo de Historia Contemporánea editorial Laertes. El prólogo a este interesante libro, testimonial, lo escribe Pelai Pagès.

El libro, tiene la base en el testimonio y en las experiencias de diez mujeres… diez mujeres que siendo muy, muy jóvenes pasaron al exilio o nacieron allí.

La sinopsis del libro, lo que nos explica Laertes:

Hijas del exilio es un ejercicio de recuperación de memoria histórica a partir de la experiencia vital de diez mujeres pertenecientes a la segunda generación del exilio republicano de 1939. Aunque la contextualización histórica del contenido de sus testimonios nos permite transitar a lo largo de un período, que va desde el último
tercio del siglo XIX hasta el momento actual, lo más relevante es que todas ellas, mayoritariamente nacidas en Francia, son herederas de los valores de la II República
Española. Diez mujeres singulares que han ido conformando su identidad bajo el influjo de los valores de la Segunda República española (1931-1936) y del legado
de la República en guerra (1936-1939) y se sienten unidas inquebrantablemente a la memoria de sus antepasados, a su historia familiar. 
El libro se estructura dos partes. La primera se despliega a partir de cuatro bloques iniciales, los antecedentes y la República, la República en guerra, la Retirada y
la Resistencia contra el fascismo, que corresponderían al pasado, a los precursores de las diez mujeres. La segunda se desarrolla en dos apartados —la reconstrucción de
las vidas truncadas y la supervivencia en la dualidad e historia y memoria: el legado de la República— y son ellas quienes toman conciencia de su realidad al realizar el
ejercicio de aceptación de una herencia, que reconocen como propia y que quieren preservar.

La autora, María Pilar Molina Javierre: María Pilar Molina Javierre (Zaragoza, 1955). Doctora en Historia por la Universidad de Barcelona y catedrática de enseñanza secundaria. Es autora de La Presó de Dones de Barcelona, Les Corts (1939-1959) (Ajuntament de Barcelona, 2010). Ha colaborado en obras colectivas como Catalunya. Història i memòria (Barcelona, 1995), Diccionari d’Història Universal (Barcelona, 1996), Diccionari biogrà­fic del moviment obrer als Països Catalans (Barcelona, 2000), Història del moviment obrer als Països Catalans (València, 2001) i Guerra, Franquisme i Transició (València, 2006). Ha sido colaboradora de «El Temps d’Història» (2002-2004).
Es autora también del trabajo «Las Mujeres en la Retirada y en la Resistencia» en el libro colectivo La Retirada. El exilio republicano (Toledo, 2021).

 

 

 

Cazarabet conversa con María Pilar Molina Javierre:

-María Pilar, ¿qué fue lo que te llevó a escribir un libro sobre el legado que dejaron las mujeres, en este caso le tomas el pulso a diez de ellas, en el exilio como segunda generación?

-En realidad se trataba de un proyecto que desde hacía ya unos cuantos años había querido ejecutar y que siempre había permanecido en la recámara, a la espera de tener ocasión para llevarlo a cabo. Me remonto a 1999, cuando se cumplían ya los 60 años de la Retirada y se fundó la asociación Fils et Filles de Républicains Espagnols et Enfants de l’Exode, FFREEE. Y en febrero del año 2001, FFREE organizó un Homenaje a los Republicanos Españoles obligados al exilio en 1939 y a todos los luchadores antifascistas en Argelès, al que tuve ocasión de asistir. Se había programado la celebración de mesas redondas y de homenajes, pero el acto simbólico más emotivo, sin ninguna duda, fue el que puso el cierre a la jornada y nos congregó en la playa de Argelès-sur-Mer, al atardecer de aquel 24 de febrero, para encender y poner “100.000 luces para 100.000 refugiados”. Ya desde entonces quise iniciar un proyecto que tuviera como protagonistas a las hijas de esos exiliados republicanos, a la segunda generación de mujeres, de quienes me interesaba recoger su experiencia vital y su relación con toda esa herencia.

-¿Desde esta “segunda generación” se ven, se notan, se pueden determinar, ya, cambios respecto a la primera? ¿Cuáles? 

-Efectivamente, se vislumbran cambios manifiestos con respecto a la primera, en numerosos aspectos. Uno de los más evidentes es el diferente contexto histórico en que han transcurrido sus vidas. La primera generación tiene sus raíces en un país que se ha visto obligada a abandonar -ha vivido la Segunda República, la guerra, ha hecho la retirada, la resistencia, ha conocido muy de cerca las caras del fascismo-, mientras que la andadura de la segunda generación se inicia en otro ambiente y en otras condiciones. La primera generación lo ha perdido todo, ha visto cómo su vida entera se ha truncado, ha tenido que empezar de nuevo, que reconstruirse en un entorno adverso y, en numerosas ocasiones, hostil. Ha tenido que afrontar con fortaleza la nueva situación para seguir viviendo. Para la segunda generación ha sido diferente, el punto de partida es un entorno familiar, con una historia muy condicionante, que la ha llevado a descubrir la naturaleza de la primera y a tener que afrontar la supervivencia en la dualidad de dos realidades muy patentes.

-El acercarse a los testimonios directos, amiga María Pilar, siempre aporta “un plus”, ¿qué nos puedes decir?

-Acercarme a los testimonios directos ha sido muy emotivo, gratificante y enriquecedor a nivel personal y humano. En primer lugar, el haber podido conocer a estas diez mujeres ha sido un auténtico regalo, hemos podido iniciar y también consolidar, una relación que va más allá de este proyecto, muy enriquecedora. En segundo lugar, esta aproximación, el que hayan compartido conmigo sus tiempos y sus vidas, en esta contribución a la recuperación de la memoria histórica, ha sido para mí un aprendizaje. Realmente, con estos testimonios, el proceso de elaboración de Hijas del exilio ha sido un auténtico placer.

-¿Qué perfil en cuanto a denominadores comunes has captado entre estas diez mujeres?

-El primer denominador común que quisiera señalar es que todas ellas comparten el hecho de que este proyecto tiene sentido como ejercicio necesario de recuperación de la memoria histórica. A lo largo de sus testimonios se explicita la necesidad de que la historia de sus familias, de todos aquellos hombres y mujeres exiliados republicanos, se conozca, trascienda, quede como testimonio, no se pierda y sirva como aprendizaje para las generaciones presentes y futuras. Y de su compromiso con la memoria de la primera generación se desprenden actitudes frente a la vida y cualidades, que también son comunes a todas ellas. Me refiero a que las diez “Hijas” son mujeres valientes, fuertes, luchadoras, comprometidas, solidarias, dotadas de gran sensibilidad, que tienen muy claro cuál es el origen de los valores que las conforman. Y ese compromiso, tal como se puede leer en el libro, se mantiene todavía hoy. Hay un elemento también común a todas ellas, al que han debido dar respuesta o afrontar, a veces con dificultad, que es el de la ciudadanía, en sus diversas acepciones y situaciones, pero ha estado presente, naturalizarse o no, ser apátrida, abrazar la doble nacionalidad, de una u otra forma, les ha afectado. 

-¿Y en qué cosas, rasgos se suelen diferenciar o ir diferenciando más…?

-Todas ellas son personalidades muy singulares y cada una, a su manera y en su estilo, ha seguido una trayectoria particular. Si bien han realizado estudios y desempeñado profesiones diversas –trabajos en la administración, estudios de Derecho, Licenciaturas en Farmacia, Logopedia, Matemáticas, Lengua Española, entre otros- varias han trabajado como profesoras y han sido funcionarias. En relación a su compromiso político o militancia el espectro también es amplio, algunas quisieron preservar su independencia política y deliberadamente optaron por no ligarse a ningún partido u organización o por el anarquismo, mientras que otras militaron en grupos de izquierda socialista, trotskistas, o en el Partido Comunista. Otro elemento a destacar es la diversidad en relación a la procedencia geográfica de sus familias españolas, repartidas prácticamente por todas las comunidades, aunque emprendieran la retirada desde Cataluña. Con respecto a sus lugares de nacimiento, si bien una nació en España, las nueve restantes lo hicieron en Francia, cuatro de ellas en Perpiñán y el resto en diferentes localidades.

-Antes de esta “segunda generación”, las primeras generaciones, amiga, ¿crees que se ilusionaron bastante con la llegada de lo que la República iba suponiendo para la mujer en España…?

-Indudablemente, se ilusionaron mucho, porque la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, comportó un paso adelante en el proceso de emancipación de las mujeres en nuestro país. Ya era significativa la definición de España como una “República de trabajadores de todas clases” que hacía la Constitución. Pero es que, además del marco constitucional, en algunas leyes que sancionaría, proclamaba la ciudadanía política de las mujeres y su igualdad con los hombres. Se estableció la igualdad de hombres y mujeres mayores de 23 años para ejercer el derecho al sufragio, el matrimonio se basaba en la igualdad de derechos para los dos sexos, permitía la disolución de mutuo acuerdo o a petición de cualquiera de los dos cónyuges… En fin, una serie de cambios que respondían a una concepción laica e igualitaria y que apostaban por el progreso. Y durante el bienio reformista -con la coalición republicano-socialista en el gobierno- y en la etapa del gobierno del Frente Popular se pusieron en marcha muchas reformas que apostaban claramente por favorecer la liberación de las mujeres, tanto en el ámbito público como en el privado. Recordemos que se aprobaron la Ley del Divorcio y la Ley de Matrimonio Civil (1932), se implementaron reformas relevantes en el código penal y civil, junto con políticas públicas sociales que favorecieron la mejora de las condiciones de vida de las mujeres. En esencia, con el derecho al sufragio y los derechos civiles, las mujeres consiguieron la ciudadanía política. La educación era laica y mixta, era legal el divorcio, el matrimonio civil, las mujeres podían trabajar en la administración pública…

-Ser mujer “en tiempos de guerra” siempre es peor, siempre como que toca sufrir en más de una dimensión…por ti, por los hijos, por los mayores, por el marido…además, de afrontar la guerra y sus tristes consecuencias…

-Antes de responder a vuestra pregunta, quisiera recordar que cuando, en julio de 1936, los militares fascistas se levantaron en armas contra el gobierno legítimo de la II República española, en la zona republicana millares de mujeres se movilizaron contra el fascismo y en defensa de la República y de la democracia. Los acontecimientos de aquellos años de guerra y de revolución otorgaron a las mujeres un protagonismo inédito y las llevaron a participar activamente en la vida política, en las fábricas, en las asociaciones, en los hospitales y en el frente, al mismo tiempo que experimentaban un cambio en sus formas de vida y de relación. Durante la República en guerra muchas mujeres desarrollaron tareas que tradicionalmente habían sido llevadas a cabo por los hombres y las mujeres emergieron como grupo plural, alcanzaron un nuevo papel social y se produjo una redefinición de las relaciones de género. Recordemos también que en el frente la miliciana fue la figura paradigmática de la transgresión femenina y pasó a ser un símbolo de la guerra y de la revolución. Y las asociaciones de mujeres más relevantes durante la guerra fueron Mujeres Libres, el colectivo de mujeres anarquistas, la Agrupación de Mujeres Antifascistas, próxima al Partido Comunista y el Secretariado Femenino del POUM. En la retaguardia, especialmente en las grandes ciudades, se hizo muy visible una cierta liberación de las mujeres y una relajación de las costumbres sexuales represivas. La ruptura con los modelos tradicionales de feminidad –vestir pantalones o falda pantalón-, la participación en la vida pública defendiendo el bando republicano y el cambio de hábitos y comportamientos fueron evidentes. En cambio, en el mundo rural no fue tan perceptible.

Es indudable que afrontar una guerra y sus efectos sobre la vida cotidiana de la población civil -bombardeos, destrucción, hambre, miseria, mortalidad- no debe ser nada fácil. Con los maridos o los compañeros en el frente, el sufrimiento de las mujeres en la retaguardia, ocupándose además de los cuidados de los más vulnerables, los niños y los ancianos, tiene que ser inconmensurable.

-Tomar la decisión del exilio debió de ser lo más difícil o de lo más difícil… porque debió de ser como añadir incertidumbre encima de la incertidumbre, ¿no?; ¿cómo lo ves?

-Realmente debió de ser muy difícil. Pero, por otra parte, iniciar el camino hacia la frontera francesa, cuando ya se produjo el avance de las tropas franquistas por el territorio catalán, fue la única forma de supervivencia para numerosas personas, hombres y mujeres. Evidentemente conocían cómo los fascistas aplicaban su férrea represión sin límite -la exterminación- en los territorios arrebatados a la legalidad republicana. Y no dudaron en emprender el camino para pasar al otro lado de los Pirineos.

Para muchas mujeres que iniciaron el camino de la retirada, el exilio fue una experiencia desligada de un contenido ideológico concreto, más allá del terror a la represión franquista. Muchas actuaron siguiendo a sus padres, maridos, o compañeros. Pero para muchas otras el exilio fue una etapa más en un largo compromiso político con ideas y con organizaciones que, en algunos casos, había comenzado ya en la infancia y en el medio familiar.

En cualquier caso, salir del país fue una determinación que numerosas mujeres tuvieron que adoptar presas de la angustia y la inseguridad, afrontando la incertidumbre que suponía abandonarlo todo. Así, pensando en ellas mismas y en sus familias, mujeres –desde las más independientes, hasta las que habían perdido a sus compañeros durante la contienda y las que albergaban la esperanza de su regreso del frente- tomaron la decisión en la más absoluta soledad y asumieron la responsabilidad de hacerse cargo de ancianos y niños, que frecuentemente enfermarían, ocupándose de su cuidado y protección ya desde antes de emprender el camino.

-Costó por lo que dejaban atrás, pero también les debió costar por lo que habían logrado, ¿no?

-Efectivamente. Durante la República en guerra, en la zona republicana tuvo lugar una auténtica revolución social, emergieron estructuras de poder popular, consejos, comités, juntas, se pusieron en marcha las colectivizaciones industriales y agrarias… Es indudable que tuvo que ser extremadamente doloroso dejarlo todo y partir hacia lo desconocido, aunque al otro lado de los Pirineos se hallaba la República francesa, en la que tenían esperanzas. Abandonar el lugar de residencia, la familia, los amigos, los afectos, dejarlo todo, no fue nada fácil, a juzgar por los testimonios que conocemos de la retirada. Recordemos que, durante el camino hacia el exilio, los fascistas no dejaron ni un momento de bombardear y de asediar sistemáticamente a la población civil que trataba de alcanzar la frontera del país vecino.

-Además que muchas de ellas eran y fueron activos contra el fascismo…

-Si, lo he señalado anteriormente. Y si todavía no lo eran, muy pronto pasarían a luchar contra el nazismo. De entrada, hay que recordar que la frontera marcó las diferencias sociales, políticas, de clase y de jerarquía entre las personas que fueron al exilio. Y fue un elemento discriminatorio, al tamizar y segregar a todas las personas que la traspasaron en función de si disponían o no de documentos, de si militaban en una organización política o no, o de si habían desempeñado o no cargos políticos. Y ésa no fue la única segregación, porque ya en tierra francesa prosiguieron las separaciones. Disponemos de numerosos testimonios que refieren cómo, por un lado, pasaban la frontera los soldados de la República, que se habían dejado la piel durante 32 meses de lucha contra el fascismo y que iban a parar a los campos y, por otro lado, las mujeres y las criaturas. Porque la acogida del exilio en Francia se organizó, desde el primer momento, con criterios de género y las mujeres fueron catalogadas como no combatientes y fueron separadas de los hombres en edad combatiente. Por tanto, las hicieron responsables del cuidado de la población infantil y de los ancianos, que quedaron a su cargo. Allez, allez! Vite, vite, allez, allez! son las primeras palabras que recuerdan haber oído de los gendarmes nada más cruzar la frontera. Y esa segregación se completó con las separaciones familiares, la pauta a la que sometieron sin piedad a mujeres y niños, aun oponiendo resistencia. La mayoría fueron introducidos en camiones o trenes, sin conocer cuál iba a ser su destino, que les transportaron hasta pueblos del interior de Francia para ingresarlos en campos de concentración. Algunas mujeres sortearon el control de las autoridades francesas y se libraron. Pero hubo muchas otras mujeres y niños que fueron a parar a los campos de arena, ubicados en las playas, junto al mar.

El estallido de la II Guerra Mundial, trastocó no sólo las vidas de las mujeres y niños en el exilio, sino que afectó también a la situación de todos los refugiados españoles y alteró la realidad de toda la población francesa. Los antifascistas tenían muy claro que la guerra era una nueva batalla del fascismo internacional y las mujeres y los hombres refugiados en Francia se levantaron sin dudar para resistir al nazismo. Luchar contra el fascismo y el nazismo significaba combatir la dictadura franquista, el mismo enemigo que se había alzado contra la democracia en España, por esa razón innumerables mujeres se incorporaron al trabajo clandestino y empezaron a trabajar en la Resistencia.

- ¿Cómo se van recomponiendo las mujeres desde el exilio, teniendo en cuenta que muchas de ellas viven todo tipo de situaciones, allí y dejan atrás todo tipo de panoramas…?

-Tal como podemos leer en Hijas del Exilio, las mujeres en Francia vivieron su destierro en condiciones absolutamente adversas. Fueron ubicadas en una diversidad de emplazamientos, como los campos de concentración, campos de arena, refugios, albergues, maternidades especiales, entre otros. Habían podido alcanzar la frontera y llegar a un país que muchas consideraban la patria de la libertad, igualdad y fraternidad, heredera de los valores de la revolución francesa, que les presentó sus dos caras.

Por un lado, la actitud tan terrible de la mayoría de los gendarmes y de los representantes de las fuerzas reaccionarias y del gobierno que les recibió les hizo sentir en su propia piel cómo se les negaba el tratamiento que merece cualquier ser humano. A pesar de ello, una gran diversidad de fuentes históricas orales ponen de manifiesto que las mujeres no se dejaron doblegar y que fueron capaces de plantar cara a la administración francesa para denunciar situaciones que atentaban a los derechos humanos más elementales.

Por otro lado, fueron numerosas las muestras de apoyo y solidaridad recibidas de ayuntamientos, comités de ayuda, organizaciones políticas y sindicatos e instituciones de ayuda humanitaria, pero sobre todo de numerosas personas anónimas que brindaron su apoyo y su afecto a las refugiadas en diversos momentos de su estancia en el exilio. Y muchos testimonios de mujeres evocan vivencias que tienen como protagonista la ayuda desinteresada que recibieron de personas anónimas que no dudaron en empatizar con aquellos seres humanos, abandonados a su suerte en un país ajeno, del que desconocían la lengua y las costumbres y al que habían acudido con las manos vacías. Sin olvidar su propia fortaleza y las redes de solidaridad que fueron tejiendo entre ellas, que fueron esenciales para su supervivencia. Y sobrevivieron.

 

-Estas segundas generaciones, ¿cómo recogen todo este trabajo de las primeras generaciones y qué “nuevos aires”, inevitables, le dan?

 

-Las mujeres de la segunda generación siempre supieron de la primera y conocieron qué les había tocado vivir. Porque siempre tuvieron conciencia de ser “Hijas” de republicanos exiliados. Y como tales, crecieron en un contexto familiar que no les ocultó de dónde venían, ni cuáles eran sus orígenes, ni su historia. Y desde la infancia, con la naturalidad más absoluta, fueron impregnándose de esa carga, emocional y vital, y de los valores que les transmitió la primera generación, que fueron esenciales en su educación y en la configuración de sus personalidades. Las “Hijas” conocieron de primera mano el proceso de reconstrucción de las vidas truncadas de la primera generación. Una trayectoria compartida, que para la segunda generación comportó, como valor añadido, el tener que afrontar la supervivencia en la dualidad. Una dicotomía que, a pesar de las situaciones más desagradables vividas –racismo, xenofobia, discriminación, pobreza extrema- todas ellas consideran muy enriquecedora.

Los protagonistas del éxodo, los hombres y mujeres republicanos exiliados en Francia, que habían luchado contra el fascismo en España y que continuaron el combate en la resistencia, pensaban que acabada la Segunda Guerra Mundial los aliados les ayudarían a derrocar la dictadura de Franco. Cuando constataron que ni Europa ni Francia moverían un dedo para deponer a Franco sufrieron una decepción inmensa. A pesar de ello, fueron capaces de transmitir a la segunda generación el agradecimiento a un país –Francia- que les acogió y que les permitió gozar de una educación en la escuela pública, laica y gratuita, que les dio los instrumentos necesarios para el estudio, para el ejercicio de una profesión y para la integración plena en el que había sido país de acogida para la primera generación.

-Ellas, desde “esa segunda generación” ¿qué te han contado?… ¿con qué te has encontrado y qué legado, sí o sí, han dejado o han asegurado a partir de las primeras generaciones?

-En primera instancia, las “Hijas” han compartido conmigo su historia familiar. Desde los abuelos paternos y maternos, hemos llegado hasta sus padres. Y esa transmisión ha sido la base para configurar los cuatro bloques iniciales del libro –dedicados a tratar los antecedentes y la República, la República en guerra, la Retirada y la Resistencia contra el fascismo- que he contextualizado históricamente para una mayor comprensión. Esos cuatro apartados cronológicos corresponderían al pasado, a los antecedentes de las diez mujeres. La transmisión de sus propias vivencias ha sido la base para la confección de los dos últimos apartados del libro, donde ellas toman conciencia de su realidad y realizan la aceptación de un legado, que quieren preservar. Una herencia que reconocen como propia y que les ha permitido atesorar unos valores que tienen, sin ninguna duda, sus raíces en los que tuvieron y defendieron los hombres y mujeres de la primera generación de republicanos españoles en el exilio.

-¿Cómo ha sido, amiga, el proceso y la tarea ardua de investigación que, además tiene mucho a ver con el proceso de documentación?

-El proceso de investigación para la elaboración de Hijas del Exilio ha partido del manejo de fuentes y bibliografía, referenciadas en el libro. Pero en esta ocasión, la base, el punto de partida, han sido las fuentes orales, las entrevistas realizadas a las diez mujeres.

-La investigación, la recopilación de documentación, el contrastar todo ello…el aproximarse a testimonios más o menos directos sobre vuestro trabajo…es una tarea que requiere de mucha dedicación, minuciosidad, pero también de mucha gratificación al final cuando lo tienes todo completado, recogido y al final lo ves en forma de libro… ¿qué nos puedes decir?

-Sí, la investigación requiere mucha dedicación, pero la inversión de ese tiempo, a veces excesivo, horas y horas de trabajo en los archivos, compensa con creces cuando el trabajo está concluido. Y si finalmente se presenta en forma de libro ya es genial, te olvidas de todas las penurias sufridas en el proceso. En ese sentido, Hijas del Exilio, desde el inicio y a lo largo de todo el proceso de gestación, ha tenido y tiene una carga emocional tremenda, enorme, tanto para las “Hijas” como para la autora. Y ha sido un trabajo muy gratificante.

-¿Y qué metodología de trabajo sueles seguir?  ¿Trabajas sobre un guion de cuestiones y/o preguntas sobre las que ir encontrando respuestas?

-La metodología de trabajo que sigo es la inherente a cualquier proceso de investigación histórica. Y también dependerá del tipo de investigación que se quiera llevar a cabo. En este caso, al trabajar como base con testimonios orales, ha sido un poco diferente. A partir de la transcripción de las entrevistas realizadas, ha consistido en organizar el contenido de las mismas en diversos apartados cronológicos. Y para una mayor comprensión fueron contextualizados históricamente. Previo a la realización de las entrevistas, elaboré un listado de posibles preguntas, pero en muchas ocasiones la conversación fluyó y, sobre la marcha, fuimos conversando libremente y de forma espontánea.

-Amiga, ¿cómo ha sido trabajar con Laertes? ¿y estás trabajando ahora en alguna cosa de la que nos puedas hablar…?

-Trabajar con Laertes ha sido una experiencia muy satisfactoria, una comunicación directa y muy fluida, que seguimos manteniendo todavía ahora y que espero tendrá continuidad en el futuro.

Actualmente estoy en proceso de revisión de un artículo, que saldrá publicado en el mes de junio, sobre reclusas y sanidad, es decir, sobre el impacto de la represión franquista en las presas de la Cárcel de Mujeres de Barcelona. Un aspecto sobre el que llevo ya muchos años trabajando, que he vuelto a retomar y que espero pueda pronto materializarse en una nueva publicación.

 

 

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