Cazarabet conversa con... Álex Chico,
autor de “Un final para Walter Benjamin” (Candaya)
Editorial Candaya
nos trae una obra narrativa desde la pluma de Álex Chico que es sobresaliente,
sublime… sencilla pero, a la vez, contundente.
Lo que nos dice la Editorial Candaya de este libro. La sinopsis:
En septiembre
de 1940, un grupo de refugiados abandona Francia por un paso clandestino de los
Pirineos. Esperan atravesar España y seguir su ruta hacia América, huyendo de
la barbarie que se había apoderado de Europa. Su primera parada es un pequeño
pueblo fronterizo, Portbou, una bahía perdida entre collados y senderos, y un
lugar clave en la larga marcha del exilio. Sin embargo, no todos consiguen
continuar su camino. Uno de ellos, un apátrida sin nacionalidad al que las
autoridades españolas rebautizan como Benjamin Walter, aparece muerto unas
horas más tarde.
Setenta y
cuatro años después, el narrador de esta historia decide viajar a Portbou con
el propósito de averiguar qué pasó durante las últimas horas de Walter
Benjamin. No obstante, su investigación inicial se va ramificando y deja paso a
nuevas cuestiones que afectan a ese ensimismado pueblo fronterizo y a los
sucesos que han ocurrido allí desde finales del siglo XIX hasta nuestros días.
A medio camino
entre el ensayo, la novela, el diario o la crónica de viajes, Un final
para Benjamin Walter propone una lectura en dos direcciones, de
Portbou a Walter Benjamin y viceversa, así como una melancólica reflexión sobre
el pasado que interroga al presente y sobre el difícil arte de sobrevivir.
El autor de
esta obra narrativa:
Álex Chico
(Plasencia, 1980) es licenciado en Filología Hispánica y DEA en Literatura
Española. Ha publicado el cuaderno de notas Sesenta y cinco momentos en
la vida de un escritor de posdatas (2016), el ensayo ficción Un
hombre espera (2015) y los libros de poemas Habitación en
W (2014), Un lugar para nadie (2013), Dimensión
de la frontera (2011), La tristeza del eco (2008) y
la antología Espacio en blanco 2008-2014 (2016).
Sus poemas han
aparecido en diferentes antologías y en publicaciones tan prestigiosas
como Turia, Suroeste, Ærea,Litoral, Estación Poesía o Librújula. Ha ejercido la crítica literaria en
diversos medios, como Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Nayagua, El Cuaderno, Ulrika, Revista de Letras o Clarín.
Fue cofundador de la revista de humanidades Kafka. En la actualidad
forma parte del consejo de redacción de Quimera.
¿Leemos un poco de esta obra?
https://www.candaya.com/wp-content/uploads/2017/11/unfinalseleccion.pdf
Sobre Benjamin Walter; Walter Benjamin:
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/benjamin.htm
http://walterbenjaminportbou.cat/es/content/passatges-de-vida
Cazarabet conversa con Álex Chico:
-Álex, ¿por
qué, hoy y ahora, un libro sobre Benjamin Walter? ¿Qué te atrae de Benjamin
Walter y qué es lo que te lleva a Portbou y a adentrarte en sus últimos días?
-La obra de Walter Benjamin es tan
sugerente, tan rica en matices y propuestas, que todos los momentos son
oportunos para acercarse a ella. Tiene un poder clarificador, epifánico, capaz de adaptarse a cualquier instante de
nuestras vidas. Es impresionante, porque pocos autores han logrado leer su
época de una forma tan minuciosa y, al mismo tiempo, avanzarse a épocas
futuras. Que me acercara a esas últimas horas responde a dos motivos: como un
homenaje a su obra y, a la vez, como un intento por aproximarnos al presente a
través del pasado.
-¿Por qué Walter Benjamin genera, hoy por hoy,
tanta “expectación”…no llega o no ha llegado nunca a ser “TOP3”, pero se
encuentra o se puede encontrar en tantas “ramas de la narrativa y del
pensamiento”, de manera constante, que es difícil no pensar en él cada
“X” tiempo. ¿Cómo lo ves?
-Es exactamente así. Walter Benjamin
nunca pasará de moda porque nunca ha estado de moda. Es decir, su presencia nos
recorre, aunque no ocupe a primera vista un lugar central. Siempre está ahí,
siempre es capaz de iluminarnos. Es un autor fascinante, porque su lectura se
puede disgregar en múltiples direcciones. Podemos abordarlo desde el arte, la
literatura, la sociología, la política, la geografía, el periodismo, la
historia, la filosofía… No hay tantos autores que admitan una reflexión tan
multidisciplinar. Tiene un poder anticipatorio,
clarividente. Quizás esa es una de las claves que más me atrajeron de su vida y
de su obra.
-Me da como si Walter Benjamin, desde tu escritura,
al final es él el que “invade” lo que desde tu narrativa se desprende con los
temas de siempre.
-Sin lugar a dudas. Un libro como este
está cruzado por Benjamin. De eso me di cuenta después de haberlo escrito. Sé
que la predisposición era esa, aunque no sabía hasta qué punto lo había conseguido.
Javier Goñi, en Babelia, lo
resumió muy bien. Dijo: “apenas sale Benjamin en ese viaje, pero está presente
en todas sus páginas”. Ese sería un buen resumen: no es un libro exclusivamente
sobre Benjamin, pero es un libro benjaminiano. La
presencia de Walter Benjamin está en el libro, solo que de una forma menos
evidente. Está en el fondo, en los temas, como comentabas. Está en la forma de
tratarlos, en su estructura, en su idea compositiva.
-Portbou lugar de frontera entre dos países…,
dos países rotos por el dolor o por los dolores de las guerras, de los
conflictos, donde el viento, en aquella estación, te da por todos los lados y
donde parece que todo puede ser más frágil, incluso la vida…Lugares, momentos,
circunstancias y sucesos que hacen que casi te encuentres en una fina línea
entre lugares, momentos vitales…o entre la vida y la muerte, ¿no?
-Cuando estuve en Portbou, y cuando me
decidí a escribir un libro que reuniera al autor con el lugar en el que murió,
me di cuenta de que admitía una doble lectura: Benjamin podía leer a Portbou y
Portbou podía leer a Benjamin. Es una interpretación recíproca, bidireccional.
Por ejemplo, en su condición fronteriza. Todo en ellos está “contaminado” por
esa idea anfibia, limítrofe. Cuando hablamos de territorios, esa posición entre
dos espacios los convierte en seres frágiles, porque todo lo que sucede en
ellos tiene un aire de sospecha. Ningún lugar de frontera está exento de esa
condición, digamos, turbia, poco definida. Ahí está su grandeza y su singularidad,
aunque el precio que deban pagar sea alto. Me pregunto a qué nos enfrentamos
cuando estamos en Portbou, qué nos sugiere, cómo nos interpela. Las respuestas,
o posibles respuestas, también ocupan un lugar intermedio. En esos lugares se
asume que hay una dimensión desconocida irresuelta y que, precisamente por no
tener una respuesta, nos llama, nos convoca, porque habla de lo poco que
sabemos de la vida.
-Tratas de averiguar qué, realmente, le pasó a
Benjamin Walter…si se suicidó, si no se suicidó, si lo mataron…
-La versión oficial es el suicidio.
Sin embargo, cuando estuve en Portbou, alguna gente con la que hablé ponía en
duda esa versión. Para muchos, a Walter Benjamin lo asesinaron. Recuerdo una
conversación con el dueño de una tienda. Me dijo: “A Benjamin lo mataron. Aquí
todo el mundo lo sabe”. Me sorprendió esa seguridad con la me desvelaba el
misterio. Y me sorprendió también cómo la historia de esas últimas horas se
había convertido en una narración oral, algo muy benjaminiano,
por otra parte. Es decir, hay historias que solo se pueden trasmitir oralmente
y es muy difícil consignarlas por escrito. ¿Quién lo asesinó? ¿Los miembros
camuflados de la Gestapo, que andaban por Portbou? ¿Agentes secretos del
régimen de Stalin? Puede ser, por qué no. En mi libro se barajan esas
posibilidades y se plantea una hipótesis: Benjamin se suicidó, pero no por los
motivos que creemos. ¿Por qué no pensar que acabó con su vida sin renunciar a
ella? Su suicidio ayudó a que el resto de exiliados siguiera su camino y pudieran
salvarse. Para Benjamin, el suicidio no era una renuncia, sino una pasión
heroica. ¿Por qué no imaginar que ese desenlace tuvo también un componente
altruista, filantrópico? Existen determinados sucesos a los que no podemos
ofrecer respuestas, sino una suma de conjeturas que se bifurcan sin descanso.
-Empiezas como una investigación que podríamos
decir policíaca, pero, poco a poco, el lector tiene que ir asumiendo
hacia una narrativa muy introspectiva, ¿verdad?
-Exacto. El libro nace con otra motivación:
averiguar qué sucedió en esas últimas horas con vida de Walter Benjamin y
narrarlo según el modelo de una novela policíaca. Sin embargo, ni soy una gran
lector de ese género, ni tengo la habilidad para llevarlo a cabo. De eso me di
cuenta poco después de haberlo comenzado. Recuerdo que aquello me desanimó. Fue
decepcionante no dar ni con el tono ni con la estructura que me había
propuesto. Y en eso me vino a la cabeza una frase de T. S. Eliot: la poesía es
sacar partido a una mala situación. Lo que hice fue aprender de mis
limitaciones como narrador y tratar de sacarles partido. Lo que debía hacer, si
quería escribir una historia como esa, era adaptarlo, adecuarlo a mis propios
estímulos como lector y como escritor. Uno de ellos es tratar de reunir en una
sola obra varios géneros a la vez, géneros que frecuento, como la novela, la
poesía, el ensayo, la crónica, o las memorias. Eso me acercó a otros focos de
atención. El más potente fue el escenario, que en un primer momento no era más
que un espacio secundario, colateral. Me di cuenta de que la historia pasaba
por Portbou. Ahí se encontraba la verdadera novela, en las capas que recubren a
un suceso. No importaba tanto averiguar qué sucedió, sino lo que sucede ahora
por culpa de un pasado no resuelto. Ahí está la introspección que mencionas.
-Lo del
nombre y lo de su cambio –de Walter Benjamin a Benjamin Walter--- es un
error de un agente fronterizo que, al final, también juega para con esa
frontera geográfica, para con el viento de Tramuntana
que se lo lleva todo, quizás para devolverlo, con los cambios del deseo de
existir o de seguir existiendo; de “la pelea” que a menudo tenemos con nuestra
propia identidad y con esas “fases de duelo que todo eso conlleva…”
-La historia que se esconde detrás de
ese nombre truncado es apasionante, porque nos acerca a varias reflexiones.
¿Por qué Benjamin se presentó inmediatamente en una comisaría de policía? ¿Qué
le empujó a hacerlo? ¿No pudo intuir que estaba metiéndose en la boca del lobo?
La vida es una suma de azares, a veces desafortunados, como es el caso. El
cambio de nombre es una trasformación minúscula que encierra un sinfín de
significados. Un error productivo, por llamarlo de algún modo. Para empezar,
esa dislocación entre nombre y apellido le trasformaba en otra persona.
Abandonaba su apellido judío y lo cambiaba por uno más anglosajón. Con un
simple trueque se esfumaban sus propios orígenes. Lo interesante es que
Benjamin ya había escrito sobre el cambio de nombre y lo que suponía. Había
jugado con las palabras de su nombre y de su apellido, había construido
anagramas a partir de sus letras y había reflexionado sobre lo que suponía ese
cambio, que creía paralizante, trascendental. Interesante, ¿verdad? Al final,
parece que Walter Benjamin anticipara en su obra la forma en que iba a
desaparecer de este mundo, como si en la escritura vislumbráramos nuestro
propio final.
-Y al final la muerte, quizás inevitable…de un
pasajero triste en un pueblo de fractura, de frontera, de “caravanas de
exiliados”…
-Vuelvo a lo que he dicho antes: uno
escribe entre líneas su manera de abandonar el mundo, aunque en un primer
momento no seamos conscientes de lo que estamos anticipando. Walter Benjamin
dijo que la Historia debía consignarse a los seres anónimos. Y así fue como murió
él mismo: como un ser sin nombre, apátrida, un exiliado sin nacionalidad,
enterrado años más tarde en una fosa común. Exagerando un poco, podemos decir
que su muerte llevó a las últimas consecuencias su universo literario.
-La portada de tu libro tiene, no sé cómo
expresarlo, mucha fuerza…tanta que es difícil asimilar nada más…de una forma
que la contemplas varias veces mientras lees y antes y después de iniciar cada
sesión lectora…
-Me alegra mucho que veas así esa
portada. Para mí es la verdadera entrada a un libro, su primera página. Forma
parte del contenido, aunque carezca de numeración. Los libros nacen ahí, no en
las letras impresas. Su origen está en la imagen que le da pie. Esta portada es
muy especial para mí. Es una foto que tomé en una de mis visitas al magnífico
monumento de Dani Karavan.
Si te fijas, la silueta que se refleja en el panel que está al final del túnel
es la mía. Ahí está el narrador de esta historia, alguien que se desdibuja a
través del paisaje. Que está y no está al mismo tiempo. Me parece un buen
resumen de la voz narrativa que aparece en la novela.
-El escenario, Portbou, invita a muchas
cosas….al paseo, a la mirada que , de tanto observar, casi puede cansarse, pero
no lo hace porque tiene algo de especial…ese paisaje es tremendo y es el
paisaje, el lugar, que Benjamin Walter/Walter Benjamin parece escoger para
encontrar o encontrarse con “su final”…
-Es verdad, bien pensado puede existir
una oculta elección. Por lo que te comentaba antes: la escritura anticipa tu
manera de desaparecer del mundo. Creo que hay azares provocados. A veces, la
casualidad tiene poco de casual, porque nos hemos preparado antes para un
encuentro que, al comienzo, pensamos que es fortuito, accidental. Al principio,
ese encuentro nos resulta azaroso, pero si lo pensamos bien no hemos hecho otra
cosa que provocarlo para que sucediera en algún momento. Nos hemos predispuesto
a que ocurra. Puede que algo de eso haya también en Benjamin. Puede que Portbou
ya estuviera en sus textos, solo que no aparecía mencionado. Para mí el viaje
supone un regreso, aunque no hayamos pisado antes el lugar en el que nos
encontramos. Ese paisaje, por otra parte, es tremendo. De hecho, es el culpable
de que el libro continuara escribiéndose. Lo digo en la novela: fui buscando a
un autor y me acabé encontrando con un pueblo.
-¿Me da la impresión que es una novela de
historias que no de “una historia”?-Además, tu narrativa es especial, en Un
final para Benjamin Walter…busca reencontrarse con la poesía o con la narrativa
poética, ¿no?
-Todas las historias, si nos fijamos
bien, encierran otras muchas historias. Como en el cuento La nueva Melusina de Goethe o en las
muñecas rusas, siempre se albergan otros universos en miniatura. Las buenas
historias se bifurcan, se multiplican, se disparan hacia múltiples lados.
Literariamente hablando, me interesa mucho algo que llamo “realidad disparada”.
Así es como juzgo lo que nos sucede, como una suma de historias que se disparan
y que siempre nos conducen a otros tiempos y lugares. Los sucesos no son hechos
aislados, sino eslabones de una cadena que, en ocasiones, se extiende sin
final. Todo parece conectado, como ese delirio de relación del que nos hablaba
W. G. Sebald. También en los géneros literarios. ¿Por
qué no echar mano del poema en prosa cuando escribimos novela? ¿Por qué no
convertir el ensayo en un diario de viaje? Somos islas, sí, pero islas en
perpetuo movimiento. No aisladas, sino inscritas en un inmenso
archipiélago.
-Amigo, las guerras son momentos en los que nuestros
protagonistas, los tuyos—en este caso—se buscan, se encuentran…encontrando y
encontrándose, encarándose, a menudo, con lo peor…la desilusión de lo que
muchos pudieron hacer y no hicieron, la colaboración con el fascismo, el
nazismo…todo enturbia un pasado y un dolor inasumible…Es difícil retrotraerse a
aquellos años en los que la hipocresía más sanguinaria se revuelve…
-Si algo me ha enseñado la escritura
de este libro, es a descubrir que en el pasado se inscriben algunas claves que
pueden interpretar nuestro presente y, a partir de ellas, encarar el futuro.
Nuestro presente es una consecuencia de nuestro pasado. Venimos de algún lugar,
de una historia compartida, y eso determina nuestros pasos. Por eso, si no
entendemos que los exiliados españoles de la Guerra Civil son los mismos que,
pongamos, los exiliados sirios, no habremos entendido nada. Si no comprendemos
que los emigrantes españoles de los años sesenta son idénticos a los que
emigran hoy desde Senegal u Honduras, no lograremos encauzar nuestro futuro.
Hay algo hipócrita en nuestra percepción del presente, una hipocresía que tiene
que ver con el nulo conocimiento del pasado. En nuestro desinterés por él. En
nuestra predilección por el olvido. No hablar de él es una actitud ante la
vida, una posición política. El silencio es un discurso moral.
-Quizás todo
ello: todos esos valores rotos, trastocados, deshumanizados…puede con el ánimo
de mucha gente que, de repente, van y se rompen como una porcelana, ¿no?
-Hay muchas formas de fracturar una sociedad.
Obviar lo que sucede ahora mismo en Honduras, por ejemplo, es una manera de
romper unos ideales universales o unas normas de convivencia básicas. Que otros
se rompan no significa que esa experiencia no permee en ti. Lo hace, o lo
acabará haciendo, solo que a veces somos tan obtusos que no entendemos cómo
puede afectarnos algo que no sucede a pocos metros de nuestra casa.
-La naturaleza humana juega un papel
demoledor, casi te arrastra…desde la figura de Walter Benjamin a cualquiera de
nosotros, como simples lectores…¿qué nos puedes decir?
-No sé bien cuál es la verdadera
naturaleza humana. Esa es una cuestión que, si consiguiéramos resolverla, nos
apartaría de la escritura, porque se haría innecesaria. Lo que sí creo es que
existen unos valores universales que no se pueden perder. Los seres humanos
podemos mostrarnos despiadados, bárbaros, macabros, pero también somos capaces
de empatizar y de hacer nuestro el sufrimiento ajeno.
Hay una videoinstalación de Bill Viola que lo resume perfectamente. Se llama The Raft. Un
grupo de gente, con edades distintas y orígenes
variados, espera algo, no sabemos el qué. Quizás la llegada del metro o de un
tren. Todos parecen aburridos y se muestran distantes. Nadie se fija en quien
tiene al lado. De repente, les sorprende un enorme chorro de agua que les
empuja y les hace caer. Es imposible sostener su empuje y se desploman en el
suelo. Cuando por fin se detiene ese golpe de agua, sienten la necesidad de
ayudarse, de cooperar. Han sufrido una misma tragedia que les conduce a
solidarizarse con quien también la ha padecido. Se abrazan, lloran juntos, se
consuelan mutuamente… Así juzgo el alma humana. Ojalá no tengamos que esperar a
que nos sorprenda una tragedia, cualquier tragedia, para tratar de acercarnos
al otro.
-Amigo, me imagino que te has tenido que
documentar mucho en torno a la figura de Benjamin Walter/Walter Benjamin…que
los has investigado, estudiado, reflexionado…se nota. Háblanos por favor de
este proceso porque son procesos trabajosos, pero muy, muy, muy enriquecedores,
¿verdad?
-Normalmente, tardo bastante en idear
un libro: documentarme, imaginar un tono, una voz, un narrador, una estructura…
Aunque hay procesos que surgen durante la escritura, ideas que se van sumando
mientras trabajo en él, existe un trabajo previo que me lleva bastante tiempo.
Me ocurrió con un libro sobre José Antonio Gabriel y Galán y París y me ha
ocurrido en una novela nueva que trata sobre mi abuelo y la emigración española
de los años sesenta. En el caso de Un
final para Benjamin Walter también sucedió lo mismo. La idea nació, más o
menos, en 2013, o tal vez antes, porque creo que era una historia que había
imaginado años atrás. Fue un tiempo de visitas a Portbou y de lectura
compulsiva de los libros de Walter Benjamin. Luego, el tiempo de redacción fue
relativamente corto, apenas seis meses y algunos más de correcciones. Es decir,
unos cuatro años de documentación y unos pocos meses de escritura. Le doy tanto
tiempo a esos pasos previos porque disfruto mucho, disfruto anotando en unos
cuantos cuadernos ideas dispersas que se van ramificando poco a poco… La
escritura le termina de dar forma, lo estructura, lo va hilando. Sin embargo,
esa fase anterior, la de los cuadernos, tiene la capacidad de desplegarse y me
va dando pistas acerca de dónde se puede encaminar el libro.
-¿Y cómo le pones orden a todo esto…? Me da
que buscas también respuestas, a la vez, dentro del libro al porqué, por
ejemplo, se escribe, hay o persiste esa necesidad de reinventarse con la
escritura, ¿qué nos puedes decir?
-Cuando publiqué el libro, tuve que
presentarlo en varias ciudades españolas. También recientemente en Ecuador. En
muchas de esas lecturas, a través de las palabras del presentador o del
público, o a través de algunos artículos, me di cuenta de que uno de los temas
fundamentales de la novela es preguntarnos por qué escribimos, en qué
condiciones, qué nos empuja a narrar una historia y encontrar un lenguaje que
nos permita trasmitir esa misma historia. Cuál es el fin que nos obliga a
encerrarnos en una habitación para contar algo y cómo tratamos de conectar esa
experiencia a otras muchas experiencias que suceden a nuestro alrededor. Es
decir, cada vez estoy más convencido de que es un libro que se pregunta por
nuestra relación con la escritura, con la necesidad que tenemos de explicar una
historia, y cómo nuestra identidad se queda fijada en ese proceso. Un final para Benjamin Walter es eso, o
también es eso, creo.
-Has estado en Portbou…no sé si sabes o te han
dicho que “se nota y se palpa”…lo transmites…ahora, un poco desde la distancia
y una vez ,ya ,el libro entre nuestras manos , ¿cómo
lo recuerdas?
-Siempre me alegra mucho que un lector
haga hincapié en eso: que a través de la lectura “se note y se palpe” el lugar
en el que me encuentro, el espacio que narro. En un primer momento, pensaba
incluir una serie de fotografías, al modo de W. G. Sebald.
Luego descarté la idea. Intenté generar una plasticidad que solo se defendiera
con la letra impresa y que la composición de lugar se desplegara en el lector
sin la ayuda de la imagen, o sin la determinación de la imagen. No sé si lo he
conseguido, pero te aseguro que ese era uno de los propósitos del libro. El
otro día, en una conversación, me preguntaron cómo recordaba Portbou, cuál era
mi relación actual con ese pueblo de frontera. Repito lo que les comenté: que
Portbou es mi hogar, solo que es un hogar literario. Esa es la relación que
mantengo con ese espacio, aunque tendría que regresar para ver hasta qué punto
el lugar sigue existiendo tal y como lo recuerdo. Algún día lo haré, estoy
seguro.
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