La Librería de El Sueño Igualitario

carnede-1.jpgCazarabet conversa con...   Mariano Velasco Lizcano, autor de “Carne de cañón (La Mancha-Cuba: 1868-1898)” (Círculo Rojo)

 

 

 

 

 

Un estudio apasionado y una investigación humana y minuciosa de este investigador manchego sobre los ciudadanos manchegos que participaron de la pérdida de Cuba; aún después de una lucha encarnizada que los convirtió en carne de cañón.

El libro lo acaba de editar Círculo Rojo.

Aquello que nos explican del libro desde la propia editorial:

Detrás de la política, detrás de los tejemanejes diplomáticos, detrás de las tácticas, de los espías, de los mapas y de las estrategias…
Detrás de las guerras hay vidas humanas.
Vidas que son herramientas. Pequeñas piezas en el gran rompecabezas de la guerra, pero grandes engranajes para las familias que los ven partir, a menudo con el terrible presentimiento de que no volverán.
Atrás quedan mujeres, hijos, hermanos, padres… Y también paisajes, costumbres, tradiciones, pueblos. Todo se descuelga de los hombros cuando el barco parte hacia un rumbo incierto, pero quedan las imágenes en la cabeza: los campos labrados, las tierras rojas, las calles polvorientas, las hogueras en la madrugada, las paredes encaladas, los lagares y zaguanes, los hogares donde la llama siempre calienta…

El autor, Mariano Velasco Lizcano:

El autor, se presenta a sí mismo:”Vine al mundo en Alcázar de San Juan, el año en que los soviéticos acabaron con el alzamiento popular en Hungría, y en el mes en que se inauguraron los Juegos Olímpicos de Melbourne, los primeros de la historia que se celebraban en el hemisferio Sur. Sin duda en este lugar de La Mancha, en vez del calor que reinaría allí, haría mucho más frío y quizá lloviera y tronara para hacer honor a Santa Bárbara, patrona que se corresponde con el día en que nací. La verdad, no fue un mal año.

Pero desde luego debieron de pasar muchas lluvias y muchos fríos hasta que sentí la llamada que me permitió escribir algo razonable por primera vez. Fue un artículo de opinión que publicó la prensa local y que aún hoy, todo hay que decirlo, me sonroja leer. Porque la verdad es que en aquel entonces lo que yo quería era escribir novelas y cuentos, y en el intento, lo que son las cosas, varios de ellos merecieron el reconocimiento de algún galardón. Y así pasó el tiempo hasta que un buen día desperté a la contemplación del Medio que me rodeaba, lo que me llevó directo hasta el mundo de la investigación. Como correlato llegó la Universidad, la licenciatura, y una Tesis doctoral que alcanzó el I Premio de Investigación a Tesis Doctorales del Consejo Económico y Social de Castilla La Mancha en el año 2002

Ya hemos conversado más veces con este autor:

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/velasco.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/velasco2.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/mancharoja.htm

 

 

Cazarabet conversa con Mariano Velasco Lizcano:

Mariano-Velasco-Lizcano.jpg-Mariano, en todas las guerras aparece el termino de utilizar las tropas como «carne de cañón», y en el tuyo no es para menos. Siempre aparecen soldados que fueron usados sabiendo que se les enviaba a una muerte segura, tratados como colillas, sin que se estimase su vida. Y en la guerra de Cuba no fue menos. Coméntanos.

-La expresión "carne de cañón" goza ya de una larga trayectoria. El diario ABC la utilizó por primera vez en 1892. Al Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) entró en 1952. Mucho antes Shakespeare la empleo en Enrique IV, 2ª parte, a finales del siglo XVI. En todo caso, a pesar de la distancia en el tiempo, siempre con la misma acepción: jerga para referirse a las tropas de combate que eran fácilmente sacrificadas para conseguir objetivos militares dada la baja "calidad e importancia" social de sus componentes.

Así, pues, la elección de esta expresión como título de una novela cuyo contexto de acción se circunscribe a las guerras coloniales cubanas de finales de siglo no parece constituir ninguna excepción. Porque efectivamente, en todas las guerras que han sido y serán, siempre se ha utilizado y se utilizará la "carne de cañón". Pero en este caso la elección fue premeditada, porque a mi parecer, los contingentes enviados a Cuba fueron doblemente considerados  y utilizados como tales; una en el sentido clásico de tropas bisoñas, mal preparadas, que podían emplearse y sacrificarse sin pudor a los objetivos militares; pero en una segunda consideración podríamos referirnos al conjunto social más desfavorecido, analfabeto casi en su totalidad, sin medios económicos para redimir el servicio, que fueron expuestos a condiciones infrahumanas de subsistencia, sacrificados a sabiendas a los condicionantes climáticos y de insalubridad. Esto es, doblemente utilizados como «carne de cañón»: contra los insurrectos cubanos, y contra las enfermedades  tropicales que los diezmaron hasta convertir a Cuba en un gigantesco cementerio español.

-En tu opinión ha habido algún punto de inflexión que haya marcado un antes y un después de este concepto de «carne de cañón».

-Lamentablemente tengo que responder con toda sinceridad que en mi opinión no ha habido ningún antes ni después que haya conseguido modificar el concepto de "carne de cañón". Si acaso para acrecentarlo transponiéndolo a otras cuestiones sociales y/o aspectos de la vida. Hoy como «carne de cañón» podría considerarse a ese enorme conjunto de la humanidad que eufemísticamente denominamos tercer mundo o países en vías de desarrollo. "Conejillos de indias" sacrificados en los frentes de la guerra económica que ha impuesto el bando ideológico ganador tras la caída del Muro de Berlín: el neoliberal y sus políticas de globalización.

-Para los reclutas y gente sin recursos ya fue cruel el propio reclutamiento, ¿no?

-Durante el periodo considerado (1868-1898) la duración del servicio militar fue siempre muy larga. Entre 1856 y 1882 fue de ocho años, repartidos en cuatro activos y cuatro de reserva, a excepción del año 1878 en el que se redujo a seis años. Posteriormente la duración se incrementó hasta doce años, aunque se redujo a tres el servicio activo (leyes de 1882, 1885 y 1896) y tres de reserva activa. En todo caso los mozos reclutados que fueron enviados a Cuba durante los dos conflictos bélicos (1868-1878 y 1895-1898) permanecieron todos ellos un mínimo de cuatro años en el servicio activo. Lo que implicaba, además de su larguísima duración, una penuria insufrible para sus familias que se veían privadas de la ayuda y sustento de esos "brazos" durante tan largo periodo de tiempo. Por otro lado, las leyes permitían "la sustitución" y la "redención a metálico" para los quintos que pudieran abonar una determinada cantidad (entre 1500 y 2000 pesetas), montos inalcanzables para la inmensa mayoría del pueblo. Doble injusticia y sufrimiento: por la larga duración del servicio, y porque sólo lo cumplían los más desfavorecidos.

Foto 1--644x362.jpg-¿Cómo iban de preparados para la guerra en aquel territorio inhóspito?

-Sencillamente nunca fueron preparados. Las levas y reclutas se efectuaban siguiendo las necesidades de la guerra, por lo que era frecuente que resultaran insuficientes los reemplazos ordinarios teniendo que recurrir en muchas ocasiones a la movilización de las fuerzas en la reserva. Tanto unas como otras —las tropas recién reclutadas como aquellas que ya habían dejado el servicio activo— fueron enviadas "al matadero" en unas penosas condiciones de preparación militar, sin prevención alguna para enfrentarse a las duras condiciones climáticas ni asepsia frente a las temidas enfermedades tropicales que los diezmaron nada más llegar. Puede decirse que las bajas sufridas por el ejército expedicionario español, en proporción de uno a seis, lo fueron por enfermedad, elevándose en algunos frentes específicos, como fueron las trochas,  a la proporción de uno a diez.

La única excepción la constituyó el armamento de dotación: el fusil máuser, tal vez la mejor arma para la infantería disponible en la época.

-¿Cómo les fue a los manchegos en estas guerras?

-Pues como a los demás, bastante mal. Hay que considerar que la recluta manchega, sin excepción, pertenecía a las clases más bajas de su estrato social, hombres sin preparación cultural alguna que si bien estaban curtidos por el durísimo trabajo y condiciones del medio al que habían de someterse desde muy temprana edad, nunca lo estuvieron para las condiciones de la vida militar en climas como el cubano. La mortandad en ellos fue elevadísima, generalmente derivadas de las fatigas durante las marchas agravadas por la enfermedad.

No obstante algún caso hubo que forjó carrera militar por méritos de guerra. El capitán Manuel Segura, Manuelillo, uno de los personajes centrales de la obra, está inspirado en un ejemplo tomado de la vida real: el capitán Negrillo, un pastor manchego que alcanzó el grado de oficial.

-La guerra de Cuba engloba varias "fases", por llamarlo de alguna manera: ¿hubo algunas de ellas con mayor participación o iniciativa manchegas?

-En realidad se trata de episodios bélicos diferenciados. La primera guerra, denominada "Guerra de los Diez Años" se desarrolló durante el periodo de 1868 a 1878, y se dio por finalizada tras la Paz de Zanjón lograda por el general Martínez Campos. Si bien fue seguida por un conflicto de menor entidad "La Guerra Chiquita" desarrollada durante 1878-1879 por aquellos insumisos que no estuvieron conformes con los acuerdos de Zanjón. Posteriormente, en 1895, se inició un nuevo conflicto independentista que acabó involucrando a los Estados Unidos que declararía la guerra a España en 1898. La derrota frente a los americanos supondría el final del Imperio español.

En todos estos conflictos bélicos la participación manchega sería siempre similar y se limitaría a la recluta obligada de quintas por las leyes del servicio militar. No se constata ningún contingente de voluntarios de la zona, si bien los manchegos siempre fueron sumisos y fieles al cumplimiento de la ley, dándose, a diferencia de otras zonas o regiones españolas, un porcentaje bajísimo de prófugos y/o desertores. Mucha lealtad la de los manchegos para tan triste pago oficial.

mariano-velasco.jpg-¿Qué era lo peor que les tocaba vivir aparte, claro está, del combate?

-Sin lugar a dudas y con mucha diferencia las condiciones de vida y enfermedades. Ya desde el instante mismo del embarque marítimo y la partida, hacinados en las bodegas de los buques, aquejados durante días del "mal del mar", mal alimentados, infectados, casi comidos por los parásitos, hasta el momento del desembarque, el encuentro con aquel sofocante calor tropical, el nefasto trato cuartelero. Y posteriormente la cotidiana vida en zonas de guerra donde lo de menos era el combate: días y días construyendo rudimentarios fuertes y trincheras, agotados de fatiga por el ininterrumpido trabajo, carentes de agua y casi alimentándose exclusivamente de palmitos… La fiebre, el hambre, la sed, las cortinas de mosquitos, aquellos fueron los auténticos enemigos que les iban a derrotar.

-¿Por qué dedicas un libro a este episodio que si bien trascendente para Cuba, también lo fue para España y los españoles?

-Creo haber tenido en otras ocasiones la posibilidad de comentar mi pasión por la historia, y más concretamente, por el estudio de la historia ecológica y social contemporánea en mi territorio manchego natal, terreno en el que encontré un vació historiográfico que admitía todo tipo de posibilidades para poderlo estudiar.

Así, pues, investigar los pasajes de la historia manchega a través de momentos especialmente convulsos del acontecer nacional constituye una línea que se me antoja idónea para elaborar un continuo no sólo histórico, sino cultural, etnográfico y ecológico, del panorama político-social vivido en esta tierra, por otro lado un solar olvidado, casi siempre desconocido más allá del Quijote universal.

Surgieron así varias obras: Mancha Roja, o la más reciente Guerrilleros —la Mancha durante las guerras napoleónicas—, un trabajo que me permitió reflejar la Mancha en la transición del absolutismo a la modernidad (comienzos S. XIX). En esta misma línea, las posteriores guerras cubanas de finales del siglo XIX me han permitido estudiar el modelo de la sociedad manchega instalada ya en la supuesta modernidad política liberal, si bien muy poco o nada evolucionada en lo que se refiere a lo social. A ello quizá podría añadir un interés personal por estos episodios bélicos que, aún sin saber muy bien por qué, siempre me han ejercido una extraña fascinación.

-¿Tenía España el concepto o se creía poseedora del estatus de polis, considerando como meras colonias a Cuba, Filipinas, Guinea y lo poco que quedaba en el siglo XIX?

-Quizá lo primero que resultaría conveniente matizar es que España a comienzos del siglo XIX aún conservaba intacto su inmenso imperio colonial; un imperio que comenzó a desmoronarse tras los movimientos de emancipación americanos derivados de la inercia nacionalista surgida en la Península tras el enfrentamiento con Napoleón. Pero todavía a finales del siglo XIX el balance colonial español no era nada desdeñable. Aún continuaban dependiendo de la metrópoli un conjunto de islas y archipiélagos repartidos por todos los mares y a inmensas distancias: Fernando Poo y las islas del Golfo de Guinea, Cuba, Puerto Rico, las islas Filipinas, Carolinas, Marianas, Palaos, Río Muni… Extensísimos territorios que suponían una fuente de constantes problemas para el Estado.

La escasa capacidad diplomática, económica y militar de España como metrópoli la hizo absolutamente dependiente en lo internacional de Francia e Inglaterra, potencias a las que tenía que recurrir cuando surgía cualquier conflicto. Por ello el papel de España como "madre patria" de un imperio colonial siempre fue muy peculiar, excepción hecha de las islas antillanas —Cuba y Puerto Rico— donde sí se ejerció con total impunidad el concepto de metrópoli explotadora de su dominio colonial.

-Eran las políticas de "las polis" las que asfixiaban a los países y a los ciudadanos y ciudadanas (de aquí y de allí) como efecto en cadena; un efecto colateral o secundario en su acción, ¿no?

-Sin lugar a dudas. Las políticas administrativas y económicas impuestas a "las islas" siempre lo fueron en un sentido unidireccional que favorecía en todo los intereses de la polis, estableciendo normas restrictivas a la importación-exportación, medidas arancelarias, etc., que prácticamente convirtieron los suelos antillanos en una mera extensión del mercado nacional sin que existiera reciprocidad. Ello coartaba enormemente las posibilidades de progreso y desarrollo de sus ciudadanos. Lo que aumentó durante unos años un sentimiento de agravio y explotación que tomó forma en el sentimiento patriótico independentista que al final conduciría a la emancipación del resto del imperio colonial.

photo.jpg-Mariano, ¿cómo ha sido el proceso de documentación para la redacción de este libro? ¿Y la metodología de trabajo?

-Muy similar al utilizado para los trabajos anteriores: investigación cronológica, geográfica e histórica, y sistematización de los datos para facilitar la narración. Si bien Carne de cañón presenta una especial singularidad, pues en principio fue concebida y escrita como ensayo de investigación —en la línea de Mancha Roja— y sólo posteriormente, tras la razonable aceptación de Guerrilleros como novela histórica, o historia novelada según se quiera calificar, surgió la idea de trasladar el ensayo previo a la forma literaria de novela histórica, lo que supuso dificultades añadidas, desde la elección y caracterización de los personajes, hasta su adaptación a una trama congruente con la investigación original. El resultado, sin embargo, creo que ha valido la pena, si bien ha alargado bastante el proceso de creación. En definitiva, tres años de trabajo tras Carne de cañón.

-¿Tan brutal fue el efecto de la pérdida de las colonias?

-El final del siglo XX marca un punto de inflexión en la concepción estratégica del poder de las Naciones en el tablero mundial. Quedó bien reflejado en el discurso que en mayo de 1898 pronunció lord Salisbury, a la sazón primer ministro de Gran Bretaña,  en el Albert Hall de Londres, y que en esencia venía a definir que los procesos de la industrialización aplicados a la industria armamentística había dividido el mundo en naciones poderosas y "vivas", mientras que el resto quedaba anclado en la concepción de naciones "moribundas" cuyo destino resultaba inexorable y no era otro que el de quedar directa o indirectamente en manos o bajo la influencia de las naciones poderosas.

La pérdida colonial supuso de forma inmediata la caída de España al estatus de "nación moribunda" sin ningún peso específico en el panorama internacional. No sé si esto puede considerarse como un efecto "brutal" para la España de la época. Lo que sí supuso, desde luego, fue un alivio inmediato para las arcas del Estado al poder desligarse del peso económico y social que suponía el anterior mantenimiento del imperio colonial.

-¿Nos puedes avanzar algo sobre lo que estás haciendo ahora?

-Las guerras africanas constituyeron la rémora o "coletilla" en el siglo XX de una manera de entender el mundo: el de las naciones poderosas; un exclusivo club que nos negábamos a abandonar. Ello significó de nuevo sufrimiento y calamidades para los débiles y un cambio importantísimo en la concepción político-ideológica del Estado que concluyó con la caída de la Monarquía y  la instauración de la II República. Ese es el nuevo reto que me propongo narrar.

 

 

 

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Carne de cañón (La Mancha-Cuba: 1868-1898). Mariano Velasco Lizcano
260 páginas       17 x 24 cms.
17,00 euros
Círculo Rojo



Detrás de la política, detrás de los tejemanejes diplomáticos, detrás de las tácticas, de los espías, de los mapas y de las estrategias…
Detrás de las guerras hay vidas humanas.
Vidas que son herramientas. Pequeñas piezas en el gran rompecabezas de la guerra, pero grandes engranajes para las familias que los ven partir, a menudo con el terrible presentimiento de que no volverán.
Atrás quedan mujeres, hijos, hermanos, padres… Y también paisajes, costumbres, tradiciones, pueblos. Todo se descuelga de los hombros cuando el barco parte hacia un rumbo incierto, pero quedan las imágenes en la cabeza: los campos labrados, las tierras rojas, las calles polvorientas, las hogueras en la madrugada, las paredes encaladas, los lagares y zaguanes, los hogares donde la llama siempre calienta…


Mariano Velasco Lizcano
Vine al mundo en Alcázar de San Juan, el año en que los soviéticos acabaron con el alzamiento popular en Hungría, y en el mes en que se inauguraron los Juegos Olímpicos de Melbourne, los primeros de la historia que se celebraban en el hemisferio Sur. Sin duda en este lugar de La Mancha, en vez del calor que reinaría allí, haría mucho más frío y quizá lloviera y tronara para hacer honor a Santa Bárbara, patrona que se corresponde con el día en que nací. La verdad, no fue un mal año.

Pero desde luego debieron de pasar muchas lluvias y muchos fríos hasta que sentí la llamada que me permitió escribir algo razonable por primera vez. Fue un artículo de opinión que publicó la prensa local y que aún hoy, todo hay que decirlo, me sonroja leer. Porque la verdad es que en aquel entonces lo que yo quería era escribir novelas y cuentos, y en el intento, lo que son las cosas, varios de ellos merecieron el reconocimiento de algún galardón. Y así pasó el tiempo hasta que un buen día desperté a la contemplación del Medio que me rodeaba, lo que me llevó directo hasta el mundo de la investigación. Como correlato llegó la Universidad, la licenciatura, y una Tesis doctoral que alcanzó el I Premio de Investigación a Tesis Doctorales del Consejo Económico y Social de Castilla La Mancha en el año 2002.

 

 

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