La
Librería de Cazarabet Indignado
UN LIBRO DE FERNANDO ESCALANTE GONZALBO QUE VA MÁS
ALLÁ DE LA ECONOMÍA Y DEL NEOLIBERALISMO.
SE TRATA DE UN LIBRO EDITADO POR TURNER LIBROS.
EL LIBRO SE ADENTRA, TAMBIÉN EN EL NEOLIBERALISMO
COMO FILOSOFÍA DE VIDA Y COMO “TENDENCIA” QUE SE HA IMPUESTO, TAMBIÉN, EN
CIERTOS CÍRCULOS CULTURALES E INTELECTUALES.
Y PUEDE QUE QUEPA PREGUNTARSE: ¿EL NEOLIBERALISMO
ESTÁ LA ESPERA DE ALIMENTARSE AÚN MÁS SI
CABE DE LA INYECCIÓN DEL TRATADO DE LIBRE COMERCIO O DE UN PROGRESIVO PORGRESO
DE NEOGLOBALIZACIÓN?
LA INTRODUCCIÓN QUE NOS VIENE DEL PROPIO BLOG DEL
AUTOR, FERNANDO ESCALANTE:
Aunque pueda parecer un poco extraño, que lo es,
hay que comenzar la historia diciendo que el neoliberalismo sí existe, y tiene
ya casi un siglo de existencia. Desde
luego, tiene perfiles borrosos, como tantas cosas, y desde luego hay un empleo
retórico del término, impreciso, de intención política, que no ayuda a aclarar
las cosas, pero el neoliberalismo es un fenómeno perfectamente identificable,
cuya historia se puede contar. Es un programa intelectual, un conjunto de ideas
acerca de la sociedad, la economía, el derecho, y es un programa político,
derivado de esas ideas.
Vaya de entrada que no se trata de un programa
sencillo, monolítico, ni tiene una doctrina única, simple, indiscutible. Pero
tampoco eso tiene nada de raro, y más bien es la regla en la historia de las
ideas políticas. Sería perfectamente posible, por ejemplo, hacer una historia
del socialismo, y todos sabríamos de qué se está hablando, aunque sepamos que
no hay una única versión del socialismo, y aunque una historia así tuviese que
incluir figuras tan distintas como Jean Jaurés,
Salvador Allende, Eugene Debs, Friedrich
Ebert o Pablo Iglesias. Igualmente, se podría escribir una historia del
liberalismo que incluyese a John Stuart Mill, Camilo Cavour, Alexis de Tocqueville,
Benito Juárez y José María Blanco-White, liberales todos, con todas sus
diferencias –y estas no serían un obstáculo. O sea que la variedad es normal,
no es un problema.
La expresión neoliberal, neoliberalismo, comenzó a
usarse de un modo más o menos habitual en la década de los ochenta del siglo
pasado, y se ha generalizado en los últimos años para referirse a fenómenos muy
distintos. El uso es bastante laxo, a veces inexacto porque se emplea como
adjetivo, con intención derogatoria, para descalificar una iniciativa legal,
una decisión económica, un programa político. El resultado es que la palabra ha
terminado por perder consistencia, y resulta más ambigua conforme más se usa.
En ese sentido, neoliberal puede ser casi cualquier cosa, hasta que viene a ser
casi todo, y casi nada. Por eso digo que hace falta empezar afirmando que el
neoliberalismo existe. Y por eso es necesario a continuación esforzarse por
restablecer el sentido de la palabra, ponerle límites, para que sepamos de qué
estamos hablando.
El neoliberalismo es en primer lugar, y sobre todo,
un programa intelectual, es decir, un conjunto de ideas cuya trama básica es
compartida por economistas, filósofos, sociólogos, juristas, a los que no es
difícil identificar. Se podría hacer una lista de nombres: Friedrich
Hayek, Milton Friedman,
Louis Rougier, Wilhelm Röpke, Gary Becker, Bruno Leoni,
Hernando de Soto, pero no hace falta. Tienen algunas ideas comunes, también
desacuerdos, a veces importantes; en lo más elemental, los identifica el
propósito de restaurar el liberalismo, amenazado por las tendencias
colectivistas del siglo veinte. Ninguno de ellos diría otra cosa.
Pero el neoliberalismo es también un programa
político: una serie de leyes, arreglos institucionales, criterios de política
económica, fiscal, derivados de aquellas ideas, y que tienen el propósito de
frenar, y contrarrestar, el colectivismo en aspectos muy concretos. En eso,
como programa político, ha sido sumamente ambicioso. Del mismo núcleo han
surgido estrategias para casi todos los ámbitos: hay una idea neoliberal de la
economía, que es acaso lo más conocido, pero hay también una idea neoliberal de
la educación, de la atención médica y la administración pública, del desarrollo
tecnológico, una idea del derecho y de la política.
Eso quiere decir que la historia del neoliberalismo
es de un lado historia de las ideas, y de ideas bastante diferentes, y de otra
historia política e historia institucional. También quiere decir, por otra
parte, que el neoliberalismo es una ideología en el sentido más clásico y más
exigente del término –que no es necesariamente peyorativo. Diré más: es sin
duda la ideología más exitosa de la segunda mitad del siglo veinte, y de los
años que van del siglo veintiuno.
Ningún sistema de ideas puede traducirse
directamente en un orden institucional, ningún pensador de algún alcance
reconocería sus ideas en el arreglo jurídico, político, de un país concreto. El
régimen soviético no era una materialización de las ideas de Marx, aunque se le
nombrase constantemente, tampoco el sistema neoliberal vigente en buena parte
del mundo es reflejo exacto de lo que pudo imaginar Friedrich
Hayek, por ejemplo. Pero aquello era una derivación
discutible del marxismo, como esto es una derivación discutible del proyecto
neoliberal de Hayek y Coase
y Friedman. Y pocas veces, acaso nunca, una ideología
ha conseguido imponerse de modo tan completo: no es sólo que se hayan adoptado
en todo el mundo determinadas políticas económicas, financieras, sino que se ha
popularizado la idea de la Naturaleza Humana en que se inspiran, y con ella una
manera de entender el orden social, una moral, un abanico amplísimo de
políticas públicas.
El neoliberalismo ha transformado el orden económico del mundo, también
las instituciones políticas. Ha transformado el horizonte cultural de nuestro
tiempo, la discusión de casi todas las disciplinas sociales, ha modificado de
modo definitivo, indudable, el panorama intelectual, y ha contribuido a formar
un nuevo sentido común. Esa es la historia que quiero contar en las páginas que
siguen.
No es exagerado decir que vivimos, globalmente, un
momento neoliberal. Para tener una imagen más clara de lo que eso significa,
podemos imaginar una evolución histórica del mundo occidental, cuya estructura
en los últimos dos siglos sería más o menos como sigue. En primer lugar, hay un
momento liberal, derivado de la Ilustración, que comienza en las últimas
décadas del siglo XVIII e incluye la revolución estadounidense, la revolución
francesa, las independencias americanas, es un momento que tiene su auge a
mediados del siglo XIX, con la ampliación de los derechos civiles y políticos,
y que entra en crisis como consecuencia de la presión del movimiento obrero y
las varias formas de socialismo. Sigue lo que se podría llamar el momento
keynesiano, o bienestarista, que se perfila a fines
del XIX, y se impone de manera general tras la crisis de 1929, y sobre todo con
la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Seguridad social, servicios
públicos, fiscalidad progresiva. Llega hasta la década de los setenta. Y a
continuación viene el momento neoliberal, en el que estamos, cuyo origen está
en la discusión del keynesianismo de los años cuarenta, pero que se impone
progresiva, masivamente a partir de 1980, y cuyo predomino en términos
generales se prolonga hasta la fecha.
Conviene de entrada proponer una idea esquemática
del neoliberalismo, para entendernos. A pesar de todas las diferencias que hay
entre sus partidarios –y en ocasiones son verdaderamente importantes— hay un
conjunto de ideas básicas que comparten todos ellos, y que forman, por decirlo
así, la columna vertebral del programa.
En primer lugar se caracteriza porque es muy
diferente del liberalismo clásico, del siglo XIX. De hecho, ya lo veremos con
más detenimiento, el neoliberalismo es en buena medida producto de una crítica
del liberalismo clásico. Algunos propagandistas, sobre todo en los tiempos
recientes, prefieren adoptar como emblema la imagen de Adam Smith, y
reivindican una larga continuidad, de siglos, de las ideas liberales, incluso
de las leyes y de las políticas liberales, como si las diferencias fuesen de
poca monta. La verdad es que la ruptura es clara, definitiva. Queda el
prestigio de Adam Smith, la metáfora de la “mano invisible”, pero poco más,
nada sustantivo.
La diferencia resulta básicamente de la convicción
de que el mercado no es un hecho natural, no surge de manera espontánea ni se
sostiene por sí solo, sino que tiene que ser creado, apuntalado, defendido por
el Estado. Es decir, que no basta con la abstención, no basta el famoso laissez-faire, dejar hacer, para que
emerja y funcione. En consecuencia de ello, al Estado le corresponde un papel
mucho más activo del que suponían los liberales de los siglos anteriores. El
programa neoliberal, contra lo que imaginan algunos críticos, y contra lo que
proclaman algunos propagandistas, no pretende eliminar al Estado, ni reducirlo
a su mínima expresión, sino transformarlo, de modo que sirva para sostener y
expandir la lógica del mercado. O sea que los neoliberales necesitan un nuevo
Estado, a veces un Estado más fuerte, pero con otros fines.
Un segundo punto en común: la idea de que el
mercado es fundamentalmente un mecanismo para procesar información, que
mediante el sistema de precios permite saber qué quieren los consumidores, qué
se puede producir, cuánto cuesta producirlo. De hecho, el mercado ofrece la
única posibilidad real para procesar toda esa información, y por eso ofrece la
única solución eficiente para los problemas económicos, y la mejor opción, la
única realista para alcanzar el bienestar. La competencia es lo que permite que
los precios se ajusten automáticamente, y a la vez garantiza que se hará el
mejor uso posible de los recursos. No hay mejor alternativa.
El mercado es insuperable en términos técnicos. Pero también en términos
morales. Porque permite que cada persona organice su vida en todos los terrenos
de acuerdo con su propio juicio, sus valores, su idea de lo que es bueno,
deseable. El mercado es la expresión material, concreta, de la libertad. No hay
otra posible. Y toda interferencia con el funcionamiento del mercado significa
un obstáculo para la libertad –ya sea que se prohíba consumir una droga,
contratarse para trabajar doce horas diarias, o buscar petróleo. Los
neoliberales tienden a desconfiar de la democracia, dan siempre prioridad
absoluta a la libertad, es decir, al mercado, como garantía de la libertad
individual.
Otra idea más acompaña al programa neoliberal en
todas sus versiones: la idea de la superioridad técnica, moral, lógica, de lo
privado sobre lo público. Hay muchas fórmulas, muchos registros, hay muchas
maneras de explicarla. En general, se supone que en comparación con lo privado,
lo público es siempre menos eficiente, ya se trate de producir energía,
administrar un hospital o construir una carretera; se supone que lo público es
casi por definición propenso a la corrupción, al arreglo ventajista a favor de
intereses particulares, algo inevitablemente político, engañoso, turbio. Y por
eso ha de preferirse siempre que sea posible una solución privada.
Derivadas de esas tres ideas básicas, que pueden
elaborarse de varios modos, hay otras también compartidas de un modo bastante
general. Por ejemplo, que la realidad última, en cualquier asunto humano, son
los individuos, que por naturaleza están inclinados a perseguir su propio interés,
y que quieren siempre obtener el mayor beneficio posible. O por ejemplo la idea
de que la política funciona como el mercado, y que los políticos, igual que los
funcionarios y los ciudadanos, son individuos que buscan el máximo beneficio
personal, y nada más, y que la política tiene que entenderse en esos términos
–sin el recurso engañoso del interés público, el bien común o cualquier cosa
parecida. O bien, que los problemas que pueda generar el funcionamiento del
mercado, contaminación o saturación o desempleo, serán resueltos por el
mercado, o que la desigualdad económica es necesaria, benéfica de hecho, porque
asegura un mayor bienestar para el conjunto.
No creo que hagan falta más detalles por ahora. En
unos cuantos trazos, eso es el neoliberalismo como programa intelectual. Ahora
bien, a partir de esas ideas se ha desarrollado una práctica, y se ha promovido
un conjunto de reformas legales e institucionales que han terminado por
imponerse prácticamente en todo el mundo. Las líneas comunes son fáciles de
reconocer. Privatización de activos públicos: empresas, tierras, servicios;
liberalización del comercio internacional; liberalización del mercado
financiero y del movimiento global de capitales; introducción de mecanismos de
mercado o criterios empresariales para hacer más eficientes los servicios
públicos; y un impulso sistemático hacia la reducción de impuestos y la
reducción del gasto público, del déficit, de la inflación.
Nada de eso, ni en las ideas ni en las
recomendaciones prácticas, es enteramente nuevo. La formación del programa
neoliberal ha sido larga, complicada. La novedad en las décadas del cambio de
siglo es que todo ello haya cristalizado en un movimiento global, que consiguió
transformar el horizonte cultural del mundo entero en poco más de veinte años.
Lo que sigue es una historia mínima de ese proceso, un intento de explicar de
dónde vienen las ideas, y cómo se han traducido en iniciativas concretas.
Para entender bien este artículo vamos a poner
“puntos sobre las íes”:
https://es.wikipedia.org/wiki/Neoliberalismo
http://www.significados.com/neoliberalismo/
Éste desgrana un poco más sobre “las diferentes
ramificaciones del neoliberalismo”:
http://www.monografias.com/trabajos/neoliberalismo/neoliberalismo.shtml
Para “amplitud de miras”:
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/ayudadetareas/politica/el_neoliberalismo
Cazarabet
conversa con Fernando Escalante:
-Fernando, ¿qué es lo que te hace acercarte al neoliberalismo como
concepto y como “tendencia”?
El
neoliberalismo es sin duda el programa intelectual más ambicioso, y el de mayor
éxito de la segunda mitad del siglo veinte: ha producido un cambio cultural
dramático en todo el mundo, en los últimos treinta años. En mucho, define el
sentido común del nuevo siglo. Y por eso me interesa –dicho en una frase, es el
horizonte intelectual del presente. No obstante, a pesar de eso, a pesar de su
éxito, no es fácil encontrar ni siquiera una definición aceptada, convincente.
Ése es el motivo por el que me decidí a escribir el libro: pensé que podía ser
útil.
Del
lado de sus detractores, el neoliberalismo puede ser casi todo, es un término
peyorativo que se emplea para descalificar cualquier política, cualquier
decisión, sin que hagan falta mayores explicaciones. Del lado de sus
partidarios, y en buena medida por ese uso peyorativo, resulta que el
neoliberalismo no existe: es una invención de la izquierda, de uso demagógico,
una expresión vacía. Y bien: contra unos y otros, hay que decir que el
neoliberalismo sí existe, pero que no es cualquier cosa, ni cualquier cosa que
hagan las derechas ni sólo lo que hacen las derechas.
[Acaso
queda más claro en el texto de un breve artículo que publiqué en la prensa mexicana
en marzo de 2014. Es el que sigue.
Los próximos treinta años
Fernando Escalante Gonzalbo
La penúltima línea
de defensa del neoliberalismo consiste en decir que el neoliberalismo no
existe, que es una invención de la izquierda, una palabra vacía que se usa para
lo que sea pero no significa nada. Es un recurso ingenioso, que para empezar
permite echar una cortina de humo sobre los últimos treinta años: es todo
confuso, nadie sabe lo que ha pasado, políticas dispersas, inconexas, desde
luego no un programa consistente –no la adopción de un modelo neoliberal,
porque no existe tal cosa.
La memoria
ayuda, y la docena larga de libros de historia sobre el asunto. El
neoliberalismo es un movimiento intelectual que tiene su origen en la Sociedad
de Mont Pélerin, formada
por Friedrich Hayek, Milton
Friedman, James Buchanan, Gary Becker, etcétera, que
se llamaban a sí mismos neoliberales en los años cuarenta y cincuenta. Hay
variaciones, polémicas entre ellos, pero también un común denominador, un
programa orientado a reducir al mínimo la intervención pública en la economía:
privatización, liberalización, desregulación, desmantelamiento del Estado de
bienestar, de los derechos laborales. La justificación para eso es la idea de
que El Mercado es un mecanismo insuperable para procesar información, que
asigna los precios de manera óptima, y produce el mejor resultado posible
(digamos de paso que no hay prueba empírica de eso, que es una afirmación
puramente dogmática).
Pero el
neoliberalismo no es sólo una teoría económica. Es también una sociología,
implica una idea de la administración, del derecho, de la política. La traza
básica es muy reconocible. Consiste en suponer que todo funciona, o debería
funcionar como El Mercado (mayúsculas). Es decir que
todo: los genes, la familia, la educación, la política, todo funciona de la
misma manera, porque no hay más que egoístas racionales que buscan maximizar
ganancias, todo es mercado, y lo que no es, debe arreglarse para que lo
parezca. Se traduce en la generalización de criterios de rentabilidad,
importados del mundo empresarial, y una desconfianza patológica hacia lo
público.
Al cabo de
un predominio de tres décadas, el neoliberalismo se ha convertido en una ideología
en el sentido más clásico de la palabra. Académicos, políticos, periodistas,
repiten los clichés neoliberales convencidos de que están sólo describiendo la
realidad, convencidos de que no hacen sino llamar a las cosas por su nombre –y
que el neoliberalismo no existe.
Su mejor
aliado es una izquierda de consignas: cerril, poltrona y mendaz, ni siquiera
dogmática porque no llega a tener dogmas, una izquierda que dejó de pensar hace
mucho, que se limita a rebañar clientelas, y a esperar la cosecha de la
miseria. Así empiezan los próximos treinta años. ]
-¿El neoliberalismo es la “tendencia” que, de momento, más se ha
acercado a cómo es y a cómo responde el hombre en los últimos años, decenios…?
-El
neoliberalismo es un programa intelectual enormemente ambicioso. En los últimos
treinta años ha contribuido a transformar el panorama institucional en casi
todos los campos: economía, fiscalidad, educación, salud, seguridad social.
También ha contribuido a transformar nuestra manera de entender el mundo. Insisto,
porque creo que es una de las claves del fenómeno: el neoliberalismo ha dado
forma a nuestro sentido común.
En
ese sentido, y por esa razón, el programa neoliberal parece ajustarse “a cómo
es y a cómo responde el hombre”. Pero en realidad sucede a la inversa.
Exagerando sólo un poco, yo diría que el neoliberalismo produce un tipo de
humanidad, a su medida. Los mecanismos del orden neoliberal suponen que no hay
más que individuos egoístas, racionales, calculadores, que quieren obtener
siempre el máximo beneficio personal, y suponen que el interés público no
existe, ni el servicio público ni cosa parecida. A la larga, esos mecanismos
producen esa clase de conductas, producen esa clase de individuos.
Tanto
que hoy en día, para cualquiera, es casi obvio que todos somos egoístas,
calculadores, insolidarios. Y bien: la historia entera de la humanidad dice lo
contrario. La naturaleza humana no es la monstruosidad que suponen los modelos
económicos vigentes. Salvo la nuestra, todas las demás civilizaciones, durante
milenios, se han organizado a partir de una idea muy diferente de los seres
humanos. Y a partir de valores muy diferentes. Lo ha explicado maravillosamente
bien Marshall Sahlins, en un librito reciente: La
ilusión occidental de la Naturaleza Humana (México: Fondo de Cultura
Económica, 2012).
-Te hablo, amigo Fernando, en esta conversación
desde la ignorancia—bueno lo que quiero decir es que trabajo en la Difusión
Cultural y como librera y no estoy “muy versada” en temas económicos, pero voy
a tratar de preguntar con propiedad) el neoliberalismo fluye y crece a través
del capitalismo, pero si reconocemos que hay neoliberalismo en la conducta
humana….esto ya coge otros tintes y consideraciones. Así al capitalismo, creo
que ya le viene bien el neoliberalismo…en todos sus subconceptos desde el
antropológico al económico…Coméntanos, por favor.
-El
programa neoliberal es inseparable, no del capitalismo, sino de una versión
particular del capitalismo. En su origen, en los años treinta del siglo pasado,
se definió como un intento de renovar el liberalismo, a partir de la idea de
que las libertades económicas eran el único fundamento posible de la libertad,
sin adjetivos.
Tres
ideas básicas constituyen el núcleo del neoliberalismo: 1) los mercados no
surgen ni se mantienen de forma espontánea, no son naturales, ni pueden
preservarse si no es mediante la intervención del Estado, es decir: es
necesario el Estado para producir y defender al mercado; 2) las libertades
económicas deben tener prioridad sobre las libertades políticas, y deben
ponerse fuera del alcance de las decisiones de las mayorías; y 3) en cualquier
caso, lo privado es técnica y moralmente superior a lo público, por definición.
Esas
tres ideas definen una versión muy concreta del capitalismo. No la única, pero
sí la que tiene vigencia hoy. A ver si me explico mejor: no era menos
capitalista el orden que preconizaba John Maynard Keynes, ni el del New Deal de
Roosevelt, pero eran muy diferentes. Sobre todo, contaban con la necesidad de
regular los mercados, someterlos al interés público, y contaban también con la
necesidad de un sector público extenso, poderoso, eficaz.
-Fernando,en
este libro tratas la historia del neoliberalismo, pero vas más allá del
concepto de neoliberalismo aplicado a lo económico…
-El
programa neoliberal, tal como lo definieron en su origen quienes participaron
en el Coloquio Lippmann en París, en 1938, o en la
fundación de la Sociedad Monte Pélerin, en 1947, era
mucho más que una política económica. Detrás de las tres afirmaciones básicas
que definen su identidad hay una idea de la naturaleza humana, una idea del
vínculo social y una idea del derecho, de la autoridad, también una idea del
conocimiento y de la moral. El atractivo del programa deriva de eso.
Es
discutible la antropología neoliberal, es discutible la filosofía del derecho
neoliberal, es discutible su idea del conocimiento lo mismo que su idea de la
justicia. Ahora bien: el programa ofrece un sistema consistente, que tiene
respuestas prácticamente para todo, respuestas que además parecen ser de un
realismo aplastante: de sentido común. Y por eso resultan atractivas para el
ánimo desencantado, receloso, casi cínico del nuevo siglo, que dice: no nos
hagamos ilusiones, así es el ser humano, así es la sociedad, esto no tiene
remedio –porque todos somos egoístas, calculadores, racionales, ambiciosos.
En
todo caso, es importante hacernos cargo de la amplitud y la complejidad del
programa neoliberal. Porque sólo así se entiende su éxito. Y sólo así se
entiende que después de una catástrofe global como la de 2008, no haya cambiado
prácticamente nada.
-Escribes y trabajas desde México, un país que por desgracias es
noticia por la guerra de todo tipo de tráfico, mafia, corrupción…¿qué parte de corresponsabilidad tiene en todo ello el
neoliberalismo?
-Desde
hace más de treinta años, desde 1982, hay un predominio del modelo neoliberal
(política económica, fiscal, comercial, monetaria, y cada vez más también
política educativa, de salud). Han sido treinta años de estancamiento, y de
aumento de la desigualdad. Treinta años en que el poder adquisitivo del salario
mínimo ha caído en más del 70 por ciento, y en que la población por debajo de
la línea de la pobreza ha llegado casi al 50 por ciento. Sólo considerando las
variables económicas más simples, la política neoliberal ha producido una
sociedad insostenible.
Adicionalmente,
en contraste con la cultura del régimen posrevolucionario que gobernó hasta los
años setenta, la retórica neoliberal ha contribuido a producir una elite
absolutamente falta de empatía. Es difícil explicar en pocas palabras lo que
eso significa, su impacto sobre las relaciones sociales, pero cualquiera en
México sabe lo que eso significa –y las consecuencias que tiene.
Más:
las políticas neoliberales han golpeado sistemáticamente a los sindicatos y
corporaciones del antiguo régimen. A veces, con muy buenas razones, porque eran
espacios intensamente corruptos. El resultado ha sido quebrar muchas de las
formas de intermediación que producían el orden de la sociedad mexicana (un
orden inequitativo, en mucho ineficiente, corrupto, pero eficaz al menos para
evitar la violencia).
Y
más todavía: la adopción de la retórica liberal sobre la legalidad impuso un
marco mucho más rígido a la política de lucha contra las drogas.
El
resultado de todo ello ha sido la violencia de la última década. Es un fenómeno
muy complejo, que se ha enturbiado de más por las explicaciones simplistas,
melodramáticas, a las que son aficionados los medios de comunicación. Pero el
nexo con el modelo neoliberal es innegable (si a alguien interesa, hace un par
de años publiqué un libro sobre la construcción retórica del fenómeno del
crimen organizado en México: El crimen como realidad y representación,
México: El Colegio de México, 2013; y actualmente trabajo en un análisis de los
factores que provocaron la espiral de violencia a partir de 2008).
-El neoliberalismo tiene y tuvo un aliado en todo
el fenómeno de la globalización. ¿No lo ves así?
-Sin
duda. Eso que hoy llamamos “globalización” es inseparable del programa
neoliberal. El mecanismo de la globalización, es decir, de la integración de
mercados (que de eso se trata), depende de que haya libre circulación de
mercancías y de capitales, pero no de personas; y que haya reglas
internacionales para garantizar el libre comercio, pero legislaciones
nacionales en materia fiscal, laboral, de protección del ambiente. La
globalización consiste en la posibilidad de explotar las diferencias entre
regímenes normativos, para trasladar la producción donde sea más barata la mano
de obra, donde la fiscalidad sea más generosa con las empresas, donde la
legislación ambiental sea más laxa… Cosa que es posible siempre y cuando las
mercancías puedan moverse sin problemas.
En
ese sistema, los estados todos contribuyen a generar las condiciones en que
funciona el mercado: compiten entre sí para ofrecer mejores condiciones
fiscales, mano de obra más barata, más liberalidad en materia de contaminación,
o lo que sea. La clave de arco de todo el sistema es la libre circulación de
capitales, garantizada por la existencia de un centenar largo de “paraísos
fiscales”. Sería largo de explicar, y además innecesario, creo. Esta
globalización es neoliberal, sí.
-Y si desembarca el TTIP, esto
puede ser ya, como aquí decimos, “la bomba” para alimentar un neoliberalismo
salvaje…
-No
estoy seguro de que las cosas vayan a cambiar mucho. El TTIP puede mantener la
vigencia de la globalización neoliberal durante algunos años. Pero, en lo que
se refiere al tejido social, en casi todo el mundo, el daño está hecho. Y lo
que sigue es (estoy convencido) un lento proceso de reconstrucción de los lazos
sociales, del interés público, de los mecanismos de la solidaridad.
-¿Dónde quedan los DDHH y civiles de los
ciudadanos ante muchas de las prácticas neoliberales? ¿Y dónde pueden quedar en
un futuro las secuelas del neoliberalismo?
-El
punto de partida filosófico del neoliberalismo es un individualismo
intransigente, radical (que arraiga en la libertad económica, pero
individualismo de todos modos). Y por ese motivo, en principio es compatible
con los derechos civiles. Pero enemigo de los derechos económicos y sociales, y
en el extremo, receloso de los derechos políticos. O sea, que habría que matizar
mucho la respuesta.
El
programa neoliberal milita abierta, explícitamente en contra de algunos
derechos reconocidos en Occidente desde hace ciento cincuenta años. Para Hayek o Mises, por ejemplo, el enemigo mayor de la libertad
son los sindicatos: el derecho de huelga, por supuesto, los contratos
colectivos, el salario mínimo. Y otro tanto hay que decir de derechos más
endebles, de más difícil definición, como el derecho al trabajo, el derecho a
la vivienda, o cualquier otro que pretenda corregir los resultados del mercado.
La
evolución de los Derechos Humanos en las últimas décadas debe mucho al auge del
neoliberalismo. Y los resultados son mezclados. No es fácil hacer un juicio
general. Desde los derechos de las víctimas hasta los nuevos derechos de los consumidores,
hay mucho que cae bajo su influjo –y que no es descartable. Todo eso es parte
de la conversación que tenemos pendiente.
-Eres estudioso del neoliberalismo y quien
investiga la historia puede hacer pronósticos de un futuro más o menos próximo
¿qué importancia crees todavía va a tener el neoliberalismo en aquello que más
me importa los ciudadanos y ciudadanas?
-En
las últimas páginas de mi libro trato de ofrecer un panorama de lo que viene –o
lo que podría venir. Muy cuidadosamente, titulo ese apartado: “Parámetros para
una alternativa”. Porque no podemos saber lo que viene en adelante. Pero sí,
acaso, imaginar los términos en que se puede discutir eso que viene en
adelante. Y sugiero tres ideas básicas para pensar una alternativa. La primera,
tenemos que reconocer sin ambages, sin paliativos, que el experimento
neoliberal fracasó: que fracasó incluso en sus propios términos, que no produjo
no crecimiento económico ni bienestar, ni mayor igualdad. La segunda, que las
soluciones del futuro habrá que inventarlas, que no van a ser una reedición de
nada que se haya intentado antes, sino que dependerán, como siempre, de la
imaginación social –la que en otro tiempo produjo el salario mínimo, el
descanso obligatorio, el seguro de desempleo o el derecho a la salud. Y la
tercera, que la invención del futuro pasa por una recuperación de un
pensamiento social complejo: más atento a lo local, con más capacidad para
incorporar el contexto.
Seguramente
eso suena muy abstracto. Espero que también retenga la sonoridad optimista que
quiero darle.
Seguramente
muchos de los temas de la conversación están mejor explicados en algunos de mis
artículos de prensa, o en otros textos míos. Para quien se interese, hay una
extensa recopilación en mi página personal, bajo la etiqueta: “Neoliberalismo”.
http://www.fernandoescalante.net
22728
Historia mínima del
neoliberalismo.
Fernando Escalante Gonzalbo
324 páginas 13,5 x 21 cms.
14.90 euros
Turner
¿Desde qué época existe el
neoliberalismo?
¿El término hace referencia a las ideas, a la economía o a la política?
¿En qué país surgió?
¿A qué se llama «ciclos» en economía?
¿Qué es la inflación y cómo afecta al mercado de trabajo?
¿Qué es el Estado de Bienestar y cuándo empezó a construirse?
¿Qué medidas conlleva el «plan de choque» que defendía Friedman?
¿Qué es una burbuja y cómo se genera?
¿Significan lo mismo los términos estatal y público?
¿En qué consiste un programa de austeridad y qué consecuencias tiene?
¿Fue el neoliberalismo el causante de la gran crisis de 2008?
¿Qué futuro tiene el mundo con el neoliberalismo y el neoliberalismo con el
mundo?
Fernando Escalante Gonzalbo nació en México en
1962. Es sociólogo y profesor en el Centro de Estudios Internacionales en el
Colegio de México. Es el autor de Ciudadanos imaginarios (1992), La mirada de
dios. Estudio sobre la cultura del sufrimiento (2000) y A la sombra de los
libros: lectura, mercado y vida pública (2007), entre otros libros.
Extracto del libro:
http://shop.turnerlibros.com/media/Ou1/Extractos/HM%20Neoliberalismo.pdf
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