Cazarabet conversa con... Ramiro Feijoo,
autor de “El quinto hombre. Una corte de los milagros en la Salamanca de 1936”
(Laertes)
Ramiro Feijoo
escribe en Editorial Laertes un libro que indaga
sobre el paso de Franco por Salamanca y por “una Corte de los Milagros en la
Salamanca de 1936”.
Editorial Laertes nos cuento esto del libro:
Inmediatamente
después de ser nombrado Jefe de Estado y Generalísimo a finales de septiembre
de 1936, Francisco Franco se instala en Salamanca. Por unos meses la ciudad del Tormes se convierte en el centro del mundo. En sus centenarias
y recoletas calles se juega el destino de Europa y allí españoles huidos,
trepas de distinto pelaje, políticos soñadores, soldados italianos o generales
nazis intentan abrirse paso en un mundo plagado de intrigas, espías y
ambiciones. Nos vamos pues al origen de la España franquista, a los meses que
alumbraron y dieron forma a las décadas posteriores. Si esto es así, fue un
alumbramiento extraño, pues sus protagonistas constituyen la mayor reunión de
personajes estrafalarios que ha dado nuestra historia. Este libro persigue uno
a uno a estos curiosos protagonistas para darse un paseo por la estética de lo
grotesco y para, desde una perspectiva novedosa, divagar sobre los objetivos y
naturaleza del franquismo.
El autor, Ramiro
Feijoo:
Ramiro Feijoo (Madrid,
1966), escritor licenciado en Geografía y máster en Historia Contemporánea. Su
pasión es investigar y comunicar en diferentes campos y con diferentes
formatos. Se ha dedicado a la enseñanza, a la escritura, al periodismo y a la
investigación y divulgación histórica y geográfica. Ha trabajado como guía
turístico en toda Europa, como periodista independiente en Europa del Este,
como investigador y escritor del pasado naval español. Es autor de La ruta de
los corsarios (editada por Laertes) además de novelas,
artículos académicos publicados en las principales revistas de divulgación
histórica españolas, así como en diversos periódicos nacionales con artículos
de opinión y actualidad. Actualmente es profesor de Historia Cultural y Social
de Washington University in St. Louis en España y
director de este mismo programa.
Cazarabet
conversa con Ramiro Feijoo:
-Amigo Ramiro, ¿qué te ha
llevado a escribir este libro, “El Quinto Hombre” que te edita Laertes?
-Lo que he escrito hasta ahora me he dado cuenta de
que es siempre una descripción de ambientes. Un hecho o unos personajes
curiosos generan mi interés en ellos y en su época. Es una especie de
aproximación antropológica de describir y entender al “otro” o de viaje a
través de los tiempos para descubrir lo lejano a mí.
En este caso fue lo mismo. La Salamanca “campamental” albergaba un pozo sin
fondo de personajes extravagantes o estrafalarios. Me pregunté por qué. Así que
me embarqué en el viaje al lugar y la época, guiado por este mismo sentido de
curiosidad.
-Indagas sobre los nombres y hombres que, desde que
Franco, ya Generalísimo se instala en Salamanca, congrega a su alrededor, que
se posicionan, van como cogiendo lugar, aunque sea a codazos porque empiezan a
ver en Franco un eje sobre el que girar, sobre el que ganar, medrar…estamos
hablando desde el septiembre del 36; varias preguntas. Podían ser unos
arribistas, unos trepas, pero también tomaban tal partido que se arriesgaban a
perderlo todo, ¿cómo lo ves?;
-Indudablemente había mucho de eso: trepas o
arribistas que se acercaban al poder con la esperanza de ganar posiciones. Pero
no sólo. Había mucho más. Había idealistas, espías, escritores, criminales (en
acto o en potencia), buscavidas, militares… La conclusión, que me atrevo a
anticipar porque no creo que arruine el interés, es que estos momentos de cambio profundo en que las instituciones no
están consolidadas dan pie al protagonismo de estos perfiles excéntricos (fuera
del centro)
-Aunque en una contienda civil, aunque participada por
gobiernos extranjeros que le dieron apoyo a Franco como el alemán o el
italiano, debía ser inevitable tomar partido descarado y apostar alto y lo que
se buscaba era “sacar partido” de la guerra, de los que la perdiesen…
-En una guerra siempre hay que tomar partido y, si no,
otros lo hacen por ti. Me refiero a que algunos de los más vilipendiados fueron
los que quisieron mantenerse neutrales. Estos eran incluso más despreciados que
los que se adscribían a un bando. Esta equidistancia podía ser también muy
peligrosa. Si no mostrabas convicción por el bando en el que te encontrabas
podías ser señalado como sospechoso. Elegir y tomar bando fue casi una
necesidad. De todos modos, repito que algunos sí querían sacar partido a la
guerra, pero no era el único perfil.
-¿Qué radiografía, amigo Ramiro, podríamos hacer de
estos hombres?
-Ahí sí creo que debe ser el lector el que la haga.
Tenían caracteres diferentes y distintas motivaciones y eso es lo que lo hace
interesante. Eran muy humanos. Muestro un crisol de individuos de carne y
hueso, pero es el lector el que debe preguntarse sobre las diferentes
personalidades y sacar sus propias conclusiones sobre por qué actuaron
así.
-¿Muchos de ellos comenzaron a poner los cimientos de
lo que, con los años, convirtieron en “grandes empresas”, “buenas fortunas”,
cargos que parece que se vayan pasando de generación en generación?
-Sí, eso es también interesante. En estos últimos
años, sobre todo, se ha criticado mucho la continuidad de nuestra Transición
con el franquismo. No hubo una ruptura, y el aspecto más llamativo
probablemente sea la continuidad de las élites empresariales, muchas de las
cuales se forjaron en el franquismo. Esto implicaba básicamente situarse cerca
del poder para acceder a las concesiones y ventajas. Incluso después, durante
el aperturismo económico era casi imposible que política y economía no se
mezclaran. Por eso me llego a preguntar: ¿nuestro Estado comienza en 1978 o en
1936? Es una pregunta que no se puede responder con un sí o un no. Cualquier
respuesta defitiva es forzosamente sesgada y
capciosa, pero conviene hacérsela.
-¿Todo esto empezó aquel septiembre del 36 en
Salamanca?
-La pregunta de los orígenes. Siempre hay un antes y un
después, siempre hay continuidad y ruptura. Pero sí, muchas cosas empezaron
entonces.
-Me da que a Franco, como
a todos los dictadores, le gustaba que le adulasen todo el tiempo, pero debía
de hacer como una criba, ¿no? ; me da también que
sabía de quién y cómo acomodarse entre esa “especie de corte”, ¿qué nos puedes
explicar?
-Bueno, esta es la verdadera cualidad de los líderes
políticos, no sólo de los dictadores, saber gestionar las ambiciones de unos y
otros para mantenerse en el poder. Pero estos últimos, como Franco, lo lograron
por más tiempo. Sin rechazar que esto pueda aprenderse parece un instinto nato.
Franco era muy frío. Priorizaba a su familia, pero la apartó cuando lo
consideró necesario. Adularle podía ser un método para acercársele, pero no servía
para siempre. Era un militar, y movía las piezas como soldaditos. También hay
que tener en cuenta que fraguó su poder durante la Guerra Civil cuando la
unidad de mando y política era una necesidad evidente. Y en esto las derechas
siempre han sido mucho más fieles e inteligentes que las izquierdas. Le sirvió
este periodo para erigir un culto a la personalidad y para moldear las
instituciones a su medida. Luego fue ya mucho más fácil.
-¿Había como una guerra de intereses, una carrera para
llegar los primeros entre el bando de hombres que apoyó a Franco?; ¿Cómo fue? ¿Nos
puedes poner algún ejemplo?
-Hombre, monárquicos, católicos, falangistas,
carlistas… Naturalmente que hubo una carrera en la que todos se sintieron al
final perdedores. No hubo ninguno que no se quejara. Los únicos que ganaron
fueron los militares. La famosa frase de “no se meta en política, haga como
yo”, dicha por su boca, encierra una gran verdad. Él era un militar al que los
rollos ideológicos de los demás le interesaban lo justo. Lo suficiente como
para entender que tenía que encargar a los que le hacían los discursos hacer un
mejunje ideológico entre todos primando un componente u otro dependiendo de las
circunstancias.
-¿Todo este mundo de “aduladores” a qué dio lugar?. De todo ello ¿todavía se sienten los “efectos
secundarios”?
-Indirectamente sí. La democracia es una cultura de
igualdad que estamos lejos de alcanzar. España todavía es una suma de pequeños
cacicazgos, desde las ciudades pequeñas a las universidades. Creo ver que cada
vez menos y ahí está el quid de la cuestión: son décadas de pequeñas luchas
ciudadanas que llevan mucho tiempo, pero nosotros perdimos 40 años.
-Amigo, estos libros esconden muchas horas de trabajo,
de ese llamado de “ratón de biblioteca”, trabajo de recopilar documentación,
estudio e investigación. Háblanos de ellos, por favor…
-Para mí la aventura intelectual de escribir un libro
es insustituible y me encuentro un poco vacío si no estoy en ella. Es
curiosidad y es pasión, sin ambas es imposible o un sufrimiento, lo cual no es
mi caso, porque lo hago porque me gusta. No hablo de mí, creo que hablo en
nombre de todos aquellos que lo han llevado a cabo.
-Pero luego hay que “poner orden” a lo anteriormente
citado. Hay que tener una metodología de trabajo. ¿Qué nos puedes contar?
-Cada uno tendrá la suya. La mía es sencilla: durante
la investigación confecciono decenas de páginas de ideas y citas. Conforme lo
vas engrosando las vas ordenando y la forma del libro va apareciendo sola.
Durante la escritura retocas mil cosas, naturalmente, pero en esta fase lo más
difícil es encontrar el tono del libro y mantenerlo.
-¿Nos puedes contar en qué estás trabajando ahora,
amiga?
-En el que seguramente será mi libro menos literario y
más científico: intentaré explicar desde el siglo XIX por qué y cuándo surgen
los movimientos ultra reaccionarios en nuestro país. Da la casualidad de que
hay una pauta que se repite. Terminaré con Vox, si el libro no termina conmigo.
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