La
Librería de Cazarabet Indignado
Cazarabet conversa con... Ignacio
Sánchez-Cuenca, autor de “La
desfachatez intelectual. Escritores e intelectuales ante la política”
(La Catarata)
UN LIBRO
QUE ES TODA UNA REFLEXIÓN, EN CONJUNTO Y A TRES DIMENSIONES, SOBRE LOS
ESCRITORES E INTELECTUALES ANTE LA POLÍTICA.
LO EDITA
LA CATARATA Y SE HA CONVERTIDO EN UNO DE LOS ÉXITOS DE ETSA PRIMAVERA
IMPRESCINDIBLE
PARA TODOS AQUELLOS QUE QUIEREN SEGUIR Y SIGUEN LA POLÍTICA DE CERCA Y QUE LO
QUIEREN HACER DESDE AQUELLO QUE PODRÍAMOS LLAMAR UNA MIRADA DIFERENTE.
LO QUE
NOS DICE LA EDITORORIAL DEL LIBRO:
La
desfachatez intelectual está muy extendida en nuestra esfera pública. Muchos de
los intelectuales españoles de mayor prestigio y visibilidad, casi siempre
escritores y hombres de letras, se caracterizan por participar en el debate
político con ideas superficiales y frívolas, expuestas en un tono tajante y
prepotente. La desfachatez intelectual se sostiene sobre una impunidad
generalizada, que nace de la ausencia de una crítica explícita a las opiniones
de las principales figuras de nuestra clase intelectual. En este libro se
presentan abundantes ejemplos de opiniones mal planteadas, sin atención a los
hechos ni a las reglas básicas de la argumentación, en temas diversos como el
nacionalismo, el terrorismo y la crisis. Nuestros intelectuales de mayor fama
no salen bien parados. Frente a la figura del intelectual que pontifica sobre
cualquier asunto, se apuesta por una esfera pública más plural, menos
personalista y con filtros más eficaces que eleven el nivel de nuestro debate
político.
Otros
libros que se ha publicado en La Catarata desde la pluma de Ignacio
Sánchez-Cuenca:
AÑOS DE
CAMBIOS, AÑOS DE CRISIS.
Los casi
ocho años de gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero han sido extremadamente
polémicos. El ruido, el insulto y la campaña brutal de la derecha política han
impedido hacer un análisis detallado y distanciado de los logros y fracasos de
su gestión gubernamental. En este libro se realiza un análisis político
riguroso de las dos legislaturas socialistas, muy distintas entre sí. Una primera,
sobre todo política, marcada por los grandes debates sobre el proceso de paz,
el Estatuto catalán, la memoria histórica y la extensión de los derechos
civiles y sociales, frente a una segunda protagonizada por la crisis, y que se
llevó por delante todos los proyectos del Gobierno. La audacia del Zapatero de
la primera legislatura brilló por su ausencia en las políticas económicas de la
segunda, que dejaron insatisfecho a buena parte del electorado de izquierdas.
Ignacio Sánchez-Cuenca ofrece un balance de la tarea de gobierno basado en un
examen detallado y desde una perspectiva progresista de las políticas
realizadas, del proyecto ideológico y de los resultados finales.
LA
IMPORTANCIA DEMOCRÁTICA.
España
sufre una crisis política grave. Todos los indicadores políticos de opinión
pública (satisfacción con la democracia, confianza en las instituciones, apoyo
a la Unión Europea, valoración del Gobierno y la oposición, etc.) están en
mínimos históricos. Además, los escándalos de corrupción contribuyen al
deterioro de la situación. Son muchos quienes piensan que el problema es de
orden institucional y que se arreglará, por tanto, mediante reformas
institucionales, cambiando el sistema electoral, la regulación de los partidos
o la estructura territorial del Estado. El problema de las explicaciones
institucionales es que otros países europeos, con instituciones distintas,
sufren problemas políticos muy parecidos a los de España. Por eso, en este
libro se defiende una visión distinta. La crisis política tiene que ver sobre
todo con la impotencia democrática del poder político ante los problemas de la
economía. Los ciudadanos perciben que hay injusticias graves en el reparto de
los sacrificios económicos. Sin embargo, los gobiernos, cada vez más limitados
por instituciones no electas (como el Banco Central Europeo), no tienen
capacidad para corregir dichas injusticias. Así, el porvenir político que
dibuja la crisis es el de un régimen liberal y tecnocrático, con formas
residuales de democracia (a nivel local o regional en todo caso), en el que las
libertades y los derechos fundamentales estarán garantizados gracias al Estado
de derecho, pero en el que no habrá autogobierno político.
Excelente
artículo sobre el libro La desfachatez Intelectual: http://www.infolibre.es/noticias/politica/2016/02/27/desfachatez_intelectual_45619_1012.html
El autor,
Ignacio Sánchez-Cuenca:
Profesor
de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid. Ha sido profesor en
las universidades de Salamanca, Pompeu Fabra y Complutense, así como profesor visitante en la
Universidad de Yale. Es autor de numerosos libros y artículos académicos sobre
violencia política, teoría de la democracia, política comparada y política
española. Sus últimos libros son Atado y mal atado. El suicidio institucional
del franquismo y el surgimiento de la democracia (Alianza, 2014) y La
impotencia democrática. Sobre la crisis política española (Los Libros
de la Catarata, 2014). Es colaborador habitual del periódico digital infoLibre y de la revista digital Ctxt.
Cazarabet
conversa con Ignacio Sánchez-Cuenca:
-Ignacio el hecho de ser escritor,
pensador, ensayista de la realidad o de lo que acontece hace que escritores e intelectuales, a veces, reflexionen en voz
alta o escribiendo públicamente sobre cuestiones en que, quizás, no están tan y
tan “preparados” o no sean especialistas, pero como es lo que se espera de ellos;
así debe ser. ¿Qué piensas? Así van algunas tertulias, ¿no?
-El
intelectual, me parece, no debería utilizar la presencia privilegiada que tiene
en los medios para “pensar en alto”. Si no tiene claro lo que quiere decir,
porque no conoce suficientemente el asunto del que se trate, mejor que deje el
espacio a otros. Los intelectuales no participan en tertulias, salvo en raras
ocasiones. Ese género lo practican en mayor medida periodistas y políticos. El
problema es cuando el intelectual se
deja contagiar por el tono de las tertulias en sus escritos. Ahí se borran las
fronteras entre el tertuliano y el intelectual y eso resulta muy empobrecedor
para nuestro debate público.
-¿Confunde
el comunicador, el escritor e intelectual que en vez de reflexionar,
construyendo… aquello que acaba haciendo es convertirse en la noticia o en
parte de ella? En resumidas cuentas, que se acaban mirando demasiado al
ombligo, ¿pecan de soberbia?
-Algunos
de nuestros intelectuales más visibles han quedado consumidos por la vanidad,
se han transformado en personajes, son muy previsibles porque tienen que ser
fieles al estilo y al personaje que han creado. Ahí es donde comienza el ‘ombliguismo’.
-Y
es que, a veces, hay que poner más los
pies en el suelo, pisar más la calle, hablar más con la gente, estar con ellos y
ellas, me refiero a ciudadanos y ciudadanas corrientes, de los que tiran del
carro y de eso se olvidan, o es mi impresión, la mayoría de los que pisan los
platós de televisión en las diferentes tertulias ¿Qué nos puedes decir?
-En el
libro pongo el ejemplo de un texto de Savater en el
que, para defender las corridas de toros, dice que un parado estaría dispuesto
a padecer el final de un toro de lidia a cambio de disfrutar durante el resto
de su vida de la placidez y la comodidad de la dehesa. Creo que es un buen
ejemplo de la idea deformada e irreal que tiene Savater
de un parado. Los desempleados no son personas que hayan perdido la dignidad y
estén dispuestos a cualquier humillación con tal de llevar una buena vida. La
comparación revela bien ese alejamiento de la realidad al que te referías.
-Y
es que, además, igual opinan y pretenden “sentar cátedra” sobre cualquier otra
cuestión; igual lo hacen de fútbol como de economía, política exterior o de por
qué un piloto presuntamente estrelló un avión en Los Alpes…
-Los
intelectuales, frente a los tertulianos, no suelen meterse en asuntos tan
concretos, aunque, por supuesto, hay excepciones. Pero el verdadero problema es
el de “sentar cátedra”, es decir, presentar ocurrencias en términos tajantes y contundentes.
Eso es lo que en el libro llamo, siguiendo a Diego Gambetta,
“machismo discursivo”.
-Ignacio, ¿qué te ha hecho escribir
este texto, este trabajo reflexivo (déjame llamarlo de esta manera)?; ¿qué te
ha hecho acercarte a este tema en el que pones el dedo en la llaga de mucha de la “tribu” o “fauna”
que te rodea?
-Bueno,
llevaba muchos años pensando en este asunto y había escrito algunos artículos
breves sobre el tema. Durante la crisis, mi decepción con lo que los
intelectuales más visibles e “institucionales” tenían que ofrecer fue en
aumento. Prácticamente, no aportaron ninguna idea nueva, ellos seguían
obsesionados con la cuestión del nacionalismo. Llegó un momento en que sentí
que había acumulado suficiente material como para escribir un libro breve y
polémico. Las tesis que defiendo son controvertidas, están destinadas a generar
debate público. El límite que me puse fue el de no entrar en descalificaciones
personales, centrándome en una crítica dura de las opiniones de los
intelectuales. Sin embargo, varios de los aludidos en el libro sí han
respondido con la descalificación personal, sin ofrecer un solo argumento. Sus
reacciones han confirmado muchas de las cosas que defendía en el libro. Por
ejemplo, critiqué esa manía ridícula de contestar a alguien sin mencionar su
nombre y esto es lo que han hecho Savater y Cercas
desde las páginas de El País, con el propósito de ningunearme. A mí me parece,
además de absurdo, una falta grave de respeto al lector. Han entendido la
crítica a sus opiniones como una crítica a sus personas, que es el vicio más
extendido entre nuestros intelectuales de referencia.
-¿Es
el conjunto de la sociedad, en tu opinión, una sociedad hipócrita y por ende
los intelectuales (escritores, y personas que reflexionan sobre la sociedad y
la política) son seres atrapados en la misma red?
-No creo
que se puedan realizar afirmaciones tan generales. No tengo la impresión de que
la sociedad sea especialmente hipócrita, o, al menos, no más hipócritas que
otras. Los intelectuales consagrados tienen trayectorias muy complejas. En
algunos casos sí puede hablarse de hipocresía, pero en otros no.
-En
el tema de los refugiados (por poner solo un ejemplo) hay que entonar el “mea
culpa”, sí o sí., ya y asumir que se ha
hecho tarde, pero es que ha sido en todos los ámbitos sociales: políticos y
gestores, pero también algunos ciudadanos que, aunque hayan salido por la TV, y
otros medios testimonios de la sinrazón con que se les ha tratado a los
refugiados, no se han concienciado. A la vez que ha habido solidaridad y que
hay gente que quiere, entiende y abre los brazos a gente que pueda venir de
fuera y de acogerlos, conforme nos hubiese gustado que se nos acogiese a
nosotros si nos encontrásemos en una situación similar…hay gente que los ve como
si fuesen una plaga. Se aplica mucha hipocresía en esta sociedad y eso se
contagia entre “nuestra intelectualidad”, ¿no?
-Aquí no
sé qué decir, no he seguido la reacción de los intelectuales ante el problema
de los refugiados, así que no me atrevo a hacer juicios generales. Algunos
intelectuales, como Javier de Lucas de forma muy destacada, han hecho una labor
extraordinaria de información, concienciación ciudadana y presión a las
autoridades.
-¿Hasta
qué punto se maneja desde el ámbito intelectual, al telespectador, oyente o
consumidor de prensa, lector…?. Bueno, yo creo que nosotros, los propios
“consumidores” de “lo intelectual”, deberíamos saber qué hacer en todo momento,
¿no?
-Sí, el
ciudadano lector debe ser autónomo, no debería ser seguidor incondicional o fan
de nadie. De lo que se trata es que todos nos informemos, examinemos las
razones a favor y en contra de un cierto asunto, y luego nos formemos una
opinión. Un peligro creciente que se observa con las redes sociales es que solo
leamos lo mismo que leen nuestros “amigos”, que suelen tener ideas parecidas a
las nuestras, de modo que siempre confirmamos nuestros puntos de vista y nos
cerramos a otras razones que no nos llegan. No basta con que haya pluralidad,
es decir, variedad: si solo se utiliza la pluralidad para elegir siempre el
mismo registro, al final el debate puede empobrecerse aún más con nuevas formas
de sectarismo.
-En
este libro no puede dejar indiferente a nadie y mira cara a cara a los
periodistas, escritores, comunicadores, intelectuales…no sé, me da que, aunque
tengas las espaldas anchas, a alguno le habrán salido ampollas, ¿no? ¿o es una manera, una forma, un poco particular de provocar?
-Sí,
alguno se ha enfadado mucho. Baste leer las dos columnas furibundas que me
dedicó Jon Juaristi, llenas de insultos y acusaciones
un tanto paranoides. Creo, sin embargo, que el libro sienta un precedente de
crítica respetuosa en lo personal pero dura en los contenidos mencionando por
su nombre a los aludidos. Esa es la base de un debate abierto, sin alusiones
veladas, sin sobrentendidos, que puedan seguir los lectores sin perderse nada.
En España hay una tendencia a la crítica oblicua. Que un libro que quiere
despertar el debate y revisar algunas tesis que se dan por supuestas entre los intelectuales
más influyentes pueda ser entendido como provocación es un síntoma más de que
nuestra esfera pública es poco plural y no está acostumbrada al intercambio de
opiniones.
-Y,
finalmente, el lector, el oyente o televidente ¿Qué puede hacer, qué debe hacer
para protegerse de “esa desfachatez intelectual”?
-Ser
crítico, leer mucho y poner siempre en cuarentena lo que digan los
intelectuales, incluyéndome a mí, por supuesto.
22799
La desfachatez
intelectual. Escritores e intelectuales ante la política. Ignacio
Sánchez-Cuenca
224 páginas 13,5 x 21 cms.
17.50 euros
La Catarata
La desfachatez intelectual está
muy extendida en nuestra esfera pública. Muchos de los intelectuales españoles
de mayor prestigio y visibilidad, casi siempre escritores y hombres de letras,
se caracterizan por participar en el debate político con ideas superficiales y
frívolas, expuestas en un tono tajante y prepotente. La desfachatez intelectual
se sostiene sobre una impunidad generalizada, que nace de la ausencia de una
crítica explícita a las opiniones de las principales figuras de nuestra clase
intelectual. En este libro se presentan abundantes ejemplos de opiniones mal
planteadas, sin atención a los hechos ni a las reglas básicas de la
argumentación, en temas diversos como el nacionalismo, el terrorismo y la
crisis. Nuestros intelectuales de mayor fama no salen bien parados. Frente a la
figura del intelectual que pontifica sobre cualquier asunto, se apuesta por una
esfera pública más plural, menos personalista y con filtros más eficaces que
eleven el nivel de nuestro debate político.
Ignacio Sánchez-Cuenca
Profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid. Ha sido
profesor en las universidades de Salamanca, Pompeu Fabra y Complutense, así como profesor visitante en la
Universidad de Yale. Es autor de numerosos libros y artículos académicos sobre
violencia política, teoría de la democracia, política comparada y política
española. Sus últimos libros son Atado y mal atado. El suicidio
institucional del franquismo y el surgimiento de la democracia (Alianza,
2014) y La impotencia democrática. Sobre la crisis política española
(Los Libros de la Catarata, 2014). Es colaborador habitual del periódico
digital infoLibre y de la revista digital Ctxt.
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