La
Librería de Cazarabet Indignado
Cazarabet conversa con... Héctor C.
García y Alfredo Olmeda, autores de “Aprendiendo
a obedecer. Crítica del sistema de enseñanza” (La Neurosis o Las
Barricadas)
UNA CRÍTICA
FIRME Y ARGUMENTADA DEL ACTUAL SISTEMA DE ENSEÑANZA.
HÉCTOR C
GARCÍA Y ALFREDO OLMEDA SE ADENTRAN EN EL SISTEMA EDUCATIVO PARA PONER EL DEDO
EN LA LLAGA DEL MISMO…
LO EDITA
LA EDITORIAL DE LA NEUROSIS O LAS BARRICADAS.
LA
SINOPSIS DE ESTE LIBRO:
Aprendiendo
a obedecer. Crítica del sistema de enseñanza,
de Héctor C. García y Alfredo Olmeda, es el quinto trabajo editorial de la
colección central de La Neurosis o Las Barricadas. En esta obra se hace un
recorrido por los puntos que el movimiento anarquista siempre ha considerado
más relevantes en el análisis del sistema educativo como institución
fundamental en las sociedades actuales:
La vieja
tesis de los movimientos sociales de que a mayor educación se aumentarían las
posibilidades de cambio social ha resultado ser equivocada. El avance de la
escolarización obligatoria y su extensión a capas de edad más amplias cada vez
no ha producido deseos mayores de liberación. A menudo, ha resultado tener un
efecto contrario, pues quienes salen de las escuelas han asumido el discurso
del Poder y se han convertido en férreos defensores del estado de las cosas.
¿Qué
papel ha tenido la propia escuela en este proceso? Recogiendo toda una
tradición crítica y partiendo en especial de las ideas anarquistas al respecto,
este libro pone de manifiesto el papel de reproducción del sistema que juega la
escuela oficial, convertida en un instrumento más de dominación. Así, se
analizan en la obra los aspectos explícitos de la escuela en cuanto transmisora
de la cultura e ideas del capitalismo, como los contenidos que se enseñan de
manera declarada o las relaciones entre el diseño escolar y la estructura
jerárquica de la democracia y también aquellos aspectos que quedan más o menos
ocultos, como la influencia de la metodología o de la visión antropológica del
sistema de enseñanza en la misión que mejor cumple: aprender a obedecer.
Al
tiempo, los autores ofrecen las claves de una visión libertaria de la
educación, esgrimiendo los rasgos generales de las ricas experiencias
anarquistas en este terreno, en la búsqueda de personas libres que contribuyan
a una sociedad libre.
Cazarabet conversa con Héctor C. García y Alfredo
Olmeda:
-Amigos, el
título de vuestro libro editado por La Neurosis o Las Barricadas, es muy
elocuente: ”Aprendiendo a obedecer. Crítica del sistema de
enseñanza”. Es que la crítica del sistema educativo que nos ha educado a la
“gran mayoría” y que todavía está educando, salvo excepciones, bajo
la consigna de “aprender a obedecer” debe empezar a cambiar si, desde la
educación, queremos a empezar a afrontar una verdadera “revolución de base de
lo humano” y hacia todo lo demás.
-La crítica al sistema educativo, desde
nuestro punto de vista, solamente tiene sentido, o cobra un sentido más
profundo, si andamos en la perspectiva de la crítica al resto del sistema. El
sistema educativo es una herramienta muy potente para lograr obediencia, aunque
no es la única, por supuesto.
-Porque
es, o debería ser, la construcción de la sociedad y de sus
nuevas necesidades algo que siempre vaya en consonancia con la educación…..pero
sin que esta esté sujeta a la obediencia, ¿no?
-La idea del libro es exponer las
dinámicas que llevan a que consideremos que la escuela, según está diseñada, es
un lugar de aprendizaje de la obediencia. Estas dinámicas son conscientes y
planificadas (en el caso se las leyes educativas, de los contenidos que se
enseñan, del diseño de los espacios, etc.), pero también irreflexivas y, a
menudo, fruto de la tradición y la imitación (enseñamos como nos han enseñado,
porque “ha sido así toda la vida”). Si conseguimos que alguien llegue a esa
reflexión, es probable que podamos empezar a caminar en la senda de la libertad
y que la obediencia no sea un criterio para clasificar a la gente en “buenos” o
“malos” alumnos.
-Es que la
escuela, en algunas ocasiones y en algunas aulas, me parecen más fábricas de
pensamientos, de “conocimientos”…
-Hay un modelo de escuela, que corresponde
a los inicios de los sistemas educativos contemporáneos y que aún perdura, que se
asemeja, en efecto, a una fábrica decimonónica en muchas de sus rutinas y
aspectos organizativos: el entrar y salir a golpe de silbato, el control
ejercido sobre el espacio y el tiempo del alumnado, la posibilidad de que las
reglas que rigen la escuela-fábrica sean solo determinadas por quienes ejercen
el poder y las puedan cambiar a su antojo… son elementos centrales en la
dinámica escolar. Incluso la producción de “conocimientos”, de manera que estos
se convierten en meros productos de consumo, eficaces como productos, en este
caso, para obtener un aprobado, pero inútiles en sí mismos.
-¿Quieren hacer
de los niños y niñas “robots”?
-En el último capítulo del libro
defendemos que no hay escuela (entendida como un espacio diseñado de forma
consciente para que se den enseñanzas y aprendizajes) que no tenga detrás una
concepción del ser humano. El sistema escolar vigente logra (y así lo dice
descaradamente) sujetos caracterizados por su dimensión productiva (educar para
ser trabajadores obedientes o para respetar al empresariado), su dimensión
política (en el sentido de crear ciudadanos, entes que creen participar en las
decisiones sociales, pero que en realidad se limitan a votar cada cuatro años y
poco más) y su dimensión meramente intelectiva, negando los sentimientos y la
capacidad manual. En ese sentido, sí se consigue hacer robots, cuya única guía
es la eficacia, el lograr objetivos marcados por otros.
-Para todo esto hay que enseñar a que para, al final, enseñar a pensar, a
que los alumnos y alumnas se hagan preguntas…
-A pensar, probablemente, no se pueda
enseñar. Más bien hay que tratar de no impedir que se piense, que es algo consustancial al ser humano. Eso habría que
acompañarlo con el hacer, que es, en las primeras etapas, algo fundamental para
poder pensar.
Por otro lado, el sistema educativo no
está preparado para las preguntas. En el libro ponemos el ejemplo de la
enseñanza de la ciencia, que en las escuelas se estudia de forma cuasi
religiosa: se somete a los alumnos a unas prácticas (cuando las hay) en las que
las preguntas ya están dadas, las respuestas también y solo se permite llegar a
esas respuestas predefinidas, por lo cual la curiosidad y el experimento quedan
fuera de lo contemplado.
-Lo que está
claro es que tenemos que ir, todos, a aprender a enseñar, ¿no?
-Para empezar, como decimos en
“Aprendiendo a obedecer”, habría que hacer un proceso inverso al actual:
adelgazar el peso del “enseñar” y aumentar el peso del “aprender”. No deja de
ser curioso que se llamen “centros de enseñanza” y “sistema de enseñanza”. Es
más que probable que esto refleje que el interés no reside en quienes tienen
que aprender, sino en la comodidad del sistema, de quienes mandan.
Luego, para quienes deseen participar en otras
vías educativas, hace falta una reflexión profunda sobre las dinámicas, los
porqués y los para qué, sin olvidar los cómo. Y, por supuesto, prácticas,
aperturas de espacios de aprendizaje que se sustraigan a la dinámica del poder.
-Pero, claro
está, a la vez, a no dejar de aprender en ningún momento ¿no?...porque cuando
empezamos a cerrar las puertas a la curiosidad y a dejar que los interrogantes
y las dudas entren en nuestro día a día estamos cerrando la puerta a caminar
hacia delante y con la dignidad y la fraternidad como baluartes ¿Qué nos puedes
comentar?
-El aprendizaje es algo inevitable. Los
seres humanos nacemos bastante desvalidos, pero con una altísima capacidad de
aprender. Uno de los problemas que señalamos en este libro, casi al principio,
es que parece que el aprendizaje es solo el que se da en la escuela, el
aprendizaje prestigioso, cuando en realidad la escuela, el sistema de
enseñanza, maneja un concepto de aprendizaje bastante reducido, incluso
hermético, ya que buena parte de lo que, declaradamente, se aprende en los
colegios, tiene sentido solamente dentro de los muros de las clases y no en la
vida real.
Por supuesto, el anarquismo siempre ha
propuesto un aprendizaje diverso e inacabable, en busca de conocimientos que
mejoren la dignidad humana y que no tienen por qué coincidir (y a menudo,
incluso contradicen) los programas oficiales.
-Por eso la escuela como “entidad física” está donde está…en cada pueblo,
en nuestros barrios, ciudades, pero la escuela como tal debería estar presente
en cada cual de nosotros y en todas partes… ¿Qué nos puedes comentar?
-Los aprendizajes se dan en diferentes
contextos y es tan inevitable como deseable que esto sea así. Se dan
aprendizajes de diferentes tipos, con diferentes personas y de manera multidireccional,
de forma que quien un día enseña, otro aprende. Se dan aprendizajes positivos y
negativos (no todo lo que se puede aprender es estupendo, claro). Este es un
concepto natural y amplio del aprendizaje, muy diferente del que maneja el
sistema de enseñanza, donde el rol de aprendiz lo asume, como si fuera una
discapacidad, el alumnado y el de enseñante, en exclusiva, el docente.
-Personalmente
no tengo hijos y creo que esto condiciona mi entrevista, pero quiero dar cabida
a más miradas para con la lectura del libro…pero aún así os planteo varias
cuestiones. Mirad: puede darse el caso de niños que dicen, me dicen y me
cuentan que se aburren en clase… oye, las escuelas, los maestros y las maestras
deberían poder (cuidado no utilizo el verbo querer porque eso lo doy por
asegurado) proponer actividades que incentiven siempre la curiosidad y si se
despierta la curiosidad, no puede haber aburrimiento…aunque a cada niño o niña
deberemos saber buscarles, entre padres, familia, amigos y maestros, qué es
aquello que levanta su curiosidad..
-“Aprendiendo a obedecer” comienza así:
"Un fantasma recorre las aulas: el fantasma del aburrimiento. Miles de
niños, niñas y adolescentes languidecen en las clases entre el sopor y la
incomprensión, buscando resquicios para evitar la disciplina y el muermo de un
sistema educativo diseñado para adormecer las aspiraciones creativas y la
curiosidad de cualquiera. Miles de profesores soportan con dificultad una
profesión cada vez con menos sentido, que dice intentar lograr el perfeccionamiento
humano, pero que solo cumple con el logro de la obediencia que demanda el
sistema educativo."
Casi está dicho todo con este fragmento,
pero habría que añadir que, aun con las buenas intenciones de parte del
profesorado (otra parte considera que esta cuestión del aburrimiento mortal les
sitúa en la tesitura de convertirse en “animadores socioculturales”), la
estructura del sistema escolar es incompatible con los intereses del alumnado,
con la curiosidad. La necesidad de domesticar a grandes contingentes de
población a la vez, hacinados en aulas en las que ocurre algo que, por
obligación, debe resultar interesante a las 35 personas que allí se encuentren,
es incompatible con esos intereses individuales.
-También ves a
niños y niñas que van a las aulas con el sufrimiento y el padecimiento escrito
en su mirada…siempre con un nudo en el estómago, siempre temerosos y ya no te
digo cuando se les evalúa o examina.
-Completamente cierto. Hemos logrado que
los centros escolares sean, a menudo, sitios crueles. Fomentando la
competitividad, la agresividad, la falta de empatía y el sometimiento, hemos
logrado altos niveles de crueldad. Quien no se adapta a la obediencia es
señalado o expulsado, pero quien no se adapta a la uniformidad de la estupidez,
es acosado, ante la impotencia de un profesorado que, a menudo, no entiende por
qué ocurre eso y no sabe cómo gestionarlo.
-Lo de evaluar o examinar es otra cosa para “echarle de comer a parte”,
pero igualmente peligrosa…¿a quién se le ocurre
establecer “un mismo barómetro para los conocimientos de un niño/a en cualquier materia?...¿No hay otra manera de transmitir
“ciertos conocimientos”?
-La evaluación en el sistema educativo es
una gran mentira. No se evalúa. Lo que se hace es clasificar, cuanto antes
posible, a quienes podrán ocupar uno u otro puesto en el escalafón social.
Cuando se elige una escala igual para todos, se elige la escala que beneficia a
quienes diseñan el sistema, por lo cual, la presunta objetividad de la
calificación es nula.
Sin embargo, el sistema de enseñanza sigue
presentándose como un proceso limpio y transparente en el que quien quiere y/o
puede, recibe su recompensa.
Por otro lado, el papel del juicio
constante en forma de calificación es el de acostumbrar a quienes acuden a las
escuelas a depender de la opinión del superior, a admitir que nos numeren, nos
valoren, nos desprecien o nos elogien en función de parámetros alejados de
nuestras necesidades.
-Luego está lo
de asociar constantemente el centro escolar con “la socialización” de niños y
niñas….¿nos podéis reflexionar? Porque yo tengo muchas
dudas en torno a esto…
-En efecto, de las pocas cosas que alguien
se lleva del mundo escolar, puede ser el contacto con iguales, a espaldas de la
autoridad, que se da inevitablemente. Inevitablemente, decimos, aunque trata de
evitarse al máximo, pero ese es otro asunto.
La socialización, entendida como inmersión
en las reglas sociales, es justo lo que mejor hace la escuela. Es decir,
enseñar a obedecer, respetar la autoridad, la propiedad privada, el Estado y,
en muchos casos, la religión. Esa socialización es tremendamente efectiva,
aunque no la lleva a cabo la escuela en solitario, pero es el hecho central del
sistema de enseñanza.
Si lo que se quiere decir con
socialización es que se establecen relaciones entre iguales, pues ocurre,
claro. Solo por el hecho de compartir espacios y tiempos. Otra cosa es que esa
socialización sea solidaria, que se intenta que no lo sea por diferentes
medios: material escolar individual, pruebas individuales, fomento de la
delación por medio de castigos colectivos ante hechos individuales,
comparaciones públicas entre alumnos…
- Hay niños o
niñas a los que no “les gusta” el estar y aprender desde “la escuela física”
con otros niños y niñas…habrá que saber qué pasa…¿no?; y habrá que evaluar y
reflexionar si a todos los niños y niñas les conviene el “ir a la escuela
física”…
-Lo extraño es que quede alguno al que le
guste ir a un sitio donde la mayor parte del tiempo se consume sentado y en
silencio escuchando explicaciones sobre temas irrelevantes para la vida del
alumnado. Si lo soportan es por la inmensa presión social que ha convertido al
sistema de enseñanza en poco menos que una religión, que promete que si te
estás calladita y sentadita y repites lo que te dice el profesor, tendrás un
título que te hará vivir mejor y ganar más dinero.
No se trata tanto de la “escuela física”
como de la escuela del poder, la que necesita de la rutina narcótica.
-Sin ir a la escuela se puede aprender…hay vida sin escuelas…
-Claro. También hablamos de ello en el
libro. No solo hay vida sin escuelas, sino que la mayor parte de la historia de
la humanidad ha ocurrido sin ellas y, lo que es más importante, sin una red
dominada por los gobiernos, llamada sistema de enseñanza.
Nuestra posición no es tajante, porque
creemos que hay mucho que debatir, pero es evidente que los aprendizajes, como
decíamos antes, se dan en contextos muy diferentes, igual que lo es que las
escuelas, tal y como se conciben, pueden ser prescindibles.
-Después, conozco
casos de niños o niñas a los que ir a escuela, el enfrentarse a “esa
socialización”, a las evaluaciones y demás es o
constituye todo un reto diario que suele desarrollarse con multitud de
problemas que van desde procesos relacionados directamente con el
estrés a cualquier tipo de enfermedades…Esto es más grave de lo que parece.
-El asunto de las enfermedades o
patologías o como se quieran llamar ha surgido en alguna de las veinte
presentaciones del libro que llevamos. Es algo notorio que, cada vez más, hay
un porcentaje significativo de alumnado con ansiedad, depresión, déficit de
atención y un sinfín de problemas. Por un lado, asistimos a la medicalización
de problemas sociales, pero por otro asistimos a la multiplicación de la
destrucción de personalidades que conviven mal con ese juicio continuo y esa
presión que establece la escuela y, a menudo, la familia.
-Es que no
podemos vestir a todos los niños y niñas con el mismo vestido, ¿no es así?
-Sin embargo, esa es una de las claves de
un sistema educativo: lograr la mayor homogeneidad en la población. Es más
sencillo gobernar a iguales, a golpe de estadística, que a individuos
singulares.
-Pero hay que
dar soluciones, hay que ponerlas encima de la mesa, hay que priorizar, pienso, en
la libertad ante el pilar de la sociedad que es la educación….hay que hacer que
los padres, con igualdad, pueda escoger, bien asesorados, aquello que les pueda
ir mejor para su educación (continuada) y la de sus hijos…
-Hay que generar, como se está haciendo en
muchísimos lugares, experiencias que partan de las necesidades sociales de cada
lugar, de cada grupo. Ese es un camino difícil, pero es el camino que puede
hacer tambalearse al sistema, que por ser eso, sistema, siempre va a ser como
una apisonadora.
-Más que
educación a veces da la impresión que hay o se lleva a cabo una especie de
adoctrinamiento…así hay gente que asume las cosas como si fuesen rebaños…lo que
decíamos “robots”
-El adoctrinamiento no es una impresión,
es notorio y además declarado. ¿Cómo llamar a la existencia de catequesis bajo
la asignatura de religión? ¿Cómo denominar a las diferentes asignaturas
encargadas del apostolado de la economía capitalista? ¿Cómo definir el objetivo
de todas las leyes de educación que se aprueban, de conseguir “ciudadanos
democráticos?
El adoctrinamiento se oculta cada vez
menos, o no se oculta en absoluto, aunque mucha gente mantenga
una fe (porque ya es cuestión de fe) en el sistema de enseñanza que ha diseñado
el poder. Por eso, precisamente, escribimos este libro. Para recoger una
crítica sistemática y tratar de poner sobre la mesa debates que vayan más allá
de lo circunstancial y que puedan contribuir a un mayor índice de libertad y de
igualdad social.
21458
Aprendiendo a obedecer. Crítica del
sistema de enseñanza. Héctor C.
García, Alfredo Olmeda
234 páginas 18 x 14 cms.
7.00 euros
La Neurosis o Las Barricadas
Aprendiendo a obedecer. Crítica del sistema de
enseñanza, de Héctor C. García y Alfredo Olmeda, es el quinto trabajo editorial
de la colección central de La Neurosis o Las Barricadas. En esta obra se hace
un recorrido por los puntos que el movimiento anarquista siempre ha considerado
más relevantes en el análisis del sistema educativo como institución
fundamental en las sociedades actuales:
La vieja tesis de los movimientos sociales de que a mayor educación se
aumentarían las posibilidades de cambio social ha resultado ser equivocada. El
avance de la escolarización obligatoria y su extensión a capas de edad más
amplias cada vez no ha producido deseos mayores de liberación. A menudo, ha
resultado tener un efecto contrario, pues quienes salen de las escuelas han
asumido el discurso del Poder y se han convertido en férreos defensores del
estado de las cosas.
¿Qué papel ha tenido la propia escuela en este proceso? Recogiendo toda una
tradición crítica y partiendo en especial de las ideas anarquistas al respecto,
este libro pone de manifiesto el papel de reproducción del sistema que juega la
escuela oficial, convertida en un instrumento más de dominación. Así, se
analizan en la obra los aspectos explícitos de la escuela en cuanto transmisora
de la cultura e ideas del capitalismo, como los contenidos que se enseñan de
manera declarada o las relaciones entre el diseño escolar y la estructura
jerárquica de la democracia y también aquellos aspectos que quedan más o menos
ocultos, como la influencia de la metodología o de la visión antropológica del
sistema de enseñanza en la misión que mejor cumple: aprender a obedecer.
Al tiempo, los autores ofrecen las claves de una visión libertaria de la
educación, esgrimiendo los rasgos generales de las ricas experiencias
anarquistas en este terreno, en la búsqueda de personas libres que contribuyan
a una sociedad libre.
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