La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Arcángel Bedmar, autor de “Baena
roja y negra. Guerra civil y represión (1936-1943)” (Librería Juan de
Mairena)
Esta es una obra
imprescindible de Arcángel Bedmar para
entender la guerra civil en Baena, y por extensión en Córdoba y en Andalucía.
La contraportada
del libro nos dice lo siguiente:
La Guerra Civil
en Baena ha estado durante muchos años envuelta en mitos que se iniciaron en el
mismo verano de 1936. Se propagaron incluso a través de las ondas radiofónicas
por el general jefe del Ejército del Sur, Gonzalo Queipo
de Llano. El franquismo se encargó de que los mitos se perpetuaran a través de
una continua manipulación de la historia. Los muertos republicanos, enterrados
en anónimas fosas comunes, se convirtieron en desaparecidos cuya historia se
falseaba o se ocultaba. A la vez, la memoria de las víctimas de la represión
republicana y de los fieles colaboradores de la dictadura franquista se honraba
y se recuperaba, y se ha perpetuado tanto que sus símbolos todavía permanecen
con el paso del tiempo.
La represión
franquista ocasionó en Baena cuatro veces más víctimas mortales que la
represión republicana. Sin embargo, con independencia de las cifras de
asesinados, lo más llamativo de la sublevación militar del 18 de julio de 1936
consistió en la implantación de una violencia institucionalizada que, aunque se
atenuara con el paso de los años, golpeó a buena parte de la población. El
“espíritu del Movimiento Nacional” no acabó con el último parte de guerra
firmado por Franco el 1 de Abril de 1939, sino que se prolongó a través de una
política de la victoria en la que no cabían la amnistía, la reconciliación ni
el perdón. Para los vencidos republicanos la paz fue, en el peor de los casos,
la de las fosas comunes de los cementerios y, en el mejor, consistió en la
resignación, el miedo y el silencio. Es verdad que la guerra la sufrieron casi
todos, pero en Baena y en el resto de España la ganaron unos y la perdieron
otros, y la posguerra también. Este libro, por medio de la investigación y el
rigor histórico, se adentra en la realidad de aquellos años de plomo.
Arcángel Bedmar nació en Torrequebradilla
(Jaén) y es licenciado en Historia Contemporánea por la Universidad de Granada.
Colabora desde 2006 en el proyecto “Todos los Nombres. Base de datos de
represaliados por el franquismo para su consulta por Internet” y figura como
miembro, desde 2015, del Comité Asesor de la Cátedra de Memoria Histórica del
Siglo XX de la Universidad Complutense de Madrid. El 30 de noviembre de 2013
recibió un reconocimiento por la Dirección General de Memoria Democrática de la
Junta de Andalucía por su “compromiso con la historia y la memoria democrática
del pueblo andaluz”. En la actualidad
trabaja de profesor en el IES Juan de Aréjula de
Lucena (Córdoba).
Ha publicado
libros como República, guerra y
represión. Lucena 1931-1939; Los
puños y las pistolas. La represión en Montilla (1936-1944); La campiña roja. La
represión franquista en Fernán Núñez (1936-1943); Desaparecidos. La represión franquista en Rute (1936-1950); Patriota era, y patriota soy. Manuel Hernández González,
cabo de la Guardia Civil en Albendín en 1936; y Memoria
y olvido sobre la guerra civil y la represión franquista (coord.). También mantiene un blog de
temas históricos que versa fundamentalmente sobre pueblos del sur de Córdoba:
arcangelbedmar.com
Cazarabet
conversa con Arcángel Bedmar:
-Arcángel,
te has especializado sobre todo en investigar cómo fue la II República, la
Guerra Civil y la represión en varios municipios del sur de Córdoba. ¿Qué te
llama la atención de “lo local” para escribir sobre ello?
-En historia, las investigaciones locales
resultan imprescindibles para extraer conclusiones de ámbito general y
constituyen la base sobre la que se asientan otras historias más amplias. Lo
que más me atrae de la investigación local es la utilización generosa de
fuentes de investigación como el testimonio personal, y que estos estudios a
pequeña escala posibilitan un análisis más pormenorizado y cercano de los
hechos, las circunstancias y los personajes históricos. Empecé trabajando en
historia local hace muchos años y aún me siento cómodo haciéndolo.
-Al
mismo tiempo compaginas tus investigaciones con tu trabajo como profesor de
secundaria en el instituto Juan de Aréjula de Lucena.
¿Cómo es hoy enseñar a los chavales historia?
-Lo fundamental es que las clases sirvan a los
alumnos para adquirir, de manera comprensiva, una nociones básicas de cuál ha
sido la evolución de nuestras sociedades a lo largo del tiempo. Deben entender,
además, que el progreso humano no es lineal, que existen avances y retrocesos,
y que todo hecho histórico suele tener sus causas y sus consecuencias, que hay
que saber analizar y relacionar de manera crítica. Yo siempre suelo decir a mis
alumnos que la Historia posee una función cívica fundamental, y que no es una
simple recopilación de datos del pasado o un medio para aumentar nuestra
erudición. La historia no debe servir solo para saber quién descubrió América y
en qué año. Su función es educarnos como ciudadanos libres y conscientes, pues
mientras más conocimientos tenemos de la realidad en la que vivimos y de sus
bases históricas con más garantías de éxito nos enfrentaremos al mundo real. En
resumen, si aprendemos de nuestro pasado evitaremos cometer los mismos errores
en el presente y en el futuro.
-En el instituto
me explicaron poco o nada sobre la II República, la Guerra Civil y la
represión, pues nunca llegábamos a terminar el libro. Es como si no interesase
abordar estas temáticas. ¿Qué nos puedes comentar al respecto?
-Es evidente que existen personas partidarias del
olvido y que no desean que se investigue la guerra civil y, sobre todo, la
represión franquista. Defienden las políticas del olvido y de “no remover el
pasado” porque consideran que es el mejor camino para no resucitar la revancha
y el guerracivilismo y para no echar por tierra el
espíritu de concordia conseguido, según su opinión, durante los años de la
Transición. Sin embargo, esta llamada al olvido es muy grave por tres motivos
que yo estimo básicos. El primero es que el olvido va en contra de la esencia
de la historia, que es el recuerdo de nuestro pasado. El segundo motivo es que
el olvido de la guerra civil y la dictadura implica que la versión manipulada
que nos impuso el franquismo sobre ellas permanezca inalterable, escapando al
juicio de la historia y al de los ciudadanos, como si una sociedad democrática
no tuviera el derecho legítimo de enfrentarse con libertad a su pasado o fuera
inmadura para hacerlo. El tercer motivo es que, si olvidamos, las víctimas y
sus familiares nunca tendrán derecho a la verdad, a la justicia y a la
reparación.
-Los pueblos del
sur de Córdoba sobre los que has centrado tus investigaciones ¿vivieron la República, la Guerra Civil y la
represión de forma diferente a otras zonas de España?
-Su historia resultó muy similar. Pero en lo
que se refiere a la represión franquista, que es lo que yo más he estudiado,
pues en casi todos estos pueblos la sublevación militar triunfa el 18 de julio
y no existe la represión republicana, hay episodios llamativos, de los que
señalaré sólo algunos. Por ejemplo, de Montilla tenemos una de las dos
fotografías que se conservan en España de mujeres rapadas durante la guerra. La
foto se realizó a principios de agosto de 1936 en el patio del Ayuntamiento y
en ella aparecen 19 mujeres y un hombre. En El Remolino (una aldea del
municipio de Iznájar) se utilizaron tácticas de
guerra colonial, se quemaron las casas de los vecinos y se mutilaron cadáveres.
En Baena, se asesinó de un tiro en la nuca y de manera pública a decenas de
hombres, que habían sido colocados en hileras y boca abajo en la plaza del
pueblo, los días 28 y 29 de julio de 1936. En Fernán Núñez se realizó uno de
los primeros fusilamientos masivos de la provincia de Córdoba, el 25 de julio
de 1936, con al menos 53 víctimas identificadas. De Rute, hemos rescatado una
colección de cartas a su esposa de un condenado a muerte en 1939. De Albendín, hemos conseguido publicar las memorias del
comandante de puesto de la Guardia Civil, un documento vital impresionante de
alguien que sufrió las cárceles de Franco desde 1936 a 1942 por su ideología
republicana.
Es curioso que algunas de estas historias
locales hayan tenido poca trascendencia a pesar de su evidente magnitud
represiva. En Paracuellos se fusiló a unas 2.500
personas en noviembre de 1936, y su repercusión histórica pasada y presente ha
sido enorme. Si nos escandalizamos de las cifras de la matanza de Paracuellos, en una ciudad como Madrid que albergaba a más
de un millón de habitantes, ¿cómo tendríamos que calificar la represión
franquista en Baena, que ocasionó un mínimo de 450 víctimas mortales, en guerra
y posguerra, en un pueblo que en 1940 no alcanzaba los 25.000 vecinos?
-Y
dentro de la propia Andalucía y de las propias provincias debe de haber
diferencias. Coméntanos.
-Andalucía fue de las primeras regiones de
España donde la represión de los militares sublevados comenzó a aplicarse de
manera generalizada. La parte occidental quedó en sus manos desde primera hora
y además se convirtió en zona de paso del Ejército de África, en el que se
integraban legionarios y las tropas regulares de moros que en muchos lugares
utilizaron tácticas de exterminio despiadadas, propias de una guerra colonial.
Según el recuento que realizó el historiador Francisco Espinosa Maestre en 2010
en el libro colectivo Violencia roja y
Azul. España 1936-1950, en Andalucía se contabilizan 47.399 víctimas
mortales republicanas frente a 8.367 franquistas. En cuanto a las cifras de la
represión franquista destacan, sobre todo, la provincia de Córdoba, con
11.582 víctimas, según las
investigaciones del historiador Francisco Moreno Gómez; y la de Sevilla, con
12.854, investigadas por José Mª García Márquez. En esta provincia, el delegado de Orden Público, el
capitán Manuel Díaz Criado, consciente de la “limpieza” que estaban realizando,
profetizó con razón: “Aquí no hay quien se mueva en treinta años”. Para
calibrar los datos de estas dos provincias y el alcance de la represión que
sufrieron, nos puede servir de referencia que en toda Cataluña la represión
franquista causó 3.688 muertos y en el País Vasco 1.900.
-La historia en
demasiadas ocasiones se ve prisionera de los mitos y eso no es nada positivo,
¿no crees?
-El mito es una creencia que no tiene base
científica. En los últimos años los mitos sobre la República, la guerra y el
franquismo se han popularizado gracias a la generosa cobertura que reciben en
determinados medios de comunicación, a su repercusión en las redes sociales y a
la aparición de algunos escritores que con un estilo divulgativo han resucitado
las mismas teorías de los antiguos historiadores oficiales del franquismo,
adaptando el lenguaje y la terminología a los nuevos tiempos (ahora, por
ejemplo, en sus publicaciones a los defensores de la República ya no los llaman
“hordas judeo masónicas bolcheviques”, sino
republicanos).
Los mitos no solo perviven entre escritores,
políticos o periodistas, sino que también han arraigado en la memoria de muchas
personas, que se agarran a ellos no únicamente en cuestiones históricas, sino
también familiares. Recuerdo que cuando publiqué uno de mis libros, se presentó
una señora en mi casa con la intención de “limpiar la memoria” de su abuelo,
aunque yo en ningún momento lo había calificado de asesino ni de nada parecido.
Era nieta del comandante militar de un pueblo cordobés en 1936, que había
firmado el bando de guerra y se había convertido en la máxima autoridad durante
la época de los fusilamientos. Esa mujer entendía que yo había tergiversado la
historia y había manchado la memoria de su abuelo, sin caer en la cuenta de que
fue él mismo, con su actuación, quien se convirtió en el único responsable de
sus actos. La labor de los historiadores no es limpiar ni manchar memorias,
sino intentar buscar la verdad a través de la honestidad intelectual y del
manejo de las fuentes de información disponibles. Pues bien, a esta mujer le
enseñé una sentencia de muerte firmada por su propio abuelo, y en vez de
leerla, su respuesta fue que la víctima “algo habría hecho” si su abuelo, “que
era muy bueno”, la condenó.
-¿Qué podríamos
hacer para atajar los mitos que aún perviven sobre los periodos históricos que
tú has estudiado?
-La lucha contra los mitos de la historia es complicada.
Es importante que a ella contribuyan no solo los historiadores, sino también
los libros de texto, las Universidades y las administraciones públicas con
políticas adecuadas, como pueden ser la creación de centros de interpretación,
el apoyo a publicaciones históricas serias y rigurosas y la emisión de
programas y documentales en los que se aborden estas temáticas. La eliminación
de las simbologías públicas antidemocráticas también es muy aconsejable. En
Cabra, por ejemplo, un colegio lleva el nombre de Ángel Cruz Rueda, que
presidió la Comisión Depuradora del Magisterio Nacional en Córdoba entre 1937 y
1939 y que abrió expedientes a cerca de 600 maestros, sin que el propio centro
ni la Administración educativa hayan tomado de manera contundente cartas en el
asunto a pesar de que son conocedores de ello desde hace muchísimos años. Que
alguien me diga cómo le explicamos a un alumno de ese centro, y a la sociedad
en general, que lo que hizo ese señor es merecedor de tal distinción.
-¿Cómo
se vivió, en términos generales, la República en los pueblos investigados por
ti en el sur de Córdoba?
-La República aparece como una época de
reformas que van a encontrar la férrea oposición de determinados sectores
políticos, sociales y económicos. Leyes republicanas como la del Laboreo
Forzoso, que obligaba a los propietarios a dar ocupación según el tamaño de sus
fincas se convertirán en fuentes de conflictos por la negativa de los patronos
a cumplirla. Por otro lado, contribuye a la tensión social la estructura de la
propiedad y la existencia de enormes masas de jornaleros sin tierra y con
míseras condiciones de vida, que trabajaban pocos meses al año en una época en
la que no existían seguros sociales y subsidios de desempleo. Sin embargo, la
II República no resultó muy diferente a otros periodos históricos en lo que a
inestabilidad social y política se refiere. En la provincia de Córdoba hubo más
conflictos sociales en los primeros meses de 1919, en pleno reinado de Alfonso
XIII, que en los de 1936. Apurando la respuesta, sí he de señalar que en las
localidades que yo he investigado la causa de la guerra civil no estuvo desde
luego en la República, sino en la sublevación militar del 18 de julio de
1936.
-Una
Guerra Civil que fue especialmente virulenta y represiva. Recordar las
proclamas de Queipo de Llano pone los pelos de punta…
-Dos meses antes del golpe de Estado, las
instrucciones secretas del “director” de la conspiración, el general Emilio
Mola Vidal, a los otros militares implicados ya eran muy claras y no dejaban
lugar a dudas: la acción habría de ser en “extremo violenta” y tendrían que
aplicar “castigos ejemplares”. Las proclamas del general Queipo
de Llano, general jefe del Ejército del Sur, llamando al exterminio o a la
violación de mujeres republicanas, siguen por tanto la línea marcada por Mola,
quien también defendió eliminar “sin escrúpulo ni vacilación” a todos los que
no pensaran como ellos. Asimismo, el general Franco, en su bando de guerra del
18 de julio de 1936, exigía “inexcusablemente que los castigos” fueran
“ejemplares” y que se impusieran “sin titubeos ni vacilaciones”. Diez días
después, en una entrevista periodística, respondió que estaba dispuesto a
conseguir sus objetivos “al precio” que fuera, aunque tuviera que fusilar a media
España.
Todos estos mensajes que incitaban a la
represión se pronunciaron por altas autoridades militares que desde que se
proclamó el bando de guerra tenían el poder absoluto, sobre la vida y la
muerte, en los territorios que controlaban. Palabras de ese volumen de
violencia verbal es difícil de encontrar entre los militares republicanos.
Quizás eso explique que cuando he recopilado testimonios orales en los pueblos,
todo el mundo se acordaba a la perfección de los nombres de los militares
locales, normalmente miembros de la Guardia Civil, y de su papel activo en la
represión.
-La represión se
desató desde un primer instante y debió prolongarse sin compasión. Explícanos
cómo se investiga la represión en pueblos donde debe de imperar el silencio y
el olvido.
-En efecto, la represión comenzó el mismo 18
de julio de 1936, tiene su punto culminante de “terror caliente” en el verano
de ese año y de nuevo volverá a manifestarse de forma virulenta nada más acabar
la guerra el primero de abril de 1939, cuando regresaron a sus casas las miles
de personas que habían huido a zona republicana. La represión se prolongó tanto
en el tiempo que en Montilla, un pueblo con unos 20.000 habitantes donde la
sublevación había triunfado el 18 de julio de 1936 y ya se había fusilado al
menos a 118 personas durante la contienda, después de la guerra se fusiló a
otros 15 vecinos, se encarceló al menos a 239, seis murieron en las prisiones,
ocho en el campo nazi de Mauthausen y al menos otros 200 sufrieron otras formas
de represión (presos en campos de concentración, batallones de trabajadores,
batallones disciplinarios de soldados trabajadores, depurados, etc.).
Para mis libros he entrevistado a muchísimas
personas (para el de Montilla, a más de sesenta) y he hallado en contadas ocasiones
reticencia a hablar del pasado. Si alguien consulta mis libros o mi blog
observará que varias de las historias que narro se basan en testimonios orales.
Es decir, las víctimas no quieren olvidar su historia, quieren que se sepa la
verdad. Eso de que hay que olvidar el pasado es un discurso político que poco
tiene que ver con la realidad. Otra cuestión es que haya determinados sectores
de la población, movidos por intereses políticos o familiares, a los que la
historia de estos hechos no les sea rentable o aconsejable.
Es un error identificar el olvido con la
reconciliación y es un error creer que asumir nuestra historia supone levantar
viejos enfrentamientos. Una sociedad no puede pretender que existe
reconciliación cuando hay temas que aún son tabú o cuando permite que existan
decenas de miles de compatriotas enterrados en las cunetas. La verdadera
reconciliación no se conseguirá con el olvido y la ocultación, sino cuando le
quitemos la sábana a los fantasmas del pasado.
-Durante
el franquismo se construyó una historia manipulada, hasta que trabajos como el
tuyo o los de otros historiadores rompen con todo y poco a poco ponen los
puntos sobre las íes. ¿Qué opinas?
-Libros como los míos no ponen los puntos
sobre las íes, porque la historia siempre es revisable en función de nuevos
descubrimientos, pero sí es verdad que han servido para que la población pueda
acercarse con fiabilidad histórica a lo que ocurrió durante aquellos años. Mis
libros son como cualquier otro libro de historia, pero su interés reside en que
tocan unos temas que interesan todavía a buena parte de la población porque
forman parte de su memoria reciente. De hecho, las presentaciones han sido
multitudinarias y se han convertido en los libros más vendidos, con varias
ediciones editadas, en todas las localidades de las que me he ocupado.
Antes de escribir mi primer libro, el de
Lucena en el año 1998, yo llevaba pocos años viviendo en la ciudad y había
escuchado alguna vez que en la guerra civil no había ocurrido nada. Mi sorpresa
fue mayúscula cuando a través de una letra antigua de carnaval aparece un
nombre desconocido para mí. Indagando, una señora me dijo que lo habían
fusilado junto a su hermano. La curiosidad me llevó a seguir investigando y
acabé escribiendo un libro, así que para muchas personas Lucena pasó de pronto
de ser una ciudad en la que durante la guerra no pasó nada a convertirse en un
lugar, contando a las dos aldeas, en el que se habían fusilado al menos a 122
personas. Ese es el valor de mis libros, y el de cualquier libro de historia,
sacar a la luz lo que estaba oculto y en verdad ocurrió.
-Los republicanos
sintieron la represión en carne viva, luego fueron golpeados por la mentira y
el silencio. ¿Cómo se vive con eso?
-En su momento se vivió de forma muy traumática,
igual que en cualquier conflicto bélico en el que hay víctimas. Aunque la
represión física y de los derechos más elementales fue la más llamativa,
también funcionó una represión cotidiana que condenó a la marginación social,
laboral y familiar a una buena parte de la población. Muchas familias quedaron
desestructuradas, con los varones muertos o en las prisiones, al cargo de
mujeres cargadas de hijos. Cuando hablamos
de represión siempre pensamos en los fusilamientos y en las cárceles, pero
existen otras formas sutiles de hacer daño que causan un dolor profundo y
traumático en las personas, como he podido comprobar de manera continua en mis
entrevistas. Me refiero a casos como el de la mujer que debía aceptar chantajes
sexuales para salvar a un familiar condenado o para obtener alimentos para sus
hijos.
El trauma originario de
la guerra se ha atenuado con el paso de los años, sin embargo muchas personas
aún mantienen el recuerdo de lo que ocurrió porque esas historias las han
escuchado en su casa desde que nacieron y forman parte de su identidad
familiar. Sin embargo, y esto es digno de resaltar, ese recuerdo no se traduce
en el resurgimiento de viejos odios ni reabre heridas, sino que las cierra. En
la inmensa mayoría de las familias que yo he entrevistado he encontrado mucha
humanidad, no hay rencor ni deseos de venganza. Su único objetivo es que se
sepa la verdad de lo que les pasó a sus seres queridos. En ese término, la
verdad, insisten sobremanera casi todos ellos. De hecho, muchísimas familias
aún buscan saber qué les sucedió a sus antepasados presos o fusilados, y en
ocasiones las he ayudado con éxito a encontrar información. Como es de
imaginar, cuando esto ocurre su agradecimiento es infinito y esa es una de las
mayores satisfacciones que siento como historiador.
-¿Podrías citar algún episodio relativo a la memoria
histórica que te haya impresionado de los pueblos que has investigado?
-Habría muchas historias
por contar, pero para ser breve me quedaría con una. El 1 de diciembre de 2001 presenté mi libro sobre
Montilla. Entre otros muchos familiares de represaliados montillanos
venidos de diversos lugares, asistieron los hijos de los hermanos Juan y Manuel
González León, fallecidos en el campo de exterminio nazi de Mauthausen, en
Austria, en 1941 y 1942. Los familiares llegaron, tras pasar la noche en el
tren, desde Barcelona, adonde habían emigrado en los años cincuenta del siglo
pasado. Nunca olvidaré lo que me dijo aquel día, nada más verme, una de las
hijas de Juan González: “Hoy hemos venido a enterrar a mi padre”. Para
muchos familiares de represaliados, unas simples hojas de papel pueden
llegar a sustituir, de manera simbólica, a una tumba. Ya que no sabían
dónde reposaba su cadáver, al menos ahora existía un libro en el que aparecía su
nombre, su foto y su historia. Por fin poseían algo material que perpetuaba la
memoria de sus seres queridos. Era evidente que, para bastantes familiares de
víctimas mortales de la represión franquista, la presentación del libro se
transformó aquel día en una ceremonia de duelo público que nunca antes habían
podido realizar.
-Háblanos de tu
proceso de investigación. ¿Cómo es tu metodología de trabajo?
-Mi metodología es la misma que utilizaría
cualquier investigador. En principio consulto la bibliografía que existe y
después utilizo los archivos locales, que en algunas localidades, como Lucena,
no contienen documentación de estos años porque fue destruida en los años
setenta. Resulta muy importante la consulta de la prensa, la revisión de la
correspondencia municipal de entrada y salida, los libros de cárcel (que
normalmente están desaparecidos o se refieren solo al final de la guerra), los
libros de actas de los plenos de los ayuntamientos, los libros de cementerio,
los libros de defunciones del Registro Civil, etc. En la actualidad, una fuente
imprescindible, abierta a los investigadores hace relativos pocos años, es el
Archivo del Tribunal Militar Territorial II de Sevilla, donde se conservan
decenas de miles de expedientes de consejos de guerra incoados a los
republicanos. Por último, es muy importante el uso de la historia oral, ya que
nos ofrece una información que no se puede obtener a través de otras fuentes
históricas.
-¿Por qué es tan
importante el testimonio oral en la historia local?
-El testimonio oral es
vital para reconstruir lo que ocurrió en aquellos años. Hay facetas de la
represión, como son las torturas, el expolio de bienes o los abusos sexuales que no suelen aparecen en documentos
escritos y que sólo se pueden reconstruir
con los testimonios de los supervivientes. Aparte, cualquier dictadura siempre
va a intentar ocultar los desmanes cometidos por los suyos, y en esto el
franquismo no fue una excepción, así que las entrevistas personales completan o
corrigen lo que obtenemos a través de la documentación escrita.
Otro campo dependiente
del testimonio oral es el de la contabilidad de las víctimas mortales de la
represión. Muchas víctimas republicanas se quedaron sin inscribir en los libros
de defunciones de los registros civiles, así que hemos podido recuperar su
identidad a través de familiares o de testigos de los hechos. Sirva de muestra
que de los 49 fusilados que hemos podido encontrar en Rute, 33 se han obtenido
a través de testimonios orales, en Montilla 40 de 118, en Lucena 53 de 122, en Iznájar 32 de 60, en Nueva Carteya
40 de 71, y así sucesivamente. El día en que no podamos contar con los
recuerdos y los testimonios de los testigos de los hechos perderemos siempre la
posibilidad de conocer las cifras verdaderas de la represión que trajo consigo
el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Los partidarios de “no remover el
pasado”, en consecuencia, deberían reflexionar sobre el enorme daño que causa
al conocimiento histórico el “olvido” de las cuestiones relativas a la
investigación de la violencia durante la guerra civil y la posguerra.
-¿Nos
puedes informar sobre en qué estás trabajando en la actualidad?
-Me dedico fundamentalmente a mi blog
(aracangelbedmar.com), donde continuo publicando historias de pueblos del sur
de Córdoba, en su mayoría relativas a la represión, tema del que tengo mucha
información recopilada que no ha visto la luz. En este momento me siento cómodo
escribiendo en el blog, pues me permite publicar pequeñas historias con
inmediatez, sin necesidad de esperar a tener el material suficiente para
completar el volumen de un libro. El blog también me posibilita actualizar de
manera instantánea los datos que aparecen, sobre todo las cifras de la
represión, que varían continuamente en función de nuevos testimonios o
investigaciones. Últimamente he publicado bastante material inédito, como los
escritos y los documentos del juez militar de Baena en 1939 y 1940. Gracias a
esta documentación hemos podido aumentar en casi cien, de 125 a 224, el número
de presos de la posguerra en el pueblo, a los que también les hemos puesto
nombres y apellidos.
-Países como
Sudáfrica, después de experiencias traumáticas, han sabido poner mejor punto de
sutura en las heridas que nosotros. ¿Cuál es tu opinión?
-Las comisiones
de la verdad, como la de Sudáfrica tras el apartheid, han sido positivas porque
contribuyen a la reconciliación, y podría ser también una experiencia
aconsejable para España. De hecho, allí no se ha insistido tanto en condenar a
los culpables de violaciones de derechos humanos como en que reconocieran sus
culpas ante la sociedad.
En España, en los últimos años distintos
organismos de la ONU nos han indicado, de manera clara, los caminos para cerrar
las heridas y conseguir verdad, justicia y reparación. Han advertido al
Gobierno español que no puede escudarse en la Ley de Amnistía de 1977 para no
investigar los crímenes del franquismo ya que la tortura, las ejecuciones
sumarias y la desaparición forzada pueden constituir crímenes de lesa humanidad,
que son imprescriptibles. Es decir, que no vence la obligación del Estado de
investigar y sancionar a los responsables. También estos
organismos han conminado en numerosas ocasiones a España a atender a las
víctimas del franquismo, a elaborar un plan nacional de búsqueda de los
desaparecidos y a disponer una partida presupuestaria para la localización y
exhumación de los miles de fusilados que aún permanecen enterrados en fosas
comunes, ya que el Gobierno ha derogado de hecho la llamada ley de memoria histórica
al eliminar todas las ayudas económicas previstas en la norma para la apertura
de fosas. Como he dicho al principio, el camino está bien señalado por la ONU,
solo hace falta voluntad para andarlo. Esto no es una cuestión política, sino
de derechos humanos.
2285
Baena roja y negra.
Guerra civil y represión (1936-1943). Arcángel Bedmar
327 páginas
19,00 euros
Juan de Mairena
Índice
Introducción
1. LA SUBLEVACIÓN
2. LA COLUMNA DE SÁENZ DE BURUAGA
3. LA VENGANZA DEL CONVENTO DE SAN
FRANCISCO
4. BAJO EL MANDO MILITAR GOLPISTA
Otras víctimas de la represión republicana
Los bombardeos
La aldea de Albendín
Los huidos
La política municipal
Una persona de orden: el
brigada Fidel Sánchez
5. LA POSGUERRA
La maquinaria judicial
Los presos
Los condenados a muerte
La miseria
La guerrilla
El exilio
La política filonazi
Conclusiones
ANEXOS
1. Militantes de la Falange antes del 18 de julio de 1936
2.
Derechistas y guardias civiles atrincherados entre el 18 y el 28 de julio de
1936
3. Mandos de la Falange (1937-1943)
4. Alcaldes y concejales franquistas (1936-1962)
5. Alféreces provisionales en el Ejército franquista
durante la guerra civil
6. Muertos por bombardeos de la aviación republicana
7.
Soldados del Ejército franquista y paisanos muertos en los frentes o en
acciones de guerra.
8.
Personal civil y derechistas heridos (julio-agosto de 1936)
9.
Víctimas de la represión republicana
10.
Víctimas mortales de la represión franquista durante la guerra
11. Víctimas
mortales de la represión franquista en la posguerra
12.
Soldados del Ejército republicano muertos en los frentes y refugiados
republicanos fallecidos en acciones de guerra
13.
Presos en batallones de trabajadores y batallones disciplinarios de soldados
trabajadores
14.
Presos en campos de concentración
15.
Presos en las cárceles en posguerra
16.
Peticiones de informes de los jueces militares
17.
Vecinos sujetos a expedientes de incautación de bienes y de responsabilidades
políticas.
18.
Sentenciados a pena de muerte
19.
Miembros de los tribunales militares
20.
Cuadro global de víctimas de la represión franquista
Notas
Fuentes
y bibliografía
_____________________________________________________________________
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44564 - Mas de las Matas (Teruel)
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