Cazarabet conversa con... Vicente Abella, traductor del libro
“La extranjera” (Rasmia) de
Sarah Orne Jewett
Editorial Rasmia de Zaragoza nos trae este
relato de Saran Orne Jewtt
desde la traducción de Vicente Abella.
Lo hacen desde la colección Revueltas y
acompañado por el trazo ilustrador de Carla Fuentes que es muy, muy sensible…
Aquello que nos cuenta la sinopsis desde
Rasmia:
Durante una noche de tormenta, en el pequeño
pueblo costero de Dunnet Landing,
la señora Todd recuerda una vieja historia que allí
tuvo lugar. Una narración teñida de trascendentalismo que reflexiona sobre la
soledad, la memoria y el apoyo mutuo.
Presentamos, traducido por primera vez al
castellano, uno de los mejores y más sutiles relatos de Sarah Orne Jewett,
acompañado de las magníficas ilustraciones de Carla Fuentes
La autora, Sarah Orne Jewtt:
Sarah Orne Jewett nació el 3 de septiembre de
1849 en South Berwick, Maine, lugar en el que se
ubican la mayoría de sus historias. Hija de un médico y perteneciente a una
familia acomodada del lugar, disfrutó de una feliz infancia pese a la artritis
reumatoide que sufrió desde temprana edad. Los cuidados y el apoyo de su
familia, que nunca la trataron como a una inválida, hicieron que ello no
supusiese una limitación, y se entregó desde niña al ejercicio físico y los
paseos solitarios por los bosques que circundaban su hogar. No fue a la escuela
y se educó en casa, acompañando a su padre en sus visitas médicas, lo que le
aportó conocimientos sobre plantas y hierbas, y la virtud de escuchar y
observar a los demás, algo que luego supo utilizar muy bien en su escritura. No
llegó a casarse, si bien cultivó duraderas amistades con grandes personalidades
de la época, tanto masculinas como femeninas, la más importante con Annie Adams Fields, figura social
y cultural de gran relevancia, viuda del importante editor James T. Fields. Con ella compartió un estrecho vínculo hasta la
muerte de Sarah, en lo que se llamaba entonces «matrimonio de Boston» 1 . Conoció un éxito temprano publicando cuentos para niños
en la tradición victoriana. Diecinueve libros, de ellos diez colecciones de
cuentos, ocho novelas y un ensayo sobre la conquista normanda de Inglaterra,
conforman su obra. Adscrita al costumbrismo norteamericano del siglo XIX, recibió
importantes influencias del trascendentalismo, con Emerson a la cabeza, los
grandes poetas americanos (Dickinson, Whitman) y la filosofía de Sewdenborg.
Alabada por grandes escritores de la época como Kipling
y sobre todo Willa Cather,
que la consideraba su inspiradora, Sarah Orne Jewett espera una revalorización
y conocimiento en nuestra lengua, a lo que esperamos contribuya esta edición.
Su obra presta especial atención a la descripción detallada de las gentes y
lugares de la zona de Nueva Inglaterra donde vivió, describiendo su vida
cotidiana por medio de agudas observaciones que trascienden su aparente
localismo costumbrista. Sutileza, sensibilidad, profundidad emocional —con
especial énfasis en la comprensión de la vida de las mujeres y sus vinculaciones
intuitivas (lo que hoy llamaríamos sororidad)—,
modestia en el estilo y una narración fluida son algunos de los rasgos
característicos de su buen hacer literario. Algo que se observa en sus mejores
obras, como son: Deephaven (1877), A country doctor(1884), A White Heron
(1886), The country of the pointed firs (1896) (su mejor
novela y obra maestra) 2 o esta The foreigner (1900), un magnífico relato que guarda estrecha
relación con la novela citada, pues repite lugares y personajes que allí
aparecían. Sarah Orne Jewett murió el 22 de junio de 1909 en el viejo hogar
familiar de South Berwick tras una vida tranquila y
moderada, de observadora atenta y discreta de los paisajes y la naturaleza
humana que tan bien plasmó en su obra.
¿Nos acercamos a Carla Fuentes?
Dibujante e ilustradora, Carla Fuentes
(Valencia, 1986) está llenando de un feísmo preciosista a base de acrílicos,
ceras y grafitos las paredes de los nuevos coleccionistas de arte. Quizá sin
ser demasiado consciente de ello, su obra retrata parte de la vida estética de
una generación.
Influida por Equipo Crónica o Eduardo Arroyo,
la sencillez, personalidad y fuerza de sus ilustraciones dan como resultado
paisajes austeros y retratos imperfectos, señas de identidad de su quehacer
artístico. Fue una de las pocas artistas españolas participantes en la
exposición Obey Icon
Tour organizada por el artista urbano y diseñador gráfico Shepard Fairey, o una de las
ilustradoras más jóvenes en aparecer en el volumen número 5 de Illustration Now de
la editorial Taschen, la biblia bianual de la
ilustración en el mundo.
Licenciada en Diseño de Moda y Bellas Artes
por la Universidad San Carlos de Valencia, ha creado visuales y portadas de
discos para bandas de música y solistas como Polock, Russian Red, Ariel Pink´s Haunted Graffiti, entre otros. Ha
trabajado para firmas como Paloma Wool, Mango, Nike, Kiehl’s, Amstel, Sancal, Lladró, Bimba&Lola, Absolut Art, e
ilustrado cubiertas de libros y películas para Jim Jarmusch, Emir Kusturica, Danniel Pennac o el humorista
Eugenio. También cuenta con un libro publicado junto a Lunwerg,
Ilustres conexiones. Sus trabajos han aparecido en revistas como New
York Times, L’Officiel, Esquire,
El País Semanal, Vanidad, Vogue París, Naif Magazine (Brasil), Union Mag (Japón) o Nylon (México),
y en diarios como Le Monde.
En esta ocasión, su obra es una compañía
perfecta para acercarte a la memoria de “ser extranjero o extranjera” en una
tierra llena de promesas, muchas de ellas desgastadas, descosidas…
La primera vez que este relato vio la luz lo
hizo en la revista literaria The Atlantic
Monthy---recién estrenado el siglo XX--, también
formó parte más tarde en el volumen Uncollected Stories desde la edición de Richard Cary,
ya en la década de los 70. Rasmia ha traducido este libro con Vicente Abella
desde la primera versión, eso sí contado con las ilustraciones de Crala Fuentes.
Sarah Orne Jewett ha escrito un relato largo
excelente que se acerca, casi con sigilo a la soledad, la que está formada por
otras soledades; que reflexiona, a su manera “se pregunta” por el hecho de
estar y sentirse en soledad…al que le añade el hecho de ser extrajera….pero el
relato también habla y reflexiona sobre la solidaridad, el apoyo mutuo y todo
ello ejerciendo de la memoria.
La lectura recuerda no sé, a esa literatura
social que, por ejemplo tanto se escenifica en Las uvas de la ira de John Steinbeck, una especie de subgénero dentro de la literatura
norteamericana.
Cazarabet
conversa con Vicente Abella:
-Vicente, ¿qué ha supuesto para ti acercarte a la literatura de
Sarah Orne Jewett?
-Acercarse a una autora hasta
entonces desconocida es casi como encontrarse con alguien en un bar o un café
con quien de repente descubres que compartes una pasión común y tienes la
imperiosa necesidad de saber más y más, de prolongar las horas con café o
cerveza para aspirar toda la esencia de su enigma. Cuando esa persona abandona
el bar, te quedas con un vaso vacío y la estela acre de una velada inaprensible
e inolvidable.
Sarah Orne Jewett fue una
escritora concienzuda y misteriosa de la que poco se ha hablado. Algunos de sus
trabajos merecen el reconocimiento de las grandes obras de la literatura y creo
que lo recibirán dentro de no demasiado tiempo.
-¿Cómo
ha sido adentrarte en «La extranjera»?
-Internarse en una obra que no
había sido traducida con anterioridad es una especie de salto al vacío. No hay
con qué comparar. Se pueden consultar las otras obras traídas a nuestra lengua
—solo dos de momento— y ver cómo han solucionado los traductores el problema de
la voz y el idiolecto de la autora, pero cada texto es distinto y requiere
soluciones muy diferentes.
-Como
traductor supongo que debes documentarte mucho acerca de los autores que
traduces, ¿cómo ha sido?
-Como comentaba, sobre Sarah
Orne lo más que pude hacer fue leer las otras obras traducidas y algunas notas
biográficas. La edición de La tierra de
los abetos puntiagudos de la Universidad de Valencia es de formato
académico y contiene bastantes notas a pie de página que nos sirvieron para
contextualizar la obra («La extranjera» es una secuela de esta novela) y
comprender un poco mejor las motivaciones de los personajes a raíz de la
biografía de la autora. No he leído la de Dos Bigotes, pero tiene pinta de ser
una edición cuidadísima. Por lo demás, la biografía de Sarah Orne es de por sí
sumamente interesante y presenta aspectos que merecerían difundirse en nuestro
imaginario literario.
-¿Qué
particularidades tiene la pluma de Sarah Orne Jewett?
-Puedo hablar de este relato en
concreto. La narración tiene lugar en un pueblecito costero (presuntamente de
Nueva Inglaterra) en las postrimerías del XIX y sus personajes se integran en
una cultura de tradición pesquera. El relato cuenta con numerosas intervenciones
de personajes en forma de diálogo, con lo que el dialecto de su estrato gremial
y social —pueblo pesquero, costa estadounidense, finales del XIX— tiene una
presencia fundamental en la narración. Equilibrar tanto las marcas dialectales
como los modismos marineros con la calidad literaria del relato no ha sido un
asunto sencillo. Por otro lado, las referencias intertextuales —principalmente
pasajes bíblicos— tampoco se identifican a primera vista y requieren una
atención muy aguzada. Un aspecto que también cabe destacar es que hay muchos
elementos autobiográficos en la narración y creímos que sería bonito que el
lector pudiera identificar algunos de los personajes con determinados pasajes
de la vida de Sarah. Le pedimos a Carla, la ilustradora, que este aspecto
quedara reflejado y el resultado está en el libro —con la maestría que
caracteriza a Carla Fuentes—.
-¿También te documentas sobre todo lo que la rodea y que le
inspiró en su literatura?
-Efectivamente, como he
comentado, hay muchos elementos autobiográficos en la narración y merece la
pena leer un poco sobre la vida de Sarah Orne Jewett para darse cuenta de lo
mucho que enriquece la literatura que se sustente en una vida literaria.
-Seguramente
que el traductor aprende, y no poco, de la pluma y de lo que intenta expresar
la autora, de lo que nos cuenta; ¿qué nos puedes explicar?
-Stefan Zweig
en El mundo de ayer se refería a la
traducción como esa «modesta actividad de transmisión de valores artísticos
ilustres». No lo puedo expresar mejor. Cada pluma es una visión distinta del
mundo y al concluir la traducción, la interminable velada con ese nuevo
desconocido a la mesa de un bar o café, no solo te quedas con un vaso vacio y
una estela acre, sino también con la presunción de que ese autor no se ha ido
del todo y jamás lo hará.
Cazarabet conversa con los editores de Rasmia
Ediciones.
-Amigos
de Rasmia, ¿qué os llamó la atención de esta escritora, Sarah Orne Jewett, para
haberos hecho con «La extranjera», haber encargado una traducción y acompañarlo
todo con las ilustraciones de Carla Fuentes?
-Todo vino de la mano de Vicente
Abella quien, además de un gran traductor, es también un gran lector, capaz de
descubrirte autores que no conoces o tienes olvidados. A nosotros eso nos gusta
mucho, de hecho parte de nuestro catálogo va en esa dirección. Por eso, cuando
un día charlando con Vicente surgió la idea de la colección Revueltas —en la
que también actúa como editor—, tuvimos claro que había que empezar a buscar
autoras interesantes. Esta colección está concebida como un diálogo en la
distancia entre autoras clásicas e ilustradoras contemporáneas. Tratamos de
recuperar voces interesantes que no sean muy conocidas, o bien obras de
escritoras conocidas que no hayan sido traducidas, y acompañarlas de ilustradoras
actuales (aquí en España hay grandísimas artistas de ese ámbito). Todo ello en
volúmenes cuidados hasta el más mínimo detalle en su diseño exterior e
interior, tipografías, calidad de los materiales... Lo siguiente fue buscar y
bucear, y apareció Sarah Orne Jewett. Personalmente solo habíamos leído un
relato suyo que es bastante conocido y que nos gusta: «Una garza blanca».
Conseguimos su novela La tierra de los
abetos puntiagudos y nos pareció maravillosa, y cuando Vicente propuso «La
extranjera», lo tuvimos más que claro. Tanto por su calidad literaria, como por
lo interesante de su biografía, Sarah Orne Jewett es una autora a la que merece
la pena conocer. Contactar con Carla para que ilustrara este bello relato fue
fácil y, a partir de ahí, un disfrute colaborar con ambos para llevarlo
adelante.
-La verdad es que el texto y la ilustración se compaginan y se
retroalimentan muy, muy bien…
-Sí, es mérito de Carla, y en
ese sentido estamos muy satisfechos del resultado final. Creemos que Carla ha
captado plenamente el espíritu del relato, otorgándole su personal estilo, tan
reconocible y que tanto nos gusta.
-¿Cómo
se compagina el trabajo de la ilustradora, teniendo en cuenta que la creadora
de la historia ya no está con nosotros para, no sé, guiarnos, decir la suya y
«conversar» con la ilustradora?
-Con Carla fue muy fácil el
trabajo. Nosotros le pasamos el texto para que lo leyera y decidiese por dónde
quería ir. A través de varias conversaciones comentamos los momentos que
considerábamos clave en la narración para ser ilustrados y, en líneas
generales, coincidíamos a la primera. El resto fue la capacidad creativa de
Carla que, a través de su arte, creemos que ha sido una especie de médium con
Sarah Orne Jewett y ambas, como bien dices, «conversan» en el volumen. Como
hemos dicho, la idea de Revueltas es ese diálogo en la distancia entre mujeres
que se acompañan, que se apoyan y crean.
-¿Cómo
encontrasteis y entró a formar parte de vosotros Vicente Abella? Nunca
valoramos lo suficiente el trabajo de un traductor, ¿verdad?
-Vicente es amigo desde hace
tiempo, y lleva colaborando con nosotros varios años. De hecho, es nuestro
ilustrador de cabecera junto con Santiago Gallego. Ambos son los traductores de
nuestra colección Tríadas, y siempre es un placer trabajar con ellos.
Sobre la valoración del trabajo
de los traductores… creemos que de un tiempo a esta parte está cambiando, y la
gente es cada vez más consciente de lo importante de su labor. Ellos son el
puente, la conexión gracias a la cual podemos disfrutar de tantos y tantos
autores que, de otro modo, nos perderíamos. También el grado de responsabilidad
que asumen es inmenso, y ver trabajar a grandes profesionales como Vicente o
Santiago nos lo corrobora. El mimo, cuidado y profesionalidad con que encaran
los proyectos es admirable. Nosotros siempre lo hemos visto así, y por ello su
presencia en un lugar preeminente en las cubiertas de los volúmenes es
imprescindible, reconociendo su gran labor.
-¿Y
cómo es la relación de trabajo con Carla Fuentes?
-A Carla no la conocíamos
personalmente, aunque sí su gran trabajo, que siempre nos ha gustado. Fue
también a través de Vicente, que por un amigo común pudo ponernos en contacto
con ella. A partir de ahí todo fue muy fluido. Carla estuvo abierta a charlar y
poner en común cualquier aspecto sobre el proyecto, y se sintió atraída
instantáneamente por el texto y también la autora. En muy poco tiempo teníamos
sobre la mesa varias propuestas de ilustraciones interiores y de cubierta. La
verdad es que no hubo que hacer casi ningún retoque ni variación, Carla lo
tenía muy claro desde el principio. Evidentemente, nosotros abogamos por la
plena libertad de los autores con los que colaboramos, pues confiábamos
plenamente en la calidad del arte de Carla, cuya carrera ya tiene un largo y
exitoso recorrido. El resultado en «La extranjera» es una muestra patente de
esa calidad y profesionalidad.
-Amigos, esta autora nos refleja magistralmente un mundo real, sin
edulcorantes ni añadidos…la realidad puede ser dura y áspera, pero, a la vez,
por eso es tan gratificante a la mínima que nos devuelve una sonrisa, ¿verdad?
-Así es. La obra de Sarah Orne
Jewett está encuadrada en el costumbrismo norteamericano de finales del XIX, y
es por ello que tiene muchas trazas de realismo de la vida cotidiana
en un entorno específico (la zona costera de Nueva Inglaterra). Pero, además,
Jewett estuvo influida por el trascendentalismo de Waldo Emerson, Thoreau y
otros autores contemporáneos suyos, que trataban de encontrar significados más
profundos en la naturaleza y la interacción del ser humano con el medio natural
y sus congéneres. Y ahí es donde vemos el valor y la potencia de este relato:
al tiempo que narra la vida cotidiana en esa tierra de los abetos puntiagudos, nos está hablando de universales,
de la vida cotidiana en un pequeño lugar, de lo que supone llegar y habitar una
tierra que te es extraña, de lo difícil que a veces es integrarse y, también,
del apoyo necesario para salir adelante en determinadas circunstancias. En ese
sentido, la forma en que se plantea el apoyo entre mujeres nos pareció lo más
atractivo del relato, que encierra además una gran carga autobiográfica por
parte de Jewett. Por otra parte, la emoción que transmite en torno a la
nostalgia por los seres queridos, la ausencia y la muerte, están también
magníficamente tratados en muy pocas páginas. Ahí reside la calidad de una gran
autora…
-Creéis
que es una «gran desconocida» para el público de aquí?
-Mucho nos tememos que sí. Como
hemos comentado, de Orne Jewett no había nada traducido hasta hace pocos años
salvo «Una garza blanca», que sí suele aparecer en las antologías de literatura
norteamericana. Hace unos años la Universidad de Valencia publicó una edición
muy trabajada, con gran traducción y estudio crítico de Paul S. Derrick y Juan López Gavilán, de la obra maestra de Jewett:
la novela La tierra de los abetos
puntiagudos. La leímos con sumo gusto y nos confirmó todavía más que
debíamos publicar «La extranjera». Más recientemente, la editorial Dos Bigotes,
que están haciendo una magnífica labor, publicó la novela en una bella edición.
«La extranjera» es una historia que tiene que ver con dicha novela, pues se
repiten personajes y está ambientada en el mismo lugar. Ojalá con ello
consigamos que al público le empiece a sonar más el nombre de una gran autora
clásica norteamericana, cuya biografía es también muy interesante. Desde luego,
en nuestra humilde opinión, merece la pena acercarse a su obra.
-Nos
acercará Rasmia a otras narraciones de Sarah Orne Jewett?
-De momento, no. «La
extranjera» es el primer volumen de la colección Revueltas, y ahora hay que
seguir buceando en busca de esas «joyas». Ya tenemos varias opciones sobre la
mesa… y de momento no queremos repetir autora. ¡Hay tantas grandes escritoras
por redescubrir y disfrutar! Los próximos números de Revueltas lo corroborarán
o, al menos, eso esperamos.
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