La Librería de El Sueño Igualitario

9788494495007.jpgCazarabet conversa con...   Fernando Hernández Sánchez, autor de “El bulldozer negro del general Franco. Historia de España en el siglo XX para la primera generación del XXI” (Pasado & Presente)

 

 

 

Lo que nos dice la editorial del libro:

Fernando Hernández es un caso curioso. Mientras otros profesores universitarios han limitado su actividad al intento por transmitir unos determinados conocimientos, fruto de varios años de esforzada investigación, Hernández ha indagado acerca del conocimiento que habita en sus estudiantes. Después de un exhaustivo trabajo de cotejo de libros de texto y compilación de vergonzantes "lecciones de historia" a cargo de políticos en los medios de comunicación, Hernández ha desarrollado un breve decálogo sequé principios científicos, libres de intencionalidad políticas, deben regir la enseñanza de la historia y cuáles son los errores a evitar.

Fernando Hernández Sánchez:

Fernando Hernández es un caso curioso. Mientras otros profesores universitarios han limitado su actividad al intento por transmitir unos determinados conocimientos, fruto de varios años de esforzada investigación, Hernández ha indagado acerca del conocimiento que habita en sus estudiantes. Después de un exhaustivo trabajo de cotejo de libros de texto y compilación de vergonzantes "lecciones de historia" a cargo de políticos en los medios de comunicación, Hernández ha desarrollado un breve decálogo sequé principios científicos, libres de intencionalidad políticas, deben regir la enseñanza de la historia y cuáles son los errores a evitar.

 

 

Cazarabet conversa con Fernando Hernández Sánchez:

Fernando-Hernandez-Sanchez.jpg-Amigo Fernando Hernández  con El Bulldozer negro del General Franco “dices” que pretendes escribir un anti manual de historia de España…¿Por qué?

-Se trata de una expresión informal. El libro va, en cierta medida, a contracorriente de lo que se transmite en los manuales escolares que, en buena parte, no han incorporado suficientemente a sus contenidos los avances de la historiografía académica de las últimas décadas.

-Aquello que pretendes es que el lector, el alumno o alumna se siente a leer la historia y a replantearse reflexiones, dudas y cómo entender la historia saliéndose de “cierto orden establecido”?

-Más bien de “cierta lectura” de la historia reciente. El relato que se desprende de los libros de texto es el de una historia acabada, con sentido prefigurado, que va fluyendo como el río hacia su desembocadura sin plantearse la existencia de meandros o ramales secos. A ese concepto de la Historia cuyo final es ineludible se le llama teleología. Pues bien, nuestros libros de texto son teleológicos: la Segunda República y la guerra civil van juntas porque la una parecía llevar inevitablemente a la otra. El franquismo es un periodo tan largo que acaba por perder los rasgos más agresivos de su totalitarismo y se convierte en un sistema autoritario, antipático pero eficaz,  en cuyo seno se desarrolla el crecimiento económico y eclosionan las clases medias que alumbrarán la democracia. La transición es un prodigio de madurez que conduce al pacto de élites que desembocará en la democracia, poniendo fin a un siglo de enfrentamientos fratricidas… Es un producto tan acabado que apenas deja resquicio para la complejidad, la contradicción y la duda. Y tan económicamente simple que apenas nos damos cuenta de su efectividad en la formación de una mentalidad colectiva de naturaleza pasiva.

-¿Dirías que se trata de un libro que reflexionar, desde ejemplos prácticos, sobre cómo llegar a poder explicar la historia de otra manera?

-Me conformaría con que se explicara la Historia del Presente. Por diversas razones, las generaciones que culminan su escolarización obligatoria salen de la escuela sin haber visto suficientemente las raíces inmediatas de la sociedad en la que se van a insertar de manera activa. Y eso tiene una consecuencia inmediata: la ignorancia conduce a la mistificación, y ésta a la manifestación de interpretaciones aberrantes que se encuentran, en no pocas ocasiones, en la base del desarrollo de ideologías o comportamientos incívicos, chauvinistas y antidemocráticos.

-Lo que está claro que este libro lo escribes desde tu faceta de profesor de Historia…Coméntanos.

-He sido durante veintitrés años profesor de Historia en Secundaria y desde hace seis formo a futuros maestros en la facultad de Educación. A lo largo de este dilatado periodo, me di cuenta de que, de manera constante, los episodios relativos a la historia reciente de España quedaban invisibilizados. Al principio, en aplicación de esa errónea concepción de que la historia inmediata no es Historia y no puede ser sometida a las herramientas analíticas de la disciplina. Después –y siempre- por una inercia que conduce a no pocos profesores a obviar esa parte del temario con explicaciones como la longitud y densidad del temario y la carencia de horas lectivas suficientes. En realidad, se trata de pretextos para rehuir lo que aún siguen siendo hechos controvertidos porque, a fuerza de no recuperar la memoria y hacer de ella un patrimonio colectivo de la comunidad democrática, la República, la guerra y la dictadura franquista se han convertido en eso que los historiadores franceses denominan “un pasado que no pasa”.

07_01_FernandoHernadez.jpg-Fernando creo que el historiador, el divulgador y el comunicador, a veces, adolece de “saber transmitir “lo suficientemente claro y tajante del mensaje o cierta parte del mismo…por ejemplo, hay que saber utilizar bien las palabras: nombres y adjetivos…-Lo que nos da que pensar mucho sobre las formas de utilización del lenguaje por parte de divulgadores, profesores y docentes, escritores, investigadores, estudiosos e historiadores y esto para todos es como una asignatura pendiente….

-Primero, hay que perder el miedo a transmitir. Este año se cumple el octogésimo aniversario del inicio de la guerra civil. Por cierto, sin que el hecho medular de nuestra historia del siglo XX haya merecido un congreso científico de ámbito nacional como el que se merece, lo cual ya es elocuente. Si a los profesores franceses o anglosajones se les dijera que no es recomendable abordar en clase lo que ocurrió en 1936 porque suscita viejos conflictos, abre heridas no cicatrizadas o, a lo peor, viene un padre a quejarse de que, si se habla de los crímenes nazis, hay que hablar también de la conspiración judía mundial por aquello de la imparcialidad, la indignación sería clamorosa. Luego, hay que llevar a la clase los avances de la investigación académica, que ha avanzado exponencialmente en las últimas décadas.

-Un hecho histórico, amigo Fernando, es o no es. Me explico, tiene o debería tener sus puntos intocables e inamovibles: se produjo, por ejemplo, una batalla en una fecha determinada ; el bando “A” tenía y disponía de unas fuerzas y el bando “B” de otras; las estrategias; el números de bajas, ¿no?. Es como una crónica periodística  o lo que debería serlo, ¿no?...plenamente objetiva, sin más…

-Los hechos son los hechos mientras nuevas fuentes no arrojan nueva luz sobre ellos, los confirman, los amplían o los desmienten. Por ejemplo, no es de recibo que los manuales escolares sigan repitiendo que el asesinato de Calvo Sotelo desencadenó la guerra civil cuando sabemos lo que sabemos sobre los contactos de los conspiradores monárquicos con Mussolini desde 1934, los suministros de aviones de bombardeo contratados por Pedro Sainz Rodríguez, mano derecha del diputado derechista y monárquico de primera fila con los italianos en los meses previos a julio de 1936, las órdenes reservadas de Mola desde marzo-abril de ese año y las oscuras circunstancias del asesinato del general Amado Balmes que permiten el desplazamiento de Franco hasta el protectorado de Marruecos sin levantar sospechas. Hay que tener en cuenta que aún quedan archivos documentales vedados a los investigadores. Los de Defensa y Asuntos Exteriores son un buen ejemplo en España. Y los que atañen a tiempos recientes, todavía más. Sobre el franquismo y la transición estamos surfeando sobre la espuma de la ola: las memorias y los testimonios personales. Seguro que, cuando aflore la evidencia primaria, habrá muchas cosas que hoy damos por ciertas que deberán ser reinterpretadas.

maxresdefault.jpg-Otro punto es la interpretación  que, desde  diferentes miradas históricas, se dé…pues que un historiador piense e intérprete que la estrategia se hizo en base a unos objetivos más que a otros o que con ella intentaban no sé qué y habrá otro historiador que pensará, en base a sus interpretaciones otra cosa. ¿Cómo lo ves?

-Evidentemente, la Historia está sometida a interpretación. Frente a lo que pretendía el difunto Ricardo de la Cierva, no existen las “historias definitivas” de nada. La historia está sometida a interpretación constante por dos factores: uno, porque nunca sabremos en su totalidad lo que ocurrió, debido al proceso de decantación de las fuentes (¿qué se ha perdido? ¿qué sobrevive y por qué? ¿se seleccionó para que sobreviviera? ¿qué podría aparecer en un futuro?); y dos, porque, cumpliendo la premisa de ser honestos con el tratamiento de las fuentes disponibles, los historiadores alumbran el pasado con los faros de su propia percepción y su ideología. No conozco a ninguno que entre al archivo, deje colgadas en la percha sus valores y concepciones y los recoja a la salida.

-Pero luego también están “las manipulaciones” que se llevan a cabo desde interpretaciones que van más allá de la analítica objetiva de cualquier hecho histórico. Cuéntanos.

-Bueno, en eso son expertos los integrantes de cierta escudería, no tan nueva como algunos de ellos mismos pretenden. De alguien que dice que la guerra civil la empezó la izquierda en octubre de 1934, obviando el contexto nacional e internacional, el avance hegemónico de los fascismos y los corporativismos en Europa –de la Austria de Dollfus y la Alemania de Hitler al Portugal de Salazar-, la identificación de una derecha que percibía cualquier reforma social como una amenaza revolucionaria, refractaria a la República, al laicismo y a la propia naturaleza de la democracia o la inquietud de una izquierda frustrada en su aspiración a la transformación de unas relaciones sociales y de producción brutales solo cabe enviarle de regreso a 1º de 1º de Historia, porque no le aprovechó nada, si es que lo cursó…

-¿Cómo alejarse y “saber identificar y defenderse” de las manipulaciones?

gal_1888.jpg-Los falsificadores de la Historia son fácilmente identificables. Irrumpen en los debates declarando poseer una teoría cierta que ellos solo comparten y que los demás rechazan por inconfesables intereses políticos o crematísticos. Son como chamanes vociferando en un congreso de neurocirujanos. Los historiadores conforman una colectividad amplia, plural y heterogénea. Entre ellos existen, no podía ser de otra forma, controversias, a veces muy agudas. Pero comparten una deontología común. Si alguien pretende tener razón contra todos, maquillar paradigmas viejos y desautorizados por la crítica y blasonar de que la Academia le ignora porque hay una confabulación, desconfíen… o llamen a un médico.

-La historiografía reciente está dejándonos buenos ejemplos…

-Los anaqueles de las grandes superficies, esos fast food del libro, son un buen escaparate. Afortunadamente, su trayectoria intelectual es corta y no deja huella. De lo malo, lo mejor que se puede pedir es que sea leve y transitorio.

-Porque, de otra manera, quien gana es “ese Bulldozer negro” del que nos hablas, esos sí que son inamovibles y solo leen la historia de una manera, sin muchos matices…yendo, cómo diría, “a piñón fijo”…

-Sí, pero de la persistencia de los lugares comunes no tienen la culpa los negacionistas. Ni siquiera ellos llegan a ser leídos en las aulas. Lo peor es esa capa de silencio que gravita sobre nuestro pasado inmediato, sobre los hechos que dieron sentido a nuestra historia reciente y conformaron la sociedad en la que actuamos, trabajamos, decidimos y nos quejamos. En esa labor de aclaración sobre las contradicciones que la fundaron tal como la conocemos, el papel de la educación y de los docentes es insustituible y crucial.

 

 

 

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El bulldozer negro del general Franco. Historia de España en el siglo XX para la primera generación del XXI. Fernando Hernández Sánchez
224 páginas
19,00 euros
Pasado & Presente



Fernando Hernández es un caso curioso. Mientras otros profesores universitarios han limitado su actividad al intento de esforzada investigación, Hernández ha indagado acerca del conocimiento que habita en sus estudiantes. Por ello se ha decidido a publicar libro donde señala claramente cuáles son los graves errores de la enseñanza de la historia en nuestro país y especialmente en lo que se refiere a la Historia Contemporánea. Después de un exhaustivo trabajo de cotejo de libros de texto y compilación de vergonzantes "lecciones de historia" a cargo de políticos en los medios de comunicación, cuando no en el propio Congreso, Hernández ha desarrollado un breve decálogo de qué principios científicos, libres de intencionalidades políticas e intereses partidistas, deben regir la enseñanza de la historia y cuáles son los errores a evitar. Lo sensato y cabal de su propuesta hace que el libro no sea solo interesante para docentes o estudiantes que quieran saber cómo enfrentarse a la Historia de la España contemporánea sino también para cualquiera que esté interesado en la misma y no quiera ser víctima de servilismos políticos o manipulaciones tendenciosas.

 

 

 

 

 

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