La Librería de El Sueño Igualitario

10497860_867626303277574_2061445552732290606_o.jpgCazarabet conversa con...   Leandro Álvarez Rey, autor del prólogo de "Del Frente Popular a la rebelión militar" (Renacimiento) de Diego Martínez Barrio.

 

Renacimiento Editorial, afincada en Sevilla, es una editorial con el ánimo de conjugar calidad con atractivo en sus ediciones y compromiso…recuperando escritos, reflexiones,  libros, ediciones y ciertas plumas es, ya casi, una costumbre. Nos acercamos hoy a una pluma contundente y de peso y en muchas dimensiones porque trataremos de comentar el libro Del frente popular a la rebelión militar desde una de las personas  que protagonizaban la política por aquellos días, Diego Martínez Barrio. Este republicano y sevillano, seguidor de Lerroux y masón fue un hombre muy implicado en consolidar, bajo sus ideas, a esta II República. Tuvo una azarosa vida política: ministro del gobierno provisional, vicepresidente del Partido Radical y presidente del Gobierno de 1933…como no gobierna a gusto, al lado de la CEDA, (la coalición derechista y conservadora)…lo que hace es romper con Lerroux… Nos referimos a sus palabras: “…por incapacidad ética…”


Sigue activo y se une con Azaña desde su partido Unión Republicana para lanzar el Frente Popular. Cuando la guerra desquebrajó España, Martínez Barrios estaba presidiendo las Cortes…la República pierde la guerra y Martínez Barrio marcha a un exilio que lo lleva por tres países: Francia, Cuba, México. Allí en 1945 se le nombra, por parte de un puñado de diputados en el exilio, Presidente de la II República Española en el exilio…los políticos de entonces tenían una vida intelectual que , a veces, parece que no se ha heredado con los de ahora, aunque, evidentemente, hay y hubo de todo, pero hasta con los que “no comulgamos “ muchos o con muchas de sus ideas…hasta con ellos estamos como con deuda..La etapa antes de la guerra, la guerra y el exilio marcaron a aquellas personas.

“Mima” de manera especial este libro Leandro Álvarez que es el que escribe el prólogo, un experto de Martínez Barrio, entre otras muchas cosas…

Lo que nos dice la editorial Renacimiento sobre el libro:

En este libro se reproducen dos escritos de Martínez Barrio redactados recién iniciada su vida en el exilio. Publicados originalmente en Buenos Aires (Páginas para la historia del Frente Popular, 1943) y como una serie de artículos periodísticos en el semanario Hoy de México (La rebelión militar, 1940), ambos textos reflejan el testimonio de uno de los principales protagonistas de una etapa crucial en la historia de la Segunda República: los meses que median entre 1935, en que comenzó a tambalearse la coalición de centro-derecha en el poder durante el segundo bienio y a gestarse el Frente Popular, y los inicios de la rebelión militar de julio de 1936.
Hombre honesto, ajeno a todo despecho o rencor, republicano, demócrata y liberal, Diego Martínez Barrio representó como pocos a esa tercera España que a partir de 1936 se vio aplastada por los extremismos de derecha y de izquierda.
Los textos que aquí se reproducen y la trayectoria biográfica de Martínez Barrio son analizados en el «Prólogo» que incluye esta obra, redactado por Leandro Álvarez Rey, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla y autor de Diego Martínez Barrio. Palabra de republicano (Sevilla, 2008).

El escritor, en su día de este libro:

Diego Martínez Barrio. Nacido en Sevilla en 1883, Martínez Barrio se convirtió desde comienzos del siglo XX en uno de los principales dirigentes republicanos de Andalucía. Seguidor de Alejandro Lerroux e impulsor de la reorganización de la Masonería, tras la proclamación de la Segunda República fue nombrado ministro del Gobierno Provisional, vicepresidente del Partido Radical y Gran Maestre del Gran Oriente Español. Presidente del Gobierno que convocó las elecciones de finales de 1933, cuyos resultados supusieron un giro en la trayectoria del régimen republicano, en 1934 decidió romper con Lerroux ante su incapacidad ética para gobernar dependiendo del apoyo parlamentario de la derechista CEDA.
Fundador del partido Unión Republicana e impulsor con Azaña del Frente Popular, a partir de febrero de 1936 presidió las Cortes y ocupó interinamente la jefatura del Estado. Iniciada la rebelión militar, el 19 de julio intentó en vano formar un gobierno de conciliación que evitase la guerra civil. Refugiado desde 1939 en Francia, Cuba y México y nombrado en 1945 por los diputados supervivientes del Frente Popular Presidente de la Segunda República Española en el exilio, falleció en París el 1 de enero de 1962.

Diego Martínez Barrio :

http://es.wikipedia.org/wiki/Diego_Mart%C3%ADnez_Barrio

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/martinez_barrio.htm

http://guerracivildiadia.blogspot.com.es/2013/03/diego-martinez-barrio-1883-1962.html

http://es.wikipedia.org/wiki/Partido_Republicano_Radical_Socialista

 

Cazarabet conversa con Leandro Álvarez Rey:

delfrente.jpg-Leandro, ¿cómo podríamos definir, políticamente hablando, a Diego Martínez Barrio...como un centrista liberal, pero, sobre todo, como un republicano?

-En una de sus últimas cartas Martínez Barrio se definió a sí mismo con estas palabras: “A quienes me escuchan no dejo de repetir que nosotros fuimos y somos simplemente liberales y demócratas. Primero liberales, sin desfallecimientos ni intermitencias, y luego demócratas, porque la fuente del poder es la democracia, pero a base de consagrar y practicar los derechos de la libertad. Humilde catecismo que muchos olvidaron para desventura común...” Pienso que, tal y como lo definió en su día Javier Tusell, Martínez Barrio fue un hombre con altura ética, moderado, ajeno a todo rencor o deseo de venganza, y que llegó a ser durante la Segunda República la expresión misma del centro político

-¿Cómo fue su paso por el Partido Radical de Lerroux? ¿Cómo fue su relación con el líder Lerroux? ¿De todas maneras yo siempre he visto a Lerroux como muy cerrado y tengo la impresión que éste no era el carácter, para nada, de Martínez Barrio... por eso los veía como un "tándem anti natura"... cómo lo ve un estudioso como tú?

-Como para muchos republicanos de su generación, el Emperador del Paralelo, maestro del discurso demagógico y populista, fue para Martínez Barrio una especie de ídolo de juventud, un maestro en el arte de organizar y movilizar a las masas. Pero como muchos años después le confesaría a Azaña, y este recoge en sus Cuadernos de la Pobleta, hasta prácticamente la llegada de la República su relación con el jefe del Partido Radical fue casi exclusivamente epistolar. Pienso que don Diego no llegó a conocer realmente y a tener un trato personal con Lerroux hasta 1930 o 1931, y lo que fue conociendo de él, de sus intrigas, la venalidad de los personajes que formaban su círculo más íntimo, acabó por alejarle políticamente de don Alejandro. Aunque Martínez Barrio siempre guardó respeto por la figura de quien había sido su mentor (a diferencia de Lerroux, que volcó todo su odio y su bilis sobre su ex lugarteniente), hay una anécdota muy curiosa en esa conversación que mantuvo con Azaña en plena guerra civil y que ilustra bien lo duro que tuvo que ser para Martínez Barrio aquél desengaño con quien había sido su jefe político durante treinta años: “Lerroux –le dijo a Azaña– es muy afectuoso, muy simpático… me quería mucho. Pero en el Partido Radical no se podía estar. Me dirán que he aguardado demasiado tiempo. Sí, sí. ¡Había tantos afectos!... Cuando, el año 34, inicié mi separación del Partido Radical, a Lerroux no le faltó nada para suplicarme de rodillas que no me fuera. Me tomó un odio profundo… Lerroux quería deshonrarme. Sí, sí: quería comprometerme en alguna operación política deshonrosa, como fue después la represión de Asturias, o cosa análoga. Por eso me fui… El día que salí del Gobierno, en mi casa, donde nunca bebemos, destapamos unas botellas de champán...”

-En el bienio negro a Martínez Barrio se le hace imposible conciliarse con el mandato del CEDA ¿qué puntos eran esos que le hacían estar éticamente tan distanciados...?

-La opinión de Martínez Barrio sobre la CEDA, en general, y sobre la figura de Gil Robles en particular –que deja traslucir en algunos fragmentos de los textos que se reproducen en este libro editado por Renacimiento– pienso que estuvo siempre muy mediatizada por lo que fue su personal y directo conocimiento de la derecha sevillana de aquella época. Y la verdad es que no andaba muy descaminado cuando sostenía que ese partido, en Sevilla particularmente, no escondía tras de sí más que al viejo y rancio reaccionarismo clerical y ultracatólico, sostén del señoritismo monárquico. Nadie mejor que Martínez Barrio supo del trato indignante que Gil Robles le dio a uno de sus pocos ministros verdaderamente preocupado por intentar resolver los problemas sociales y en particular los del campo (me refiero al ministro de Agricultura sevillano Giménez Fernández, con quien mantuvo una sincera amistad hasta el final de su vida), a quien Gil Robles entregó, como víctima propiciatoria, a los “conservaduros” de la CEDA, es decir, al sector de los grandes propietarios, terratenientes, etc., que al final son quienes acabaron imponiendo su estilo y sus intereses en la actuación de la CEDA. Martínez Barrio era lo suficientemente inteligente como para saber que Gil Robles no era un fascista; para él era algo peor: era un monárquico reaccionario, clerical y antirrepublicano, que no dudaría en intentar restaurar la monarquía por el viejo y castizo sistema del golpe de estado militar, para así volver a los “buenos viejos tiempos”. Por eso que el Partido Radical le hiciera el trabajo sucio a la CEDA, apoyando parlamentariamente Gil Robles al gobierno de Lerroux para que este pusiera en marcha una política contrarreformista desde comienzos de 1934 (incluida la amnistía a Sanjurjo, que ya se había sublevado en Sevilla el 10 de agosto de 1932), era para Martínez Barrio ética y moralmente inaceptable; era algo así como renegar de lo que habían sido sus principios desde que se inició en política, para ir entregando la República en manos de quienes percibía como sus peores enemigos: no los falangistas, los carlistas, los comunistas o los anarquistas, que nunca tendrían fuerza por sí mismos para acabar con la democracia; pero sí los seguidores de Gil Robles, esos cientos de miles de entusiastas católicos afiliados a la CEDA que tenían los medios, los recursos y los contactos para acabar con aquello en lo que nunca habían creído: en la República y en la democracia. Y por eso en la primavera de 1934 Martínez Barrio, que como le dijo Alcalá-Zamora era el heredero “natural” de Lerroux y de sus “dos presidencias” (la del partido y la del gobierno), decidió abandonar a don Alejandro y al Partido Radical.

 hid19430.jpg-Se va del Partido Radical y crea Unión Republicana y se afianza con Azaña... ¿de dónde sacaba las fuerzas este hombre porque el panorama era el que era...? (porque  muchas convergencias republicanas vienen de diferentes lares, corrientes....aunque todas con el ideal republicano)

-Pienso que Martínez Barrio abandonó a Lerroux y creó su propio partido para seguir defendiendo lo que siempre había defendido, y para seguir ocupando el espacio político que quería ocupar. En mi opinión es un error de perspectiva pensar que a partir de 1934 la política de centro en España siguió ostentándola y defendiéndola el Partido Radical y Lerroux. Esa política quien siguió preconizándola y representándola fue Martínez Barrio, frente a unos lerrouxistas cada vez más derechizados y dependientes de la CEDA. Su aproximación a Azaña fue una consecuencia de la admiración personal –no tanto política– que Martínez Barrio siempre había sentido por quien encarnó entre 1931 y 1933 el reformismo republicano (admiración, ciertamente, no correspondida); y fruto también de lo que a partir de 1934 pasó a convertirse en su principal objetivo político: crear un gran partido que aglutinase a todos los grupos republicanos y que volviera a tender puentes con los trabajadores (porque eso era la mayoría social del país, como demostraron las elecciones de 1931 y 1936), y que se convirtiera, desde el centro del espectro político, en el amortiguador de las tensiones entre derechas e izquierdas. Sólo así, pensaba Martínez Barrio, se lograría consolidar la República y la democracia en España.

-¿Cómo impulsa con Azaña y con otros políticos lo del Frente Popular (fijémonos que, éstos, son ya dos veteranos de la política y con mucho "peso"), lo ven como la única manera de tumbar el "derechismo" y las maneras de hacer de la CEDA que había estado en el poder dos años, los conocidos como el "bienio negro"?

-Martínez Barrio lo explica muy bien en el primero de los textos que se reproducen en este libro. La pretensión de las derechas de implicar a Azaña en la revolución de octubre de 1934 (que quedó deshecha en cuanto el ex Presidente pudo por fin defenderse ante las Cortes); la durísima represión que el gobierno puso en marcha, principalmente contra las organizaciones obreras, tras el fracaso de octubre, hubieran participado en el movimiento revolucionario o no; y esa política de tierra quemada, de suspensión de las políticas reformistas puestas en marcha durante el primer bienio, de sustitución de los ayuntamientos republicano-socialistas por los caciques de siempre en los pueblos, de vulneración sistemática de las bases de trabajo, de los salarios, de las condiciones laborales... Todo ello creó el ambiente propicio para volver a reconstituir aquella conjunción republicano-socialista que había traído la República y la democracia a España en 1931. Eso lo supieron entender muy bien Azaña, Martínez Barrio e Indalecio Prieto. Porque eso, sustancialmente, fue el Frente Popular: una conjunción electoral de todas las fuerzas del centro-izquierda que contrarrestase en número de votos lo que había sido la coalición de derechas de 1933. Algo impuesto, además, por el sistema electoral de carácter mayoritario del que se había dotado la República, que obligaba a ir juntos, en grandes candidaturas, a quienes tenían pocos puntos en común, pero que si iban separados a las urnas perdían inexorablemente. Recordemos, explicado llanamente, que en el sistema electoral de la Segunda República a la lista más votada se le adjudicaba el 80% de los escaños, y a la segunda el 20% restante, aunque la diferencia entre una y otra candidatura fuera de tan sólo un voto. Un auténtico disparate, en mi opinión, que acabó forzando la formación de grandes bloques electorales integrados por fuerzas políticas muy dispares, como se vio en 1936.

caballero-barrio-azana-jefes.jpg-Gana las elecciones el Frente Popular y al cabo de muy poco se produce el Golpe de Estado ¿cómo y de qué manera trata Martínez Barrio de parar la guerra, recordemos que él estaba, entonces, de presidente de las Cortes?

-Todo ello lo explica con bastante detalle Martínez Barrio en el último de los textos que se reproducen en este libro, y como suele decirse mejor no contar el final de la película. Mi opinión es que, aunque Martínez Barrio lo niegue, la tarea de parar la guerra era ya imposible el 19 de julio de 1936; es prácticamente imposible parar algo, cuando ese algo que quieres parar ya ha comenzado. Yo me quedo con una frase que aparece en los propios escritos de Martínez Barrio: Azaña esperó demasiado.

-Me da la impresión que Martínez Barrio tenía un carácter conciliador, dialogante... una vez la guerra va avanzando: ¿cómo lo va sintiendo este político?

-Pues como un dolor, un fracaso y una frustración íntima y personal. Algo que le acompañaría el resto de su vida. Las guerras, y especialmente las guerras civiles, no suelen ser un buen escenario para las personas y partidos conciliadores, dialogantes y moderados; sobre todo cuando tienen que escoger un bando, cuando tienen que elegir entre lo malo y lo peor. Por eso los republicanos quedaron, en general, anulados durante la guerra; y por eso quienes a casi nadie representaban en julio de 1936, unos meses después acabaron representando a las dos España en guerra: los falangistas y los comunistas.

Las guerras civiles es el momento idóneo para quienes están ideológicamente en los extremos, no para quienes querían encarnar a una Tercera España. Lo cual nos lleva además a una reflexión creo que interesante: si resulta que antes de julio de 1936 ni falangistas ni comunistas tenían, ni por asomo, ni un ápice de la fuerza que llegarían a alcanzar apenas unos meses después, habrá que concluir que no fue la importancia de los situados en los extremos lo que acabó con la República en España. Quiero decir que la situación de España no tuvo nada que ver con lo que pasó en la Alemania de la República de Weimar –con la que a veces se le ha querido comparar–, pues allí los partidos antisistema (nazis y comunistas), sumaban cientos de diputados en el parlamento. Aquí la Falange de José Antonio sumaba 0 escaños (y las elecciones se habían celebrado unos meses antes), y el PCE unos 17 (gracias a su inclusión en las listas del Frente Popular), en un parlamento de 470 diputados. Aquí, pienso, el ascenso de los extremos fue el resultado del fracaso de un golpe de estado militar que desembocó en guerra civil; no fue la fuerza arrolladora y el peso de esos extremos, como tantas veces se nos ha pintado, lo que provocó el “fracaso” de la República y de la democracia en España.

-Se pierde la guerra y Martínez Barrio marcha al exilio... ¿cómo "sufre" Martínez Barrio esta etapa?

-Conectando con la pregunta anterior, yo diría también que como un dolor, un fracaso y una frustración íntima y personal. El exilio, o el destierro como prefería denominarlo Martínez Barrio, pienso que genera un estado de desgarro interior difícil de definir con palabras, debe ser como una especie de vacío en el estómago que te acompaña cada instante de tu vida, siempre pensando en tus paraísos perdidos, en tu ciudad amada, la familia y amigos que dejaste atrás. Don Diego creo que lo expresó muy bien en una de sus últimas cartas dirigida a uno de sus viejos amigos de Sevilla: “Viejos y solos –decía– nuestro presente no es presente, sino pasado, y en el recuerdo de otras horas vivimos como supervivientes milagrosos de un tiempo consumido… La única débil esperanza que acariciamos es la de ver nuevamente a España y, sobre la tierra amada, pasar los últimos días de la vida. ¿Pero esa esperanza, se convertirá en realidad…?” Si a ello le unimos que estamos ante un hombre que siempre se consideró a sí mismo, por los cargos que ejerció al frente de las instituciones republicanas, como uno de los responsables de aquella tragedia –cuando en realidad la lista de más responsables que Martínez Barrio creo que sería bastante larga– el resultado pienso que se resume en pocas palabras: desgarro y amargura interior. No me resisto a reproducir aquí unas frases que Martínez Barrio le escribió a su amigo Giménez Fernández, hombre de misa y comunión diaria y ex ministro de la CEDA, apenas un año antes de su muerte. Era la respuesta al pésame que éste le hizo llegar tras conocer el fallecimiento de su mujer. La respuesta de Martínez Barrio fue ésta: “La carta de usted que recibí hace varios días me produjo gran consuelo. En el desorden de mi pensamiento sólo las voces de la amistad tienen eficacia, porque, desgraciadamente, no encuentro en mí mismo conformidad y resignación […] Cuando vuelvo la vista atrás se me arrasan los ojos. ¡Cuántos duelos en estos 25 años! ¡Cuánto esfuerzo desparramado por el mundo sin beneficio inmediato para España! Quienes vimos acercarse la catástrofe no tenemos otra responsabilidad que la de nuestra impotencia. Unos y otros hemos pagado, y pagamos aún, las culpas del fratricidio. Le reitero, querido amigo, el testimonio de mi mayor consideración. En usted, como en mí, el afecto está decantado por la contemplación resignada y estoica de nuestro día actual, sin mañana ya en el curso de la vida. Un abrazo de Diego Martínez Barrio” No me imagino a muchos dirigentes políticos de la Segunda República, mucho más responsables que Martínez Barrio en el desencadenamiento de aquella catástrofe, escribiendo una carta así.

barrio.jpg-Desde el exilio "nace" este libro que, en realidad, es el compendio de varios libros (dos) y muchas reflexiones...¿qué aporta, de nuevo, este estudio que, creo se nota aunque escrito desde el exilio ya se nota que está escrito desde la distancia de haber vivido la guerra, la derrota y, creo, de no atisbar la luz...(creo que el saber de la derrota tan amarga, el haberla sufrido, el tener que estar en el exilio, saber de compañeros y amigos políticos muertos, como Azaña)

-Pienso que la principal aportación de este libro es ofrecernos un testimonio muy valioso de ese momento crucial de nuestra historia reciente como fueron los últimos meses de la Segunda República, antes de julio de 1936. Cómo lo vivió uno de los principales protagonistas políticos, como fue Diego Martínez Barrio, cuya actitud conciliadora y de moderación contrasta vivamente con esa exaltación de las pasiones políticas que podemos encontrar en otros protagonistas de este período. Nada más aleccionador que contrastar este testimonio con el que nos ofrece –por ejemplo– José María Gil Robles en su polémico No fue posible la paz, cuyo eje argumental viene a ser más o menos éste: todos tuvieron la culpa de la guerra civil, menos yo; a pesar de reconocer, como reconoció en esas páginas, que no dudó en entregar parte de los fondos electorales de la CEDA a los militares que estaban organizando un golpe contra la República.

-Desde la proclamación de la II República al golpe de Estado y a la guerra... el arma (la guerra y sus consecuencias) que terminaría por apuntillar a la República... Son cinco años frenéticos en muchas cosas, pero en el panorama político se vive un "intríngulis" importante....si miramos hacia atrás me da la impresión que los políticos estaban mucho más formados de lo que imaginamos y muy preparados, eran gentes con un ideal muy formado y concreto; también gentes con idiomas (aunque en España nunca ha sido, por desgracia, su fuerte esto de los idiomas), pero eran gentes con la mente abierta, el propio Martínez Barrio era masón...

-Ciertamente lo que podríamos llamar el nivel medio de la clase política de la Segunda República, en cuanto a su preparación intelectual, vocación de servicio, formación, etc. creo que no admite comparación con lo que lamentablemente estamos acostumbrados a ver en nuestro país, especialmente en los últimos tiempos. Y esto vale para todos los partidos e ideologías. Mi impresión es que se trataba de gente muy preparada, muy ilusionada y sobre todo que creía sinceramente en lo que decía. Y un aspecto también muy a valorar y a tener en cuenta: en su inmensa mayoría era gente muy honesta y muy decente; escándalos de corrupción como el del estraperlo o el llamado caso Nombela, que se llevaron por delante al Partido Radical y hundieron al gobierno Lerroux en 1935, serían hoy, en comparación con lo que estamos acostumbrados a ver todos los días, una especie de juego de niños, escándalos que seguramente no merecerían ni una línea en los periódicos.

Los políticos españoles de la Segunda República, y esto vale también para todos los partidos e ideologías, estaban hechos evidentemente de una pasta muy distinta a la de muchos cuyos nombres hoy, para sonrojo de todos, aparecen de continuo en las televisiones y en los medios de comunicación. Es esa decencia y ese sentido ético de la política uno de los valores que pienso resulta más urgente recuperar hoy en nuestro país. De ahí que volver la vista atrás y recuperar, en lo que tuvo de valioso, la etapa de la Segunda República considero que no es una tarea ociosa, pues es en ella donde desarrollaron su actividad –con sus aciertos y sus errores–, personajes como Diego Martínez Barrio, pero también Fernando de los Ríos, Niceto Alcalá-Zamora, Manuel Giménez Fernández, Julián Besteiro, Marcelino Domingo, Indalecio Prieto, Álvaro de Albornoz y tantas otras personalidades, que forman parte de nuestra más valiosa y genuina tradición liberal y democrática.

 

 

 

10497860_867626303277574_2061445552732290606_o.jpg18960
Del Frente Popular a la rebelión militar. Diego Martínez Barrio. Prólogo de Leandro Álvarez Rey
184 páginas       15 x 21 cms.
16,00 euros
Renacimiento



En este libro se reproducen dos escritos de Martínez Barrio redactados recién iniciada su vida en el exilio. Publicados originalmente en Buenos Aires (Páginas para la historia del Frente Popular, 1943) y como una serie de artículos periodísticos en el semanario Hoy de México (La rebelión militar, 1940), ambos textos reflejan el testimonio de uno de los principales protagonistas de una etapa crucial en la historia de la Segunda República: los meses que median entre 1935, en que comenzó a tambalearse la coalición de centro-derecha en el poder durante el segundo bienio y a gestarse el Frente Popular, y los inicios de la rebelión militar de julio de 1936.
Hombre honesto, ajeno a todo despecho o rencor, republicano, demócrata y liberal, Diego Martínez Barrio representó como pocos a esa tercera España que a partir de 1936 se vio aplastada por los extremismos de derecha y de izquierda.
Los textos que aquí se reproducen y la trayectoria biográfica de Martínez Barrio son analizados en el «Prólogo» que incluye esta obra, redactado por Leandro Álvarez Rey, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla y autor de Diego Martínez Barrio. Palabra de republicano (Sevilla, 2008).

Diego Martínez Barrio. Nacido en Sevilla en 1883, Martínez Barrio se convirtió desde comienzos del siglo XX en uno de los principales dirigentes republicanos de Andalucía. Seguidor de Alejandro Lerroux e impulsor de la reorganización de la Masonería, tras la proclamación de la Segunda República fue nombrado ministro del Gobierno Provisional, vicepresidente del Partido Radical y Gran Maestre del Gran Oriente Español. Presidente del Gobierno que convocó las elecciones de finales de 1933, cuyos resultados supusieron un giro en la trayectoria del régimen republicano, en 1934 decidió romper con Lerroux ante su incapacidad ética para gobernar dependiendo del apoyo parlamentario de la derechista CEDA.
Fundador del partido Unión Republicana e impulsor con Azaña del Frente Popular, a partir de febrero de 1936 presidió las Cortes y ocupó interinamente la jefatura del Estado. Iniciada la rebelión militar, el 19 de julio intentó en vano formar un gobierno de conciliación que evitase la guerra civil. Refugiado desde 1939 en Francia, Cuba y México y nombrado en 1945 por los diputados supervivientes del Frente Popular Presidente de la Segunda República Española en el exilio, falleció en París el 1 de enero de 1962.

 

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