La Librería de El Sueño Igualitario

978-8490451229.jpgCazarabet conversa con...   Eduardo González Calleja, autor de "En nombre de la autoridad. La defensa del orden público durante la Segunda República Española (1931-1936)" (Comares)

 

Estamos ante un libro crucial, ustedes dirán ¿Qué va a decir esta librera metida a “comentadora freelance” de libros?, pues digo la verdad porque lo último que quiero es tener entre los estantes difusores libros de paja, de los de poco peso….en esta casa nos  gustan los libros que den de qué pensar y que hagan reflexionar y hablar…..lecturas que nos sumerjan en una tertulia, que nos inquieten y que levanten las preguntas. .Creo que estas son las premisas que tiene Comares  y que hace que todo lo que publica y edita tiene un peso bestial. De ello les doy fe y más ante el presente libro porque es un trabajo descomunal y creo que no nos pasamos con el calificativo. Eduardo González Calleja se acerca a la autoridad y a cómo esta se ha ido “aplicando”( fíjense que he puesto comillas) , a cómo ésta ha sido “recibida”;m por quién se ha aplicado y bajo qué parámetros ésta se aplica. Autoridad, un nombre común del que muchos huyen y al que unos se acercan como por casualidad, pero que siempre impone.

Eduardo González Calleja, analiza mucho más que esto que les decía porque se acerca a quiénes aplicaban, por activa y pasiva, la autoridad…Se acerca también al orden público (más de lo mismo), a los diferentes cuerpos que la aplicaban desde la Guardia Civil a los Carabineros, pasando por la Guardia de Asalto…y hace todo esto siguiendo un solo hilo, el de la historia más contemporánea. La autoridad es un tema muy recurrente en la historia de España, y más en este tramo más reciente de la misma porque, el uso de la autoridad tiene mucho qué decir desde cómo ésta era concebida, a cómo era usada o hasta cómo era y se abusaba de la misma. Un libro y una temática muy bien desmembrada  que invita a la lectura, pero que más aún invita a la reflexión y a tener , entre nosotros, un libro interesantísimo de consulta que nos desvela el paso de la autoridad por un tiempos, sus gentes y su país.

Lo que nos dice la Editorial Comares:

Analizar la evolución de los conceptos políticos y su función social en cada momento histórico es un saludable modo de relativizar alguno de los grandes mitos constitutivos de cualquier comunidad política. Al igual que la idea de «democracia» (que en los años treinta no era un valor absoluto, sino un concepto en crisis, que tenía un carácter provisorio e instrumental para buena parte de los partidos de derecha e izquierda, y quedó subordinada a otros términos, como los de república, reforma o revolución) , la noción de «orden público» también tiene su propia genealogía y su particular campo semántico, que nos retrotrae al siglo XVIII, cuando el Estado logró erigirse en el monopolizador de la violencia legal según la clásica teoría hobbesiana. El instrumento fundamental del orden público era la «fuerza pública», término procedente de la Déclaration des Droits de l'Homme et du Citoyen de 1789 , y que sirve para designar a fuerzas especializadas en los menesteres de salvaguardia interna del orden sociopolítico, bajo la directa dependencia del Estado y que veían limitada su actuación por las leyes vigentes, a diferencia de las fuerzas armadas del Antiguo Régimen, que operaban de forma más o menos autónoma e indiscriminada.
El término tuvo un recorrido histórico específico en España. Con el régimen liberal comenzaron a cristalizar una serie de procesos estrechamente ligados al desarrollo del capitalismo. Uno de ellos fue la estructuración de la sociedad entera a partir del funcionamiento de una serie compleja de dispositivos de vigilancia, moralización e individualización, que tenían como fin el mantenimiento del orden social establecido. El desarrollo práctico del concepto de «orden social» por el conservadurismo del siglo XIX marcó los límites del alcance transformador del ciclo revolucionario liberal-burgués que en España hacemos arrancar convencionalmente de 1812 y finalizar en 1875. La defensa de un orden social que era considerado como natural, inmutable e indiscutible, que debía ser mantenido a toda costa y por todos los medios a disposición del poder político, incluidos los violentos, era una actitud más inmovilista que regresiva, que no admitía variaciones sustanciales en lo social (con la primacía de los sectores de la gran burguesía y de la nobleza que aceptaban las consecuencias del individualismo liberal y de la desigualdad natural inherente al organicismo de cuño católico), en lo político (con el establecimiento de un régimen liberal parlamentario de sufragio restringido y con la potenciación del papel de la Corona, de la Cámara Alta y de la Administración militar sobre la civil), y en lo económico, con la asunción del sistema de propiedad personal, libre y plena, lo que implicaba aceptar las desiguales relaciones sociales que llevaba anejo el capitalismo.

 

0651ec6e9a.pngCazarabet conversa con Eduardo González Calleja.

- Eduardo, “en nombre de la autoridad” en la historia contemporánea española… ¿cuántos derechos humanos y sociales  hemos podido llegar a  perder?

-La sociología Histórica ha destacado hace mucho tiempo que el Estado es el más importante gestor de la violencia, y por tanto el más importante y persistente conculcador de los derechos humanos, incluidos los más elementales, como la vida o la libertad. De modo que en nombre de la autoridad, incluso en situaciones democráticas, el Estado ha violado, coyuntural o permanentemente, los derechos que se garantizan en los textos constitucionales.

-Analizas en este libro, que te edita Comares, el comportamiento de la autoridad desde el comienzo de la II República y hasta el alzamiento contra ella, en julio del 36. Vamos a ver, ¿nos puedes explicar qué diferencias había entre el comportamiento de la autoridad en los gobiernos de izquierdas de la II República y los de la derecha, los del denominado Bienio Negro?

-En esencia, los gobiernos de derecha mantuvieron las garantías constitucionales suspensas con mayor asiduidad, y devolvieron a los cuerpos militares (Ejército y Guardia Civil) buena parte de las competencias y jurisdicciones que habían tenido antes de 1931. También militarizaron gradualmente el Cuerpo de Seguridad y Asalto.

9906075.JPG-El imponer la autoridad, desde la perspectiva de la militarización, ¿por qué crees que establece un primer eslabón de errores?….pero eso ya era un mal muy antiguo…

-La militarización del orden público impone, a mi juicio dos principios erróneos: el de la represión desproporcionada con respecto a la entidad de la amenaza para el orden público y la imposición de una jurisdicción castrense mucho más estricta y menos garantista para este tipo de delitos.

- ¿Qué “autoridad” se encuentra la II República a la que poder  echar mano para poder hacer frente a mantener el orden público?

-En realidad, la autoridad gubernativa (ministros, gobernadores civiles)  procedía en buena medida de las filas del propio régimen republicano, pero sus agentes (policías, guardias, militares…) formaban parte de instituciones de la Monarquía, con una cultura corporativa poco o nada democrática.

-La palabra autoridad es que, solo y por si sola, ya impone ¿por qué crees que es así?

-Porque en la cultura política española no se ha impuesto la imagen del servidor público que responde a las demandas de los ciudadanos, sino el agente del Estado que ejerce un poder omnímodo y en ocasiones arbitrario.

- La Guardia Civil arrastraba ya cierta reputación en la II República de ser desmesuradamente dura y los prejuicios entre los  políticos que asumieron los tiempos de la II República y los mandos de la Guardia Civil debieron de ser inevitables…cuéntanos cómo fue esa especie de “encuentro”.

-En “encuentro” fue inevitablemente conflictivo. Aunque en el gobierno hubo políticos dispuestos a dar un crédito de confianza a la Guardia Civil, éste se agitó en buena medida tras los sucesos de Yeste y el diez de agosto de 1932. A escala local, las suspicacias entre la Benemérita y el poder municipal republicano y socialista alimentaron constantes conflictos, que se agravaron durante el segundo bienio.

escanear0002.jpg-¿Y cómo fue “el encuentro” con los que debían de mantener la autoridad en las ciudades, los guardias de asalto y sus mandos?

-En el ámbito urbano la hostilidad fue más matizada, ya que la Guardia de Asalto era una sección del Cuerpo de Seguridad de nueva planta y espíritu republicano, pero parte de sus mandos tenían una experiencia colonial que les inclinaba al exceso represor. Con todo, protagonizó importantes sucesos violentos contra los anarquistas en 1931-1933 o los socialistas en octubre de 1934.

-Explícanos Eduardo, antes de seguir adelante,  ¿cómo era en aquellos tiempos que analizas en el libro la vertebración del orden: la Guardia Civil en las zonas rurales, la Guardia de Asalto en las urbes…?. Cuéntanos.

-La Guardia Civil estaba presente en las poblaciones de menos de 10.000 habitantes, y el Cuerpo de Seguridad (con secciones de Asalto) en las grandes ciudades (Madrid, Bilbao, Sevilla), Valencia, Zaragoza, La Coruña, Málaga, Oviedo, Badajoz, Valladolid, Murcia y Barcelona). Existía también un Tercio Móvil de la Benemérita que acudía allí donde hubiera problemas de orden público, y lo mismo sucedía con algunas compañías de Asalto, que podían operar en los pueblos desde su acantonamiento en las capitales de provincia.

-Cuéntanos,  ¿cómo, de qué manera y qué fue el Cuerpo de Carabineros?

-El Cuerpo de Carabineros guardaba fronteras y costas, y sus principales cometidos eran la gestión aduanera y la lucha contra el contrabando. No efectuaban misiones cotidianas de defensa del orden público.

-¿Hasta qué punto acontecimientos como el de Casas Viejas en el que interviene la Guardia Civil enmarañó cierto respeto que puede tener toda población por cierto orden y autoridad?

-En realidad, la parte mayor de la masacre de Casas Viejas ha de asignarse a la Guardia de Asalto, cuyo prestigio de fuerza republicana especializada en el control proporcional de las algaradas quedó muy malparado.

-La duda siempre se ha interpuesto en las actitudes de la Guardia Civil, es como algo que todos tenemos como asumido pero ¿hasta cuándo la lealtad estaba también, siempre, en el punto de mira en aquellos tiempos?

-La “tradicional” lealtad de la Guardia Civil al Estado debe relativizarse en perspectiva histórica transecular, ya que protagonizó los asaltos al Parlamento de1874 (Pavía) y 1981(Tejero), además del golpe de agosto de 1932 y buena parte del alzamiento de julio, que triunfó de forma casi sistemática allí donde la Guardia Civil decidió apoyarlo. Hay que decir que la lealtad de la Benemérita fue muy minoritaria en 1936, y declinaba con la mayor o menor graduación de sus mandos.

callejaetal-1024x906.jpg- En Octubre del 34 se produce la Revolución de Asturias y es, básicamente, el ejército, con Franco el que la sofoca… ¿cómo crees que interfiere esto en el día a día vital de una República (además muy incipiente), aunque quien gobernase entonces fuese la derecha?

-En el decurso histórico republicano, los sucesos de octubre de 1934 son excepcionales, ya que produjeron oficialmente no menos de 1.335 víctimas mortales, de ellas 1.084 en Asturias esto es el, 43% de las muertes violentas del conjunto del periodo republicano. Por la brutalidad de los enfrentamientos y el nivel de destrucción de vidas y haciendas, resultó una coyuntura de la máxima trascendencia histórica, pero es preciso hacer notar que la República sobrevivió a esta revolución y a los conatos contrarrevolucionarios posteriores, y logró estabilizar y normalizar la vida política lo suficiente como para que el Parlamento y otras instituciones funcionaran sin sobresaltos, y pudieran convocarse elecciones libres en febrero de 1936

-Los “sectores profesionales” dedicados a la autoridad (por llamarlo de alguna forma) ¿hasta qué punto fueron leales o no a la República? Destaca o comenta, por favor, qué cuerpo fue más leal que otro y demás….

-Siguiendo el cómputo de oficiales y agentes que actuaron en uno u otro bando en la guerra civil, el menos leal fue el Ejército y la Guardia Civil (64% de sus jefes y oficiales apoyó el golpe), y el más leal el cuerpo de Seguridad, donde se incluía la Guardia de Asalto. El Cuerpo de Vigilancia (actual Cuerpo Superior de Policía) fue en buena parte desleal. Con todo, al principio de la guerra civil, la República pudo controlar las dos terceras partes de las fuerzas de Policía (en torno a 14.600 efectivos: 12.000 del Cuerpo de Seguridad y Asalto y 2.600 del Cuerpo de Investigación y Vigilancia), frente a 7.300 agentes destinados en la España sublevada: 6.000 policías uniformados y 1.300 de Investigación

-Cuando el Estado empieza a cubrirse, como la estrategia de “la tortuga” que empleaban los centuriones de las Legiones Romanas….¿no es un síntoma negativo para un estado democrático y más si lleva la denominación de origen de República? O sea y dicho de otra manera ¿No es mala señal que un Estado se blinde? (ten en cuenta esta cuestión desde el punto de vista de encuadrarlo en el período que tu analizas en el libro)

-En efecto, el “blindaje” de la República a través de normas excepcionales (Ley de Defensa de octubre de 1931, Ley de Orden Público de julio de 1933, Ley de Vagos y Maleantes de agosto de 1933, declaraciones del estado de guerra o de prevención y alarma, etc.) fue muy nocivo para la República, porque en vez de garantizar los derechos de los ciudadanos que ejercían el legítimo derecho de protesta se optó por el mantenimiento del orden a todo trance. Todo ello tuvo consecuencias nefastas para la legitimación de la República, especialmente entra las masas trabajadoras que fueron la inmensa mayoría de las víctimas de la violencia represiva perpetrada por el Estado.

-Tengo muy en la mente aquellos años llamados del “pistolerismo”. ¿Qué de esto, qué parte de este malestar heredó la República? ¿De qué parte de ese frío manto que era el pistolerismo nunca se pudo librar la República?

-El pistolerismo sociolaboral tuvo lugar sobre todo en Barcelona entre 1919 y 1923. Desapareció con la Dictadura de Primo de Rivera, pero el anarquismo local lo resucitó durante la República como modo de resistencia de los “grupos de acción” de la FAI contra la política de negociación laboral de los gobiernos republicanos-socialistas y como instrumento de lucha frente a los sindicatos rivales (sobre todo la UGT) y la Patronal. Ese modo delincuencial de entender la actividad sindical se mantendría hasta más allá de julio de 1936.

 

 

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En nombre de la autoridad. La defensa del orden público durante la Segunda República Española (1931-1936). Eduardo González Calleja
376 páginas
26,00 euros
Comares



Analizar la evolución de los conceptos políticos y su función social en cada momento histórico es un saludable modo de relativizar alguno de los grandes mitos constitutivos de cualquier comunidad política. Al igual que la idea de «democracia» (que en los años treinta no era un valor absoluto, sino un concepto en crisis, que tenía un carácter provisorio e instrumental para buena parte de los partidos de derecha e izquierda, y quedó subordinada a otros términos, como los de república, reforma o revolución) , la noción de «orden público» también tiene su propia genealogía y su particular campo semántico, que nos retrotrae al siglo XVIII, cuando el Estado logró erigirse en el monopolizador de la violencia legal según la clásica teoría hobbesiana. El instrumento fundamental del orden público era la «fuerza pública», término procedente de la Déclaration des Droits de l’Homme et du Citoyen de 1789 , y que sirve para designar a fuerzas especializadas en los menes­teres de salvaguardia interna del orden sociopolítico, bajo la directa dependencia del Estado y que veían limitada su actuación por las leyes vigentes, a diferencia de las fuerzas ar­madas del Antiguo Régimen, que operaban de forma más o menos autónoma e indiscriminada.

 El término tuvo un recorrido histórico específico en España. Con el régimen liberal comenzaron a cristalizar una serie de procesos estrechamente ligados al desarrollo del capitalismo. Uno de ellos fue la estructuración de la sociedad entera a partir del funcionamiento de una serie compleja de dispositivos de vigilancia, moralización e individualización, que tenían como fin el mantenimiento del orden social establecido. El desarrollo práctico del concepto de «orden social» por el conservadurismo del siglo XIX marcó los límites del alcance transformador del ciclo revolucionario liberal-burgués que en España hacemos arrancar convencionalmente de 1812 y finalizar en 1875. La defensa de un orden social que era considerado como natural, inmutable e indiscutible, que debía ser mantenido a toda costa y por todos los medios a disposición del poder político, incluidos los violentos, era una actitud más in­movilista que regresiva, que no admitía variaciones sustanciales en lo social (con la primacía de los sectores de la gran burguesía y de la nobleza que aceptaban las consecuencias del individualismo liberal y de la desigualdad natural inherente al organicismo de cuño católico), en lo político (con el es­tablecimiento de un régimen liberal parlamentario de sufragio restringido y con la potenciación del papel de la Corona, de la Cámara Alta y de la Administración militar sobre la civil), y en lo económico, con la asunción del sistema de propiedad personal, libre y plena, lo que implicaba aceptar las desiguales relaciones sociales que llevaba anejo el capitalismo.


   INTRODUCCIÓN: Sobre el concepto de orden público y su evolución
1. LOS ANTECEDENTES: LA POLÍTICA DE ORDEN PÚBLICO DURANTE LA RESTAURACIÓN
    1.1. El pecado original: la militarización del orden público
    1.2. Los condicionamientos legales: la aplicación abusiva de las medidas de excepción
    1.3. La tortuosa modernización de la función policial
    1.4. El deterioro del orden público en la crisis de la Restauración
    1.5. Reforzamiento y crisis de un sistema militarizado de control colectivo: la Dictadura de Primo de Rivera
    1.6. El derrumbe de la política de orden público y la caída de la Monarquía
2. LAS INSTANCIAS Y LOS GESTORES DEL PODER GUBERNATIVO
    2.1. La evolución de los servicios centrales del Ministerio de la Gobernación: presupuestos y personal al mando
    2.2. Los directores generales de Seguridad y los servicios de coordinación e información
    2.3. La clave del poder gubernativo: los gobernadores civiles
    2.4. La suerte de la República se juega en el campo: la lucha en torno al poder local
3. LA SOMBRA DE CASTILBLANCO: EL PAPEL REPRESIVO Y LA DUDOSA LEALTAD DE LA GUARDIA CIVIL
    3.1. Una mentalidad ordenancista y a la defensiva
    3.2. Entre Castilblanco y Arnedo: la polémica sobre la actuación represiva de la Guardia Civil
    3.3. La destitución de Sanjurjo, el 10 de agosto y la gran reforma
    3.4. La recuperación del favor oficial durante el bienio radical-cedista
    3.5. Reavivando los rencores: de Yeste al 18 de julio
4. LA SOMBRA DE CASAS VIEJAS: LA GUARDIA DE ASALTO Y LAS TRANSFORMACIONES EN LOS CUERPOS DE SEGURIDAD Y VIGILANCIA
    4.1. La efímera creación de una Guardia Cívica republicana
    4.2. Al fin una policía moderna: la creación de la Guardia de Asalto
    4.3. El duro despertar: Casas Viejas y la brutalización de la acción policial
    4.4. La militarización del Cuerpo de Seguridad
    4.5. La escasa fiabilidad política del Cuerpo de Investigación y Vigilancia
    4.6. El dispositivo de orden público en Cataluña
5. DEFENDIENDO LA REPÚBLICA: LAS MEDIDAS LEGALES DE EXCEPCIÓN
    5.1. La Ley de Defensa de la República de 21 de octubre de 1931
    5.2. La Ley de Orden Público de 28 de julio de 1933
    5.3. La penalización preventiva: la Ley de Vagos y Maleantes de 4 de agosto de 1933
    5.4. La limitación del derecho de asociación, el control de las armas de fuego y la involución de los mecanismos procesales
6. EL ESTADO CONVERTIDO EN FORTÍN: EL ENDURECIMIENTO DE LA ACCIÓN REPRESIVA DE LOS GOBIERNOS RADICAL-CEDISTAS
    6.1. Martínez Barrio y la política de reforzamiento preventivo de la autoridad gubernativa
    6.2. Salazar Alonso o el triunfo de la represión
    6.3. La revolución de octubre de 1934 y la culminación del reforzamiento del poder estatal
    6.4. La evolución de la delictividad política y social
    6.5. La militarización progresiva del orden público
7. LA CRISIS FINAL DE LOS RESORTES DEL ORDEN PÚBLICO EN LA PRIMAVERA DE 1936
    7.1. Armados hasta los dientes: el cambio de signo en el poder municipal
    7.2. El recrudecimiento de la conflictividad sociolaboral
    7.3. Las tentativas de depuración del Ejército, los cuerpos policiales y la judicatura
    7.4. La política preventiva y represiva de Casares Quiroga de mayo a julio. Los asesinatos de Castillo y Calvo Sotelo
   CONCLUSIONES: La dificultosa renovación y el uso inadecuado de los medios coactivos del Estado
   ANEXO: Cronología de los estados de excepción durante la Segunda República (1931-1939)
SIGLAS
FUENTES
BIBLIOGRAFÍA

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