La Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Rodyon Armitage, autor de “El
cepo” (Milenio)
Esta novela es la finalista del Premio Planeta
de Novela y nos viene desde la pluma de Rodyon Armitage.
Editorial Milenio ha sido la encargada de la
edición de este libro de acción que transcurre en una de las zonas
geoestratégicas más sensibles del planeta.
Este tipo de novelas, este tipo de narrativa,
era muy cultivada entre las décadas de los ochenta y los noventa del siglo
pasado.
Sin lugar a dudas Armitage
hereda algo de aquellas plumas…
La sinopsis del libro:
El día que Rodyon Armitage, jefe de gabinete del secretario de Estado, viajó
de Washington a París para someter a escrutinio el viejo escaparate de
alfombras persas, supo con la certeza cruda de las premoniciones inaplazables
que había colisionado al mismo tiempo y por azar con el imposible amor de su
vida —la agente del Mossad Carla Levy—, y con el
mosaico encriptado de un mundo que caminaba con fría cordura al “cepo” de una
gran guerra patrocinada por conspiradores audaces. Violencia, intriga, odios y
venganzas se dan cita en esta historia de acción que dibuja un retrato
fidedigno de las facciones que antagonizan en Oriente Medio, del controvertido
debate sobre la proliferación nuclear, el antisemitismo en el siglo XXI y la
amoralidad del poder; una novela actual sobre las guerras “asimétricas” y las
sinergias entre terrorismo, armas de destrucción masiva y “estados gamberros”
protagonizada por políticos, militares, empresarios y facciosos.
El autor, Rodyon Armitage: nació en Teherán en 1973, en el seno de una familia
militar norteamericana. En el año 1979, los Armitage
son expulsados de Irán. Rodyon Armitage
estudió Ciencia Política en la Loyola University
Chicago. Tras doctorarse en la Northwestern University, ingresó en el Servicio Exterior, donde
desempeñaría diversos cometidos entre los años 2001 y 2007. En un periodo
sabático en el Lago Tekojarvi, Finlandia, escribe el
manuscrito “El cepo”. Posteriormente, trabaja como profesor en la Facultad de
Periodismo de la Columbia University, Nueva York. En
el año 2009 se traslada a Barcelona. El 21 de marzo de 2014, Rodyon fue declarado en “paradero desconocido” por
INTERPOL.
Cazarabet conversa
con Rodyon Armitage:
-Amigo, ¿qué hay detrás de este
libro; desde qué necesidad surge?, o preguntado de otra manera, ¿nos puede
explicar el porqué del mismo?.
-Una
novela acabada es siempre el testimonio palmario de que una persona,
naturalmente su autor, es obstinado –resulta una tarea de años-, no
necesariamente cuerdo – el autor cree que tiene algo relevante que contar a un
mundo que no tiene necesariamente ganas de escuchar-, puede en ocasiones que el
autor sea inteligente, pero por natural inclinación hacia las causas perdidas
no demasiado listo –si lo fuese no se dedicaría a escribir una novela - y
ciertamente hay un reducto romántico en su carácter –el autor cree que alguien
en algún lugar tal vez lo lea alguna vez-. Todo ello exige a cualquier sujeto
dispuesto a escribir una novela un compromiso cuasi sacerdotal, que se
sustancia en un vaporoso e incierto acto de fe diario sostenido varios años,
desde que escribe la primera línea hasta que redacta la última. ¿Cómo es
posible acometer semejante epopeya a pesar de las imposiciones y exigencias de
la vida? La razón última estriba en que el autor es una persona con un alma
agraviada por una patología: el vicio exasperante de hilvanar historias no
contadas. Este tipo de enfermos son grandes “disociadores” -soñadores diurnos-.
La vida no les sienta bien. Necesitan evadirse de vez en cuando. Si esta gente
se sintiese cómoda en su piel y conforme con su vida, no escribiría. A mí no me
gustaría ser como ellos, pero soy uno de ellos. En mi caso, operaban todas
estas inclinaciones maníacas que acosan a los narradores de historias, aunque
el desencadenante para escribir El Cepo fue algo más baladí: una apuesta. En
una velada, criticaba yo impíamente una serie de novelas clásicas. Linchaba a
Thomas Mann en particular. “Muerte en Venecia” me parecía una de las novelas
breves con final más patético. Mi amigo me espetó que criticar es fácil, pero
escribir es difícil. Quizás sería capaz de ver la dificultad que entrañaba si
intentaba fabricar una ficción. Había escrito otro tipo de libros antes, pero
no de ficción. Eso sucedió una noche estival de 2009. Y de esa apuesta surgió
El Cepo.
-Este tipo de relatos me dicen
siempre o me recuerdan aquello de que:”la realidad siempre supera a la ficción,
¿no?
-La
novela es el arte de engañar al lector sin estafarlo. Para ello hay que contar
al lector historias que sean verdad, aunque no hayan sucedido. El Cepo es una
historia realista, y no sólo verosímil, y podría desgraciadamente ser
profética. El Cepo es una historia de intriga política, una historia de Marines
estadounidenses, y de los mandamases que los envían a matar en conflictos
lejanos donde se ventilan los intereses muy restringidos de unas castas que dan
órdenes de una manera muy opaca. Más allá de que en El Cepo la trama sea
múltiple y polifónica, el nudo gordiano es el desarrollo actual de un programa
nuclear clandestino por parte de Irán, problemática candente y exacerbada por Trump y su camarilla de afines, familiares y conmilitones
en la Casa Blanca. Esta es la historia matriz, por lo tanto muy real. Partiendo
de este argumento troncal, El Cepo describe la forma de pensar y de actuar de
los poderosos; incide en lo que vaticino como una incapacidad ingénita del ser
humano para desaprender, por lo tanto para devolver a la “Caja de Pandora” y
ocluir en el olvido la tecnología nuclear militar. Decía Obama
“No mis hijas, pero mis nietos vivirán en un mundo sin armas nucleares”. Qué
hermosa frase! Ojalá!: Pero me temo que los Estados
nacionales no sólo no serán capaces de yugular la amenaza de destrucción masiva
que suponen los grandes arsenales nucleares; más bien es visible hoy, y
predecible para mañana, una senda de proliferación, de democratización y de
perfeccionamiento de estas terribles armas definitivas del Armagedón. En
resumen, estamos abismados como especie al “suicidio colectivo” y vivimos bajo
la “Espada de Damocles” de la creciente posibilidad estadística de que suceda.
Sume Usted a estas tendencias la “Ley de Murphy” y obtendremos una visión
bastante realista del irrealista advenimiento de un invierno nuclear. El Cepo
anticipa el uso de estas armas por agentes terroristas y no estatales. Ese será
el punto y final. Una ciudad entera volatizada. Un país reducido a escombros.
Una región del planeta calcinada…porque la realidad siempre supera a la
imaginación; es, de habitual, más cruel.
-Hay que documentarse para
adentrarse en este tipo de narraciones, ¿verdad?.
Lo pregunto porque en las narraciones de intriga, acción, suspense y de cierta
dosis de espionaje o de trama de política y geopolítica…hay que saber muy bien
sobre lo que se escribe…
-Creo
que hay dos aproximaciones distintas a esta fase ineludible en la confección de
una historia, la de documentarse. Y soy claramente reacio a utilizar esta
palabra “strictu senso”
cuando se trata de contar historias. Prefiero el término “inspirarse”. Para mí,
en una primera acepción, documentarse es lo que hace un doctorando que se
dispone a iniciar un trabajo de investigación donde se excluye todo recurso a
la ficción, a la introspección, a lo psíquico y espiritual. Si un contador de
historias angosta tanto el ámbito de la documentación, al punto de
circunscribirlo a leer algunos libros sobre un determinado tema, es de un gran
empobrecimiento. El contador de historias, cuando inicia el proceso creativo,
creo que se comporta de manera parecida a un ave obsesionada con construir un
nido. La golondrina recaba todo tipo de materiales, barros, ramajes, hojas; de
cualquier lugar, cualquier recurso, a cualquier hora…cuanto estima le sirve
para construir su ponedero. Cuando la mente del contador de historias se pone a
trabajar, entonces se convierte en un pequeño agujero negro por el que se
encauzan toda suerte de materiales reales y oníricos, aspiraciones y
obsesiones, frustraciones y éxitos: esta es la segunda acepción de documentarse
que yo comparto. Se parece más a psicoanalizarse. Los libros que están
solamente muy bien documentados, se convierten en tratados. Pueden ser muy
buenos –Moby Dick es un
caso al punto- pero son plomizos. Moby Dick tiene 100 páginas de la mejor novela al principio y al
final de la obra, pero el cuerpo del libro es estrictamente enciclopédico. Es
una obra colosal, por supuesto. Pero a las novelas excesivamente prolijas en lo
documental, les falta el nervio de todas esas otras vibraciones subconscientes
que dan vivacidad al texto. Mi gran reto en El Cepo consistía en acercar a un
lector ajeno –de partida alejado geográfica e
intelectualmente de Oriente Medio- a un mundo que le era extraño, pero sin
sofocarlo con un torrente de datos e información. No sé si he acertado. He
intentado que al leer El Cepo se aprenda de una manera amena. Pero El Cepo es
una “huella dactilar psíquica” de una parte de mi vida. Lleva mis fluidos
vitales en su torrente: la saliva, la sangre, el sudor.
-O puedes dar un paso más allá,
siempre que sepas o seas consciente de que estás sumergiéndote en el mundo de
la ficción…
-Parafraseando
a Churchill que decía “en la guerra, la verdad debe ir acompañada por un
ejército de mentiras”, en la misma línea para la novela: para ser leal a la
veracidad, esto es, a la verosimilitud dentro del propio juego que te proponga
un texto, entonces utilizarás episodios históricos si tu novela se apoya para
su eficacia en la Historia (en el Cepo las cuadernas de la historia son hechos
reales) y los hibridarás con todo tipo de artefacto ficcional que sirva al
cometido de contar tu relato en su máxima plenitud expresiva. Esa es la gran
libertad de la novela: puedes serle infiel a la realidad histórica si eso conviene
al transcurrir de tu relato, como es el caso de El Cepo.
-¿Cuánto cuesta, de qué y cómo
el estar tras un seudónimo?; ¿cómo es vivir toda la vida, casi, en casi otro
cuerpo…no sé si me explico?
-No se
puede partir de la premisa de que no existe un pasaporte emitido a nombre de Rodyon Armitage, pues hay
personas que poseen uno, dos, tres…muchos pasaportes, por motivos
profesionales. Pero ya que, en cualquier caso, esos pasaportes reales seguirían
siendo una sucesión de seudónimos, acepto de buen grado la hipótesis que me
planteas: la del seudónimo. A mi modo de ver el seudónimo puede ser polisémico
y multifuncional, apto a distintos fines: en primer lugar, creo una lectura
limitada la asunción simplista de que un seudónimo es un nombre falso que camufla
a un nombre verdadero. Un seudónimo es casi siempre algo mucho más importante:
se puede tratar de un “alter ego” del autor con el que se alumbra una parte de
su personalidad que queda oculta en la vida ordinaria. En ese sentido, es un
tronco de la personalidad que se emancipa con su propia personalidad en el
territorio de la imaginación. Un seudónimo es también una máscara que te
permite decir sin temor a represalias lo que quieras contar, sin peligro de
autocensurarte. En el ámbito de la creatividad, un seudónimo es incluso el
nombre de un “laboratorio” donde se ejercita una habilidad: el seudónimo es un
espacio, una zona. El seudónimo, como sucede en el mundo empresarial, puede ser
también un reclamo o una marca sin otras acepciones. Massimo
Dutti es una marca española, pero se traviste de
italiana. Nacemos donde no elegimos, ya que no elegimos, y nos dan un nombre
que es el gajo de la almendra de nuestra personalidad según crecemos. No está
mal que uno pueda, en un momento dado, bautizarse con el nombre que cree que
tiene y elegir de corazón el trozo de tierra al que también tal vez pertenece
por derecho propio. En ese caso, sea o no Rodyon Armitage, ciudadano nacido en Chicago, ciertamente soy Rodyon Armitage, ciudadano nacido
en Chicago. Así lo atesta El Cepo. Y El Cepo es una historia tan real y
autobiográfica como lo es un bloque de apartamentos delante de una playa.
-¿Te ha servido esta novela,
este ejercicio narrativo para desahogarte como persona más allá de cómo
escritor?
-Sin
ninguna duda. Como se infiere de lo dicho con anterioridad, escribir es la
forma más contundente de psicoanálisis. Para eso, la obra no tiene que ser en
absoluto una autobiografía. Basta con que se funde en un acto de sinceridad
creativa. Por muy alejado que esté el relato de la vida cotidiana de su autor,
estará moldeado en su “forma mentis”, inoculado de su
bagaje vital y preñado de su ADN intelectual. Hay autores cuyas obras son actos
de evasión del mundo. Hay otros que ponen la vida en el estrado, y sientan
justicia. Unos terceros, tienen por vocación suplantar a Dios: crean mundos
bajo sus propias reglas y postulados. En cualquier caso, todos ellos realizan
un “transfer”, como en el psicoanálisis. Personalmente, creo que El Cepo encaja
en la segunda categoría. Es un libro que emite una sentencia sobre las
pulsiones inalterables y autodestructivas de la naturaleza humana: la codicia,
la crueldad, la violencia, la instrumentalización de las personas, la
explotación sin escrúpulos de los débiles por parte de los fuertes.... En ese
sentido es una obra moralista que habla de realidades inmorales.
-¿Por qué somete el llamado
“primer mundo” a cierto grado de “stress” a estas zonas del planeta ricas, muy
ricas en materias primas, recursos energéticos, minerales o dotados de una situación
geoestratégica muy buena que es susceptible de mucho abuso…Es tan solo por
vanidad, por querer dominar, sin más …?
-Es
por codicia. Los intereses económicos impregnan todos los otros ámbitos de la
vida internacional. El Cepo aborda en particular las ramificaciones y
colusiones entre la poderosa industria armamentística estadounidense y su clase
política. La lucha entre potencias es hoy un enorme altercado planetario por
acaparar Estados vasallos leales, sus recursos para explotarlos y sus mercados
para abastecerlos. Es la globalización. En su hoja de ruta liberal, no deja de
estar aromatizada de muy buenas intenciones sobre la democracia, el desarrollo
social y económico. Algunas naciones, como Corea del Sur, España, Taiwán, la
propia China… han demostrado con su pujanza que el modelo de globalización
implantado por Occidente desde la segunda mitad del siglo XX puede servir como
buena receta para mejorar la calidad de vida de la gente. Pero hay países en
los que el desarrollismo industrial que conlleva la globalización se entronca
de una manera salvaje y sin reglas, y convive con lo peor del subdesarrollo
precedente, que se queda embolsado. La globalización, de acuerdo, ha gestado un
mundo más rico y mejor en términos generales, pero también más consciente de
ser desigual en términos estructurales. La desigualdad cruda es el germen de la
guerra. Las guerras hoy son guerras clásicas intraestatales
que tienen lugar en espacios “desconectados” de la globalización,
fundamentalmente África.
-¿Tenemos en cuenta lo que les
estamos haciendo a estos países?, ¿hasta qué punto?
-Los
engranajes de la explotación de los países ricos a los países pobres son hoy
muy sutiles, a veces parecen incluso revestirse de filantropía y caridad. China
se instala en un país de África cualquiera, por ejemplo. Pongamos que soborna
con unas transferencias generosas en unas cuentas opacas en paraísos fiscales a
unos cuantos ministros. Se queda con los derechos de explotación de unas
determinadas reservas energéticas. De paso, construye una carretera que conecta
las dos ciudades más apartadas de ese país y lo hace gratis, junto a unos
parques determinados y unas instalaciones deportivas. La gente está contenta.
El gobierno todavía más. Todo ha salido bien para los interesados. En esa línea,
quiero reseñar claramente que más allá de esquemas hoy arcaicos de explotación
en clave neocolonial, lo más nefasto y depauperador
para la gran mayoría de los estados fallidos, endémicamente pobres o
recurrentemente batidos por la miseria de la guerra, son sus propias clases
dominantes cleptómanas y parasitarias. No soy de los que culpan siempre a los
países ricos de lo mal que les va a los pobres. Noruega y Nigeria. Noruega era
un país relativamente pobre. Encontró petróleo en sus costas y se ha convertido
en el país de referencia en el mundo por su calidad de vida. Nigeria también
encontró petróleo en su territorio. Muchísimo. El petróleo en Nigeria provocó
grotescas guerras civiles, una cósmica desigualdad, una endémica corrupción. El
Cepo se incardina en Oriente Medio. Un territorio montado sobre una gran
burbuja de petróleo y gas, con poblaciones muy ricas, pero también sujetas a
unas tiranías despóticas opresoras que han modernizado la economía, entablado
una relación constructiva, íntima, de socios, con el mundo occidental mientras
mantienen intactos sistemas políticos medievales, opresivos, con una absoluta
falta de respeto a los Derechos Humanos. El paradigma es Arabia Saudita.
También su némesis y enemigo, y país referencial en El Cepo, Irán.
-Pero es más cómodo vivir a
miles de kilómetros con la guerra en otra parte y con todas las comodidades,
¿verdad?
-Los
telediarios sirven como acompañamiento de la cena en todo el mundo. Y la
digestión es mala si en vez de una bulímica dieta de fútbol incluyes en la
parrilla de noticias, a los postres, a los millones de niños soldado, a los
millones de desplazados; el tráfico de drogas, órganos, carne humana; el
negocio de la guerra. El Cepo explica como los poderosos de este mundo fabrican
conflictos por intereses muy espurios y privados, y te los venden a la hora de
los noticiarios como imperativos del “interés nacional”, epopeya épica
patriótica, gesta colectiva bendecida por Dios para que el bien triunfe sobre
el mal. Nada más lejos de la realidad. Son unos pocos señores, a la cabeza de
industrias determinadas, que en un despacho cerrado les venden sus planes a
políticos que se les deben, pues en periodo electoral el dinero determina el
éxito. Y ellos, los plutócratas, tienen el dinero, y lo utilizan para “alquilar”
también el poder político.
-Esa zona, la de Oriente Medio,
puede que sea, metafóricamente, como “un cepo”, ¿no?, pero no es menos cierto
que el “primer mundo” está metido en su propio cepo…
-El
cepo del primer mundo son las drogas, los somníferos, los antidepresivos; la
soledad, la falta de sentido vital; una obesidad rampante, cardiopatías; que
los ricos no quieran pagar impuestos y sepan como evadir capitales; el lodo de
una cultura fast-food que es una perversión
espectacular y vacua para masas analfabetas y embrutecidas por trabajos
maquinales, que pronto harán los robots; la hiperconectividad
y, como corolario de toda esta salmuera, el suicidio. Es la paradójicamente
trampa de la opulencia: la creencia arraigada, muy calvinista, de que una coyuntura
de riqueza material entraña un estado de felicidad espiritual. Nada retrata
mejor ese “cepo” del consumismo materialista del primer mundo que su
publicidad. Y la publicidad en Estados Unidos versa, fundamentalmente, sobre Viagra, somníferos y coches. Cuando tras años de penar en
un trabajo duro, bajo el juego dual del “palo” de fracasar y la “zanahoria” de
prosperar, descubres que en realidad estás atrapado en el mito de Sísifo,
condenado a repetir rutinas absurdas, descubres el truco: vives hipnótico,
instalado en una dinámica de ahogamiento e inseguridad. En ese punto, unos
saltan de un puente, otros se hacen hippies y unos terceros, aceptando la insoportabilidad de la vida y ninguna alternativa
salvífica, siguen subidos a su particular rueca de Hámster, esperando que les
vaya mejor que a sus vecinos. Es una vida de esplendor material pero sin
consuelo ni gracia. Internet, la hiperconectividad y
las redes sociales han incrementado nuestra insatisfacción. El 80% de los
trabajadores de los Estados Unidos sufren de estrés crónico. Acorta sus vidas.
Destroza sus familias. Desequilibra sus almas. El capitalismo sin regulación ni
control es caníbal y antropófago: se alimenta de la sangre de los hombres.
-¿Dónde vive la ética o cómo
vive la ética entre la sociopolítica?....creo que encuentra muy poco espacio y
menos “aire”, ¿verdad?.
-En el
mundo capitalista regido por el dinero, la ética es una estética. En otros
términos, los comportamientos que sirven para ganar dinero son éticos de facto.
Son inmorales la pobreza y todo aquello que se entiende como su coadyuvante: la
pereza, la ignorancia, la falta de audacia o ambición. ¿No es sorprendente que
empresas multinacionales, supuestamente regidas por códigos éticos muy férreos,
promuevan actuaciones de una inmoralidad supina inducidas desde sus sanedrines
de mando? El escándalo WW –trucaje de emisiones-; el escándalo Facebook –venta
de datos privados-; el escándalo HSBC –lavado de dinero de narcomafias-;
el escándalo de France Telecom –un programa sistematizado de mobbing contra sus empleados- y en España el escándalo Bankia –venta engañosa de preferentes-…podríamos seguir. En
el mundo de la política puedes intercambiar la palabra “dinero” por la palabra
“votos”, y sigue su misma lógica. Los partidos políticos son empresas de ganar
votos. Y parafraseando a Napoleón, que decía que tres cosas son importantes
para ganar la guerra “dinero, dinero y dinero”, hemos sabido como en España
casi todos los partidos políticos condescendían con trampas zafias para llenar
las arcas del partido y poder competir con ventaja en las elecciones. Igual en
el resto de democracias.
-También has estado como
profesor de la Facultad de Periodismo de la Columbia University
y ahí también entra la ética porque contar historias eres mucho más importante
de lo que nos creemos, ¿verdad?, el periodismo ha sufrido mucho en los últimos
tiempos y desde muchas perspectivas. ¿Qué nos puedes comentar?
-El
periodismo ha sufrido como una trompada el doble impacto del cambio tecnológico
y de la crisis financiera: el primero ha desmontado su modelo de negocio
multimillonario. La publicidad le ha sido birlada por los grandes de Internet –
Facebook, Google…etc-. De pronto, en especial los
medios escritos, se han visto de cara con unos clientes que no estaban
dispuestos a pagar por la información, y con una fuga publicitaria masiva. En
esa coyuntura ya complicada, el coscorrón de la crisis financiera. Resultado:
trabajo precario, despidos masivos y cierre de medios. Cuando los medios son
insolventes no pueden ser independientes. Resisten los que viven de las migajas
con que los mantiene a flote el poder. La democracia liberal, como la
entendemos en occidente, exige medios independientes, responsables, donde
trabajen profesionales formados y protegidos de las injerencias (incluso de sus
jefes), y en un clima de pluralidad informativa y respeto escrupuloso a la
libertad de expresión. Si ya en las democracias arraigadas es difícil encontrar
medios así en un ecosistema limpio, una mirada global es indicativa de un retroceso
muy claro de la libertad de expresión en el mundo, junto a un aumento de la
violencia contra los informadores (con incremento del número de víctimas) y un
control por parte del poder de los contenidos on-line y off-line (China o Rusia
son paradigmáticos ejemplos). Por eso es tan importante desde las facultades
donde se forma a los nuevos periodistas inculcar el respeto sagrado a la
deontología profesional y no mercadear con el dogma del respeto a la veracidad.
-Contar la verdad tiene su
precio muy alto y no todos pueden o quieren asumir, ¿no?; ¿por qué?.
-La
verdad siempre agravia a alguien. Y en ciertos lugares del mundo, ese alguien
puede decidir muy fácilmente eliminarte: México. Si un periodista mexicano
decide investigar las conexiones del narco con la política, o los negocios del
narco, ese periodista tiene los días contados. Contar la verdad conlleva
implícitamente retribución. La verdad sale cara. La verdad trae problemas en
muchos lugares del mundo. En realidad, son pocos aquellos países en los que la
verdad pueda servir al que la cuenta para recibir una medalla en vez de una
bala. Por eso, quién se disponga a contar la verdad, o que tenga vocación de
mártir, o que se cubra con una máscara el rostro y sea muy hábil en protegerse
las espaldas.
-Perdona las comparaciones me
parecen odiosas, pero esta novela y la manera de “mirar” la situación desde
arriba me recuerda un poco a John Le Carré….
-¡Estoy
libre de pecado!, no he leído a John Le Carré!. Me obligas a confesar una deficiencia grave como lector,
pero puedo garantizarte que no deberían existir especiales concordancias con Le
Carré porque, aunque sí soy adicto a los guiones
cinematográficos y las películas sobre sus libros, no tengo el gusto de
conocerlo. Habrá que enmendarse: voy a leer a Le Carré.
Me honra tu comentario. Su buen nombre le precede. Es un grande…y también lo es
Smiley.
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