Cazarabet conversa con... Pascual Martín Blanco, autor de “Doctor Romera. El médico de los pobres”
(Utopía)
Un libro que nos acerca a la persona del Doctor Romera
desde Utopía Ediciones y desde la firma de Pascual Martín Blanco.
El subtítulo: “El médico de los pobres”, ya nos aproxima
bastante a la idea de lo que fue este médico…
Aquello que nos cuenta y explica
Editorial Utopía:
Vicente Martín Romera, conocido
popularmente como el “Doctor Romera”, fue un renombrado médico, político y
diputado socialista por el Frente Popular durante las últimas Cortes de la
República, formadas en las Elecciones Generales del 16 de febrero de 1936.
Aunque natural de Madrid, su vida
estuvo vinculada a Huesca y, especialmente, a Córdoba, donde ejerció como
cirujano en la Beneficencia local. Durante sus más de veinticinco años de
dedicación profesional en la capital cordobesa, se convirtió en uno de las
figuras más influyentes y reconocidas, siendo habitual su aparición en los
diarios locales y su relación con otros grandes personajes de la sociedad, como
Juan Belmonte o Emilio Luque.
Su vida y carrera fueron violentamente
truncadas el 6 de agosto de 1936, cuando fue detenido junto al alcalde de
Córdoba, Manuel Sánchez Badajoz, y otros concejales, para ser fusilado dos días
después.
Aunque el nombre de Vicente Martín
Romera haya sido olvidado por muchos, historiadores e hispanistas de prestigio
como Paul Preston, Francisco Moreno Gómez o Antonio Barragán Moriana, rescatan su labor del pasado y lo sitúan entre los
grandes intelectuales silenciados por el golpe de Estado.
https://es.wikipedia.org/wiki/Vicente_Mart%C3%ADn_Romera
El autor Pascual Martín Blanco:
Pascual Martín Blanco es el autor de
esta biografía sobre su propio ascendiente, el célebre médico y político
Vicente Martín Romera, que sería una de los intelectuales más relevantes de la
sociedad de la II República, hasta su asesinato junto al alcalde Manuel Sánchez
Badajoz el 6 de agosto de 1936.
Nace en León en 1980 y se licencia en
Historia y en Derecho por la Universidad de
Barcelona.Durante su aún incipiente
trayectoria literaria ya ha abarcado distintos géneros desde la novela, con
Diario de un joven desventurado---Letras Difusión,2012—hasta el ensayo
político, siendo autor de Catalanofobia:una historia
a través del desastre---Verbum,2018--.En este su más reciente libro , se enfrentra al nuevo reto de recoger la vida y trayectoria de
Vicente Martín Romera, médico ,político de la II República de quie es, además, descendiente directo.
Cazarabet conversa con
Pascual Martín Blanco:
-Amigo, ¿qué es lo que
te ha hecho escribir este libro sobre Vicente Martín Romera…?,
eres descendiente directo no sé si esto lo pone más fácil o más difícil,
depende de cómo y de desde dónde se mire, ¿no?, ¿qué nos puedes comentar?
-El vínculo que me ata a Vicente Martín Romera es
sanguíneo. Fue uno de los hermanos mayores de mi bisabuelo Pascual, por lo
tanto, no soy descendiente directo suyo. Procedo de una rama genealógica
colateral.
El doctor Romera no tuvo descendencia alguna.
-Libro que
no deja de ser de intensa investigación y allá donde hay investigación debe de
haber previa documentación, estudio, reflexión, analítica….¿cómo
te has apañado en eso?, ¿cómo ha sido este viaje que, presumimos, siempre es
trabajoso, pero dando sus frutos y satisfacciones?
-En primer lugar, tengo que agradecer a don Luis
García, del Archivo Diocesano de Huesca, que me facilitara el trabajo de búsqueda
de mis antepasados najinos. La investigación comenzó,
en parte, al detectar un error en el certificado de defunción de Vicente. En el
mismo decía que su madre –mi tatarabuela- se llamaba Carmen cuando en realidad
su nombre era Casimira. Tengo que reconocer que, en un principio, no tenía ni
idea de su nombre ni, tampoco, de su procedencia. Gracias a la intervención de
este paciente hombre confirmé que la familia Martín procede de Lanaja (Huesca).
En el cementerio de La Almudena de Madrid me
facilitaron las fechas de defunción de aquellos antepasados sanguíneos
vinculados a Vicente Martín y, a partir de ahí, pude proseguir con mi
investigación genealógica.
Poco después confirmé que la familia Romera no
procedía de Aragón si no de Almazán (Soria), estando emparentados
con el farmacéutico e historiador adnamantino Elías
Romera y Medina.
Pero la investigación no terminó ahí. Confirmar su
fecha de nacimiento fue una odisea y he sido muy pesado con los funcionarios
del Registro Civil de Madrid. Por cierto, en el Archivo Diocesano no logré dar
con su partida de bautismo.
La siguiente parada fue consultar el Archivo
Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Cuando introduje su nombre en
la página web del Portal de Archivos Españoles (PARES) y vi que existían dos
fichas me emocioné. Las solicité pensando que encontraría algo que me pudiera
llamar la atención, imaginaba que pudiera ser
miembro de la masonería, sin embargo, me di de bruces contra la realidad
puesto que eran dos documentos relacionados con una tramitación de proposición
de Ley presentada al Congreso relativa a una pensión vitalicia para las hijas
de Francisco Salmerón Alonso (Adela y Dolores Salmerón Martínez). ¡Fue una
tremenda decepción!
Después visité (virtualmente) los Archivos de
Aragón (DARA) y ahí encontré algo, aunque era muy poca cosa.
Por suerte, la prensa de la época me ha resultado
muy útil para recoger su testimonio y gracias a la página web de la Biblioteca
Virtual de la Prensa Histórica pude completar mi investigación. ¡Fue una suerte
encontrarla!
-En esta
investigación ¿has encontrado trabas, cuando se trata de indagar en la
biografía de una persona… para nada es fácil?—tengamos en cuenta que los
entendidos dicen y mantienen que es el género literario más
difícil-----Háblanos de ese trabajo de investigación, por favor…
-Efectivamente, no ha sido una tarea sencilla. El
doctor Romera no fue un personaje de primer orden, como Largo Caballero,
Indalecio Prieto o Manuel Azaña. La información existente sobre éstos, abunda.
Quizá peco de optimista, pero desde un primer
momento tuve claro que si escribía una biografía sobre Vicente Martín, tarde o
temprano, correría la voz y que los descendientes de aquellos que una vez
tuvieron contacto con él –como sus sobrinos políticos, los Simón, por ejemplo-,
se manifestarían públicamente al respecto y así podría conocerlos e
intercambiar información o recuerdos sobre su figura.
-¿Nos
puedes explicar cómo vuelcas lo documentado, lo investigado… cómo es tu
metodología de trabajo… cómo trabajas?
-En un primer momento tuve que digerir toda la
información que disponía sobre el personaje en cuestión. Muchos aspectos de su
vida, sobre todo infancia y primera juventud, cojean. ¡Y eso es algo que me
duele pero que tampoco puedo hacer nada al respecto! He de reconocer, por
ejemplo, que también desconozco en donde estudió su hermano pequeño, mi
bisabuelo. Esa es una información que dudo mucho que alguna vez conozca o
llegue a saber jamás.
Esa oscuridad comienza a aclararse una vez lo vemos
convertido en un joven médico destinado en Grañén
(Los Monegros) a partir del año 1910. Allí tuvo que
conocer y entrar en contacto con el círculo del doctor Bonifacio Martín Costea
el cual también fue alcalde del municipio. No existió vínculo sanguíneo alguno
entre ambos a pesar de la coincidencia del apellido Martín. Llegar a descartar
la consanguineidad entrambos fue un proceso un poco lento porque tuve que
contactar primero con los Archivos de Aragón para después hacerlo con el
Archivo Diocesano de Pamplona para solicitar su partida de bautismo.
Honestamente, perdí mucho tiempo, pero necesitaba la certeza de los datos.
Poco tiempo después lo vemos en la capital de la
provincia ejerciendo la profesión en el Hospital de Huesca y, a la vez,
simultaneando el trabajo con una consulta privada propia en el Coso Bajo.
Siendo tan joven, estoy convencido de que su padre, panadero de formación
convertido, tiempo después, en industrial –gracias a su titánico esfuerzo
personal- tuvo algo que ver con esta consulta que estaba sita en una de las
principales vías de la ciudad.
Finalmente, la luz (informativa) la encontramos en
Córdoba. Para no ser oriundo de aquella bonita tierra, se hizo sentir su
presencia sobre manera. Tuvo que tener unas aptitudes sociales únicas.
Comparado con su padre, del que sabemos que era rudo, muy terco y de fortísimo
carácter; Vicente era sofisticado aunque sabemos que tuvo también un carácter
fuerte ya que renunció al negocio familiar -que con tanto ahínco había
construido su padre- y esta decisión, aparentemente sencilla, seguro que no lo
fue tanto.
Llegar a estas conclusiones es un proceso largo y
laborioso, no resulta fácil. Hay que poner en orden muchas ideas y pensamientos
y luego ponerlos por escrito lo que al final acaba resultando, paradójicamente,
más sencillo.
-Háblanos de la
estructura de este trabajo, me da que es muy didáctico… nos llevas de la mano
enseñándonos cómo fue “este médico de los pobres”…
-Muchas gracias puesto que esa ha sido es mi
intención inicial y celebro que el lector también lo haya podido percibir de
esta manera. Siempre sentí una sana admiración por Stefan Zweig
y su manera de redactar las biografías de personajes
histórico como Fouché o mi admirado Balzac. En un principio me propuse
imitarle sin más pero ya desde una fase temprana del redactado supe que era
Pascual Martín y que debía de hacerlo a mi manera. Además, Fouché era un
individuo habituado a conspirar en la sombra, por tanto, oscuro, es decir,
tremendamente interesante por su forma de actuar o proceder. Vicente, aunque
también tiene por ahí algún que otro claro oscuro, fue un personaje más bien
luminoso y transparente.
Es cierto que en sus últimos años fue político
profesional pero no era un viejo zorro avezado en el arte de las conjuras
palaciegas que se suelen gestar en el seno de los partidos políticos. Hay que
saber conspirar en la sombra y eso exige mucha discreción. Vicente siempre fue
de frente y si le provocaban públicamente en un periódico local, no duda de
entrar al trapo y contestar de manera rotunda puesto que era una persona
temperamental, fuerte en sus convicciones pero, sobre todo, honesta.
Por otro lado, me gustan los libros en los que se
condensa mucha información en unas pocas líneas, en donde las frases deben de
ser cortas (sujeto, verbo y predicado) y las mismas tienen que tener ritmo.
Con la información que disponía sobre mi personaje
imaginé redactarlo de esta manera.
Solo tengo por objeto escribir, no tanto el ser
escritor. Quiero disfrutar del placer de la escritura…
-En el Dr.
Romera primaba y pesaba más “su talento humano” por encima de cualquier otra
cualidad, ¿no?
-Los hermanos Martín Romera fueron, inicialmente,
ocho, de los cuales murieron cinco durante la más tierna infancia. No puedo
imaginar el terrible vacío existencial que sentiría tras su muerte. Me pongo en
su lugar y si de pequeño hubiera vivido algo parecido –perder a un hermano debe
de ser una experiencia traumática puesto que son una parte esencial de mi
patrimonio emocional-, le hubiera declarado la guerra a las enfermedades que
asolan el mundo y hubiese estudiado Medicina.
Creo que esta experiencia sobrevenida le condicionó
de por vida y que gracias a ella se convirtió en un excelente médico cirujano
con una clara vocación de servició a la comunidad.
¡Fue un hombre de acción y, desde lugo, de pensamiento!
-Pero
destacó y mucho en “el plano intelectual”, ¿verdad?, ¿desde qué perspectiva?
-Fue una persona inteligente y por lo que he leído
en la prensa de la época, tenía una sólida formación humanística. Tiene mérito
puesto que procedía de un entorno más bien pragmático, es decir, gente que
vivía para y por el trabajo y no tanto para poder disfrutar del lujo que supone la cultura. Y recalco la
palabra lujo porque la misma representa un estadio emocional para el que uno se
tiene que preparar a conciencia si pretende disfrutarla en condiciones. Está
claro que existen muchos conceptos de cultura, ¡ninguno mejor que otro!, pero
como todo en esta vida, se crean castas intelectuales. Por ejemplo, la cultura quinqui de los años setenta y
ochenta del siglo pasado pasa por ser marginal mientras que la movida madrileña puede ser entendida
como de alta cultura por el gran número de artistas que se prestaron a unirse a
esa fenomal y admirable generación musical que fueron
grupos como Los Secretos, Burning o Gabinete Caligari.
Vicente podría haber seguido vinculado al mundo de
las tahonas y hacerse, además, sindicalista de la UGT (como sus tíos paternos),
pero quiso romper con ese ambiente y fraguar su propio destino. Ahora bien,
esta afirmación no lo convierte en un elitista social, ¡ni mucho menos!
-¿Cómo
entendía el ejercicio de la medicina?; ¿era un médico vocacional?, ¿se miró en
alguien; alguna persona le dio inspiración o le “abrió un poco el camino”?
-Su destino (familiar) era convertirse en panadero,
sin embargo, no quiso continuar con la tradición
recién inaugurada por su padre (su abuelo, Vicente Martín Calpe, fue pelaire o tejedor) y estudió Medicina
por vocación. Lo fácil hubiera sido seguir en el negocio del pan, en la cómoda
zona de confort que continuó mi bisabuelo, pero salió de ella y se convirtió en
una hermosa criatura sabia en la divina ciencia
de Esculapio. ¡Forjó su propio destino sin ataduras
ni compromisos previos adquiridos!
Tengo mis sospechas de que un pariente lejano de su
madre, Elías Romera, pudo influir de alguna manera sobre él. Y durante los años
que estudió la carrera le tuvo que marcar, definitivamente, conocer a Alejandro
San Martín y Satrústegui, médico cirujano, de origen
navarro, catedrático de Patología Quirúrgica de la Universidad Central de
Madrid y, además, también político del Partido Liberal, ministro, en su día, de
Instrucción Pública y Bellas Artes. Por lo tanto, ¡no resulta extraño que
perteneciera a las juventudes del Partido Liberal en Huesca! Alejandro San
Martín, ¡qué personaje más fascinante y, lamentablemente, desconocido para la
inmensa mayoría de los españoles!
A la pregunta que me haces de cómo se abrió camino.
¿Qué te puedo decir?, ¿por qué comenzar tu carrera profesional en Huesca y no
en Madrid o Soria? Me gustaría pensar que fue porque tuvo una conexión especial
con el Altoaragón, o quizá fuera porque quería estar
cerca de sus abuelos que vivían en Lanaja para cuidarlos,
la verdad es que no lo sé.
-Para ti,
Pascual, ¿cómo ha sido acercarte a él como predecesor, qué te ha supuesto?...
supongo que debe de ser duro porque el final fue tan trágico que el indagar,
preguntar, escribir sobre él fue, en parte doloroso…
-Ha sido un viaje espiritual (mental) realmente
emocionante. Nací en León pero me he criado en Barcelona –ciudad en la que
actualmente resido- y durante mi juventud viví dos años en Madrid. Aunque
considero a las tres ciudades como propias, nunca he acabado de sentirme del
todo leonés, ni barcelonés ni, tampoco, madrileño. Cuando era pequeño mis
padres me apuntaron, junto a mi hermano pequeño, a un campamento en Banastón, pueblecito cercano a Aínsa
y ahí viví una de mis mejores experiencias infantiles. Tenía diez u once años
cuando pisé Huesca por primera vez y sin saber que era de origen aragonés, me
sentí como en casa.
Gracias a Vicente he reconstruido mi desconocido mi
árbol genealógico y gracias a él, finalmente, he podido encontrar mis raíces.
Su final es trágico, triste; pero lo comparo con el
de mi bisabuelo Pascual -que falleció en 1941 a los cincuenta años de edad
víctima de una infección séptica-; y pienso que morir así, de manera tan cruel
e injusta, fue algo heroico. La vida de Vicente fue como la estela de un
meteorito, ¡impresionante! Y es doloroso su final, sí, pero en su memoria está
su “resurrección”. Quiero pensar que, de alguna manera, con esta biografía he
logrado restaurar algo de su legado como persona. Al menos esa es mi ilusión…
-Aunque
compense… ¿verdad? y por lo que estoy leyendo, aún desde el recuerdo, Vicente
Martín Romera compensa…
-Claro que compensa y hasta la fecha no he cesado
en buscar nueva información relacionada con su figura. ¡Ojalá que esta
biografía tenga amplia difusión y que quizá alguien, en algún remoto lugar,
encuentre una foto suya perdida en un viejo baúl o un documento en el que
aparezca su nombre escrito por ahí y se ponga en contacto conmigo para poder
actualizar la historia!
-¿Qué
destacarías, amigo, de la personalidad de Vicente Martín Romera?, hablo de esa
personalidad que sobresale a corta distancia, la que se muestra con la familia,
con las amistades…
-A través de una sobrina nieta suya con la que
hablé hace tiempo y que, a su vez, lo hacía en nombre de su nonagenaria madre
–única sobrina superviviente de Vicente Martín y cuyo delicado estado de salud
hacía imposible entablar conversación con ella- pude rescatar dos recuerdos
infantiles de aquella. Resulta que cuando iban a visitar a Vicente a Córdoba desde
Madrid a éste le gustaba llevar a sus sobrinos a ver los toros pero parece ser que a estos, aún
pequeños, no les gustaba nada pisar la plaza. Otro recuerdo traído a colación
sería el de que de vez en cuando solía regañarla por leer la novela de Tarzán. ¿Esta bronca lo convierte en un hombre de
valores puritanos? Pudiera ser, pero no me atrevo ni a confirmarlo ni a
desmentirlo.
Respecto a su personalidad, puedo decir que brilló
como el Sol. Tuvo una cultura muy vasta; recurría, siempre que podía, al humor;
y tuvo importantes inquietudes sociales que lo llevaron a comprometerse
políticamente con aquello que creía que era justo.
Se puede decir que fue una persona muy versátil y
que si tenía que implicarse en algo lo hacía hasta sus últimas consecuencias.
Además, creo que fue una persona sumamente
pasional.
-Por qué
Vicente Martín Romera abrazó, entre muchas tendencias ---incluso sin moverse de
la izquierda—el socialismo…
-A Vicente le interesó la política desde joven. Ya
en Huesca fue presidente de la Juventud Liberal, los cachorros del Partido
Liberal fundado por el político progresista Práxedes Mateo Sagasta.
Este partido implosionó en 1931, así que un paso
lógico para un progresista convencido era abrazar otra de las ramas
progresistas existentes por entonces, es decir, la socialista. Ambas opciones
ideológicas, liberalismo y socialismo, siempre han defendido de manera radical
el igualitarismo frente a la idea de libertad la cual ha sido patrimonializada, desde la Ilustración, por los
conservadores.
-Amigo Pascual, ¿cómo
has podido “palpar” su paso por Huesca?
-Ha sido una profunda decepción constatar que no
queda ni rastro de su paso por Huesca. Cuando visité la capital altoaragonesa
me acerqué hasta el Coso Bajo, número 41, -lugar en donde tenía su consulta- y
no había nada, ¡ni una mísera placa conmemorativa! Ojalá que en el futuro se
pueda enmendar este vacío. Ahora bien, quizá las cosas cambien a partir de
ahora porque el Ayuntamiento, honestamente, no tiene porque saber tal o cual
cosa de oficio. Entiendo que nos corresponde a su familia y a la sociedad civil
el advertírselo y que solo entonces, y si lo estima oportuno, podrá actuar en
consecuencia.
Por otro lado, la relación de Vicente con la ciudad
debió de ser muy intensa, es más, se consideraba a sí mismo como “cónsul de
Huesca”.
Por cierto, tuvo relación con el artista oscense
Ramón Acín Aquilué quien
realizó un cartel publicitario, muy pintoresco, que ha servido como portada de
mi presente libro. Curiosamente, su padre, Pascual Martín Casbas, se sirvió del
arte del ilustrador turolense Teodoro Gascón Baquero para la decoración de uno
de los locales del negocio familiar (la
hoy desparecida panadería La Vienesa
y su emblemática cadena de sucursales distribuidas por la capital de España).
-Más
intensa fue su relación con Córdoba, ¿no?
-Desde luego que lo fue, y eso que acabó en Córdoba
por el amor de una mujer de… Zaragoza, cuyo nombre era Emilia Simón Gómez. Su
suegro, Valeriano Simón Pérez, fue director de la sucursal del Banco de España
en la capital cordobesa. La lista de invitados de su boda, celebrada
precisamente en Córdoba, es impresionante. Entró, de lleno en el seno de la alta sociedad
local.
Una vez allí ejerció como médico cirujano en el
Hospital de la Misericordia y por un admirable y desinteresado gesto que tuvo
con un paciente le concedieron en el año 1924 la Gran Cruz de la Beneficencia.
Pero su relación no terminó ahí: parece ser que
amaba el mundo de la tauromaquia y, a la vez, se pluriempleó
trabajando como médico jefe en el coso cordobés. Tuvo que hacer bien las cosas
puesto que no tardó en ser conocido como el “médico de los toreros”. Entre sus
pacientes podemos encontrar nombres de reconocido prestigio como el de Ignacio
Sánchez Mejías (a quien tras su fallecimiento Federico García Lorca dedicaría
un poema) o al mismísimo Juan Belmonte, El
Pasmo de Triana.
Con el advenimiento de la II República se vinculó,
políticamente, al PSOE. Parece ser que fue un hombre de Largo Caballero.
-¿Por qué
iba un poco más allá como ser humano y médico, convirtiéndose en “el médico de
los pobres”?
-Si tuviera que definirlo con una única palabra
esta sería: comprometida. Quizá nos pueda parecer extraño a nosotros,
pragmáticos latinos de herencia católica, la idea de pertenecer a la comunidad, profundamente interiorizada
en el seno del mundo protestante: Reino Unido y los Estados Unidos de América,
principalmente (Angloesfera), el concepto de vivir
unidos por la confianza mutua, etcétera; pero la verdad es que en nuestro particular
universo (el Occidente cristiano) la Iglesia de Roma ha tenido, desde sus
inicios, idéntica ética y filosofía que la del resto de las iglesias hermanas
angloestadounidenses (anglicana y episcopaliana).
No puedo afirmar con rotundidad que Vicente fuera
un hombre de fe como su único hermano superviviente, que sí que lo fue, o eso
es lo que dice su testamento, pero no me parece descabellado pensar que se
pudiera regir por esta noble idea de servir a la comunidad velando por su
seguridad y felicidad.
Ahora bien, la cosa no tiene porque ser
necesariamente así, aunque quizá pueda ayudar un poco a centrar el asunto y
tratar de comprender este compromiso que adquirió –desinteresadamente- con el
prójimo o el más necesitado.
Lamentablemente, su religiosidad, o no, será
siempre un misterio para nosotros.
-¿Se puede
decir “de todas todas” que es un mártir de la II
República?; no se encuentra el por qué de su asesinato, ¿verdad?- Como familia
se os ha acercado, alguna vez alguien pidiendo perdón o intentando justificar
lo injustificable…
No tengo duda alguna de que lo fue puesto que murió
con el acta de diputado bajo el brazo a principios del mes de agosto del año
1936, por lo tanto, era un representante electo del pueblo español. Sin
embargo, existe un punto poco claro sobre su actividad política unos años antes
de convertirse en cargo electo. Durante la revolución
de octubre del año 1934 conspiró contra la II República y estuvo encerrado en
prisión por ello. Desconozco su grado de implicación en el coup y si me remito al verdadero
protagonista de esta historia -el PSOE- observo que tampoco a éste le resulta
sencillo explicar a la ciudadanía el porqué de su alzamiento contra el orden
legal vigente. El pasado es como una losa que, a veces, cuesta de asumir y comprender.
Sobre su asesinato hemos de leer, con cautela, el
panfleto cordobés Guión que jaleó, de
manera inaudita, su detención por los militares alzados y después celebró,
cobardemente, su muerte.
Respecto a lo que me preguntas de que si alguien
alguna vez nos ha pedido perdón por el crimen, la verdad es que no pero he de
admitir una cosa: durante muchos, muchos años, los Martín hemos desconocido
–por dejadez- nuestra historia familiar y orígenes. Lamentablemente, no ha
existido un vínculo con el pasado lo que implica que no hemos podido
reivindicar su figura en condiciones, o la de sus tíos sindicalistas de la
Sociedad de Socorros de Obreros en Pan Francés Cubano y Similares (vinculada
políticamente a la UGT) Ramón e Hilario Martín Casbas, puesto que, sencillamente,
lo ignorábamos… ¡hasta ahora! Por vez primera en nuestra historia, los Martín tenemos una mitología familiar (algo parecido a
los antiguos dioses domésticos romanos) a la que honrar y venerar.
-Amigo los
escenarios de la memoria son importantes… visitas tú los lugares en los que
estuvo y en los que habitó tu predecesor… ¿qué sientes en esa
Córdoba que lo vivió a él en plenitud, pero que también captó sus últimos
latidos?
-Todavía no he tenido la oportunidad de visitar la Córdoba de Vicente Martín. Estaba
previsto presentar el libro ahí dentro de dos semanas (23 de marzo) pero debido
a la emergente alarma médica derivada de la crisis del coronavirus, ha sido
cancelada por motivos de seguridad. Lo primero es la salud, el resto es secundario.
Por otro lado, Córdoba me despierta mucha
admiración y respeto y más tras conocer en profundidad el intenso idilio de
amor que vivió con ella mi ilustre antepasado.
-Amigo,
¿cómo ha sido publicar con Utopía?
-Desde el primer momento en que entablé relación
con Ricardo González, el editor, tuve una conexión fantástica. Le interesó mi
obra y con una sutileza digna de alabanza me sugirió, sin herir mis
sentimientos, algunas cosas que debía de pulir del texto para su publicación.
Rápidamente pensé: “¡es todo un artesano del libro!” Aprovecho este foro para
agradecer, una vez más, el que haya creído en mí. ¡Gracias!
-¿Nos
puedes dar alguna pista de lo que estás trabajando ahora?
-El género biográfico siempre me ha interesado
mucho. Recientemente, he terminado de escribir un viejo proyecto que tenía en
mente desde hacía muchos años. Es una biografía escrita en primera persona
-como si de una autobiografía se tratara- del luchador aragonés Milo Millán, quien era natural de Sena (Los Monegros) pero que vivió desde niño en el Barrio Chino (Raval)
de la ciudad de Barcelona.
Tuve la suerte de conocerle unos años antes de que
fallecería (2013). Desde la primera vez en que lo conocí tuve la impresión de
estar hablando con Edward Bloom, personaje principal
de la película Big Fish
del director Tim Burton y protagonizada,
magistralmente, por Ewan McGregor.
En base a los recuerdos de mis conversaciones con él he podido reconstruir,
parcialmente, su vida. No me gusta inventar ni especular mucho cuando pretendo
ser fidedigno con la realidad.
Supongo que siempre he pensado que la Barcelona
tardo franquista no fueron solo las fiestas celebradas en la discoteca Bocaccio por la gauche divine, ni tampoco los encuentros literarios celebrados
entre escritores del boom hispanoamericano
(Vargas Llosa, García Márquez, Carlos Fuentes, etcétera) y la sobresaliente
Carmen Balcells. Me apasiona la vida de los grandes
olvidados de la sociedad, de los marginales, los buscavidas, etcétera.
Y, últimamente, me estoy documentado para escribir,
en un futuro no tan lejano, una biografía sobre uno de los personajes más
fascinantes del Bajo Imperio romano, el emperador Diocleciano.
Sorprendentemente, a día de hoy, sigue anatematizado
por el cristianismo occidental.
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