Cazarabet conversa con...   David Casado-Neira, Gabriel Gatti, Ignacio Irazuzta y María Martínez, editores del libro “La desaparición social. Límites y posibilidades de una herramienta para entender vidas que no cuentan” (Universidad del País Vasco) 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un libro editado por la Universidad del País Vasco que estudia e investiga los límites y posibilidades de una herramienta para entender vidas que no cuentas.

Guardan cuidado de esta edición: David Casado Neira, Gabriel Gatti, Ignacio Irazuzta y María Martínez.

Según nos explica la editorial: El texto nace de la dinámica de investigación del proyecto “Desapariciones. Estudio en perspectiva transnacional de una categoría para gestionar, habitar y analizar la catástrofe social y la perdida” (CSO 2015-66318-P), desarrollado entre 2015 y 2020 por un equipo internacional y multidisciplinar con base en la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Cuenta, además de con los trabajos de parte de los investigadores asociados al proyecto, con el de invitados provenientes de distintos países y diferentes disciplinas, que dialogaron con los primeros para abordar críticamente la categoría de desaparición social.

La sinopsis del libro. Lo que nos vendrá a contar con una lectura:

Hoy, muchos de los que habitan este mundo están siendo expulsados de las maneras de entender la existencia compartida. Han sido o están siendo borrados del espacio de aparición, sufren experiencias de violencia profunda y experimentan intensamente el sufrimiento social, y están muy alejados de las estructuras de protección que daban hasta hace poca seguridad a la existencia. La idea misma de vida está en crisis. Se han propuesto decenas de conceptos para entender esa sangría —precariedad, vulnerabilidad, duelo— y no son menos las herramientas con las que podremos evaluarla, contarla o reducir su intensidad. La sensación es, sin embargo, que esa realidad se sigue escapando de nuestra manera de pensar el mundo.

Este libro propone otra categoría posible para imaginar esa realidad, la de desaparición social, un concepto que se inspira en el de desaparición forzada de personas y en la figura del desaparecido originario, pero que intenta ir más allá para adentrarse en un mundo lleno de formas de existencia abandonadas. Son los desparecidos sociales, vidas afectadas por un triple descuento: fuera del relato común, fuera de nuestros registros, vidas que no se cuidan.

 

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Gabriel Gatti (GG), David Casado-Neira (DCN), Ignacio Irazuzta (II) y María Martínez (MM).

-Amigos, ¿qué es lo que os llevó a investigar sobre el concepto, de conceptos, de “la desaparición social?, (porque hay como un concepto de conceptos dentro de la desaparición social… casi a modo de “muñeca rusa”, ¿verdad?

-Desaparecer es un verbo viejo, con muchas connotaciones. Deja pensar en fantasmas, en huidas, en secuestros, en ensoñaciones, en malas muertes y en otros mundos. Hace un tiempo, no mucho, el término sirvió –todavía sirve— para nombrar una de las formas más terribles del terror de estado, una que saca a un ciudadano del ámbito de protección de la ley y lo sumerge en un territorio nebuloso donde no es nada: ni vivo ni muerto, ni presente ni ausente. Nada. Eso es la desaparición forzada de personas, aquella que nació en los años setenta en las dictaduras del sur de América Latina y que luego, ya hecha concepto, se propagó, tanto que muchas cosas que ni tenían nombre empezaron a llamarse así, siempre con el Estado como generador de violencia, siempre como el ciudadano desmantelado como su objeto. La idea de desaparición social es heredera de todo eso, es olvido y es abandono y es invisibilidad y son fantasmas y gentes que no son y son al mismo tiempo, pero va más allá. Da cuenta de un fenómeno global de nuestro tiempo, transversal. Es una hipótesis general. Ya no más un hecho aislado, puntual, sino algo brutal, porque es estructurante, central, en este mundo. Es una buena imagen, sí: una muñeca rusa, distintas formas de desaparición que se (GG)

-¿Hay o hubo algún incentivo qué os ha hecho investigar sobre este tema que se ve influenciado por tantos factores?

-Como investigadores sociales lo que nos atrae, y es la piedra angular de nuestra tarea, es precisamente preguntarnos por cosas que nadie se pregunta, problematizar realidades que están ahí, pero permanecen invisibles, en definitiva “buscarle tres pies al gato”. En esta ocasión tenía siete. Lo que no habíamos intuido era la profunda dimensión e implicaciones que llegaría a tener este concepto en el mundo actual. La desaparición social nos habla de la violencia, desigualdades y vulnerabilidad. Eso es una motivación. (DCN)

-Porque vosotros, ¿de qué concepto de desaparición social salís para llevar a cabo este ensayo de investigación?

-Más que salir, llegamos a él. El concepto de desaparición (social) es nuestra propuesta, un concepto en el que hemos trabajado en los últimos cinco años y cuya definición no es aún concluyente, seguimos en ello. Podríamos decir, ahora después de este tiempo, que la desaparición social es un visibilizador de situaciones sociales, precisamente las situaciones de personas que cada vez son más numerosas que ni son cuantificadas, cuyas historias no cuentan y que no son tenidas en cuenta, esto es, cuidadas. (MM)
 
-Todas y todos como ciudadanos, por el hecho de serlo, somos susceptibles en mayor o menor medida, de vernos excluidos de la sociedad. Pero de eso a “desaparecer” hay un mundo, ¿no?, comentadnos, por favor…

-Diría que la posibilidad de que eso le suceda a ciudadanos “normales” no es tan remota en el caso de las desapariciones forzadas, especialmente aquellas de las dictaduras latinoamericanas de los años setenta. Allí y entonces la desaparición era algo que les sucedía a ciudadanos normales. Diferente es la situación -entiendo- de la desaparición social que suele ocurrir entre personas que ni siquiera han ingresado alguna vez en los dominios de la ciudadanía, o que han sido expulsados de allí: “muertos civiles”, como se dice en alguno de los capítulos del libro, gente que “no cuenta”. (II)

-¿Y por qué esos colectivos pueden llegar a no importar?; ¿cuáles son los colectivos más vulnerables y qué no cuentan para el sistema?

-La pregunta no sería qué colectivos pueden llegar a no importar, sino cómo cualquiera puede llegar a no importar. Es una pregunta sobre cómo entendemos la ciudadanía en términos clásicos, y cómo se garantizan sus derechos. Estas lógicas de la desaparición nos indican que cualquiera en determinados contextos puede ser un o una desaparecida social, lo que va más allá de un enfoque sobre la invisibilidad y la marginación social. La vulnerabilidad es algo constitutivo de la naturaleza humana, y se convierte así en una herramienta política. (DCN)

-Cuando te das cuenta, o sin darte cuenta -porque a veces no somos conscientes- de que “estás desaparecida socialmente hablando” para el resto del sistema, de que no cuentas ¿tienes resortes, socialmente hablando para salir y hacerte ver?, ¿el sistema tiene flotadores para los y las desaparecidas sociales?

-Hay dos preguntas diferentes en esta cuestión; empezaremos por la segunda, sobre los flotadores. Hasta hace poco el sistema tenía flotadores para lo que se llamaban poblaciones excluidas, marginadas o vulnerables; era el Estado de Bienestar. Y este era pensar en integrar a esas poblaciones porque a pesar de que estaban expulsadas o empujadas a los bordes de la sociedad, existían. Los desaparecidos sociales son otra cosa. Su situación es tan extrema que ni siquiera son pensables para el sistema y, por lo tanto, este no puede reinsertarlos. Intentando contestar a la primera pregunta sobre los resortes, los investigadores progres, entre los que nos encontramos, intentamos ver que las personas, a pesar de vivir en situaciones muy duras, hacen cosas para llevar una vida digna e incluso para “salir y hacerse ver” (aunque no sea cómo nosotros lo definiríamos). El problema es que, al no ser reconocidos ni en su existencia, ese hacer tampoco será reconocible; es un círculo vicioso. De todas maneras, lo que a nosotros nos interesa es preguntarnos no por cómo la gente sale de la desaparición social, si es que eso es posible, sino cómo se vive en esa situación extrema porque por difícil que parezca, allí se hace vida. (MM)

-¿Toda exclusión social que lleva a la invisibilización o a la desaparición conlleva, en mayor o en menor medida, una vulneración de los Derechos Humanos o a que éstos peligren de alguna manera?

-Sin dudas, y radicalmente, además. Es desde luego una vulneración radical de los derechos de ciudadanía, esos que hacen a la promesa de protección que otorgan los Estados. Y luego también lo es, claro, de los derechos humanos. Es más, diría que el mundo de la desaparición social es también el mundo de los derechos humanos, el mundo de esas personas que, como decía Hannah Arendt a propósito de los derechos humanos, han perdido el derecho a tener derechos. (II)

-¿Qué factores hacen que una parte de la ciudadanía se excluya o la excluyan?

-De forma radical se podría decir que la desaparición es la búsqueda de otras vidas, ahí donde la vida actual no es posible, o no se considera legítima. No se puede pensar en la desaparición como un fenómeno absoluto sino como una práctica voluntaria o involuntaria que se da de una forma difusa. La desaparición voluntaria es una estrategia de defensa o supervivencia en un entorno que se ha vuelto hostil (política, económica, social o medioambientalmente). En el caso de las desapariciones involuntarias las lógicas son de exclusión y abandono, muchas veces por meras cuestiones de tipo burocrático, otras por priorización en el uso de recursos, otras por la acción determinada de las instituciones para deshacerse de formas de vida incómodas, que no se ajustan a un canon deseado. Y después nos encontramos casos en los que se juega al ratón entre la desaparición voluntaria y la involuntaria, p. e. se va acude a un refugio o albergue con un DNI de otra persona. (DCN)

-De Lo que más influye es el tener un buen poder adquisitivo o “el haber nacido en una buena cuna”, pero solo en principio… porque hay muchas personas nacidas en aquella “clase media” que ahora tiene a desaparecer –pero eso es otra historia- porque parece que en este mundo en el que todo va tan aprisa la ola de un tsunami áspero e inhumano las engulle, ¿tenéis esa sensación?

-Como sensación, puede ser compartida, sí. Especialmente luego de lo que hemos vivido con la pandemia, en la que, con el confinamiento, muchas cosas desaparecieron. Desaparecimos las personas del espacio público y con nosotros como tales, el propio espacio público, podría decirse al hilo de uno de los capítulos del libro; también podría decirse que con la pandemia aparecieron muchas situaciones de tan radical vulnerabilidad que las acerca a los perfiles de un desaparecido social, como en otro capítulo del libro se analiza. (II)

-Una percepción que tengo es que cada vez este fenómeno que va de la exclusión o el de apartarse de la sociedad a verse casi totalmente desaparecidos socialmente es cada vez mayor, ¿por qué?; hay personas que tienen a aislarse y eso ayuda a que, más tarde o temprano, esos mismos “desaparezcan”?

-El incremento de las situaciones de vulnerabilidad conlleva formas de desaparición social, conduce a la pérdida de la capacidad de gozar de una ciudadanía plena. Por eso están asociadas a situaciones de crisis económicas y políticas. Cuando alguien acaba desapareciendo voluntariamente aparece en otro lado o con otra identidad, puede desaparecer para determinadas personas (los agentes de la autoridad) pero no para su familia, etc. Este era el caso de los topos en la Guerra Civil. Los procesos de desaparición no se pueden ver como simples asuntos individuales, nadie desaparece de la sociedad, pero sí puede perder sus derechos. El aislamiento es una respuesta a esa situación de vulnerabilidad, que tiene consecuencias psicológicas, pero no se puede entender como un fenómeno individual. (DCN)

-¿Hasta qué punto han influido las nuevas formas de comunicarse?, tanto para que la gente tienda  a aislarse como para que te aíslen…

-No habíamos pensado la categoría de desaparición social en relación con esa idea, la de aislarse, y menos filtrada por las nuevas formas de comunicación. Ahora, puede ser potente vincular desaparición y aislamiento si concentramos nuestra mirada en formas de desaparición voluntarias, las que en alguna ocasión hemos llamado felices. Gente que se marcha porque ya no puede más con su vida, que se va a otro lugar sin dejar rastro, el que se va a comprar tabaco y no vuelve... ¿Qué pasa ahí? Que hay una desaparición voluntaria para escapar y aislarse de algo. Quizás hoy esas desapariciones felices se podrían dar aislándose o desapareciendo de las redes sociales tan presentes en nuestras vidas. Son situaciones que nosotros no hemos pensado, pero como se ve en el libro, la potencialidad de la categoría de desaparición social es que permite pensar situaciones muy variopintas. (MM)

-¿Y las brechas sociales ocasionadas por las sucesivas crisis, la del 2007-2008 financiera en la que se instaló y ya no se ha ido: ”el sálvese quien pueda” y el “ande yo caliente”.

-Aunque en el proyecto que trabajamos no nos detuvimos tanto a pensar en las causas de la desaparición social, sino que nos interesaba ver y analizar cómo se vive en esos lugares donde aparentemente no hay vida, crisis financieras como las que mencionas han sido sin duda caldo de cultivo de situaciones proclives a la generación de desaparecidos sociales; por ejemplo, algunas situaciones de desahucio y pérdida de vivienda, como queda reflejado en alguno de los capítulos del libro. Podríamos pensar en esa crisis o también en otra circunstancia actual que se le llama igualmente “crisis”, como la gestión de la migración, en Europa y en América del norte, una verdadera fábrica de desaparecidos sociales. (II)

-Amigos, me da que cuando algunas cosas parecían que volvían un poco a un cauce normal, va y viene una pandemia que ha acabado por descoser el problema de las relaciones sociales…

-La pandemia ha resultado ser como una ventana abierta a los mundos del abandono, pero esos mundos estaban ya ahí. Es una catástrofe que ilumina, y en este caso lo que ha iluminado son terribles territorios de abandono (como las residencias de ancianos), o poblaciones de abandonados que ya ni percibíamos (como todos eso que fueron invitados, como todos, a quedarse en casa sin tenerla). La pandemia, diríamos, ni puso ni agravó; dio a ver. (GG)

-¿Cómo ha sido el proceso y la tarea ardua de investigación que, además tiene mucho a ver con el proceso de documentación?

-El proyecto de investigación ha durado oficialmente 5 años, los que nos ha financiado, pero la ciencia es acumulativa y en este caso a través de dos vías. La primera colectiva. Antes de este proyecto llevábamos trabajando 5 o 6 años juntos sobre la figura de la víctima abordando ya una situación en los bordes, pero no tan radicalmente extrema como las desapariciones. La segunda individual que fue principalmente la de Gabriel Gatti que desde 2005 lleva estudiando los mundos de la desaparición, primero forzada en Argentina y Uruguay, y ahora nuevas formas de desaparición. Sobre esa base diseñamos un trabajo de campo que buscaba seguir desapariciones, ir a lugares y estudiar situaciones en las que la categoría desaparición social fuera usada y ver cómo se usaba. Esto nos ha llevado a muchos estados de México, a Brasil, a República Dominicana, a Colombia, a la frontera entre EE.UU. y México y también a la frontera entre Europa y el Sur, a los mundos de la trata en España, a los lugares imperceptibles de desaparición durante el franquismo, etc. Ha sido un viaje a muchas manos. (MM)

-La investigación, la recopilación de documentación, el contrastar todo ello… el aproximarse a testimonios más o menos directos sobre vuestro trabajo… es una tarea que requiere de mucha dedicación, minuciosidad, pero también tiene al final su gratificación… ¿qué nos puedes decir?

-Hay muchos momentos gratificantes en un proceso de investigación, especialmente en proyectos de relativo largo aliento, como este que ha durado 5 años y que, con nuevos cuestionamientos, continúa a través de otros proyectos. Es gratificante la labor colectiva, el descubrimiento y los hallazgos como productos del trabajo conjunto; lo es también el trabajo de investigación de campo, el pensar junto a las personas que entrevistamos sobre el tema que investigamos y pensar que, de esa forma, como investigadores, intervenimos en la sociedad. Y también es gratificante cuando suceden cosas como estas, cuando descubres que hay gente que se interesa por lo que has estado trabajando tanto tiempo y cuando a partir de ese interés tu trabajo inspira a otras personas, a otros proyectos... (II)

 -¿Y qué metodología de trabajo habéis seguido, teniendo en cuenta que sois cuatro los participantes en el libro?

-El libro ha sido coordinado por nosotros y en él participan más personas. En esta ocasión el peso del contenido está en las manos de nuestros colegas, por lo que hemos ocupado una posición de facilitadores de un debate. En todos los años que llevamos trabajando juntos, siempre hemos optado por dinámicas de trabajo colegiadas, dinámicas y basadas en un continuo estudio y diálogo. Cuando llevamos a cabo este tipo de proyectos cada uno se encarga de una sección y de los correspondientes autores, después ponemos en diálogo a las personas y los contenidos a través de encuentros. Este libro es el reflejo de un proceso largo y profundo de intercambios y reelaboraciones en el que, al final, cada persona mantiene su voz después de haber escuchado a las demás, como esta entrevista a cuatro voces. En las antípodas de los troles… (DCN)

-¿Trabajasteis sobre un guion de cuestiones y/o preguntas sobre las que ir encontrando respuestas?

-Todo el equipo tenía un marco general. Este estaba definido a través de dos cuestiones: ver cómo la categoría desaparición estaba viajando, y cómo al aterrizar en diferentes lugares esta era usada allí al tiempo que ese aterrizaje hacía que la categoría se viera desbordada. Si en otras ocasiones trabajábamos con lo que se llaman guiones de entrevista para investigar, en este caso hemos sido más abiertos y trabajado siguiendo a esa categoría donde nos llevara con esas dos cuestiones en mente, pero sin un guion muy cerrado. (MM)

-Este libro os ha abierto la mente para posteriores trabajos de investigación… ¿Nos podéis hablar de algo en que ya estéis inmersos?

-Trabajamos empujando la pared que protege los conocimientos ya adquiridos, empujados por las dudas y preguntándonos que hay un paso más allá. Pensar la desaparición social ayuda a eso, te lleva lejos, fuera del ámbito de lo visible para los sujetos comunes que somos. Y lo que “se ve”, o se intuye, es perturbador: nos descubre un mundo lleno de entidades que no sabemos mirar, para las que no tenemos buenas herramientas y para las que quizás no haya herramientas, pues nuestros radares no las captan. En lo que estamos ahora es en eso, pensando en qué términos, métodos, técnicas, formas de contar... tenemos que usar para pensar desde las ciencias sociales en los que viven es los mundos de la desaparición. Nos llevará años, toda la vida seguramente. (GG)

 

 

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