La
Librería de El Sueño Igualitario
Victoriano Barroso, como mucha gente, llevaba un diario en el
que escribía todo aquello que le acontecía, le pasaba, veía y pensaba….los
diarios constituyen un instrumento de valúa
incuestionable y el de Victoriano por estar tan vinculado a la resistencia
contra el franquismo, pues como que cobra más importancia porque nos cuenta más
sobre aquellos años que no pueden recordarse de otra manera que no sea con
testimonios directos porque por mucho
que investigadores , estudiosos e historiadores que , por mucho que
entrevisten e investiguen a personajes y acontecimientos y episodios, más o
menos directos….no hay nada como acercarse a diarios como este para hacernos
una idea de aquel episodio de guerra y del posterior exilio.
Ángel Freire es la
persona que, para Sílex Ediciones, se ha encargado de la edición de este libro,
valioso, contundente y muy valiente….Victoriano, ya no está con nosotros , pero
gracias al “tratamiento” que hace de aquello que dejó Victoriano se nos torne
de un atractivo casi sin igual….
Disfrutaréis de este libro porque, además, se muestra muy
sensible con todo el tratamiento que le da en todo momento y es perfecto para
una lectura sosegada, pero a la vez reivindica, y mucho, el valor de la lucha
por la libertad y los valores que nunca debieron o deberían de romper al ser
humano.
Lo que nos explica Sílex:
Este libro recoge el testimonio de Victoriano Barroso,
republicano español y oficial de la Marina de Guerra española, “la voz de un
vencido” ninguneada por la historiografía, callada y olvidada. Un testimonio
del combate por la Libertad y la Democracia, la Fraternidad y la Paz, de un
patriota y de un resistente ante la barbarie y el fascismo.
A partir de los apasionantes escritos de
Barroso, su editor, Ángel Freire, teje una densa red intertextual de notas,
glosas y referencias que constituyen un texto paralelo y válido por sí mismo.
Texto primario y aparato crítico secundario se multiplican y fortalecen para
ofrecerse al lector como un caleidoscopio, una galaxia de
significantes que plasma el drama de los
miles de españoles que perdieron matrias y
libertades, sangre y vida. El libro que nos donan, autor y editor, contiene dos
voces para un drama aún no suficientemente conocido, plagado de nombres y voces
casi todos todavía ocultos en archivos que demandan justicia. El objetivo del
libro es el de, como testimonio, contribuir en la construcción de la
Memoria histórica, haciendo pedagogía democrática y promoviendo una ciudadanía
crítica con las actitudes antidemocráticas, en particular entre los jóvenes de
las generaciones que protagonizarán la mayor parte de este siglo xxi, para que tomen conciencia de la responsabilidad que
les tocará asumir y del deber moral de evitar tener que ser “hombres
imperfectos aunque heroicos e irrepetibles” como tuvieron que serlo muchos de
sus abuelos o bisabuelos en aquellas dos Guerras Mundiales y en aquella Guerra
Civil española que asolaron Europa y España. Porque el que tiene Memoria sabe
al menos quién es y dónde está, pero quien no la tiene ni sabe quién es ni está
en ninguna parte.
Rescatamos de la Fundación Pablo Iglesias esta información
sobre Victoriano Barroso: Condestable de la Armada y
ajustador de Telémetros. Afiliado al PSOE en España. Finalizada la guerra civil
se exilió con la flota republicana en Bizerta (Túnez). Estuvo internado en el
campo de concentración de Suzzoni-Boghar (Argelia)
desde donde solicitó permiso para marchar a México al Consulado de dicho país
en Francia. Más tarde fue incorporado a la 2ª Compañía de Trabajadores
Extranjeros desde la que en junio de 1940 fue enviado a la prisión de Constantine como castigo al haber comenzado a cantar la
Marsellesa cuando formada la compañía les comunicaron la firma del “armisticio”
entre Francia y Alemania. En octubre de ese año vuelve a ser trasladado a una
Compañía de Trabajadores Extranjeros, la 3ª que se encontraba a medio camino
entre Bou Arfa y Colomb-Béchar. Durante el traslado,
por protestar por las condiciones de frio y hambre que padecía sufrió un
simulacro de fusilamiento con balas de fogueo. Ya en su destino se fugó del
mismo el 24 de julio de 1941 llegando hasta Orán (Argelia) donde vivió
escondido hasta el 22 de febrero de 1942 que fue descubierto y detenido siendo
condenado a trabajos forzados a perpetuidad e internado en la prisión de Lambèse de la que no saldrá en libertad hasta el 15 de
julio de 1943 nueve meses después del desembarco aliado en el norte de África.
Al recobrar la libertad se estableció en Orán. Posteriormente se trasladó a
Francia donde a comienzos de los años setenta vivía en Saint Priest (Rhône).
El autor,
Ángel Freire:
Ángel Freire Freire, nació en Rozuelo (El Bierzo/León) en 1949 y estudió Magisterio,
Filosofía, Derecho y Filología Hispánica en España y en Francia. Es
titular de un DEA en Estudios Ibéricos e Iberoamericanos por la Universidad de
Lyon. Ejerció la docencia en España y en Francia, donde además fue lector de
Español y director del Colegio Hispano-Francés de Lyon (hoy Instituto
Cervantes). Muy sensibilizado con la educación, la cultura y los problemas
sociales, ha simultaneado y alternado la docencia con la militancia política y
sindical en el seno del PSOE y de la UGT. Ha sido asesor técnico docente en el
Centro de Investigación y Documentación Educativa (CIDE) del
Ministerio de Educación y Ciencia y ha
participado en conferencias internacionales del Instituto de la UNESCO para la
Educación (IUE), de la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos
Humanos (ODIHR) de la OSCE, y en coloquios del Consejo de Europa, así como en
la redacción de diversos informes oficiales para el Consejo de Derechos Humanos
y el Consejo Económico y Social de la ONU y para la Comisión Europea contra el
Racismo y la Intolerancia (ECRI) del Consejo de Europa. También ha
formado parte de varias Comisiones Mixtas
Hispano-Marroquíes de Cooperación educativa, y ha participado en coloquios
internacionales y mesas redondas sobre migraciones y educación en Rabat y en el
Salón Internacional de la Edición y del Libro (SIEL) de Casablanca. Su última
obra en Sílex ediciones es En nombre de la libertad.
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http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_del_cabo_Cherchel
Cazarabet conversa con Ángel Freire:
-Ángel, ¿cómo ha sido adentrarte en esta biografía del resistente, del
militar fiel a la II República, del exiliado… Victoriano Barroso…?
-Con una
impaciencia que me abrumaba debido a mis demasiadas ocupaciones y
responsabilidades profesionales que me impedían afrontarla con rigor y
detenimiento, impaciencia que se disipó con mi jubilación. Pero una vez que me
puse a ello, con paciencia, respeto, rigor y una gran entrega y generosidad. Y
sobre todo y ante todo con el gran afecto que me unía al amigo fallecido en
1999, pues este libro titulado nada más y nada menos que En Nombre de la Libertad es el resultado del compromiso que yo
había adquirido con don Victoriano Barroso y las Páginas de su Diario de Guerra y Exilio 1936-1945, así como de la
deuda moral que de alguna manera me abrumaba por la -amistad con la que me
distinguió y que tanto nos unió y por la injusticia que en ellas veía para con
tantos otros republicanos españoles que exigía reparación.
-Me da la impresión que este libro es una especie
de “canto”, ya no solo a la libertad -que, desde luego, lo es- sino también al
ejercicio de la memoria, de la lucha contra el olvido…
-Rogelio
Blanco Martínez, Ex-Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas cuando
en España todavía había un Ministerio de Cultura y autor del Prólogo de este libro dice muy
acertadamente que el anverso del silencio y el olvido no es la memoria sino la
dignidad y, citando a J. Jerushalm, que es posible que el antónimo de “olvido” no sea
“memoria” sino “justicia”. Una perspectiva siempre rechazada por los memoricidas y los revisionistas que sólo se limitan, cuando
lo hacen, a pedir perdón. Pero perdón no es sinónimo de olvido, y así
sacrifican sobre el altar de la Historia lo mejor de la Humanidad, la Libertad.
Sí, este libro no sólo es un “canto” a la libertad, que lo es con mayúscula,
sino también, desagravio y reparación,
justicia y homenaje, respeto y gratitud con don Victoriano Barroso y con
tantos y tantos otros cientos de republicanos españoles injustamente
catalogados como “vencidos” y “olvidados” que se recuperan en esta publicación
para la Memoria. Las generaciones que
vinimos después les debemos mucho, es una obligación moral reconocerles que si
hemos podido vivir mejor, en democracia, libres y dignamente, es también
gracias a su lucidez y a su combate por la libertad. Es desolador que la
memoria colectiva de los españoles sea una memoria histórica truncada y
sesgada, especialmente entre las generaciones jóvenes y no tan jóvenes, y que
no se tenga una conciencia colectiva en España de que la Guerra Civil fue
provocada por un parcial fracaso de un golpe militar fascista y de que este
parcial fracaso desencadenó una catástrofe humanitaria posiblemente sin
precedentes en España pero, insisto, bastante ausente de la conciencia
colectiva de los españoles. Por eso, me gustaría que el ejercicio de “Memoria”
que puede representar este libro sirva de aportación a la pedagogía y al
fortalecimiento de la cultura democrática. Y en el contexto del gran debate
suscitado en Europa con el tránsito al actual nuevo milenio sobre la necesidad
social del olvido o de la memoria, reivindicar la necesidad imperiosa de la Memoria en los inciertos y peligrosos
tiempos que vivimos. Unos tiempos en los que, con la Gran Recesión y Crisis económica de 2008 que está cambiando muchas
cosas (algo muy parecido a los precedentes de la Segunda Guerra Mundial); la
rampante exclusión social, la pobreza y las desigualdades; la xenofobia laboral
y el racismo institucional alentados por los populismos, demagogias y
fanatismos de toda laya; el auge de los neofascismos y nacionalismos; los
escandalosos recortes de derechos y los interesados retrocesos de libertades y
devaluaciones de la democracia…, las confrontaciones pueden estar servidas, por
lo que un ejercicio de Memoria histórica
puede ser útil y contribuir a frenar la inestabilidad del mundo globalizado y a
evitar otro “suicidio” de Europa.
-En las primeras páginas todo esto que yo capto
queda como muy impreso con las continuas alusiones y vinculaciones con la
filosofía…, estamos ante un libro de “corte” como muy humanista y humanizado,
¿no?
-Yo que
conocí y traté personalmente a don Victoriano Barroso y que fue mi amigo
durante los últimos veinte años de su vida, puedo dar fe de que, al menos para
mí y también por lo que vemos en sus Memorias,
fue un humanista en el sentido clásico y en el sentido más amplio de este
término, además de encarnar la personalidad de un combatiente de la libertad,
de un rebelde ante la injusticia y de un resistente ante la barbarie. Un hombre
de acción y de reflexión. Su solidaridad era tan auténticamente humanista y
compasiva (entendiendo por “compasivo” “sufrir con”) que llegó a hacerla
realidad no sólo con compatriotas y desvalidos por la guerra y el hambre sino
también y aun arriesgando su vida hasta con los propios sublevados militares de
guerra civil, vivos y muertos, hasta con adversarios en la Flota republicana comprometiendo su carrera militar defendiendo la
verdad, la justicia y el honor. Y, lo que es más admirable y también chocante,
su compasión solidaria era tan auténticamente humanista que, aun poniendo
también su vida en peligro sin que a nadie le importase, llegó a manifestarla
hasta con sus propios esbirros de Campo
de concentración y de castigo en los desiertos del sur argelino y de las CTE del Transahariano. Principios
propios no sólo de un comunista convencido y genuino como era don Victoriano
Barroso sino también de un cristianismo evangélico. Así que, ¿cómo no vamos a
estar ante un libro, como usted dice, de “corte muy humanista y humanizado”?
¿Cómo no vamos a estar ante una filosofía de vida y cómo las páginas a las que
usted se refiere no van a estar como muy impresas con continuas alusiones y
vinculaciones con la filosofía?
-Ángel, cuéntanos, ¿cómo es el viaje de este
libro…, mejor dicho, cómo llega este Diario de Guerra y exilio (1936-1945) a
convertirse en libro…?
-Ante
todo, debo decir que este Diario de
Guerra y Exilio se convirtió en libro gracias al deseo y al apoyo de la
viuda de don Victoriano Barroso (también una gran resistente en la Argelia de
los año 1940 que sufrió torturas y presidios) y a sus hijos, al empeño de
Rogelio Blanco Martínez, que ya mencioné y que me animó a publicar el
manuscrito de mi trabajo, y a Sílex
ediciones y a su director Ramiro Domínguez Hernanz que no dudó en apostar
por él desde el primer momento. Desde aquí, una vez más, les reitero mi
reconocimiento y gratitud. Por lo demás, me remito a lo que ya dije en la
primera pregunta que se me formuló. Fue el resultado de un compromiso y de una
deuda moral con don Victoriano Barroso, pero no sólo porque fuera mi amigo.
Sino también y principalmente por su condición de republicano español, de
resistente y patriota ante la barbarie y, transcendiendo su persona, con los miles y miles de republicanos
españoles catalogados como “vencidos” y “olvidados” que, como él, continuaron
una guerra que, por la indiferencia y la hipocresía de las naciones, perdieron
primero en España y después ganaron contra el nazismo, el fascismo y la
barbarie, como resistentes o como soldados heroicos y arrojados, en todas las
latitudes de Europa y una buena parte de África, al lado de los Aliados de la
Segunda Guerra Mundial. En nombre de la Libertad y la Democracia, en nombre de
la Fraternidad y la Paz. Pero no sólo eso, pues al adentrarme en las Páginas del Diario de Guerra y Exilio
1936-1945 de don Victoriano Barroso, enseguida me di cuenta de que el texto
que me legó para su publicación era demasiado importante como para darlo a
conocer completamente “desnudo”, pues de esta manera corría el riesgo de
quedarse como una simple anécdota más o menos cautivadora o interesante pero
sin que sirviera para tomar conciencia explícita del valor histórico que
representaba. De ahí que decidí “vestirlo” con un importante aparato crítico
que yo denomino “Notas apéndice” en el libro y una amplia, diversa y
contrastada “Bibliografía”, con lo que resultó un libro de 600 páginas, más de
1000 si el formato de letra del aparato crítico que contextualiza y explicita
las denominadas por don Victoriano Barroso
Páginas de mi Diario de Guerra y
Exilio 1936-1945 no fuera el que es.
-Porque, además, el libro se rodea de un material
como exquisito, de unas fuentes de documentación que nos ayudan a cumplimentar
muchos de los acontecimientos, episodios y demás que va comentando el autor
anteriormente…. Coméntanos.
-Bueno,
creo que me he adelantado a la pregunta con lo dicho anteriormente. Pues en
efecto, aunque sólo unas 175 páginas de las 600 de este libro titulado En Nombre de la Libertad (más de 1000,
como ya precisé, si el formato de letra del aparato crítico que contextualiza y
explicita lo que, de forma muy escueta, reseña don Victoriano Barroso no fuera
el que es) corresponden a las denominadas por don Victoriano Barroso Páginas de mi Diario de Guerra y Exilio
1936-1945, enseguida me di cuenta de que muchas de las frases, párrafos y
expresiones, así como muchos de los adjetivos y de los nombres propios de
personas, geografías e instituciones que aparecen en estas Memorias constituían por sí solos verdaderos capítulos de la
trágica y convulsa Historia de España y de Europa del segundo tercio del siglo
XX. Capítulos que, sin embargo, una interesada y muy poco científica
Historiografía (por no decir otra cosa) -con las excepciones de rigor, que las
hubo- desdeñó o evitó hasta bien entrada la década de 1980 y que el Poder
político y la Escuela y otros poderes establecidos han venido tergiversando,
ninguneando o simplemente silenciando durante décadas en España, también en
Francia, Alemania y Argelia. Así que lo que pretende este libro y me propuse
con su importante y prolijo aparato crítico en forma de “Notas apéndice”, su
numerosa y diversa “Bibliografía”, sus “Siglas y acrónimos” y un “Índice
onomástico” con más de 800 nombres, es contar la Historia de forma más
completa, más objetiva, más veraz y sobre todo más justa de cómo me la han
contado y enseñado a mí y a tantos otros, formando así generaciones del olvido
y de la injusticia. Intentar divulgar muchas de aquellas otras caras y aristas
de la todavía reciente y trágica Historia de España y de Europa que se nos han
venido ocultando aun en la España democrática, también en Europa. Fruto
de más de tres años de investigaciones en España, Francia, Argelia, Túnez,
Marruecos, etc. - lo digo con toda modestia pues yo no soy ni nunca he
pretendido ser historiador- este trabajo puede ser un referente por ser
paradigma del avatar existencial y del drama de los miles de españoles que
perdieron matrias y libertades, sangre y vida
en aquellos convulsos y trágicos años de Guerra Civil española y de su forzado
refugio y exilio político, de Segunda Guerra Mundial y de su lucha de
resistentes contra el nazismo y el fascismo, después de haber perdido una
guerra que nunca dieron por terminada al continuarla en África y Europa. Se
trata de la Historia (con mayúsculas) de hombres y mujeres imperfectos aunque
heroicos e irrepetibles. Se trata de un libro que también pretende despertar
las conciencias suspendidas del mundo de estos inciertos tiempos henchidos de
encrucijadas en los que nos invade una
crisis de valores y de la política. Se trata de un libro que contiene dos voces
(la del republicano español Victoriano Barroso y la mía) para un drama aún muy
poco investigado y aún menos conocido (de ello se han encargado los memoricidas
y los revisionistas), plagado de nombres y voces, casi todos todavía
ocultos en archivos que demandan justicia, para ofrecerse al lector como un
caleidoscopio, como una galaxia de significantes. Por ello, muchos se extrañan
-y así me lo dicen- de que no figure como autor y sólo como editor de
unas Memorias de Guerra y Exilio. Fue
una decisión deliberada, puede que una decisión muy generosa por mi parte como
muchos lectores dicen. Nunca me hubiera permitido figurar como autor principal
pues para mí es la expresión de mi inmenso respeto y reconocimiento para con
don Victoriano Barroso y para con los miles y miles de republicanos españoles
que lucharon por los valores más sagrados de la Humanidad, además de que sin
sus Páginas de Guerra y Exilio el
aparato crítico que en el libro yo denomino “Notas apéndice” no hubiera sido
posible.
-De la Guerra Civil conocemos (los que se quieren acercar a ella), más o
menos, muchas batallas y eso…, pero son de las que se han librado en tierra
firme…, poco conocemos de “combates” en alta mar…, y con este libro, ya que su protagonista
entró en combate en la batalla del Cabo Cherchell,
podemos conocer lo que fue el combate en el mar…. ¿Estuvo igual de presente
aquí el desequilibrio entre sublevados y fieles a la II República?
-Su
pregunta es muy pertinente porque, como usted bien dice, poco conocemos de
“combates en el mar…”. Es un vértice de nuestra Guerra Civil bastante poco
conocido, y por ello en este libro no se repara en datos de fuerzas navales de
una y otra facción, de buques y dotaciones, de bombardeos costeros, de acciones
y episodios navales, de actitudes y posicionamientos de mandos y dotaciones,
etc., etc. Como en la guerra terrestre, ambas Armadas lucharon con valor y
decisión, pero lo cierto es que la superioridad de la Flota republicana fue manifiesta durante toda la Guerra Civil. Pudo
ser mucho más decisiva de no ser por los graves “errores cometidos por nuestro
mando” o por “la inconsciencia de nuestros mandos” como dice don Victoriano
Barroso en las Páginas de su Diario de
Guerra y Exilio. Pero tuvo un desenlace “poco glorioso” o, como dice el
historiador Julián Zugazagoitia, “un final sin
grandeza”, difícil, injusto y doloroso con su salida de Cartagena el 5 de marzo
de 1939 y su refugio en el puerto tunecino de Bizerta. Pero yo sostengo que
también valiente, pues con la decisión de su almirante don Miguel Buiza de dejar Cartagena, donde estaba el grueso de la Flota republicana, cuando la guerra
estaba perdida, se evitó otro estéril Cavite (más conocido como “Desastre del
98”), pero sobre todo se evitó la destrucción de media ciudad y, aun más
importante, la inmolación inútil de una gran parte de la población civil de
Cartagena. Y digo que su pregunta es muy pertinente porque es verdad que, con
la excepción del combate naval del cabo Cherchell y,
singularmente, del combate naval de cabo de Palos (también poco conocidos), no
hubo grandes combates. Lo que hubo sobre todo fue una dura y larga guerra de
convoyes, bombardeos costeros, bloqueos y contrabloqueos, etc. Pero también es
necesario resaltar que, aunque la Historia a menudo ha tenido tendencia a
sostener que las dos Armadas (la sublevada y la republicana) sólo mantuvieron
algunas escaramuzas durante la guerra sin mayores consecuencias y a minimizar
con demasiada frecuencia la influencia del poder naval en la Guerra Civil
destacando, a veces en exceso, la intervención extranjera, también ha olvidado
frecuentemente que la mayoría del material y los hombres de la guerra terrestre
llegaron por mar. Y que no es menos cierto que algunos hechos decisivos en el
desarrollo de la guerra, como el aislamiento de los territorios republicanos en
el Cantábrico, el bloqueo del Estrecho y el paso del Ejército de África a la
Península, serían incomprensibles sin tener en cuenta la actuación de las dos
partes en que se dividió la Armada española.
-Todavía estoy con la lectura, pero me da la
impresión, todo el rato, de que estoy delante del testimonio de un hombre con
una dignidad que se va potenciando a pasos agigantados, de aquellos que todavía
creían en el honor…., de una integridad que parece que ya no se vea… ¿Qué nos
puedes comentar?
-Más que
comentar, voy a citar unos pasajes de las Páginas
de Guerra y Exilio de don Victoriano Barroso, que hablan por sí solos pues,
como puede verse en ellas, para él la dignidad, la honestidad y la honradez, la
integridad, el honor y su patriotismo eran principios superiores de su
condición de hombre y de militar. Unos principios que manifestaba y demostraba
hasta con su propio uniforme de oficial de la Marina de Guerra española como siempre se refería a la Armada a la
que sirvió con lealtad, hasta con sus adversarios en la guerra y hasta con sus
propios esbirros y torturadores. Sirvan de ejemplo los siguientes trazos de sus
Memorias. Al comienzo de la Guerra
Civil y tras la ejecución en Málaga de once oficiales de los destructores
Almirante Valdés, Lepanto, Sánchez Barcaiztegui y Churruca, condenados a muerte tras un juicio Militar por
desobedecer las órdenes recibidas para el bloqueo del Estrecho y haber decidido
unirse a los sublevados, dos milicianos se liaron a tiros con los cadáveres de
estos oficiales sublevados ya depositados en un pequeño cuarto a la espera de
recibir una digna sepultura. Pero fueron sorprendidos por don Victoriano
Barroso, quien los trató de canallas y les dijo: “¡Estos oficiales han sido
militarmente ejecutados y en ningún caso permitiremos que nadie suplante un
juicio militar que los condenó a muerte! ¡Fuera inmediatamente de aquí o les
salto la tapa de los sesos!” En otra ocasión delicada de su condición de
militar, precisamente tras el Combate
naval del cabo Cherchell y el juicio crítico
habido tras este combate en el que el Comisario General de la Flota trató de
“cobardes” a los capitanes de los barcos mercantes Satrústegui
y Aldecoa, don Victoriano Barroso que había manifestado en el juicio que lo
consideraba una injusticia y que de “cobardes” nada de nada, el Comisario
General lo invitó a que retirara sus palabras, a lo que él no duda en
responderle: “Caballero (….) dar marcha atrás sería para mí un acto de cobardía
y una falta de dignidad, y por lo que a mí respecta ¡ni soy un cobarde ni me
faltan formas de dignidad!” La degradación fue inmediata, pero él ya sabía de
antemano que así iba a ser manteniendo su posición. Pero todavía más
sorprendente es que ya “concentrado” en condiciones de degradación y de
esclavismo en las Compañías de
Trabajadores Extranjeros (CTE) del
Transahariano en las inhóspitas e infernales latitudes del desértico sur
argelino y tras ser atrozmente torturado -atado a la cola de un caballo y
arrastrado sin piedad sobre la arena del desierto-, lo arrojan en una trinchera
de unos tres o cuatro metros de profundidad dejándolo en ella hasta el día
siguiente, una trinchera excavada en pleno desierto. Cuando al día siguiente
vienen sus jefes torturadores y le ordenan que se ponga de pie y en posición de
firme, él adopta una actitud de desprecio e indiferencia, lo que encoleriza a
su comandante que saca la pistola para matarlo, pero aun así se queda
totalmente indiferente ante sus amenazas. Don Victoriano Barroso termina el
relato de este trágico episodio con estas palabras: “¡No me quedaba más que mi
dignidad de hombre y de oficial de la Marina de Guerra española…! Y eso… ¡ni se
compra ni se vende!”
-¿Cómo fue la fuga de Victoriano Barroso, cuéntanos un poco el
transcurso de todo ello hasta llegar a establecerse, con cierta estabilidad, en
el exilio?
-Como “Mi
Fuga” es un relato sobrecogedor, impresionante y de indudables proporciones
épicas, en el que la misteriosa naturaleza del escenario por el que transcurre
la heroica y arriesgada fuga de don Victoriano Barroso -el Sahara y los macizos
del Atlas- que modulan el suspense del relato, un trágico relato, con arranques
líricos sobrecogedores y citas históricas y literarias que llevan a estados de
ánimo muy emotivos, es preferible que el lector lo vaya descubriendo con la
lectura de esta parte de las Páginas del
Diario de Guerra y Exilio de don
Victoriano Barroso. Como la supervivencia en un escenario tan hostil es casi
imposible, especialmente cuando sus esbirros lo persiguen y lo vigilan sin
cuartel, sólo diré que estuvo al borde de la muerte y que el instinto de
supervivencia y una voluntad de hierro lo llevaron a un estado de animalidad
del que descendió convirtiéndose de nuevo en un ser humano por un raro y
fortuito encuentro: el de un joven legionario alemán llamado Hans, ya
momificado, Hilda, una mecha de cabellos y un pensamiento marchito, la huella
de sus labios unida con… Hans y Hilda volvían de nuevo a hallarse juntos. Pero,
aunque su fuga lo llevó desde el Atlas y el desértico sur argelino hasta Orán,
terminó siendo detenido cuando iba a salir hacia Casablanca (Marruecos) y de allí
a Gibraltar e Inglaterra para unirse a las Fuerzas
de la Francia Libre y combatir con los Aliados contra el nazismo. Ya había
sido condenado a muerte y ahora también y una vez más a trabajos forzados por
el Tribunal Militar Permanente de Orán.
Antes lo arrojaron a los más horrendos presidios de la Argelia de entonces, Maison-Carrée, Barberousse y el
más temible de todos ellos, Lambèse…, presidio del
fue liberado por el general de Gaulle cuando ya se encontraba al borde de la
muerte, pesaba unos 34 kg, el reconocimiento médico le dio seis meses de vida;
él se salvó, otros murieron como habían pronosticado los médicos. Tras su
liberación, se estableció en Orán donde contrajo matrimonio con Isabelle, una resistente clandestina desde muy joven como
su madre, la Camarada Paca para la Historia, una gran figura de la resistencia
en Orán de aquel entonces que escondió, protegió y ayudó a tantos republicanos
españoles en el viacrucis existencial que les tocó vivir. Una heroína y una
resistente que tanto amó a España y desde cuya casa, tras la liberación del
Norte de áfrica, tantos republicanos españoles salieron hacia España para
unirse a los maquis y combatir contra la cruel dictadura de Franco. Pero el
exilio político de don Victoriano Barroso no terminaría en Orán pues, amenazado
por la OAS con atentados frustrados, tuvo que salir de nuevo clandestinamente
hacia Francia un 31 de diciembre de 1961. Esta vez con su esposa Isabelle y sus tres hijas. Llegaron a Lyon, ciudad donde
les esperaba su suegra y madre, doña Francisca Morales, para muchos españoles y
para la Historia “la Camarada Paca”. Él fijó su residencia con su familia en
una pequeña ciudad de la periferia de Lyon, Saint-Priest,
en la que vivió como republicano español y exiliado político hasta su muerte en
1999 y donde se le conocía como el “Patriota Resistente del Ródano”.
-Las diásporas son muy especiales y la mayoría de
las veces un drama para los que las viven. ¿Qué nos puedes contar desde tu
punto de vista una vez vistos, y por ti mucho, episodios como el de Victoriano?
-En
primer lugar que, con la excepción del exilio intelectual hacia países
latinoamericanos y del exilio hacia la Unión Soviética, la Historiografía
practicada hasta bien entrados los años de la década de 1980 y la Escuela le
han prestado muy poca o nula atención a la catástrofe humanitaria causada por
el parcial fracaso del golpe militar fascista de 1936, posiblemente una
catástrofe humanitaria sin precedentes en España, como ya he dicho antes. Y que
por ello no forma parte de la Memoria
histórica y de la Cultura democrática
de los españoles. En segundo lugar que esta falta de atención ha sido casi
absoluta en el caso de la diáspora de miles y miles de republicanos españoles y
de españoles sin más por el Norte de África. Y que por eso yo me he centrado en
este capítulo y en esta geografía del exilio político de tantos republicanos
españoles que buscaron refugio en Argelia, Túnez, Marruecos, etc. en 1939, muy
poco estudiado hasta ahora y, por descontado, muy poco o nada conocido. En tercer
lugar, que don Victoriano Barroso, al igual que miles y miles de españoles, no
pudo volver a pisar tierra española, una tierra que para ellos era la patria de
la que habían sido desposeídos y que tanto añoraban, hasta bien entrados los
años de la década de 1960 y 1970. Es un drama aún no suficientemente conocido,
plagado de nombres y voces todavía ocultos en los archivos que demanda
justicia. El drama de los miles de españoles que perdieron matrias y libertades, sangre y
vida, convirtiéndose por la fuerza de la injusticia en exiliados, expatriados,
perseguidos, emigrados y transterrados pero, como
dice en el Prólogo de este libro el
amigo Rogelio Blanco, todos sin tierras, es decir, “a-terrados” o, lo que es lo
mismo, sin patria ni matria.
Transterrados que, sin embargo, lucharon contra el
fascismo y el nazismo con los Aliados de la Segunda Guerra Mundial y que, una
vez desalojada la Wehrmach del sur de Francia,
emprendieron como maquis una lucha sin cuartel y la Operación Reconquista o Invasión
del Valle de Arán en 1944 para desalojar a Franco y poner de nuevo a España
bajo el legítimo Gobierno de la República, entonces en el exilio. Sí, unos transterrados después “olvidados”, una falta de
reconocimiento que convirtió la injusticia en heridas indelebles y en silencios
traumáticos. Don Victoriano Barroso murió en Francia como exiliado político.
Como gran patriota, siempre añoró a su querida España y a la familia que había
dejado en El Ferrol y a la que había tenido que exiliarse en Brasil y que ya no
volvería a ver jamás. Sólo volvió a pisar suelo español en tres o cuatro
ocasiones, la primera en 1970 o 1971 - con una autorización especial que
recogió en el Consulado General de España en Lyon y bajo una estricta
vigilancia y un permanente control de la Guardia Civil- por motivos familiares
importantes, la segunda para enterrar a uno de sus hermanos que vivía en su
Ferrol natal.
-Me parece que Victoriano era muy especial en todas
las dimensiones, ¿qué nos puedes
comentar?
-Era mi
amigo, pero además, al menos para mí, un hombre excepcional por su recorrido
existencial y por su talla humana, al que siempre le profesé un gran afecto,
una profunda admiración y, sobre todo, un inmenso respeto y una emotiva
gratitud. Nunca pude comprender que un hombre como él, un hombre que podía ser
mi padre, me distinguiera con su amistad. Tras mi regreso a España después de
haber vivido en Francia durante catorce años, nunca, nunca en todas y cada una
de nuestras conversaciones telefónicas o en todas y cada una de sus cartas dejó
de preguntarme si necesitaba alguna cosa que no hubiera en España y sí en
Francia para enviármela, matizando siempre “alguna cosa” con el añadido de
“medicinas”, generosidad sin duda también expresión de la imagen rota y mísera
de aquella España de la guerra y del franquismo de la postguerra que afloraba
con su generosidad de cuando en cuando sin remedio y que tanto le dolía
todavía. Es posible que su gran amistad y su gran afecto no fueran más que la
forma de agradecerme los muchos gestos que, siendo director del entonces
denominado Colegio Hispano-Francés de Lyon -hoy Instituto Cervantes-, tuve para
con los exiliados políticos españoles de Lyon. Un Centro que puse a su
disposición para sus reuniones en más de una ocasión, un centro que para ellos
era un trocito de la patria española que tanto añoraban y querían, y que tanto
significó para ellos.
-Una persona cuando puede dar como un repaso, como más sosegado, a su
vida lo da con una claridad impresionante y este libro es más que una
evidencia…. (ojalá todos podamos llegar al final de nuestras vidas con esa
integridad)… Coméntanos.
-No hay
que perder de vista que los seis fascículos de las Memorias de don Victoriano Barroso que se editan en este libro
titulado En Nombre de la Libertad no
son sino “Páginas” extraídas de su Diario
de Guerra y Exilio 1936-1945, en realidad de un “Diario” que se extiende
desde 1930 hasta 1992. La mayoría de estas “Páginas” las redactó en la segunda
mitad de los años 1960 y a principios de 1980. Cuando él me dio a conocer
algunos de los fascículos en 1985, yo le animé a que los publicara pero él
siempre fue reticente por la simple razón de que, además del rubor moral, la
discreción y la distancia que siempre tuvo para con su trágico recorrido
existencial, él consideraba que, no siendo “un hombre de letras” (como él
decía), no reunirían los requisitos necesarios para ser publicados. Finalmente
y dos años antes de fallecer, decidió legármelos para que los publicara. Pero
yo creo que su reticencia tenía motivos más profundos, creo que se debía, como
suele ocurrir en casos de recorridos existenciales tan dramáticos, al temor a
no ser creído. Él mismo llega a decir en alguno de los pasajes de sus Páginas de Guerra y Exilio que “el
equilibrio moral y físico se ha ido rehaciendo lentamente y las huellas del
pasado tienden a dulcificarse, sin que por ello se extingan totalmente”; y
dirigiéndose a mí personalmente en el final de uno de los fascículos, llega a
escribirme con su puño y letra que “estos hechos no fueron más que un pálido
reflejo de una cruel y feroz realidad”. Su integridad y humanismo son de una
tal dimensión que llega a dejar plasmados en uno de los fascículos de sus Memorias versos como estos: “Para vivir
y amar…/ ¡Corta es la vida!/ No pierdas en el odio/ Sus minutos…/ Que ofensa
que se fue…/ ¡Pronto se olvida!” O también estos otros: “¡Piensa en el
ignorado…! ¡Casi sin nombre!/ Que sin la niñez ni infancia… ¡Supo ser Hombre!”
Se refería a él mismo.
-Otra vez ha surgido la palabra dignidad, como no puede ser de otra
manera, pero es que, además de digno, Victoriano Barroso fue y se mantuvo fiel
a su compromiso como marino (Oficial de la Marina) leal a la II República…
¿Cómo lo has percibido?
-Sí, se
mantuvo fiel a su condición de Oficial de la Marina leal a la República hasta el
final de sus días. Pues ante el ofrecimiento de la nacionalidad francesa por un
Consejo Militar francés para seguir siendo capitán del Ejército francés,
contestó: “¡La patria ni se compra ni se vende! ¡Soy un oficial de la Marina de
Guerra española! ¡Mi patria es España! ¡Soy español y moriré siéndolo!”. Y en
los actos oficiales franceses para rendir homenaje a los caídos de las dos
Guerras Mundiales, don Victoriano Barroso siempre desfilaba con su uniforme de
oficial de la Marina de Guerra española, -“lo hago para que los franceses no
olviden que miles y miles de españoles murieron en su defensa”, dice en sus “Páginas”- y con su uniforme militar y
su Bandera de la República fue incinerado un 31 de agosto de 1999. Durante
largos años fue Presidente del Centro
Cultural Español de la pequeña ciudad de Saint-Priest
en la que residió hasta su muerte, una forma más de no olvidar y de servir a
España. Fue un comunista convencido durante toda su vida que luchó por la
libertad y la democracia, por los valores más universales de la Humanidad, a
pesar de las atroces e inefables torturas a las que tuvo que enfrentarse. Un
hombre lúcido que también en más de una ocasión de los últimos años de su vida
me comentó su gran decepción no con el comunismo sino con lo que la URSS y
otros muchos que se aprovecharon en beneficio propio del sistema habían hecho
con él. Un estado de ánimo cuya persistencia hasta el final de su vida vino a
confirmarme su hijo Víctor diciéndome que a menudo pensó que su padre “estaba
triste al final de su vida debido a la deriva y desviaciones de algunos que se
aprovecharon y se enriquecieron con el sistema”, añadiendo sin embargo que
“habían sido necesarios hombres como él para luchar, combatir, reaccionar y
sobre todo llevar esperanza en momentos negros y complicados de la Historia; vi
tristeza en sus ojos con el hundimiento del partido, cuando muchos de sus
camaradas cayeron militando en sus filas por defender a su país; y que su padre “detestaba el dinero porque
estaba convencido de que lo pudre todo a su alrededor”. No sólo lo sabía sino
que, como también me diría su hijo después de su muerte, “dio a menudo dinero
además de su tiempo y también dejó su paga para ayudar a gente que no siempre
se lo merecía”, la modesta paga de pintor decorador de interiores, su profesión
durante todo su exilio político hasta su jubilación. Fue un humanista de acción
y reflexión, un hombre titular de la Cruz de Combatiente de Europa “en
reconocimiento a sus títulos de Antiguo Combatiente y a su voluntad de servir
la causa de la Unión Europea en la Fraternidad, la Paz y la Libertad” que, en
más de una ocasión de los últimos años de su vida, me comentó que en Europa
empezaban a soplar vientos no muy saludables y que temía que muchos derechos y
libertades y las propias democracias nos fueran de nuevo cercenados por fuerzas
igualmente facciosas aunque con rostros sin duda en apariencia diferentes.
Proféticas palabras, ¿no? Por eso, la recuperación de la Memoria histórica no sólo es necesaria sino una obligación moral y
ciudadana. Es lo que deseo, que este libro contribuya a construir más Memoria histórica, una Conciencia colectiva más justa y una Cultura democrática más responsable.
17701
En Nombre de la Libertad. Páginas de
mi Diario de Guerra y Exilio (1936-1945).
Victoriano Barroso. Ángel Freire (ed.)
600 páginas 17 x 24 cms
23.00 euros
Sílex
Mi Fuga (parte 1) - Victoriano Barroso
https://soundcloud.com/ennombredelalibertad/mi-fuga-parte-1
Mi Fuga (parte 2) - Victoriano Barroso
https://soundcloud.com/ennombredelalibertad/mifuga-parte2
Este libro recoge el testimonio de Victoriano Barroso, republicano español y
oficial de la Marina de Guerra española, “la voz de un vencido” ninguneada por
la historiografía, callada y olvidada. Un testimonio del combate por la
Libertad y la Democracia, la Fraternidad y la Paz, de un patriota y de un
resistente ante la barbarie y el fascismo.
A partir de los apasionantes escritos de Barroso, su editor, Ángel Freire, teje
una densa red intertextual de notas, glosas y referencias que constituyen un
texto paralelo y válido por sí mismo. Texto primario y aparato crítico
secundario se multiplican y fortalecen para ofrecerse al lector como un
caleidoscopio, una galaxia de significantes que plasma el drama de los miles de
españoles que perdieron matrias y libertades, sangre
y vida. El libro que nos donan, autor y editor, contiene dos voces para un
drama aún no suficientemente conocido, plagado de nombres y voces casi todos
todavía ocultos en archivos que demandan justicia. El objetivo del libro es el
de, como testimonio, contribuir en la construcción de la Memoria
histórica, haciendo pedagogía democrática y promoviendo una ciudadanía crítica
con las actitudes antidemocráticas, en particular entre los jóvenes de las
generaciones que protagonizarán la mayor parte de este siglo xxi, para que tomen conciencia de la responsabilidad que
les tocará asumir y del deber moral de evitar tener que ser “hombres
imperfectos aunque heroicos e irrepetibles” como tuvieron que serlo muchos de
sus abuelos o bisabuelos en aquellas dos Guerras Mundiales y en aquella Guerra
Civil española que asolaron Europa y España. Porque el que tiene Memoria sabe
al menos quién es y dónde está, pero quien no la tiene ni sabe quién es ni está
en ninguna parte.
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