Cazarabet conversa con... Nazaret Castro, autora de “La dictadura de los supermercados. Cómo los grandes distribuidores deciden lo que consumimos” (Akal)
Nazaret
Castro escribe este ensayo de investigación para Akal
en la colección A Fondo.
El director
de la colección es Pascual Serrano.
¿Estamos
realmente seguros de si compramos bajo nuestras decisiones y premisas? O , por el contrario: ¿lo deciden los supermercados?
La sinopsis
del libro:
El modelo
de la gran distribución moderna -hipermercados, supermercados, grandes
almacenes- tiene una importancia central en el sistema capitalista de la
globalización, y no sólo porque algunas empresas de la distribución se
encuentren entre las mayores multinacionales del planeta. Acostumbrarnos a
comprar en este tipo de establecimientos, en detrimento del casi extinguido
comercio tradicional de proximidad, ha modificado cómo y qué compramos: los
pequeños proveedores muy difícilmente logran vender sus productos a las cadenas
de supermercados, que se han convertido en verdaderos formadores de precios y
nos ofrecen productos cada vez más homogéneos, bajo una apariencia de colorida
diversidad. El modelo de la gran distribución alimenta una cadena socialmente
injusta y ambientalmente insostenible, basada en la deslocalización de la
producción y en la externalización de los costos socioambientales. El pastel de la alimentación, el textil,
los productos culturales y cada vez más sectores están en cada vez menos manos,
que deciden qué consumimos, qué comemos y cómo habitamos el espacio. Sin
embargo, surgen alternativas, como los grupos de consumo, las huertas urbanas o
los mercados sociales, que aparecen como semillas de cambio que apuestan por
otros mundos posibles.
El autor, Nazarabet Castro:
Es
periodista y maestranda en Economía Social y
Solidaria (Universidad Nacional General Sarmiento, Buenos Aires). Española y
residente en América Latina desde 2008, ha colaborado con medios como Le Monde Diplomatique,
Público, El Mundo, Foreign Policy,
Proceso y La Marea. Publicó en Fronterad una investigación
en profundidad, financiada por crowdfunding, sobre los impactos
de las multinacionales españolas en América Latina (Cara y cruz de las
multinacionales españolas en América Latina, 2014). Cofundadora
del proyecto Carro de Combate, centrado en el consumo responsable, junto a
Laura Villadiego, con quien ha publicado los libros Amarga dulzura. Una historia
sobre los orígenes del azúcar (autoedición, 2013) y Carro de Combate. Consumir es
un acto político (Clave Intelectual, 2014).
Cazarabet conversa
con Nazaret Castro:
-Amiga Nazaret,
¿qué es aquello que te ha hecho investigar sobre los supermercados? ;¿qué te hizo escribir sobre esto y no sobre otra
consideración en torno al capitalismo neoliberalizador
que tanto impregna nuestro día a día en la compra?
En
realidad, fue la editorial Akal la que me propuso tratar
de este tema, para analizarlo en su colección A Fondo. Yo para entonces llevaba
ya cinco años investigando los impactos socioambientales
de los productos que consumimos de la mano de Carro de Combate (www.carrodecombate.com), centrada en una
perspectiva de la producción y del consumo. El libro me permitió sumergirme en
el tema de la distribución y entender cómo modifica la forma en la que
consumimos (todo está milimétricamente pensado en supermercados y grandes
superficies para incitarnos a comprar ciertas cosas), pero también cómo se
produce. Lo que trato de explicar en el libro es que el modelo de la gran
distribución moderna (GDM) moldea también el modo de producción, ya que los
grandes distribuidores tienden a prescindir de los pequeños y medianos
proveedores locales.
-¿Cómo que llegaste a la conclusión de que estos, me refiero a los
supermercados, nos han sometido a una dictadura?
Evidentemente,
aquí «dictadura» se utiliza en el sentido figurado, pero creo que es una figura
potente porque, en la práctica, creemos que no hay ningún otro sitio donde
podamos comprar alimentos y otros productos básicos – y de hecho, la GDM
acapara entre un 70 y un 80% de la venta de estos productos.
-Pero ¿los supermercados por sí solos pueden someternos?; seguro que
necesitan ayuda, ¿no? (entre las legislaciones---quien hace la ley hace
la trampa—agujeros legales por donde derramar el agua, hacer que se congele y
se rompa...), ¿qué es lo que ayuda a los supermercados a mantener y/o iniciar
una dictadura de los supermercados?
Evidentemente,
los pequeños y medianos comerciantes juegan en desventaja. Para empezar, pagan
más impuestos, sobre todo si comparamos con grandes empresas multinacionales. Y
la legislación favorece la GDM aunque esto vaya en contra del tejido productivo
de una región. En la cuarentena vimos muy claro cómo piensan nuestros
gobernantes y legisladores: se podía ir al supermercado però
no al huerto.
-Yo soy dada a
tiendas más bien pequeñas, aunque en ellas haya de todo un poco... pero me
gustan pequeñas porque me saturo en los grandes supermercados con tantas
ofertas, tendencias, ofertas...y porque en la tienda pequeña sé a quién compro
y a quién le dejo el dinero, ¿es raro esto? (Y sigo, amiga, si me
permites te cuento una anécdota...una vez me encontré con una persona que tuvo
un ataque de ansiedad entre los pasillos de comestibles de un gran supermercado
y es que venía de un lugar en los que había falta de los productos básicos y al
ver tanta oferta se sobresaturó; así que, yo, asimilo los supermercados a la
impersonalidad, a los malos rollos, a comprar como autómatas.....)
Es que es
un poco así. Los supermercados, centros comerciales y grandes superficies en
general (al hablar de GDM incluimos a Carrefour pero también a Zara, a Decathlon, a Ikea...), permean
nuestras subjetividades porque nos imponen otro modo de comprar en el que la
interacción con el comerciante, que es en quien depositábamos la confianza, se
sustituye por la interacción directa con el producto, y la confianza se
desplaza a la marca. Si le pregunto al cajero o la cajera del Mercadona de dónde viene el género que vende, poco o nada
me sabrá decir. Y las largas colas en caja inhiben la posibilidad de una
conversación afable. Comenzamos a comprar como autómatas y se van diluyendo los
vínculos personales. Marx describía el sistema capitalista como aquel en que
las relaciones entre las personas se van sustituyendo por relaciones con las
cosas. Pero detrás de las cosas siempre hay personas: las que produjeron y
distribuyeron para que ese objeto llegue a mis manos; sucede que en el actual
modo de producción y distribución, esas relaciones que en última instancia son
personales se invisibilizan.
-¿Todos y todas somos presas de vivir en esa dictadura desde el
momento de que no existe una tienda—por pequeña y de pueblo que sea-- que no
tenga fuera una “marca de supermercado” (te explico yo vivo en un pueblo de
Teruel y todas las tiendas de comestibles están “enlatadas” con faldones
que igual te los encuentras en una gran ciudad)? ¿o
hasta qué punto somos presas de esas trampas?
Sí y no. Es
verdad que en muchos lugares las alternativas son cada vez más escasas; pero en
muchos casos existen si las buscamos un poco. En los últimos años han avanzado
mucho los grupos de consumo, por ejemplo; también se expanden otras iniciativas
de la economía social, y, en las grandes ciudades, comienzan a emerger los
supermercados cooperativos. Y los mercados de abasto de antaño tienden a
desaparecer, pero todavía existen en muchos lugares.
-¿Esta todo estudiado para someternos a esta dictadura; cómo lo hacen
para entramparnos?;¿qué tácticas y/o estrategias
utilizan?
En una gran
superficie, todo está calculado para incitar nuestro consumo. Esto es obvio en
lo que respecta a la ubicación de los productos: todos sabemos que productos
básicos como el papel higiénico o la leche suelen encontrarse en el lugar más
inaccesible de la tienda para obligarnos a recorrer antes un buen número de
pasillos repletos de estantes. Por eso tantas veces nos pasó de ir por un litro
de leche y volver con una cesta llena de cosas que no queríamos, olvidándonos
de la leche. La ubicación es estratégica y se está perfeccionando, por ejemplo,
observando los movimientos de los ojos para ver adónde se dirigen. También,
mediante tarjetas de fidelidad, saben qué compramos y pueden entender mejor qué
productos suelen comprarse juntos, para perfeccionar las técnicas de ubicación.
Todo esto, por supuesto, está avanzando de forma muy veloz con la inteligencia
artificial. Y no es sólo la ubicación: los olores y los sonidos también están
pensados para llevarnos a consumir aquellos productos que resultan más
rentables, pero menos saludables, a saber: productos ultraprocesados
cuyo almacenaje es mucho más sencillo que para el caso de los productos
frescos.
-¿Nosotros en qué
trampas caemos, sí o sí, con más facilidad y por qué?;¿Hasta
qué punto mandamos de qué comprar, de qué consumir, qué comer...?
Creo que
operan mecanismos inconscientes y que, en el momento que tenemos información y
comenzamos a llevarlo a la conciencia, vamos al supermercado – si seguimos
yendo – mejor armados, con más espíritu crítico. Ahí es más difícil caer en
estas trampas.
-Como queramos ser “mejores consumidores” más solidarios y mejores con
nosotros mismos y nuestro entorno, te aseguro que también eres presa de mucha
ansiedad al ir a comprar... ¿cómo lo ves?
Para mí, la
clave es no obsesionarse con ser 100% coherentes, porque además, es imposible,
al menos en un contexto urbano. Somos responsables a nivel colectivo; pero no
todos somos igual de responsables. Y la responsabilidad no es lo mismo que la
culpa; la culpa puede bloquear a la acción y corremos el riesgo de repartir
culpas individuales en problemas que son sociales.
-¿Los etiquetajes mienten tanto o tan proporcionalmente como se
utiliza esa letra diminuta?
A veces sí,
mienten, cuando nos dicen por ejemplo que cierto producto industrial es
«artesanal» o «natural» o la «receta de la abuela», y nada que ver. Las más de
las veces, más que mentir, dicen medias verdades en un lenguaje incomprensible
para el ciudadano medio. Es, desde luego, urgente modificar el etiquetado para
que ofrezca de veras información útil para las y los consumidores.
-¿Cómo podemos
contribuir nosotros para ayudarnos y ayudar al resto de ciudadanos a consumir
mejor con lo cual todo, en conjunto, podría ir mejor?...no sé, caminar y viajar
hacia un fin como más justo, ¿cómo lo ves?
Ir
modificando hábitos poco a poco. Si hablamos de alimentación, la clave pasa por
ir menos al supermercado y más al mercado tradicional de frutas, verduras y
demás productos frescos; limitar al mínimo los productos ultraprocesados,
que generan un gran impacto socioambiental y que
nutricionalmente nos aportan muy poco.
-¿Qué objetivos te marcaste cuando emprendiste la investigación y la
escritura de este libro que desenmascara a los supermercados?; ¿te has visto
como desbordado en algún momento y sobre alguna cuestión en concreto?
Es un tema
muy amplio y hubo algunas cosas que no pude abordar con profundidad; sobre
todo, el impacto de las nuevas tecnologías en el sector distribución y, con
ello, en toda la economía. Creo que merecería otro libro, muy centrado en el
análisis del modelo Amazon.
-Háblanos, por favor, de este proceso de investigación…de esa
tarea tan ardua, de búsqueda, mucha lectura, poner orden… ¿Trabajas teniendo en
cuenta como un guión de cuestiones a ir contestando, a ir dando respuesta…? ¿Cómo
es coordinar todo lo que vas recopilando, ponerle orden...? ¿Cómo es tu
metodología de trabajo?
Primero
hice un barrido de la documentación existente sobre el tema; este libro tiene
una base más centrada en la revisión bibliográfica que en el trabajo de campo
(a diferencia del libro que posteriormente publicamos en Akal:
Los monocultivos que conquistaron el mundo, muy basado en los datos que
recolectamos en plantaciones de una decena de países). Una vez tuve la
documentación es que pude priorizar las líneas de análisis más interesantes, y
traté de que el libro abordase todas ellas, dando una panorámica amplia y
general del sector.
-Nazaret, ¿cómo fue trabajar con Akal?
Hasta el
momento me ha ido muy bien, y espero que sigamos trabajando juntas en el
futuro.
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