Sin-título-1.jpgCazarabet conversa con...   José Estarán Molinero, autor de “Movimiento católico agrario en Aragón. Los comienzos (1906-1909)” (Institución Fernando el Católico)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un estudio minucioso de investigación sobre los primeros años de este movimiento, entre 1906-1909, es recogido desde la pluma de José Estarán Molinero, como libro, en la Institución Fernando el Católico.

La sinopsis del libro:

La Rerum Novarum (1891) introdujo a la Iglesia en la cuestión social y el Congreso Nacional Católico, celebrado en Burgos (1899), dirigió las inquietudes sociales hacia el mundo rural. Desde entonces surgen en Aragón, como en toda España, numerosa iniciativas individuales que se afanan en dar soluciones a los problemas del campo. Estas actitudes generosas y voluntaristas van a tomar cuerpo en la Asamblea Social de Zaragoza (1906). Desde entonces hay conciencia entre los promotores de sindicatos agrícolas, de cajas rurales, de mutualidades de ganado, de sociedades de socorros mutuos, de cooperativas de consumo, de escuelas nocturnas y dominicales de que no están solos. Forman parte de un movimiento católico que pretende ofrecer salidas a las penurias por las que está pasando el mundo agrícola. Se ofrece un detallado estudio por comarcas de todo signo procedente del catolicismo social. Este colectivo sufrirá los lógicos problemas de los inicios para acomodarse certeramente a las circunstancias, se dará a conocer en el mejor escaparate de entonces como es la Exposición Hispano-Francesa de Zaragoza de 1908 y mostrará su entidad en la campaña de los cultivadores de remolacha frente a las azucareras. Este movimiento articulará una estructura para ser más eficaz: en 1909 nace el Sindicato Central de Asociaciones Agrícolas Católicas que se extenderá por todo Aragón. Son los comienzos. Hasta aquí el estudio que se ofrece en estas páginas.

El autor José Estarán Molinero: Doctor en Historia y licenciado en Teología donde ha desarrollado sus tareas investigadoras en el estudio de la Comarca de Valdejalón, fundando y presidiendo durante trece años el Centro de Estudios Almunienses; su otro campo de investigación es el catolicismo social en Aragón. De sus trabajos han salido numerosos estudios entre los que hay que destacar el dedicado al origen del Catolicismo social en Aragón  y el que trata de su desarrollo en el medio urbano, publicado con el título de Cien años de acción católica de Zaragoza 1903-2003. Faltaba por conocer con detalle con detalle la actuación de los católicos sociales aragoneses en el mundo rural, que es el libro que en estos momentos se presenta.

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Cazarabet conversa con José Estarán Molinero:

pepe_estaran.jpg- ¿Qué es lo que te llevó a investigar sobre el movimiento católico agrario en Aragón? ¿Hay o hubo algún incentivo que te ha hecho investigar sobre esto?

-De principio el por qué de mi trabajo hay que buscarlo en mi vocación de historiador, en el sentido de amar el pasado, estudiarlo y darlo a conocer. El tema del movimiento católico agrario lo consideraba relevante y con margen de investigación, como así piensan los pocos autores que lo han tratado, como Eloy F. Clemente y G. Sanz Lafuente. A ello hay que añadir el trabajo predoctoral que desarrollé con el estudioso del tema Feliciano Montero y la propia tesis doctoral “Implantación del Catolicismo Social en Aragón (1890-1923)”, dirigida por el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza  Carlos Forcadell.

- ¿Qué es el movimiento católico en Aragón? ¿Cómo se constituye y qué pretendía…?

-El movimiento católico en Aragón es una corriente de pensamiento que se traduce en iniciativas sociales, presente en todo el territorio español, y por lo tanto en Aragón, y que se sitúa en los finales del s. XIX y comienzos del s. XX. Estos católicos sociales tienen su fuente doctrinal en la encíclica Rerum Novarum y en las conclusiones emanadas de los Congresos Católicos Nacionales de Burgos (1899) y de Santiago de Compostela (1902). El movimiento pretende acercarse a una sociedad en penuria e indigencia debido a la crisis finisecular agraria y a los cambios producidos por la sociedad industrial. La Iglesia no puede inhibirse ante esta situación. Y propone sus soluciones, tanto para el medio urbano como para el medio rural, como otras corrientes proponen las suyas.

- Se buscan soluciones, mediante este movimiento, a los problemas que acuciaban al campo… ¿Cuáles eran principalmente  esos problemas?

-Los problemas del campo en estos tiempos de finales del s. XIX son bien conocidos y estudiados por los especialistas. L. Germán y C. Forcadell acertadamente presentan la crisis finisecular de Aragón en la clásica obra de Garrabou. La crisis se hace patente en todas las actividades agrícolas: ya está afectando a las viñas la plaga de la filoxera; los cereales están sufriendo la competencia de los trigos extranjeros y las harineras del litoral se surten de materia prima de otros países, los olivos están dañados por serias heladas. Más allá de estos datos relacionados con la producción, encontramos otros problemas en nuestros pueblos: analfabetismo en altos porcentajes, presencia del dominador cacique, el cruel usurero explotando al campesino, pobreza en las casas, parcelas pequeñas, escasa maquinaria, delicada salud y abandono tanto de los políticos como del gobierno, acentuada emigración… Recomiendo la descripción que el francés Marvaud hace de la ribera del Jalón en uno de sus viajes realizado en 1912-1913. A esos problemas corresponderán las soluciones que los católicos presentan: sindicatos agrícolas, escuelas dominicales y nocturnas, cooperativas de consumo, mutualidades del ganado, sociedades de socorros mutuos, cajas rurales, cooperativa farmacéutica, círculos de recreo, bibliotecas, ciclos de conferencias relacionadas con la producción, compras en común de abonos, acceso a la maquinaria, disposición de aperos del campo…

- ¿A qué obedece, humanamente hablando, ese movimiento… a esas actitudes generosas y voluntaristas?

-Por supuesto. El movimiento en sus comienzos responde a actitudes generosas y voluntaristas. Surgen las iniciativas de forma espontánea y lógica en personas que disponen de tiempo, tienen un cierto nivel cultural y, sobre todo, son generosas; podemos pensar en maestros, boticarios, veterinarios, el cura, especialmente, que opera como un auténtico liberado. Su actuación y su esfuerzo por fundar una cooperativa o una sociedad de socorros mutuos no responden a ninguna consigna jerárquica, sino a la lógica y sentido común. Tan sólo tiene que contemplar la situación de sus convecinos que adolecen de todo para poner a disposición de los mismos sus capacidades y tiempo. Más adelante vendrá la estructura organizativa, las leyes, decretos y organizaciones. Pero en sus inicios, la acción social responde a la generosidad.

- ¿Qué papel importante y diferencial tiene aquí la religión católica que era la predominante?

-Hay que situarnos en aquella época y hay que indicar que por entonces la iglesia católica española no pasaba por sus mejores momentos. El sistema liberal había silenciado su voz (desamortizaciones de Mendizábal, en 1836 y Madoz, en 1854, separación de la Iglesia-Estado en la proyectada Constitución republicana de 1873). Además, en su propio seno se estaba produciendo un doloroso cisma entre los integristas de Nocedal y los “mestizos” de Pidal y Mon, detectado por León XIII que se ve obligado a escribir la encíclica Cum multa (1882) dedicada exclusivamente al catolicismo español; a ello hay que añadir los brotes anticlericales en los comienzos del s. XX. No, la iglesia no pasaba por sus mejores momentos. Pero sí, los católicos sociales eran conscientes de la urgencia en atender al mundo rural. En Aragón, a partir de la Asamblea Social de 1906, surgen numerosos propagandistas que se acercan a los pueblos a promover la  fundación de sindicatos agrícolas y que tendrá su fruto. En 1909 eran 180 los sindicatos fundados. Uno de los propagandistas, el catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Zaragoza Inocencio Jiménez, respondía a la pregunta de por qué su  esfuerzo en la propaganda social, y decía: “Yo voy a los pueblos no para hacer cristianos, sino porque soy cristiano”.

49889871._SX0_SY0_.jpg- ¿Nos puedes hablar y explicar qué objetivos se planteó este movimiento católico desde su fundación?

-Cuando en Agosto de 1904 el obispo de Tarazona, José María Salvador y Barrera, reunía en el palacio episcopal a sus arciprestes les descubría el motivo por el que había que “moverse”: El pueblo no acude como en otros tiempos a escuchar nuestra voz; el pueblo se aleja de nosotros. Mientras nos entretenemos en dirimir rencillas de familia, la revolución y el socialismo nos lo han arrebatado. Hay que ir al pueblo. En la reunión, invitado por el obispo, estaba presente Severino Aznar, uno de los católicos sociales aragoneses más destacado. Él escribe la crónica de la sesión que muy significativamente titula “Los conspiradores”. Este era el motivo, más que suficiente, para emprender un cambio. La gente ya no escucha la voz y esto se debe a la propia desidia de la Iglesia, instalada en la situación como de pacífica posesión; pero ahora las circunstancias han cambiado. Y también ha de cambiar la posición de la Iglesia. Otras corrientes y tendencias están siendo más escuchadas. Urge adecuar el mensaje. De principio es necesario un cambio de postura: si no viene el pueblo, hay que ir al pueblo. Para empezar, hay que dejar el reducto protegido donde se había estado. Hay que salir de la sacristía. Y asimismo hay que cambiar o adecuar el mensaje. Así lo detectaba José Martínez Fraile, coadjutor de Épila y entusiasta seguidor de las doctrinas del P. Vicent, cuando pronunciaba una conferencia a un numeroso grupo de gentes el 6 de mayo de 1906 en los salones de c/ Fuenclara, 2 de Zaragoza, y decía: Tened presente que al imponer Dios al hombre la obligación de ganarse el pan con el sudor de su frente, diole por descontado el derecho a ese pan; y os digo de todo corazón que los que no saben hacer por el pobre más que hablarle de paciencia y del reino de los cielos, obran a medias por lo menos; que si es cierto que no solo de pan vive el hombre, vive principalmente de pan. Hay que dar “pan”, pues; hay que dar algo que les sea útil.  Y útil para estas gentes llenas de inseguridad y penuria es, de principio, el manifestar su penosa situación y esto se acerca a las denuncias sociales. Un ejemplo notable de ello lo encontramos en el discurso  que el canónigo Mariano Supervía (1884) pronuncia ante la Comisión Provincial  de Reformas Sociales y que titula “La religión y la clase trabajadora”. Ante una cincuentena de personas, de todas las profesiones y gremios de Zaragoza, declara lo que es inmoral: “la usura sin tasa que mata lentamente al pobre”, la falsificación de alimentos y bebidas”, “el mezquino jornal, las horas excesivas de trabajo, la escasa ventilación, adulteración de alimentos, falta de abrigo, abandono en la inutilidad y la vejez”, “el empleo de niñas y niños de corta edad en talleres insalubres y en máquinas que debilitan sus escasas fuerzas”, “la esclavitud en pequeño de la mujer cuyo trabajo es pobrísimamente retribuido en los talleres e industrias”. Esto lo estaba diciendo ante funcionarios de la Administración, propietarios de fincas rústicas y urbanas, comerciantes, industriales, profesiones liberales, gentes allegadas a la banca, militares y… obreros. Esto sí que se entendía. Ni que decir tiene que fue felicitado expresamente por los trabajadores.

Por otra parte, el nuevo mensaje tiene que estar, como el pan, relacionado con el bienestar de las gentes. Y a eso se dedican los católicos sociales: a promover instituciones y asociaciones que procuren seguridad y fortaleza a los trabajadores; aparecen los sindicatos que trabajan por el consenso y la unión con los patronos antes que por la resistencia. En 1909 nace la Unión de Sindicatos Obreros Católicos (USOC). En el mundo rural se fundan por todo Aragón sindicatos agrícolas que culminaran en 1909 con el establecimiento del Sindicato Central de Asociaciones Agrícolas Católicas. El objetivo es procurar el bien de las gentes a través de los medios oportunos. Estos son los objetivos que se irán modulando y adecuando a los tiempos.

- ¿Faltaba por conocer con detalle la actuación de los católicos sociales aragoneses en el mundo rural, que es el libro que en estos momentos se presenta?

-Ha habido investigadores cuyo trabajo ha sido encomiable. El tema era relevante y a él se han dedicado. Es el caso de Gloria Sanz que ha recabado datos y los ha dado a conocer sobre algunas asociaciones señeras del mundo rural, como las Cámaras Agrarias o la  Asociación de Labradores de Zaragoza. También ha trabajado sobre algunos sindicatos agrarios locales como el de la Ribagorza y el de Tarazona y Borja. Sus investigaciones las ha plasmado en numerosos libros y revistas. Lo que hacemos nosotros es ampliar la información a todas las comarcas aragonesas. Investigamos y estudiamos cualquier signo de ámbito católico que se produce en el mundo rural aragonés. Y lo situamos en el tiempo y en el espacio. Es una labor de análisis, que a veces resulta monótona, pero que es imprescindible para realizar el trabajo de síntesis de manera que ésta no resulte apriorística y, a veces, simplista. Otro autor que me merece respeto y consideración es Vicente González, que escribió Aragón en la historia social de España. En este caso, sí que desciende a detalles de personas y personajes, de organizaciones e instituciones de ámbito católico pero lo hace centrado en el mundo urbano. Lo que aquí ofrecemos está dedicado y con detalle al mundo rural.

- ¿Cómo ha sido el proceso y la tarea ardua de investigación que además tiene mucho que ver con el proceso de investigación?

-El proceso ha sido muy lento, de años, porque apenas contaba con bibliografía de estas microhistorias y he tenido que consultar en archivos parroquiales, municipales, en boletines y revistas locales, escuchar testimonios orales diversos, acceder a casas particulares además de visitar archivos diocesanos de todas las diócesis aragonesas, archivos provinciales de las tres provincias aragonesas y archivos nacionales. Hay que destacar la importancia que han tenido las hemerotecas.

- La investigación, la recopilación de documentación, el contrastar todo ello… el aproximarse a testimonios más o menos directos sobre vuestro trabajo… es una tarea que requiere trabajo, minuciosidad, pero también de mucha gratificación… ¿qué nos puedes decir?

-Efectivamente  la tarea de investigación requiere mucho trabajo. Puedo afirmar rotundamente que no hubiera podido llevar a cabo este trabajo si no hubiera estado  gratificado. Y no estoy hablando de gratificación económica, que por cierto, no he recibido ninguna. Hablo de que he gozado de la gratificación más opulenta; y es la que procede de tu propia conciencia; este trabajo era un compromiso personal. A mi conciencia era únicamente a quien tenía que responder. En estos momentos me siento plenamente correspondido por la satisfacción del deber cumplido.

- ¿Y qué metodología de trabajo sueles seguir?

-En primer lugar cambiar opiniones con especialistas que de una forma u otra conocen el tema y después de una lectura de bibliografía específica, dedicar muchas horas a recabar datos, recopilar, contrastar, ordenar y, por fin, redactar. Escribir una línea en historia necesita muchas horas de reflexión. El historiador ha de ser minucioso y dejar muy pocos puntos suspensivos. Ha de ser elegante en el relato. Y eso, teniendo presente que esa línea escrita no es apodíctica.

- Trabajas sobre un guión de cuestiones y/o preguntas sobre las que ir encontrando respuestas?

-Qué duda cabe que el historiador debe contar con una línea previa de trabajo que conviene seguir y más si lo que pretendes no es solamente saber sino darlo a conocer. No puedes ofrecer tu saber sin un orden con faltas de claridad en lo referente a los pilares de la historia, que son el espacio y el tiempo. Pero tampoco puedes seguir un guión excluyente marginando las cuestiones que surgen sin esperarlas. Por otra parte, hay que conjugar en este tipo de historia lo brillante y lo obscuro y a veces intrascendente. A decir de W. Benjamin “el que narra los acontecimientos sin distinguir entre los grandes y los pequeños da cuenta de una verdad: que nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse por perdido para la historia”.

- Por cierto ¿cómo es el estado de salud del catolicismo social en la actualidad en Aragón?

-Pienso que goza de buena salud, en el sentido de que encontramos en la iglesia aragonesa una alta consideración a la atención de los marginados a través de parroquias e instituciones. Además, y como siempre, en la comunidad eclesial aragonesa existe una minoría cuyo compromiso social es muy profundo como corresponde al seguimiento evangélico, que busca siempre el servicio y nunca el poder. Y esto, en una sociedad “líquida” como la actual que rehúye el compromiso según el sociólogo Z. Bauman, es digno de señalar.

 

 

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