La Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Eliseo Moreno
Burriel, autor de “Depurar y castigar. Los catedráticos de Geografía e Historia
en los comienzos del Estado franquista (1936-1943)” (Institución Fernando el
Católico)
La
Institución Fernando el Católico, desde la pluma de Eliseo Moreno Burriel,
investiga y vuelca negro sobre blanco
sobre cómo fue la represión en forma de depuración y castigo de los
profesores de Geografía e Historia en los comienzo del Estado franquista en y durante los
primeros años de la dictadura franquista, entre 1936-1943.
Eliseo
Moreno Burriel nos desvela cómo y de qué manera eran “señaladas” y “señalados”
los catedráticos y catedráticas de estas materias desde el estallido de la
Guerra Civil a la primera fase del franquismo, pasando por la posguerra.
Lo que nos
dice Prensas Universitarias de Zaragoza de este libro:
Este
estudio se centra en la descripción de las trayectorias académicas de los
catedráticos de Geografía e Historia activos el 18 de julio de 1936 y en las
vicisitudes de sus vidas profesionales y privadas durante los tres años de la
Guerra Civil. De manera especial se estudia la incidencia que los procesos de
depuración franquistas tuvieron sobre cada uno de ellos. El tema se introduce
con una panorámica sobre la vertebración de la segunda enseñanza en el sistema
educativo liberal estructurado a partir de la Ley Pidal de 1845. A continuación
se describe, de manera sintética, la situación de la segunda enseñanza desde la
proclamación de la República hasta el final de la Guerra Civil. Y también se
analiza la configuración del campo profesional de los catedráticos de Geografía
e Historia en activo aquel 18 de julio de 1936. Finaliza con un corolario
dedicado a los catedráticos que accedieron a la cátedra en 1940, a través de
las denominadas "oposiciones patrióticas".
Se
encuentra dentro de la colección “Estudios” dentro del amplio abanico de
Historia Contemporánea y Ciencias Humanas en la “Era de Franco”.
El autor,
Eliseo Moreno Burriel, un investigador muy, muy prolífico:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=956033
Es bueno,
de vez en cuando, recordar ¿qué es la Institución Fernando el Católico?. Breves y concisos
La Institución “Fernando el Católico” es una entidad cultural
dependiente de la Diputación Provincial de Zaragoza y adscrita al Consejo
Superior de Investigaciones Científicas a través de la Confederación Española
de Centros de Estudios Locales.
Cazarabet conversa
con Eliseo Moreno Burriel:
-Eliseo, ¿desde dónde surge este libro?; ¿Qué es lo que te ha llevado
a escribir este libro?
-Este
trabajo formaba parte de mi tesis doctoral Disciplina
y Profesión: La Historia en la Segunda Enseñanza 1840-1940, defendida en
noviembre de 2015 en la Universidad de Zaragoza. La tesis finalizaba con un acercamiento a la depuración del
profesorado de secundaria por el franquismo, aunque enfocado de forma global,
pero a falta de un desarrollo exhaustivo de la investigación. Un asunto este de
la depuración que ha tenido mucha más atención investigadora sobre los maestros
y profesores de universidad que sobre el profesorado de institutos. Por eso,
decidí completar la investigación iniciada en la tesis y ofrecer una panorámica
universal de la trascendencia de la depuración para todos los catedráticos de
Geografía e Historia de los institutos españoles activos el 18 de julio de
1936, que se correspondían con los del escalafón de dicha especialidad
publicado en 1935 por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes.
-Divides el libro
en dos grandes partes: en la primera pones el foco en los catedráticos en
Geografía e Historia hasta el final de la guerra civil y en la segunda parte
miras de cerca a la depuración que sufrió este colectivo… ¿por qué te
planteaste el acercarte de esta manera a los catedráticos en esta materia y a
la depuración en la primera fase del franquismo?
-El libro se organiza en dos partes
diferenciadas. En la primera, tras una breve introducción con la panorámica
general de la vertebración de la segunda enseñanza, se analiza lo que supuso
para la educación pública española el empeño de los responsables educativos del
primer bienio republicano la apuesta por una educación pública al servicio del
pueblo. En ese cometido destaca sobre todas las medidas el deseo de acabar con
el elitismo que caracterizaba a este tramo de enseñanza para transmutarlo en una
segunda enseñanza al alcance de todo el pueblo. Para conseguirlo extendieron la
red de institutos públicos a todas las cabeceras de comarcas españolas,
llegando a contar con 208 centros, algo que demuestra el tremendo esfuerzo
hecho por la República para extender esta enseñanza. Este esfuerzo se magnifica
todavía más si tenemos en cuenta que dicha red fue fulminada por el franquismo
(90 centros al final de la década de los cuarenta) y solo pudo recuperarse con
la Transición Democrática.
La segunda
parte la hemos titulado Una historia de
la depuración que contiene setenta y cinco relatos de otras tantas
historias de cada uno de los catedráticos de sus vicisitudes personales,
académicas y políticas desde la sublevación de una parte del ejército contra el
legítimo poder de la República hasta la resolución de su depuración, que para
algunos finalizó avanzada la década de los cuarenta del siglo pasado.
-Lo que no quiere
decir que no viviesen de más depuraciones o con el escarmiento de esos primeros
años el franquismo ya se dejó el paso limpio?
-Se decidió
concentrar la investigación en los catedráticos de Geografía e Historia porque
nos daba una visión global de una asignatura, dada la imposibilidad de incluir
a todos los catedráticos de instituto (cerca de 800), y además, abríamos un
camino para futuras investigaciones en esta dirección al descender al relato
personal de las penalidades que tuvieron que pasar cada uno de ellos.
Finalmente, queríamos comprobar si la depuración de estos catedráticos tenía un
comportamiento similar al resto del profesorado de secundaria, o por el
contrario tenía algo de especial por tratarse de los guardianes de la memoria. Los resultados nos demostraron que la
depuración tuvo un mayor índice de castigados que el resto del colectivo, algo
que hemos interpretado como los deseos de los responsables del nuevo Estado
por tener un control especial sobre la
enseñanza de la Historia.
La
depuración, como hecho definitorio del comienzo del Estado franquista, terminó
desde el punto de vista jurídico en el año 1952 cuando se publico la Orden de
24 de diciembre por la que se anulaban las sanciones contenidas en los
expedientes de depuración o revisión de los funcionarios del Ministerio de
Educación Nacional que afectaba exclusivamente a las sanciones de traslado
forzoso e inhabilitación para cargos
directivos y de confianza, pero que no incluía a los expulsados del escalafón,
entre lo que se encontraban los exiliados. Un perdón de corto alcance pensado más
para las glorias del régimen, que para reconocer una injusticia.
-¿Cómo fue, amigo
Eliseo, el trabajo de estudio, investigación y documentación para luego poder
poner orden y escribir este libro?. ¿Cómo es tu
metodología de trabajo?
-El trabajo
de investigación ha sido muy laborioso porque se pretendía, no solo averiguar
el sentido final de la depuración, sino reconstruir su vida personal, académica
y política durante el periodo republicano, y especialmente, desde la
sublevación del 18 de julio de 1936, así como desentrañar todas las fases del
proceso depurativo desde que las comisiones de depuración abrían el expediente,
hasta que se publicaba la resolución final en el BOE. Para ello, hemos tenido
que desarrollar una exhaustiva labor investigadora que pasaba por revisar los expedientes
personales y de depuración de cada uno de ellos.
A tal fin
hemos tenido que visitar una serie de archivos, entre los que destaca por su
mayor importancia en este tipo de investigaciones el AGA, Archivo General de la
Administración de Alcalá de Henares, que
tiene depositados dichos los expedientes personales, de oposición y de
depuración de todo el profesorado español desde los inicios del sistema
educativo hasta la actualidad. Pero, como en toda investigación es frecuente, a
veces nos encontramos con que el expediente no existe por diversas
circunstancias, o si existe está incompleto o tiene muy poca información. Eso
nos ha llevado a visitar otros archivos como el del Ministerio de Educación, el
Histórico Nacional, el de la Universidad Central, el de la Universidad de
Zaragoza, el del instituto San Isidro de Madrid, el de la Fundación Pablo
Iglesias. También hemos consultado otras fuentes como las memorias de la JAE,
memorias de algunos institutos, portales de internet que incorporan estudios sobre
profesores de institutos como la Biblioteca Virtual Cervantina, CEIMES, webs
del Congreso y del Senado, algunos institutos y medios de prensa. Finalmente se
ha consultado el BOE, la Gaceta de la República y el Boletín de la Junta de
Defensa Nacional.
Todo ello
nos ha proporcionado una ingente documentación, algunos ejemplos se reproducen
en el libro, que ha habido que ordenar, clasificar y analizar su utilidad para
los fines previstos en la investigación. Una tarea muy laboriosa porque nos ha
supuesto analizar miles de documentos, algunos en deficientes condiciones de
conservación. Otras veces nos hemos
encontrado con una abundante información que nos ha ayudado a comprender mejor
todo el proceso, aunque nos haya supuesto dedicar mucho más tiempo para seleccionar
la que más se ajustara al objeto de nuestro trabajo.
Los
resultados de esta investigación nos han sorprendido porque nos indican que los
catedráticos de Geografía e Historia han sufrido las sanciones en mayor medida
que los datos que tenemos recogidos hasta ahora para el global del colectivo
(no podemos hacer una comparativa con una investigación similar de otra
asignatura porque no existe). Nuestro trabajo indica que el 41,3% de los
catedráticos han tenido algún tipo de sanción frente al 29,9% que indica el
trabajo de Olegario Negrín para 1280 expedientes, o el 27,5% para el trabajo
colectivo de Carmen Sanchidrián, Isabel Grana y
Francisco Martín sobre 2445 expedientes. No tenemos una explicación clara para
esto teniendo en cuenta que se trata de una investigación pionera, aunque
nuestra hipótesis interpretativa va por el lado de que los depuradores
franquistas se ensañaron más con los catedráticos de Geografía e Historia porque
eran los que difundían las enseñanzas del pasado, algo que los nuevos
mandatarios querían controlar especialmente dado que la sublevación se había
montado sobre una farsa al considerar al Gobierno legítimo, ilegítimo y
rebeldes a los que lo defendían. Una historia que se transmitió en las aulas
españolas hasta el final del régimen, apoyada por los colectivos que
defendieron con las armas, la cruz o la escritura, la sublevación militar de
julio de 1936.
-¿Cómo era “ser
catedrático” en los inicios de La II República y cómo les afectó a los
catedráticos, por ejemplo, en Geografía e Historia?-¿Qué cambios se
experimentaron alrededor de la enseñanza y que les tocase asumir a profesores,
catedráticos…?-¿Cómo era “ejercer de profesor de bachillerato” en la II República?¿Cómo era la relación entre los estudiantes de esta materia
con los profesores?
-La figura
del catedrático surge con la Ley Pidal de 1845 cuando toma carta de naturaleza
el sistema educativo liberal español que había establecido la Constitución de 1812.
Como decimos, el sistema se articuló con la vertebración de la segunda
enseñanza como tramo central dependiente de forma completa del Gobierno de la
nación a través de la Dirección General de Instrucción Pública, a diferencia de
lo que ocurría con los otros dos tramos, en los que intervenía la Iglesia de
manera destacada.
Los
catedráticos tomaban carta de naturaleza por medio del escalafón, un listado
oficial editado por el Ministerio que ordenaba jerárquicamente a los docentes
oficiales distribuidos por cuerpos en cada tramo de la enseñanza secundaria y
superior, según criterios de antigüedad en diez categorías que correspondían a
otras tantas escalas profesionales y salariales. La oposición era la puerta de
entrada a la profesión y el escalafón el sello indeleble de pertenencia a la
élite de una comunidad.
-¿Cómo eran las
relaciones entre el profesorado de esta materia?; ¿había diferentes maneras de
“entender” la enseñanza de la geografía e historia?, ¿qué nos puedes explicar?
-Porción ésta muy sensible de ser manipulada, ¿no?..No podrán “manipular”, al
gusto del político de turno, las asignaturas digamos de “ciencias puras”
matemáticas, química, física, pero sí lo intentan hacer con asignaturas como
ésta, ¿no?, ¿cómo lo ves?-¿Qué diferenciaciones tiene respecto a otras
depuraciones la que aconteció a este colectivo?-Lo de las “Oposiciones
Patrióticas”, lo dice todo para quedar todo, luego, sepultado por el más
siniestro silencio, ¿cómo lo ves?-¿Hasta qué punto, de alguna manera, se “está
pagando” todavía aquel silencio fruto del escarmiento, castigo y depuración?
-Un sistema educativo que nació centralista,
nacionalista y elitista. Elitista porque la propia incapacidad del Estado para
cumplir sus obligaciones la convirtió en segregadora
de la población que puede pagar las enseñanzas. Centralista porque todas las
decisiones, desde las programáticas hasta las organizativas, se tomaban en la
Dirección General de Instrucción Pública, y más tarde, en el Consejo de
Instrucción Pública dejando al margen a la Iglesia. Por otra parte, el
nacionalismo del sistema educativo recoge los ideales de la construcción de la
nación española subyacentes en el Estado liberal surgido en los años treinta
como amalgama de una serie de concepciones ideológicas que confluyeron en el
partido moderado. A través de los libros de texto, justamente donde la Historia
juega un papel primordial, se transmitirá un discurso nacionalizador desde el
centro hacia afuera, denostando a los nacionalismos alternativos periféricos.
La Iglesia,
apartada de sus labores de control de este tramo, fue beligerante desde el
principio, logrando revertir la situación tras el Concordato de 1851 por el que
se le reconoció a la Iglesia derecho de intervención a través del control de la
moral de los profesores en su vida personal y académica y de la adecuación de
las enseñanzas a la doctrina de la Iglesia. Una enseñanza que había nacido
secularizada pasó a estar controlada por la Iglesia, lo que tuvo hondas
repercusiones en la divulgación de los avances científicos decimonónicos, como
el caso del origen de las especies de
Darwin que en España hubo dificultades para su divulgación hasta entrado el
siglo XX.
-La educación es la piedra angular de toda sociedad, al menos así lo
veo y en el que convergen muchos factores desde los sociales a los “como más
individualistas”. ¿Cómo era esa interacción en aquellos años?¿verdad?-Pero en
tiempos de cambio—por ejemplo los que llevaron la II República---la situación
que abocó a la Guerra Civil por un golpe de estado militar, la guerra, la
posguerra y la larga dictadura son muy indicados para abocar a la educación al
oscurantismo, ¿no?, ¿qué nos puedes comentar?-¿Cómo eran las relaciones del
ámbito Catedrático con el mundo cultural?-¿De qué manera se llevó a cabo la
depuración en la educación, cogiendo la porción –si se me permite la expresión
del quesito de la educación—que acontece a la Geografía e Historia?
-La
Historia se constituyó desde el principio en una asignatura central del
currículo dirigida a la formación de la conciencia histórica y la memoria
colectiva de la cultura nacional española, según la acertada definición de Ignacio Peiró. El catedrático se perfiló como una figura
interesante en el desarrollo cultural español decimonónico a través del
instituto, que desde su creación se convirtió en la institución cultural más
sobresaliente en la mayor parte de las provincias españolas. La comentada Ley
Pidal estableció que se creara un instituto en cada capital de provincia,
excepto en Madrid que se crearían dos, depositando la responsabilidad de las
enseñanzas a los catedráticos que la Dirección General destinaba a cada uno de
ellos. En un principio la responsabilidad de su creación se depositaba en las
Diputaciones Provinciales (una institución de la revolución liberal), así como
el pago de los emolumentos del profesorado. Como generalmente no había
suficiente presupuesto para ello, se recurría a otros ingresos como donaciones,
ayuda de los Ayuntamientos, cobro de matrículas y otros pagos a los alumnos.
Con el paso del tiempo, y dado que las Diputaciones cada vez estaban más
endeudadas, el Gobierno Central en 1878 se hizo cargo del funcionamiento de los
institutos y el pago del profesorado asignado.
De la noche
a la mañana, se desplegaron por todo el territorio nacional los institutos y
los catedráticos. Los primeros como una especie de universidad de provincias
(este fue uno de los nombres que se barajaron para los institutos) y, los
segundos, unas personas dotadas de una alta especialización cultural que
revolucionaron la cultura local y provincial de casi todas las provincias
españolas, que hasta el momento, se situaban al margen del desarrollo cultural
español. Los institutos se convirtieron en poco tiempo en la institución
cultural más importante de la España provincial, y por ello en los “nuevos
templos del saber”. Muchos de ellos se ubicaron en edificios históricos, muchos
procedentes de la desamortización, en condiciones de salubridad y adecuación
para las enseñanzas manifiestamente mejorables.
Los
catedráticos pasaron a ser los “nuevos sacerdotes del saber” encargados de
enseñar las verdades de la ciencia apropiadas para el hombre culto, unas
verdades contenidas en los programas oficiales que se impartirían en los
institutos. Los catedráticos animaron y
divulgaron los avances de la ciencia, catalogaron los monumentos
histórico-artísticos de las provincias, investigaron el pasado local y lo
divulgaron en publicaciones controladas por las élites locales, colaboraron con
los medios de la prensa local o provincial, formaban parte de los jurados
literarios, artísticos, científicos, recibían honores y distinciones de la
burguesía local que estaba encantada con esta promoción de la cultura local,
que de alguna manera los convertía en pequeños mecenas reconocidos por el pueblo,
representaban a la provincia en la capital del Estado en cuestiones de tipo
cultural.
Por otro
lado, en la enseñanza nueva, todo era nuevo. Eran nuevos los catedráticos,
nuevas las asignaturas, nuevos los contenidos, nuevos los libros de texto,
nueva la metodología, nuevos los regímenes de
disciplina en los institutos, nuevas las relaciones profesor-alumno. Por
centrarnos en la enseñanza de la Historia, en esta época ni constituía una
disciplina científica, ni estaba profesionalizada, ni había historiadores
propiamente dichos que pudieran constituirse en el referente desde donde
irradiara la nueva asignatura. La investigación histórica estaba en manos de
las Academias reorganizadas y los organismos dependientes. Así pues, la
historia escolar se construyó en torno a los manuales elaborados por los
catedráticos de Historia de los institutos, que a su vez bebieron de diferentes
fuentes como el academicismo, especialmente la Real Academia de la Historia, y
las Historias Generales de España,
entre las que destaca la de Modesto Lafuente.
El
catedrático de instituto que emerge a mediados del siglo XIX es una figura que
predica las verdades de los manuales, con una actitud mayestática que imparte
lecciones magistrales que reciben los alumnos de forma pasiva y que tienen que
asimilar lo más fielmente posible. Este formato alejaba al alumno del
catedrático, era muy rígido en las calificaciones y en la disciplina, lo que
produjo no pocas protestas de los padres.
La profesión de catedrático, funcionario del Estado desde primera hora,
se fue configurando a base de leyes, decretos, órdenes ministeriales que fueron
perfilando el campo profesional: acceso, sistema de provisión, concursos de
traslados, aparición de los auxiliares, numerarios, supernumerarios. Los
escalafones resumen la trayectoria de una carrera profesional pues daban
información de sus sueldos, ascensos por méritos o antigüedad, destinos por los
que había pasado, formación, e incluso en algunos, otros desempeños
profesionales o políticos a lo largo de su vida profesional. En la primera
regulación los catedráticos de instituto, Ley Pidal, no se diferenciaban mucho
de los de universidad, pero tras las protestas de estos, la Ley Moyano dejó
clara la distancia entre unos y otros, así como la forma de acceder desde el
instituto a la universidad.
La
enseñanza secundaria se mantuvo elitista hasta la proclamación de la Segunda
República cuando se produjo un giro coperniquiano
que cambió la forma de entenderla para
extenderla a todos los rincones de la geografía nacional, así como a todas las
capas sociales.
Los nuevos
responsables republicanos pensaron que el atraso de la educación era una de las
causas del atraso español, debido a que por la falta de atención había derivado
en un sistema inadecuado y con excesiva presencia de la religión católica y de
las órdenes religiosas en este tramo de enseñanza. Hay que pensar que cuando se
inicia el siglo XX, los centros de segunda enseñanza regidos por la Iglesia
eran superiores a los institutos públicos. Para que eso sucediera los políticos
de la Restauración habían colaborado de
manera clara, ya que en los casi cincuenta años de pervivencia de este periodo,
solamente crearon ocho institutos públicos, frente a los 74 que se habían creado
entre 1845 y 1875. Hasta la llegada de la República, en 86 años se habían
creado 115 institutos, mientras que ésta
en cinco años crearon 93. En Madrid se crearon tres en
1932 y 12 en 1933. En Barcelona se crearon 11 en este mismo año.
Fue un
ingente trabajo desarrollado por la República en el que hay que destacar al
ministro de Instrucción Pública Francisco José Barnés Salinas, catedrático de
Geografía e Historia del Instituto-Escuela de Madrid que desempeñó la cartera
en momentos cruciales, como cuando tuvo que
albergar en la enseñanza pública los alumnos procedentes de los centros
religiosos cerrados. En esta tarea contó con colaboradores de primer orden,
muchos de ellos catedráticos de instituto como Pedro Aguado Bleye,
Antonio Jaén Morente, Luis Brull
o Mª Elena Gómez Moreno de Geografía e Historia; Rubén Landa de Filosofía;
Joaquín Álvarez Pastor y Marcelino Martín González de Física y Química;
Francisco Cebrián de Matemáticas; Luis Crespí de Agricultura; Juan Morán
Samaniego de Latín; Enrique Rioja lo Bianco de Lengua Española. La mayoría de
ellos fueron miembros de una Junta Técnica Asesora creada en 1933 para la
sustitución de los centros religiosos. Todos ellos sufrieron duramente la
represión y depuración franquistas: Marcelino Martín, fusilado; Enrique Rioja y
Joaquín Álvarez, exiliados en México; Luis Crespí, expulsado del cuerpo
teniendo que malvivir en unos laboratorios hasta que en 1954 el ministro Ruiz
Giménez lo reintegró a su plaza; Juan Morán expulsado definitivamente de la
docencia; Francisco Cebrián, director del instituto de Zaragoza, tuvo que
esperar a 1947 para volver a la cátedra; Pedro Aguado, exiliado en Francia pudo
recuperar la cátedra en 1947.
-Eliseo, ¿Cómo ha
sido colaborar con el Institución Fernando El Católico?-Amigo, ¿nos puedes
explicar si estás trabajando en algo, dar como alguna “pista”?
-La
presentación del libro el pasado 21 de junio con presencia de la Consejera de
Educación, Maite Pérez, el director de la institución “Fernando el Católico”,
Carlos Forcadell y el director de la tesis que ha
dado lugar a libro, Ignacio Peiró, cierra un viejo
proyecto en el que llevaba muchos años dedicado, pero que al compaginarlo con
la actividad profesional había avanzado a trompicones.
Aunque el
proyecto se ha cerrado de alguna manera, no voy a abandonar la investigación en
la segunda enseñanza, dado que, ya hemos abierto otro dedicado a la elaboración
de un diccionario profesional de catedráticos de Geografía e Historia de
instituto durante el periodo de la tradición liberal 1840-1940. Se trata de
continuar la iniciativa de Ignacio Peiró con su
diccionario de catedráticos de Historia de universidad publicado por Akal en el ámbito de trabajo del seminario Juan José
Carreras que lidera el profesor Peiró.
Finalmente
quiero dar las gracias a la Institución “Fernando el Católico” y especialmente a su director, Carlos Forcadell
por su buena disposición a la publicación de este trabajo, así como a su
Secretario Académico, Álvaro Capalvo, cuya
experiencia ha sido muy valiosa en toda esta fase.
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