La Librería de El Sueño Igualitario

portada_de-la-hegemonia-a-l.jpgCazarabet conversa con...   Carme Molinero y Pere Ysás, autores de “De la hegemonía a la autodestrucción. El Partido Comunista de España (1956-1982)” (Crítica)

 

 

 

 

De la hegemonía a la autodestrucción.

Un libro de Carme Molinero y Pere Ysàs sobre el Partido Comunista de España de 1956 a 1982.

La sinopsis de este libro:

Uno de los acontecimientos más dramáticos de la transición española fue la suerte corrida por el Partido Comunista de España que, habiendo alcanzado la hegemonía entre las fuerzas de izquierda durante la lucha contra el franquismo, se precipitó en pocos años hasta su autodestrucción. Carme Molinero y Pere Ysàs han investigado el curso de esta historia desde finales de los años cincuenta, a partir de la política de reconciliación nacional, hasta la crisis de principios de los ochenta, adoptando como perspectiva la visión del papel que el PCE desempeñó en la sociedad española en una época de profundos cambios, y no, como suele ser habitual, como una historia interna del partido, aunque hayan tomado en cuenta sus debates y sus crisis. Su propósito ha sido estudiar la actuación de los comunistas, más allá de las apologías y las descalificaciones, con el fin de recuperar una imagen objetiva de lo que significaron realmente el partido y sus militantes en una época decisiva de la historia de España.

Los autores Carme Molinero y Pere Ysàs.

Carme Molinero:

https://ca.wikipedia.org/wiki/Carme_Molinero_i_Ruiz

Pere Ysàs:

https://ca.wikipedia.org/wiki/Pere_Ys%C3%A0s_i_Solanes

Puede que estos enlaces te interesen:

http://elpais.com/diario/1999/05/01/catalunya/925520840_850215.html

 

 

Cazarabet conversa con Pere Ysàs y Carme Molinero:

35321_1.jpg-Amigos, ¿qué es aquello que os ha inspirado a escribir este libro?

-Pere Ysàs (PY). El libro es uno de los resultados de una línea de investigación sobre el franquismo tardío y el proceso de transición a la democracia desarrollada en los últimos años en la que hemos dedicado una especial atención a la conflictividad social, a los movimientos sociales y a las izquierdas.  El PCE fue un actor político fundamental que debía ser objeto de un estudio monográfico.  

-¿Por qué se elige esta horquilla temporal de 1956 a 1982?

-Carme Molinero (CM). Porque en 1956 se estaban dando cambios importantes en España; había surgido una primera protesta universitaria y, al mismo tiempo, el malestar obrero volvía a entrar en escena. Además, un año antes España había sido admitida en la ONU, lo que suponía su aceptación internacional.  Por su lado, el PCE inició una nueva etapa que tuvo como expresión la declaración  “Por la Reconciliación Nacional. Por una solución democrática y pacífica del problema español”. En 1982, el partido está inmerso en una crisis autodestructiva que le supondrá el hundimiento electoral y el perder la condición de fuerza política relevante.  

-Creo que es importante retroceder a los primeros años del exilio, con la segunda guerra mundial, los primeros años de la posguerra aquí en España…¿Cómo le fue al partido en estos años?; ¿cómo se fue reorganizando y en torno a qué?; ¿de alguna manera les favoreció la lucha contra el nazismo y el fascismo en Europa durante la II Guerra Mundial?

-PY. El PCE tuvo muy claro en 1939 que no quería ser un partido de exiliados y  siempre consideró que la acción fundamental contra la dictadura debía desarrollarse en España. Por ello, la organización del partido siempre estuvo al servicio de la lucha en el interior. En función de la apreciación de las posibilidades de cada momento, el PCE fue definiendo y reformulando sus políticas, siempre con el objetivo primero y fundamental de derribar la dictadura. Al final de la Segunda Guerra Mundial, el PCE participó de la esperanza de que el franquismo no sobreviviría a la derrota del Eje, pero a diferencia de las demás formaciones antifranquistas –que mayoritariamente confiaron en la acción de los potencias vencedoras- consideró que era indispensable impulsar la resistencia interior con una perspectiva insurreccional, incluso para forzar así la intervención de los aliados vencedores del fascismo. Finalmente, las dos estrategias antifranquistas, tanto la de esperar que las potencias occidentales forzaran la caída de Franco como la lucha armada interior y  la vía insurreccional fracasaron. 

-¿Pensáis que cuando ya la balanza señalaba como ganadores de esta contienda a los aliados, el PCE no supo jugar bien sus bazas para entenderse con las fuerzas democráticas de este bando y aniquilar a la dictadura o eran éstos los que también preferían dejarse a un régimen como el franquista para tener como un pequeño portaaviones del que ir sacando pequeños, pero valiosas contrapartidas?

-CM. A mitad de la década de 1940, el antifranquismo no tenía la capacidad de derrocar a la dictadura. Únicamente una presión severa o una intervención abierta de las potencias occidentales podían acabar con la dictadura. Ni Gran Bretaña ni los Estados Unidos estuvieron dispuestos a ir más allá de las condenas verbales del franquismo y de la exclusión de España de los organismos internacionales. Con el inicio de la guerra fría, el franquismo tuvo la oportunidad de lograr una mínima acomodación al nuevo escenario internacional, superar las condenas y el aislamiento relativo y, finalmente, convertirse en aliado de los EEUU.  

5-2013-11-25-10275899016_75b8657514_o.jpg-¿En qué momento, amigos, creéis que el Partido Comunista Español alcanzó su punto más álgido?

-PY. A lo largo de la década de los años sesenta y primeros setenta. Fue entonces cuando  el PCE se convirtió en el “partido del antifranquismo”, es decir en la principal formación política de la oposición a la dictadura, con un papel decisivo en los movimientos sociales  antifranquistas –Comisiones Obreras, el movimiento estudiantil, los movimientos ciudadanos,...- . La actividad e incluso el prestigio de sus militantes, presentes  en todos los sectores movilizados, le permitió ganar apoyos entre los sectores profesionales críticos y en el mundo cultural, y complicidades en ámbitos muy alejados de su ideología.

-¿Y en poco ese punto álgido se transforma en  hegemonía?

-CM. Las dos piezas básicas de la política comunista fueron la movilización social reivindicativa y una política de alianzas para agrupar a todos cuantos compartieran el objetivo de acabar con la dictadura y establecer un sistema democrático que permitiera el libre desarrollo de todos los proyectos políticos, incluyendo claro está el propio del PCE, la vía hacia el socialismo a través de la “democracia política y social”. La hegemonía comunista fue el resultado de un proyecto claro pero sobre todo de una militancia abnegada presente en todos los ámbitos. Muchos antifranquistas que acabaron en las filas del PCE o en su entorno lo hicieron porque consideraron que era el más eficaz instrumento de lucha contra la dictadura.

-¿Y cómo fue su caída?, aunque más que de caída habláis o decidís su declive como un proceso  de autodestrucción…

-PY. El PCE no vivió un proceso de lento declive sino un proceso de autodestrucción, desarrollado en muy poco tiempo, en apenas dos años, 1981-1982.

-Una autodestrucción que empieza cuando el PC se acomoda en la transición, en los primeros años de democracia…

-PY. No, el PCE fue un actor fundamental de la transición, es decir del final de la dictadura y del establecimiento de un régimen democrático. Su actuación en el período constituyente fue premiada con un incremento de votos, aunque modesto, en las elecciones generales de marzo de 1979, y en las municipales de abril del mismo año logró sus mejores resultados, lo que forzó al PSOE a un indeseado pero necesario pacto para que la izquierda gobernara un elevado número de municipios del país, incluidas las principales ciudades.

La crisis del PCE y el rápido proceso de autodestrucción fue fruto de la incapacidad de la dirección del partido para gestionar su mayor riqueza, una militancia numerosa pero a la vez heterogénea, con muchos activistas que desarrollaban su militancia en los movimientos sociales, acostumbrados al debate político y que consideraron que las circunstancias excepcionales de la dictadura, que habían exigido una disciplina férrea y habían imposibilitado el libre debate, no se daban ya en democracia, de manera que no estaban dispuestos a la aceptación acrítica de todas las decisiones de una dirección en la que el secretario general tenía un protagonismo desorbitado.   

Carme-Molinero-2-e147339505.jpg-¿Se puede entender cierto grado de “conformismo” cuando se viene de un exilio tan largo?, pero el exilio de los “jefes” del partido no fue tan asfixiante como para como hasta desinflarse hasta como opción política o dejar el cargo a otros que asumieran las riendas del partido con mucha más ilusión….

-CM. Como hemos dicho ya, el PCE no fue nunca un partido del exilio. Ciertamente, parte de sus dirigentes estaban en el exilio, pero continuadamente se fueron incorporando a los órganos de dirección militantes del interior. Cuando se celebró el IX Congreso, en abril de 1978, se completó la incorporación al Comité Central de numerosos líderes obreros jóvenes así como profesionales e intelectuales. Es cierto que el regreso  en 1977 de veteranos del exilio dio lugar a algunos problemas y que la “jubilación” de muchos veteranos, tanto del exilio como de la organización interior, tal vez llegó demasiado tarde, en el X Congreso en 1981, pero hay que considerar que muchos de esos veteranos eran también parte del capital político del partido, habían combatido al fascismo en la guerra civil unos y habían luchado en la más dura clandestinidad otros.  

-El Partido en el exilio sufrió mucho desgaste…todo partido va sufriendo desgastes, pero si se está en el exilio y la concepción del mismo es tan vertical….esto puede ser doblemente peligroso, ¿qué nos puedes reflexionar?

-PY. El PCE no vivió una escisión entre el exilio y el interior, como si experimentaron en diferentes momentos otras fuerzas políticas y sindicales antifranquistas, como la CNT en los años cuarenta, o el PSOE cuando inició la recuperación de la actividad en los años setenta. Como hemos dicho, la organización del exterior estuvo siempre al servicio de la acción en el interior. Ello no significa que no existieran divergencias entre visiones más desde fuera de España y visiones y actitudes distintas fundamentadas en la experiencia de la acción interior. Por otra parte, las escisiones que sufrió el partido -y que apenas lo debilitaron- no respondieron a una dinámica exterior-interior, sino a cuestiones ideológicas y programáticas.  En todo caso, el principal factor de desgaste no era otro que la represión franquista.

-¿Desactivaron, también, la calle, desde el exilio, y la activaban, casi a su antojo?

-CM.  Una de las conclusiones del libro, que deshace muchos tópicos y lugares comunes, que no por muy repetidos son ciertos, es que, por una parte, siendo el PCE la formación más importante del antifranquismo, no se  puede sobreestimar su capacidad de movilizar o de  desmovilizar. Lo que hacían sus militantes era, fundamentalmente, formular reivindicaciones  ampliamente compartidas e impulsar formas de acción que pudieran contar con apoyos amplios, lo que podía traducirse en el éxito de la movilización. Pero si no lograban una buena sintonía con los colectivos que aspiraban a movilizar, las acciones fracasaban. Y no fueron pocos los fracasos.

Otra cosa es que, los militantes comunistas actuaban en función de una  determinada estrategia y que, situados en los años setenta, rechazaran  propuestas de otros grupos que a su entender podían tener efectos contraproducentes para alcanzar los objetivos fundamentales trazados, la democracia y el fortalecimiento del movimiento obrero.

  -¿Cómo influyó o creéis que pudo influir el fenómeno maquis en el devenir del Partido Comunista?

-PY. La lucha armada mediante las agrupaciones guerrilleras  correspondió a la política llevada a cabo en una coyuntura en la que el PCE –como el resto del antifranquismo- creyó que la dictadura podía ser derribada. Cuando resultó evidente lo contrario, es decir, la consolidación del franquismo en el escenario de guerra fría, el PCE optó por un “cambio táctico”, que de hecho era un cambio estratégico, que, pese a que tuvo también  costes,  permitió la supervivencia del partido y puso los primeros fundamentos para convertirse años después en “el partido de los movimientos sociales”. 

-Y qué otros factores, pero hablemos de factores comunes, hacían que el Partido ejerciese más la hegemonía a la oposición a la dictadura, pero, a la vez, les hiciese caer en la autodestrucción.

-CM. El PCE obtuvo en las elecciones generales del 15 de junio de 1977 un resultado modesto. Muchos militantes lo vivieron como una “injusticia histórica”. Pero lo que las elecciones mostraron es que el PCE pudo captar el voto de una parte importante de los sectores movilizados pero no el de una izquierda sociológica mucho más extensa que dio su voto al PSOE. Lo mismo pasó en Portugal y en Grecia, en las elecciones celebradas tras la caída de las dictaduras de ambos países. En los tres casos, se puso de manifiesto que una cosa era liderar la acción antidictatorial y otra captar el voto de sectores muy extensos de la sociedad que habían sido pasivos, incluso entre las clases trabajadoras.

En el PCE, a partir de 1980, con un escenario político tanto español como internacional cada vez más adverso –estamos en el comienzo de la “revolución conservadora” tras la elección de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan, en un marco de profunda crisis económica, y de inicio de la “segunda guerra fría”-, emergieron tensiones internas, algunas fruto de los problemas  derivados del paso de la clandestinidad a la legalidad, otras de valoraciones divergentes de actuaciones anteriores, a las que se añadieron, y de forma muy importante, las críticas a las formas de dirección del secretario general y su entorno más próximo. Esos fueron los factores que determinaron la crisis del partido, y la mala gestión de la crisis por parte de la dirección fue lo que desencadenó el proceso de autodestrucción. 

-Las relaciones dominantes de unos sobre otros, ¿pueden ser, siempre ayer como hoy, parte del problema?

-PY. Determinadas formas de organización y de dirección de un partido, si éste no tiene una militancia sumisa y acrítica, y la incapacidad de regular la gestión de las discrepancias pueden destruir a un partido político.

PereYsas.jpg-¿Por qué me da  a mí por pensar que el Partido Comunista fue tragando y metiéndose él solito como en un callejón sin salida, aún sabiendo que lo que hacían era peligroso para mantener su idiosincrasia…?

CM. No, el PCE tuvo una política coherente; el acuerdo en su seno sobre la prioridad de la lucha por las libertades en primer lugar, y sobre una vía al socialismo mediante la “revolución de la mayoría” y sobre un modelo de “socialismo en libertad”, bien diferenciado del soviético, tenía el apoyo de la inmensa mayoría de los militantes. El PCE tuvo resultados electorales modestos pero crecientes a lo largo de la transición, hasta el hundimiento de 1982. No fue el hundimiento electoral lo que llevó a la crisis del partido, sino la crisis interna la que causó el hundimiento electoral.

-Y claro como en los partidos se votan o se hacen cosas aunque no se esté de acuerdo….se acaban riendo “gracias” neoliberales, verdaderos esperpentos como son el sostén de la Corona a costa de perder la dignidad de las ideas e ideales o a tragar con capítulos de la Constitución, que todavía imperan hoy, con una tranquilidad pasmosa. ¿Qué nos podéis reflexionar?

-PY. La contribución del PCE al texto constitucional fue muy relevante. Tal como quedaron asegurados en la Constitución algunos derechos fundamentales, como por ejemplo el de huelga, se debe al grupo comunista.

La posición del PCE en la elaboración de la Constitución, partiendo de la composición de las Cortes, fue dejar de lado la defensa de propuestas testimoniales que no tenían ninguna posibilidad de prosperar, y concentrarse en buscar que el acuerdo posible se situara lo más cerca posible de sus posiciones, habitualmente dejando fuera a Alianza Popular. Esa opción ciertamente pudo desdibujar ante determinados sectores, incluida parte de su militancia, las posiciones del partido. Pero el texto final se acercó mucho a los objetivos formulados por el PCE al inicio del proceso constituyente, y que no eran otros que lograr una democracia que garantizara la soberanía popular y las libertades y derechos fundamentales y una “constitución económica” que permitiera políticas de transformación social si en el futuro se lograban mayorías suficientes para llevarlas a cabo. Lo de la monarquía está claro: no había en las Cortes elegidas una mayoría republicana. Y lo que fue objeto de debate entre derecha e izquierda fue el carácter de la monarquía parlamentaria. AP y UCD querían que el rey tuviera importantes poderes, como, por ejemplo, el de vetar leyes aprobadas en el parlamento y enviarlas al tribunal constitucional. La izquierda, tanto el PCE como el PSOE, batallaron, y lograron, que los poderes del Jefe del Estado quedaran reducidos a la mínima expresión. Como afirmó críticamente Julián Marías, se estableció una monarquía al precio de que su papel fuera mínimo. 

Pero claro, una cosa era el texto constitucional, que Santiago Carrillo definió como un “un programa político-social”, y otra bien distinta el desarrollo –o mejor aún, el no desarrollo- de muchos de sus preceptos o su restrictiva interpretación. Pero ello significa dirigir la mirada no al proceso de transición sino a las mayorías gobernantes en las décadas posteriores, empezando por los gobiernos del PSOE entre 1982 y 1996.

 

 

 

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De la hegemonía a la autodestrucción. El Partido Comunista de España (1956-1982). Carme Molinero, Pere Ysás   
512 páginas       15,5 x 23 cms.
24.90 euros
Crítica


Uno de los acontecimientos más dramáticos de la transición española fue la suerte corrida por el Partido Comunista de España que, habiendo alcanzado la hegemonía entre las fuerzas de izquierda durante la lucha contra el franquismo, se precipitó en pocos años hasta su autodestrucción. Carme Molinero y Pere Ysàs han investigado el curso de esta historia desde finales de los años cincuenta, a partir de la política de reconciliación nacional, hasta la crisis de principios de los ochenta, adoptando como perspectiva la visión del papel que el PCE desempeñó en la sociedad española en una época de profundos cambios, y no, como suele ser habitual, como una historia interna del partido, aunque hayan tomado en cuenta sus debates y sus crisis. Su propósito ha sido estudiar la actuación de los comunistas, más allá de las apologías y las descalificaciones, con el fin de recuperar una imagen objetiva de lo que significaron realmente el partido y sus militantes en una época decisiva de la historia de España.

Leer primer capítulo:
http://static0.planetadelibros.com/libros_contenido_extra_click/35/34441_De_la_hegemonia_a_la_autodestruccion.pdf/00066/0/222987?_ga=1.68205335.763820801.1474653595


Pere Ysàs es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador del Centro de Estudios sobre las Épocas Franquista y Democrática (CEFID-UAB). Es autor, en colaboración, de una decena de libros; los más recientes: La anatomía del franquismo. De la supervivencia a la agonía, 1945-1977, publicado por Crítica en 2008, y Els anys del PSUC. El partit de l’antifranquisme (1956-1981), publicado en 2010. Es autor, también, de Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia, 1960-1975 (Crítica, 2004). Ha participado en casi un centenar de obras colectivas, algunas como director o editor –entre las más recientes, Construint la ciutat democrática. El moviment veïnal durant el tardofranquisme i la transició (2010), y Temps de dictadura, postguerra i canvi social (2011)–­, ha publicado varias decenas de artículos en revistas especializadas y ha sido ponente invitado en numerosos congresos internacionales.

Carme Molinero es catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigadora del Centro de Estudios sobre las Épocas Franquista y Democrática (CEFID-UAB). Es autora, en colaboración, de una decena de libros; los más recientes: 
La anatomía del franquismo. De la supervivencia a la agonía, 1945-1977, publicado por Crítica en 2008, y 
Els anys del PSUC. El partit de l’antifranquisme (1956-1981), publicado en 2010. Es autora también de La captación de las masas. Política y propaganda en el régimen franquista (2005) y La lucha del régimen franquista por su supervivencia, 1960-1975 (Crítica, 2004). Ha participado en casi un centenar de obras colectivas, algunas como directora o editora –entre las más recientes, Construint la ciutat democrática. El moviment veïnal durant el tardofranquisme i la transició (2010), y Temps de dictadura, postguerra i canvi social (2011)–­, ha publicado varias decenas de artículos en revistas especializadas y ha sido ponente invitada en numerosos congresos internacionales.

 

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