La Librería de El Sueño Igualitario

9788491420583_04_g.jpgCazarabet conversa con...   Salvador Bataller, autor de la introducción y notas del libro “Cuentos de amor y de guerra” (Algar) de Vicente Blasco Ibáñez

 

 

 

 

 

 

 

Introducción y estudio de Salvador Bataller.

Algar, joven sello editorial, que pertenece o está abrazado por Bromera Editorial, nos acerca un libro imprescindible desde la pluma del maestro que fue, y es desde la memoria y las lecturas, Vicente Blasco Ibáñez.

Si bien está, podríamos decir, un poco más indicado para los jóvenes, la editorial lo ha pensado así, es perfectamente, claro está, legible por todos nosotros.

Cualquier edad es buena para acercarse a este libro porque Blasco Ibáñez es transverso a cualquier edad.

Se trata de una antología de relatos o más bien cuentos que entretienen, pero que nos hacen, también reflexión.

Aquello que nos indica y nos ofrece este libro, la sinopsis según Algar:

La antología Cuentos de amor y de guerra refleja muchos de los personajes, temas, conflictos y escenarios de las mejores novelas de Vicente Blasco Ibáñez, pero con más brevedad e intensidad. Ejemplifica la evolución del autor y muestra matices diversos, pero complementarios y genuinamente blasquianos, de dos ejes temáticos universales: el amor y la guerra, en facetas y momentos históricos diferentes. Además, los relatos se complementan con una detallada introducción, muy útil para comprender el contexto en el que se escribieron los cuentos.

Acerquémonos un poco a Vicente Blasco Ibáñez:

Desde la Wiquipedia:

https://es.wikipedia.org/wiki/Vicente_Blasco_Ib%C3%A1%C3%B1ez

Desde el Instituto Cervantes:

http://www.cervantesvirtual.com/portales/vicente_blasco_ibanez/

Conozcamos un poco mejor al autor de la introducción y el estudio, Salvador Bataller:

 

 

 

Cazarabet conversa con Salvador Bataller, autor de la antología Cuentos de amor y de guerra

 

IMG_1387.jpg-Amigo Salvador, no somos filólogos, pero sí difusores culturales que van un poco más allá del libro conversando con autores y editores, hablando de libros. Y la primera pregunta que se nos plantea es: ¿a qué Blasco Ibáñez nos encontramos en esta “reunión´” de cuentos?

-Amigos de Cazarabet, en primer lugar, gracias por interesaros por este libro y gracias por vuestra labor difusora de la cultura. Y sí, como bien insinuáis, podemos encontrarnos con diferentes Blascos, porque fue puro dinamismo, no dejó de hacer cosas y presenta múltiples facetas, como persona y como escritor; pero hemos procurado reflejar la mayoría y ejemplificar su evolución biográfica y literaria en esta “reunión” que hemos titulado Cuentos de amor y de guerra. Le pusimos este título, que no corresponde a ninguna obra concreta de Blasco Ibáñez, porque nuestra selección muestra matices diferentes, pero complementarios y genuinamente blasquianos, de dos de los muchos ejes temáticos universales que trató: el amor y la guerra, tomados en un sentido amplio. Para rastrear aspectos y momentos históricos diferentes de estos dos grandes temas y mostrar las grandes capacidades narrativas del autor, hemos elegido catorce relatos cortos de gran calidad e interés, entre ellos capítulos, que bien podrían pasar por cuentos independientes, de tres novelas.

Para acercarnos a sus primeros pasos como escritor hemos elegido una leyenda romántica y dos fragmentos de la novela histórica ¡Por la patria!: Roméu el guerrillero, la primera novela de Blasco. Las dos obras son fruto de la juventud y la inexperiencia, pero muy interesantes, lo que sucede es que las creaciones de ese momento apenas son conocidas porque el propio autor las calificaba de «basura romántica» y prohibió su difusión.

Mucho más populares y maduras son las muestras del conocido como «ciclo valenciano», la segunda etapa de nuestro recorrido. Representan a la perfección, aunque en formato concentrado, las novelas llamadas regionales, que, para la mayoría de la crítica, también para el mismo autor, constituyen la parte más representativa, si no la mejor, de su obra. No es extraño, en consecuencia, que sean de las más populares de don Vicente, tanto en su época como posteriormente.

De este ciclo nos han encantado seis relatos. Cuatro de ellos con guerras y amores domésticos cuyo telón de fondo lo constituyen paisajes –tanto rurales como urbanos–, costumbres, personajes, etc. claramente locales que, sin embargo, van más allá de un cuadro de costumbre valencianas de finales del siglo xix y adquieren una proyección universal por los temas que conllevan y su fuerza literaria. En esta fase también tiene cabida una fábula sin moraleja que inicia la novela Cañas y barro. Incluso encaja a la perfección lo épico y lo heroico, que destacaba en la primera época. Ahora se encarna en la novela histórica Sónnica la cortesana, de la que hemos extraído un episodio de la toma de Sagunto por Aníbal.

De otros momentos literarios del autor no hemos aportado ejemplos porque no se relacionaban con el amor y la guerra; pero sí que cuadraban a la perfección seis cuentos sobre la Primera Guerra Mundial con los que hemos completado nuestro acercamiento a Blasco Ibáñez. Hay que decir que esta contienda causó un gran impacto en nuestro autor, que la vivió en directo, y con estos seis cuentos nos hace sentir de forma muy singular tanto los afectos que se sentían como la muerte, el dolor y la destrucción que supuso. Al mismo tiempo, esta etapa narrativa y vital representa la última del autor, cuando ha concluido, en todos los sentidos, el gran salto desde lo local a lo europeo-mundial; ha pasado de la inexperiencia de sus inicios a contar con un enorme bagaje personal y literario que lo ha convertido en un escritor maduro y de éxito internacional.

En conclusión, además de la progresión del autor, estos catorce textos evidencian, en todos los sentidos, un gran contraste de lo narrado: de la barraca de la huerta hemos pasado a las mansiones y palacios europeos, de los labradores a los aristócratas y de la tartana al Rolls-Royce. Todo ello una metáfora de la evolución personal del mismo Blasco y de su obra.

-Incansable e insaciable, ¡vaya evolución! Pero, ¿Blasco Ibáñez no es, sobre todo, novelista, aunque se ponía el disfraz de narrador de “cortos” cuando lo sentía así o sentía que la historia debía contarse así? ¿O era un cuentista o narrador de “cortos” al que muchísimas veces se le alargaron? ¿Cómo se relacionan en Blasco ambas facetas literarias?

-Parece evidente que la etiqueta de novelista de Vicente Blasco Ibáñez, avalada por una treintena de novelas —la mayoría éxitos sonados—, ha relegado a un segundo plano su faceta de autor de cuentos. Sin embargo, y acabamos de comentar las muestras que aportamos en esta antología, son más de ochenta los relatos cortos que escribió, en todas sus etapas creativas, a lo largo de toda su vida y en una gran variedad de formatos: cuentos, leyendas, fábulas populares, novelas cortas o cuentos largos…

De entrada, es lógico pensar que el carácter expansivo y la locuacidad desbordante del escritor valenciano se avienen mejor con un género narrativo como el novelístico. En una novela podía explayarse creando amplias tramas con multitud de hilos y ramificaciones argumentales y podía adornar el conjunto con la preciosista e ingeniosa labor de pedrería de sus descripciones. Ahora bien, como podemos comprobar en Cuentos  de amor y de guerra, también sabe dominarse y consigue encajar con maestría su desmesurado genio expresivo en pocas e intensas páginas que, desde el primer momento, sorprenden y atrapan al lector. De hecho, domina la estructura y el modo de contar propios del cuento moderno, ya que los comienza de forma directa, concentra la información, desarrolla la acción rápidamente y concluye con un final, muchas veces abierto, pero, generalmente, muy breve y de una gran potencia.

En cuanto a la relación entre estos dos géneros, en la mayoría de los casos, para él no son más que dos trazos de diferente amplitud de la misma pluma, dos partes complementarias de la misma obra. Hay cuentos de Blasco que nacen de forma totalmente independiente, como entes narrativos autónomos. Otros pueden haber sido la chispa rápida que dio lugar a la historia extensa o pueden compartir, con una de sus novelas o con todo un ciclo narrativo, escenarios, personajes y motivos temáticos o argumentales. Así, son evidentes las conexiones entre los cuentos valencianos y las novelas de ese ciclo y pueden recordarnos alguno de sus pasajes. Y lo mismo pasa con los cuentos sobre la Primera Guerra Mundial, que muestran concomitancias con las novelas de la trilogía blasquiana sobre dicha guerra y especialmente con Los cuatro jinetes del Apocalipsis.

-Todos los relatos de esta serie tienen en común elementos de amor y de guerra, ¿es así? Por otra parte, ¿a lo largo de su vida, varía el tratamiento que el autor hace de estos temas? Y, en cuanto a la actitud, ¿se puede decir que los cuentos que componen esta “reunión de relatos” estaban pensados desde un pacifismo activo y “militante”?

-Como ya hemos dicho, la presencia de matices diferentes del amor y la guerra unifica este conglomerado narrativo forzosamente dispar. Nuestra intención, desde el primer momento que concebimos el libro, era que la tensión entre estos dos polos encajara y justificara desde el título del volumen y desde el principio al final de la producción blasquiana.

Por lo que se refiere al amor, la pasión romántica y sentimental no es la opción más frecuente en estos cuentos, sino que más bien, en su conjunto o en ocasiones en uno solo, se pueden encontrar otras diversas manifestaciones de dicho afecto: el amor al honor o a la patria, el amor propio, a lo familiar, a la propiedad; el amor a la guerra, a un animal, a la tradición, al éxito literario o a un desconocido; el amor entre madre, padre o abuela y el hijo o el nieto. Entre estos amores los hay de personajes rechazados y de correspondidos, de egoístas y de sacrificados, de adúlteros y de fieles; y dan pie a otros afectos y a historias estremecedoras por las circunstancias extremas y los insólitos seres humanos que los sienten.

Y en cuanto a conflictos bélicos reales, aparecen con mayor o menor relieve las guerras púnicas entre romanos y cartagineses, la Reconquista y las cruzadas, las gestas del imperio español en los siglos xvi o xvii, la guerra de la Independencia, la guerra de Cuba o la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, aunque la guerra, como motivo literario o como telón de fondo, se refleja en muchos de estos escritos, nos la pinta cada vez con tonos menos brillantes. Si en los dos primeros textos aparece con mayúsculas, con referencias históricas reales y con grandeza épica, en el segundo grupo se compagina con conflictos de ámbito menos heroico, pero con consecuencias también desastrosas. Por su parte, los seis relatos finales, más cercanos al cuento-documental periodístico que a la epopeya, bajan la guerra al nivel de la calle real, y retratan, de la Primera Guerra Mundial, sus horrores, los desastres que causa, y no solo en la trinchera. Se centra, sobre todo, en quienes los padecen, los protagonistas del día a día, tanto ricos como pobres, y se vuelca más en los pueblos y en los soldados que en los líderes.

Solo aclarar que Blasco Ibáñez no era militarista ni belicista, sino más bien lo contrario, como se desprende de su biografía; pero tampoco se lo podría etiquetar de pacifista, si tenemos en cuenta sus broncas callejeras –anticlericales y antimonárquicas–, a veces no solo verbales. Incluso sus relatos del ciclo valenciano, aunque no se caracterizan por sus hazañas bélicas, contienen dosis bastante notables de violencia, frecuentemente pareja a la brutalidad, la miseria, la injusticia y la explotación que impera en el medio, como reflejo de la realidad de la época.

6786-15133-87597681.jpg-Blasco Ibáñez es un narrador muy especial que tenía mucho de cronista de la realidad, del entorno, ¿verdad? De hecho, además de ideas y de ideales y de entretenerte con sus historias, acercándote a sus obras —La barraca, Cañas y barro— conoces cómo era el trabajo de aquellos años, así como las relaciones sociales, vecinales y mucho más.

-A lo largo de toda su trayectoria como escritor, es manifiesta la voluntad de ser cronista de la realidad y reflejar lo que ve, el entorno en cada momento. Él mismo afirma que produce sus obras según el ambiente en que vive, y que incluso cambia de fisonomía literaria de acuerdo con sus cambios de ambiente. Así, en las novelas y cuentos valencianos nos pinta una Valencia sobre la que se «documentaba» en lo que observaba en sus paseos por el campo, oía en las tabernas y leía en las noticias que publicaban los periódicos, sobre todo el suyo, El Pueblo. Su intención era reflejarlo todo: costumbres y tradiciones de las diferentes épocas del año, ocupaciones, relaciones sociales, penas y alegrías de la burguesía de Valencia, de los marineros y los pescadores, de la gente de la huerta o de la Albufera, en los arrozales o entre naranjos. Pero Blasco no se queda embelesado ante el panorama ni lo reduce a un estudio antropológico o una postal típica, sino que, como Mariano José de Larra en sus artículos, incide en los conflictos sociales. Mira el entorno, sobre todo el rural, desde su prisma de escritor realista-naturalista que nunca deja de ser un hombre político, progresista y crítico y ve una imagen humana y natural primitiva, atrasada. Denuncia la injusticia social o los desmanes del poder e incluso en algunas obras de juventud, como La araña negra, sus alegatos convierten el relato en un panfleto.

También mantiene esa actitud de cronista cuando da el salto a otros escenarios y contenidos internacionales, ya que no deja de mover a la reflexión sobre el comportamiento humano en tiempos revueltos. Así, y gracias a que fue testigo directo de la Primera Guerra Mundial, en la primera línea de fuego y en la retaguardia, no solo escribe sus grandes reportajes sobre esta contienda sino que aquella información y las vivencias correspondientes también le sirvieron de inspiración para sus novelas y cuentos sobre la guerra. De hecho en algunos cuentos que presentamos de esta etapa se sitúa como narrador testigo, como alguien que estuvo allí y participó en la historia que cuenta.

-Se supone que la agilidad al escribir, una “facilidad” que casi se palpa, tendría que ver bastante con que hubiera practicado el periodismo de “batalla” y sus urgencias y también con lo prolífico y pertinaz que es este autor. Pero se supone que hubo otros factores que posibilitaron su éxito y difusión internacional. ¿Qué nos puedes decir?

-La agilidad y facilidad de escribir parece que fue portentosa, según él mismo cuenta:

Yo soy un impulsivo […] procedo por explosión, violenta y ruidosamente. […] llevo una novela en la cabeza mucho tiempo (algunas veces son dos o tres); pero cuando llega el momento de exteriorizarla me acomete una fiebre de actividad, [...] y escribo el libro en el tiempo que emplearía un simple escribiente para copiarlo.

Carta de V. B. I. a Julio Cejador y Frauca

Al mismo tiempo, se puede decir que nunca dejó de ser un narrador prolífico que, además de que escribía con una rapidez increíble y en circunstancias diversas y no siempre favorables, conseguía no reincidir en los temas. Su pertinaz entusiasmo con la pluma no fue vencido por el cansancio de largas, activísimas y tormentosas jornadas «periodístico-político-laborales», ni lo frenaron los repetidos encarcelamientos de juventud, la prosperidad en la madurez o, en la vejez, el acoso de la ceguera, producida por la diabetes, que le obligaba a dictar a otros lo que ya no podía escribir.

A cambio, su entrega se vio recompensada por el hecho de ser, entre sus contemporáneos y durante muchos años, el escritor español más leído en todo el mundo, el más famoso y con un prestigio internacional más consolidado. Consiguió en vida tal fama y fortuna que puede afirmarse que fue uno de los primeros, y escasos, autores de la historia de la literatura universal que se hizo millonario con sus escritos. Este triunfo nació, entre otras razones, dejando aparte las políticas, de su capacidad indiscutible para atrapar y emocionar al lector. Como podemos comprobar en esta antología, sabe ser ameno y entretener con su habilidad singular para crear tramas y personajes que, incluso partiendo de lo local, reflejan sentimientos universales, como sucede en los cuentos de ambiente valenciano. Pero su éxito también le debió bastante a su notable poder de seducción e influjo en la sociedad con su personalidad arrolladora, a su sentido del espectáculo y al hecho de que no le faltaba «visión comercial» para aprovechar dicho poder. No fue menos importante, para la popularización y ampliación de su mercado lector, que Blasco coincidiera con la consolidación de la llamada «literatura de masas», con la revolucionaria modernización de la industria editorial y, con ella, la comercialización internacional del libro –gracias también a la multitud de traducciones y al prestigio y difusión que las versiones cinematográficas daban de las novelas de Blasco.

Pensemos que la mayoría de los relatos, como los que presentamos aquí, antes que en libro, vieron la luz en periódicos de la época, lo que garantizaba difusión, lectores (muchos de ellos por suscripción), popularidad y ganancia económica. Tampoco olvidemos que Blasco se implicó, con el entusiasmo, la tenacidad y la sagacidad que lo caracterizaban, en todo el proceso de la gestación y difusión de la obra literaria, especialmente como autor y como editor. En este proceso, además, supo establecer una fluida y beneficiosa conexión-simbiosis entre esas funciones y las del resto de la cadena: impresores, distribuidores, libreros y lectores.

-Bueno, amigo, la propia vida de Blasco Ibáñez es más que digna de ser novelada. ¡Vaya trayectoria! ¡Qué vida! Un verdadero “aventurero” en muchos sentidos, que se impregnó de todas las “riquezas” y hasta de las “pobrezas” de todas las etapas que recorrió.

-Nuestra introducción a estos cuentos la hemos titulado Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928): pasión por vivir, pasión por escribir, porque el apasionamiento es uno de los rasgos que mejor caracterizan a este autor y su obra. Para no extendernos más de la cuenta resumiendo lo que explicamos en dicha introducción, baste decir que, como apuntáis certeramente, Blasco se impregnó de todas las «riquezas» y hasta de las «pobrezas» de todas las etapas que recorrió. Y esto es así porque creía fervientemente en lo que hacía en cada momento y a ello se aplicó con total convencimiento, en cada una de sus dedicaciones y en cada una de sus etapas evolutivas.

Y de todo hubo mucho en la vida de don Vicente porque aprovechó al máximo su tiempo dedicándolo, a veces de manera simultánea, al activismo político –protagonizó varias décadas de la política valenciana, con cierta proyección en Madrid–, el periodismo, la literatura, las conferencias, el cine, los viajes, los negocios editoriales, las aventuras colonizadoras en Argentina, etc. Además en cada una de sus facetas no dejó de intentar propagar y socializar la cultura y la educación, elevar su nivel en el pueblo y, a la vez, despertar su conciencia, transmitir su ideología republicana y ganar adeptos a su causa; aunque nunca desdeñó obtener beneficios económicos.

Como apuntáis, de Blasco se ha dicho que fue tan rebelde y aventurero, y su vida y su persona fueron tan fascinantes y vivió peripecias tan novelescas que él mismo podría considerarse como uno de sus mejores personajes. Una visión que el autor comparte y de la que hace gala:

«[...] yo soy un hombre de acción, que he hecho en mi vida algo más que libros, [...]. Yo he sido agitador político, he pasado una parte de mi juventud en la cárcel (unas treinta veces); me han herido mortalmente en duelos feroces; conozco todas las privaciones físicas que un hombre puede sufrir, incluso la de una absoluta pobreza; y, al mismo tiempo, he sido diputado hasta que me cansé de serlo (siete veces); he sido amigo íntimo de jefes de Estado; conocí personalmente al viejo sultán de Turquía; he habitado palacios; durante unos años de mi vida he sido hombre de negocios y manejado millones; en América he fundado pueblos... Quiero manifestar con esto que las más de las veces, por mi gusto, haría novelas en la realidad mejor que escribirlas sobre el papel.»

Carta de V. B. I. a Julio Cejador y Frauca, 2 de mayo de 1918.

-Podemos decir que no se le ha dado el reconocimiento literario debido, ¿o es que realmente no se lo merecía? Soy valenciana y cuando yo estudiaba,  se le daba más importancia, por ejemplo, a contemporáneos de Blasco, como los escritores de la Generación del 98 —Unamuno, Baroja, Azorín…—, ¿cuáles pueden ser las razones? ¿Esta infravaloración ha sido general en todas las épocas y latitudes?

-Lo de la importancia puede ser relativo y variable, pero es indiscutible, como remarcamos en la introducción, que Vicente Blasco Ibáñez es uno de los escritores de la historia de la literatura española de todos los tiempos que más proyección mundial ha tenido. Baste decir que la primera traducción de La barraca al francés, en 1903, fue un éxito tal que abrió la puerta a multitud de traducciones a diversos idiomas, y se multiplicó su difusión de tal manera que, en poco tiempo, las ventas superaron el millón de ejemplares, una cifra fabulosa si tenemos en cuenta que de la primera edición en Valencia solo se vendieron quinientos libros. También fue Blasco uno de los primeros creadores españoles de best-sellers, traducidos y difundidos por todo el mundo. Así, en Estados Unidos de América, donde era una celebridad, su novela de más éxito mundial, Los cuatro jinetes del Apocalipsis, fue un auténtico superventas, el libro más vendido en 1919. Y en 1926, la Revista Internacional del Libro, de Nueva York, con los votos de los lectores de toda América, declaró a Blasco Ibáñez el segundo escritor más popular del mundo en aquel año. El primero fue el novelista británico H.G. Wells, autor de La máquina del tiempo (1895), El hombre invisible (1897) o La guerra de los mundos (1898).

Ayudó mucho a que eso fuera posible que las técnicas narrativas blasquianas, a esas alturas, resultaran tan modernas como las de los novelistas internacionales que triunfaban por aquel entonces a ambos lados del Atlántico. Tanto es así que gran parte de las novelas y cuentos que escribió a partir de los treinta y tres años, en que dejó la temática valenciana, si los leemos traducidos nos costaría diferenciarlos de los textos de aquellos superventas mundiales. Sin embargo, todas estas singularidades de máximo nivel y algunos más parecen haber pasado desapercibidos para gran parte de nuestra sociedad de entonces y de ahora.

El entusiasmo que despertaba en el público, aquí y allá, lo convirtió en un autor de éxito, de masas; pero, en cambio, y precisamente por eso y porque no le preocupaba demasiado escribir «con desaliño» y ser «un escritor lo menos literato posible», en España ha sido más desigual la valoración de la crítica, o la de sus colegas de la pluma. Desde ámbitos intelectuales o académicos, con frecuencia se ha restado a su obra «valor artístico», «categoría literaria», por considerar su más que constatada popularidad fruto de la superficialidad, de ser comercial y «fácil», una especie de escritor de brocha gorda.

De hecho, no contó nunca con la adscripción y el apoyo de una corriente o generación literaria española concreta, porque no encajó nunca en ninguna por su genialidad singular. Su personalidad mundana, impetuosa y vitalista y su triunfo arrollador no ayudaron a granjearle las simpatías ni el reconocimiento de escritores coetáneos como los de la Generación del 98 o los modernistas. El distanciamiento mutuo es más que comprensible porque, además, les echaba en cara su indefinición política o su progresivo conservadurismo. Es más, desde su populismo desenfadado, desdeñaba la torre de marfil o la buhardilla bohemia en la que se encerraba el artista. Al fin y al cabo, él siempre creyó en la función didáctica de los literatos y propugnó que podían y debían, además de mostrar el mundo, cambiar la realidad, proporcionar conocimientos para lograr fines políticos. Por eso sus críticas, como su propia expresión literaria, fueron directas y contundentes contra la monarquía de Alfonso XIII, a la que consideraba culpable de los males de España. Para él, la solución a la situación vergonzosa en que estaba el país era la implantación de una república liberal. Y por otra parte, mientras autores como Unamuno se debatían entre si había que europeizar España o había que españolizar Europa, Blasco y sus libros recorrían triunfalmente todo el mundo.

-Como acabamos de ver, Vicente Blasco Ibáñez fue un escritor “muy suyo”, avanzado a su época, poco común por estas latitudes y un auténtico ídolo de masas a nivel internacional, pero, ¿de qué influencias partía, qué había asumido de otros escritores y escritoras y qué ha dejado de particular el “estilo de Blasco” en otros, cuál es su “herencia escrita”?

-Don Vicente siempre mostró una gran admiración por Cervantes, de cuya obra encontraremos más de una huella en esta antología. También, como veremos en su primera etapa literaria, tomó pinceladas prestadas de las Leyendas de Bécquer o quiso seguir la huella de los Episodios nacionales de Galdós o de las Historietas nacionales de Pedro Antonio de Alarcón. Sin embargo, y a pesar de la dificultad manifiesta de encajar en un movimiento o escuela literaria, la naturalista es la corriente con la que más se lo ha identificado, ya que se lo llegó a conocer como el «Zola español», y se lo ha relacionado con otros dos autores franceses: el romántico Victor Hugo y el realista Honoré de Balzac. Otros, por otra parte, por ser coetáneo, lo incluyen en  la generación del 98 o en el Modernismo, aunque ya hemos hablado de la mínima y no fácil relación que mantuvo con estos movimientos.

Por lo que se refiere a qué ha dejado de particular el «estilo de Blasco», como afirmaba un gran especialista blasquiano, el profesor Oleza, la obra de Blasco Ibáñez jugó un papel decisivo, ya que supuso una manera realista de ser moderno distinta de la modernista, que aseguró la continuidad entre el naturalismo del XIX y el primer realismo del xx, el realismo social del que fue buena muestra, entre otras, buena parte de la novela española de posguerra. De todas maneras, las circunstancias singulares de este autor y su obra lo convierten en caso único y aislado y hacen que resulte muy difícil la tarea de adjudicarle «herederos literarios». Por decir algo, y salvando todas las distancias que se quiera, nos arriesgaríamos a señalar ciertas coincidencias con escritores actuales como Arturo Pérez Reverte. Así, ambos son muy amenos, narradores magníficos; han sido grandes reporteros de guerra; son muy prolíficos, sus obras atraen al gran público y algunas se han convertido en películas. 

-Desde mi humilde opinión, tampoco parece que se le haya hecho justicia a la memoria histórica y política de Blasco Ibáñez; pero, realmente, ¿fue profeta en su tierra? ¿Cuál fue su peso político y social dentro y fuera de nuestras fronteras? ¿Cuál es la “herencia” ideológica, política, de Blasco y del blasquismo? ¿Cuál es tu reflexión sobre esto?

-Blasco rompió moldes en todo, también en el hecho poco usual de que fue profeta, y mucho, en su tierra, sobre todo en el campo político, ya que el «blasquismo», el movimiento político que encabezaba, ganó en su ciudad todas las elecciones entre 1898 y 1933 y marcó la vida política y social valenciana. Parecía que la victoria la aseguraba la persona de Blasco, aunque estuviera en la cárcel o en el exilio y aunque el partido cambiara de planteamientos, nombre, siglas y coaliciones. Ayudó mucho a lograr y mantener su notable peso público contar con uno de los diarios más influyentes de Valencia, El Pueblo (1894-1939). Periódico, partido e influencias fueron marginados por la dictadura de Primo de Rivera (1923-1929) y arrasados por la posterior del general Franco (1939-1975) y ya no han vuelto a renacer. Pero también hay que decir que tuvo mucho que ver con el fin del movimiento blasquista la muerte del escritor, en 1928 en su exilio en Francia, y que el nuevo líder, su hijo Sigfrido, no estuviera a la altura de su padre y que, además, fuera escorándose cada vez más a la derecha.

Parece ser que el extraordinario éxito político y literario de Blasco Ibáñez tiene mucho de fenómeno individual, de manera que desaparece con la persona que lo produjo. Eso explicaría la dificultad de encontrar herederos, continuadores, ni del legado literario ni del político.

Por lo que se refiere a la popularidad internacional de Blasco, de la que ya hemos hablado, es patente en el hecho de que recibiera la medalla de honor de la Legión Francesa en 1906, que, en 1909, tuviera una acogida triunfal y multitudinaria, tanto en Lisboa, al iniciar el viaje a Argentina, como al llegar a Buenos Aires, o que, en 1920, fuera nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Washington. Sin embargo, las ideas y la actitud combativa del valenciano y su oposición frontal a la dictadura del general Primo de Rivera no facilitaron su aceptación por el poder y le cerraron el paso a la Real Academia de la Lengua Española o a la candidatura al Premio Nobel de Literatura. Es más, el Ayuntamiento de Valencia, en 1921, le dedicó la calle en que nació, en cambio, arrancó la placa con su nombre y excluyó del consistorio a los blasquistas, siguiendo el dictado del general Primo de Rivera, desde 1923 a 1930. Por esa misma animadversión política, su muerte en Francia, en enero de 1928, se ignoró oficialmente en España, a pesar de que la noticia se divulgó rápida e intensamente por todo el mundo. En cambio, era amigo personal del presidente francés, y las máximas autoridades del país vecino le brindaron un entierro de Estado y custodiaron sus restos hasta que, en 1933, el gobierno de la ya instaurada República Española presidió la solemne y multitudinaria comitiva que los recibió en Valencia. Tal reconocimiento fue muy efímero porque, con el triunfo del bando nacional en la Guerra Civil (1936-1939), su memoria fue borrada o «desdibujada», sus libros ignorados o prohibidos, y sus bienes incautados.

En conclusión, es innegable que Blasco Ibáñez triunfó como político y editor popular, periodista comprometido y famoso, novelista de éxito internacional que, a su vez, es capaz de despertar entre los valencianos un sentimiento de adhesión y tener una proyección que ha pervivido en muchas épocas y sectores de la sociedad. Pero, pese a todas estas luces, su figura no carece de sombras, ya que se diría que ha sufrido una especie de mala suerte histórica o, como mínimo, unos altibajos cíclicos descompasados que imposibilitan un reconocimiento extenso y estable, incluso entre sus paisanos.

Como muestra de contrastes, pensemos que, por una parte, el ámbito político conservador parece que valora positivamente que ejerciera de «valenciano y español universal» para, como dice el himno regional valenciano, «ofrendar nuevas glorias a España», pero no le perdona su más que manifiesto republicanismo, antimilitarismo, ateísmo, anticlericalismo… A su vez, desde sectores progresistas se le condena por haber dado la espalda al valenciano y al movimiento cultural valencianista de la Renaixença, y no se le perdonan sus planteamientos imperialistas en relación a Cuba y las colonias españolas de América, ni su europeocentrismo, según el cual lo mediterráneo constituye «la aristocracia de la humanidad». Y ya su mayor pecado: su ostentosa exhibición de riquezas y modos de vida de millonario de la Costa Azul, que se apuntaría a su progresivo conservadurismo y al sambenito de «revolucionario de salón», que, ya en su tiempo, le colgaban sus enemigos políticos.

-Para ti, ¿qué ha supuesto confeccionar Cuentos de amor y de guerra, conjuntar esta antología y estar al cuidado de su edición para contribuir a divulgar mucho de lo que significa este escritor?

-El mercado editorial ofrece diversas recopilaciones, más o menos parciales, de los diez volúmenes de cuentos que publicó Blasco, sobre todo de los cuentos valencianos o los de la Gran Guerra. Por eso, puestos a divulgar la obra y la figura de Blasco Ibáñez, el reto, que creo, modestamente, que hemos superado, ha sido encontrar un número suficiente, pero no excesivo, de textos atractivos con amor y guerra de fondo. Además, son representativos de las diversas épocas del autor (incluso aparece su «prehistoria» literaria, repudiada por él y nada conocida), de sus estilos, técnicas o intenciones y revelan diversidad de conflictos, escenarios, tipo de personajes, etc. También muestran variedad de subgéneros narrativos (cuento, leyenda, fábula, novela corta o, incluso, capítulos de novelas extensas) y de tonos y enfoques (sainetesco, cinematográfico, épico, emotivo, sarcástico, humorístico y metaliterario, en este caso, una especie de autorretrato indirecto de don Vicente en la plenitud de su éxito: el cuento “El novelista”).

Sin que falte ninguno de estos requisitos, hemos conseguido una agrupación singular de relatos breves distintos, de entes literarios completos que pueden leerse individualmente y por el orden que se quiera; pero que, además, forman un todo; son teselas de un mismo mosaico. Unos pueden ser más o menos conocidos o gustar más que otros, pero los hemos elegido y combinado para que, sin romper el orden cronológico de escritura, constituyan un conjunto armónico que refleje cierta progresión temática coherente como libro único.

Después de leer y releer los seis volúmenes de las obras completas de Blasco Ibáñez y después de diversas cribas, elegir es rechazar, para ayudar a entender esa progresión, el propio relato y el engarce de cada parte con el conjunto, hemos añadido una explicación previa a cada texto, y notas léxicas o contextuales a pie de página. Estas notas se vinculan con otras de información enciclopédica y complementaria que se recogen en un anexo final. Por otra parte, en la introducción general abordamos las múltiples facetas y peripecias del personaje. En todos estos escritos hemos respetado al máximo las exigencias de complejidad, amenidad y extensión que se supone corresponden a una obra divulgativa que pretende, además, despertar el interés del público en general por la vida y la obra de este autor.

Como diría la expresión popular, son muchas cuerdas para un solo violín y tendrán que ser los lectores los que digan en qué grado hemos conseguido una pieza armónica, un conjunto afinado que «suene» bien y deleite al auditorio. Eso sí, podemos asegurar que hemos dedicado mucho tiempo y esfuerzo para intentar lograr lo que pretendíamos. Nuestra vuelta al mundo de Blasco ha sido trabajosa pero placentera y provechosa, un (re)descubrimiento al que invitamos a los lectores y que esperamos que facilite su ruta y que les entusiasme tanto como a nosotros.

-Precisamente, lo que verdaderamente singulariza y enriquece esta edición, más allá de los relatos de Blasco Ibáñez, es el pequeño estudio que precede cada uno de ellos, nos introduce en él y nos lo “sitúa” en relación con el contexto literario, histórico y social o con el resto de la obra y la vida del autor. Esto va muy bien para cualquier lector, pero me imagino que para los estudiantes debe de ser, no sé, mucho más útil y estimulante, ¿qué crees?; porque motivar a los alumnos y alumnas cuesta, y mucho, ¿verdad?

-La colección “Clásicos Algar Joven”, a la que pertenece este libro, va dirigida, mayoritariamente, pero no solo, al lector joven, tanto del público en general como del ámbito educativo. Y en algunos libros anteriores a este de Blasco, como Cuentos que cuentan o Tres novelas ejemplares de Cervantes, hemos visto que podía ser positivo aportar breves explicaciones que, a quien quisiera, lo ayudaran a entrar mejor en el texto concreto y en el mundo de su autor. No se trata, de ninguna manera, de añadir materia para examen sino de conectar el mundo de los clásicos con el de nuestra juventud actual, y eso, en nuestra larga trayectoria como profesores de literatura y animadores a la lectura, hemos visto que siempre ha sido muy efectivo. De hecho, tanto la revista CLIJ (Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil), Nº 273, septiembre-octubre 2016, página 75, como algunos profesores nos han manifestado su valoración positiva, como hacéis vosotros, y nos han animado a continuar aportando nuestras pequeñas explicaciones en nuestros futuros libro.

Crear lectores, como bien sabéis vosotros, resulta bastante difícil; inicialmente el joven suele ofrecer resistencia, pero si tutelamos y animamos el proceso lector, los resultados pueden ser más halagüeños de lo que, en un principio, podíamos imaginar. En eso estamos: contad con nosotros que nosotros contamos con vosotros.

 

 

 

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Cuentos de amor y de guerra. Vicente Blasco Ibáñez. Introducción y notas de Salvador Bataller   
302 páginas        13 x 20,5 cms.
10.50 euros
Algar

 

La antología Cuentos de amor y de guerra refleja muchos de los personajes, temas, conflictos y escenarios de las mejores novelas de Vicente Blasco Ibáñez, pero con más brevedad e intensidad. Ejemplifica la evolución del autor y muestra matices diversos, pero complementarios y genuinamente blasquianos, de dos ejes temáticos universales: el amor y la guerra, en facetas y momentos históricos diferentes. Además, los relatos se complementan con una detallada introducción, muy útil para comprender el contexto en el que se escribieron los cuentos.

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