La
Librería de El Sueño Igualitario
Mari Carmen España Ruiz escribe un ensayo de investigación, muy
minucioso y especializado, sobre la memoria histórica y la fosa de la Puebla de
Cazalla.
El trabajo de esta investigadora ha contado
con el apoyo de la Dirección General de Memoria Democrática y de la Asociación
por la Recuperación de la Memoria histórica de Juan García.
La Fosa de La Puebla de Cazalla estuvo, ella
misma, sepultada debajo de un vertedero de escombros.
La historiadora ha indagado hasta la saciedad
desde un esfuerzo descomunal y su trabajo es la muestra de un trabajo realizado
con la metodología de una disciplina como la historia que se ve influenciada
por ser la nieta de uno de los asesinados y enterrados en esta fosa.
Lo que nos dice el libro:
Este libro describe y analiza en profundidad
el proceso de excavaciones en la fosa situada en la zona civil del cementerio
municipal de la localidad sevillana de La Puebla de Cazalla, desde su hallazgo en 2006 debajo de un
basurero de escombros como culminación a la búsqueda de
respuestas que durante años efectuó la autora de este libro, ante la detención
ilegal y desaparición de su abuelo paterno Manuel
España Gil, un jornalero de Lantejuela
asesinado el 17 de septiembre de 1936, junto a otros seis jornaleros más.
Historiadora y nieta de
desaparecido, miembro activo del memorialismo, narra en primera persona su lucha
con sentimiento emocionado desde la herencia recibida de la herida abierta y
eterna, herida que no ha podido empezar a curarse más que 80 años después, a
cada paletada que la máquina retroexcavadora ha ido dando a la tierra que
ocultaba la verdad y la justicia, en un largo trabajo de exhumación que ha
durado 10 años, quedando pendiente aún parte del estudio e informes sobre el
ADN.
El esmero por su ocultamiento, el osario con el que se mezcló intencionadamente
los cadáveres de las víctimas y la violencia latente -a pesar
del paso de los años- impresa en los cuerpos amontonados y hallados hasta en 7 niveles de enterramientos,
en lo que la autora ha venido en definir como la "Arqueología de la
violencia, arqueología de la verdad", detalla y clarifica aún más la grave
realidad de unos crímenes de lesa humanidad contra población civil ocurridos en
nuestra historia de España que ha sido negada, encubierta y silenciada por el
franquismo, la transición y nuestra actual democracia.
"El Carnero", como así
era conocida la antigua cantera, constituye la fosa más profunda y de mayor
dificultad hallada hasta la actualidad en Andalucía y España. Con 77
cuerpos exhumados, rescatados a 4,30 y 5 metros de hondo, la
historia recogida en estas páginas es una prueba material e incuestionable de
la dura y sistemática represión de clases y de ideas que siguió tras el golpe
militar de 1936. Su proceso de intervención ha sido pionero, motor impulsor y
elemento catalizador en varios momentos del recorrido del movimiento cívico
social de Recuperación de la Memoria Histórica, además de ejemplarizante por la
voluntad política del gobierno municipal morisco.
Lleno de dinamismo y de fuerza, este relato enlaza la dilatada historia de la fosa
con los acontecimientos que van desarrollándose a su alrededor, en
el maravilloso recorrido que realiza el Memorialismo
desde la soledad de las casas de los familiares, columna vertebral del mismo,
hasta la denuncia presentada ante el Derecho Internacional por crímenes contra
la humanidad. Con una visión crítica se
analiza también la impunidad del franquismo, las leyes de Amnistía y Memoria
Histórica, la inhabilitación del Juez Garzón y desde una mirada
particular -a modo de ensayo- se enlaza la existencia vergonzante de las fosas
con temas como la situación crónica del campo andaluz, la crisis del
bipartidismo, la desbordante corrupción, la nula o ausente actuación judicial y
la parapléjica democracia que lidian -como síntomas de que algo no funciona-
frente a una sociedad cada vez más preocupada con los derechos humanos , cada
vez más despierta. La autora plantea que quizás haya sido la memoria genética,
del relevo generacional, uno de los cohetes impulsores hacia esta
transformación, como si todos nuestros muertos no lo fueran y para encontrar su
paz hubiesen actuado como las semillas que son y hubiesen continuado luchando
por las luces del respeto al otro, de la justicia y de la igualdad en la
dignidad de los seres humanos. Y en todo esto, la autora se pregunta que a ver
dónde se colocan la política y el Estado.
Camino sin sosiego el de la Memoria, de
conciencia histórica y de justicia, la fosa
de La Puebla de Cazalla constituye una victoria definitiva sobre las sombras, haciendo
propias las palabras de Niceto Alcalá Zamora al decir: "La memoria parece grande por lo que muestra en recuerdos;
lo es mucho más, por lo que ciertamente esconde".
Algunas definiciones que nos pueden ir bien:
https://es.wikipedia.org/wiki/Crimen_de_lesa_humanidad
Cazarabet
conversa con María Carmen España Ruiz:
-Carmen, ¿cómo recuerdas que fue la primera vez que oíste
hablar de tu abuelo paterno, Manuel España?
-Hacia 1973.
Con 9 años recuerdo aquel instante que la inquietud y la sorpresa congelaron
por siempre, cuando pregunté por la identidad de aquella persona retratada en
aquella fotografía acartonada, distinta, antigua y algo estropeada que siempre
permanecía a la vista de todos y detrás de los cristales del mueble vitrina del
comedor en el piso de Sta. Coloca de Gramenet. La conversación entre mi madre y
yo ha permanecido perfectamente grabada en mi cabeza y como a cámara lenta,
cuando mi madre me respondía que era mi abuelo paterno y que se lo habían
llevado para fusilarlo; recuerdo también la batería de preguntas que me
surgieron tras la identificación de aquel joven vestido de soldado y haciendo
el servicio militar: ¿qué es eso del
fusilamiento?, pero ¿por qué?, ¿qué hizo? Entre mis preguntas algo
incómodas por los largos silencios, mi
madre intentaba contestarme.
-¿Qué sabía tu padre de él y qué te contaba y qué prefería no
contarte?—si era así—
-Mi padre quedó
huérfano con 3 años. Hablaba poco de ello. Ya os he contado que fue mi madre la
primera que me lo dijo, aunque yo veía sufrir a mi padre en silencio desde que
tengo uso de razón con aquella mirada que delataba siempre que sus pensamientos
parecían estar muy lejos de allí en el espacio y en el tiempo. Alguna vez con una
sonrisa me dijo que recordaba a su padre como en sueños, cuando lo montaba
encima de los hombros por la calle, cantando y paseando junto a un pequeño
perrito que tenían. Y su cara se entristecía al momento porque no se acordaba
de nada más, aunque hiciera esfuerzos infinitos. Ávido lector, le encantaba ir
a la escuela, pero casi aprendió sólo porque a muy temprana edad ya estaba en
el campo realizando labores de adulto. Allí fue donde se enteró cómo habían
matado a su padre, quiénes y porqué. Llevaba una herida infinita y eterna en el
corazón y al final tuvo que emigrar del pueblo porque no podía soportarlo más;
lo más duro de ver era a los asesinos hechos los amos del pueblo, paseándose
por la plaza, abusando del proletariado y de todo aquel que se cruzara en su
camino. Eso no lo aguantaba. Señalado como hijo de rojo, incluso en los
informes que en 1964 llegaron a Barcelona para poder entrar en la Pegaso, no
perdió dos oportunidades que se le presentaron para hablar a la cara con los
gatilleros de aquella cuadrilla falangista, pasados los años y las décadas, en
alguna ocasión cuando volvíamos de vacaciones a Lantejuela
(Sevilla). Fue en el 2000 que se enteró por una vecina a punto de morir y que
lo llamó, del día en el que se llevaron a su padre: el 17 de septiembre de
1936, con destino al cementerio de La Puebla de Cazalla. Yo no supe de esta
última información hasta finales de 2004 o principios de 2005, cuando mi madre
me escuchó hablar sobre el cementerio y sus rejas negras por teléfono y al ver
la coincidencia de versiones me llevó hasta un papel que mi padre –fallecido en
2001- dejó escrito y en el que había anotado la fecha de la desaparición.
Ahora sabemos
muchas cosas de mi abuelo: que era una buena persona, un “trocito de pan” como
siempre dicen de él. Con las ideas claras, apoyó al alcalde destituido y
socialista republicano Juan Cadenas García en una reunión pública en la plaza
tras el golpe de estado “Yo estoy
contigo; habla, habla que para eso estamos nosotros aquí, para defenderte…” y
eso fue el detonante de su asesinato. Jornalero de profesión soñaba con un
mundo mejor, y él y su esposa Carmen no
dudaron en formar parte de aquella inmensa masa de población que luchaba por la
libertad y la igualdad en España, queriendo poner en práctica ideas mucho más
avanzadas que en el resto de Europa.
-La familia de tu abuelo, como la de otros tantos, sabía poco
más o menos cómo habían ido las cosas y dónde se encontraban o cómo fue el
proceso de hacerse con esa información…
-Explicar el
proceso para hacerse con la información de dónde se encontraba el cadáver de mi
abuelo, me ha llevado décadas y ocupa casi un capítulo entero del libro. Mi
abuelo, como tantos otros desaparecidos, y gracias a la política de olvido y de
mentiras de los sucesivos gobernantes de este país, tanto en la dictadura como
durante la democracia, han provocado que, aparte de la dieta asquerosa que nos
han hecho tragar sobre nuestra historia, hayamos visto a todos los miles de
desaparecidos como fantasmas en nuestras vidas, en nuestras casas, borrando
incluso la idea de poder recuperarlos. ¡Como si no tuviéramos derecho a ello!. Hasta que hemos despertado. Nada se amarra para siempre y
más cuando ese amarre es en falso y cuando se trata de crímenes de lesa
humanidad. Después de muchos años
creyendo que el lugar de enterramiento había sido en algún sitio de la cuneta
de la carretera que une Lantejuela con La Puebla de
Cazalla, es decir, un lugar imposible de localizar, en el año 2005, casi en mitad del auge del
movimiento memorialista, y por casualidad –aunque creo ya que nada son
casualidades en la vida- hablando con un viejo amigo y político de Lantejuela Félix Gómez Ruiz, y trasladándole mi eterna
preocupación, me dice de repente que los que se habían llevado para fusilarlos
de Lantejuela están en el Cementerio de La Puebla, al
fondo del todo, en la llamada zona civil. Ahora sí: yo ya tenía conocimiento de
un lugar concreto, un sitio donde fijar todas mis actuaciones, algo físico al
que dirigirme.
-Es triste que en un país democrático tengan que ser las
familias las que tiren del carro a la hora de recuperar los cuerpos
de sus familiares de fosas comunes, cunetas para darles un descanso con los
suyos.
-Es triste, muy
triste y agotador –hablo en primera persona incluso- de manera física y mental
y es vergonzoso y vergonzante. 11 años de proceso de exhumación en La Puebla de
Cazalla, desde el 2006. Todavía tenemos pendiente las pruebas de ADN, una
identificación pendiente desde 1936. Las
familias, sin lugar a dudas, somos la columna vertebral del movimiento de
recuperación de la Memoria Histórica, del Memorialismo,
como me gusta llamarlo, porque es en nuestras casas donde no se han olvidado a
estas personas que fueron asesinadas dentro de un plan sistemático de represión
cruel, usando el terrorismo de Estado. Pues bien, debería ser ahora el Estado,
y no las familias, desde una política de
Estado, el que intentase recuperar nombre a nombre cada uno de los desaparecidos,
cada uno de los asesinados que murieron por defender esta democracia, con la
que nuestros representantes políticos se les llena la
boca cuando hablan. Que den orden para
que los archivos de la Guardia Civil se puedan analizar: allí están los datos
exactos de la localización de todas las fosas y los nombres de todas las
personas asesinadas por el fascismo triunfante de este país que ocupó el poder.
-Porque si lo hace, por ejemplo, un juez lo apartan de su
trabajo.
-El 14 de
diciembre de 2006 –a punto de finalizar la conmemoración del mismo como Año de
la Memoria Histórica- se había abierto la senda que conduciría a las denuncias
de las desapariciones en España como crímenes de lesa humanidad ante el Derecho
Internacional.
Por el cariz
que este tema tomó de consecuencias todavía insospechadas (la última es la
declaración del ex ministro franquista Martín Villa ante la Jueza Servini, pero con la seguridad de no ser detenido al pisar
suelo argentino), en la justicia española se decidió perseguir al Juez Garzón,
que fue el único intento que un juez español ha llevado a cabo para investigar
los crímenes cometidos por el franquismo, lo que motivó apoyos de un amplio
abanico de organizaciones tanto en el ámbito jurídico como en el ámbito de la
defensa de los derechos humanos y de la memoria histórica: la Comisión Internacional de Juristas (CIJ),
Amnistía Internacional, la Asociación Española para el Derecho Internacional de
los Derechos Humanos (AEDIDH), la Asociación Pro Derechos Humanos de España
(APDHE), la Coordinadora de Asociaciones para la Memoria Histórica y
Democrática, etc..
Cuando apartan
al juez Garzón de su trabajo, nos dejan nuevamente huérfanos, sin tutela
judicial en España a las víctimas, con lo que comenzaba a verse la posibilidad
de acudir a otras vías donde se reconociera el derecho actual a la justicia,
como eran el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, y la justicia en otros países, ya que la nuestra,
al servicio de los mismos de siempre, no nos ha servido en nada.
-Muchas cosas se debieron hacer mal en el período de la
transición para que después de años de democracia solo se hayan producido
medidas de maquillaje para con los represaliados y represaliadas de la guerra y
la dictadura. ¿Qué nos puedes reflexionar?
-Uy. Habría
para otro libro con esta cuestión que me planteáis. Un país no puede amputar su
propia historia. Esa es la lección aprendida de nuestro caso, del caso de
España y la lucha por la memoria histórica. Por tanto, es una lección de
dimensión universal como dice mi amigo el periodista Martin Jönsson,
responsable del documental sobre la historia de la fosa de La Puebla de
Cazalla. Durante la transición se perdió, mejor dicho, se quisieron perder
testimonios vivos, ciertos, a flor de piel, de todos los lugares de
enterramientos ilegales, de toda la represión vivida; era el momento de hacer
justicia, de decir la verdad, de hablar de las víctimas y de darles un entierro
digno. Pero no interesaba: eran demasiadas víctimas, demasiadas pruebas
físicas, que condenarían sin lugar a dudas un régimen que sustentó y enriqueció
más a la oligarquía, por lo que interesaba que el orden de cosas siguiera como
estaba, aunque con algo de maquillaje. Creo que era un plan establecido por
ellos, por los mismos de siempre, para quedarse donde siempre. Nos vendieron la
transición junto con la Ley de Amnistía como el menor de los males, y luego la
elevaron hacia algo modélico y de modélico no ha tenido nada. Porque los
crímenes siempre vuelven, como fantasmas. A pesar de décadas de silencio y de
desinformación, de mentiras, vuelven; vuelven en forma de una sociedad dividida
y profundamente corrupta, hasta los tuétanos. Vuelven en forma de nietos y
biznietos haciendo preguntas obvias, de estudiosos que también forman parte del
Memorialismo y que buscan los papeles escondidos y se
cercioran dato a dato, pueblo a pueblo,
de la hecatombe mortífera que sufrió este país, de periodistas también
que no se explican como el Valle de los Caídos sigue existiendo. Esto pasa
hasta que se consiga un mínimo de justicia, y ese mínimo de justicia es
solamente la verdad.
Los maquillajes más modernos, a
los que han estado obligados –tanto gobierno estatal como autonómico andaluz-
por nuestro empuje como movimiento cívico social, han sido resortes que hemos podido ir
utilizando para recuperar algunas de las víctimas, en casos y lugares
puntuales, pero se hace todo con mucha lentitud y a veces esta política de
paños calientes no han servido más que de cortapisas, de bisagras para dejar
pasar el tiempo y que nos aburramos. Hablo de la Ley de Memoria Histórica, por
ejemplo. Y vuelvo a decir que es
necesaria una política de Estado verdadera La Ley de Amnistía debe derogarse
por ilegal; la ONU lleva mucho tiempo pidiéndolo. Así están las cosas. Y de la
actitud del gobierno actual, con su negativa, es una ofensa para nuestras
víctimas que son las de todos; para ellos es más cómodo reconocer otras
víctimas, como las del terrorismo cruel de ETA.
-Amiga,
¿cuándo y de qué manera se empezaron a señalar las fosas?
-Como otros compañeros de la
Memoria Histórica, prefiero también referirme a las fosas como enterramientos
ilegales, que eso es lo que son. La historia de la fosa de La Puebla de Cazalla
es anterior a la Ley de Memoria Histórica y pionera dentro del Memorialismo. Los protocolos de actuaciones y de exhumación
que se desarrollaron posteriormente no afectaron a la dinámica en torno a la
fosa y nosotros nos acogimos desde el principio al Decreto 334/2003, siguiendo
desde entonces su propia excepcionalidad.
En 2008, durante la segunda fase de excavación, este caso hizo incluso
de catalizador de todo el movimiento por cuanto nos cerraron desde el gobierno
andaluz los trabajos que se estaban realizando con más de 10 cuerpos a la vista
por falta de presupuesto, lo que hizo que múltiples asociaciones, historiadores
y familiares decidieran manifestarse en la Plaza de la Gavidia
para protestar por el cierre. Actualmente cada sábado final de mes sigue
produciéndose esa concentración.
Un año antes, el 9 de octubre de
2007 en primera plana del “Correo de Andalucía” se publicaba un extenso
artículo en el que se hacía referencia a la Memoria latente en Sevilla,
recogiendo los primeros resultados que ofrece AMHyJA
tras dos años de investigación. Con el título “El mapa de fosas de los
cementerio olvidados”, el artículo recogía, junto a gráficos la localización de
119 fosas comunes con unas 11.000 víctimas de la represión franquista en
Sevilla; se hablaba de la dificultad de este estudio que se había topado de
frente con el miedo que “permanece aún latente en la sociedad”, al tiempo que
se demandaba de las administraciones apoyo e infraestructura necesarios para
proceder a las exhumaciones, empezando por la dignificación de los cementerios
clandestinos como lugares de Memoria, recogiendo las valoraciones de Ángel del
Río, coordinador del mapa de fosas de la Asociación.
Conforme a lo previsto en el artículo 12.2 de
la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos
y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia
durante la Guerra Civil y la Dictadura, el Gobierno de la nación tenía el
encargo de confeccionar un mapa integrado de todo el territorio español en el
que constaran los terrenos en que se han localizado restos de personas
desaparecidas violentamente durante la Guerra civil o la represión política
posterior. Según el citado artículo, a este mapa se incorporarían los datos
remitidos por las distintas Administraciones públicas competentes, para lo que
se han firmado los correspondientes Convenios de colaboración con varias
Comunidades Autónomas.
En dichas actuaciones
destaca la elaboración del Mapa de Fosas en las ocho provincias andaluzas,
financiado mediante subvenciones concedidas al amparo de la Orden de 30 de
junio de 2005, en materia de Recuperación de la Memoria Histórica, y de la que
fueron beneficiarias la Asociación Memoria Histórica y Justicia de Andalucía,
la Asociación Guerra y Exilio, la Asociación Granadina para la Recuperación de
la Memoria Histórica y el Foro Ciudadano para la Recuperación de la Memoria
Histórica de Andalucía.
Complementariamente a
ello, se suscribieron con fecha 20 de diciembre de 2005, convenios de
colaboración con nueve de las Universidades públicas de Andalucía para la
realización de las actuaciones que se subvencionen sobre el
denominado mapa de fosas de Andalucía y un posterior estudio de
correlación histórica y sistemática así como la elaboración de un estudio final
y unitario debidamente coordinado a nivel de todo el territorio andaluz.
Entre 2007 y 2009 se
procedió a visitar cada uno de los municipios andaluces y a recopilar la
información documental u oral disponible. Gracias a la subvención de la por
entonces Consejería de Justicia y Administración Pública, la Asociación
Memoria, Guerra y Exilio inventarió las provincias de Almería, Jaén y Málaga;
la Asociación Memoria Histórica y Justicia de Andalucía hizo las de Cádiz,
Huelva y Sevilla; el Foro Ciudadano para la Recuperación de la Memoria
Histórica realizó la provincia de Córdoba y la Asociación Granadina para la
Recuperación de la Memoria Histórica levantó la provincia de Granada.
Las fuentes de
información para la efectiva localización de las fosas han sido en un 90 % de
los casos el testimonio oral de testigos, familiares o investigadores locales.
Pero además, la consulta de los registros civiles, judiciales y de los
cementerios ha permitido constatar la existencia de ejecuciones en esos
municipios e identificar los nombres de las víctimas en la mitad de los casos.
Una vez finalizado el
trabajo de campo, los datos recogidos en las entrevistas fueron normalizados y
codificados en una base de datos común, organizada en una estructura de 21
campos principales y 10 tablas asociadas. Esta base de datos ordenó la
información recogida relativa a la identificación de cada fosa, su
localización, la descripción de sus características, el relato histórico sobre
las circunstancias de su apertura, una estimación del número de víctimas y la
enumeración de las actuaciones de monumentación o
exhumación que haya conocido.
Esta base de datos fue
a su vez revisada y homogeneizada por un Comité Técnico de Coordinación,
formado por investigadores de todas las universidades públicas andaluzas. Fruto
de este último trabajo ha sido la conversión de la base de datos inicial en un
verdadero mapa con precisión cartográfica.
La última fase en este
proceso de elaboración del Mapa de fosas de las víctimas de la Guerra
Civil y la posguerra en Andalucía ha sido su publicación, tanto en
Internet como en soporte de DVD. Hablamos ya de 2012 y estamos en 2017. Quedan
muchas fosas por exhumar y muchas pruebas de ADN por empezar y concluir.
Trabajo titánico que nos podríamos haber ahorrado ya desde 1979, 1980 ó 1981.
Hemos mandado equipos técnicos a países de Centro América o a Bosnia para
intervenir en fosas recientes por las guerras y en nuestro país hemos acallado
las nuestras.
-Pero esas fosas, como la de La Puebla de Cazalla, se querían
esconder y de hecho se hacían de mil maneras, ¿no?, además con la implicación
de las altas esferas…
-La fosa de La Puebla de Cazalla
fue localizada el 29 de noviembre de 2006, a más de 4 metros de profundidad, a
los 5 metros ha llegado en ocasiones. La fosa más profunda de toda Andalucía y
de España y la fosa técnicamente más difícil y de mayor dilatación en el tiempo
de todas hasta la fecha intervenidas, por estar uno de sus perfiles, más de
media fosa, debajo de un bloque de nichos de osario, que sólo se logró quitar
en febrero de 2014. Esta fue la penúltima manera empleada para esconderla. La
última fue un vertedero de escombros para simbolizar el más profundo olvido.
Hasta 7 niveles de enterramientos; grupos de víctimas amontonados, arrojados
otros, apilados algunos, aprovechando al máximo el espacio disponible. 4 fases
de intervención: 2006, 2008, 2009 y 2014.
Originariamente había sido una
cantera de tres metros y medio de profundidad situada al fondo de la zona civil
de enterramientos del Cementerio Municipal, que los falangistas en 1936 no
dudaron en usar como lugar de matanza y ocultamiento. Así consta en los Plenos
de la Junta Gestora. A aquel macabro lugar llegaban de los pueblos de alrededor
los que iban a ser ejecutados y escondidos o perdidos, según pensaban ellos, para
siempre. Todo ello bajo la orden de la Comandancia Militar. Tres meses antes
del inicio de la búsqueda de la fosa por todo el cementerio, el jefe de la
falange local Manuel Barroso había fallecido, no sin antes haberse jactado una
vez más de que la fosa nunca se encontraría. Los cuerpos eran ocultados con
tierras de diferentes colores, eran también bañados en inmensas cantidades de
cal viva, o quemados o mezclados con los huesos de osario que se tiraban
también allí. Ya después, en época democrática, como he contado se colocó ese
bloque con 140 columbarios, para que quizás nadie sospechara los crímenes que
había debajo. Por último un vertedero de escombros de obra se trasladó al
instante allí, en el momento mismo en que yo comenzaba a hacer muchas preguntas
al alcalde de La Puebla. Da la sensación, que cada alcalde entrante de cada
pueblo de España ha sabido por boca del saliente donde estaban las respectivas
fosas y donde debían tocar y donde no.
Por último, la solicitud de que
la fosa fuese declarada Lugar de Memoria Histórica, la presentó el Ayuntamiento
de La Puebla de Cazalla, coordinado con la Asociación de familiares de las
víctimas “Romance de Juan García” el 30 de diciembre de 2012. Iniciado
procedimiento para la declaración por la Dirección General de Memoria
Democrática de la Junta de Andalucía, en fecha 23 de enero de 2013 se incluía
la “fosa común del cementerio de La Puebla de Cazalla” en el listado de Lugares
de Memoria. El 25 de marzo de 2014 se descubría la placa.
-¿Con
qué dificultades más frecuentes y “cotidianas” comunes a cualquier fosa se
encuentran las familias para hacer frente a esta injusticia?-¿Y vosotros en
particular en el caso tu abuelo?
-Como ya he comentado, la fosa
de La Puebla fue de las pioneras junto con la gran fosa de Málaga con más de
dos mil víctimas exhumadas. Los dos procesos fueron coetáneos en el
tiempo. En aquel momento sólo existía un
Decreto al que ya me he referido, y el vacío legal era evidente. No es que la
legalidad sobre el tema que existe en la actualidad sirva de mucho, pero existe
por lo menos. Pero en 2005 y 2006, aún a pesar de que había sido nombrado el
Primer Comisario de la Memoria Histórica, era imposible localizarlo; nadie me
dijo durante meses que había pasado por una enfermedad. Al final, mis escritos
y llamadas fueron a parar al Defensor del Pueblo Andaluz, quién después de un
intento de evadir el tema, sí quiso reunirse con algunos pocos familiares y
contactar con el Comisario. Tengo en mi casa 10 carpetas archivadoras llenas de
documentos. Fue agotador pelear al principio con las administraciones, a lo que
se sumó la inoperancia de un alcalde socialista de La Puebla que no sabía para
dónde mirar ante lo que le había caído encima.
Estos fueron los complicados
inicios, que están descritos al detalle en el libro. Después la falta de
recursos, sin duda, el parón en las
exhumaciones, el tener que ir a golpe de subvención gestionada por la
Asociación AMHyJA o tener nosotros posteriormente que
constituirnos en Asociación para poder gestionar las pruebas de ADN. Es un peso
que se nos añade al peso ya grande de las historias que llevamos a nuestras
espaldas.
En general, la descoordinación y
la falta de recursos son las dificultades más frecuentes y cotidianas ante
cualquier fosa. Tampoco no sabes nunca lo que te vas a encontrar: más cuerpos,
amontonamientos que dificultan la individualización, o el estado de los mismos
o dificultades añadidas sobre el terreno. Luego, el peligro de llamar a un juez
y denunciar ante las víctimas presentes. Pueden pararte la exhumación, pero se
debe denunciar porque son la evidencia física de un crimen. Todo se dilata
excesivamente ante el deber pendiente que el Estado español tiene y que la ONU
le ha insistido una y otra vez que debe cumplir.
-Entonces,
¿una familia qué pasos tenía o tiene que ir tomando para intentar
recuperar a sus seres queridos?- Cuando iniciaste la búsqueda en torno a la
“suerte” que había corrido tu abuelo, ¿qué encontraste en tu alrededor?,
seguramente no todos, ni los más cercanos, lo entienden…
Mucho empuje y mucha paciencia.
Si hay posibilidad de encontrar a más familias, hay que unirse y dirigirse a
una Asociación de Memoria ya constituida que los asesore. Comprobar si la fosa
es de titularidad municipal, caso de un cementerio, o privada. Si es de titularidad municipal
dirigirse en primera instancia al Ayuntamiento correspondiente, que normalmente
no hace caso. Y si es terreno privado, se puede hablar primero con el
propietario. Pero siempre dejando constancia de todo por escrito. Luego se pueden
ir a la Dirección u organismo que lleve el tema de Memoria Histórica o
Democrática de la Administración autonómica. Recabar toda la información
posible sobre los desaparecidos y sobre la fosa y los pasos seguidos hasta la
fecha y ponerlo todo por escrito en un expediente. La misma Administración, en
la actualidad, debe estudiar el expediente y declarar de oficio la intervención
en la fosa. Si esto no se produce, entonces hay que ir a instancias más
elevadas hasta que los escuchen. Es un sendero arduo y complicado, pero se
puede hacer. Los medios de comunicación, si les dejan, les pueden servir de
mucha ayuda para denunciar y dar publicidad.
Cuando comencé el camino en 2005
estaba sola. Mi padre había fallecido, y de haber
estado vivo, seguro me hubiese acompañado o se hubiese puesto al frente de esta
lucha. El alcalde socialista de La Puebla no se portó nada bien y me costó
mucho trabajo hasta llegar al Defensor del Pueblo Andaluz. Más tarde, a raíz de que saliera el caso en
programa de Informe Semanal en diciembre de 2006 y en Canal Sur, más familiares de otros pueblos se sumaron
para buscar y abrir al completo la fosa. El hermano de mi padre tampoco quiso
saber nada de la historia. Las pruebas de ADN se las ha tomado un sobrino de mi
abuelo.
Nosotros, los familiares de Lantejuela tenemos pendiente la intervención en las fosas
que se encuentran en las tierras de alrededor del Cortijo de La Rabia en el
término municipal de Écija, donde se encuentran enterrados al menos dos
hermanos jornaleros de nuestro pueblo y el alcalde Juan Cadenas García.
Prontamente iniciaremos nuestra demanda de que se intervenga en esta propiedad
privada.
-¿Dónde
quedan los crímenes de lesa humanidad en nuestro país?
-¿Dónde quedan? 528 fosas en
Andalucía; 2.328 fosas en toda España; 45.000 sepultados en fosas; 150.000
desaparecidos; 82.900 personas represaliadas en la base de datos de “todoslosnombres” a fecha de principios de 2017 y más de
13.520 fusilados solamente en la provincia de Sevilla; 77 víctimas exhumadas en
la fosa de La Puebla de Cazalla. Estas cifras no son de países lejanos, son las
nuestras, y sólo responden a una definición: genocidio: exterminio y
aniquilación de una parte de la población. Crimen imprescriptible. La cruda
realidad es que somos el segundo país, detrás de Camboya, en tener más fosas
que ningún otro país del mundo.
Nuestra democracia es
parapléjica y débil en Derechos Humanos a todas luces. Y la justicia española
está sorda, ciega, inmóvil. Ambas, democracia y justicia están hechas a la
medida de los de siempre. Desde el Memorialismo,
vivos y muertos, desde el 2000 nos hemos hecho visibles ante la sociedad,
dejando atrás la soledad de nuestros hogares, dirigiéndonos hacia dos destinos:
tanto a la comunidad española en su conjunto –Estado y ciudadanía- como a la
comunidad humana universal y de los dos exigimos respuesta. La primera
representada por el Estado y sus jerarcas, incluida la justicia; la segunda,
representada en organismos internacionales del derecho y tribunales que
contemplan estos crímenes de lesa humanidad. Sólo así podemos denunciar la
infamia de la impunidad del franquismo sujetada artificialmente por la Ley de
Amnistía y otros amarres legislativos españoles y la inoperancia y el no hacer
nada de nuestros gobiernos actuales.
En España, la existencia de
miles de desaparecidos aún hoy enterrados en fosas colectivos e ilegales y la
corrupción que ensucia sin escrúpulos todo lo que toca, son los más claros
síntomas, los síntomas palpables de oscuras realidades, sombras de lo mismo, de
una sociedad sin los deberes hechos, dominada por miedos e ignorancia buscada,
y en fondo manejada por los mismos que acostumbran a tener el poder y no
quieren perderlo. En el libro analizo fosas y corrupción como los principales
testigos de la misma trama, como las dos cabezas de la misma alimaña. Así opina
también el Juez Garzón cuando decía en 2014 “La
falta de respuestas ha favorecido un magma de impunidad que ha provocado que
hoy a nadie le dé miedo ser un corrupto”. Investigando sobre mi libro y
sobre esta cuestión en concreto, me encuentro con el proemio a la Declaración
de los Derechos del hombre y del Ciudadano de 1789, de la Revolución Francesa,
que decía ya lo siguiente: “La
ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de los hombres, son las
causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos”. Como
prueba de ello, cualquier telediario de cualquier cadena.
-Háblanos ahora de la fosa de La Puebla de Cazalla y de las
características que presentaba…por ejemplo esos siete niveles de enterramiento
para un total de 77 cuerpos…
-Entre mi amigo e historiador
Javier Gavira y yo acuñamos la expresión “Arqueología
de la Violencia, Arqueología de la Verdad” para poder referirnos a lo que encontramos
al abrir una fosa.
La fosa de la Puebla de Cazalla
contenía cuerpos de mujeres, hombres y jóvenes asesinados directamente y
neonatos, asesinados indirectamente. La mayoría de aquéllos conservando las
suelas de sus alpargatas de pobre, pocos podían llevar buenas botas y han
aparecido algunas, pero pocas, escasamente dos pares. Muchos, la mayoría
también, con síntomas en las concavidades de sus ojos de pasar hambre crónica y
con sus bocas llenas de caries y de problemas bucales por una pésima nutrición.
La mayoría de los esqueletos tienen además los huesos invadidos por la
artrosis, con las columnas maltrechas por hernias discales y las caderas
desgastadas y las rodillas, desarticuladas por los esfuerzos continuados, a
simple vista también con improntas en los huesos de sus brazos de músculos muy
desarrollados por los trabajos prolongados en el tiempo de una vida dura de
hambre y de trabajo duro y sin descanso. Y junto a estas señales que nos hablan
de sus vidas, también las marcas de ataduras con cuerdas, con cables eléctricos
incluso que se han conservado, en las muñecas y en los brazos, la presencia de
huesos rotos de dedos, muñecas y brazos por el forcejeo o por golpes o por
machetazos y cortes y la terrible omnipresencia de los agujeros de balas en sus
cráneos o en sus mandíbulas o en su tórax, con entrada y salida, con sólo
entrada, en su mayoría localizados en la parte posterior del cráneo y en
algunos casos en la cara, y todos con una trayectoria similar de tiros certeros
a 90 º, entre el cráneo y el arma, con agujeros perfectos y limpios, cercanos o
a quema ropa, como señales que nos hablan sin cuestionamiento alguno del
momento de sus muertes, de unas muertes violentas, de ejecución programada y en
masa porque hay muchos grupos consecutivos de muertos que se suceden unos
encima de otros. Y luego ellos mismos nos hablan de cómo los trataron después
de la muerte: arrastrados, apilados, tirados, con el más absoluto desprecio;
ocultados con cal y arena o sólo arena, o quemados.
Y ante el hecho criminal que no
cabe en cabeza, lo que sorprende en la enormidad y la sistematización del
crimen, pueblo a pueblo, nombre a nombre en listas macabramente confeccionadas.
Las fosas demuestran el
holocausto español producido y de cuál fue su esencia, para el que pusieron en
práctica esta maquinaria de detención, desaparición, ejecución y ocultación en
masivos enterramientos ilegales esparcidos por toda la geografía española. No
hay prueba más evidente que actuar sobre alguna de estas fosas, localizarla,
abrirla y exhumar los cuerpos que en ella se hallan. Cuando esto puede
realizarse, cada fosa se erige como ese testigo incuestionable, innegable, la
prueba material que es capaz de mostrar el volumen, la índole y la naturaleza
de aquella masacre.
-Y
encima, toda la fosa tiene que soportar un vertedero de escombros…
-“La vida es la memoria del
pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar
y de vivir”. El ser humano es sobre todo memoria, y una memoria no puede ser
silenciada, amputada o destruida porque sin ella no hay humanidad. La memoria
se hereda, se recoge y se acuna, pese a quien le pese, pese a intentos
contrarios de acallarla bajo escombros o bajo bloques de nichos, como es este
el caso. Eso es lo que estamos aprendiendo.
La exhumación de la fosa de La
Puebla de Cazalla está llena de información a raudales, una información que
ayuda y aclara pero que crea más inconformismo aún por lo no hecho todavía y
por lo que aún queda.
Esta fosa ha sido una prueba
profunda, respetuosa y humilde, cargada de emociones y de una verdad
incuestionable, una información que ahora sirve y servirá para un futuro de
memoria. Un relato público y abierto a todos, como público y abierto ha sido
todo su proceso de intervención; una historia libre y sin miedo.
-Ni
respeto, ni dignidad y encima les repatea que los familiares busquen a sus
familiares…
-Si demoledor ha sido ver la
dureza de las imágenes para los familiares que hemos permanecido constantemente
a pie de fosa participando activamente en los trabajos arqueológicos como
voluntarios, mezclados con sentimientos difíciles de describir, más complicado
–de desgaste hacia el infinito- nos ha resultado para nosotros nuestros
recorrido a nivel de relaciones institucionales. A lo largo de todo el proceso,
en una peregrinación tenaz y persistente, hemos llegado a conocer hasta Cuatro
Comisarios de la Memoria Histórica, casi uno o dos por fase, y a dos Directores
Generales de Memoria Democrática, aguantando los devenires políticos de cambios
de última hora, los giros, el vuelta a empezar en las reuniones sucesivas con
interlocutores distintos que debían ponerse al día, con el acompañamiento de
expectativas y miedos, también mezclados con esperanzas rotas del paso del tiempo, de los paréntesis entre
fase y fase. Y esto que describo y que hemos padecido los familiares en nuestro
ánimo, son consecuencia de la débil estructura tanto política como económica
(en recursos) que soporta todo el tema de la mal llamada guerra civil y de la
represión golpista que trajo aparejada y que fue prolongada durante la
dictadura, una debilidad que es fruto de la amnesia implantada y de la que
tuvieron su mejor ensayo en la transición modélica de la que ya hemos hablado.
Los familiares de las víctimas nos hemos tenido que mover y mucho después de
que firmáramos un Manifiesto el 14 de febrero de 2006 en el que fijamos cuatro
puntos inamovibles en nuestras peticiones: limpieza del lugar, localización y
dignificación de la fosa, intervención y exhumación y entierro de las víctimas
en sus localidades de origen.
-Amiga
cuando pudisteis empezar a trabajar y en cuanto empezaron a salir los primeros
cuerpos ¿en qué estado se encontraba la fosa y los cuerpos?
-Ha sido una fosa muy dura, con
una profundidad inusual pero de inmensa dureza por las evidencias que presenta
de ejecuciones, torturas, fracturas, amontonamiento de cuerpos… episodios
infernales de un enterramiento ilegal que se reivindica por sí sólo como prueba
de los crímenes de lesa humanidad cometidos en nuestro país.
La fosa en forma de embudo, era
muy estrecha en sus niveles más profundos y casi no podíamos trabajar para
delimitar cada cuerpo. Y como ya he comentado, algunos grupos estaban apilados
formando montones como tirados desde un camión; otros, estaban bien colocados;
otros aprovechando el máximo espacio, tenían posturas imposibles. Los cuerpos
se han conservado bien, ya que la cal ha hecho el efecto contrario al que
buscaban los asesinos: conservar las evidencias de las muertes porque el hueso
con la cal se solidifica y en él se puede ver clarísimamente todo lo sucedido.
Nos hemos encontrado algunos cuerpos mejor conservados que otros; unos con las
raíces del gigante olmo entremetidas entre su columna vertebral y había que
andar entonces con mucho cuidado; de otros era durísimo ver los golpes y el
maltrato recibidos. Algunos días lo pasábamos muy mal. Luego el peligro de
derrumbe de los bloques de nichos encima de nosotros, hizo que en todo momento
las paredes estuvieran entibadas. Cuando comprobamos que la fosa seguía por
debajo de estos bloques nos desesperamos. Hasta 2014 no pudimos volver a
intervenir y excavar la otra mitad de la gran fosa.
-¿Cómo
fue y se desarrolló el proceso de identificación de los cuerpos?
-La metodología arqueológica
empleada se ha regido bajo las directrices contenidas en el Decreto 334/2003
para la coordinación de actuaciones en torno a la Recuperación de la Memoria
Histórica, de 2 de diciembre, que posteriormente fue desarrollado en la Orden
de 7 de septiembre de 2009 por la que se aprobaba el Protocolo Andaluz de
actuación en exhumaciones, siendo éste y de manera ulterior regulado por la Ley
de Memoria Histórica 52/2009.
Una vez exhumados los esqueletos
se procedió a su limpieza mecánica, al estudio en el laboratorio y a la
individualización de cada uno de ellos. Han sido guardados en cajas
individuales identificadas con el número asignado a cada cuerpo y con el
enterramiento al que pertenecía dentro de la fosa. El depósito se ha realizados
en cuatro fases en la antigua sala de autopsias del mismo cementerio San José,
custodiado por el Ayuntamiento. En junio de 2013 se procedió a la extracción de
muestras para las pruebas de identificación de los restos exhumados en 2006,
2008 y 2009, y que han estado realizándose por la empresa NBT de Bollullos de la Mitación de
Sevilla hasta el 14 de noviembre de 2016. Posteriormente fueron extraídas
muestras a los restos óseos exhumados en 2014, pendiente de análisis.
Actualmente, declarada de oficio el proceso de identificación de los cuerpos el
pasado agosto de 2016, por la Junta de Andalucía, todas las muestras deben
pasar al laboratorio médico forense de Granada, estando a la espera de este
traslado. Sigue pendiente la identificación después de 11 años de haber
localizado la profunda fosa.
25926
En el camino de
la Memoria: la fosa de La Puebla de Cazalla. María Carmen España Ruiz.
341 páginas
Junta de Andalucía, ARMH Romance de Juan García
Con la colaboración de la Dirección General de Memoria
Democrática de la Consejería de Cultura de la Junta de
Andalucía, y la ARMH Romance de Juan García.
Este libro describe y analiza en profundidad el proceso de
excavaciones en la fosa situada en la zona civil del cementerio municipal de la
localidad sevillana de La Puebla de Cazalla, desde su hallazgo en 2006 debajo
de un basurero de escombros como culminación a la búsqueda de
respuestas que durante años efectuó la autora de este libro, ante la detención
ilegal y desaparición de su abuelo paterno Manuel España Gil, un
jornalero de Lantejuela asesinado el 17 de septiembre
de 1936, junto a otros seis jornaleros más.
Historiadora y nieta de desaparecido,
miembro activo del memorialismo,
narra en primera persona su lucha con sentimiento emocionado desde la herencia
recibida de la herida abierta y eterna, herida que no ha podido empezar a
curarse más de 80 años después, a cada paletada que la máquina retroexcavadora
ha ido dando a la tierra que ocultaba la verdad y la justicia, en un largo
trabajo de exhumación que ha durado 10 años, quedando pendiente aún parte del
estudio e informes sobre el ADN.
El esmero por su ocultamiento, el osario con el que
se mezcló intencionadamente los cadáveres de las víctimas y la
violencia latente -a pesar del paso de los años- impresa en los cuerpos
amontonados y hallados hasta en 7 niveles de enterramientos, en lo
que la autora ha venido en definir como la "Arqueología de la violencia,
arqueología de la verdad", detalla y clarifica aún más la grave realidad
de unos crímenes de lesa humanidad contra población civil ocurridos en nuestra
historia de España que ha sido negada, encubierta y silenciada por el
franquismo, la transición y nuestra actual democracia.
"El Carnero", como así era
conocida la antigua cantera, constituye la fosa más profunda y de mayor
dificultad hallada hasta la actualidad en Andalucía y España.
Con 77 cuerpos exhumados, rescatados a 4,30 y 5 metros de hondo, la
historia recogida en estas páginas es una prueba material e incuestionable de
la dura y sistemática represión de clases y de ideas que siguió tras el golpe
militar de 1936. Su proceso de intervención ha sido pionero, motor impulsor y
elemento catalizador en varios momentos del recorrido del movimiento cívico
social de Recuperación de la Memoria Histórica, además de ejemplarizante por la
voluntad política del gobierno municipal morisco.
Lleno de dinamismo y de fuerza, este relato enlaza
la dilatada historia de la fosa con los acontecimientos que van desarrollándose
a su alrededor, en el maravilloso recorrido que realiza el Memorialismo desde la soledad de las casas de los
familiares, columna vertebral del mismo, hasta la denuncia presentada ante el
Derecho Internacional por crímenes contra la humanidad. Con una visión
crítica se analiza también la impunidad del franquismo, las leyes de Amnistía y
Memoria Histórica, la inhabilitación del Juez Garzón y desde una
mirada particular -a modo de ensayo- se enlaza la existencia vergonzante de las
fosas con temas como la situación crónica del campo andaluz, la crisis del
bipartidismo, la desbordante corrupción, la nula o ausente actuación judicial y
la parapléjica democracia que lidian -como síntomas de que algo no funciona-
frente a una sociedad cada vez más preocupada con los derechos humanos , cada
vez más despierta. La autora plantea que quizás haya sido la memoria genética,
del relevo generacional, uno de los cohetes impulsores hacia esta
transformación, como si todos nuestros muertos no lo fueran y para encontrar su
paz hubiesen actuado como las semillas que son y hubiesen continuado luchando
por las luces del respeto al otro, de la justicia y de la igualdad en la
dignidad de los seres humanos. Y en todo esto, la autora se pregunta que a ver
dónde se colocan la política y el Estado.
Camino sin sosiego el de la Memoria, de conciencia histórica
y de justicia, la fosa de La Puebla de Cazalla constituye una victoria
definitiva sobre las sombras, haciendo propias las palabras de Niceto
Alcalá Zamora al decir: "La memoria parece grande por lo que muestra
en recuerdos; lo es mucho más, por lo que ciertamente esconde".
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