Sin-título-1.jpgCazarabet conversa con... José María Naharro-Calderón, autor de “Entre alambradas y exilios. Sangrías de las Españas y terapias de Vichy” (Biblioteca Nueva)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Biblioteca Nueva, desde el estudio y la investigación de José María Naharro-Calderón, se adentra en las “sangrías” de las Españas y terapias de Vichy.

El libro se encuentra dentro de la colección de Historia de esta editorial.

Lo que nos cuenta la editorial:

Riguroso estudio sobre el exilio republicano español, realizado a partir de testimonios literarios y de imagen gestados en torno a campos de concentración y diásporas.

El catedrático de Literatura Española y Estudios Ibéricos y del Exilio en el Departamento de Español y Portugués (School of Languages, Literatures and Cultures) de la University of Maryland (EE. UU.), José María Naharro-Calderón, presentará en la Casa de la Memoria su último libro: Entre alambradas y exilios. Sangrías de las Españas y terapias de Vichy, publicado por la Editorial Biblioteca Nueva. Será el viernes 30 de noviembre, a partir de las 19.30 horas, en la sede de la Casa de la Memoria, calle Sevilla, número 53 de Jimena de la Frontera. El escritor y pintor sanroqueño, Juan Gómez Macías, será el encargado de presentar y dialogar con el autor, el cual habla de su libro durante este mes de noviembre en distintas capitales andaluzas.

José María Naharro-Calderón es uno de los especialistas más destacados en la historia de los exilios de la Guerra Civil de las Españas. En este nuevo libro de su producción crítica, el autor aborda, entre otros, los siguientes temas: ¿Cómo se manifiestan las memorias históricas y los exilios republicanos de la Guerra Civil de las Españas? ¿Qué relación existe entre los campos de concentración y el mundo que se cree democrático? ¿Por qué son tan preeminentes los sentimientos nacionalistas y la violencia identitaria? ¿De qué forma reemergen hoy imaginarios dictatoriales del siglo XX: postverdad, brexit, populismos? ¿Cómo podemos abordar políticas que sinteticen relatos históricos y memoriosos? ¿Qué son los monos de la desfachatez?

Naharro-Calderón es uno de los principales impulsores en el ámbito universitario del estudio de las memorias históricas de la Guerra Civil de las Españas. Desde hace diecisiete años dirige en la Casa de Cultura de Llanes, Asturias, encuentros estivales (Diásporas y Fronteras) que han tenido como eje central de las ponencias y debates la contienda civil de 1936-1939 y los exilios republicanos. Ha sido profesor invitado en la Universidad Johns Hopkins y de Alcalá, en la cual coordinó La Cátedra del Exilio (2006-08), así como profesor adjunto en la de Nevada-Reno y lector en la Universidad de Pennsilvania. Es presidente (2016-2020) de la Asociación para el Estudio de los Exilios y las Migraciones Ibéricas Contemporáneas (AEMIC.org).

Su investigación abarca tanto la España contemporánea como América Latina, a través de la literatura, el cine, la fotografía, el arte o el cómic. Otras publicaciones incluyen: El exilio de las Españas de 1939 en las Américas: ¿Adónde fue la canción? (1991), Entre el exilio y el interior. El entresiglo y Juan Ramón Jiménez (1994), o Los exilios de las Españas de 1939: Por sendas de la memoria (1999). Naharro-Calderón también fue comisario con Beatriz García Paz de una exposición internacional, Hacia el exilio (2007), y ha completado ediciones críticas de Manuscrit Corbeau suivi de Le Cimetière de Djelfa (1998), El rapto de Europa (2008), Campo francés (2008) de Max Aub, Poeta en la arena (2010); El paraíso incendiado; La almohada de arena; y Versos del maquis (2011) de Celso Amieva, y Ética celestial y otros relatos entreverados de Juan José Gómez Ordoño (2014). También es autor del capítulo sobre la literatura del exilio en The Cambridge History of Spanish Literature (2004) y editor de un volumen doble de la revista Anthropos sobre Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí (1989) así como prologuista de Ochenta nuevos aforismos del mismo autor (2006) y Jazz de Raúl Barrientos (1997). Sus artículos cubren autores como Francisco Martínez de la Rosa, Pío Baroja, Benito Pérez Galdós, César Vallejo, Luis Cernuda, Francisco Villaespesa, Mercedes Escolano, Jorge Guillén, Jaime Gil de Biedma, Ana Rossetti, Rafael Morales, Juan Ramón Jiménez, Max Aub, Paulino Masip, Leopoldo Lugones, Manuel Vázquez Montalbán, María Luisa Elío, Jomí García Ascot, La Generación X, el cine y la literatura de la Guerra Civil, o el exilio de las Españas de 1939 y sus memorias; publicados entre otras revistas: Hispanic Review, Anales de la Literatura Española Contemporánea, Insula, Bulletin Hispanique, España contemporánea, Letras peninsulares, Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, Laberintos, El Correo de Euclides, o Migraciones y exilios. También es traductor de David Avery, Nunca en el cumpleaños de la reina Victoria: Historia de las minas de Río Tinto (1985, reed. 2010) y junto a Àngels Ferrer i Ballester, ha vertido del catalán al inglés, En busca d’una arquitectura nacional de Lluís Domènech i Montaner (2017). En 2016, ha sido elegido presidente de la Asociación para el Estudio de los Exilios y Migraciones Ibéricas Contemporáneas (AEMIC.org) y es miembro del consejo de redacción de la revista Migraciones y exilios y del consejo asesor de El correo de Euclides y Laberintos.

En la actualidad edita un volumen bilingüe de la obra de Juan Ramón Jiménez en EE. UU., Itinerarios/Itineraries, con música del compositor asturiano Carlos José Martínez, voz de Anaïs Naharro-Murphy, piano de Moisés Ruiz de Gauna, y acuarelas de Juan Gómez Macías y prepara un nuevo libro sobre angloestadounidenses en la Guerra Civil de las Españas y exilios.

La presentación del libro Entre alambradas y exilios es una actividad enmarcada en el proyecto Memoria y exilio que la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo en La Sauceda y El Marrufo desarrollan actualmente en la Casa de la Memoria La Sauceda. Naharro-Calderón ya colaboró con el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar en 2017 pues fue uno de los ponentes de la tercera edición del seminario de memoria histórica          de los Cursos de Verano que la Universidad de Cádiz organiza en San Roque. En aquella ocasión el seminario llevaba por título Morir matando. Memorias del tardofranquismo y su ponencia se tituló: Falacias de exilios.

El autor, José María Naharro-Calderón:

Especialista en estudios del exilio, es profesor en la Universidad de Maryland (Estados Unidos). Entre sus publicaciones destacan Entre el exilio y el interior: el entresiglo y Juan Ramón Jiménez, las ediciones de El rapto de Europa y Campo francés de Max Aub, Poeta en la arena y El paraíso incendiado, La almohada de arena, Versos del Maquis de Celso Amieva. En preparación tiene Guerra Civil y voluntarios anglo-estadounidenses en era de diásporas.

 

 

Cazarabet conversa con José María Naharro-Calderón:

image002.jpg-José María, ¿qué fue lo que te llevó a escribir este libro, Entre alambradas y exilios. Sangrías de “las Españas” y terapias de Vichy?

En el 80 aniversario de los exilios de las Españas de 1939, este libro, el cual me ha supuesto aproximadamente dos décadas de estudio y escritura, es un intento de avanzar algunas propuestas sobre aquellos legados y lo que, por ejemplo, pueden significar para la crisis global que vivimos en estos momentos en España, entre otros factores, debido al desafío independentista catalán, lo que creo es, en parte, una respuesta defensiva y conservadora de corte nacionalista decimonónico, pero de mercado neoliberal ante los retos de la globalización, además de un remanente del encaje territorial español que no logró encauzar el liberalismo de ese siglo. Por ello, siempre debemos hablar en plural tanto de los destierros como de los territorios de los diferentes refugiados, los cuales, por ejemplo, en el hacinamiento de los campos de Francia, más allá de la identidad republicana, buscaron no sólo la protección de partidos y sindicatos a los cuáles pertenecían, sino también se amalgamaron por áreas y afinidades culturales.

Los exilios de Las Españas de 1939 es la consecuencia móvil ante el cataclismo de la involución fascista mundial de la década de 1920-30, de la que fue víctima la Segunda República, hacia la que algunos de sus teóricos defensores y luego exiliados también habían tenido una actitud irresponsable, en la línea de lo que vemos hoy con los que intentan asimilar la España constitucional de 2019 al franquismo, o utilizan comparaciones inaceptables entre, p. ej., el independentismo catalán, en general, transversal y pacifico, con el nazismo.

Para incidir en esas contradicciones del discurso, por ejemplo, en Catalunya, una reconstrucción de la biografía de Andreu Nin mítico líder del POUM en un relato gráfico, (Andreu Nin seguint les teves passes) esconde la falta de realismo pragmático que ofuscó el espíritu revolucionario de muchos Poumistas y anarquistas y que impidió a la República defenderse eficazmente. Además, Nin aparece en esta versión como el precedente de una izquierda identitaria catalana que aboga hoy por la independencia unilateral en ese ejercicio periódicamente autodestructivo cada ciertas décadas por el que Vicens Vives, al recuperar las teorías del seny del filósofo exiliado José Ferrater Mora, y complementarla con la rauxa, aludía al fracaso de las opciones unilaterales catalanas. Pero la mayoría de los militantes de organizaciones obreras en Catalunya, luego desterradas, entre las que destacaba, por ejemplo, la CNT, su objetivo prioritario no era el nacionalista catalán, sino el revolucionario internacionalista. Todo ello me lleva en este estudio, que se ha calificado de “disidente”, a plantear algunos conceptos complejos derivados por ejemplo del exilio business, adelantado en 2005: los monos de la desfachatez. 

Así, los exilios republicanos se manifiestan cual espectros y metáforas del pasado, a veces, para domesticar horizontes de imágenes añoradas, idealizadas, reconciliadas, que el espectáculo, el mercado o la ideología procesan convenientemente, que el kitsch trafica y reproduce mecánicamente, pasto de revisionismos de todos los espectros: exilios y memorias-business, puntos ciegos, monos de la desfachatez. Con estos últimos, quiero construir una imagen polisémica que retomo semánticamente a partir de Teresa Vilarós (El mono del desencanto) e Ignacio Sánchez-Cuenca (La desfachatez intelectual), pero sin ceñirme al significado que le dan estos autores. Aquí “mono” se refiere por un lado a la obsesiva “necesidad, deseo apremiante o añoranza” (RAE) de reclamar o echar en falta, adicciones que identificaremos entre diversos discursos de la insatisfacción actual, algunos nostálgicamente republicanos de exilios. Por otro, es “prenda de vestir de una sola pieza, de tela fuerte, que consta de cuerpo y pantalón, especialmente la utilizada en diversos oficios como traje de faena” (RAE), que evoca también el uniforme de los milicianos republicanos de la Guerra Civil. Lo utilizo como metáfora de la longevidad de discursos republicanos de exilios y de la buena salud de opciones discursivas demagógicas que también contaminaron el idealismo de aquéllos que se opusieron al fascismo en 1936. También conservo las acepciones de “síndrome de abstinencia” (RAE), en referencia a los problemas acarreados por ciertos olvidos de la Transición, como el de los exilios de las Españas o de una de sus metonimias de ausencia, las fosas comunes del franquismo, y la “embriaguez o borrachera” (RAE) por los excesos que acarrean las inframemorias obsesionadas por el pasado, históricamente gremiales y reprimidas a favor de los perdedores y sus víctimas. Por “desfachatez” en su sentido de “descaro o desvergüenza” (RAE), pienso en los discursos reparadores llenos de recetas inconsistentes y demagógicamente líquidas y ligeras, que pueden plantearse desde una postura de supuesta ecuanimidad y equidistancia históricamente reductora y revisionista en la obra de autores literarios como Andrés Cercas (Soldados de Salamina), Andrés Trapiello (Ayer no más), o Arturo Pérez-Reverte (La Guerra Civil contada a los jóvenes), como también de pseudo negacionismo nietzschiano, radicalmente destructor, anclado en una historia, a veces, nostálgicamente anticuaria: Gregorio Morán (El precio de la Transición), Juan Carlos Monedero (La transición contada a nuestros padres), o Vicenç Navarro, etc. 

Los monos de la desfachatez también figuran históricamente entre las riadas de las sangrías de las Españas de la Guerra Civil y en sus terapias de Vichy, metáforas para la realpolitik incapaz de suturar heridas que precisaban solidaridad y que sólo recibieron hipócritas protocolos de No-intervención y como extensión, el universo concentracionario en que se encerró arbitrariamente a los republicanos españoles, se les explotó y persiguió, particularmente bajo el régimen del mariscal Pétain, cuya capital se había instalado en el curador balneario. A las necesidades de exilios de las Españas, se les aplicaron inútiles terapias, como las que simbolizaría el colaborador balneario francés en el que Francia, a su vez, trató de evitar desangrarse tras la agresión nazi, como bien lo habían predicho los republicanos de las Españas, desde los representantes en la Sociedad de Naciones hasta aquellos voluntarios de las Compañías de Trabajadores Extranjeros, Batallones de Marcha o Legión francesa y resistentes de las Españas durante la Segunda Guerra Mundial.

Los exilios son también una manifestación más de ese proceso violento de olvido que conforma todo nacionalismo. En el caso español de 1939, se deben a la usurpación de una imagen de incipiente pluralidad nacional secular de la Constitución republicana de 1931, (estatutos catalanes de 1932, vasco y gallego en vías de tramitación en 1936) por una de univocidad reaccionaria a partir de fundamentalismos mesiánicos y vertebradores de la hispanidad católicamente ortodoxa (Donoso Cortés, Menéndez y Pelayo). La unidad de destino en lo universal, máxima falangista asumida por el franquismo, pasaba por el anhelo imperial de América a través de una hispanidad neo-escurialense que se refractaba, velis/nolis, en el hispanismo liberal defendido, por ejemplo, por Francisco Carmona Nenclares.

Paradójicamente, a partir de la exclusión del destierro, se produce un proceso reactivo de autodefensa e identidad de lo nacional perdido, a pesar de las divisiones intestinas políticas y geográficas que seguirán plagando los imaginarios de los desterrados incapaces de plantear en 1945 un frente común para derribar la dictadura. Representó la excusa perfecta para que se les aplicara una segunda fase de la No-intervención de la Guerra Civil por parte de las potencias aliadas (Estados Unidos Francia, Reino Unido), a las que esta vez se sumaría también la Unión Soviética al eliminar la política de Reconquista de España llevada a cabo por el PCE como forma improductiva de derrotar a la dictadura, mientras se defenestraba a sus mejores militantes y disidentes: rechazo de las aspiraciones republicanas y aceptación de la presencia franquista.

Por ello, este libro va mucho más allá de lo que podría aparecer como un estudio centrado en un período, momento o problema concreto, p, ej., trabajar la historia de los republicanos de Las Españas en los campos de concentración de Francia. Al contrario, se trata de una amplia reflexión que busca indagar en aquellas diversidades republicanas a través de abundantes testimonios literarios (Max Aub, Silvia Mistral, Jorge Semprún, etc.) y de imagen (cine [Jomi García Ascot y María Luisa Elío], cómic [Paco Roca, entre otros], fotografía [Agustí Centelles, Robert Capa, Manuel Moros, etc.]) gestados en torno a campos de concentración planetarios y diásporas. A su vez, los monos de la desfachatez se reelaboran con las aspiraciones del independentismo catalán, gallego o vasco, o ejemplos literarios del kitsch antes citados o las versiones de casta y gente ya referidas. Entre postimperialismos difusos, globalización y automatismo, la crisis de los migrantes y el totum revolutum de peligros terroristas, la Transición también se ha espejeado cual balneario de Vichy en las sangrías de la Montaña In-Civil (Valle de los Caídos).

Hoy, la historia de las memorias republicanas de exilios, ha evolucionado al compás de la aceleración de la crisis global de los refugiados transnacionales de Oriente Medio, el Mediterráneo y África, la ineficacia e inconsistencia mundial de las políticas de memoria ante estas u otras crisis (antigua Yugoslavia, Ruanda, etc.), la mundialización de las memorias y sus extensiones espectaculares de turismo del recuerdo, y las luchas ideológica-memoriosas, en las que partidos como PSOE, Podemos favorecen diversos grados de Memoria Histórica, en particular a través de la completa exhumación de todas las fosas comunes conocidas, lo que ha llevado al gobierno de Pedro Sánchez a crear una Dirección General de la Memoria Histórica en 2018, que sin embargo, no posee ninguna partida presupuestaria, tras la negativa a los presupuestos presentados por parte del PP, Ciudadanos y los dos partidas nacionalistas catalanes: PdeCat y ERC. A los ochenta años del fin de la Guerra Civil, el paradigma de la memoria de los descendientes de los vencedores es radicalmente inverso al que tradicionalmente identificaba a los suyos con el mausoleo y el culto a sus muertos: buscan huir del pasado y evocan fantasmas que alguna izquierda intenta encarar con resultados dispares, por ejemplo, a través de la enrevesada gestión de lo que llamo Montaña Incivil, o los callejeros, hoy vestigios muchas veces, opacos en sus signos, imágenes y referentes de exilios para una gran mayoría de ciudadanos.

A pesar de todos estos obstáculos, vamos a conmemorar los exilios de 1939 a través de una serie de reuniones académicas y otros actos, pero no estoy convencido, como lo muestra la evolución de los acontecimientos geopolíticos, de que esto tenga un impacto significativo para alterar las conciencias de ciudadanos que se inclinan ahora hacia opciones democráticamente peligrosas infiltradas entre las ofertas electorales a raíz de la desafección, la crisis global y las estrategias de agitación por bulos de todo tipo a través de las redes sociales. Por ejemplo, las políticas de memoria en la Unión Europea no han impedido los rebrotes de la obsesión identitaria, la exclusión, el antisemitismo o la reemergencia de partidos de extrema derecha, de Suecia, Austria a Grecia, o de Hungría, Francia a España. La necesaria educación en torno a una memoria democrática no garantizaría la inoculación ante las infecciones totalitarias, como la elaboración de imaginarios liberales no impidieron la conformación de dictaduras de cuño fascista o estalinista. Pero dichos retrocesos no justifican que representantes teóricamente democráticos obstaculicen y nieguen fondos para que unos familiares, si así lo desean, puedan extraer dignamente a los suyos desaparecidos en el segundo país con más fosas comunes después de Camboya, o que no se pueda legislar una ley contra la apología del franquismo o se pueda exhumar a los dos muertos vivientes que presiden la Montaña Incivil para enterrar definitivamente ese imaginario de los puños y las pistolas, y resignificar ese espacio de la Guerra Civil, el exilio y la dictadura, el cual, requeriría visitar obligatoriamente para realizar un trabajo de memoria académica y personal activa, antes de poder obtener el graduado escolar en esta nación-estado llamada España.

 

image003.jpg- Los exilios, sobre todo en los de los españoles en Francia en 1939, van siempre acompañados de alambradas? 

Los desplazamientos forzosos que atraviesan hoy continentes representan las señas de identidad de un teórico mundo líquido como señaló Zigmunt Bauman, postcolonial, globalizado y transnacional. Diásporas que han representado manifestaciones tardías de los estertores de los viejos imperios en crisis en torno a la Primera Guerra Mundial y los coletazos del ultranacionalismo confesional (crisis de la Antigua Yugoeslavia en la década de los noventa). También se producen principalmente como consecuencia de la caída del muro de Berlín, la desintegración de la U.R.S.S. y la política de bloques de la Guerra Fría en 1989 que tuvo su última batalla en Afganistán en la década de los 80, espacio generador de un nuevo y creciente conflicto religioso con el mundo islámico y anticipación del nuevo colonialismo transnacional del siglo XXI.

Anteriormente, los refugiados que habían empezado a tener cierta identidad jurídica a raíz de la Primera Guerra Mundial como aquellos que huyen "fuera de sus fronteras por temor a la persecución”, tuvieron gran dificultad para traspasar las fronteras del Telón de Acero para ser inmediatamente acogidos en los países del Mercado Común. Pero hoy los antiguos satélites soviéticos u otros ex territorios coloniales de Oriente Medio y el Mediterráneo los reciben o fabrican, mientras que las fronteras europeas más orientales u occidentales se cierran a pesar de los estatutos de ayuda a éstos, ratificados por la convención de Ginebra (1951). 

Europa ha sido un continente forjado por desplazamientos y emigraciones, por lo que históricamente sería un contrasentido calificar de crisis las actuales llegadas de migrantes y refugiados. Tras el tratado de Schengen (2003), la UE sería un espacio de libre circulación de capitales, mercancías y personas. Pero entre éstas, se excluye sobre todo a las que se encuentran fuera de sus fronteras.  Las cláusulas de inmigración que exigen que los refugiados queden censados y ubicados en los puntos de entrada a Europa y que sean reenviados a dichos puntos en caso de ser detenidos en otros lugares, complica aún más la teórica libre circulación de estas personas. Hay que criticar la hipocresía de un espacio aparentemente múltiple pero cerrado a los no europeos sedentarios de primera clase. En la crisis de los 65.000.000 de migrantes, la UE, bajo una lógica de precariedad fóbica de derechos sociales, sólo ha admitido a algo más de un millón de refugiados “particularmente” cualificados, la mayoría en Alemania. Con buen criterio y debido a una necesidad laboral de una economía en expansión, la canciller germana había logrado, en parte, lavar parte del ominoso pasado nazi, pero el ascenso de los partidos de extrema derecha ha obligado también a dicha iniciativa.

La política intervencionista de los EE. UU. en Irak, refrendada por el Reino Unido y el gobierno español del presidente Aznar (2003) donde, entre otros ho/errores, se enfrentó a chiíes y sunníes, seguida de las intervenciones franco-estadounidense bajo la égida de la OTAN en la Libia del coronel Gaddafi en 2011, y el fracaso de las primaveras árabes de 2011 (Egipto, Siria) con resultados mixtos en Túnez, han llevado a una importante crisis en los antiguos protectorados italo-franco-británicos, también presente en la anterior violencia religiosa en la Argelia de los noventa.

Ahora contemplamos en la fugacidad indiferente y consumista de la digitalización, imágenes similares a las que un día fotografió, por ejemplo Robert Capa, entre aquel otro medio millón de refugiado republicanos de las Españas que se apretaron angustiosamente contra la franja pirenaica entre enero y febrero de 1939. En Europa, vivimos un tiempo de historia cada vez más convulsa sobre todo tras los atentados islamistas e islamizados que se masificaron en Madrid el 11 de marzo de 2004. Guarecida tras el silencio de archivos, coloquios y trabajos de investigación, la historia de exilios se ha desperezado, tras una larga siesta, como la cucaracha memoriosa de Gregorio Samsa transformada en Joseph K.

Ante esta avalancha migratoria producida por nuevas guerras civiles similar a aquella aparentemente tan lejana de 1939, la mayor jamás llegada a suelo francés tanto metropolitano como la Argelia colonial (Orán, etc.), en la teórica Europa sin fronteras, aparecen ahora las contradicciones de los intereses nacionales en un supuesto espacio transnacional de libre circulación en un mercado globalizado.

Si el siglo XX fue el de los refugiados y desplazados, el XXI es el de los migrantes: eufemismo sociológico para los nuevos des-asilados violentados por la economía globalizada y las repercusiones geopolíticas de dicha violencia. Hasta 1951, por lo menos, los refugiados fueron aceptados colectivamente, como en el caso de los republicanos españoles en Francia en 1945, pero a partir de aquella Convención de Ginebra, para ser asilados el peso de la prueba corre por parte del peticionario, el cual tiene que demostrar la pérdida de sus derechos, caso por caso, y sobre todo convencer a los estados receptores de la necesidad de dicho asilo, sin que estos, a pesar de que reconozcan dicho derecho, tengan la obligación de recibirlos.

Todo ello, a pesar de la tradición que, en parte, nos incumbe a los españoles, a partir del punto de vista universalista de protección de Francisco de Vitoria frente al que regiría solo para los estados. Y como prolongación de la existencia de la Liga de los Derechos Humanos de 1898, la Declaración de Derechos Internacionales de 1929 posibilitada por el Instituto de Derecho Internacional, la Convención sobre el Estatuto Internacional de los Refugiados de 1933, la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 o la vigente Convención de 1951. Además, durante las tres últimas décadas, España ha invertido en inmigración una tradición de emigración de cinco siglos. Mientras tanto, Francia oficialmente exhibió en 2015 mediante el discurso de su primer ministro de origen catalano-español, Manuel Valls, hoy candidato a la alcaldía de Barcelona, un idealizado pasado de acogida a los refugiados, entre los que se encontraron en 1945 aquellos republicanos españoles antes aherrojados en campos en 1939.

-¿Qué crees que llevó al gobierno francés, al que se le presumían valores republicanos, a enjaular a los que defendieron la II República Española entre alambres, salitre, la intemperie, la sed? 

La caída de la Segunda República se debió, entre otras razones, a la debilidad de este tipo de proyectos en Europa (Weimar, etc.), y a la involución ultraconservadora internacional y alianza frente-populista tensionada revolucionariamente por la izquierda: hoy, o parece idealizarse todo aquello a través de ejemplos culturales como los tebeos populistas, o bien se igualarían culpas mediante cierta repartición equidistante (Cercas, Pérez-Reverte, Trapiello, etc.).

En los años treinta del siglo pasado, a campaña antiroja en Francia llevada a cabo por extremismos fascistas de arraigo autóctono terminó por labrar el camino de la ilustración republicana española hasta las alambradas de los campos de concentración vecinos, luego gestionados por el régimen de Vichy. Los contextos históricos de entonces en Francia, iluminan algunas de las contradicciones que agitaban aquella sociedad, zarandeada por tensiones internacionales y antimigratorias. Pesaba el recuerdo de los asesinatos de los presidentes, Sadi Carnot en 1894, a manos de un anarquista italiano, y Paul Doumer en 1932, por un ruso blanco, o bien la accidental muerte del ministro de Asuntos Exteriores en 1934 tras el magnicidio del rey Alejandro I de Yugoeslavia por un croata: todo agravado por las campañas de agitación de imaginarios, ante las violencias revolucionarias perpetradas por los rojos españoles jaleadas por la prensa francesa reaccionaria.

También habían existido reticencias para aceptar a los emigrantes españoles del sector agrícola y minero que habían aumentado con la crisis de la Primera Guerra Mundial o los italianos que huían del fascismo de la bota transalpina. A su vez, creció la oposición ante la facilidad de integración de exiliados alemanes antinazis en profesiones liberales en los años treinta. Y la conferencia de Evian de 1938 sobre los refugiados judíos fue otro ejercicio de hipocresía de las potencias liberales, mientras la Sociedad de Naciones se deshacía por las contradicciones de la No-intervención en Manchuria, Etiopía o España. Las lógicas perversas de esa política de laisser faire, laisser passer, a pesar del Frente populismo alineado con la burguesía gala, y la posterior actitud pro-republicana francesa de muchos de los refugiados españoles,  que además se unieron contra el enemigo común del nazismo y fascismo, no fueron suficientes para cambiar aquellas políticas de exclusión dentro de un universo de enfrentamientos. 

Como en 1939, EE. UU., Europa y Francia, muy en particular, se debate hoy entre sus declaraciones universales de Derechos Humanos basados en el idealismo y el fervor de la revolución, ejemplificados primeramente en el artículo 120 de la Constitución francesa del 24 de junio de 1793, ratificados por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948,  la Convención de Ginebra de 1951, y las restricciones actuales por las presiones políticas, económicas y xenófobas. Un sector significativo de la sociedad europea, y entre ella la francesa, que incluye a los votantes del Frente Nacional, expresan con antiguos conceptos supuestamente sobreseídos en estados-nación soberanos, su rechazo a la acogida de refugiados, ni siquiera en números reducidos y selectos.

Así retornan tempestades del pasado, a lo Nietzsche, empujadas por nuevos vientos de masas aherrojadas. Las de 1920, década de los refugiados y apátridas de facto de las nuevas fronteras de la paz de la Primera Guerra Mundial; las de los veinte y treinta con las restricciones que empujaron a los apátridas de jure (rusos blancos, armenios, italianos antifascistas, alemanes, austriacos y checoeslovacos antinazis, republicanos de las Españas coherentemente temerosos de la Ley de Responsabilidades Políticas del franquismo del 13 de febrero de 1939, etc., -- a las llamadas gentes sin estado --, a convertirse en indeseables desplazados sin derechos, visados y pasaportes, sin papeles o indocumentados en el abismo de la coerción de la identidad generalizada.

Papeles mojados como recordarán Stefan Zweig (The World of Yesterday) o Max Aub (El rapto de Europa), sólo anteriormente obligatorios para los criminales o viajeros como cartas de presentación: universo de la exclusión y de los exilios sometido a las arbitrariedades de la identidad nacional que estudió Hannah Arendt en su tan vigente Los orígenes del totalitarismo. Como a finales de 1930, parte del pueblo francés actual, traumatizado por diversos atentados, es reticente a abrir sus puertas y reconocer el derecho de asilo basado en el jus solis (quid quid est in territorio est de territorio) como parecía aceptarlo el de 1920, a través de la herencia del revolucionario de 1793.

De nuevo, estos refugiados de la diáspora planetaria se han hacinado en improvisados recintos, en campos destartalados o han tenido que luchar con las nuevas alambradas en Europa del Este, en la frontera mexicano-estadounidense, o las concertinas en los límites de Ceuta o Melilla, o en hundirse entre las alambradas líquidas de mares océanos, etc. Mientras los flujos aumentan, las puertas se cierran, y retorna el espacio semántico, identitario y simbólico del refugiado: el campo. Como lo escribió Hannah Arendt, éste se convirtió en el único país disponible para los sin estado. Y por ello, hay que estudiar las características de los campos de entonces para no esconderlos hoy con los eufemismos de ayer (internamiento, acogida, clasificación, etc.) y determinar el grado de concentración que manifiestan, es decir, lo que Primo Levi describió como el deslizamiento por la ladera de la pérdida de derechos del otro, la cual una vez banalizada, puede terminar llevando al exterminio.

 

image004.jpg-Todos los exilios esconden no poco dolor de dolores. ¿Qué nos puedes decir en este caso?

Sí, pero esa metáfora del dolor de la separación "de la uña de la carne" como nos recuerda el señero Poema del Mío Cid, hay que ponerla en perspectiva porque el destierro evita, en general, la cárcel, la persecución y represión directas, y/o la muerte. Algunos sobrevivientes del exilio (por ejemplo, los llegados a las Américas, y en particular los de la clase intelectual y cultural) no pueden ser equiparados a las víctimas violentas de la Guerra en el interior o en el destierro de Europa, en particular los que quedaron y resistieron en Francia, o terminaron deportados a campos de exterminio nazis. Como señalaba Constancia de la Mora en In Place of Splendor, ratificado por Julián Zugazagoitia y otros, la diferencia entre el hacinamiento en la frontera española de Port Bou y la francesa en Cerbère, era la ausencia de bombardeos, armas y muertes, por causas franquistas en la segundaPor otro lado, los exiliados terminaron por abrazar uno de los principales rasgos del concepto bíblico y eterno de la diáspora, ratificado por Luis Araquistáin: “somos una admirable Numancia errante que prefiere morir gradualmente a darse por vencida” . Así el destierro perdía en 1977, tras la No-intervención de 1936-1939 y 1945, sus esperanzas de reintegración territorial, política y cultural plenas, al anularse democráticamente tanto sus principios weberianos de convicción como de responsabilidad.


-Cada exiliado encierra una historia que va a componer la historia global del exilio. ¿Es casi como un puzzle?

Se trata de un fenómeno inabarcable, proteico, en continua transformación, donde la diversidad es unas de sus señas de identidad y de ahí la necesidad de una nomenclatura plural. Además, semánticamente, los exilios de 1939, manifiestan una variedad léxica: peregrinos, emigrados, emigrantes, desterrados, transterrados, conterrados, refugiados, asilados, apátridas, y exiliados, de raíz latina pero de actualización galicista y catalana (exili) en los treinta, como nos enseña el gran etimólogo exiliado Joan Corominas, y que también se asimila en aquel momento al de refugiados. Alicia Alted (La voz de los vencidos) nos  advierte además que los republicanos españoles en el exilio no eran técnicamente refugiados ya que “en ningún momento fueron privados de su nacionalidad por el régimen de Franco, por lo que nunca fueron apátridas, aunque algunos, por circunstancias especiales, tuvieron el pasaporte Nansen. Por otra parte, la asunción de la nacionalidad del país receptor no supuso la pérdida de la nacionalidad española, por lo que, en este caso, gozaron de la doble nacionalidad” (26).

Sin embargo, a pesar de las diferencias de perspectivas de los exiliados de las Españas, es precisamente en los momentos de máxima tensión y precariedad, - campos de concentración tanto franceses como nazis, resistencia en Francia a través de la Unión Nacional Española (UNE) (1943-1945), de inspiración comunista pero relativamente plural -, en los que se regenerará el reclamo de una identidad republicana común, internacionalista y antifascista contraria al monolitismo centralista de la dictadura o a las dispersiones de nuevas aspiraciones nacionales identitarias. Así lo afirmaban y mostraron tantos protagonistas refugiados en Francia que contribuyeron decisivamente a la resistencia antinazi en Francia con el objetivo de luego expulsar al franquismo.

- Pero háblanos, un poco, de todos estos exilios. Por ejemplo de sus divisiones, de los diferentes tipos de exilios….

La identidad intersticial de los republicanos tendrá que recimentarse como refugiados, en los destierros franceses frente a la subalternidad del vencido sin estatus hasta 1945, y en la diáspora mexicana, ante cierta imagen de soberbia entre el gachupín reaccionario. Este acomodo se beneficiará de cierto cosmopolitismo democrático y solidario en estos países de acogida trasladado a las generaciones de descendientes, luego particularmente bien integrados en ambas realidades nacionales como ha estudiado Pablo Yankelevich. De la misma forma que el exilio republicano sirvió para asentar imaginarios de modernidad democrática de acogida para el PRI hasta la muerte de Franco, la imagen de los republicanos integrados en la Francia jacobina, ahora zarandeada por una crisis de identidad y el miedo al espectro del islamismo radical, ha cobrado un inusitado brillo en el siglo XXI, entre otros factores, gracias a la presencia muy activa de organizaciones memoriosas de descendientes de republicanos españoles.

Algunos de los exiliados de 1939, como planteó José Gaos y luego ratifica Adolfo Sánchez Vázquez, buscaron un nuevo transtierro cultural en un intento de globalización avant la lettre del pensamiento hispano de raíz socio-liberal y humanista en las Américas: el vasto y abierto modernismo institucionista y alerta de Juan Ramón Jiménez entroncado con la doctrina del Pacífico de Henry Wallace, el socialismo humanista de Max Aub cercano a la historia ética y universal del hombre verdadero que María Zambrano identificó con la rectitud y el paso de la razón armada a la misericordiosa. Como digo, América y en particular México fueron territorios receptores esclerotizados de estos imaginarios globalizados de la hispanidad ética y republicana de 1939 que reforzaron, en parte, una paradójica institucionalización y petrificación del PRI, el cual terminó por supurar su vacuna española en la Plaza de Tlatelolco a través del Movimiento 59 gestado, en parte, entre los descendientes del exilio de 1939.

José Prat señalaba que las Américas globalizaban lo que Europa separaba, adquiriendo ahora el exilio un descentramiento epistemológico que lo llevaba a perder el sentimiento positivista del origen para asumir el concepto diaspórico movible y cambiante en una geografía identitaria transatlántica, alejada de los deseos territoriales de los grupos de resistencia del interior: “Recuerdo como experiencia personal imborrable la enorme distancia que encontré entre la acera española y la francesa de una calle de una villa fronteriza de los Pirineos orientales, y la tremenda cercanía que encontré al desembarcar en Puerto Colombia (Barranquilla) a finales de agosto de 1939, al cabo de más de quince días de navegación. El Atlántico acercaba, y tres varas de calzada separaban” (en Naharro-Calderón Coord, Los exilios de las Españas en las Américas: ¿A dónde fue la canción’? 145).

 

-¿Qué llevó a unos o unas a elegir un exilio y no otro? En tiempos en que de esa decisión, muchas veces, dependía su suerte en el camino de la vida o la muerte. 

Es uno de los retos abyectos que plantea el exilio. No saber si es posible permanecer en el territorio de origen o en el de llegada, para luego anhelar un muy complejo, y muchas veces, imposible retorno. Además hubo procesos de selección hacia las Américas, en los que incidieron los intereses de partido, sindicatos y regiones. Allí funcionaron tanto las redes de influencia como de solidaridad, mientras que los fondos del tesoro republicano que posibilitaron el SERE y la JARE, las dos organizaciones republicanas antagónicas (Negrín y Prieto) de ayuda a los refugiados, tuvieron destinos poco consistentes, que favorecieron, sobre todo a los exiliados americanos frente a los más necesitados europeos de los campos.

El retorno físico del exilio de 1939 es también un importante mito que persiguieron los propios desterrados como una fórmula de resistencia, sobre todos aquéllos que realizaron el viaje ultramarino a América Latina, donde México fue su destino principal. El regreso se reflejaba en los horizontes prestigiosos de los indianos decimonónicos que habían hecho las Américas y cuya beneficencia socioeconómica extendieron a sus espacios de origen. Pero a través del desarrollo industrial de la segunda parte del siglo diecinueve, la emigración fue asentándose no como un viaje provisional de golondrinas sino como un destino definitivo en el viaje de los desplazados. La longevidad de la dictadura añadió la temporalidad necesaria para que la mayoría de los desterrados de 1939 se vieran forzados a asumir el refugio definitivo en las tierras de acogida junto a gachupines y gallegos, y la imposibilidad de regreso tanto material como espiritualmente.

Inversamente, los que poblaron países europeos democráticos en 1939 como Francia, reprodujeron espacios de destierro decimonónicos, a pesar de los impedimentos de la administración francesa que buscaba dispersarlos con criterios de control de aquel siglo. Al situarse lo más cerca posible a los orígenes (sur de Francia, norte de África) esperaban influir lo más directamente posible en las directrices internas de la nación perdida, y hasta infiltrarse mediante operaciones de invasión como la del Valle de Arán (septiembre-octubre 1944) o de Reconquista de España y guerrilla bajo control del PCE, o esporádicas operaciones de los anarcosindicalistas. Pero de nuevo, a pesar de la larga y profusa labor de resistencia política y cultural, la perduración de la dictadura impidió el regreso efectivo de los republicanos, y el desarrollo económico y la mejora social de los países de acogida dividió definitivamente a las familias de desterrados, considerados por sus familiares del interior, a veces, hasta como extranjeros.

 

image006.jpg- Pero aún con y entre alambradas los exiliados y exiliadas sacaban fuerzas y trataban de vivir…

La vida de los republicanos españoles en Francia a partir de la debacle del frente catalán de 1939, se identifica durante su primer lustro en los campos de concentración del sur de Francia, en el norte de África, las Compañías de Trabajadores y por extensión, los campos de la muerte nazis, en parte, como consecuencia de la política de los gobiernos de la Tercera República, de Vichy, del franquismo y de los Nazis. Pero también los encontramos en centros de refugiados, en la guerrilla o integrados en la economía agrícola e industrial francesa. Esta diversidad de experiencias se presenta en un variado abanico de muestras escritas. Algunas aparecen como relatos-diarios testimoniales redactados bajo las penurias del internamiento o del privilegio. Recomiendo a los lectores algunos ejemplos que estudio en el libro.

En esta nómina, podemos incluir los ejemplos de Manuel Andújar en su St Cyprien Plage: campo de concentración, escrito como afirma el autor con "las rodillas por pupitre", Entre alambradas de Eulalio Ferrer, también anotado in situ en el frío de los campos de concentración del sur de Francia (Argelès-sur-mer, Barcarès y St Cyprien), o el de Sebastià Gasch, un bon vivant del destierro. Otro como Éxodo de Silvia Mistral se inicia en la Retirada de Barcelona vía los centros de refugiados y se termina camino del destierro mexicano, o el de Nemesio Raposo se reconstruye a partir de un diario quemado después de su vuelta a España en 1942. A medio camino entre el testimonio personal escrito entre las alambradas, la pátina del recuerdo y la invención nos toparíamos con la obra de Max Aub, tanto en sus versiones cuentísticas, versificadas, teatrales como su guión para el cine, Campo Francés, el cual edité prolijamente junto a sus fotografías, en 2008 para la Biblioteca Valenciana, y por cierto, ahora se acaba de reeditar como exilio-business: sin una sola nota y con un prólogo exento de cualquier referencia a todo el trabajo anterior. Otro mono de la desfachatez o de exilio-business

Junto a estos ejemplos de Aub, que para mí es la voz más lúcida y completa de toda aquella época, encontramos otros relatos, cuyo carácter testimonial o se filtra a través de la "ficción" o de la distancia respecto de los acontecimientos. En esta nómina parcial viajamos por la crónica de Josefina Carabias, los testimonios orales recogidos por Neus Català, Félix Santos o Antonio Soriano, las memorias de Francisco Pons y Otilia Castellví, las "novelas" de Michel del Castillo, Manuel Lamana, Mercè Rodoreda o Roberto Ruiz, Javier Cercas, Andrés Trapiello, los versos de Celso Amieva, o las reflexiones de Jorge Semprún, la fotografía de Agustí Centelles, etc.

Es un corpus inabarcable.  En todo caso, se trata de una abigarrada aunque no exhaustiva muestra (intento estudiar otros ejemplos no citados aquí) de estas experiencias masculinas y femeninas transmitidas oralmente, por escrito o visualmemte: memorias serializadas publicadas inicialmente en prensa, diarios, escritos de denuncia, ficción autobiográfica, poesía, ensalada de prosa y poesía como glosa del encierro, teatro, guión cinematográfico, documental de propaganda y denuncia, documental de investigación, película de ficción, manuscrito teóricamente encontrado, revista caligrafiada de arte y literatura, memorias autobiográficas de mujeres fotografía glosada, en catalán, español o francés.

Pero todas ellas nos transportan a aquellos años aciagos por el frío de las alambradas y el calor de la memoria. El contraste entre testimonios masculinos y femeninos además pone de manifiesto las contradicciones de las macronarrativas occidentales que en general han tratado a las mujeres como exteriores a la historia monumental protagonizada por el hombre. Sin embargo, en algunas micronarrativas sobre la experiencia desterrada en Francia escritas por mujeres se tiende a romper con esa razón y con el triunfalismo que a veces asumen los textos de los sobrevivientes masculinos. 

 

-Háblanos de los exilios interiores:

Como ya lo señalé en 1994 en Entre el exilio y el interior: el "entresiglo" y Juan Ramón Jiménez, el exilio interior es ese marbete que también permitió culturalmente la asimilación de la continuidad del exilio. No obstante, la longevidad crítica del concepto no ha decrecido en estos años sino que se ha institucionalizado y extendido más allá del ámbito cultural. Se trata de un ejemplo más en el que la falta de rigor terminológico allana el camino del abuso y la banalización del falaz concepto.

Ni siquiera aquellas manifestaciones que llegaron al interior, en principio libres de las taras de la censura franquista y por ello, con la libertad de expresión de la mayoría de los desterrados, podrían considerarse genuinamente como muestras sin trabas de la resistencia exiliada, del exilio interior o del insilio, libres de coartadas. Me refiero a Las cartas de “La Pirenaica”, ese compendio de más de 15 000 misivas que llegaron a los micrófonos de la emisora Radio España Independiente (1941-1977), la voz del PCE, fundada en Moscú el 22 de julio de 1941 en pleno avance de las tropas hitlerianas hacia la capital soviética. Son las cartas para programas como España fuera de España, que en apariencia tuvieron una gestación libre para su difusión externa y que, a su vez, proyectaron hacia la dictadura las manifestaciones de sus resistentes y opositores, tanto del interior como del exilio. A pesar de todo, también éstas fueron sometidas, para evitar su recepción en el interior, a una censura franquista indirecta: las interferencias radiofónicas que dieron a la emisora unas señas de identidad únicas. O bien sufrieron los avatares de tortuosos itinerarios postales para llegar a la sede de la emisora en Bucarest durante los años sesenta. O finalmente, el miedo a escuchar las emisiones apartó de los receptores a muchos oyentes resistentes del interior.

Si borramos el incómodo mensaje de estos discursos de exilio, desde el interior se pudo eventualmente reivindicar el destierro como historia conjunta, como distancia asumible, como memoria larga mientras que el interior intentaba borrar las memorias cortas y afectivas del pasado molesto e irresoluto. Tomás Segovia, califica el exilio como “extrañamiento desde el arraigo”, gracias a la preservación de su identidad histórica, rasgo que Henry Kamen llega a esencializar para la gestación de la cultura española, mientras olvida que los ciclos de exclusión religiosa tocaron a todos los territorios cristianos o que otras culturas liberales de teórica acogida también fueron expulsoras (Alemania, Francia, Italia). Mientras, el interior represaliado sobrevivía con la reivindicación del desarraigado (jurídica, material, espiritual, censoria, memoriosamente). Nicolás Sánchez Albornoz en Cárceles y exilios asevera cierta ascendencia del exilio sobre el interior: “Los exiliados, fuera del alcance de la apisonadora, retuvieron en cambio una disposición mental y un bagaje histórico que pudo enlazar con el rebrote de una oposición interna, visible mediada la dictadura, de base social en gran parte nueva. Excluidos de la vida nacional pero en libertad afuera, a los exiliados les correspondió obrar de transmisores de ideas y valores entre el pasado y el presente democrático de España” ( 315). Pero la dictadura había establecido una barrera de contención que se ha calificado de letricidio.

 

-Amigo, ¿cuál fue el papel del exilio en La Transición?

El papel del exilio de 1939 en la Transición se podría esquematizar gracias a la diferencia de Weber entre la ética de la convicción y de la responsabilidad. Apegado políticamente a la primera, su cultura democrática asumió y dejó que prevaleciera la segunda, a pesar de que, por ejemplo, el PSOE se aferró más largamente a las aspiraciones identitarias de los pueblos de España que el PCE, y que ningún partido que propugnara abiertamente la república como forma de estado pudo presentarse a los comicios de 1977, o bien que se impidió ejercer el derecho de voto a más de 1 500 000 españoles residentes en el extranjero, entre ellos, muchos desterrados o descendientes de aquellos con un marcado sesgo republicano. Tampoco se rebajó la edad legal para votar de 21 a 18 años.

Estos hechos fueron denunciados por el gobierno de la República española en el exilio, que no obstante admitió la validez de las elecciones y se disolvió el 21 de junio de 1977. José Maldonado y Fernando Valera, respectivamente, último presidente de la República y del Gobierno, emiten en París la Declaración de la Presidencia y del Gobierno de la República Española en el exilio el 21 de junio de 1977 y disuelven las instituciones republicanas. En ella se reafirman la legalidad institucional emanada de la Constitución de 1931 y la validez de los procesos electorales republicanos de 1931, 1933 y 1936 y señalan su disconformidad con la consulta electoral de junio de 1977, debido a la ausencia de los partidos republicanos -- la Acción Republicana Democrática Española (ARDE) y Esquerra Republicana de Catalunya -- .y la falta de correspondencia equitativa entre votos y escaños, desigualdad vigente hoy. A su vez, al declarar que “España es, y mañana será republicana. O no será nada …” no se aceptaba expresamente a la futura monarquía constitucional aunque se reconocieran los resultados de las elecciones y la democracia validada por éstas.

El PCE en su Declaración para la Reconciliación Nacional de 1956, no sólo había renunciado a una política de confrontación violenta, sino que había iniciado simbólicamente el camino hacia el olvido del estado republicano y espaldarazo al monárquico parlamentario. Dicha declaración, sin embargo, no buscaba abandonar una ruptura revolucionaria dirigida por las élites comunistas del partido en el exilio. Esta estrategia fue criticada luego por Fernando Claudín y Jorge Semprún (Autobiografía de Federico Sánchez, Federico Sánchez se despide de ustedes) que defendían y anticipaban una Transición no rupturista basada en el análisis sociopolítico de la evolución de la masa social en el interior de España: algo corroborado culturalmente por Max Aub (La gallina ciega). Expulsados en 1965 del Comité Ejecutivo del PCE, Santiago Carrillo luego recuperó demagógicamente dichas tesis eurocomunistas, lo cual no evitó el hundimiento del PCE en la Transición española. Semprún lo atribuye a la asimetría entre pasado heroíco “impuesto […] por la fuerza de las bayonetas de la guerra civil [momificado y] “extraíd[o] del ambiente enrarecido de las tumbas [que] ya no interesaba [a] las realidades sociales [con el anuncio de un] porvenir […] que no era una utopía sino una pesadilla (Federico Sánchez se despide de ustedes). En ese sentido, Max Aub en su diario de regreso a la España de 1969 (La gallina ciega) ya anticipaba preclaramente la capacidad fagocitadora de aquel modelo interior:

Regresé y me voy. En ningún momento tuve la sensación de formar parte de este nuevo país que ha usurpado su lugar al que estuvo aquí antes; no que le haya heredado. Hablo de hurto, no de robo. Estos españoles de hoy se quedaron con lo que aquí había, pero son otros. Entiéndaseme: claro que son otros, por el tiempo, pero no sólo por él; es eso y algo más: lo noto por lo que me separa de su manera de hablar y encararse con la vida. No es el progreso, no es el turismo sino algo más profundo. “Nos los han cambiado”. No han variado, no los han alterado, los trocaron. ¿Veo molinos en vez de gigantes? 

Por otro lado, Mario Sznajder y Luis Roniger han planteado que el reconocimiento del exilio es un paso fundamental para la inclusión integral de los desterrados durante su complejo viaje de regreso a la tierra de origen. De lo contrario, podían llegar a reconformar, esta vez, un genuino exilio interior al vérseles negadas las esperanzas de acogida en las sociedades de origen. 

El fracaso del regreso es espejo de que el grueso del éxodo de la Segunda República española también salió derrotado y desunido por la frontera catalano-francesa desde los últimos días de enero (28) hasta mediados de febrero de 1939. En particular, sus máximos representantes: el presidente Manuel Azaña, el de las Cortes, Diego Martínez Barrio, o los presidentes catalanes y vascos, Lluís Companys y José Antonio Aguirre. Estas comitivas atravesaron el insignificante paso entre La Vajol y Les Illes y tuvieron que realizar los últimos kilómetros a pie, al no haber carretera practicable para los automóviles de dichos dignatarios. A las condiciones simbólica y físicamente vejatorias, hay que añadir los odios y las animadversiones personales entre, por ejemplo, Azaña y Juan Negrín, el presidente del Consejo de Ministros, o las profundas diferencias nacionales entre catalanes, vascos y Negrín como representante de una república unitaria pero constitucionalmente respetuosa de las diferencias.

Además, en la frustrada continuidad de una república en el exilio, el Lenhendakari José Antonio Aguirre del Partido Nacionalista Vasco, o representantes de Catalunya como Estat Català o Carles Pi i Sunyer del Consell Nacional Català prosiguieron gestando políticas confederales de separación frente a una república plural, aunque Josep Tarradellas de ERC o la Lliga mostraran actitudes mucho más posibilistas, a fin de conseguir inicialmente una unidad de fuerzas antifascistas contra Franco.

En ese sentido, el regreso del imaginario de una república española en el exilio que simbolizó durante demasiado tiempo aquella Numancia errante, no pudo diferenciarse fundamentalmente de la desintegración de su marcha. Al no poder presentarse los antiguos republicanos a las elecciones de junio de 1977, la Transición fagocitó los anhelos republicanos con profundos rasgos sociales, expresados por el último presidente del Consejo de Ministros republicano en el exilio, Fernando Valera Aparicio. Tampoco asumieron los partidos de izquierdas legalizados sus tradiciones republicanas de exilio, sobre todo el PCE, y fuera de los territorios catalanes y vascos, se bloquearon sistemáticamente estos imaginarios, evocaciones y programas. Anulados por las luchas intestinas republicanas centradas en los reproches sobre la Guerra Civil que serán criticados y parodiados por Max Aub, Juan Goytisolo o Jorge Semprún, obligados a encontrar una nueva identidad como refugiados, asumir el destierro como transtierro, “doble ceguera” según Sánchez Vázquez que impedía regresar a lo propio y disfrutar de lo ajeno, o sedimentar su legado en la generación de los niños, los exiliados también fueron incapaces de trasvasar e incidir personalmente su complejo y fértil imaginario plurinacional para construir una Transición que hubiera abordado dicha cuestión desde una perspectiva federal.

Sin embargo, las diferencias de raíces históricas y el retorno simbólico y significativo a Catalunya y Euskadi de políticos representantes de esos destierros (Josep Tarradellas, o Jesús María Leizaola como depositarios de legitimidad exiliada) lograron conservar, sentar y reforzar un camino de imaginarios de separación republicana en la monarquía parlamentaria, “nación indivisible de nacionalidades y regiones” de la Constitución de 1978: particularmente en la Cataluña del siglo XXI, donde las fuerzas independentistas arrastradas por criterios historicistas defendidos por ERC y organizaciones transversales como la Assemblea Nacional Catalana (ANC) u Òmnium Cultural han podido remontar, a través de la presente crisis económica, la manipulación de referentes históricos, espacios conmemorativos como el Museu Memorial de l’Exili en La Jonquera, hacia los deseos de aquella república catalana proclamada por Lluís Companys el 6 de octubre de 1934 (de nuevo con el simbolismo del aniversario de 1714). Frente a este imaginario de continuidad de exilio e independencia en Catalunya, en Euskadi, los deseos de separación vascos también se sustentaron sobre símbolos de destierro y violencia sufrida durante la Guerra Civil (Guernica), luego amalgamados con memorias de la represión y resistencia al franquismo, pero perturbados por los actos de la violencia terrorista de ETA, y coartados por un concierto de financiación autónoma muy favorable. 

 

-Hasta las alambradas y los exilios, todas y todos ellos… dejan huellas, quebrantos, pero también legados. ¿Qué nos puedes decir de ellos?

Evidentemente, es un muy grave motivo de preocupación el acceso hoy a espacios de poder político de representantes con tesis abiertamente xenófobas, contraigualitarias, ultranacionalistas, etc., a través de un partido ultraderechista tras las últimas elecciones andaluzas: no le daré aquí más identidad latina para evitar al nombrarlo específicamente, aumentar todavía más la contaminación de nuestras conciencias. Ahora bien, nos equivocaríamos si redujéramos su llegada a la preservación fundamental de algún esencialismo franquista enquistado en la mayoría de la sociedad española que posibilitó el exilio. Caeríamos en el reduccionismo que suele encontrarse en las tesis más virulentas de propuestas políticas de corte populista de izquierdas, o bien en el discurso dominante hoy del independentismo empreynat aferrado al martirologio de los presos políticos, el eufemismo dels exiliats, atrapados todos nosotros por la judicialización ante una aspiración política legítima pero de dudosa praxis que escaló sistemáticamente el PP con su denuncia del Estatut de 2006 (cuyo nacionalismo sin embargo fue aceptado verbatim para otras comunidades como Valencia o Andalucía) o ante el reduccionismo nostálgico abertzale, hoy en retroceso.

El repetido reductio ad Francorum es tan inexacto como hiperbólico y le atribuye a su figura de dictador sangriento e ignorante un aura de prestigio e influencia ideológicos que se resumiría en aquel retruécano propio de la mendacidad del personaje: atado y bien atado, y a pesar de la obvia y lo que te rondaré Morena, casi folletinesca y pendiente necesidad de su exhumación, clausura de su tumba y resignificación de esa Montaña Incivil del campo de concentración de Cuelgamuros, entre otros, como espacio de exilios y mausoleo forzado y forzoso, muy a pesar de muchos de los allí yacentes. 

Como anécdota que puede iluminar algo la sombra alargada de lo que se cierne sobre todo el espectro democrático gangrenado por el neoliberalismo financiero, recientemente, coincidí en un vuelo con el que sí considero en parte ideólogo de esta ofensiva ultra nacionalista españolista que ya se ha plasmado en Andalucía y que en los años 1990 había iniciado una ofensiva manipuladora del exilio de las Españas, atribuyendo a Manuel Azaña, Max Aub o Luis Cernuda, tendencias neoliberales. Ese señor que se jactaba de hablar catalán en la intimidad. ¡Curiosamente viajaba sin derecho a jet privado como se esperaría de un consejero de Rupert Murdoch, origen y causante fundamental de los bulos de la basura informativa y planetaria en los medios! Sentado a unas pocas filas delante de donde se sentaba el pueblo llano, a través de la cortina transparente de su clase superior, tuve tiempo de observar a este gigante del Santiago y cierra España. Me di cuenta de que se trata de un individuo de complexión pequeña que quizás busca compensar dicho déficit con un programa de ejercicio físico-cultural sistemático. Y sospecho que como su homónimo francés, Nicolas Sarkozy, calza zapatos de plataforma para elevar su complejo. Además de ir con el pelo teñidísimo de un negro azabache, impropio para las canas que nos identifican a cierta edad, su rostro de acero está completamente pulido por una dosis evidente de bótox que vuelve su mirada aún más rígida y desafiante. Su aura es la de un ser despectivo y perdonavidas. Además, a la llegada a destino, lo dejamos abandonado en mitad del puente de desembarco del avión, ante la indiferencia de la tripulación del aparato:  un pelele que se agitaba cual peonza sin expresión, seguramente soliviantado por el aire del desfile apresurado, y sin particular interés por su figura, de los pasajeros rezagados en busca de alguna lejana conexión, y el retraso de las autoridades de rigor ante su llegada. No me quiero poner en la piel del canciller o diplomáticos españoles de turno retrasados que hubieran debido esperarlo y resguardarlo para evitarle dicho oprobio ante las masas.

En fin, que aquellas dos horas me dieron suficiente información de primera mano fisionómica para conjuntar con algo de ojo clínico, lo que el de la razón ya me había sugerido. Es decir que sus tesis autoritarias están atrapadas en un físico con cierta falta de autorictas aparencial. Algo que me confirmó un antiguo del Congreso de los Diputados, cuando lo vio dirigirse el primer día a la tribuna como jefe de la oposición: se fijó en las nudosas manos del que aprieta una presa para no soltarla nunca. Otra poderosa razón para sus ideas monolíticas sobre la nación española que piensa, como sus cachorros andaluces y otros (esa voz de su amo, nuevo secretario general del PP), enraizada en una cruzada de legitimidad católica reconquistada en 1492, de la que se han escindido los de la sigla latina.

Pero debido al trasfondo de la profunda crisis de raíz financiera y de transferencia postindustrial global que ha asolado a una parte importante de los ciudadanos europeos y estadounidenses, uno puede observar cómo las recetas de los ultranacionalismos de diverso cuño son eficaces reclamos para poblaciones en peligro de precarización y/o para los suficientemente desinformados y/o definitivamente desahuciados. Por ello, asumir que la emergencia sin cortapisas de estas opciones ultranacionalistas en las Españas se deba a una tradición esencialmente franquista representa dar la espalda a la historia, y re-caer en esos esencialismos que pueden remontarse a los diagnósticos metafísicos y catastróficos de 1898, que no faltaron en las evaluaciones que se realizaron durante los exilios de 1939. Es desconocer mucho de lo que la historia nos ha negado a través de los años: lo del retraso y subdesarrollo endémicos, económicos, educativos, culturales o sociales, la imposibilidad de superar una larguísima y destructora dictadura que provocó aquellos exilios y dotarnos de reglas de convivencia sostenibles (Constitución y estatutos de autonomía), inutilidad para la ciencia, machismo identitario, y otras incapacidades diversas (espadones y política, estado hiperclerical y visceralidad anticonfesional, agricultura técnicamente prehistórica, país sin sensibilidad para derechos de género, humanos, etc.) Mientras, nuestra identidad era genéticamente la de “la suerte de un tahúr, la tarde de un torero, la gesta de un gallardo bandolero o la proeza de un matón sangriento”, y podía helar el corazón de sus ciudadanos, como ocurrió con el de Antonio Machado en Collioure, máximo símbolo de la cultura republicana de exilios, hasta vilipendiado como unitarista por voces independentistas catalanas. Y con ese tipo de cantinela, ahora nos fustigan con la imposible amalgama territorial, en la que se entremezclan nuevos monas de la desfachatez: políticos independentistas que se han dejado engullir irresponsablemente, o ¿sacrificado? ejemplarmente ante la boca del lobo judicial del estado-nación España, y que apelan de nuevo a imaginarios de exilios y persecución de cárceles políticas, que para los independentistas catalanes se remontarían a los desterrados tras la Diada de 1714. Molt malament aquesta guerra d’estelades y banderas!

Evidentemente, hay aquí una continuidad en el imaginario del discurso del independentismo que preservó el retorno de Josep Tarradellas. El tema territorial está efectivamente pendiente (no se ganó Alora en una hora, nos recuerda el romance). Pero cuán breve nos lo fían ahora los catastrofistas de todas las partes ultranacionalistas (nacionalistas españolistas, e independentistas catalanes, gallegos, o vascos). Como de nuevo nos ha mostrado la historia, la reordenación idealista de antiguas áreas conjuntadas, — p. ej., imperio austro húngaro a través de la repartición wilsoniana de nuevos territorios tras Versalles -- (¡ojalá hubieran reflexionado sobre algo de esa historia de refugiados antes de bautizarse así un lobby pro-independentista catalán de intelectuales transnacionalmente triunfadores de la globalización, Col.lectiu Wilson!), o el episodio de postbalcanización finisecular, o el brexit del que la flema postcolonial británica no sabe cómo salirse, sólo muestran los inconvenientes de romper lo que podría ser una convivencia política “federal" rica en identidades culturales diversas, objetivo, en parte, del proyecto de la Unión Europea que puede llegar a ahogarse debido a la preeminencia de las tesis financieras que están arriesgando, con sus políticas de precarización, las esperanzas de una convivencia socio-igualitaria de la que educativamente los españoles podemos reconfortarnos a través de nuestra contribución creativa con el programa SOCRATES-ERASMUS, que proyecta pacíficamente a nuestros estudiantes de hoy sobre aquellos territorios de exilio europeos de 1939.

En este río revuelto, pescan todos los nacionalismos de cualquier cuño, tanto los que defienden una península de trascendencia neovisigoda cristiana, como los que aspiran a su respetable pero anacrónico independentismo con el que ocultar corrupciones e intereses propios y/o preservar los réditos personales de una industrialización que se gestó, en parte, gracias al proteccionismo aranceralio y la inmigración charnega, y hoy magrebí, cuyos nuevos conversos pueden ser los más furibundos de los independentistas, ajenos a las necesidades solidarias que aportan las riquezas de la intercomunicación peninsular. Ante ello, peticiones de un federalismo de las Españas, incluidas Portugal y Andorra, con presupuestos federales peninsulares, de la misma forma que Europa precisa de unos montos intereuropeos que podrían reactivar áreas de endemia económica (por ej. El campo de Gibraltar, Grecia, Sicilia) donde pescan votos esos cruzados de la exclusión y la segregación, que se reactivan gracias a las tesis de ese señor del catalán en la intimidad que como muestro en mi libro, desde su llegada al poder en 1996, fomentó, en parte con su irresponsable política de agite Ud. a un catalán la bien retroalimentada, España ens roba. 

Y todo ello, en el horizonte de la perenne crisis de aceptación del otro-refugiado en nuestras privilegiadas sociedades en las que podemos reconocer los cortacircuitos de nuestros estados democráticos de corte neoliberal y postcolonial a pesar de sus cordones sanitarios socialdemócratas. Están hoy afectados por las epidemias de pauperización y especulación financieras transnacionales y agitados por la incontrolable irresponsabilidad y guerra que parte de dicho ultracapitalismo ha desencadenado a través de estas plataformas que pescan en la insatisfacción generalizada (desde el Innombrable estadounidense et al, los Orban húngaro et alia, los neonazis bávaros, austriacos, suecos, holandeses, italianos, griegos, neopetainistas franceses, etc. y esos neo seguidores de Menéndez y Pelayo y Donoso Cortés cuyo obra y nombres ignoran y que simplemente representan una tradición europea excluyente y ultracristiana que desconoce las tesis del Vaticano II, entre otras …)

Los nuevos refugiados de las guerras que han gestado los Innombrables planetarios (ah sí, ese señor del avión también nos metió en una de esas, la de Irak de 2003) no nos invaden. Simplemente, los que logran llegar a nuestras costas, extorsionados por las mafias, huyen de los desastres que hemos exportado para abastecer nuestro calentamiento global. Y sobre todo pueblan terceros países muy alejados de nuestros confort, como Turquía, Eritrea, Etiopía o Sudán mientras nuestros estados repiten sin saberlo, lo que ya habían declarado en Evian en 1938: la política de brazos cruzados hacia lo que parecen ser los nuevos judíos del S. XXI. Lo de siempre, desde el final de los exilios liberales del XIX: cuando el otro se presenta ante nuestras puertas, los estados se ponen de perfil incapaces de asumir las contradicciones de la Declaración de Derechos Humanos cuya metafísica hemos conmemorado en 2018, mientras los voluntarios globales hacen lo que pueden ... 

La historia de las analogías post 1929 se repiten y los magnificados, por un lado, muestran sus legítimas reivindicaciones, (pensionistas, gilets jaunes en Francia, y taxistas en España, etc.), movimientos a veces teñidos de violencia sin gran institucionalización -- recuperación, dirían los situacionistas — que también utilizan la permeabilidad de las redes, gestos asamblearios -- la lista es larga … Pero también pueden escuchar cantos de sirena populistas de diversos cuños. Esta crisis planetaria no tiene, desde luego, ningún remedio local: de ahí, p. ej., las falacias de las reivindicaciones nacionalistas catalanas que en apariencia plantearían una solución de estado-nación conservadora neoburguesa demimonónica, inadaptada para afrontar, por ejemplo, la crisis del transporte público de los taxis uberizados planetariamente.

Por ejemplo, en lo que serían dos respuestas estatales simultáneas a esta crisis, en Barcelona y Madrid, ni un gobierno independentista catalán, ni uno madrileño de tendencia nacionalista española son realmente capaces de ponerle el cascabel al gato de esta globalización chantajista que domina el planeta y que ahora quiere desregular el transporte público del taxi, el cual también adolece de unas prácticas de monopolio interno de licencias subastadas a espaldas de la regulación. Ambas administraciones apelan a los derechos de los consumidores, en vez de a las obligaciones del estado para proteger a sus ciudadanos de las desigualdades del mercado en los servicios básicos y facilitar públicamente su bienestar. Así el ministro de Industria de España ha sido incapaz de aportar una solución nacional a un transporte regulado y así transfirió estas competencias a los gobiernos autonómicos. El conseller de territori de la Generalitat ha huido entregándole la llave trucada de una solución imposible a la alcaldesa progresista de Barcelona, Ada Colau. Ésta ha respondido coherente pero dañinamente para sus intereses en las próximas elecciones municipales, ante la tramposa diversificación del mercado globalizado que plantea la uberización, y la insatisfacción de los usuarios de la nueva economía que solo pían por la libre competencia del mercado. De la misma forma, el presidente de la autonomía madrileña ha buscado que fuera la alcaldesa de Madrid, sin competencias sobre el transporte VTC, la que se perdiera más en este laberinto. Mientras, las compañías globalizadas ya tienen preparadas sus respuestas en los tribunales mientras la Unión Europea les hace un guiño de complicidad con su silencio, sin legislar al respecto.

Además, en Barcelona asistimos a otra continuidad del paradigma de exilio catalán retornado, en este caso, el económico. Fue Joan Sardà Dexeus, un antiguo exiliado próximo a la ERC de Companys, el que a su regreso del exilio pilotó el Plan de Estabilización de 1959. Este nos lleva a lo que llamo nuestros Treinta Gloriosos que se diluyeron en 2008. Dos pies de exilio catalanes (el político y el económico) que pueden explicar también la fuerza del reto del imaginario de exilios que se ha dado en Catalunya, apoyado por una minoritaria alternativa revolucionaria alter-mundialista-nacionalista (CUP y CDR) que evoca algunos imaginarios del POUM de Nin.

Al independentismo por lo tanto mayoritariamente de tradición liberal económica ahora globalizada, por ejemplo, a través de ese simbólico Col.lectiu Wilson, se le dibuja ahora una mona de la desfachatez. En este caso me refiero a la figura de chocolate de Pascua que regalan padrinos y madrinas a sus ahijados y ahijadas en Catalunya, y que aquí reviste el crocante neoliberal uberizado con el dulce chocolate del republicanismo catalán, adornado de mártires y exilios revolucionarios (Lluís Companys, Oriol Junqueras, Carles Puigdemont -- presos politics i exiliats --) que se abrazan con la CUP y CDR nostálgicos del POUM ante el sueño del paraíso de la nación no-uberizable. La precariedad neoliberal luego repartirá el nuevo maná nacional entre los elegidos de la nube fiscal y los desahuciados de la globalización.

En tiempos de hundimientos de los relatos históricos, de las recetas socio-colectivas, y ante las contradicciones del mercado planetario que está gangrenando a las naciones-estado más antiguas, este tipo de imaginarios de separación pueden tener recorrido al apelar a una supuesta pero falsa repartición más equitativa de los recursos colectivos menguantes, sobre todo cuando los discursos alternativos de reconocimiento y respeto de las diferencias culturales en un territorio común son torpedeados por políticas entregadas a lógicas legales constitucionalmente inamovibles, y/o discursos incapaces de asumir diferencias y manipuladores de nostalgias de unitarismos de nación anterior a las naciones, p. ej. en 1492, que además azuzan el deseo de separación de otros grupos en naciones aspirantes, como el de los que han defendido mitos de neanderthalismos identitarios vasco-navarros etarras apuntalados por privilegios forales: emplastes de otras respuestas conservadoras entre el hundimiento de las socialdemocracias. 

Los estados democráticos han sido incapaces de superar sus propias contradicciones e insuficiencias desde aquellas revoluciones burguesas en las que quedó pendiente el problema fundamental de la economía política que tiene que encararse con políticas económicas solidarias (salario universal de base, impuestos proporcionales, etc.) que pueda contener este monopolio del vellocino de oro que hoy se llama ultracapitalismo financiero transnacional que especula con la raíz de la supervivencia humana: destrucción del ecosistema, guerras perennes, mafias de la droga y del tráfico humano, beneficios estratosféricos y explotación sin fin, eliminación de la regulación estatal y atentados contra el futuro de nuestra especie (manipulación genética a través de la inteligencia artificial para el oligopolio dominante). Mientras, el tigre chino, la nueva potencia, Confuciosamente parece disponerse a devorar al bravucón explorador rubio vestido con sahariana y casco colonial occidental. Poderosa realidad, Sancho, la de los molinos que permiten separar el grano de la evidencia de la paja del bulo y la paparrucha. 

En este sentido, Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, apelaba al esfuerzo reflexivo como rasgo distintivo para una actitud minoritaria de exigencia, supuesto antídoto frente al seguidismo aplanador del ser masa, pasto de los totalitarismos. Ante el fracaso de la tesis de la exigencia minoritaria, llegaría a asumir, en su exilio de París de 1936-1939, opciones antidemocráticas y golpistas como remedio temporal a la crisis de aquella sociedad liberal.

En contraste, algunos exiliados republicanos como el último presidente de la Segunda República en el exilio, Fernando Valera, ante aquellas elecciones de 1977 de la exclusión republicana, defendía “una República en la que los derechos del trabajo prevalezcan sobre los de la propiedad”. Ante las liberalizaciones (eufemísticamente llamadas reconversiones o destrucción del tejido productivo subvencionado como paro terminal por los estados) del tejido industrial, o las que se divisan para el transporte público (taxis, etc.), aquellas peticiones del republicanismo desterrado hacia un trabajo digno sin explotación, adscrito al idealismo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de 1919, también se hunden, en su ochenta aniversario de exilios, como los estados-naciones actuales, entre unos ciudadanos que están siendo reconvertidos y exiliados digital y globalmente como precariados. Y ante esta degradación e incertidumbre, un grupo significativo de votantes, además, parecen inclinarse significativamente en el mundo por las recomendaciones antidemocráticas del exiliado Ortega, no las de Valera.

En Nudo España, Pablo Iglesias le comenta a Enric Juliana que la guerra sucia contra el GAL, Vitoria 1976, Salvador Puig Antich, etc. apenas son referentes para los jóvenes que califica como generación de la Sexta, los cuales, sin embargo, ¿se indignarían? ante el espectáculo de los monos de la desfachatez. ¿Apartarán las memorias de exilios de 1939 los sombríos horizontes de las recetas neo-orteguianas o asistiremos a su repetición (amor fati de Nietzsche) en las próximas elecciones generales que dicen se vislumbran esta primavera, un 14 de abril, 88 años después de la proclamación de la Segunda República? Tengamos en cuenta que los imaginarios de memorias públicas también plantean intricados problemas gremiales que discuto en mi libro.

-¿Amigo, nos puedes dar alguna pista sobre lo que estás trabajando ahora?

Además de mi actividad lectiva y de las tesis de futuras doctorandas que siguen ampliando el campo de estudios de nuestras diásporas y prolongan brillantemente la tradición de exilios de las Españas en mi Universidad de Maryland que inaugurara Juan Ramón Jiménez en 1943, estoy ocupadísimo como presidente de la Asociación para el Estudio de las Migraciones y Exilios Ibéricos Contemporáneos (AEMIC.ORG) que publica una señera revista, Migraciones y exilios y que representa un longevo esfuerzo en España sobre estos temas. Animo a todos los lectores de Cazarabet a unirse a AEMIC.

A su vez, preparo dentro de las próximas conmemoraciones del exilio de 1939, la reunión habitual de Diásporas y Fronteras en Llanes entre el 21 y 23 de agosto de 2019 y luego un congreso internacional los días 23 y 24 de octubre de 2019 que conmemorará en la University of Maryland, la Oficina Cultural de la Embajada de España, el Instituto de Cultura Mexicano en Washington, y la Biblioteca del Congreso un primer encuentro de 1989 sobre Los exilios de las Españas en las Américas: ¿Adónde fue la canción’? Naturalmente sigo con mi trabajo de investigación en torno, entre otros temas, a algunos angloestadounidenses que también conocieron los destierros. 

Muchas gracias por vuestro interés en mi trabajo, así como el de los lectores que se pueden poner en contacto conmigo a través de mi dirección de correo electrónico: jmn@umd.edu y también pueden consultar otros trabajos y contribuciones en dos páginas webs: 

https://sllc.umd.edu/user/jmn 

http://blog.umd.edu/mondinaire

 

Copyright: José María Naharro-Calderón, Febrero 2019.

 

 

El autor en la presentación de la obra a cargo de Luis Roniger (a su dcha.) en la Universidad de Bahía Blanca (Argentina). En la foto, acompañados por Jorge de Hoyos.

 

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