La
Librería de El Sueño Igualitario
Un libro
que debería acercarnos a la inspiración por trabajar más allá de nosotros, por
los otros, por todos…
La
Catarata con la pluma de César Roa Llamazares se viste de los valores de
igualdad, justicia, fraternidad, libertad…
Un libro
que habla de “los bienes de todos” y que deben de “ser utilizados” para todos…
Lo que
nos dice La Catarata sobre este libro:
Los
bienes comunales son fundamentales para la supervivencia de comunidades
humanas, tanto desde el punto de vista colectivo como individual. La autonomía
local de los comunales fue precisamente el blanco contra el que arremetieron
las principales potencias imperialistas durante la primera globalización
anterior a la Primera Guerra Mundial. El socialismo europeo, que alcanzó su
madurez en esta época, puede entenderse como una defensa de los bienes
comunales. Sin embargo, la posibilidad de coordinar su lucha con la defensa del
común en la agricultura de los propios países o de países colonizados no
resultó fácil. Y en el caso ruso y posteriormente soviético, la revolución
socialista y la revolución agraria de 1917 seguirían trayectorias completamente
diferentes. Hoy en día, frente a una globalización depredadora, los bienes
comunales son aún más importantes que en ningún otro momento de la historia,
pues no se trata solo de la defensa de bienes agrarios como bosques, pastos o
ríos, sino también bienes inmateriales como el patrimonio cultural, el
conocimiento o los códigos jurídicos. La clave consiste en articular estrategias
de defensa y solidaridad entre las luchas necesariamente locales y las
globales.
Nos
acercamos, un poco, al autor:
Economista.
Realizó un posgrado en Econometría por la London School
of Economics. Está interesado en cuestiones de
desigualdad y en las posibilidades de acción colectiva en tiempo de
globalización.
Hay que
tener muy en cuenta e intentar diferencias algunos términos “el Común”:
http://www.wordreference.com/definicion/com%C3%BAn
http://es.thefreedictionary.com/com%C3%BA
Vamos a
tratar de acercarnos al término Bien Común:
https://es.wikipedia.org/wiki/Bien_com%C3%BAn
Para
entenderlo mejor acércate a leer desde la perspectiva filosófica:
https://es.wikipedia.org/wiki/Bien_com%C3%BAn_(filosof%C3%ADa)
Esto
parece interesante para reflexionar:
http://www.iese.edu/research/pdfs/DI-0937.pdf
http://www.mounier.es/revista/pdfs/062045049.pdf
Este
libro como coge como ejemplo a Rusia deberemos tener un poco en cuenta la
Historia de Rusia:
Antes de
la Revolución Rusa el Estado bajo el poder de los zares vivía en una
agricultura que poco había avanzado respecto a la época medieval:
http://mihistoriauniversal.com/edad-media/la-agricultura-en-la-edad-media/
En
aquellos años se llevaban los latifundios:
https://es.wikipedia.org/wiki/Latifundio
La
Revolución Bolchevique: https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_rusa
https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_de_Octubre
La
Revolución Bolchevique y la gestión agrícola:
http://revolucionbolchevique.blogspot.com.es/2009/05/bolcheviques-sobre-la-cuestion-agraria.html
http://www.magrama.gob.es/ministerio/pags/Biblioteca/fondo/pdf/15463_5.pdf
Los Koljós:
https://es.wikipedia.org/wiki/Kolj%C3%B3s
Los Sovjós:
https://es.wikipedia.org/wiki/Sovj%C3%B3s
La
revolución Majvonista: https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_majnovista
Puede que
esto te ayude:
http://filosofia.idoneos.com/problemas_filosoficos/socialismo,_comunismo_y_anarquismo/
http://latumbadelcapitalismo.blogspot.com.es/2013/03/diferencias-entre-comunismo-y-anarquismo.html
Cazarabet conversa con César Roa Llamazares:
-César ¿qué te ha hecho, qué te ha motivado acercarte a escribir
un libro sobre el “bien común”?
-La historia de los bienes comunales tiene
para mí un interés particular, pues mi abuelo era de un pueblo, Villaverde de
Sandoval en la provincia de León, donde se produjo una importante movilización
para la recuperación de sus comunales. De hecho, me parece que fue uno de los
pocos pueblos españoles donde este esfuerzo colectivo llegó a buen puerto a
finales de la década de 1920.
Por otra parte, hay una serie de
influencias intelectuales que me han incitado a explorar esta vía. Estoy
pensando, por supuesto, en el Karl Marx que denuncia la criminalización del
acopio de leña tras las transformaciones capitalistas en la agricultura, que
estudia la “acumulación originaria” del capital y su consiguiente proceso de
desposesión y que al final de su vida se pregunta si las comunidades agrarias
rusas pueden ofrecer una vía hacia una sociedad más justa.
Pero, también me ha resultado muy
estimulante la obra de tantos geógrafos y antropólogos anarquistas, como Eliseo
Reclús, James C. Scott o, más reciente, David Graeber, que aportan herramientas muy útiles para entender
las resistencias de los perdedores a los procesos de desposesión.
-Fue el siglo
XIX el siglo en que empezaron muchas cosas (mejor dicho, las reivindicaciones
toman como “más cuerpo”), por ejemplo ,las
revoluciones sociales y las reivindicaciones…el socialismo se va abriendo paso
casi que a codazos entre las políticas del conservacionismo, del poder…un
socialismo que ya venía, como dices en el primer capítulo, de la Revolución
Francesa arrastrando todos sus valores. Coméntanos.
-En efecto, se puede entender el
socialismo como un intento por llevar a la práctica los ideales de la
Revolución Francesa, es decir, la idea de que la libertad de cada uno sólo
puede ser garantizada por la igualdad de mis compañeros y que esta igualdad
sólo se mantiene si se comprometen en su defensa individuos libres.
Por ello, cobraron fuerza a lo largo de la
primera mitad del siglo XIX asociaciones obreras. Posteriormente, el socialismo
se fue organizando políticamente para conquistar el Estado, lo que en cierto
sentido representa una desviación de sus objetivos originales y máxime en el
implacable marco político militar de la Europa anterior a la I Guerra
Mundial.
-¿Por qué te
centras en Rusia para este estudio sobre
“el bien común”?
-Dedico unos capítulos a Rusia, porque me
parece un ejemplo paradigmático de los malentendidos que se han interpuesto
entre los objetivos de las comunidades rurales en defensa de sus comunales y
partidos socialistas que consideraban que, como el futuro dependía de la
industrialización, las reivindicaciones del campo eran secundarias.
Por supuesto, muchos socialistas, sobre
todo en Escandinavia y en los países mediterráneos como España desarrollaron
una sensibilidad especial hacia el mundo rural. El propio Lenin matizó
considerablemente sus opiniones a lo largo de su vida, en especial tras 1918.
Sin embargo, en muchos ámbitos la ortodoxia dominante fue la visión enunciada
por el teórico de la socialdemocracia alemana, Karl Kautsky,
que creía que el futuro del campo estaba en las grandes explotaciones y que por
lo tanto, todo lo que se opusiera a la consolidación de las grandes haciendas
era un obstáculo que sería fulminado por la marcha de la historia.
Curiosamente, la colectivización soviética de la agricultura, sin ser
plenamente consciente de ello, tenía como fundamento precisamente esta ortodoxia
kautskiana, que llevaba a sobrevalorar los logros y
minimizar los costes de las grandes haciendas capitalistas de Estados Unidos y
Alemania.
-¿Y por qué
estudias “el bien común” fijándote en la variante de la agricultura? Es como si tuvieses cierta fijación por
“lo rural”…¿será porque lo colectivo y lo común se
mantiene más en el ámbito y terreno rural?
-La ideología neo-liberal suele defender
que si los derechos de propiedad están claramente definidos, los agentes
económicos podrán tomar libremente sus decisiones y a la larga todo el mundo
saldrá beneficiado. Sin embargo, hay bienes donde no es tan fácil establecer
esos derechos, por ejemplo, en el conocimiento, en la lengua, en el patrimonio
cultural y, por supuesto, en los ecosistemas naturales. De hecho, si estos
tipos de bienes se privatizan o bien terminas destrozando los recursos o bien
terminas privatizando a los usuarios de este tipo de bienes.
En este sentido, la agricultura es un
campo de estudio muy interesante. No sólo por los aprovechamientos comunales de
los bosques, las aguas o los pastizales, sino también porque históricamente las
tierras de cultivo han estado en un régimen de copropiedad, es decir, que si un
individuo roturaba unas parcelas, aunque tuviera el derecho a disponer de sus
frutos, seguía teniendo una serie de obligaciones frente a la comunidad, que,
por así decirlo, seguía siendo la propietaria. Muchos de los destrozos de la
implantación de códigos liberal-burgueses en el campo surgen del desprecio
absoluto que estos últimos mostraban hacia las normas consuetudinarias de las
comunidades agrarias.
-Apostar porque un Estado tenga, mantenga y gestione “entidades” como
puedan ser los bosques como “un bien común”, ¿implica una nacionalización de
los mismos y de todo lo que de ello se derive?..me refiero a que si los
mantenemos y gestionamos entre todos…pues habrá un momento en que se deberán de
tomar decisiones sobre la madera, las plantaciones y demás…(y ahí entran las
ideologías de qué hacer sobre los bienes comunes que nos da la naturaleza)
-Las comunidades agrarias siempre han
tenido unas normas para regular el uso de los comunes. Aun a riesgo de caer en
un anacronismo, podríamos decir que cuanto más fuerte sea el “compromiso
republicano” entre los miembros de la comunidad, es decir que cuanto mayor sea
el grado de compromiso por respetar y hacer respetar las reglas que hacen
posible el mantenimiento de los bienes comunales, mejor es la gestión del bien
comunal.
El Estado puede jugar un papel muy
relevante en la protección de los comunales, pero no hay que olvidar que a
veces algunas nacionalizaciones han sido el paso previo para privatizar los
comunales en detrimento de los pueblos.
-Y lo mismo
pasaría con otros recursos naturales que no son , por nada del mundo, de
nadie…todos los recursos naturales como el agua, por ejemplo y la gestión de
todo lo que de este bien se derive…pero el tema de los ríos ha deparado y
deparará muchos conflictos entre comunidades, ciudadanos…Cosa que no pasaría si
el agua, por poner un ejemplo, se considerase, muy de veras, un verdadero “bien
común” de todas y de todas , pero sobretodo, y parece que nos olvidamos del
planeta y de su salud…(es que hay conflicto porque no se considera con
sinceridad “bien común” solo se hace postura, solo se teoriza…)
-Para mí la clave, como comentaba en la
pregunta anterior, es el compromiso republicano de las comunidades. En España,
tenemos ejemplos auténticamente paradigmáticos en este sentido, El tribunal de
aguas de Valencia, los “auzolan” vasco-navarros, o
las “sexta ferias” asturianas
-Volvamos más a
tu libro, a lo que tratas específicamente en él….las tierras, históricamente,
eran cultivadas no individualmente y por el método del barbecho…después llega
la revolución agraria(empujada y de la mano, sucesivamente, de la
industrial) y hace que las cosas cambien se cambia el barbecho por las
rotaciones de cultivos, las plantas forrajeras y el cercamiento de las tierras
en común…O sea, se atenaza a las tierras y a los cultivos..¿Cómo afectó
a todo y a todos y a todas?
-La introducción de la llamada revolución
agraria, con su reemplazamiento del barbecho por el cultivo de plantas
forrajeras, tuvo como consecuencia directa un aumento de la productividad de la
tierra, que vino inexorablemente acompañada de los cercamientos y por tanto de
la pérdida de tierras en barbecho donde previamente había pastado el ganado de
los campesinos más pobres. En Inglaterra, los cercamientos del siglo XVIII
fueron objeto de una fuerte resistencia de las comunidades agrarias, a la que
el Estado respondió con una legislación draconiana contra los delitos de
propiedad, entre los que sobresalía la caza furtiva o el robo de leña
-Sigo un poco
tirando del hilo de la pregunta anterior con esa transformación de ahoga el
bien común de las tierras, el común…
-El antropólogo James C. Scott definió
como las “armas del pobre” este tipo de estrategias de supervivencia como talas
ilegales o pasto en los dominios señoriales sin el permiso de los dueños. A
veces, no hay propiamente una consciencia colectiva, simplemente se infringe
los límites de los cercamientos, porque la gente tiene hambre y además
considera que la costumbre y la justicia están de su
parte. Pero, se trata de una serie de normas no codificadas, la justicia
codificada o, por decirlo, con otras palabras, de los “poderosos”, estaba
totalmente en contra y por ello reaccionó con toda la brutalidad a su alcance.
-¿Se hace para
proporcionar mano de obra barata para la incipiente industria de algunas
ciudades, y centros que se iban reforzando con esto…?
-Evidentemente, estas privatizaciones o
cercamientos tuvieron como efecto directo una degradación de los niveles de
vida de las clases populares en el campo, que sin comunales se veían reducidos
al estado de jornaleros. Posteriormente, cuando las perspectivas de encontrar
su sustento en el campo desaparecen muchos braceros intentarán probar suerte
con la emigración.
-¿Es
como una trampa para el campo y los campesinos para que la gente emigre a las
ciudades?
-No se trata de una estrategia
perfectamente diseñada por las clases dominantes, aunque indiscutiblemente los
terratenientes buscaban el abaratamiento de los salarios agrarias. Pero, sin
duda las privatizaciones masivas y vertiginosas tienen como consecuencia
directa la huida a las ciudades.
-Pero en el
caso de Rusia todo cobra como otra dimensión, ¿no? porque antes de la
revolución de 1917, en Rusia se vivía bajo una Dictadura Autoritaria…y cómo se
gestionaban las tierras, por lo visto, como en un estado medieval…siervos y
campesinos estaban ligados a la tierra y a los señores…
-El caso de la Rusia anterior a 1917 es
muy interesante. En la Rusia europea anterior a la revolución tres quintas
partes de la superficie agraria estaban cultivadas por métodos comunales, entre
los que destaca la mir, o comunidad aldeana, que Karl Marx estudió
con detenimiento al final de su vida.
La mir era un sistema de propiedad comunal de la tierra en la
que el consejo comunal, normalmente los
campesinos de mayor edad, repartían regularmente las tierras entre los miembros
de la comunidad indicándoles lo que tenían que cultivar, aunque estos últimos
podían disponer libremente de los frutos de su trabajo. Para sus detractores,
que iban desde economistas liberales hasta revolucionarios marxistas, la mir era un
vestigio de un pasado bárbaro que impedía las innovaciones, dejaba en barbecho
vastas extensiones durante períodos muy largos y reforzaba el poder de los
patriarcas más inmovilistas. Para este grupo, el modelo a seguir eran las
grandes haciendas mecanizadas de Estados Unidos o, más cerca, las haciendas
prusianas al Este del río Elba. Sin duda, para los revolucionarios marxistas
opuestos a la mir,
los aristócratas prusianos no eran un modelo a imitar, pero sus grandes
explotaciones, sí y consideraban que la defensa de la mir, lo único que hacía era retrasar el desarrollo del capitalismo en
Rusia y, por consiguiente, el triunfo de la revolución.
Sin embargo, la mir también contó con otros defensores desde las filas de la
izquierda. Primero, destacaron los populistas rusos (narodnik) y posteriormente, el
propio Lenin, que a lo largo de su vida iría matizando su inicial oposición
frontal a la mir.
De hecho, cualquier observador atento
podía percibir que la situación en el campo era explosiva y máxime desde el que
gobierno zarista tras la revolución de 1905 intentó avanzar en un proceso de
privatización de la tierra siguiendo el modelo prusiano.
Hasta la primera guerra mundial, una
mezcla de represión y de buenas cosechas más o menos pudieron contener la
situación, pero, con la guerra mundial, con los serios problemas de
abastecimiento, con el hundimiento del zarismo y, sobre todo, con la desdichada
ofensiva militar del gobierno provisional, instigada por las potencias
occidentales, las tensiones se
dispararon en el verano de 1917. En los meses de julio y agosto de 1917, los campesinos
ocuparon alrededor de 20 millones de hectáreas. Un año después, la cifra de las
tierras expropiadas ascendía a 50 millones. La revolución de noviembre de 1917
fue claramente posterior a la revolución agraria del verano de 1917, que se
tradujo en un reforzamiento del poder de las comunidades aldeanas.
-¿Qué pasó, de
repente conforme va triunfando la Revolución bolchevique y hasta que das por
terminado tu estudio e investigación?
-La convivencia entre una población
campesina que representaba cuatro quintas partes de la población soviética
total y un partido bolchevique con escasa presencia en el campo nunca fue
fácil. El campesinado sabía que los bolcheviques no iban a entregar la tierra a
los terratenientes, pero no estaban dispuestos a ceder un ápice de su autonomía
conquistada. Por otra parte, para los bolcheviques el campo estaba
irremediablemente atrasado y requería una modernización urgente, que para
muchos de ellos equivalían a grandes explotaciones como las prusianas o las de
Estados Unidos en Montana.
Durante el período de 1921 a 1928, más o
menos se llegó a un cierto modus vivendi.
Pero, factores de tipo político, entre los que jugó un papel clave la
percepción de que se estaba fraguando una alianza de los países capitalistas
para invadir y conquistar la URSS terminaron inclinando la balanza a favor de
una industrialización rápida que modernizara el campo de una vez por todas.
Para los responsables políticos de finales
de los años 1920, la modernización del campo implicaba forzosamente grandes explotaciones
y tractores. Creían que las grandes explotaciones permitían economías de escala
y por tanto ganancias muy rápidas de productividad, lo que no era posible en
las tierras gestionadas por el sistema de mir. No contaban con que las
grandes explotaciones tienen sus propios problemas
particulares, entre ellos, la mayor variedad de los suelos que requieren un
conocimiento y cuidado muy particular que los nuevos gestores ignoraban
completamente.
-¿Qué consecuencias sociales tuvo
todo este proceso?---porque con los años algunas repúblicas de la URSS pagaron
ciertas políticas de gestión—
-La colectivización de la agricultura o,
en otras palabras, la transformación de una agricultura regida y gestionada por
comunidades aldeanas en una agricultura de grandes explotaciones tuvo
consecuencias agrarias y sociales dramáticas.
El objetivo de las grandes explotaciones
era ofrecer grandes excedentes de trigo para el consumo de las ciudades y la
exportación. Como el proceso de “colectivización” coincidió con una caída mundial de los precios del trigo,
serían los campesinos quienes padecerían principalmente los costes de esta
política. No deja de ser curioso que por las mismas fechas, el New Deal
estadounidense ponía en marcha un plan ambicioso de mantenimiento de las rentas
agrarias para los campesinos pobres, que irónicamente era más “socialista” que
el que se estaba llevando a cabo en la URSS aunque por razones distintas de las
que bramaban los reaccionarios estadounidenses.
Por otra parte, la colectivización de la
agricultura se iba a topar con la resistencia sistemática de las comunidades
aldeanas, con la ignorancia de los recién nombrados administradores de las
nuevas explotaciones, con las constantes injerencias de Moscú para producir más
trigo, con la insuficiencia en el número de tractores disponibles y, desde 1931
con unas malas condiciones meteorológicas.
A partir del año 1933, muy a
regañadientes, el Estado soviético modificó sus políticas autorizando una
pequeña explotación familiar. Estas pequeñas explotaciones familiares apenas
representaban un 4 por cierto de la superficie agraria cultivada, ¡pero se
calcula que en 1938 representaba más de un 45% del producto agrario total de la
URSS! El apego de los campesinos a sus pequeñas explotaciones era tal que una
política agraria que inicialmente había sido concebida para modernizar la
agricultura y cambiar la mentalidad campesina terminó fomentando el empleo de
métodos muy ineficientes y los rasgos más individualistas del campesinado.
-Hubo alguna
otra especie de “resistencia” al sistema que quiso y que terminó por imponer el
bolchevismo?—estoy pensando en la Revolución Majnovista—Háblanos un poco de ella(aunque sabemos que es
un tema muy denostado por historiadores y demás).
-El problema de Néstor Majno
y en general de lo que Eric Hobsbawm denominaba los
“rebeldes primitivos” era que su resistencia estaba limitada a unas zonas
geográficas muy concretas, como partes de Ucrania en el caso de Majno. Evidentemente, la colectivización de la agricultura
soviética se enfrentó con una resistencia frontal por parte del campesinado. A
veces de manera muy abierta y otras recurriendo, como ya hemos hablado, a las
“armas de los pobres”, y al igual que en la Inglaterra de 1700 la respuesta del
Estado iba a ser implacable.
De todos modos, yo no puedo evitar pensar
que otras alternativas a la colectivización de la agricultura eran posibles. En
este sentido, yo sigo creyendo que Nikolai Bujarin tenía razón y que un desarrollo agrario e
industrial más lento y, sobre todo, respetuoso con la sabiduría y patrimonio
cultural campesino hubiera cambiado la historia soviética.
-¿Las
sociedades están preparadas para lucha por “el común” en cualquier
momento o más bien piensas que se deben de dar ciertas circunstancias…?
-Yo quisiera insistir en la idea de que
los bienes comunes requieren un compromiso republicano. Pero evidentemente la
presión contra los comunales en este mundo globalizado es muy intensa y queda
abierto el interrogante de cómo combinar luchas que, por su naturaleza son
locales, con luchas más globales.
-Amigo César,
seguro que estás trabajando en algo, ¿nos puedes dar alguna pista?
-Pues pensaba seguir trabajando los
comunales. Si en este libro me he centrado más en aquellos casos en los que
hubo una falta de conexión absoluta entre los partidos socialistas y el mundo
rural, sería más justo dedicar el próximo a los casos en los que sí hubo
conexión y los socialistas tuvieron la sensibilidad necesaria para apreciar el
saber colectivo de los campos.
22362
Historias de la lucha
por el Común. Bienes comunales, carrera imperialista y socialismo de Estado
(1880-1930). César
Roa Llamazares
176 páginas 13,5 x 21 cms.
16.00 euros
La Catarata
Los bienes comunales son
fundamentales para la supervivencia de comunidades humanas, tanto desde el
punto de vista colectivo como individual. La autonomía local de los comunales
fue precisamente el blanco contra el que arremetieron las principales potencias
imperialistas durante la primera globalización anterior a la Primera Guerra
Mundial. El socialismo europeo, que alcanzó su madurez en esta época, puede
entenderse como una defensa de los bienes comunales. Sin embargo, la
posibilidad de coordinar su lucha con la defensa del común en la agricultura de
los propios países o de países colonizados no resultó fácil. Y en el caso ruso
y posteriormente soviético, la revolución socialista y la revolución agraria de
1917 seguirían trayectorias completamente diferentes. Hoy en día, frente a una
globalización depredadora, los bienes comunales son aún más importantes que en
ningún otro momento de la historia, pues no se trata solo de la defensa de
bienes agrarios como bosques, pastos o ríos, sino también bienes inmateriales
como el patrimonio cultural, el conocimiento o los códigos jurídicos. La clave
consiste en articular estrategias de defensa y solidaridad entre las luchas
necesariamente locales y las globales.
César Roa Llamazares
Economista. Realizó un posgrado en Econometría por la London School of Economics. Está
interesado en cuestiones de desigualdad y en las posibilidades de acción
colectiva en tiempo de globalización.
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