La Librería de El Sueño Igualitario

_visd_0001JPG09MAR.jpgCazarabet conversa con...   César Roa Llamazares, autor de “Historias de la lucha por el Común. Bienes comunales, carrera imperialista y socialismo de Estado (1880-1930)” (La Catarata)

 

 

 

 

Un libro que debería acercarnos a la inspiración por trabajar más allá de nosotros, por los otros, por todos…

La Catarata con la pluma de César Roa Llamazares se viste de los valores de igualdad, justicia, fraternidad, libertad…

Un libro que habla de “los bienes de todos” y que deben de “ser utilizados” para todos…

Lo que nos dice La Catarata sobre este libro:

Los bienes comunales son fundamentales para la supervivencia de comunidades humanas, tanto desde el punto de vista colectivo como individual. La autonomía local de los comunales fue precisamente el blanco contra el que arremetieron las principales potencias imperialistas durante la primera globalización anterior a la Primera Guerra Mundial. El socialismo europeo, que alcanzó su madurez en esta época, puede entenderse como una defensa de los bienes comunales. Sin embargo, la posibilidad de coordinar su lucha con la defensa del común en la agricultura de los propios países o de países colonizados no resultó fácil. Y en el caso ruso y posteriormente soviético, la revolución socialista y la revolución agraria de 1917 seguirían trayectorias completamente diferentes. Hoy en día, frente a una globalización depredadora, los bienes comunales son aún más importantes que en ningún otro momento de la historia, pues no se trata solo de la defensa de bienes agrarios como bosques, pastos o ríos, sino también bienes inmateriales como el patrimonio cultural, el conocimiento o los códigos jurídicos. La clave consiste en articular estrategias de defensa y solidaridad entre las luchas necesariamente locales y las globales.

Nos acercamos, un poco, al autor:

Economista. Realizó un posgrado en Econometría por la London School of Economics. Está interesado en cuestiones de desigualdad y en las posibilidades de acción colectiva en tiempo de globalización.

Hay que tener muy en cuenta e intentar diferencias algunos términos “el Común”:

http://www.wordreference.com/definicion/com%C3%BAn

http://es.thefreedictionary.com/com%C3%BA

Vamos a tratar de acercarnos al término Bien Común:

https://es.wikipedia.org/wiki/Bien_com%C3%BAn

Para entenderlo mejor acércate a leer desde la perspectiva filosófica:

https://es.wikipedia.org/wiki/Bien_com%C3%BAn_(filosof%C3%ADa)

Esto parece interesante para reflexionar:

http://www.iese.edu/research/pdfs/DI-0937.pdf

http://www.mounier.es/revista/pdfs/062045049.pdf

Este libro como coge como ejemplo a Rusia deberemos tener un poco en cuenta la Historia de Rusia:

Antes de la Revolución Rusa el Estado bajo el poder de los zares vivía en una agricultura que poco había avanzado respecto a la época medieval:

http://mihistoriauniversal.com/edad-media/la-agricultura-en-la-edad-media/

En aquellos años se llevaban los latifundios:

https://es.wikipedia.org/wiki/Latifundio

http://e-ducativa.catedu.es/44700165/aula/archivos/repositorio//1250/1290/html/51_la_rusia_zarista.html

La Revolución Bolchevique: https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_rusa

https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_de_Octubre

La Revolución Bolchevique y la gestión agrícola:

http://revolucionbolchevique.blogspot.com.es/2009/05/bolcheviques-sobre-la-cuestion-agraria.html

http://www.magrama.gob.es/ministerio/pags/Biblioteca/fondo/pdf/15463_5.pdf

Los Koljós:

https://es.wikipedia.org/wiki/Kolj%C3%B3s

Los Sovjós:

https://es.wikipedia.org/wiki/Sovj%C3%B3s

La revolución Majvonista: https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_majnovista

Puede que esto te ayude:

http://filosofia.idoneos.com/problemas_filosoficos/socialismo,_comunismo_y_anarquismo/

http://latumbadelcapitalismo.blogspot.com.es/2013/03/diferencias-entre-comunismo-y-anarquismo.html

 

 

Cazarabet conversa con César Roa Llamazares:

02bb88e3e3870162cf5c5e170289f3cd797bd0c9.jpg-César ¿qué te ha hecho, qué te ha motivado  acercarte a escribir un libro sobre el “bien común”?

-La historia de los bienes comunales tiene para mí un interés particular, pues mi abuelo era de un pueblo, Villaverde de Sandoval en la provincia de León, donde se produjo una importante movilización para la recuperación de sus comunales. De hecho, me parece que fue uno de los pocos pueblos españoles donde este esfuerzo colectivo llegó a buen puerto a finales de la década de 1920.

Por otra parte, hay una serie de influencias intelectuales que me han incitado a explorar esta vía. Estoy pensando, por supuesto, en el Karl Marx que denuncia la criminalización del acopio de leña tras las transformaciones capitalistas en la agricultura, que estudia la “acumulación originaria” del capital y su consiguiente proceso de desposesión y que al final de su vida se pregunta si las comunidades agrarias rusas pueden ofrecer una vía hacia una sociedad más justa.

Pero, también me ha resultado muy estimulante la obra de tantos geógrafos y antropólogos anarquistas, como Eliseo Reclús, James C. Scott o, más reciente, David Graeber, que aportan herramientas muy útiles para entender las resistencias de los perdedores a los procesos de desposesión.   

-Fue el siglo XIX el siglo en que empezaron muchas cosas (mejor dicho, las reivindicaciones toman como “más cuerpo”), por ejemplo ,las revoluciones sociales y las reivindicaciones…el socialismo se va abriendo paso casi que a codazos entre las políticas del conservacionismo, del poder…un socialismo que ya venía, como dices en el primer capítulo, de la Revolución Francesa arrastrando todos sus valores. Coméntanos.

-En efecto, se puede entender el socialismo como un intento por llevar a la práctica los ideales de la Revolución Francesa, es decir, la idea de que la libertad de cada uno sólo puede ser garantizada por la igualdad de mis compañeros y que esta igualdad sólo se mantiene si se comprometen en su defensa individuos libres.

Por ello, cobraron fuerza a lo largo de la primera mitad del siglo XIX asociaciones obreras. Posteriormente, el socialismo se fue organizando políticamente para conquistar el Estado, lo que en cierto sentido representa una desviación de sus objetivos originales y máxime en el implacable marco político militar de la Europa anterior a la I Guerra Mundial. 

-¿Por qué te centras en  Rusia para este estudio sobre “el bien común”?

-Dedico unos capítulos a Rusia, porque me parece un ejemplo paradigmático de los malentendidos que se han interpuesto entre los objetivos de las comunidades rurales en defensa de sus comunales y partidos socialistas que consideraban que, como el futuro dependía de la industrialización, las reivindicaciones del campo eran secundarias.

Por supuesto, muchos socialistas, sobre todo en Escandinavia y en los países mediterráneos como España desarrollaron una sensibilidad especial hacia el mundo rural. El propio Lenin matizó considerablemente sus opiniones a lo largo de su vida, en especial tras 1918. Sin embargo, en muchos ámbitos la ortodoxia dominante fue la visión enunciada por el teórico de la socialdemocracia alemana, Karl Kautsky, que creía que el futuro del campo estaba en las grandes explotaciones y que por lo tanto, todo lo que se opusiera a la consolidación de las grandes haciendas era un obstáculo que sería fulminado por la marcha de la historia. Curiosamente, la colectivización soviética de la agricultura, sin ser plenamente consciente de ello, tenía como fundamento precisamente esta ortodoxia kautskiana, que llevaba a sobrevalorar los logros y minimizar los costes de las grandes haciendas capitalistas de Estados Unidos y Alemania. 

-¿Y por qué estudias “el bien común” fijándote en la variante de la agricultura? Es como si tuvieses cierta fijación por “lo rural”…¿será porque lo colectivo y lo común se mantiene más en el ámbito y terreno rural?

-La ideología neo-liberal suele defender que si los derechos de propiedad están claramente definidos, los agentes económicos podrán tomar libremente sus decisiones y a la larga todo el mundo saldrá beneficiado. Sin embargo, hay bienes donde no es tan fácil establecer esos derechos, por ejemplo, en el conocimiento, en la lengua, en el patrimonio cultural y, por supuesto, en los ecosistemas naturales. De hecho, si estos tipos de bienes se privatizan o bien terminas destrozando los recursos o bien terminas privatizando a los usuarios de este tipo de bienes.

En este sentido, la agricultura es un campo de estudio muy interesante. No sólo por los aprovechamientos comunales de los bosques, las aguas o los pastizales, sino también porque históricamente las tierras de cultivo han estado en un régimen de copropiedad, es decir, que si un individuo roturaba unas parcelas, aunque tuviera el derecho a disponer de sus frutos, seguía teniendo una serie de obligaciones frente a la comunidad, que, por así decirlo, seguía siendo la propietaria. Muchos de los destrozos de la implantación de códigos liberal-burgueses en el campo surgen del desprecio absoluto que estos últimos mostraban hacia las normas consuetudinarias de las comunidades agrarias. 

cesar-roa-llamazares.jpg-Apostar porque un Estado tenga, mantenga y gestione “entidades” como puedan ser los bosques como “un bien común”, ¿implica una nacionalización de los mismos y de todo lo que de ello se derive?..me refiero a que si los mantenemos y gestionamos entre todos…pues habrá un momento en que se deberán de tomar decisiones sobre la madera, las plantaciones y demás…(y ahí entran las ideologías de qué hacer sobre los bienes comunes que nos da la naturaleza)

-Las comunidades agrarias siempre han tenido unas normas para regular el uso de los comunes. Aun a riesgo de caer en un anacronismo, podríamos decir que cuanto más fuerte sea el “compromiso republicano” entre los miembros de la comunidad, es decir que cuanto mayor sea el grado de compromiso por respetar y hacer respetar las reglas que hacen posible el mantenimiento de los bienes comunales, mejor es la gestión del bien comunal.

El Estado puede jugar un papel muy relevante en la protección de los comunales, pero no hay que olvidar que a veces algunas nacionalizaciones han sido el paso previo para privatizar los comunales en detrimento de los pueblos.

-Y lo mismo pasaría con otros recursos naturales que no son , por nada del mundo, de nadie…todos los recursos naturales como el agua, por ejemplo y la gestión de todo lo que de este bien se derive…pero el tema de los ríos ha deparado y deparará muchos conflictos entre comunidades, ciudadanos…Cosa que no pasaría si el agua, por poner un ejemplo, se considerase, muy de veras, un verdadero “bien común” de todas y de todas , pero sobretodo, y parece que nos olvidamos del planeta y de su salud…(es que hay conflicto porque no se considera con sinceridad “bien común” solo se hace postura, solo se teoriza…)

-Para mí la clave, como comentaba en la pregunta anterior, es el compromiso republicano de las comunidades. En España, tenemos ejemplos auténticamente paradigmáticos en este sentido, El tribunal de aguas de Valencia, los “auzolan” vasco-navarros, o las “sexta ferias” asturianas

-Volvamos más a tu libro, a lo que tratas específicamente en él….las tierras, históricamente, eran cultivadas no individualmente y por el método del barbecho…después llega la revolución agraria(empujada y de la mano, sucesivamente,  de la industrial) y hace que las cosas cambien se cambia el barbecho por las rotaciones de cultivos, las plantas forrajeras y el cercamiento de las tierras en común…O sea, se atenaza a las tierras y a los cultivos..¿Cómo  afectó a todo y a todos y a todas?

-La introducción de la llamada revolución agraria, con su reemplazamiento del barbecho por el cultivo de plantas forrajeras, tuvo como consecuencia directa un aumento de la productividad de la tierra, que vino inexorablemente acompañada de los cercamientos y por tanto de la pérdida de tierras en barbecho donde previamente había pastado el ganado de los campesinos más pobres. En Inglaterra, los cercamientos del siglo XVIII fueron objeto de una fuerte resistencia de las comunidades agrarias, a la que el Estado respondió con una legislación draconiana contra los delitos de propiedad, entre los que sobresalía la caza furtiva o el robo de leña

-Sigo un poco tirando del hilo de la pregunta anterior con esa transformación de ahoga el bien común de las tierras, el común…

-El antropólogo James C. Scott definió como las “armas del pobre” este tipo de estrategias de supervivencia como talas ilegales o pasto en los dominios señoriales sin el permiso de los dueños. A veces, no hay propiamente una consciencia colectiva, simplemente se infringe los límites de los cercamientos, porque la gente tiene hambre y además considera que la costumbre y la justicia están de su parte. Pero, se trata de una serie de normas no codificadas, la justicia codificada o, por decirlo, con otras palabras, de los “poderosos”, estaba totalmente en contra y por ello reaccionó con toda la brutalidad a su alcance.

-¿Se hace para proporcionar mano de obra barata para la incipiente industria de algunas ciudades, y centros que se iban reforzando con esto…?

-Evidentemente, estas privatizaciones o cercamientos tuvieron como efecto directo una degradación de los niveles de vida de las clases populares en el campo, que sin comunales se veían reducidos al estado de jornaleros. Posteriormente, cuando las perspectivas de encontrar su sustento en el campo desaparecen muchos braceros intentarán probar suerte con la emigración. 

-¿Es como una trampa para el campo y los campesinos para que la gente emigre a las ciudades?

-No se trata de una estrategia perfectamente diseñada por las clases dominantes, aunque indiscutiblemente los terratenientes buscaban el abaratamiento de los salarios agrarias. Pero, sin duda las privatizaciones masivas y vertiginosas tienen como consecuencia directa la huida a las ciudades.

-Pero en el caso de Rusia todo cobra como otra dimensión, ¿no? porque antes de la revolución de 1917, en Rusia se vivía bajo una Dictadura Autoritaria…y cómo se gestionaban las tierras, por lo visto, como en un estado medieval…siervos y campesinos estaban ligados a la tierra y a los señores…

-El caso de la Rusia anterior a 1917 es muy interesante. En la Rusia europea anterior a la revolución tres quintas partes de la superficie agraria estaban cultivadas por métodos comunales, entre los que destaca la mir,   o comunidad aldeana, que Karl Marx estudió con detenimiento al final de su vida.

La mir era un sistema de propiedad comunal de la tierra en la que el consejo comunal,  normalmente los campesinos de mayor edad, repartían regularmente las tierras entre los miembros de la comunidad indicándoles lo que tenían que cultivar, aunque estos últimos podían disponer libremente de los frutos de su trabajo. Para sus detractores, que iban desde economistas liberales hasta revolucionarios marxistas, la mir era un vestigio de un pasado bárbaro que impedía las innovaciones, dejaba en barbecho vastas extensiones durante períodos muy largos y reforzaba el poder de los patriarcas más inmovilistas. Para este grupo, el modelo a seguir eran las grandes haciendas mecanizadas de Estados Unidos o, más cerca, las haciendas prusianas al Este del río Elba. Sin duda, para los revolucionarios marxistas opuestos a la mir, los aristócratas prusianos no eran un modelo a imitar, pero sus grandes explotaciones, sí y consideraban que la defensa de la mir, lo único que hacía era retrasar el desarrollo del capitalismo en Rusia y, por consiguiente, el triunfo de la revolución. 

Sin embargo, la mir también contó con otros defensores desde las filas de la izquierda. Primero, destacaron los populistas rusos (narodnik) y posteriormente, el propio Lenin, que a lo largo de su vida iría matizando su inicial oposición frontal a la mir.

De hecho, cualquier observador atento podía percibir que la situación en el campo era explosiva y máxime desde el que gobierno zarista tras la revolución de 1905 intentó avanzar en un proceso de privatización de la tierra siguiendo el modelo prusiano.

Hasta la primera guerra mundial, una mezcla de represión y de buenas cosechas más o menos pudieron contener la situación, pero, con la guerra mundial, con los serios problemas de abastecimiento, con el hundimiento del zarismo y, sobre todo, con la desdichada ofensiva militar del gobierno provisional, instigada por las potencias occidentales,  las tensiones se dispararon en el verano de 1917. En los meses de julio y agosto de 1917, los campesinos ocuparon alrededor de 20 millones de hectáreas. Un año después, la cifra de las tierras expropiadas ascendía a 50 millones. La revolución de noviembre de 1917 fue claramente posterior a la revolución agraria del verano de 1917, que se tradujo en un reforzamiento del poder de las comunidades aldeanas. 

-¿Qué pasó, de repente conforme va triunfando la Revolución bolchevique y hasta que das por terminado tu estudio e investigación?

-La convivencia entre una población campesina que representaba cuatro quintas partes de la población soviética total y un partido bolchevique con escasa presencia en el campo nunca fue fácil. El campesinado sabía que los bolcheviques no iban a entregar la tierra a los terratenientes, pero no estaban dispuestos a ceder un ápice de su autonomía conquistada. Por otra parte, para los bolcheviques el campo estaba irremediablemente atrasado y requería una modernización urgente, que para muchos de ellos equivalían a grandes explotaciones como las prusianas o las de Estados Unidos en Montana.

Durante el período de 1921 a 1928, más o menos se llegó a un cierto modus vivendi. Pero, factores de tipo político, entre los que jugó un papel clave la percepción de que se estaba fraguando una alianza de los países capitalistas para invadir y conquistar la URSS terminaron inclinando la balanza a favor de una industrialización rápida que modernizara el campo de una vez por todas.

Para los responsables políticos de finales de los años 1920, la modernización del campo implicaba forzosamente grandes explotaciones y tractores. Creían que las grandes explotaciones permitían economías de escala y por tanto ganancias muy rápidas de productividad, lo que no era posible en las tierras gestionadas por el sistema de mir. No contaban con que las grandes explotaciones tienen sus propios problemas particulares, entre ellos, la mayor variedad de los suelos que requieren un conocimiento y cuidado muy particular que los nuevos gestores ignoraban completamente. 

Sin-título-1.jpg-¿Qué consecuencias sociales tuvo todo este proceso?---porque con los años algunas repúblicas de la URSS pagaron ciertas políticas de gestión—

-La colectivización de la agricultura o, en otras palabras, la transformación de una agricultura regida y gestionada por comunidades aldeanas en una agricultura de grandes explotaciones tuvo consecuencias agrarias y sociales dramáticas.

El objetivo de las grandes explotaciones era ofrecer grandes excedentes de trigo para el consumo de las ciudades y la exportación. Como el proceso de “colectivización” coincidió con  una caída mundial de los precios del trigo, serían los campesinos quienes padecerían principalmente los costes de esta política. No deja de ser curioso que por las mismas fechas, el New Deal estadounidense ponía en marcha un plan ambicioso de mantenimiento de las rentas agrarias para los campesinos pobres, que irónicamente era más “socialista” que el que se estaba llevando a cabo en la URSS aunque por razones distintas de las que bramaban los reaccionarios estadounidenses.

Por otra parte, la colectivización de la agricultura se iba a topar con la resistencia sistemática de las comunidades aldeanas, con la ignorancia de los recién nombrados administradores de las nuevas explotaciones, con las constantes injerencias de Moscú para producir más trigo, con la insuficiencia en el número de tractores disponibles y, desde 1931 con unas malas condiciones meteorológicas.

A partir del año 1933, muy a regañadientes, el Estado soviético modificó sus políticas autorizando una pequeña explotación familiar. Estas pequeñas explotaciones familiares apenas representaban un 4 por cierto de la superficie agraria cultivada, ¡pero se calcula que en 1938 representaba más de un 45% del producto agrario total de la URSS! El apego de los campesinos a sus pequeñas explotaciones era tal que una política agraria que inicialmente había sido concebida para modernizar la agricultura y cambiar la mentalidad campesina terminó fomentando el empleo de métodos muy ineficientes y los rasgos más individualistas del campesinado.

-Hubo alguna otra especie de “resistencia” al sistema que quiso y que terminó por imponer el bolchevismo?—estoy pensando en la Revolución Majnovista—Háblanos un poco de ella(aunque sabemos que es un tema muy denostado por historiadores y demás).

-El problema de Néstor Majno y en general de lo que Eric Hobsbawm denominaba los “rebeldes primitivos” era que su resistencia estaba limitada a unas zonas geográficas muy concretas, como partes de Ucrania en el caso de Majno. Evidentemente, la colectivización de la agricultura soviética se enfrentó con una resistencia frontal por parte del campesinado. A veces de manera muy abierta y otras recurriendo, como ya hemos hablado, a las “armas de los pobres”, y al igual que en la Inglaterra de 1700 la respuesta del Estado iba a ser implacable.

De todos modos, yo no puedo evitar pensar que otras alternativas a la colectivización de la agricultura eran posibles. En este sentido, yo sigo creyendo que Nikolai Bujarin tenía razón y que un desarrollo agrario e industrial más lento y, sobre todo, respetuoso con la sabiduría y patrimonio cultural campesino hubiera cambiado la historia soviética.  

-¿Las sociedades están preparadas  para lucha por “el común” en cualquier momento o más bien piensas que se deben de dar ciertas circunstancias…?

-Yo quisiera insistir en la idea de que los bienes comunes requieren un compromiso republicano. Pero evidentemente la presión contra los comunales en este mundo globalizado es muy intensa y queda abierto el interrogante de cómo combinar luchas que, por su naturaleza son locales, con luchas más globales.

-Amigo César, seguro que estás trabajando en algo,  ¿nos puedes dar alguna pista?

-Pues pensaba seguir trabajando los comunales. Si en este libro me he centrado más en aquellos casos en los que hubo una falta de conexión absoluta entre los partidos socialistas y el mundo rural, sería más justo dedicar el próximo a los casos en los que sí hubo conexión y los socialistas tuvieron la sensibilidad necesaria para apreciar el saber colectivo de los campos.

 

 

 

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Historias de la lucha por el Común. Bienes comunales, carrera imperialista y socialismo de Estado (1880-1930). César Roa Llamazares   
176 páginas       13,5 x 21 cms.
16.00 euros
La Catarata



Los bienes comunales son fundamentales para la supervivencia de comunidades humanas, tanto desde el punto de vista colectivo como individual. La autonomía local de los comunales fue precisamente el blanco contra el que arremetieron las principales potencias imperialistas durante la primera globalización anterior a la Primera Guerra Mundial. El socialismo europeo, que alcanzó su madurez en esta época, puede entenderse como una defensa de los bienes comunales. Sin embargo, la posibilidad de coordinar su lucha con la defensa del común en la agricultura de los propios países o de países colonizados no resultó fácil. Y en el caso ruso y posteriormente soviético, la revolución socialista y la revolución agraria de 1917 seguirían trayectorias completamente diferentes. Hoy en día, frente a una globalización depredadora, los bienes comunales son aún más importantes que en ningún otro momento de la historia, pues no se trata solo de la defensa de bienes agrarios como bosques, pastos o ríos, sino también bienes inmateriales como el patrimonio cultural, el conocimiento o los códigos jurídicos. La clave consiste en articular estrategias de defensa y solidaridad entre las luchas necesariamente locales y las globales.

César Roa Llamazares
Economista. Realizó un posgrado en Econometría por la London School of Economics. Está interesado en cuestiones de desigualdad y en las posibilidades de acción colectiva en tiempo de globalización.

 

 

 

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