Cazarabet conversa con... Ángel Herrerín López, autor de “Camino a la anarquía. La CNT en tiempos de la
Segunda República” (Siglo
XXI)
El sello editorial Siglo XXI edita un
libro que desde la firma de Ángel Herrerín López nos acerca a la CNT en los
tiempos de la Segunda República.
Aquello que se nos explica desde Siglo
XXI, la sinopsis:
«España es una República democrática
de trabajadores de toda clase, que se organizan en régimen de Libertad y
Justicia», rezaba el primer artículo de la constitución de 1931. A pesar del
espíritu social que animaba la carta magna de la primera y genuina democracia
establecida en España, el devenir de la Segunda República estuvo atravesado por
una importante conflictividad laboral y levantamientos insurreccionales. Buena
parte de las investigaciones históricas responsabiliza de esta inestabilidad a
la Confederación Nacional del Trabajo, tachándola de sindicato insurrecto y
violento. Este tipo de análisis, que no tiene presente la vida interna de la
Confederación, que tampoco pretende definir su ideología ni delimitar sus
prácticas en la lucha por el poder y que obvia la importancia del individuo y
el peso de la historia, resulta del todo insuficiente para explicar cuál fue en
realidad el decisivo papel que desempeñó la CNT en el proceso republicano.
Ángel Herrerín López ha realizado una
exhaustiva investigación en centros nacionales e internacionales, como los
archivos de la Guardia Civil y el Ejército o los archivos diplomáticos
franceses, para mostrar una visión crítica y rigurosa tanto de la actividad de
la CNT en la Segunda República como de aquella experiencia democrática patria.
La presente obra transita la senda que el sindicato escogió como solución a los
problemas de la España de principios de siglo y muestra los hitos para que
recorramos el camino a la anarquía.
El autor de este libro, Ángel Herrerín:
doctor en Historia y profesor titular en el departamento de Historia
Contemporánea de la UNED. Ha sido profesor visitante en la Universidad de
Minnesota (Estados Unidos) en 2005 y 2010. Su labor investigadora se ha
centrado en el anarquismo, el franquismo, el exilio de la Guerra Civil y la
violencia política. Cuenta con más de cincuenta publicaciones entre capítulos
de libros y artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras.
Entre sus monografías destacan: La CNT durante el franquismo. Clandestinidad y
exilio (1939-1975) (2004 y 2005) (obra con la que fue finalista en el Premio
Nacional de Historia de 2006); El dinero del exilio. Indalecio Prieto y las
pugnas de posguerra (1939-1947) (2007); y Anarquía, dinamita y revolución
social. Violencia y represión en la España de entre siglos (1868-1909) (2011);
además participó en la coordinación y edición de: El nacimiento del terrorismo
en Occidente. Anarquía, nihilismo y violencia revolucionaria (2008)
¿Nos acercamos, amigos y amigas a uno de sus aotros libros: La CNT durante el franquismo. Clandestinidad
y exilio (1939-1975)?
La CNT desempeñó un papel importante
en el convulso siglo XX español. Su momento de máximo esplendor tuvo lugar
durante la guerra civil, período en el que llegó a contar con cerca de dos
millones de afiliados. Sin embargo, ya en los últimos años de la dictadura
franquista la CNT había prácticamente desaparecido. Las vicisitudes que
condujeron a la central anarcosindicalista a esta situación no han obtenido
respuesta hasta el momento. Este libro analiza el devenir de la organización
anarcosindicalista durante los casi cuarenta años de dictadura en nuestro país,
y desgrana aquellas situaciones que influyeron en el eclipse cenetista tales
como la represión, la actuación de los grupos de acción anarquista, las
relaciones de la CNT con el Sindicato Vertical y con otras organizaciones
opositoras al régimen, el enfrentamiento entre el interior y el exilio y la
evolución ideológica. Para ello el autor ha recurrido a una importante
combinación de fuentes, desde las más de treinta entrevistas realizadas en
España, Francia y México, hasta los archivos de instituciones internacionales
de las organizaciones políticas y sindicales antifranquistas. Una parte
importante de la investigación se basa en fuentes del propio régimen -como los
Archivos Policiales, los Archivos de Gobiernos Civiles o el Archivo del
Tribunal Militar de Madrid-, algunas de ellas inéditas, lo que ha permitido
realizar un primer balance sobre la dura represión sufrida por la CNT. Ángel
Herrerín López, es doctor en Geografía e Historia por la UNED y en la
actualidad es profesor titular de dicha Universidad. Obtuvo los premios Fin de
Carrera (1996) y Extraordinario de Doctorado (2002) de la UNED. Su línea de
investigación se centra en el anarquismo, el período franquista y el exilio
republicano de 1939. Ha publicado más de una docena de trabajos entre
colaboraciones y artículos para revistas, entre otros, ?La CNT y el Sindicato
Vertical. La quimera de la libertad sindical con Franco?,
Madrid, 2000; ?Políticas de los anarcosindicalistas españoles exiliados en
México?, México, 2003; ?La sociabilidad de los anarcosindicalistas en España y
el exilio tras la pérdida de la guerra civil?, Madrid, 2003.
Te irán muy bien estos enlaces:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=143825
Cazarabet conversa con Ángel Herrerín:
-Ángel, ¿qué
es aquello que te hace escribir este libro, este ensayo sobre el
movimiento anarquista en la Segunda República?
-La CNT disfrutó desde su fundación, en 1911, de pocos años de
trabajo en libertad, así que el nuevo régimen democrático supuso una
oportunidad única para la organización del sindicato y el desarrollo de su
actividad. Circunstancias que hacen a este período uno de los más interesantes
para analizar las características y evolución ya no solo de la CNT, sino del
movimiento libertario en general.
-Amigo, en la introducción del
libro refieres y hablas de otros libros, trabajos y demás….explícanos qué
aporta este libro tuyo como “ de nuevo” y/o profundizando en la cuestión…..
-Hay muchos asuntos en el libro que tienen una nueva
interpretación. Por ejemplo, buena parte de lo publicado hasta ahora señala a
la CNT como principal responsable de la conflictividad laboral del período. Sin
embargo, hay que tener en cuenta las circunstancias en las que vivían los
trabajadores los años anteriores a la llegada de la República, con la pérdida de
poder adquisitivo y de derechos y libertades, lo que hizo que, llegada la
república, fueran esos obreros y campesinos los que se lanzaron a exigir el
cambio. Es más, la CNT pidió a los trabajadores, en más de una ocasión, calma y
aplazar las reivindicaciones hasta que los sindicatos estuvieran bien
estructurados. Tampoco hay que olvidar, a este respecto, la actitud de los
empresarios y la política laboral del gobierno republicano-socialista. Por otro
lado, desmonto el famoso “ciclo insurreccional” de 1932 –1933, que aparece en
la mayoría de la historiografía sobre la República y el movimiento libertario.
A este respecto, defiendo que el movimiento de enero de 1932 no se puede
considerar como un movimiento organizado, planificado y dirigido por la CNT. En
cuanto al de enero de 1933, fue más una acción impulsada por la FAI. También
profundizo en la organización de la CNT, así como en la toma de decisiones; en
la importancia del pasado en el devenir de la organización y de sus principales
representantes. En el libro planteo de forma clara la lucha en el seno de la
organización entre anarquistas y anarcosindicalistas, con actuaciones que en
nada tuvieron que envidiar a cualquier partido político. Analizo en profundidad
la revolución de octubre de 1934, con las diversas posiciones que adoptó la
organización y el por qué. Estudio como influyó en el comportamiento de los
trabajadores y de la CNT la reforma laboral y la política de orden público que
puso en marcha la República; y termino analizando, entre otras muchas cosas, la
posición de los libertarios ante las elecciones generales de febrero de 1936,
el famoso congreso de Zaragoza y el alcance de la movilización laboral en la
primavera previa a la rebelión militar.
- ¿Qué “huecos
historiográficos” viene a cubrir Camino a la anarquía?
-Como digo en la introducción, desde el libro de Brademas, cuya investigación se remonta a los años
cincuenta y su publicación en los setenta, no se había hecho un estudio sobre
todo el período republicano de la CNT en general. Había estudios locales y
buenas interpretaciones, pero no se había vuelto a hacer una investigación de
este período que tuviera como eje la CNT a nivel nacional. Una investigación
que analizara cada uno de los períodos republicanos teniendo en cuenta la
evolución propia del movimiento libertario.
-¿Cómo llega el anarquismo y el anarcosindicalismo a la Segunda
República?
-Anarquismo y anarcosindicalismo llegan muy debilitados a la
Segunda República. Por un lado, por los largos períodos en los que tuvieron que
de actuar sin la libertad necesaria para que una organización se estructure y
crezca. Pero también, por otro lado, por el enfrentamiento en su seno, que es
una constante en el devenir del movimiento libertario. La caída de la Dictadura
de Primo de Rivera y la vuelta a la legalidad permitieron mirar hacia al futuro
y dejar atrás, momentáneamente, los enfrentamientos. Pero se hizo sin
solucionar los problemas que habían aflorado durante ese período anterior.
-El movimiento había conocido
tiempos “mejores”, pero también “peores”, me refiero, más que nada, al
seguimiento, número de afiliados a la CNT…
-Cuando llega la Segunda República, la afiliación a la CNT era muy
baja. De hecho en 1928 se situaba en torno a los 15.000 o 20.000 trabajadores. Pero con la proclamación del nuevo régimen y las grandes
esperanzas que las clases más desprotegidas tenían puestas en la República, el
crecimiento fue exponencial. Así, en el congreso del Conservatorio, en junio de
1931, la CNT contaba con más de 500.000 afiliados; cantidad que ascendería
hasta los 800.000 en ese mismo otoño.
-Libro que no deja de ser de
intensa investigación y allá donde hay investigación debe de haber previa
documentación, estudio, reflexión, analítica….¿cómo te
has apañado en eso?, ¿cómo ha sido este viaje que, presumimos, siempre es
trabajoso, pero dando sus frutos?, apasionante la historia del
anarquismo, la idea libertaria y el anarcosindicalismo, ¿verdad?, pero
cuéntanos…
-Efectivamente, el libro es una inmensa e intensa investigación.
He trabajado durante unos seis años en más de 11 archivos, tanto nacionales
como internacionales para la realización de este trabajo. Unos imprescindibles
para cualquier historia del anarquismo, como es el Instituto Internacional de
Historia Social de Amsterdam; otros, siempre
necesarios como el de la Fundación Salvador Seguí o el Archivo Histórico
Nacional. Algunos de difícil acceso, como el Archivo de la Guardia Civil; a
diferencia de los del Ejército, que han mejorado mucho su accesibilidad y
facilidades de trabajo. Los archivos franceses, diplomáticos y de la policía,
me han aportado otra visión de este período, que es siempre interesante.
-La idea librepensadora, el
movimiento anarquista siempre ha habitado desde un camino doloroso….o como
decepcionante por la situación de ser “siempre” como los señalados, siempre han
sido los que más prejuicios han sufrido, los “perdedores entre los perdedores”,
“los represaliados entre los represaliados”. ¿Qué nos puedes decir?, ¿por qué
crees que es así?
-Sí, los anarquistas y anarcosindicalistas fueron perdedores en
este período, habría que decir como siempre. Aunque en esta historia de la
Segunda República, creo que los grandes perdedores fuimos la inmensa mayoría de
los españoles. La consolidación de un régimen democrático hubiera sido
fundamental para la evolución y modernización de España, pero desgraciadamente
una rebelión militar puso fin a esta primera experiencia democrática. Es verdad
que los libertarios sufrieron una fuerte represión, pero también la sufrieron
obreros y campesinos de diferentes ideologías durante este período. En el caso
de los libertarios existe el problema de la falta de representación política,
de un partido que hiciera llegar su voz allí donde se tomaban decisiones sobre
los problemas relacionados con la conflictividad laboral, los derechos y
libertades, el orden público…, es decir, el gobierno y el parlamento.
-¿Crees que es porque, a la
vez, entre los librepensadores hay mucho más que crítica, hay mucha
autocrítica…?
-La represión no creo que tenga que ver con un problema de crítica
o autocrítica. Si no más bien, por un lado, con quién esté en el poder, su
respeto o no a los derechos fundamentales como los de manifestación, huelga,
libertad de expresión…, pero también, por otro lado, con la actuación de cada
organización o grupo. Evidentemente no es lo mismo aquel que acata las normas,
a quién se opone a ellas y actúa según sus planteamientos. A este respecto, el
movimiento libertario siempre ha sido un movimiento eminentemente
revolucionario y como tal ha sufrido duramente la represión.
-Volamos un poco a cómo
trabajas. ¿Nos puedes hablar de cómo vuelcas lo documentado, lo
investigado…cómo es tu metodología de trabajo…cómo trabajas?
-Desde el principio de mis investigaciones trabajo con una base de
datos. En ella vuelco resúmenes de la información que considero interesante. Lo
hago con todas las fuentes, desde las publicaciones hasta los documentos de
archivo, pasando por los periódicos, que en cualquier investigación sobre
anarquistas y anarcosindicalistas es clave.
-Háblanos de la estructura de
este trabajo, me da que es como “muy académico” y muy didáctico…
-Pues sí, el método es muy académico. En primer lugar, la lectura
de las principales publicaciones sobre el asunto, lo que se llama un “estado de
la cuestión”, para saber lo que se ha investigado, con qué fuentes, las
conclusiones a las que se ha llegado, si queda algún vacío o puede hacerse una
nueva interpretación…. Luego, el trabajo en archivos, viendo, seleccionando y
analizando los documentos de forma crítica. Para finalizar con una lectura de
todo lo que he acumulado, seguido de un buen período de reflexión, análisis y
síntesis de los miles de documentos en unos pocos cientos de páginas. En cuanto
a ser didáctico, esa es una de mis grandes preocupaciones, porque investigo y
escribo para llegar al mayor número de personas posibles, lo que en libros de historia
es muy difícil.
-Solemos decir que lo más bueno
no es la meta, o el lugar donde queramos llegar o quedar, sino el camino…¿es
así, también, con la anarquía…?, por eso lo del título
de tu ensayo de investigación ”Camino a la anarquía”?
-El título del libro tiene que ver con el estudio sobre los
planteamientos, las tácticas, las formas de entender el papel del sindicato en
la sociedad, de enfrentarse al poder y de luchar por el poder, de la
utilización de la violencia, de pensar en la construcción de una nueva
sociedad, de tantas cosas que diferenciaban a anarquistas y anarcosindicalistas
en este período, aunque ambos compartían el mismo objetivo, la misma meta
final: la anarquía. Anarquistas y anarcosindicalistas lucharon por ese ideal,
cada uno a su manera, cada uno forjando el camino que les llevaría a esa
sociedad libertaria. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos, de todos los
enfrentamientos, de toda la lucha sería una rebelión militar la que,
irónicamente, desbrozó ese camino a la anarquía.
-¿En qué punto se encentraba en la Segunda República el ideal y la idea en
torno al anarquismo? ;¿y cómo fue evolucionando hasta
ahora o estamos haciendo camino de manera constante?
-La Idea y los ideales, en general, se podían “tocar” en los años
treinta. De hecho, los anarquistas entendían que el momento, con la llegada de
la Republica, era revolucionario y, en consecuencia, no hacía falta esperar a
estructurar el sindicato, ni a concienciar a los trabajadores, había que
movilizarse para alcanzar la revolución de forma inminente. Pero, en realidad,
estaban deslumbrados por el resplandor de la gente en la calle, y confundieron
lo que era la alegría por la llegada de una república deseada durante décadas
con la revolución. La República era un régimen reformista, no revolucionario. A
pesar de que hasta el propio Azaña hablara de revolución. Las estructuras políticas, sociales y
económicas se mantuvieron intactas. El gobierno republicano-socialista aprobó
leyes y decretos que, a los grupos más conservadores les parecían
revolucionarias, pero que, en realidad, no dejaban de ser meras reformas. Lo
verdaderamente irónico, como he dicho más arriba, es que el fracaso de una
rebelión militar supuso que se despejaran los obstáculos para la consecución de
la Idea. Luego la pérdida de la guerra y la larga dictadura, con su cruenta
represión, impidió el desarrollo y evolución de los ideales anarquistas.
-Aún con el
retraimiento del movimiento anarquista en tiempos de la Dictadura de Primo de
Rivera, estaba tan inflado, me refiero al movimiento anarquista, que resiste y
es muy fuerte cuando llega la II República, ¿verdad?…
-Ya he señalado que anarquistas y anarcosindicalistas no estaban
pasando por su mejor momento durante la Dictadura de Primo de Rivera. Los
regímenes autoritarios y totalitarios no son buenos aliados para el desarrollo
de organizaciones con esta ideología. Los sindicatos y partidos democráticos
crecen en tiempos de libertad y ven menguar sus efectivos cuando viven en
clandestinidad. Además, estaba el enfrentamiento en el seno de la CNT en
relación a cómo actuar en el mundo laboral durante la dictadura, y hasta los anarquistas
dudaban sobre colaborar o no con el resto de partidos políticos para acabar con
el régimen de Primo de Rivera. Asuntos que no eran baladís, pues, mientras que
la afiliación a la CNT, en 1928, como ya he señalado, se situaba en torno a los
15.000 ó 20.000 trabajadores, la UGT, que estaba colaborando con la Dictadura,
tenía alrededor de 200.000 afiliados.
-¿El anarquismo
que investigas que quieres hacernos explorar es más el anarquismo social, de
lucha a pie de calle?
-Mis investigaciones giran, principalmente, sobre el anarquismo y el
anarcosindicalismo. Ambos movimientos van unidos.
Desde los tiempos de la I Internacional su presencia es clave para
entender la evolución del movimiento obrero en nuestro país. Estos grupos se
han mantenido, aunque con diferentes nombres, a lo largo de la historia, ya se
llamaran colectivistas y bakuninistas, o anarquistas
y anarcosindicalistas. Además, los anarquistas, tras fracasar en su intento de
alcanzar la revolución, a finales del siglo XIX, mediante la “propaganda por el
hecho”, apostaron, desde principio del siglo XX, por penetrar en los sindicatos
para, apoyándose en la masa trabajadora, conseguir instaurar la sociedad
libertaria. Esto no quita para que en mis investigaciones preste atención a
otros movimientos relacionados con el anarquismo que son muy importantes para
la evolución de la sociedad; me refiero a naturistas, antimilitaristas o
racionalistas, y que han tenido su gran eclosión desde mediados del siglo
pasado en movimientos ecologistas, pacifistas, feministas, en fin, deudores, en
gran medida, de esos grupos decimonónicos relacionados con el anarquismo.
-¿Cómo la dictadura de Primo de Rivera
logra, no sé cómo decirlo, a contener al movimiento libertario y/o al
anarcosindicalismo?
-Los regímenes dictatoriales pueden contener más fácilmente los
movimientos revolucionarios que un régimen democrático. El arma es de todos conocida: la represión. Una represión que no tiene que
dar cuentas a nadie y que disuade a muchos de luchar por derechos y libertades.
Por ejemplo, las ejecuciones derivadas de sentencias de muerte se dispararon desde
el golpe de Primo de Rivera: de 1920 a 1923 se produjeron 8; mientras que en
1924 y los primeros meses de 1925, las ejecuciones llegaron a 16; mientras que
lo que la dictadura llamaba “atentados sociales” se habían reducido de forma
drástica: de 819 en 1923, a 18 en 1924; por su parte, el número de huelgas pasó
de 458, con 3 millones de jornadas perdidas en 1923; a 96, con algo más de
300.000 jornadas perdidas en 1929. Cifras, todas ellas, muy
representativas.
-A la diplomacia europea, en general, no le
gustaba el auge del anarquismo aquí en España,
¿por qué?; ¿qué prejuicios eran constantemente utilizados?
-A las potencias occidentales no les gustaba, ya no sólo el
anarquismo, si no la Segunda República, a la que intuían eminentemente revolucionaria.
Si esto pensaban de un régimen que, como he dicho, era
reformista, qué posición iban a tener respecto a un movimiento como el
anarquista, eminentemente revolucionario. Una parte importante del rechazo
occidental estaba relacionado con la existencia de sus intereses económicos y
financieros en nuestro país. Empresas francesas, inglesas y estadounidense se
veían sometidas a un nuevo marco de relaciones laborales, en el que había que
aceptar la presencia de los sindicatos, pero también manifestaciones y huelgas
que pasaron a ser legales. Parecía como si las subidas de los salarios, la
representatividad sindical y el derecho de huelga que disfrutaban los
trabajadores franceses, ingleses o estadounidenses en sus países, no podían
disfrutarlo los españoles.
-Hay sucesos como el
de Casas Viejas en los que la II República queda como “mancillada” y en los que
el movimiento libertario es recordado, hoy, como un “mártir”, ¿a la
II República y a los valores republicanos hay acontecimientos que hace que se
les recuerde con “cierta o mucha decepción” desde su relación con el movimiento
anarquista?…
-En España somos muy dados a crear ídolos, santones, héroes o
mártires, y nos pasa tanto con las personas como con ciertos períodos
históricos. Precisamente mi libro viene a dar una visión de la República
alejada de ese régimen benévolo, revolucionario, de esa República democrática
de trabajadores, como aparecía en la Constitución de 1931. La represión
republicana contra obreros y campesinos fue muy contundente. Según los estudios
que hay al respecto, de las 1.607 víctimas mortales durante todo el período
republicano, sin contar las víctimas de Asturias en octubre de 1934, las
fuerzas del orden fueron las causantes de 631, es decir, cerca del 40% del
total. Lo que muestra la dureza con la que se emplearon las fuerzas del orden
durante este período. En cuanto al movimiento libertario, la represión le
alcanzaba en mayor medida porque mantuvo una constante revolucionaria. El
problema para los anarquistas era que esa movilización no contaba con el apoyo
mayoritario de la población, ni siquiera con la de los afiliados cenetistas,
con lo que esos movimientos terminaron, invariablemente, en un rotundo fracaso.
Fracaso del que los anarquistas trataban de reconvertir en victoria a través de
lo que he denominado: “propaganda por la represión”. Así que se hacía
propaganda no de lo conseguido en los movimientos insurreccionales, que más
bien era negativo, sino de la represión sufrida, con lo que pretendían reforzar
la idea del Estado enemigo y de los caídos por la Idea como, por ejemplo, “Seisdedos”, el “mártir” de Casas Viejas.
-Está también el alzamiento de diciembre del
33---alzamiento bastante descoordinado y de seguimiento muy, muy irregular---,
pero aquí nos coge con el pie menos cambiado porque estamos a camino, desde
unas elecciones recientes, del bienio negro….¿qué nos
puedes comentar?
-En mi libro, defiendo que el movimiento de
diciembre de 1933 fue un levantamiento prematuro. Los anarquistas pensaban qué
si lograban una elevada abstención y vencía la derecha en las elecciones, el
resto de fuerzas de izquierdas, principalmente los socialistas, que habían sido
apartados del poder, les acompañarían en un movimiento insurreccional. Pero una
cosa era no ir a votar y otra muy diferente lanzarse a la calle a hacer la
revolución. Además, los socialistas no habían sentido todavía lo que
representaba la pérdida de poder, ni en las pequeñas localidades rurales se
había sufrido el cambio que sería determinante en las relaciones laborales. Era
necesario dejar pasar el tiempo para ver cómo iban a cambiar las cosas con la
nueva mayoría parlamentaria, pero la impaciencia revolucionaria lo impidió.
Otra cuestión que dejó claro el movimiento de diciembre fue que los delegados
cenetistas no transmitían fielmente los acuerdos que recibían de sus
sindicatos, locales y regionales. Por lo que algunos anarquistas se lanzaban a
la calle pensando que tenían detrás a toda la organización cuando, en realidad,
la amplia mayoría de los afiliados no apoyaban dichas movilizaciones. El
resultado de estos movimientos insurreccionales no fue la destrucción del
régimen republicano, más bien estuvieron a punto de acabar con la propia CNT,
pues dejaron una organización destrozada, sindicatos cerrados, periódicos
suspendidos y unos 15.000 presos cenetistas en las cárceles republicanas.
-En la Revolución del 34, destacando por encima de cualquier
otro sitio Asturias y el alzamiento, manchado de sangre de la Cuencas Mineras
—aunque en Catalunya el gobierno es arrestado en el barco Uruguay, la autonomía
suspendida—aquí el anarquismo se une con el ugetismo,
pero en pleno Bienio Negro el conservadurismo es el que gobierna y el ejército
el que aplasta la revuelta porque se ve como con más
argumentos para hacerlo, ¿verdad?, ¿queda el anarquismo, otra vez, como más
“tocado”?, ¿por qué?. ¿Qué nos puedes explicar?
-Todo lo que dices es muy matizable. El problema es
cómo sintetizar un movimiento tan complejo y variado como el de octubre de
1934. La CNT mantuvo una posición ante la revolución de octubre muy diversa: en
unos sitios se inhibió, en otros boicoteó y en algunos participó plenamente. En
Madrid, la CNT, en general, no colaboró en el movimiento, porque, como decía
García Oliver, no querían hacer de “guardias de asalto” de los socialistas. De
esos socialistas que eran, según decían, los que tenían la culpa de que la CNT
pasara por una situación angustiosa, por la represión ejercida cuando estaban
en el poder, así que ahora no les iban a ayudar. En Barcelona, los anarquistas
se lanzaron a la calle, pero solos, en un movimiento completamente diferente al
que protagonizaron el resto de organizaciones políticas de izquierda y
nacionalistas catalanas. En las localidades medianas y pequeñas, la unidad de
clase por la base, alejada de los principales dirigentes, hizo que se
compactaran las fuerzas. Un caso especial fue Asturias, tanto por el contexto
que se vivía, con una fuerte crisis económica y laboral, como por la existencia
de unos dirigentes locales que apostaron por la Alianza Obrera cuando sus
respectivas direcciones no aprobaban la unidad tal y como se desarrolló entre
la UGT y la CNT asturianas. En Asturias, a diferencia de lo que sucede en otros
sitios de España, hay una auténtica revolución. Revolución de la que siempre se
señala a los socialistas como los principales artífices, pero casi siempre se
olvida que allí la actuación correspondió, de forma primordial, a anarquistas y
socialistas, a los que se unieron el resto de formaciones de izquierdas. Todas
las organizaciones sufrieron una cruenta represión, pero el anarquismo salió
más tocado por el fuerte enfrentamiento interno y por la actitud de sus
dirigentes en el levantamiento. Los anarquistas habían estado, en general, en
contra de la formación de la Alianza Obrera, y resulta que esa unión fue el
verdadero germen de la revolución. Explicar esto y que la CNT no se lanzara a
la calle cuando explotó la revolución, como pasó en muchos sitios, supuso un grave
problema para los anarquistas. Su “respetabilidad revolucionaria” había quedado
en entredicho.
-¿Cómo es el tránsito
para el anarquismo y la idea librepensadora desde finales del Bienio Negro
hasta las elecciones que hacen que el Frente Popular gane las elecciones el 16
de Febrero del 36---el 19 de Febrero dimite Portela
Valladares y entra Azaña como presidente de la II República?—
-Es un tiempo en el que la CNT transita entre la
defensa de su actuación en la revolución de octubre y la rectificación. La
Confederación recibió durísimas críticas tanto en el seno de la AIT como por el
resto de organizaciones de izquierda en España por no apoyar y hasta boicotear
el movimiento revolucionario. Así que se imponía cierta rectificación,
principalmente en el tema de la Alianza Obrera, pero también en sus críticas a
la regional asturiana, que pasó de ser considerada traidora a la CNT a heroína
del movimiento. Otra cuestión fundamental durante este período fue la actitud
de la CNT ante las elecciones de febrero de 1936. El problema principal era
como liberar a los cerca de 30.000 presos del movimiento de octubre. La CNT
estaba exhausta y no tenía fuerza para realizar ningún acto que terminara con
la liberación de los encarcelados. Así que la única salida era votar las listas
del Frente Popular, en cuyo programa destacaba la aprobación de una amnistía.
Una vez más chocaban los principios con la dura realidad; y una vez más, en el
movimiento libertario hubo de todo. Aunque los dirigentes pretendieron salvarse
del “lodo” de las urnas mediante la abstención, no dejaron de empujar a los
afiliados a votar. No tenían otra solución para liberar a los presos. Como dijo
César Martínez Lorenzo, las elecciones de 1936 colocaron a una CNT desorientada
en el tortuoso laberinto del “apoliticismo politicómano
y de la politiquería apolítica”.
-Amigo en
julio del 36 se produce el Golpe de Estado de los militares contra la II
República, ¿es el anarquismo y el anarcosindicalismo el que “salva” a la II
República e incluso a la Generalitat de Catalunya desde lugares tan importantes
como decisivos, por aquellos días, como las atarazanas de Barcelona…por poner
un ejemplo? ¿o van a por la revolución, defendiéndola, y eso salva, como efecto secundario a la II
República y a la Generalitat?.Preguntado de otra manera, ¿ su
reacción frente al Golpe, abrazando a la revolución “salvan” al “el sistema”
por el que el movimiento anarquista estaba con tanta contradicción…?
- El golpe de Estado triunfó allí donde el ejército
sublevado y las fuerzas del orden, como la Guardia Civil, se mantuvieron
unidas; pero fracasó dónde hubo desunión entre ambas y dónde los militantes de
partidos y sindicatos de izquierda salieron a la calle en unión de esas fuerzas
leales a la República. La composición de esa masa popular fue variada,
dependiendo del lugar. En Barcelona, ciudad de preeminencia anarquista y
anarcosindicalista, son estos los principales actores. En otros lugares, como
Madrid, los socialistas y comunistas compartieron protagonismo con los
libertarios. Por otro lado, desde mi punto de vista, los libertarios no
lucharon por defender la República, lucharon contra una rebelión militar que se
identificaba con el fascismo. Evidentemente, puestos a elegir, los libertarios
no iban a formar parte de un bando fascista. De todas formas, a pesar de que se
habla de fuerzas republicanas, en donde se encuadra a socialistas, comunistas y
libertarios, creo que sería más correcto hablar de fuerzas antifascistas. Pero
cada una de ellas tenía diferentes objetivos que difícilmente se pueden
identificar con instaurar una república democrática burguesa. Otra cuestión es
qué tras vencer a los rebeldes, como sucede en Barcelona, los anarquistas se
dieran cuenta de que no estaban solos, que había otros grupos políticos y que
no tenían la fuerza necesaria, ni la organización adecuada para hacerse con
todo el poder, circunstancias por las que decidieron mantener las instituciones
contra las que habían luchado, como la Generalidad. Lo que no impidió que se
plantearan hacer la revolución.
-¿En aquellos años con quien más “encuentran entente” fue con
Largo Caballero?, ¿por qué crees?, --ni con Casares Quiroga, Martínez Barrio y Giral—
-Largo Caballero había sido uno de los dirigentes
socialistas más vilipendiado durante la Segunda República. Anarquistas y
anarcosindicalistas le achacaron ser uno de los enemigos más acérrimos que
tenía la CNT; en primer lugar, por su trabajo al frente del Ministerio de
Trabajo, con una legislación laboral que beneficiaba a la UGT en detrimento de
la CNT; en segundo lugar, por su apoyo en el ejecutivo republicano-socialista a
la represión contra la Confederación. Sin embargo, la guerra civil lo cambió
todo, y Largo Caballero pasó a ser el líder que unió a las fuerzas obreras en
la contienda. Hasta logró contar en su gobierno con dos ministros anarquistas,
Federica Montseny y Juan García Oliver, que habían
criticado muy duramente ya no solo a Largo Caballero en los años republicanos,
si no a los anarcosindicalistas que habían contactado con los partidos para
mejorar la situación de la organización y de los trabajadores; y dos
anarcosindicalistas: Juan Peiró y Juan López. Una vez
más era el enfrentamiento entre los principios y la realidad. Como diría el
cenetista Juan Sans Sicart:
“Sin poder no hubiéramos podido hacer nosotros en Barcelona y en España, frente
al contrapoder que se alzó contra la República. Sin poder no hubiésemos podido
organizar la industria..., y sin principios no podíamos hacer una revolución de
base, de transformación social, de canalizar la economía en manos de los
trabajadores... Cada cual queda en su sitio". Aunque, en realidad, habría
que preguntarse si en realidad cada cual, poder y principios, quedaron “cada
uno en su sitio”, o si por el contrario entraron en colisión y, por lo tanto,
hubo vencedores y vencidos.
-¿Cuánta reflexión, amigo, y cuánta más tinta se invertirá en la
eterna reflexión en torno a :”qué debe ser primero la
guerra o la revolución?---con todo lo que de esto se fue derivando—
-Con el paso
del tiempo parece evidente que la atención a la guerra era prioritario. La
victoria de los rebeldes supuso la instauración de una dictadura cruenta que
significó la desaparición física de miles de españoles, el encarcelamiento de
los opositores, la prohibición de partidos y sindicatos, el silencio impuesto
por los vencedores, la preeminencia de una Iglesia católica tremendamente
vengativa, en fin, la ausencia de la mínima libertad y la conculcación de todos
los derechos. Sin embargo, los anarquistas entendieron, en los momentos
iniciales de la contienda, que podían realizar ambas - guerra y revolución -,
al mismo tiempo. Pero chocaron con realidades muy diferentes a lo soñado. Por
un lado, los anarquistas no llegaron a la revolución como consecuencia de los
caminos por los que habían transitado, es decir, mediante un movimiento
insurreccional, pero tampoco los anarcosindicalistas lo consiguieron mediante
una larga labor de concienciación de los trabajadores y fortalecimiento del
sindicato. Habían alcanzado la revolución por el fracaso de una rebelión
militar. Además, eran conscientes de que no estaban solos, que había otras
fuerzas políticas y sindicales con otra ideología, con otras tácticas y con
diferentes objetivos en cuanto a la sociedad ideal. Por si todo esto fuera
poco, estaban en medio de una guerra civil, en frente de un ejército implacable
y bien organizado y de unas potencias fascistas que le apoyaban, mientras que las potencias occidentales mantuvieron una falsa neutralidad
que benefició descaradamente a los rebeldes. El único sustento a las fuerzas
antifascistas vendría de la mano de la Unión Soviética, enemiga declarada de
los anarquistas. En fin, demasiados problemas para sacar adelante una
revolución que ya en tiempos de paz hubiera sido muy difícil. El anarquismo y
el anarcosindicalismo pagaron cara la pérdida de la guerra y se convirtieron en
los grandes perdedores durante el franquismo. Pero eso, como suele decirse, es
otra historia.
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