La
Librería de El Sueño Igualitario
UN LIBRO
QUE EDITA QUEIMADA Y QUE NOS RETROTRAE A LA HISTORIA Y VIVENCIAS DE LOS
CONOCIDOS COMO “NIÑOS DE RUSIA”.
UN RELATO
SOBRE UNA EXPERIENCIA HUMANA QUE NO CAE EN SENTIMENTALISMOS, NI CURSILERÍAS…
LO QUE
NOS CUENTA QUEIMADA:
Pedro Cepeda Sánchez fue uno de los niños españoles
evacuados a la Unión Soviética durante la guerra civil. Su estancia en aquel
país se prolongó hasta 1966, e incluyó ocho años de internamiento en el Gulag,
que fueron motivados por el deseo que siempre lo dominó de regresar a su
patria. De su insólita peripecia vital dejó a su muerte unas memorias
deslavazadas que fueron retrabajadas y completadas
por su hija, Ana Cepeda Étkina, para dar forma
a Harina de otro costal. El libro acaba de aparecer en el catálogo
de Queimada y viene introducido por una nota de los editores y un prólogo de
Dolores Cabra, Secretaria general del Archivo Guerra y Exilio.
Los Olvidados de Karagandá, documental de RTVE
La historia de 152 españoles, pertenecientes tanto al bando republicano como
al nacional, que se vieron obligados a convivir
en un gulag soviético y a unir sus esfuerzos en busca de un objetivo común:
sobrevivir.
La visita
del presidente del Gobierno español a Kazajistán hace algo más de un año deparó
un hecho histórico. Por primera vez, un gobierno de las antiguas Repúblicas
Socialistas Soviéticas hizo entrega, a través de su presidente Nursultán Nazarbáyev, de un archivo
con los nombres y los datos de los españoles que sufrieron cautiverio, y en
algunos casos murieron, en los campos de concentración soviéticos en la 2ª
Guerra Mundial. Podéis recuperarlo en la web de RTVE.
El
documental: http://www.rtve.es/alacarta/videos/el-documental/olvidados-karaganda/2963320/
Recortes de
prensa que te pueden interesar:
http://www.elmundo.es/cronica/2004/429/1073310908.html
http://www.lahaine.org/mm_ss_est_esp.php/mad-vie21-memorias-de-un
Imprescindible: http://cepedaetkina.blogspot.com.es/2015/04/articulo-del-desaparecido-diario-madrid.html
Cazarabet conversa con Ana Cepeda Étkina:
-Ana, ¿qué ha supuesto para ti sumergirte en las
vivencias de tu padre para darles orden y compartirlo con todos nosotros?
-Desde pequeña le escuchaba hablar sobre
cárceles y diferentes anécdotas de cuando estuvo en Rusia, pero era incapaz de
entender con profundidad todo lo que él relataba, pues era una niña. Veníamos
de un régimen de 40 años de represión y no era difícil escuchar que un abuelo o
un padre mayor (como lo era él) habían estado en la cárcel. Ahora, ya de
adulta, y habiendo constatado todo lo que él dejó, sentí que debía tomarle
el relevo y transmitirlo, pues su sueño era publicar un libro con sus memorias.
-Amiga, ¿te han ido sorprendiendo muchos de los acontecimientos con que te has
ido encontrando en lo que tu padre fue dejando escrito?
-Lo que más me ha sorprendido es que no hiciera
hincapié en el drama y que pese a haber tenido una vida muy difícil, lejos de
su familia y separándole de su hermano, su sentido del humor nunca le
abandonara. Por otro lado, he de decir que me he sentido muy frustrada, al no
tenerle cerca para aclarar dudas. He llorado mucho, viendo lo injusta que fue
su vida, pero también me siento muy orgullosa de que mi padre sea un ejemplo de
dignidad y lealtad a sus propios principios, cosa que hoy en día parece
escasear.
-¿Podríamos definir a tu
padre como una persona que amaba, ante todo, la libertad…?
-Era una persona que tenía unos ideales muy claros,
que estaba en contra de toda clase de dictaduras, fuera del tipo que fuera,
sí.
-Si nos fijamos, por
ejemplo, en el periplo de la vida de tu padre, sobretodo de esa etapa tan
importante como frágil que es la adolescencia, nos fijamos en que esta se vio
sumergida en el sufrimiento, en la angustia y el padecimiento…la represión fue
una constante y la falta de libertad una constante…..¿Cómo lo transmitía todo
esto años después cuando ya podías hablar y compartir con él algún rato en tu
adolescencia, juventud…?
La adolescencia le fue arrebatada directamente.
Si tenemos en cuenta que los chavales de 14 años del año 1937, en medio de la
G. Civil eran casi adultos; que se relacionaba con gente mayor (profesores,
educadores y otros compañeros), y que el hecho de salir del entorno de la
familia es sinónimo de adultez prematura, poca pubertad le quedó por vivir.
Creo que pasó de ser un niño a ser un adulto sin pasar por la pubertad. Por eso
nos contaba poco sobre aquella etapa de su vida, más que las anécdotas vividas
en la "Casa de Niños de Moscú", pero desde un prisma de persona
madura. Después, cuando los evacuaron a Asia Central, en el año 41 fue
una cuestión de supervivencia de un
hombre joven, no de un crío.
-Málaga,
Valencia, Artek—en Crimea—Moscú…el periplo de la
mayoría de los “niños de Moscú” fue trepidante…cayendo de guerra en guerra y de
represión en represión. La Unión Soviética fue el país que más sufrió la
gran catástrofe, en pérdidas humanas, que supuso el paso de la II Guerra
Mundial y en ese escenario se vieron inmersos niños como tu padre o tu tío…¿qué
nos puedes decir para aquello que no se hayan hecho, todavía , con la lectura?
-La imagen que nos han tratado de transmitir en España
es que siempre los habían tratado fenomenal. Y que la "Santa Madre
Rusia" acogió a aquellos niños desinteresadamente. En parte es cierto,
pero lo que no se ha contado es que estos niños debían seguir unas normas
dictadas por el PCE (Dolores Ibárruri y sus
dirigentes) y, el que no obedeciese era expulsado del redil. Aquello tenía unas
consecuencias nefastas: sin trabajo, sin lugar para vivir… era una condena en
toda regla.
Mi padre era muy espabilado y consiguió salir
adelante, pese al hambre y a la miseria, pero mi tío, como otros muchos
“niños”, acabó delinquiendo y creemos que acuchillado en una cárcel soviética.
Esas cosas la gente las desconoce, por eso hay que contar los pros y los contras
de una época en la que, al parecer, solo nos han contado los pros.
-¿Qué le supuso a tu padre
el no ser “del partido” –del PC-- y el ser calificado, por la mismísima
Pasionaria, como “harina de otro costal” al estar vinculado tu abuelo con la
CNT?
-Él narra que desde el principio estaba desubicado.
Cayó en el entorno del PCE sin intención, pues fue el marido de su prima (en
Valencia) quien le metió a él y a mi tío en una especie de orfanato regido por
el PCE. Tuvo la suerte y/o la desgracia de coincidir con todos los hijos,
sobrinos y demás familiares de la plana mayor del Partido Comunista Español y,
siendo mi abuelo afiliado a la CNT, era obviamente una persona que no
pertenecía a aquel entorno. Además, su carácter no conformista y su tenacidad
para manifestar lo que veía mal, provocaron que fuera tildado de insumiso, o lo
que dijo Dolores: “Harina de otro costal”.
-Pero ahí, con la II Guerra Mundial, no terminó
todo porque había deseos, en la gran mayoría de los niños y niñas, de volver a
su país, de intentar contactar con los suyos, pero parecía que el largo túnel
de un exilio forzado no veía la luz. ¿Cómo lo ves?
-Tal fue el deseo por parte de todos, que la mayoría
volvieron en el 56 (mientras tanto, mi
padre estaba saliendo del Gulag de Karagandá –Kazajistán-). La gran mayoría de
los españoles que permanecieron allí obedecía y callaba, pues el que
manifestaba su intención de salir de la Unión Soviética era considerado
“persona non grata” y, como he dicho antes, las consecuencias eran nefastas. La
cúpula del PCE consideraba que volver a España era un pecado no solo el hecho
de estar Franco sino porque entendían que los repatriados harían propaganda
antisoviética.
-¿Qué te contó, qué nos
puedes adelantar, de lo que fue la vuelta a España de “niños y niñas”, ya con
unos cuantos años de más a su país…con la de cambios que aquí ya había
establecidos y bajo un régimen fascista?
-Muchos de esos repatriados seguían volviéndole la
cara. Mi padre fue “Harina de otro costal” también para ellos, ya que había
sido condenado por intento de huida ilegal, y para algunos la acusación de
espionaje seguía vigente en sus mentes. Solo con el paso del tiempo fueron
capaces de ver que lo que él decía, era cierto.
La vida en España fue dura al principio, pero después
de todo lo que había pasado en la Unión Soviética, no fue difícil conseguir que
poco a poco su vida fuera más cómoda. Lo trágico es que a cuatro años de
jubilarse, cuando ya disfrutaba de una vida cómoda y era feliz, su corazón le
fallara. Ya lo dije en el libro: parece que hay personas que nacen con una
misión y cuando se ha cumplido, se les rescinde el contrato.
17744
Harina de otro
costal. Memorias de un niño de la guerra atrapado en el paraíso estalinista. Ana Cepeda Étkina
398 páginas
15,00 euros
Queimada
La historia de cómo llegamos a
publicar este libro viene de la mano de la música, tan importante en la vida de
la persona protagonista de este libro, Pedro Cepeda y de toda su familia.
Cuando leímos el manuscrito, tal cual, era una recopilación de notas personales
sin organizar de muy difícil publicación. Pero el entusiasmo de Ana Cepeda hizo
posible dar forma, estilo y coherencia, además de completar muchas lagunas del
texto, a aquellas primeras notas que llegaron a nosotros y que, desde el primer
momento, captaron nuestra atención y nos animaron a intentar su publicación en
forma de libro.
La palabra justicia, en este país, es una palabra extraña, aún no muy
bien afincada ni reconocida, es una palabra medrosa, temerosa, de esas que se
guardan en el baúl de viaje para trasladarlas, si la respiración aguanta, el
vértigo de la posición lo permite y el sueño sigue focalizado en la zona del
cerebro del ansia perdida, el retorno, ese lugar lejano del hogar abandonado,
de la familia que ya no es, del patio del colegio que no existe, del juego
antes de la cena y los deberes de cuaderno, de todo lo que quedó y ya es
irrecuperable porque el tiempo pasó. Es una palabra frágil, que tiembla en su
soledad, es la palabra ansiada por todos los Cepedas del mundo, pero sólo el
hecho de cargarla al hombro para su defensa ya produce terror. Tan firme es la
palabra, tanta es su extensión y su expresión, justicia, tanto su
contenido para conocer alguna vez la verdad, tanta la fidelidad en la balanza,
que ante la dura tarea de vivir, el sólo hecho de defender cada una de las
letras que la componen es motivo de silencio, de tortura, de privación de
libertad, de campo de concentración y de exterminio, es decir, es motivo de la
pérdida de la vida, a veces de la cordura y la razón, y siempre, para quienes
como los Cepedas del mundo luchan, es un motivo para vivir, y ser paladín de su
defensa.
Pedro Cepeda nos dejó un manuscrito, interesantísimo de leer, manuscrito en el
que se mezclan mil ideas, situaciones, anhelos, tiempos y espacios de una
persona que pensó que su infancia no debería haberse roto nunca, que ninguna
lágrima debería haber entrado jamás como una riada en la Málaga de su
infancia, que las situaciones que vivió en esa adolescencia, que fue un rápido
puente hacia la madurez, hubieran requerido un sosiego para hacerse a la idea
del crecimiento, y pasar por las edades como las uvas de moscatel de
aquél patio, que se transformaron en la sangre inocente a merced del verdugo
cuando a él su mayores ya habían conseguido salvarlo de la atrocidad y el
crimen de aquellos asesinos que transformaron el vino de Málaga en sangre
espesa y caliente que se derramaba por los bancales, regando las viñas de los
que las habían cultivado, sin poder evitar esa penetración, sin poder hacer
nada más que permitir que la sangre penetrara entre las raíces como una violación,
como una doma del caballo salvaje al que se le priva de su espacio, de su
hábitat, de su dignidad y orgullo, de sus valores y derechos, en suma, se le
priva de libertad y de justicia.
Así se fueron los Cepedas del mundo, desde El Musel,
desde Santurce, desde, Valencia y Barcelona, se fueron huérfanos y tristes,
pensando en volver pronto, pronto, cuando terminaran las bombas y los crímenes,
pero no pudo ser, no había visado de vuelta, no había escalera a la que subirse
soñando para volver a encontrar a la madre y a la abuela, pero sobre todo a la
abuela, y a la madre. ¡Ay, esos abuelos y esos padres que ya no existían, que
ya sólo indicaban luto en la familia o cárcel o destierro!
Cepeda luchaba por volver a una casa y a un país que ya no existían porque se
los había tragado el ogro de la dictadura, pero él no lo sabía y la tierra de
acogida, la tierra rusa, salía de una guerra contra los nazis, la guerra
patria, en la que otro ogro comenzaba a rugir. En ese exilio en el que
sus referentes eran los mayores que sustituían a los padres, a los abuelos, a
los maestros, no siempre encontraron comprensión y cariño; sí entre muchos de
los cuidadores, pedagogos y maestros, y también entre algunos de los
veteranos de la guerra de España, precisamente los que sentían y padecían como
ellos los mismos infortunios; pero desde los que poseían la batuta y
organizaban la orquesta no hubo más respuesta que el silencio, el olvido y la
condena. Aquellos Cepedas que tenían el don natural de la música que
necesitaron defensa y justicia fueron arrojados a las fauces del ogro y
devorados, pedacito a pedacito; pero la historia también salda sus cuentas.
La famosa Guerra Fría formó dos bandos irreconciliables, aunque, en nuestra
modesta opinión complementarios y necesarios el uno para el otro. Así se
dividió el mundo durante muchos años, y una de sus consecuencias, fue el
silenciamiento y la marginación, por los dos lados, de quienes no comulgaban
con las ruedas de molino del sistema, de un único sistema: dos caras de una misma
moneda. Pedro Cepeda fue una de esas personas. Se crearon muchos falsos héroes
y muchos falsos culpables durante esos años que algún día, en este país enfermo
de Alzheimer desde hace tantos años, gracias a la labor de todos los políticos
que han pasado por cargos de poder desde la nefasta transición, tendremos que
ensalzar o desenmascarar.
Han pasado casi dos años y hoy vemos el libro en las estanterías de las
librerías con el lujo, además, del espléndido prólogo de una de las personas
que más ha luchado y lucha por conseguir el apoyo y el reconocimiento de
aquellos españoles, olvidados en su mayoría por todas las administraciones,
cuando no directamente marginados por algunas, que mermados por el paso del
tiempo y los sufrimientos físicos padecidos por la mayoría, siguen resistiendo
como pueden y por los que Dolores Cabra, Secretaria General de Archivo, Guerra
y Exilio (AGE) lucha diariamente, a lo largo de todo el mundo, para que se les
conozca, se les reconozca y puedan llegar a recibir, por las generaciones
posteriores, el homenaje y la gratitud a la que tienen derecho.
Algo hemos recogido en este libro, pero hace falta mucho más. Nosotros hemos
contribuido modestamente con su edición.
Salud.
Ana Cepeda Étkina nació en Madrid, un 28
de febrero de 1.969 tras un intenso movimiento sísmico.
Criada en un ambiente musical, estudió Piano, Solfeo y Canto Coral en el
Conservatorio de Madrid. Hija del “niño de la guerra” Pedro Cepeda, al cual
perdió con 15 años, y la violinista Svietlana Étkina, decidió abandonar el piano a los 17 años para
centrarse en sus estudios. Posteriormente, fue a vivir a la ciudad de Nueva
York, donde estuvo trabajando y cursando inglés. Al volver a Madrid se diplomó
en Publicidad, estudios que compaginaba trabajando como secretaria bilingüe en
diferentes empresas, si bien su vocación frustrada fue el Periodismo.
Casada con un agente de viajes del que se divorció en 2004, conoció países como
Tailandia, Indonesia, Maldivas, Francia, Inglaterra, Grecia, Austria o incluso
Nueva Zelanda. En la actualidad vive con su hijo Pedro, en la sierra madrileña.
Aficionada a largos paseos serranos, a la natación y a la música, se define
adicta a la escritura publicando habitualmente relatos en publicaciones online.
Desde el año 2001 gestiona y organiza la biblioteca de un prestigioso colegio
internacional situado a las afueras de Madrid.
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