La Librería de El Sueño Igualitario

12022018164819.jpgCazarabet conversa con...   Rubén Pérez Moreno, Inmaculada Real López y Sofía Sánchez Giménez, sobre el libro “Eleuterio Blasco Ferrer (1907-1993). Trayectoria artística de un exiliado” (Instituto de Estudios Turolenses) y el cuaderno-catálogo “Eleuterio Blasco Ferrer. Iconos de lo español” (Comarca del Maestrazgo)

 

 

 

 

 

 

 

 

Un libro y un cuaderno- catálogo que desgranan el arte concebido desde la mirada y el sentir de Blasco Ferrer.

El escultor y dibujante de Foz Calanda que acabó su viaje por la vida en Molinos encuentra su lugar de exposición en dos catálogos que son todo un canto expresivo de su concepto artístico y de cómo vivió y, seguramente, entendió su particular paso por la vida.

En el catálogo de dibujos destaca el compromiso. Está como concentrado en cada uno de sus dibujos.

El trazo del carbón sobre el blanco papel nos muestra a un artista gigante y que se debe mirar desde muchas perspectivas y miradas.

En el cuaderno-catálogo, dedicado a “ICONOS DE LO ESPAÑOL”, Se deja ver al Blasco influenciado por otros artistas, por los mitos que él trasladaba, sintiéndolo, desde el dibujo a la escultura…quizás, también a viceversa.

En dibujo y compromiso en la obra de Blasco Ferrer, uno de los dos catálogos, podemos destacar “ese compromiso “ de Blasco Ferrer que se refleja en sus dibujos y en todo su arte, todo ello se puede como “palpar” en el Museo de Molinos que tiene una sala dedicada a este artista turolense.nos aproxima a este compromiso Sofía Sánchez Giménez.

iconos-de-lo-espanol-2017.jpgRubén Pérez Moreno, en cambio, se aproxima, ¡y de qué manera! a los orígenes del artista y asu formación en Barcelona. le sigue de cerca como recorriendo sus pasos y nos acerca tanto a lo que “le surgía de él mismo” como a lo que aprendió y fue incorporando a su manera de entender el arte y sus creaciones. Analiza, también Rubén Pérez Moreno, cómo le influyó la Guerra Civil a este artista y cómo fue su paso por el exilio. Experiencias, ambas, que marcaron su día a día como persona, pero indudablemente como persona. Este capítulo en el catálogo se desarrolla como: el drama de la guerra civil y el exilio.

En cambio, Inmaculada Real trata en este catálogo dos temas muy importantes. En uno de los capítulos se aproxima a ese compromiso político y social en el dibujo de Eleuterio Blasco Ferrer y en el otro profundiza en la recuperación de la identidad en el exilio francés.

El libro se completa con un catálogo de la exposición. O sea que, sin salir de nuestro lugar preferido de lectura, podemos disfrutar de la misma y también incorpora una miscelánea antológica de la documentación incluida en el legado de Blasco Ferrer en el Museo de Molinos en Teruel.

Si se quiere, el lector y lectora, saciar un poco más puede disponer, en el catálogo, del desglose de la bibliografía reciente sobre la figura de Blasco Ferrer, su obra e influencias.

No debemos olvidar, en ningún momento, de la huella artística que, todavía hoy, se respira en el arte….huella dejada por el artista de Foz Calanda.

En el segundo catálogo dedicado a “ICONOS DE LO ESPAÑOL”. El artista de Foz Calanda afincado, en sus últimos años en Molinos, se transforma y se nos muestra en tres dimensiones, desde la escultura, pero sin dejar, para nada, el dibujo que quizás aquí tiene un trazo como más vivo o más dinámico. Cómo y de qué manera entendía Blasco Ferrer el arte que vivió, le rodeó y le influyó..Iconos de lo Español que él absorbió para él mismo y desde ahí mostrarlo a los demás .Iconos de lo Español que se empaparon desde el Maestrazgo y viceversa porque todo este catálogo es un viaje de ida y vuelta.

Podremos deleitarnos con las bailarinas, con la influencia y el arte de “EL QUIJOTE” o como se refleja en el catálogo, ”DON QUIJOTE”. La tauromaquia ocupa, en el particular mundo de Eleuterio Blasco Ferrer un punto álgido y especial. y en torno a él se despliegan muchos protagonistas.

Quizás una de las influencias de su estancia en el exilio francés que más influyó  en las figuras hechas arte que luego este artista nos trasladó a la figura del gallo…Un animal simbólico y un icono del país vecino que influyó, y parece ser que no poco, en la mirada del artista turolense.

La música y los músicos, también ocupan un lugar de preferencia en el sentir artístico y en la traslación de este artista.

En este catálogo participan plumas que saben, cómo no, de lo que hablan, admirando la obra de Blasco Ferrer. Así nos adentran en iconos de lo español desde la mirada de Blasco Ferrer: Sofía Sánchez, que nos hace una introducción tan mesurada como precisa;  Inmaculada Real que se adentra en los iconos de la obra tomándole el pulso del exilio y Rubén Pérez indaga más en el concepto global de todos los iconos que le influyeron a Blasco Ferrer desde el contenido al continente y viceversa.

 

 

Cazarabet conversa con Rubén Pérez Moreno:

img10043931s.jpg-Amigo Rubén, ¿con qué disciplinas artísticas se ha visto más influenciado el arte: el trazo y la dimensión escultórica de Blasco Ferrer?

-La obra escultórica de Blasco debe mucho a la tradición del hierro, a la forja tradicional, al martillo y el yunque, a la papiroflexia, a lo infantil, y ya en Barcelona en los años 30 a las artes decorativas y sobre todo la nueva valoración que se estaba dando en la valoración artística de un material denostado como hierro y  al estudio del hueco para componer volumen.

- Y él , ¿qué huella ha dejado?.¿En qué ha creado más influencia?

-Lo cierto es que el paso del tiempo fue desdibujando esa huella hasta que cayó en el olvido. Hasta ahora no era un referente escultórico. Sabemos que gracias a él se introdujo en la escultura José Aced o Jesús Ballano, y la producción de otro exiliado aragonés como es José Clavero está muy influenciada por la obra de Blasco, pero hay que verlo como un artista personal que gozó de gran popularidad en el exilio

-¿Qué te sorprende más de la obra de Eleuterio Blasco Ferrer?

-La progresiva habilidad en el trabajo del hierro hasta dotar a sus mejores obras de una intensa emotividad, de sentimiento humano, caso de La mujer que llora o El último suspiro de don Quijote. También el trazo sencillo, rápido y firme de sus dibujos en la órbita surrealista de los años 30, donde se mezcla el arte y la vida, el arte como elemento para censurar y transformar la sociedad que está dentro del espíritu libertario tan en boga en la Barcelona de aquella época.

-¿Cómo explicar a estas presentes generaciones de artistas el arte desgranado desde este artista de Foz Calanda?

-Blasco forma parte de ese conjunto de creadores formado en Barcelona que vivió los intensos años de la II República y una Guerra Civil que determinó la muerte de muchos y el exilio de otros. Pero ese exilio conllevó además el entrenamiento en los campos de concentración franceses, sobrevivir a la ocupación alemana en plena II Guerra Mundial y finalmente adaptarse al país de acogida tanto a nivel personal como artístico. Todo este periplo marca de forma decisiva la trayectoria  de Blasco. Las desigualdades de la sociedad, los anhelos de libertad del pueblo, la muerte, la violencia... dejará un progresivo poso de resentimiento, de melancolía, de profunda humanidad.

-Enlazando con la pregunta anterior: porque se entiende que él tendrá sus etapas y  “sus tempos” en los que le influyen más unas cosas que otras. ¿Qué nos puedes explicar?

-Blasco inicialmente está profundamente influido  en sus dibujos por el noucentisme catalán cuando llega a Barcelona en 1926, con figuras como Canalls, Opisso y sobre todo Isidro Nonell. También cierto regionalismo tardío. Es hacia 1930-1931 cuando se sumerge de lleno en el surrealismo, que había eclosionado en España poco antes, con influencias múltiples y diversas, aunque las formas blandas dalinianas son una referencia. Respecto a la escultura la obra de Blasco y la dedicida construcción de las formas valorando el espacio y el vacío tiene su prigen en Picasso, Gargallo o González, además de la propia forja tradicional que tanto le marcó en su infancia y primera juventud en tierras aragonesas. Los escultores aragoneses eran deudores del pasado, y Blasco forma parte del reducido número de artistas que comienzan a introducir novedades en las formas y el uso de los materiales, en este caso el hierro. Recordar también las esculturas de Ramón Acín, Pablo Remacha, Manuel Tolosa y por supuesto el propio Gargallo.Ya en París madura su obra en hierro bajo los presupuestos ya ensayados con anterioridad, y su pintura, muy irregular, abandonará como otros artistas de la Escuela de París su personal surrealismo a favor del clasicismo y una mayor deuda formal con sus esculturas.

 

 

Cazarabet conversa con Sonia Sánchez Giménez:

1190778_2.jpg-Sofía, amiga, ¿desde dónde salen estos dos cuadernos-catálogos dedicados a la obra de Eleuterio Blasco Ferrer?. ¿Desde dónde sale la idea?

-Principalmente de la necesidad de dar a conocer la obra de Eleuterio entre los vecinos de Molinos y pueblos de la comarca del Maestrazgo, y esto parece un tópico que queda bien, pero es exactamente así como surge, queriendo que los que viven aquí, entiendan mejor el valor de la obra de Blasco. 

El artista de Foz-Calanda donó al ayuntamiento de Molinos, de donde era su madre, Lucía Ferrer, la obra que había conservado para sí mismo, aquellas esculturas de las que no se quiso separar, porque tenían un especial significado para él, como “el último suspiro de Don Quijote” y una abundante producción de dibujos y óleos. La donación de Blasco es muy generosa y tiene que ver con los recios valores éticos y de bien común que siempre guiaron al artista.

Siendo consecuentes con estas ideas, pensamos que la gran colección de dibujos del museo debía darse a conocer y que lo más apropiado era empezar con un enfoque iconográfico que nos ayudase a desentrañar sus datos biográficos y su forma de pensar. La obra de Blasco es muy emocional y en gran medida también es muy comprometida y directa. Comunica unos valores que siguen vigentes, el respeto a la mujer, el sufrimiento que traen consigo las guerras, la lucha obrera… lo que nos llevó a la exposición “Dibujo y compromiso”.

Además, su condición de exiliado y la añoranza que sentía por España, se reflejan en  la exposición “El Último Suspiro de Don Quijote” y en el peso que tuvieron también otros “Iconos de lo español”, título de la tercera exposición.

-Algo más que un artista porque desgrana, la visión y contemplación de su obra, una personalidad muy, muy fuerte y determinante, no?

-Sí, era un hombre con mucha determinación, muy persistente y con un fuerte temperamento artístico que le llevó a exponer en las mejores galerías parisinas, partiendo de un origen tan humilde en lo económico, aunque no así en cuanto a sus convicciones, compartidas con sus otros hermanos, que les llevaron a sufrir la represión del franquismo y en su caso, el exilio.

Además del valor de su obra, Blasco es testigo de su tiempo y estuvo muy conectado con otros artistas, poetas, músicos con los que compartió ideas, surgiendo amistades que le acompañaron hasta el final de sus días.

Sobre el carácter de Eleuterio, quien más sabe es Rubén Pérez, pero yo puedo decir que los sobrinos del artista, a los que conozco personalmente, tienen ese mismo talante en cuanto a su generosidad para facilitar datos, prestar piezas y documentos y hacer lo posible por dar a conocer la obra de su tío y colaborar con el museo, sin esperar nada a cambio.

-¿Qué has aprendido coordinando estos dos cuadernos expositivos?

-Los catálogos son el resultado de un trabajo conjunto con Inmaculada Real y Rubén Pérez. Es un placer trabajar con ellos porque tienen un conocimiento muy amplio del contexto artístico en el que se desarrolló la trayectoria de Eleuterio. Yo me ocupo más de mirar hacia dentro, la población de Molinos y la Comarca del Maestrazgo y creo que formamos un buen equipo.

Con Inmaculada estamos procurando conectar el museo de Molinos con otros museos españoles con colecciones de artistas en el exilio y estos dos catálogos pueden ser una buena carta de presentación para que nos tengan en consideración. Esta colaboración me ha permitido como técnico tener una perspectiva más global respecto a las posibilidades de difusión del museo.

Un trabajo de investigación sobre el trabajo de su obra muy, muy interesante. ¿Cuánto tiempo le habéis dedicado a la confección de estos dos cuadernos-catálogos?

-El primero fue mucho más costoso. No había un catálogo razonado de la obra de Blasco donde se interpretasen desde la historia del arte obras concretas. Había catálogos de exposiciones con textos introductorios, crítica en prensa muy aduladora y algunos artículos que habíamos publicado en los últimos años, pero nada tan conciso. Bueno, a excepción de la tesis de Rubén que incluye  un catálogo de obra, pero que era accesible a través del repositorio de la Universidad de Zaragoza y no tenía versión en papel.

En la primera muestra se hizo un gran esfuerzo para acompañar cada obra de una explicación,  en cambio el catálogo de los “Iconos de lo español”, viene a complementar esa primera exposición con unos textos introductorios que desarrollan los temas iconográficos en que se agrupa la muestra: Bailarines, toreros y manolas, músicos y el Quijote,… Esta vez, se ha cuidado mucho que los textos sean claros y la calidad de la imagen del catálogo, pero se trata de una publicación más breve y también más asequible.

-El proceso de documentación, estudio e investigación debió ser apasionante. Explicadnos. ¿Os ha “descubierto alguna faceta que podríamos decir desconocías?

-Rubén Pérez e Inmaculada Real ya eran doctores cuando nos propusimos realizar este catálogo y desde el Museo de Molinos teníamos toda la obra inventariada, lo que facilitó mucho la labor ya que partíamos de un buen punto. Estas exposiciones hace diez años no hubiesen sido posibles. Creo que nos vamos encontrando cada vez más cómodos trabajando a tres bandas. Consensuar qué queremos contar, debatir sobre el esquema y los apartados que desarrollaremos, seleccionar las obras… tenemos perfiles diferentes, pero nos complementamos.

Para mí ha sido un descubrimiento comprobar cómo la forma de pensar y de conducirse en la vida que tenía Eleuterio se reflejaba tan explícitamente en su obra. La colección de dibujos nos permite hablar de temas muy diversos de forma muy coherente. Incluso esas temáticas nos han servido para desarrollar programas culturales para toda la comarca del Maestrazgo.

-De la obra expuesta de Blasco Ferrer, en Molinos, ¿qué experiencia, visual y sensorial,  podemos vivir desde el arte de este artista que acabó sus días en este pueblo turolense?

-Pues creo que hay que acercarse a su obra preguntándose por la historia que hay detrás. Casi siempre hay un mensaje en sus dibujos y esculturas, y cuando no lo hay, éstos también sirven para entender mejor la época que le tocó vivir.

-Amiga, ¿nos puedes explicar en qué estáis trabajando ahora desde la Comarca del Maestrazgo?

-En estos momentos continuamos colaborando con el Ayuntamiento de Molinos en el asesoramiento para incrementar la colección, préstamo de piezas, etc… y acabamos de llevar a cabo una exposición donde  tres obras de Blasco se unían a las de cuatro artistas de Molinos en torno al tema “Mujer” y esperamos que siga itinerando dentro y fuera de la comarca. Además, en 2019 volveremos a cambiar la exposición para continuar con nuestra perspectiva iconográfica, ésta vez en torno a la visión de Blasco sobre la mujer y lo femenino.

 

 

Cazarabet conversa con Inmaculada Real López:

Presentacion-Inmaculada-.jpg-Inmaculada, ¿cómo influye el exilio en la obra de Eleuterio Blasco Ferrer?

-El exilio supuso, en la mayor parte de los artistas, una etapa de cambios en los lenguajes estéticos y, para aquellos que marcharon en el inicio de sus trayectorias profesionales, supuso la consolidación de sus carreras en el destierro. Ambas características se dieron en Blasco Ferrer porque cuando cruzó la frontera ya había iniciado su primera etapa artística, pero no había desarrollado el lenguaje estético que le definiría. Pero esto no se produciría hasta su llegada a París y el encuentro con los artistas y los movimientos de la vanguardia. Hay que tener en cuenta que, B. Ferrer era un artística anarquista y autodidacta, por tanto, no tuvo la oportunidad de marchar becado a París, y aquel encuentro fue un punto de partida para su proceso creativo tanto en la técnica como en la estética. 

-¿Qué le aporta él al exilio y a lo que  allí “se reúne” desde lo artístico?

-El exilio le permitió conocer aquel ambiente cultural que no había conocido hasta entonces, pues su círculo intelectual inicialmente fue Barcelona. Aunque es cierto que llegaban numerosas publicaciones con obras ilustradas, sin embargo, todas estas eran en blanco y negro. Así que el verdadero encuentro se produjo en París, donde al poco de su llegada visitó el taller de Picasso, a quien le obsequió con una de sus esculturas. El artista de Foz Calanda quedaría marcado por la fisionomía con la que el malagueño representaba los rostros, de modo que lo incorporó en sus obras. Asimismo, hay otra donde introdujo mucho color, claro influjo del expresionismo y también exploró el surrealismo.

- ¿Es un artista que fue como un hilo transmisor de los mitos e iconos que le influyen a todo creador en su estancia en el exilio?, pero él llegó al exilio con la mochila, su mochila, ya muy cargada, ¿no?

-Blasco Ferrer partió al exilio con una maleta llena de libros y de objetos que, como él mismo cuenta, los tuvo que ir dejando por el camino. Los exiliados cruzaron la frontera con escasas pertenencias personales, pero con un gran bagaje cultural y artístico. Se trata de una exportación inmaterial que llevaban dentro y que, una vez en el destierro, empezaron a desarrollar a través de la evocación de España y sus tierras de origen. Es en aquel momento, cuando, con el interés de aclamar sus orígenes y sus identidades, surgen numerosas iniciativas culturales y artísticas, y se genera una iconografía en el destierro. De modo que, se recuperó la figura del Quijote, a través de una relectura de la figura caballeresca, se celebraron numerosos bailes que exaltaban la España de los años 30 y se representaron las identidades y los nacionalismos que años antes se habían definido con el regionalismo en respuesta a la crisis política y social tras el desastre del 98.

-Pero el exilio fue para todos y todas, también, una especie de “escuela” ¿Qué nos puedes reflexionar?

-Sí, evidentemente el exilio ha marcado la historia del arte español, pero no ya desde el punto de vista de la diáspora, sino desde el marco estético por el intercambio cultural que supuso. De hecho, podemos decir que España fue un puente cultural con el continente americano. Pues los artistas partieron con una formación artística propia de las vanguardias europeas, y cuando llegaron a los lugares de destino, especialmente al continente americano, se dejaron impresionar por la cultura, las técnicas y los lenguajes que allí se estaban desarrollando. De modo que cada artista evolucionó de una manera personal por un camino diferente. Algunos quedarían vinculados el muralismo, otros al expresionismo abstracto, etc. Realmente, los que se quedaron en Francia no evolucionaron tanto en sus trayectorias, puesto que, en su mayoría, los años previos a la Guerra Civil fueron a Francia para formarse. Entonces, renovarán sus lenguajes de otra manera, por ejemplo, Joaquín Peinado pasaría del cubismo al neocubismo. Pero, en el caso de Blasco Ferrer el exilio sí que supuso una autentica renovación por el motivo anteriormente señalado

-¿Qué conocías de Blasco Ferrer antes de la realización de esta obra y qué conoces, ahora,  como de manera más concreta y determinada una vez terminadlos dos cuadernos-catálogos?. ¿Te ha sorprendido alguna cosa?

-La realización de estos estudios temáticos de la obra de Blasco Ferrer son siempre una gran oportunidad para poder analizar de forma más detenida numerosos aspectos de su colección. Sobre todo, porque es una manera de medir la importancia que han tenido determinados aspectos en la obra del escultor, como en este caso las identidades y la dimensión e importancia que tuvo en la obra del turolense. De igual modo que, por ejemplo, en la exposición anterior nos permitió descubrir el paralelismo que había entre Blasco Ferrer y El Quijote, pero no solo desde el ámbito artístico, sino también a nivel personal.

En relación con esta muestra, la identidad fue un tema que ya había trabajo con anterioridad, analizando la vinculación que tuvo Blasco Ferrer con los círculos culturales del exilio, aquellos bailes y tómbolas que se celebraron para recaudar dinero para la España republicana, a la que no solo asistió el turolense, sino que además donó obra, muestra de su generosidad. Sin embargo, la evocación de la iconografía española queda plasmada tanto en estos encuentros, como en el destierro, donde la aclamación desde la distancia y la necesidad del enraizamiento fue algo habitual en los exiliados. Sin embargo, estas reflexiones a través de la colección permiten poner de manifiesto la importancia que tuvo este tema en B. Ferrer, pues se encuentra recogido en numerosas obras y en diferentes etapas, más allá de las que aparentemente nos podríamos plantear.

-Amiga como amante del arte y estudiosa, ¿cómo te ha influido este estudio, investigación sobre la figura de este artista turolense?

-Esta investigación me ha permitido corroborar que Blasco Ferrer fue un gran embajador de los emblemas iconográficos del exilio republicano, tema que además está claramente representado tanto en su colección, como en aquellas otras obras que solo conocemos a través de reproducciones fotográficas y prensa. Estas lecturas en torno al legado de Blasco Ferrer consiguen poner en valor aspectos que hasta ahora han pasado desapercibidos, y que contribuyen a que se revalorice y se difunda su colección.

 

 

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Eleuterio Blasco Ferrer (1907-1993). Trayectoria artística de un exiliado. Rubén Pérez Moreno   
394 páginas       17 x 24 cms.
18.00 euros
Instituto de Estudios Turolenses



El objetivo de la siguiente tesis, parte de los cimientos establecidos, en el año 2003, por un trabajo de investigación para la obtención del Diploma de Estudios Avanzados (DEA) en el Departamento de Historia del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, que llevaba por título “Eleuterio Blasco Ferrer (1907-1993)”.

Pretendiendo un estudio global, razonado y científico de este artista aragonés, tanto de los aspectos biográficos como de los artísticos en sus diferentes facetas, paliando así la profunda laguna existente en torno a su figura. La perspectiva multiforme y proteica de acometer esta investigación histórico-artística, es la razón de que hayamos optado por tan solo matizar el título genérico que mantuvimos entonces:
Eleuterio Blasco Ferrer (1907-1993). Trayectoria artística, (Foz-Calanda, 1907-Alcañiz, 1993) es uno de los muchos olvidados por la historiografía artística, ya no solo aragonesa, sino española en general, cuya memoria apenas permanece viva gracias a la pequeña sala dedicada al artista en el Ayuntamiento de la localidad turolense de Molinos, dentro del Parque Cultural del mismo nombre. El siguiente trabajo se ha planteado, con dos objetivos fundamentales, ambos interrelacionados:
El primero de ellos, trazar la evolución plástica del autor al hilo de las coordenadas biográficas. Este recorrido será estructurado en seis grandes etapas, con los subperiodos pertinentes, atendiendo a la coherencia cronológica-histórica que guardan, tal y como indicamos en la sistematización del trabajo. Estas estarán acompañadas del estudio del panorama de las artes en cada momento y lugar, pasando luego a analizar la obra concreta de Blasco en ese contexto y bajo las particulares circunstancias históricas y biográficas.
Concluimos con una valoración final sobre el papel de la obra de Blasco en el arte aragonés y español de la modernidad, y en el contexto del arte del exilio.

El segundo objetivo es la realización del catálogo de su producción, paso previo fundamental para cualquier intento de discurso histórico-artístico. Es preciso aclarar aquí, que la obra del prolífico Blasco Ferrer, tremendamente dispersa, y en multitud de colecciones particulares, es harto complicada de localizar, cuando no está definitivamente perdida con motivo de la Guerra Civil.

 

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Eleuterio Blasco Ferrer. Iconos de lo español. Rubén Pérez Moreno, Inmaculada Real López y Sofía Sánchez Giménez   
30 páginas      21 x 30 cms.
Comarca del Maestrazgo

 

A raíz del éxito del programa cultural desarrollado por la comarca del Maestrazgo en 2016 para celebrar el aniversario de los 400 años de la muerte de Cervantes, se pensó en continuar con un nuevo proyecto vinculado al patrimonio del Maestrazgo.

En la colección del escultor Blasco Ferrer en el Museo de Molinos, hay gran cantidad de dibujos que nos permiten realizar diferentes lecturas formales e iconográficas, revelándose en exposiciones como la celebrada el año pasado bajo el título: “El último suspiro de don Quijote”.

En esta ocasión, tomando como inspiración la escultura que ilustra el programa, bailarina o española en chapa de hierro, y algunos dibujos de la colección, se ha llevado a cabo un intenso programa de actuaciones que nos acercarán a la cultura popular asociada al flamenco, el pasodoble y los toros. Son iconos de lo español fuera, en el exilio del artista Blasco Ferrer, pero también dentro de la comarca, en las fiestas que para celebrar determinados días destacados del santoral o simplemente en una reunión de amigos.

El programa “Iconos de lo español en el Maestrazgo” constantemente nos lleva del pasado al presente animándonos a reflexionar sobre nuestros referentes culturales y los de nuestros antepasados. Guitarras, bailarinas y toreros son elementos identificados con lo español que han sido muy recurrentes en las artes plásticas especialmente en las vanguardias. El movimiento, ritmo y música flamencos sirvió de inspiración a artistas españoles y extranjeros, incluido el escultor Blasco Ferrer, tanto antes en Barcelona como después de la Guerra Civil en París. Sabemos también que estos elementos que fuera de España se identifican con lo español, tenían fuerte arraigo en los pueblos, también en los del Maestrazgo con seguidillas, jotas y fandangos, interpretados por guitarras con sus característicos golpes. Toros y vacas fueron frecuentes en las fiestas del Maestrazgo, quedando constancia desde el siglo XVIII. Y el pasodoble que no falta todavía en ningún sarao.

 

 

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