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00106533042625____2__640x64.jpgCazarabet conversa con...   Fernando Escalante Gonzalbo, autor de “Historia mínima del neoliberalismo” (Turner)

 

 

 

 

UN LIBRO DE FERNANDO ESCALANTE GONZALBO QUE VA MÁS ALLÁ DE LA ECONOMÍA Y DEL NEOLIBERALISMO.

SE TRATA DE UN LIBRO EDITADO POR TURNER LIBROS.

 

EL LIBRO SE ADENTRA, TAMBIÉN EN EL NEOLIBERALISMO COMO FILOSOFÍA DE VIDA Y COMO “TENDENCIA” QUE SE HA IMPUESTO, TAMBIÉN, EN CIERTOS CÍRCULOS CULTURALES E INTELECTUALES.

 

Y PUEDE QUE QUEPA PREGUNTARSE: ¿EL NEOLIBERALISMO ESTÁ  LA ESPERA DE ALIMENTARSE AÚN MÁS SI CABE DE LA INYECCIÓN DEL TRATADO DE LIBRE COMERCIO O DE UN PROGRESIVO PORGRESO DE NEOGLOBALIZACIÓN?

 

LA INTRODUCCIÓN QUE NOS VIENE DEL PROPIO BLOG DEL AUTOR, FERNANDO ESCALANTE:

 

Aunque pueda parecer un poco extraño, que lo es, hay que comenzar la historia diciendo que el neoliberalismo sí existe, y tiene ya casi un siglo de existencia. Desde luego, tiene perfiles borrosos, como tantas cosas, y desde luego hay un empleo retórico del término, impreciso, de intención política, que no ayuda a aclarar las cosas, pero el neoliberalismo es un fenómeno perfectamente identificable, cuya historia se puede contar. Es un programa intelectual, un conjunto de ideas acerca de la sociedad, la economía, el derecho, y es un programa político, derivado de esas ideas.

 

Vaya de entrada que no se trata de un programa sencillo, monolítico, ni tiene una doctrina única, simple, indiscutible. Pero tampoco eso tiene nada de raro, y más bien es la regla en la historia de las ideas políticas. Sería perfectamente posible, por ejemplo, hacer una historia del socialismo, y todos sabríamos de qué se está hablando, aunque sepamos que no hay una única versión del socialismo, y aunque una historia así tuviese que incluir figuras tan distintas como Jean Jaurés, Salvador Allende, Eugene Debs, Friedrich Ebert o Pablo Iglesias. Igualmente, se podría escribir una historia del liberalismo que incluyese a John Stuart Mill, Camilo Cavour, Alexis de Tocqueville, Benito Juárez y José María Blanco-White, liberales todos, con todas sus diferencias –y estas no serían un obstáculo. O sea que la variedad es normal, no es un problema.

 

La expresión neoliberal, neoliberalismo, comenzó a usarse de un modo más o menos habitual en la década de los ochenta del siglo pasado, y se ha generalizado en los últimos años para referirse a fenómenos muy distintos. El uso es bastante laxo, a veces inexacto porque se emplea como adjetivo, con intención derogatoria, para descalificar una iniciativa legal, una decisión económica, un programa político. El resultado es que la palabra ha terminado por perder consistencia, y resulta más ambigua conforme más se usa. En ese sentido, neoliberal puede ser casi cualquier cosa, hasta que viene a ser casi todo, y casi nada. Por eso digo que hace falta empezar afirmando que el neoliberalismo existe. Y por eso es necesario a continuación esforzarse por restablecer el sentido de la palabra, ponerle límites, para que sepamos de qué estamos hablando.

 

El neoliberalismo es en primer lugar, y sobre todo, un programa intelectual, es decir, un conjunto de ideas cuya trama básica es compartida por economistas, filósofos, sociólogos, juristas, a los que no es difícil identificar. Se podría hacer una lista de nombres: Friedrich Hayek, Milton Friedman, Louis Rougier, Wilhelm Röpke, Gary Becker, Bruno Leoni, Hernando de Soto, pero no hace falta. Tienen algunas ideas comunes, también desacuerdos, a veces importantes; en lo más elemental, los identifica el propósito de restaurar el liberalismo, amenazado por las tendencias colectivistas del siglo veinte. Ninguno de ellos diría otra cosa.

 

Pero el neoliberalismo es también un programa político: una serie de leyes, arreglos institucionales, criterios de política económica, fiscal, derivados de aquellas ideas, y que tienen el propósito de frenar, y contrarrestar, el colectivismo en aspectos muy concretos. En eso, como programa político, ha sido sumamente ambicioso. Del mismo núcleo han surgido estrategias para casi todos los ámbitos: hay una idea neoliberal de la economía, que es acaso lo más conocido, pero hay también una idea neoliberal de la educación, de la atención médica y la administración pública, del desarrollo tecnológico, una idea del derecho y de la política.

 

Eso quiere decir que la historia del neoliberalismo es de un lado historia de las ideas, y de ideas bastante diferentes, y de otra historia política e historia institucional. También quiere decir, por otra parte, que el neoliberalismo es una ideología en el sentido más clásico y más exigente del término –que no es necesariamente peyorativo. Diré más: es sin duda la ideología más exitosa de la segunda mitad del siglo veinte, y de los años que van del siglo veintiuno.

 

Ningún sistema de ideas puede traducirse directamente en un orden institucional, ningún pensador de algún alcance reconocería sus ideas en el arreglo jurídico, político, de un país concreto. El régimen soviético no era una materialización de las ideas de Marx, aunque se le nombrase constantemente, tampoco el sistema neoliberal vigente en buena parte del mundo es reflejo exacto de lo que pudo imaginar Friedrich Hayek, por ejemplo. Pero aquello era una derivación discutible del marxismo, como esto es una derivación discutible del proyecto neoliberal de Hayek y Coase y Friedman. Y pocas veces, acaso nunca, una ideología ha conseguido imponerse de modo tan completo: no es sólo que se hayan adoptado en todo el mundo determinadas políticas económicas, financieras, sino que se ha popularizado la idea de la Naturaleza Humana en que se inspiran, y con ella una manera de entender el orden social, una moral, un abanico amplísimo de políticas públicas.

 

maxresdefault.jpgEl neoliberalismo ha transformado el orden económico del mundo, también las instituciones políticas. Ha transformado el horizonte cultural de nuestro tiempo, la discusión de casi todas las disciplinas sociales, ha modificado de modo definitivo, indudable, el panorama intelectual, y ha contribuido a formar un nuevo sentido común. Esa es la historia que quiero contar en las páginas que siguen.

 

No es exagerado decir que vivimos, globalmente, un momento neoliberal. Para tener una imagen más clara de lo que eso significa, podemos imaginar una evolución histórica del mundo occidental, cuya estructura en los últimos dos siglos sería más o menos como sigue. En primer lugar, hay un momento liberal, derivado de la Ilustración, que comienza en las últimas décadas del siglo XVIII e incluye la revolución estadounidense, la revolución francesa, las independencias americanas, es un momento que tiene su auge a mediados del siglo XIX, con la ampliación de los derechos civiles y políticos, y que entra en crisis como consecuencia de la presión del movimiento obrero y las varias formas de socialismo. Sigue lo que se podría llamar el momento keynesiano, o bienestarista, que se perfila a fines del XIX, y se impone de manera general tras la crisis de 1929, y sobre todo con la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Seguridad social, servicios públicos, fiscalidad progresiva. Llega hasta la década de los setenta. Y a continuación viene el momento neoliberal, en el que estamos, cuyo origen está en la discusión del keynesianismo de los años cuarenta, pero que se impone progresiva, masivamente a partir de 1980, y cuyo predomino en términos generales se prolonga hasta la fecha.

 

Conviene de entrada proponer una idea esquemática del neoliberalismo, para entendernos. A pesar de todas las diferencias que hay entre sus partidarios –y en ocasiones son verdaderamente importantes— hay un conjunto de ideas básicas que comparten todos ellos, y que forman, por decirlo así, la columna vertebral del programa.

 

En primer lugar se caracteriza porque es muy diferente del liberalismo clásico, del siglo XIX. De hecho, ya lo veremos con más detenimiento, el neoliberalismo es en buena medida producto de una crítica del liberalismo clásico. Algunos propagandistas, sobre todo en los tiempos recientes, prefieren adoptar como emblema la imagen de Adam Smith, y reivindican una larga continuidad, de siglos, de las ideas liberales, incluso de las leyes y de las políticas liberales, como si las diferencias fuesen de poca monta. La verdad es que la ruptura es clara, definitiva. Queda el prestigio de Adam Smith, la metáfora de la “mano invisible”, pero poco más, nada sustantivo.

 

La diferencia resulta básicamente de la convicción de que el mercado no es un hecho natural, no surge de manera espontánea ni se sostiene por sí solo, sino que tiene que ser creado, apuntalado, defendido por el Estado. Es decir, que no basta con la abstención, no basta el famoso laissez-faire, dejar hacer, para que emerja y funcione. En consecuencia de ello, al Estado le corresponde un papel mucho más activo del que suponían los liberales de los siglos anteriores. El programa neoliberal, contra lo que imaginan algunos críticos, y contra lo que proclaman algunos propagandistas, no pretende eliminar al Estado, ni reducirlo a su mínima expresión, sino transformarlo, de modo que sirva para sostener y expandir la lógica del mercado. O sea que los neoliberales necesitan un nuevo Estado, a veces un Estado más fuerte, pero con otros fines.

 

Un segundo punto en común: la idea de que el mercado es fundamentalmente un mecanismo para procesar información, que mediante el sistema de precios permite saber qué quieren los consumidores, qué se puede producir, cuánto cuesta producirlo. De hecho, el mercado ofrece la única posibilidad real para procesar toda esa información, y por eso ofrece la única solución eficiente para los problemas económicos, y la mejor opción, la única realista para alcanzar el bienestar. La competencia es lo que permite que los precios se ajusten automáticamente, y a la vez garantiza que se hará el mejor uso posible de los recursos. No hay mejor alternativa.

 

maxresdefault-(1).jpgEl mercado es insuperable en términos técnicos. Pero también en términos morales. Porque permite que cada persona organice su vida en todos los terrenos de acuerdo con su propio juicio, sus valores, su idea de lo que es bueno, deseable. El mercado es la expresión material, concreta, de la libertad. No hay otra posible. Y toda interferencia con el funcionamiento del mercado significa un obstáculo para la libertad –ya sea que se prohíba consumir una droga, contratarse para trabajar doce horas diarias, o buscar petróleo. Los neoliberales tienden a desconfiar de la democracia, dan siempre prioridad absoluta a la libertad, es decir, al mercado, como garantía de la libertad individual.

 

Otra idea más acompaña al programa neoliberal en todas sus versiones: la idea de la superioridad técnica, moral, lógica, de lo privado sobre lo público. Hay muchas fórmulas, muchos registros, hay muchas maneras de explicarla. En general, se supone que en comparación con lo privado, lo público es siempre menos eficiente, ya se trate de producir energía, administrar un hospital o construir una carretera; se supone que lo público es casi por definición propenso a la corrupción, al arreglo ventajista a favor de intereses particulares, algo inevitablemente político, engañoso, turbio. Y por eso ha de preferirse siempre que sea posible una solución privada.

 

Derivadas de esas tres ideas básicas, que pueden elaborarse de varios modos, hay otras también compartidas de un modo bastante general. Por ejemplo, que la realidad última, en cualquier asunto humano, son los individuos, que por naturaleza están inclinados a perseguir su propio interés, y que quieren siempre obtener el mayor beneficio posible. O por ejemplo la idea de que la política funciona como el mercado, y que los políticos, igual que los funcionarios y los ciudadanos, son individuos que buscan el máximo beneficio personal, y nada más, y que la política tiene que entenderse en esos términos –sin el recurso engañoso del interés público, el bien común o cualquier cosa parecida. O bien, que los problemas que pueda generar el funcionamiento del mercado, contaminación o saturación o desempleo, serán resueltos por el mercado, o que la desigualdad económica es necesaria, benéfica de hecho, porque asegura un mayor bienestar para el conjunto.

 

No creo que hagan falta más detalles por ahora. En unos cuantos trazos, eso es el neoliberalismo como programa intelectual. Ahora bien, a partir de esas ideas se ha desarrollado una práctica, y se ha promovido un conjunto de reformas legales e institucionales que han terminado por imponerse prácticamente en todo el mundo. Las líneas comunes son fáciles de reconocer. Privatización de activos públicos: empresas, tierras, servicios; liberalización del comercio internacional; liberalización del mercado financiero y del movimiento global de capitales; introducción de mecanismos de mercado o criterios empresariales para hacer más eficientes los servicios públicos; y un impulso sistemático hacia la reducción de impuestos y la reducción del gasto público, del déficit, de la inflación.

 

Nada de eso, ni en las ideas ni en las recomendaciones prácticas, es enteramente nuevo. La formación del programa neoliberal ha sido larga, complicada. La novedad en las décadas del cambio de siglo es que todo ello haya cristalizado en un movimiento global, que consiguió transformar el horizonte cultural del mundo entero en poco más de veinte años. Lo que sigue es una historia mínima de ese proceso, un intento de explicar de dónde vienen las ideas, y cómo se han traducido en iniciativas concretas.

 

Para entender bien este artículo vamos a poner “puntos sobre las íes”:

https://es.wikipedia.org/wiki/Neoliberalismo

http://www.significados.com/neoliberalismo/

Éste desgrana un poco más sobre “las diferentes ramificaciones del neoliberalismo”:

http://www.monografias.com/trabajos/neoliberalismo/neoliberalismo.shtml

Para “amplitud de miras”:

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/ayudadetareas/politica/el_neoliberalismo

 

 

Cazarabet conversa con Fernando Escalante:

 

26f238c435.jpg-Fernando, ¿qué es lo que te hace acercarte al neoliberalismo como concepto y como “tendencia”?

El neoliberalismo es sin duda el programa intelectual más ambicioso, y el de mayor éxito de la segunda mitad del siglo veinte: ha producido un cambio cultural dramático en todo el mundo, en los últimos treinta años. En mucho, define el sentido común del nuevo siglo. Y por eso me interesa –dicho en una frase, es el horizonte intelectual del presente. No obstante, a pesar de eso, a pesar de su éxito, no es fácil encontrar ni siquiera una definición aceptada, convincente. Ése es el motivo por el que me decidí a escribir el libro: pensé que podía ser útil.

Del lado de sus detractores, el neoliberalismo puede ser casi todo, es un término peyorativo que se emplea para descalificar cualquier política, cualquier decisión, sin que hagan falta mayores explicaciones. Del lado de sus partidarios, y en buena medida por ese uso peyorativo, resulta que el neoliberalismo no existe: es una invención de la izquierda, de uso demagógico, una expresión vacía. Y bien: contra unos y otros, hay que decir que el neoliberalismo sí existe, pero que no es cualquier cosa, ni cualquier cosa que hagan las derechas ni sólo lo que hacen las derechas.

 

[Acaso queda más claro en el texto de un breve artículo que publiqué en la prensa mexicana en marzo de 2014. Es el que sigue.

Los próximos treinta años

Fernando Escalante Gonzalbo

La penúltima línea de defensa del neoliberalismo consiste en decir que el neoliberalismo no existe, que es una invención de la izquierda, una palabra vacía que se usa para lo que sea pero no significa nada. Es un recurso ingenioso, que para empezar permite echar una cortina de humo sobre los últimos treinta años: es todo confuso, nadie sabe lo que ha pasado, políticas dispersas, inconexas, desde luego no un programa consistente –no la adopción de un modelo neoliberal, porque no existe tal cosa.

            La memoria ayuda, y la docena larga de libros de historia sobre el asunto. El neoliberalismo es un movimiento intelectual que tiene su origen en la Sociedad de Mont Pélerin, formada por Friedrich Hayek, Milton Friedman, James Buchanan, Gary Becker, etcétera, que se llamaban a sí mismos neoliberales en los años cuarenta y cincuenta. Hay variaciones, polémicas entre ellos, pero también un común denominador, un programa orientado a reducir al mínimo la intervención pública en la economía: privatización, liberalización, desregulación, desmantelamiento del Estado de bienestar, de los derechos laborales. La justificación para eso es la idea de que El Mercado es un mecanismo insuperable para procesar información, que asigna los precios de manera óptima, y produce el mejor resultado posible (digamos de paso que no hay prueba empírica de eso, que es una afirmación puramente dogmática).

            Pero el neoliberalismo no es sólo una teoría económica. Es también una sociología, implica una idea de la administración, del derecho, de la política. La traza básica es muy reconocible. Consiste en suponer que todo funciona, o debería funcionar como El Mercado (mayúsculas). Es decir que todo: los genes, la familia, la educación, la política, todo funciona de la misma manera, porque no hay más que egoístas racionales que buscan maximizar ganancias, todo es mercado, y lo que no es, debe arreglarse para que lo parezca. Se traduce en la generalización de criterios de rentabilidad, importados del mundo empresarial, y una desconfianza patológica hacia lo público.

            Al cabo de un predominio de tres décadas, el neoliberalismo se ha convertido en una ideología en el sentido más clásico de la palabra. Académicos, políticos, periodistas, repiten los clichés neoliberales convencidos de que están sólo describiendo la realidad, convencidos de que no hacen sino llamar a las cosas por su nombre –y que el neoliberalismo no existe.

            Su mejor aliado es una izquierda de consignas: cerril, poltrona y mendaz, ni siquiera dogmática porque no llega a tener dogmas, una izquierda que dejó de pensar hace mucho, que se limita a rebañar clientelas, y a esperar la cosecha de la miseria. Así empiezan los próximos treinta años. ]

 

hqdefault.jpg-¿El neoliberalismo es la “tendencia” que, de momento, más se ha  acercado a cómo es y a cómo responde el hombre en los últimos años, decenios…?

-El neoliberalismo es un programa intelectual enormemente ambicioso. En los últimos treinta años ha contribuido a transformar el panorama institucional en casi todos los campos: economía, fiscalidad, educación, salud, seguridad social. También ha contribuido a transformar nuestra manera de entender el mundo. Insisto, porque creo que es una de las claves del fenómeno: el neoliberalismo ha dado forma a nuestro sentido común.

En ese sentido, y por esa razón, el programa neoliberal parece ajustarse “a cómo es y a cómo responde el hombre”. Pero en realidad sucede a la inversa. Exagerando sólo un poco, yo diría que el neoliberalismo produce un tipo de humanidad, a su medida. Los mecanismos del orden neoliberal suponen que no hay más que individuos egoístas, racionales, calculadores, que quieren obtener siempre el máximo beneficio personal, y suponen que el interés público no existe, ni el servicio público ni cosa parecida. A la larga, esos mecanismos producen esa clase de conductas, producen esa clase de individuos.

Tanto que hoy en día, para cualquiera, es casi obvio que todos somos egoístas, calculadores, insolidarios. Y bien: la historia entera de la humanidad dice lo contrario. La naturaleza humana no es la monstruosidad que suponen los modelos económicos vigentes. Salvo la nuestra, todas las demás civilizaciones, durante milenios, se han organizado a partir de una idea muy diferente de los seres humanos. Y a partir de valores muy diferentes. Lo ha explicado maravillosamente bien Marshall Sahlins, en un librito reciente: La ilusión occidental de la Naturaleza Humana (México: Fondo de Cultura Económica, 2012).

 

-Te hablo, amigo Fernando, en esta conversación desde la ignorancia—bueno lo que quiero decir es que trabajo en la Difusión Cultural y como librera y no estoy “muy versada” en temas económicos, pero voy a tratar de preguntar con propiedad) el neoliberalismo fluye y crece a través del capitalismo, pero si reconocemos que hay neoliberalismo en la conducta humana….esto ya coge otros tintes y consideraciones. Así al capitalismo, creo que ya le viene bien el neoliberalismo…en todos sus subconceptos desde el antropológico al económico…Coméntanos, por favor.

 

-El programa neoliberal es inseparable, no del capitalismo, sino de una versión particular del capitalismo. En su origen, en los años treinta del siglo pasado, se definió como un intento de renovar el liberalismo, a partir de la idea de que las libertades económicas eran el único fundamento posible de la libertad, sin adjetivos.

Tres ideas básicas constituyen el núcleo del neoliberalismo: 1) los mercados no surgen ni se mantienen de forma espontánea, no son naturales, ni pueden preservarse si no es mediante la intervención del Estado, es decir: es necesario el Estado para producir y defender al mercado; 2) las libertades económicas deben tener prioridad sobre las libertades políticas, y deben ponerse fuera del alcance de las decisiones de las mayorías; y 3) en cualquier caso, lo privado es técnica y moralmente superior a lo público, por definición.

Esas tres ideas definen una versión muy concreta del capitalismo. No la única, pero sí la que tiene vigencia hoy. A ver si me explico mejor: no era menos capitalista el orden que preconizaba John Maynard Keynes, ni el del New Deal de Roosevelt, pero eran muy diferentes. Sobre todo, contaban con la necesidad de regular los mercados, someterlos al interés público, y contaban también con la necesidad de un sector público extenso, poderoso, eficaz.

 

-Fernando,en este libro tratas la historia del neoliberalismo, pero vas más allá del concepto de neoliberalismo aplicado a lo económico…

-El programa neoliberal, tal como lo definieron en su origen quienes participaron en el Coloquio Lippmann en París, en 1938, o en la fundación de la Sociedad Monte Pélerin, en 1947, era mucho más que una política económica. Detrás de las tres afirmaciones básicas que definen su identidad hay una idea de la naturaleza humana, una idea del vínculo social y una idea del derecho, de la autoridad, también una idea del conocimiento y de la moral. El atractivo del programa deriva de eso.

Es discutible la antropología neoliberal, es discutible la filosofía del derecho neoliberal, es discutible su idea del conocimiento lo mismo que su idea de la justicia. Ahora bien: el programa ofrece un sistema consistente, que tiene respuestas prácticamente para todo, respuestas que además parecen ser de un realismo aplastante: de sentido común. Y por eso resultan atractivas para el ánimo desencantado, receloso, casi cínico del nuevo siglo, que dice: no nos hagamos ilusiones, así es el ser humano, así es la sociedad, esto no tiene remedio –porque todos somos egoístas, calculadores, racionales, ambiciosos.

En todo caso, es importante hacernos cargo de la amplitud y la complejidad del programa neoliberal. Porque sólo así se entiende su éxito. Y sólo así se entiende que después de una catástrofe global como la de 2008, no haya cambiado prácticamente nada.

 

10-chi1.jpg-Escribes y trabajas desde México, un país que por desgracias es noticia por la guerra de todo tipo de tráfico, mafia, corrupción…¿qué parte de corresponsabilidad tiene en todo ello el neoliberalismo?

-Desde hace más de treinta años, desde 1982, hay un predominio del modelo neoliberal (política económica, fiscal, comercial, monetaria, y cada vez más también política educativa, de salud). Han sido treinta años de estancamiento, y de aumento de la desigualdad. Treinta años en que el poder adquisitivo del salario mínimo ha caído en más del 70 por ciento, y en que la población por debajo de la línea de la pobreza ha llegado casi al 50 por ciento. Sólo considerando las variables económicas más simples, la política neoliberal ha producido una sociedad insostenible.

Adicionalmente, en contraste con la cultura del régimen posrevolucionario que gobernó hasta los años setenta, la retórica neoliberal ha contribuido a producir una elite absolutamente falta de empatía. Es difícil explicar en pocas palabras lo que eso significa, su impacto sobre las relaciones sociales, pero cualquiera en México sabe lo que eso significa –y las consecuencias que tiene.

Más: las políticas neoliberales han golpeado sistemáticamente a los sindicatos y corporaciones del antiguo régimen. A veces, con muy buenas razones, porque eran espacios intensamente corruptos. El resultado ha sido quebrar muchas de las formas de intermediación que producían el orden de la sociedad mexicana (un orden inequitativo, en mucho ineficiente, corrupto, pero eficaz al menos para evitar la violencia).

Y más todavía: la adopción de la retórica liberal sobre la legalidad impuso un marco mucho más rígido a la política de lucha contra las drogas.

El resultado de todo ello ha sido la violencia de la última década. Es un fenómeno muy complejo, que se ha enturbiado de más por las explicaciones simplistas, melodramáticas, a las que son aficionados los medios de comunicación. Pero el nexo con el modelo neoliberal es innegable (si a alguien interesa, hace un par de años publiqué un libro sobre la construcción retórica del fenómeno del crimen organizado en México: El crimen como realidad y representación, México: El Colegio de México, 2013; y actualmente trabajo en un análisis de los factores que provocaron la espiral de violencia a partir de 2008).

 

-El neoliberalismo tiene y tuvo un aliado en todo el fenómeno de la globalización. ¿No lo ves así?

-Sin duda. Eso que hoy llamamos “globalización” es inseparable del programa neoliberal. El mecanismo de la globalización, es decir, de la integración de mercados (que de eso se trata), depende de que haya libre circulación de mercancías y de capitales, pero no de personas; y que haya reglas internacionales para garantizar el libre comercio, pero legislaciones nacionales en materia fiscal, laboral, de protección del ambiente. La globalización consiste en la posibilidad de explotar las diferencias entre regímenes normativos, para trasladar la producción donde sea más barata la mano de obra, donde la fiscalidad sea más generosa con las empresas, donde la legislación ambiental sea más laxa… Cosa que es posible siempre y cuando las mercancías puedan moverse sin problemas.

En ese sistema, los estados todos contribuyen a generar las condiciones en que funciona el mercado: compiten entre sí para ofrecer mejores condiciones fiscales, mano de obra más barata, más liberalidad en materia de contaminación, o lo que sea. La clave de arco de todo el sistema es la libre circulación de capitales, garantizada por la existencia de un centenar largo de “paraísos fiscales”. Sería largo de explicar, y además innecesario, creo. Esta globalización es neoliberal, sí.

 

Escalante-Gonzalbo.jpg-Y si desembarca el TTIP, esto puede ser ya, como aquí decimos, “la bomba” para alimentar un neoliberalismo salvaje…

-No estoy seguro de que las cosas vayan a cambiar mucho. El TTIP puede mantener la vigencia de la globalización neoliberal durante algunos años. Pero, en lo que se refiere al tejido social, en casi todo el mundo, el daño está hecho. Y lo que sigue es (estoy convencido) un lento proceso de reconstrucción de los lazos sociales, del interés público, de los mecanismos de la solidaridad.

 

-¿Dónde quedan los DDHH y civiles de los ciudadanos ante muchas de las prácticas neoliberales? ¿Y dónde pueden quedar en un futuro las secuelas del neoliberalismo?

-El punto de partida filosófico del neoliberalismo es un individualismo intransigente, radical (que arraiga en la libertad económica, pero individualismo de todos modos). Y por ese motivo, en principio es compatible con los derechos civiles. Pero enemigo de los derechos económicos y sociales, y en el extremo, receloso de los derechos políticos. O sea, que habría que matizar mucho la respuesta.

El programa neoliberal milita abierta, explícitamente en contra de algunos derechos reconocidos en Occidente desde hace ciento cincuenta años. Para Hayek o Mises, por ejemplo, el enemigo mayor de la libertad son los sindicatos: el derecho de huelga, por supuesto, los contratos colectivos, el salario mínimo. Y otro tanto hay que decir de derechos más endebles, de más difícil definición, como el derecho al trabajo, el derecho a la vivienda, o cualquier otro que pretenda corregir los resultados del mercado.

La evolución de los Derechos Humanos en las últimas décadas debe mucho al auge del neoliberalismo. Y los resultados son mezclados. No es fácil hacer un juicio general. Desde los derechos de las víctimas hasta los nuevos derechos de los consumidores, hay mucho que cae bajo su influjo –y que no es descartable. Todo eso es parte de la conversación que tenemos pendiente.

 

-Eres estudioso del neoliberalismo y quien investiga la historia puede hacer pronósticos de un futuro más o menos próximo ¿qué importancia crees todavía va a tener el neoliberalismo en aquello que más me importa los ciudadanos y ciudadanas?

-En las últimas páginas de mi libro trato de ofrecer un panorama de lo que viene –o lo que podría venir. Muy cuidadosamente, titulo ese apartado: “Parámetros para una alternativa”. Porque no podemos saber lo que viene en adelante. Pero sí, acaso, imaginar los términos en que se puede discutir eso que viene en adelante. Y sugiero tres ideas básicas para pensar una alternativa. La primera, tenemos que reconocer sin ambages, sin paliativos, que el experimento neoliberal fracasó: que fracasó incluso en sus propios términos, que no produjo no crecimiento económico ni bienestar, ni mayor igualdad. La segunda, que las soluciones del futuro habrá que inventarlas, que no van a ser una reedición de nada que se haya intentado antes, sino que dependerán, como siempre, de la imaginación social –la que en otro tiempo produjo el salario mínimo, el descanso obligatorio, el seguro de desempleo o el derecho a la salud. Y la tercera, que la invención del futuro pasa por una recuperación de un pensamiento social complejo: más atento a lo local, con más capacidad para incorporar el contexto.

Seguramente eso suena muy abstracto. Espero que también retenga la sonoridad optimista que quiero darle.

 

Seguramente muchos de los temas de la conversación están mejor explicados en algunos de mis artículos de prensa, o en otros textos míos. Para quien se interese, hay una extensa recopilación en mi página personal, bajo la etiqueta: “Neoliberalismo”.

http://www.fernandoescalante.net

 

 

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Historia mínima del neoliberalismo. Fernando Escalante Gonzalbo   
324 páginas        13,5 x 21 cms.
14.90 euros
Turner



¿Desde qué época existe el neoliberalismo?

¿El término hace referencia a las ideas, a la economía o a la política?

¿En qué país surgió?

¿A qué se llama «ciclos» en economía?

¿Qué es la inflación y cómo afecta al mercado de trabajo?

¿Qué es el Estado de Bienestar y cuándo empezó a construirse?

¿Qué medidas conlleva el «plan de choque» que defendía Friedman?

¿Qué es una burbuja y cómo se genera?

¿Significan lo mismo los términos estatal y público?

¿En qué consiste un programa de austeridad y qué consecuencias tiene?

¿Fue el neoliberalismo el causante de la gran crisis de 2008?

¿Qué futuro tiene el mundo con el neoliberalismo y el neoliberalismo con el mundo?
 

Fernando Escalante Gonzalbo nació en México en 1962. Es sociólogo y profesor en el Centro de Estudios Internacionales en el Colegio de México. Es el autor de Ciudadanos imaginarios (1992), La mirada de dios. Estudio sobre la cultura del sufrimiento (2000) y A la sombra de los libros: lectura, mercado y vida pública (2007), entre otros libros.

Extracto del libro:
http://shop.turnerlibros.com/media/Ou1/Extractos/HM%20Neoliberalismo.pdf

 

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