La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa sobre... la película
“El olivo”, de Iciar Bollain
Estos días he
podido ver EL OLIVO, la última película de Iciar Bollain, me gustó mucho. Cine sencillo, y directo que sabe lo
que quiere decir y lo hace, sin más. El cine de Bollain, analizándolo, es así:
sencillo, directo y amable a su manera si hay que serlo….algo parecido a la
vida. No más ni menos. No es un cine estridente, ni pretencioso, pero es
preciso y da directo en el corazón. Si consultas su filmografía, encontraréis
más de un film que os llegará directo al corazón cruzando la razón. El Olivo es
la historia de un viejo árbol milenario al que la nueva forma de entender la
vida usurpa de su tierra mediterránea para llevárselo allá lejos, pagándoles
“un buen precio” por su majestuosa
presencia. El olivo, tenía unos 2000 años cuando un comerciante de un vivero,
un intermediario, convence a los hijos de un abuelo para venderlo a unos ricos
empresarios alemanes. El olivo milenario, preñado de nudos, gargantas, agujeros
y un enmarañado laberinto de maderas que crecieron durante años al sol del
mediterráneo, mientras medraban en él olivas que daban cálido aceite, el oro
del mediterráneo, en tierra sincera, áspera, pero, a la vez, cálida. El abuelo,
tenía en sus olivos tatuada su vida y casi su existencia, así que cuando
vinieron a extirparle su olivo, el más viejo, majestuoso y milenario….renegó,
montó en cólera y luchó por protegerlo, pero terminó por perderlo bajo la influencia
de unos hijos que veían en el dinero que se les entregaba una salida para una
inversión que pronto terminaría yéndose al garete. El abuelo viendo cómo se
llevaban al olivo, cómo lo extirpaban de
sus tierras de siempre y viendo cómo su nieta se adentraba en el dolor más profundo
va entrando en una depresión que crece y crece como si se adentrara en
una espiral. El abuelo empequeñece tal
como su alrededor se engrandece de furias, gritos, malos humores, silencios
socorridos….tal como la gente va perdiendo el arraigo por la tierra y por el
territorio…Tan solo su nieta lo entiende y lo apoya. Comparte su dolor y lee en
sus arrugas las palabras que se han marchitado y se le han quedado muchas. El
abuelo ha decidido morirse porque ya no tiene su árbol y el árbol, tal como
decía, era su vida. Una vida usurpada por la especulación y la avaricia.. La nieta viaja a Alemania e intenta recuperar el árbol
con el que había compartido tantas tardes de amor con la tierra y su abuelo,
pero no
puede…el árbol es en el presente el símbolo nuevo, como el logo, de una marca
de energía. Símbolo de la hipocresía en una guerra de marketing y mercado. Pero
en su lucha logra coger una rama que, a la vuelta, ya con el abuelo muerto se
convertirá en injerto y se plantará donde había habitado el milenario olivo del
abuelo, será regado y así esperaremos otros 200 años….
He visto en mi
tierra muchos algarrobos, almendros, olivos convertidos en leña y a estos
últimos vendidos como el de la película, para ser convertido, luego, en “adorno”
para que las familias ricas luzcan en su patio o para que las grandes empresas
lo conviertan en su marca. El corazón, la razón y la dignidad se nos encogen
ante estas prácticas….especulan con el territorio, especulan con los árboles,
especulan con las tierras y, poco a poco, terminarán con nosotros como solo
nosotros sabemos hacerlo.
Tan solo espero y
deseo que este expolio del territorio si algún día se puede respirar nos llegue
dentro de los pulmones como los cristales helados del lago Baikal
de Siberia que antes de romper olas en la orilla se congelan en la carrera, en
el aire…se quedan congelados entre la tierra y el aire…ojalá eso duela y en ese
dolor recobremos la razón para hacer que actuemos con el corazón porqué está
claro que, hoy por hoy, no tenemos razón que honre la tierra que nos ha visto
crecer y nos vio nacer.
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