La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Fernando
Hernández Sánchez, autor de “El bulldozer negro del general Franco. Historia de España en
el siglo XX para la primera generación del XXI” (Pasado & Presente)
Lo que nos
dice la editorial del libro:
Fernando
Hernández es un caso curioso. Mientras otros profesores universitarios han
limitado su actividad al intento por transmitir unos determinados
conocimientos, fruto de varios años de esforzada investigación, Hernández ha
indagado acerca del conocimiento que habita en sus estudiantes. Después de un
exhaustivo trabajo de cotejo de libros de texto y compilación de vergonzantes
"lecciones de historia" a cargo de políticos en los medios de
comunicación, Hernández ha desarrollado un breve decálogo sequé principios
científicos, libres de intencionalidad políticas, deben regir la enseñanza de
la historia y cuáles son los errores a evitar.
Fernando
Hernández Sánchez:
Fernando Hernández es un caso curioso. Mientras otros
profesores universitarios han limitado su actividad al intento por transmitir
unos determinados conocimientos, fruto de varios años de esforzada
investigación, Hernández ha indagado acerca del conocimiento que habita en sus
estudiantes. Después de un exhaustivo trabajo de cotejo de libros de texto y
compilación de vergonzantes "lecciones de historia" a cargo de
políticos en los medios de comunicación, Hernández ha desarrollado un breve
decálogo sequé principios científicos, libres de intencionalidad políticas,
deben regir la enseñanza de la historia y cuáles son los errores a evitar.
Cazarabet conversa con Fernando Hernández Sánchez:
-Amigo Fernando
Hernández con El Bulldozer negro del
General Franco “dices” que pretendes escribir un anti manual de historia de España…¿Por qué?
-Se trata
de una expresión informal. El libro va, en cierta medida, a contracorriente de
lo que se transmite en los manuales escolares que, en buena parte, no han
incorporado suficientemente a sus contenidos los avances de la historiografía académica
de las últimas décadas.
-Aquello
que pretendes es que el lector, el alumno o alumna se siente a leer la historia
y a replantearse reflexiones, dudas y cómo entender la historia saliéndose de
“cierto orden establecido”?
-Más bien
de “cierta lectura” de la historia reciente. El relato que se desprende de los
libros de texto es el de una historia acabada, con sentido prefigurado, que va
fluyendo como el río hacia su desembocadura sin plantearse la existencia de
meandros o ramales secos. A ese concepto de la Historia cuyo final es
ineludible se le llama teleología. Pues bien, nuestros libros de texto son
teleológicos: la Segunda República y la guerra civil van juntas porque la una
parecía llevar inevitablemente a la otra. El franquismo es un periodo tan largo
que acaba por perder los rasgos más agresivos de su totalitarismo y se
convierte en un sistema autoritario, antipático pero eficaz, en cuyo seno se desarrolla el crecimiento
económico y eclosionan las clases medias que alumbrarán la democracia. La
transición es un prodigio de madurez que conduce al pacto de élites que
desembocará en la democracia, poniendo fin a un siglo de enfrentamientos
fratricidas… Es un producto tan acabado que apenas deja resquicio para la
complejidad, la contradicción y la duda. Y tan económicamente simple que apenas
nos damos cuenta de su efectividad en la formación de una mentalidad colectiva
de naturaleza pasiva.
-¿Dirías
que se trata de un libro que reflexionar, desde ejemplos prácticos, sobre cómo
llegar a poder explicar la historia de otra manera?
-Me
conformaría con que se explicara la Historia del Presente. Por diversas
razones, las generaciones que culminan su escolarización obligatoria salen de
la escuela sin haber visto suficientemente las raíces inmediatas de la sociedad
en la que se van a insertar de manera activa. Y eso tiene una consecuencia
inmediata: la ignorancia conduce a la mistificación, y ésta a la manifestación
de interpretaciones aberrantes que se encuentran, en no pocas ocasiones, en la
base del desarrollo de ideologías o comportamientos incívicos, chauvinistas y
antidemocráticos.
-Lo
que está claro que este libro lo escribes desde tu faceta de profesor de
Historia…Coméntanos.
-He sido durante
veintitrés años profesor de Historia en Secundaria y desde hace seis formo a
futuros maestros en la facultad de Educación. A lo largo de este dilatado
periodo, me di cuenta de que, de manera constante, los episodios relativos a la
historia reciente de España quedaban invisibilizados.
Al principio, en aplicación de esa errónea concepción de que la historia
inmediata no es Historia y no puede ser sometida a las herramientas analíticas
de la disciplina. Después –y siempre- por una inercia que conduce a no pocos
profesores a obviar esa parte del temario con explicaciones como la longitud y
densidad del temario y la carencia de horas lectivas suficientes. En realidad,
se trata de pretextos para rehuir lo que aún siguen siendo hechos
controvertidos porque, a fuerza de no recuperar la memoria y hacer de ella un
patrimonio colectivo de la comunidad democrática, la República, la guerra y la
dictadura franquista se han convertido en eso que los historiadores franceses
denominan “un pasado que no pasa”.
-Fernando creo que el historiador, el
divulgador y el comunicador, a veces, adolece de “saber transmitir “lo
suficientemente claro y tajante del mensaje o cierta parte del mismo…por
ejemplo, hay que saber utilizar bien las palabras: nombres y adjetivos…-Lo que
nos da que pensar mucho sobre las formas de utilización del lenguaje por parte
de divulgadores, profesores y docentes, escritores, investigadores, estudiosos
e historiadores y esto para todos es como una asignatura pendiente….
-Primero,
hay que perder el miedo a transmitir. Este año se cumple el octogésimo
aniversario del inicio de la guerra civil. Por cierto, sin que el hecho medular
de nuestra historia del siglo XX haya merecido un congreso científico de ámbito
nacional como el que se merece, lo cual ya es elocuente. Si a los profesores
franceses o anglosajones se les dijera que no es recomendable abordar en clase
lo que ocurrió en 1936 porque suscita viejos conflictos, abre heridas no
cicatrizadas o, a lo peor, viene un padre a quejarse de que, si se habla de los
crímenes nazis, hay que hablar también de la conspiración judía mundial por
aquello de la imparcialidad, la indignación sería clamorosa. Luego, hay que
llevar a la clase los avances de la investigación académica, que ha avanzado
exponencialmente en las últimas décadas.
-Un
hecho histórico, amigo Fernando, es o no es. Me explico, tiene o debería tener
sus puntos intocables e inamovibles: se produjo, por ejemplo, una batalla en
una fecha determinada ; el bando “A” tenía y disponía de unas fuerzas y el bando
“B” de otras; las estrategias; el números de bajas, ¿no?.
Es como una crónica periodística o lo que debería serlo,
¿no?...plenamente objetiva, sin más…
-Los
hechos son los hechos mientras nuevas fuentes no arrojan nueva luz sobre ellos,
los confirman, los amplían o los desmienten. Por ejemplo, no es de recibo que
los manuales escolares sigan repitiendo que el asesinato de Calvo Sotelo desencadenó la guerra civil cuando sabemos lo que
sabemos sobre los contactos de los conspiradores monárquicos con Mussolini
desde 1934, los suministros de aviones de bombardeo contratados por Pedro Sainz
Rodríguez, mano derecha del diputado derechista y monárquico de primera fila
con los italianos en los meses previos a julio de 1936, las órdenes reservadas
de Mola desde marzo-abril de ese año y las oscuras circunstancias del asesinato
del general Amado Balmes que permiten el desplazamiento de Franco hasta el
protectorado de Marruecos sin levantar sospechas. Hay que tener en cuenta que
aún quedan archivos documentales vedados a los investigadores. Los de Defensa y
Asuntos Exteriores son un buen ejemplo en España. Y los que atañen a tiempos
recientes, todavía más. Sobre el franquismo y la transición estamos surfeando
sobre la espuma de la ola: las memorias y los testimonios personales. Seguro
que, cuando aflore la evidencia primaria, habrá muchas cosas que hoy damos por
ciertas que deberán ser reinterpretadas.
-Otro punto es la
interpretación que, desde diferentes miradas históricas,
se dé…pues que un historiador piense e intérprete que la estrategia se hizo en
base a unos objetivos más que a otros o que con ella intentaban no sé qué y
habrá otro historiador que pensará, en base a sus
interpretaciones otra cosa. ¿Cómo lo ves?
-Evidentemente,
la Historia está sometida a interpretación. Frente a lo que pretendía el
difunto Ricardo de la Cierva, no existen las “historias definitivas” de nada.
La historia está sometida a interpretación constante por dos factores: uno,
porque nunca sabremos en su totalidad lo que ocurrió, debido al proceso de
decantación de las fuentes (¿qué se ha perdido? ¿qué
sobrevive y por qué? ¿se seleccionó para que
sobreviviera? ¿qué podría aparecer en un futuro?); y
dos, porque, cumpliendo la premisa de ser honestos con el tratamiento de las
fuentes disponibles, los historiadores alumbran el pasado con los faros de su
propia percepción y su ideología. No conozco a ninguno que entre al archivo,
deje colgadas en la percha sus valores y concepciones y los recoja a la salida.
-Pero
luego también están “las manipulaciones” que se llevan a cabo desde
interpretaciones que van más allá de la analítica objetiva de cualquier hecho
histórico. Cuéntanos.
-Bueno,
en eso son expertos los integrantes de cierta escudería, no tan nueva como
algunos de ellos mismos pretenden. De alguien que dice que la guerra civil la
empezó la izquierda en octubre de 1934, obviando el contexto nacional e
internacional, el avance hegemónico de los fascismos y los corporativismos en
Europa –de la Austria de Dollfus y la Alemania de
Hitler al Portugal de Salazar-, la identificación de una derecha que percibía
cualquier reforma social como una amenaza revolucionaria, refractaria a la
República, al laicismo y a la propia naturaleza de la democracia o la inquietud
de una izquierda frustrada en su aspiración a la transformación de unas
relaciones sociales y de producción brutales solo cabe enviarle de regreso a 1º
de 1º de Historia, porque no le aprovechó nada, si es que lo cursó…
-¿Cómo
alejarse y “saber identificar y defenderse” de las manipulaciones?
-Los
falsificadores de la Historia son fácilmente identificables. Irrumpen en los
debates declarando poseer una teoría cierta que ellos solo comparten y que los
demás rechazan por inconfesables intereses políticos o crematísticos. Son como
chamanes vociferando en un congreso de neurocirujanos. Los historiadores
conforman una colectividad amplia, plural y heterogénea. Entre ellos existen,
no podía ser de otra forma, controversias, a veces muy agudas. Pero comparten
una deontología común. Si alguien pretende tener razón contra todos, maquillar
paradigmas viejos y desautorizados por la crítica y blasonar de
que la Academia le ignora porque hay una confabulación, desconfíen… o
llamen a un médico.
-La
historiografía reciente está dejándonos buenos ejemplos…
-Los
anaqueles de las grandes superficies, esos fast food del libro, son un buen escaparate. Afortunadamente, su
trayectoria intelectual es corta y no deja huella. De lo malo, lo mejor que se
puede pedir es que sea leve y transitorio.
-Porque,
de otra manera, quien gana es “ese Bulldozer negro”
del que nos hablas, esos sí que son inamovibles y solo
leen la historia de una manera, sin muchos matices…yendo, cómo diría, “a piñón
fijo”…
-Sí, pero
de la persistencia de los lugares comunes no tienen la culpa los negacionistas. Ni siquiera ellos llegan a ser leídos en las
aulas. Lo peor es esa capa de silencio que gravita sobre nuestro pasado
inmediato, sobre los hechos que dieron sentido a nuestra historia reciente y
conformaron la sociedad en la que actuamos, trabajamos, decidimos y nos
quejamos. En esa labor de aclaración sobre las contradicciones que la fundaron
tal como la conocemos, el papel de la educación y de los docentes es
insustituible y crucial.
22738
El bulldozer negro del general Franco. Historia de España en
el siglo XX para la primera generación del XXI. Fernando Hernández Sánchez
224 páginas
19,00 euros
Pasado & Presente
Fernando Hernández es un caso
curioso. Mientras otros profesores universitarios han limitado su actividad al
intento de esforzada investigación, Hernández ha indagado acerca del
conocimiento que habita en sus estudiantes. Por ello se ha decidido a publicar
libro donde señala claramente cuáles son los graves errores de la enseñanza de
la historia en nuestro país y especialmente en lo que se refiere a la Historia
Contemporánea. Después de un exhaustivo trabajo de cotejo de libros de texto y
compilación de vergonzantes "lecciones de historia" a cargo de
políticos en los medios de comunicación, cuando no en el propio Congreso, Hernández
ha desarrollado un breve decálogo de qué principios científicos, libres de
intencionalidades políticas e intereses partidistas, deben regir la enseñanza
de la historia y cuáles son los errores a evitar. Lo sensato y cabal de su
propuesta hace que el libro no sea solo interesante para docentes o estudiantes
que quieran saber cómo enfrentarse a la Historia de la España contemporánea
sino también para cualquiera que esté interesado en la misma y no quiera ser
víctima de servilismos políticos o manipulaciones tendenciosas.
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