Cazarabet conversa con... Antonio Escobar Tortosa, traductor del libro “Extranjeros. Refugiados en Europa desde 1492” (Prensas de la Universidad de
Zaragoza) de Phillip Terr
Extranjeros.
Phillip Ther escribe
sobre la historia de los refugiados en Europa desde 1492 en un libro que edita,
ahora, Prensas Universitarias de Zaragoza, convirtiéndolo, de nuevo, en un
libro de “rabiosa actualidad”.
Imprescindible su lectura si te gusta saber
cómo han evolucionado los diferentes movimientos migratorios, los
exilios…porqué nos dará explicación de muchos de los fenómenos en la que la
historia más reciente de Europa se ha encontrado como atrapada en bucle
Dentro de la temática de Historia
Contemporánea se encuentra este libro encuadrado en la materia de Ciencias
Sociales.
Nosotros charlamos con el traductor Antonio
Escobar Tortosa.
Lo que nos cuenta el libro: A raíz de la
crisis de los refugiados de Oriente Medio que estalló en Europa en otoño de
2015 y del trato dispensado a todas aquellas personas que buscaron refugio en
los países de la UE, Philipp Ther rastrea y da
sentido a su travesía, desgranando las circunstancias históricas y sociales de
la huida de refugiados en Europa desde la Edad Moderna hasta nuestros días. El
historiador y ganador del Premio Wittgenstein (2019) va más allá del momento de
su acogida e indaga sobre el posterior grado de integración de los refugiados
en sus respectivos destinos, denunciando los vaivenes y contradicciones de la
comunidad internacional y el actual resurgimiento de populismos y
nacionalismos.
DRAMATIS PERSONAE
INTRODUCCIÓN. REFUGIADOS Y BÚSQUEDA DE ASILO DESDE UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA
1. LAS RAÍCES DE LA INTOLERANCIA: CONFLICTOS Y REFUGIADOS RELIGIOSOS
2. LAS DOS CARAS DEL NACIONALISMO: LIMPIEZA ÉTNICA Y SOLIDARIDAD NACIONAL
3. REFUGIADOS POLÍTICOS Y EL SURGIMIENTO DE UNA POLÍTICA INTERNACIONAL DE
REFUGIADOS
4. POLÍTICA DE REFUGIADOS TRAS LA GUERRA FRÍA
AGRADECIMIENTOS
NOTAS
RECURSOS DOCUMENTALES
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE ALFABÉTICO
El autor, Phillipp Ther: es profesor y catedrático de Historia Contemporánea
en la Universidad de Viena. Ha trabajado como profesor de Historia Comparada de
Europa en el IUE de Florencia y en la Universidad de Harvard. En 2020 fundó el Research Center for the History of
Transformations (RECET) bajo el paraguas de la
Universidad de Viena, destinado al estudio de los procesos de transformación de
Europa Central y Oriental desde una perspectiva global con especial énfasis en
la historia económica, la migración y los movimientos sociales. En 2019 obtuvo
el premio Wittgenstein, galardón mejor dotado en el ámbito de las ciencias que
concede el Gobierno de Austria. Extranjeros es su primera obra aparecida
en español.
Cazarabet conversa con el traductor Antonio
Escobar Tortosa:
-Amigo
Antonio, ¿cómo es el papel de un traductor en una obra de estudio, reflexión y
análisis como esta, Extranjeros de Phillipp
Ther, que se ha convertido en todo un referente?
-Diría que, al igual que con cualquier otra
obra, hay que partir de dos máximas: por un lado, voluntad para dedicar todo el
tiempo que sea necesario a familiarizarse con el estilo del autor y recrearlo
con la mayor fidelidad posible y, por otro, humildad intelectual para revisar
continuamente tus propios conocimientos y tendencias estilísticas. No hay peor
traductor que el que se apropia del texto que traduce sin una intencionalidad
creativa suficientemente justificada.
-Es una obra, también, que analiza y estudia
la intolerancia. ¿Desde qué perspectiva lo has experimentado tú que, además, te
detienes tanto en los detalles por tu labor de traductor?
-Una de las sensaciones que recuerdo de la
primera lectura del libro, que no hizo más que acrecentarse a medida que lo
traducía, es el innegociable compromiso de Ther con
el derecho internacional, entendido no como una serie de directrices anodinas
sino en tanto que verdadera brújula moral para todos los países que se definen
como civilizados. Ya en la fase de pruebas le consulté si incluir un comentario
sobre la crisis de refugiados ucranianos, y si bien consideró que para un
historiador sería prematuro extenderse demasiado con los eventos históricos aún
en marcha, no le pasó por alto que su calurosa acogida en los últimos meses ha
descansado, entre otras cosas, sobre el hecho de que son «blancos» y
—presumiblemente— cristianos. No hace tanto constatamos lo que ocurre cuando el
país de origen de los refugiados no se llama Ucrania sino Siria o Irak y el
credo que se les presume es el islam, cuando en realidad muchos de ellos eran
laicos, moderados y algunos, de hecho, también cristianos.
-Es muy diferente la tarea de traducir cuando
se trata de encarar un trabajo ensayístico y no uno de ficción…
-Tuve oportunidad de participar en la
traducción de una antología poética, El hombre que miraba el cielo, del
poeta Jenaro Talens de la mano de un proyecto
plurilingüe abanderado por la Universidad de Granada y también he publicado
algunos cuentos, el último de ellos tras obtener el primer premio en el VI
Certamen Literario de la Biblioteca Universitaria de Granada. Tengo muy claro que
abordar la traducción de una obra de ficción trae consigo otras dificultades
más allá de un buen conocimiento de ambas lenguas y el respeto al autor: entran
en juego la sensibilidad literaria, la capacidad de recrear el mundo íntimo de
cada escritor, la existencia o no de traducciones previas... El ensayo, al
igual que los artículos de investigación, nos impone una mayor exigencia de
precisión terminológica, aunque también casi siempre nuevos aprendizajes.
-Normalmente, ¿veis vuestro trabajo compensado?
¿Os sentís reconocidos por el público lector?
-Cada vez más. En los últimos años sí que se
está poniendo algo más de relieve la figura del traductor, aunque es cierto que
el fenómeno suele limitarse a los traductores y traductoras literarios. Todavía
hoy ocurre que en determinados ámbitos no se valora adecuadamente nuestra
formación intercultural y terminológica, como si existiera una correspondencia
palabra por palabra entre todas las lenguas del mundo y las identidades
lingüístico-culturales más allá del paradigma angloamericano se hubieran
evaporado con la llegada de los traductores automáticos.
-Cuando una persona se dedica a la traducción,
¿a qué se condena, para bien y para mal?
-Pues a un constante aprendizaje. Cada día se
acuñan nuevos términos y expresiones, y uno como traductor se aproxima a ellos
a través de la lectura frecuente, pero también mediante el contacto habitual
con hablantes de sus lenguas de trabajo. Quien tienda a la complacencia o
busque una ocupación rutinaria o poco exigente, no lo tendrá fácil.
- ¿Un traductor se especializa en
temas específicos y en determinadas plumas? ¿Cómo ha sido en el caso de Phillip
Ther y esta obra suya, Extranjeros?
-Un consejo frecuente que recibimos en la
facultad es que nos centremos en una o dos especialidades con demanda. La
traducción editorial prácticamente no se aborda, como mucho en asignaturas
optativas para unos pocos estudiantes que ya traen la motivación de casa. En mi
caso, fue un proceso bastante orgánico: me ofrecieron la oportunidad de
colaborar con la Revista Universitaria de Historia Militar (RUHM) traduciendo
artículos especializados cuando cursaba el Máster de Traducción Profesional de
la Universidad de Granada, y gracias a la relación mutuamente provechosa que
establecimos en los años siguientes y a la confianza en mi trabajo de uno de
sus coeditores, Miguel Alonso, me propusieron hacerme cargo de la traducción
del libro para Prensas de la Universidad de Zaragoza. Por supuesto, era consciente
de la gran responsabilidad que conllevaba, así como del privilegio que suponía
tener acceso directo al autor para negociar cuestiones de estilo y para la
revisión de algunos pasajes especialmente ligados a la actualidad.
- ¿Qué ha sido lo mejor de traducir a este
autor y qué te ha supuesto más trabajo o quebraderos de cabeza?
-Lo mejor ha sido, sin duda, la relación
autor-traductor. Ther se mostró muy interesado en el
desarrollo de mi trabajo y la comunicación fluyó desde el primer contacto. Cuando
le propuse basarme no solo en la edición ampliada de Princeton University Press sino también en
el original alemán de Suhrkamp para acceder con mayor
autenticidad a su voz narrativa se mostró algo reticente puesto que había
quedado muy satisfecho con la versión en inglés, pero a partir de ahí la
versión española ganó entidad propia. Dado que se trata de una obra fuertemente
vinculada a la actualidad sociopolítica, el proceso más laborioso fue quizá el
de imbuirla nuevamente de actualidad y al mismo tiempo acercarla al público
hispanohablante. A este respecto Ther fue
especialmente receptivo e incluso me confió una investigación bibliográfica
adicional que él luego supervisó, trasladándome un franco reconocimiento por mi
labor que, una vez más, aprovecho para agradecerle.
- ¿Cómo es el proceso de documentación para
los traductores? ¿Cómo ha sido en esta ocasión?
-Exige muchas horas de lectura y una
paciencia, a veces, rayana en lo obsesivo. Lo habitual es consultar otros
textos del campo en cuestión y recurrir a obras de referencia, prensa y
diccionarios especializados (enciclopédicos, médicos, jurídicos...) tanto en
formato físico como en línea. En este caso, dado que suelo tratar de mantenerme
al tanto de la actualidad internacional, he consultado, sobre todo, recursos de
acceso abierto de diversas organizaciones presentes en el texto, fondos
bibliográficos y artículos de la prensa contemporánea sobre ciertos
acontecimientos con los que no estaba tan familiarizado.
-Extranjeros es la primera obra
de Ther traducida al castellano, pero personalmente
nos agradaría que llegasen traducidas otras muchas, porque a su pluma no le
falta acierto…
-Totalmente de acuerdo. En el ámbito
germanoparlante es una figura reconocida desde hace ya algunos años, y su voz
tiene mucho que aportar en cuestiones de asilo internacional y migraciones. A
veces tiene uno la sensación de que en España los trabajos más innovadores solo
nos parecen tales si nos llegan desde el inglés o en ocasiones desde otras
lenguas romances como el francés, cuando en realidad hay plumas igualmente
afiladas (aunque algo menos conocidas) en alemán y otras lenguas germánicas que
además enriquecerían nuestra perspectiva, ya que su concepción lingüística del
mundo es considerablemente distinta de la nuestra, si exceptuamos el bagaje
común de la influencia del latín. Por supuesto, estaría encantado de que tanto
Philipp como PUZ decidieran contar nuevamente conmigo para traducciones
futuras.
- ¿Te ha supuesto sumergirte en el mundo de la
geopolítica y la sociología?
-Ya digo, suelo mantenerme informado sobre la
actualidad internacional porque no es raro que los textos en cualquier ámbito
se vean en cierta medida condicionados por las decisiones políticas y
geoestratégicas de los actores internacionales. El interés por la sociología y
también por la antropología es una consecuencia indirecta de haber crecido con
más de un historiador en mi círculo familiar, de manera que lo tengo bastante
normalizado.
-Háblanos de la relación con los editores.
Porque son ellos los que te contratan, ¿no?
Claro, a ellos es a quienes corresponde la
última palabra a la hora de decidir en quién depositan su confianza para
hacerse cargo de un texto, y entiendo que, cuanto menos conocido es un autor o
autora en el mercado editorial español, más arriesgada es la apuesta, aunque en
este caso el tema de los refugiados y la búsqueda de asilo continúa siendo
tristemente actual... Diría que conviene que sea una relación de confianza y
respeto mutuos, y lo cierto es que han contado conmigo para otras labores más
allá de la traducción e incluso me han consultado directamente sobre cuestiones
puntuales a lo largo del proceso de edición, aparte de mostrar una paciencia
nada desdeñable durante la fase de revisiones. Sinceramente, no me puedo
quejar.
- ¿Cómo es el día a día en la labor de un
traductor?
Depende en gran medida del perfil de cada uno,
así que no puedo hablar por los demás. Esta profesión se caracteriza justamente
por su amplísima variedad de perfiles, en lo que se refiere a los propios
traductores (jurados, más o menos especializados, audiovisuales, autónomos o en
plantilla...) pero también a los clientes, cuya comprensión (y valoración) de
nuestra labor cubre además todo el espectro imaginable. Lo que todos nosotros
solemos tener en común es el hábito lector más allá de la esfera profesional y
una amplia variedad de intereses. La curiosidad y el afán por aprender son
también indispensables.
-Explícanos: la mayoría sois filólogos o
licenciados en traducción o interpretación, ¿no? ¿Cuál es el perfil de quienes
se dedican a la traducción?
-La vía más directa, como en mi caso, consiste
en estudiar Traducción e Interpretación. También es frecuente encontrar a
filólogos que, por uno u otro motivo, han descartado la enseñanza y tras cursar
un máster en traducción han decidido dedicarse a traducir. Los perfiles mixtos,
como por ejemplo físicos, economistas o graduados en Derecho que optan por un
máster de traducción para reconvertirse en traductores especializados tampoco
son infrecuentes.
- ¿Tienes manías al traducir?
-Tengo un compromiso, digámoslo así, con la
«palabra exacta». Trato de reservar siempre un margen de tiempo razonable para
las revisiones, y entonces no solo me centro en ser fiel al sentido que el
autor quiso dar a cada palabra aisladamente, sino también en la armonía del
texto ya traducido. Doy mucha importancia a la sensación de naturalidad en la
lectura (es decir, a no complicarle la vida al lector), lo cual implica asumir
en cierta medida las decisiones estilísticas que yo entiendo que el autor
habría tomado de haber escrito la obra originalmente en español. Por supuesto,
para llegar a este punto antes tengo que haber leído infinidad de veces el
texto original y haberme empapado del ritmo narrativo y de su cadencia
característica. La suerte en este caso ha sido poder contrastar mis impresiones
periódicamente con el autor e ir enriqueciendo así lo que de otro modo hubiera
resultado un texto impersonal y anquilosado.
-Antonio, ¿en qué consiste la profesión de
traductor/a? Porque es mucho más que «traducir», mucho más de lo que se
distingue a primera vista, aunque se os suela relegar a un segundo o tercer
plano...
-Ante todo, y al margen de lo dicho, entraña
mucha incertidumbre. Hay instituciones europeas y países como Suiza o Noruega
en los que alguien puede dedicarse en exclusiva a la traducción y vivir
holgadamente. Nuestro país, por desgracia, no destaca precisamente por su
valoración social de los traductores. Muchos empresarios de sectores no
directamente relacionados con el ámbito lingüístico prefieren recurrir a
programas de traducción automática o bien contratar a personas con
conocimientos mínimos de la lengua en cuestión para abaratar costes, pues con
frecuencia consideran que no existe una gran diferencia y que el público
español tampoco demanda calidad en esta clase de servicios. Desdeñan el
conocimiento y la constante formación y actualización de los traductores
profesionales en favor de estos traductores «intrusos» y, no pocas veces,
forzados a llevar a cabo un trabajo para el que nadie los ha preparado.
-Trabajo que requiere, además, una exigente
metodología, ¿no es verdad?
-En el caso de los traductores profesionales,
sin duda. Lo cual, a su vez, redunda en una productividad cada vez mayor y en
textos saneados que además facilitan la lectura al público receptor. Antes de
concluir, me gustaría aprovechar para agradeceros esta entrevista. Quién sabe:
puede que en los próximos años veamos un incremento en la conciencia del
público español sobre el daño real que la precariedad causa a este oficio, a
menudo vocacional, y por consiguiente también un aumento de la demanda de
calidad en el sector que conduzca finalmente a su homologación con los
estándares europeos. En cualquier caso, los momentos de visibilidad como este
son siempre bienvenidos.
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