9788417140441.jpgCazarabet conversa con...   Gabriel Plata Parga, autor de “La frontera entre franquismo y antifranquismo. Colaboración cultural y ambigüedades ideológicas” (Trea)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Gabriel Plata Parga escribe para la colección Piedras Angulares de Editorial Trea un libro que se acerca a la colaboración e interacción cultural, con sus ambigüedades ideológicas

Con la lectura del presente libro realizamos un recorrido por sellos, periódicos, ediciones, publicaciones…

El trabajo es un guiño total y absoluto a la investigación en torno al mundo cultural y a los que le dieron forma y contenido…

Recordaremos el “hilo cultural” del primer y del segundo franquismo y veremos cómo evolucionaron.

Tomando el pulso a “lo cultural” se podrá encontrar la frontera entre el franquismo y el antifranquismo.

Lo que nos dice o nos explica la sinopsis del libro:

Esta obra es un ensayo de síntesis, muy ceñido a la bibliografía académica, sobre la relación entre el franquismo y lo que se situaba más allá de él, incluido el antifranquismo, en los planos cultural e ideológico. El objetivo es doble: resaltar la colaboración, forzada pero fecunda, entre régimen, no régimen y oposición en el mundo cultural, a través de instituciones, revistas, canales de promoción artística, etcétera, tanto oficiales como oficiosamente franquistas; y subrayar las ambigüedades de la frontera entre régimen y oposición en alternativas como dictadura y democracia, derecha e izquierda o confesionalismo y laicidad. Colaboración cultural y ambigüedades ideológicas trenzan un tejido complejo y apretado, en sí mismo incompatible con toda visión simplista y maniquea de nuestro pasado próximo.

El autor, Gabriel Plata Parga:

(Santiago de Compostela, 1954), doctor en historia (Universidad de Navarra), ha sido profesor de Educación Secundaria en Bilbao y Madrid. La derecha vasca y la crisis de la democracia española (1931-1936) (Bilbao, 1991), recogió su tesis doctoral. Orientado hacia el estudio de la cultura y el pensamiento de la izquierda sesentayochista en España, publicó La razón romántica: la cultura política del progresismo español a través de «Triunfo» (1962-1975) (Madrid, 1999) y De la revolución a la sociedad de consumo: ocho intelectuales en el tardofranquismo y la democracia (Madrid, 2010). Este nuevo libro ensancha la mirada de los anteriores hasta una perspectiva de conjunto.
Saber más de este autor desde sus trabajos:

https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=2449542

 

Cazarabet conversa con Gabriel Plata Parga:

fronterafranquismo.jpg-Amigo Gabriel, la frontera entre el franquismo y el anti franquismo ¿también se establecía, cómo se establece, desde lo cultural?  

-El régimen salido de la guerra civil pretendía que toda la vida cultural se desenvolviera dentro de los márgenes, los contenidos, los canales, aceptables para los vencedores. Había una intención totalitaria. Y esto definía un límite, una frontera, a la que había de acomodarse todo el que pretendiera llevar adelante una vocación, desarrollar una obra, aportar algo a la sociedad en el ámbito cultural, la investigación, las artes, la universidad, el periodismo, etc. Así se estableció una colaboración forzosa, pero eficaz, entre el régimen y lo que estaba más allá de él en el plano cultural,      

-¿Cómo y de qué manera era controlada por la dictadura la vida y las disposiciones culturales?

-Por medio de una compleja red de organismos dependientes de diversos ministerios o instancias y que pasaron de unas a otras familias del régimen a lo largo de su historia. En plena guerra se constituyeron los servicios de Prensa y Propaganda, que abarcaban el cine, el teatro, las ediciones, la radio, la música, las artes plásticas, etc., luego todo esto se agrupó en la Vicesecretaría de Educación Popular, y desde 1951 en el  Ministerio de Información y Turismo. Pero además el SEU, el sindicato estudiantil, contó con sus propias revistas y actividades culturales. El Instituto de Estudios Políticos y su revista constituyeron instrumentos de alta cultura al servicio, claro está, de la dictadura, de sus necesidades de adaptación en cada coyuntura. El Ministerio de Exteriores puso en marcha el Instituto de Cultura Hispánica. En manos católicas se desenvolvió el CSIC y su revista emblemática, “Arbor”. También la Organización Sindical jugó un papel, administrando, por ejemplo, el crédito sindical a las películas de cine. Aparte de la presencia de una prensa del Movimiento, la prensa privada sufrió un férreo control que no se suavizó hasta la Ley de 1966. La universidad sufrió un atroz desmoche, y los profesores depurados fueron sustituidos por personal afín. La dictadura mostró una clara voluntad de hacerse presente y activa en la vida cultural y espiritual de la nación, de constituirse como Estado de cultura, nada más falso que imaginar una actitud de indigencia, desprecio o abandono en este plano, como hace un antifranquismo desinformado.

-¿Y bajo qué factores?

- Todos aquellos organismos ejercían una doble función inseparable de control e impulso de la vida cultural, de censura y protección, de asfixia y socorro, lo podríamos decir de muchas formas paradójicas. Y los intelectuales, artistas, periodistas, catedráticos, pasaron por las horcas caudinas de aquellas condiciones, unas veces de grado, otras por fuerza, en una medida mucho mayor de la que hoy se reconoce, porque hoy nadie quiere deber nada al franquismo. Sin embargo, aquella colaboración cultural, pues de esto se trata, entre la dictadura y quienes se situaban más allá de ella, antifranquistas incluidos, fue un instrumento eficaz, fecundo, enriquecedor para la cultura española. No conllevaba colaboracionismo vergonzoso, pues la dictadura, en contra de los tópicos, no exigía adhesión incondicional a quienes se aproximaban a su frontera. No podía hacerlo porque no era lo bastante fuerte, un país es una cosa muy compleja, y la brutalidad no es lo mismo que la fortaleza. 

-Debe y hay un momento en que se empiezan a desprender unas piezas del férreo marcaje, ¿es así?, ¿cómo y cuándo?

-La imagen no me parece adecuada. Más que piezas que se desprenden, lo que hay son piezas que acceden esa frontera de colaboración que marca la dictadura, una frontera acaso incomoda, siempre irritante, a veces castradora, pero que constituía en definitiva un espacio habitable, aparte del único posible en el primer franquismo. Y así se desenvolvió la cultura española del interior y dio frutos muy estimables.    

-Las publicaciones de aquella época, algunas de ellas sí que intentaban no sé si como colar artículos, firmas, reportajes que, de seguro, a la dictadura nunca se le habría pasado por la cabeza, pero…

-Pensar que la dictadura se dejaba “colar” cosas es menospreciar su rigor y complejidad. Más bien lo que sucedía era que una parte de la diversidad, de la peligrosa pluralidad, podríamos decir, de la España real, se manifestaba en la frontera de colaboración del régimen, y de esta manera el régimen “acantonaba en el límite” parte de las fuerzas potencialmente peligrosas para él. Al mismo tiempo, el mundillo cultural se enroscaba en los pliegues de la dictadura y se acomodaba en cierto modo a ella.

-¿Qué papel jugaba en todo esto el “cuerpo docente de las universidades”?; ¿y el alumnado?

-La universidad sufrió una severa depuración a raíz de la guerra, redondeando las cifras unos cien catedráticos de un total de quinientos fueron depurados en el bando rebelde, otros tantos lo fueron en el republicano, y las oposiciones aseguraron el ascenso de personal adicto. Si atendemos a esa frontera entre franquismo y antifranquismo en la universidad, se observa que al menos en las facultades de políticas, derecho, economía y filosofía, no faltaron catedráticos franquistas o conservadores que auparon a la docencia y ampararon a profesores del mundo de la progresía, incluidos comunistas, quienes a su vez hicieron otro tanto una vez alcanzaron la cátedra. En cuanto al alumnado, se ha señalado que el régimen fracasó a la hora de inculcar sus ideales a las nuevas promociones universitarias, y acabó dando por perdido a estos efectos el mundo estudiantil.

-¿Cuáles eran los principales “medios oficiosos”?

-Llamo así a grupos de la Iglesia que proporcionaron personal y legitimidad al régimen, pero que también definieron una frontera en la que podían desenvolverse grupos e iniciativas sin encaje en la España oficial de su tiempo. Fue el caso de la Juventud Obrera Católica y la Hermandad Obrera de Acción Católica, que desde finales de los años cuarenta incubaron procesos de alejamiento del régimen y eclosión de una cultura cristiana de izquierdas. La Asociación Católica Nacional de Propagandistas fue, como se sabe, una de las familias del régimen, pero también organizó las Conversaciones Católicas Internacionales de San Sebastián, en las que se llegó a hablar de un posible  Estado aconfesional, e impulsó el movimiento europeísta que planteó el primer desafío público de la oposición democrática del interior a la dictadura, en el famoso Congreso de Munich de 1962. La revista católica “El Ciervo” nació con los auspicios de los propagandistas católicos, el carlismo catalán y el Ministerio de Educación, para llegar a enlazar con el Frente de Liberación Popular y la nueva izquierda de los años 60. 

-¿Era desde los privados donde se podía ejercer mayor independencia?

-Pues no necesariamente, porque los medios de Falange, como las revistas universitarias y el Instituto de Estudios Políticos, ofrecieron una frontera con perspectivas allende la dictadura, como el liberalismo del siglo XIX, el europeísmo abierto, la sociología anglosajona, la sujeción de la Administración pública al imperio de la ley, actitudes laicas o agnósticas, inquietudes literarias o artísticas de carácter amplio y general, y hasta insinuaciones antiburguesas, antiyankis, anticapitalistas… De manera destacada en “Acento Cultural”, una revista del SEU infiltrada por los comunistas, publicada en los años bisagra entre el primer y el segundo franquismo, a fines de los 50. 

-Pero aparte de todo esto estaban o están las aportaciones en otras artes: cine, teatro, narrativa, novela, artes plásticas…todas ellas podían “ejercer” a favor del franquismo, pero también ir haciendo camino a través del anti franquismo

-En todas estas artes que has mencionado operó a fondo esa dialéctica de control-impulso por parte del Estado a la que me refería, y dio frutos perdurables. El resurgir con fuerza de la narrativa en la posguerra, el triunfo internacional de la vanguardia artística española a finales de los 50 (Tàpies, Saura, etc.), el desarrollo de un cine y un teatro moral e intelectualmente comprometidos (Buero Vallejo, las producciones cinematográficas de Querejeta, etc.), todo esto se nutrió en esa frontera habitable, aunque a ratos humillante, entre franquismo y antifranquismo, y no conllevó ninguna mancha de colaboracionismo culpable para quienes se establecieron en ella. A la larga, la modernización de la cultura española, como la modernización económica del desarrollismo, acabaría por resultar incompatible con las estrecheces de la dictadura y contribuyó a romper sus costuras.  

-¿En todo este viaje de lo cultural dentro de la dictadura franquista se distinguen claramente dos fases: el primer franquismo y el segundo?

-Sí, claro, esta distinción ya ha salido en esta conversación, la distinción por lo que respecta a la cultura es que se produce una liberalización notable, efectiva, aunque entrecortada por desagradables sobresaltos censores, a partir de la cual se podía llegar muy lejos en el tratamiento de cuestiones como la democracia, el socialismo, la revolución, con dos condiciones, eso sí: no incurrir en una descalificación explícita del régimen, que sería un suicidio, y no tener detrás un partido político, y mucho menos el partido comunista. Pero si uno se mantenía en un plano general y si sólo descendía a lo concreto en cuestiones de política extranjera, entonces, repito, no había grandes problemas. Así, en esta etapa se fundan o renuevan revistas de clara significación contraria al régimen, como “Triunfo” y “Cuadernos para el Diálogo”, y una cultura política de izquierda radical floreció en los quioscos desde principios de los 60. Por su parte, en el segundo franquismo una industria editorial renovada (Seix Barral, Alianza, Taurus, Tusquets, etc.) introdujo valores y contenidos de la cultura moderna, incluidos los disolventes de la mentalidad católica y tradicional, pero eso sí, al cobijo del Estado, apoyada en la protección oficial de los Planes de Desarrollo, de acuerdo con esta idea de la “colaboración cultural” que ensayo en este libro. 

-¿Podemos afirmar que había personas comprometidas desde el franquismo enfrascadas o dentro del mundo cultural?; aunque supongo que habrá otras personas comprometidas en la lucha contra la dictadura desde la cultura, aunque, es de entender, que trabajando “como vigilados” y con mucha precaución…

-Claro que había personas comprometidas a favor del franquismo dentro del mundo cultural. Pero no hay que olvidar que en definitiva el franquismo perdió la batalla de las ideas. Y también había personas comprometidas contra la dictadura desde la cultura, muy vigiladas, con mucha precaución, etcétera… pero al mismo tiempo apoyadas en las oportunidades que brindaba la propia esfera oficial, como intento hacer ver.

-Háblanos un poco, resumiendo, de unas publicaciones y de otras…

-En el segundo franquismo aparecen publicaciones opositoras como “Triunfo”, “Cuadernos para el Diálogo” y “Cuadernos de Ruedo Ibérico” –esta última se publicaba en París, pero estaba escrita en buena medida por antifranquistas del interior-. Estas revistas eran expresión del nuevo radicalismo que animó la cultura en los años sesenta y setenta, aunque el caso de “Cuadernos para el Diálogo” es algo más complejo. En estas revistas se hacía visible una cultura política que era sólo ambiguamente democrática, si entendemos la democracia en el sentido liberal, parlamentario, de partidos, y de base económica capitalista; o sea, la que consagró la Constitución de 1978. El radicalismo sesentayochista perseguía transformaciones profundas, que se juzgaban más valiosas que una mera democracia formal de tipo occidental, y que podían exigir, si llegaba el caso, el sacrificio de las libertades… Y el caso pareció llegar, no sólo en el Tercer Mundo, sino también en el Chile de Allende y el Portugal de los claveles… Por eso mi libro lleva un segundo subtítulo, “ambigüedades ideológicas”. El radicalismo sesentayochista, sólo ambiguamente democrático, se hizo sentir en ámbitos diversos, como aquellas revistas, los grandes intelectuales prestigiados por el desafío a la dictadura, las culturas políticas de los partidos de izquierdas, la peculiar mentalidad de los cristianos de izquierdas, la Unión Militar Democrática, el carlismo de Carlos Hugo de Borbón, y con una manzana envenenada engendró el mundo de ETA.        

-Así como de los nombres… ¿Había en aquellos años más “activismo” atribuido a los hombres, relegando a las mujeres?...

-Bueno, hablar de nombres de personas sería muy largo. Desde luego que había mujeres activistas, pero ahora mismo no recuerdo haber citado a ninguna en mi libro.  

-¿Forman parte, hoy y ahora, de la historiografía cultural y social?

-Quienes actuaron en el mundo de la cultura en el franquismo y en el antifranquismo sí están muy presentes en la historiografía actual. Sin embargo, el radicalismo ideológico sesentayochista en España está, a mi juicio, poco atendido, se tiende a resbalar sobre él o a obviar, a disminuir su significación. Creo que se debe a ese carácter ambiguamente democrático al que me he referido, que estropea la narración lineal y ejemplar de una oposición animada de ideales limpiamente democráticos enfrentada a la dictadura franquista, que desemboca en el final feliz de la transición, la Constitución y la democracia. Pero la historia no se puede sacrificar a las conveniencias políticas del presente. Por eso he querido poner en acento en este libro en dos realidades que me parecen desatendidas, como la “colaboración cultural” y las “ambigüedades ideológicas”.

-Aunque no son presente, ¿verdad?... quiero decir que forman parte desde la reflexión, el estudio, la investigación del pasado, pero ¿sería justo decir que “la cultura” actual se lo comió?, ¿nos preocupamos y nos ocupamos más en consumir que en reflexionar?

-La cultura política presente, la que cristalizó en la España de la democracia, fue la de la oposición alegal o tolerada del segundo franquismo, una oposición que se disimulaba tras asociaciones culturales y despachos de abogados, y que se relacionaba con iniciativas culturales movidas por la mano oculta de la CIA. Promovía la democracia liberal, la integración en el Mercado Común y en la OTAN, y la autonomía regional. Lo que tenemos. En cuanto a la cultura política del nuevo radicalismo del 68, hay que matizar. Su vertiente marxista, socialista, revolucionaria, quedó en vía muerta con la aprobación de la Constitución de1978. En cambio, su vertiente anarquista, orientada a la transgresión de las normas, la liberación de las costumbres y la ética individualista, sí encontró sentido y utilidad en la democracia, porque se amalgamó fácilmente con el hedonismo de la sociedad de consumo que alcanzó su cénit por entonces. De ahí el éxito de pensadores como Aranguren y Savater. De modo que esta vertiente sí forma parte del presente, no sólo de la investigación del pasado.

¿Qué si nos ocupamos más en consumir que en reflexionar? La sociedad de consumo deja espacio para todos los gustos e inclinaciones, también para los estudiosos y reflexivos; lo que pasa es que no jerarquiza, es decir, un par de botas equivale a Shakespeare.  

-En esta frontera entre franquismo y anti franquismo, mirando como miras la cultura… ¿qué papel ocupa, entre tus reflexiones, la religión?

-Creo que ya he contestado a esto anteriormente, asociaciones católicas oficiosamente franquistas se aproximaron a la frontera que miraba más allá del régimen e incluso sirvieron de fermento de la cultura política radical de los cristianos de izquierdas. Es extraño que fuera un periodista católico, Miret Magdalena, quien plantease en “Triunfo” el derecho al aborto el último año de la vida de Franco.

 

_____________________________________________________________________

Cazarabet

c/ Santa Lucía, 53

44564 - Mas de las Matas (Teruel)

Tlfs. 978849970 - 686110069

http://www.cazarabet.com

libreria@cazarabet.com