Cazarabet conversa con... Francesco D’Amaro, autor de “Antipatriotas del agua.
Conflictos y grupos de interés en el franquismo” (Comares)
La colección de
Comares, Comares historia, nos presenta un libro Antipatriotas del agua
que indaga y se sumerge en los conflictos del agua de interés en el franquismo.
Quizás en estos
conflictos está la respuesta de determinados “comportamientos” y/o respuestas
de hoy y ahora.
Si te haces con
el libro te encontrarás con:
Romper con la unidad sindical obligatoria era
considerado de antipatriotas durante el franquismo. También oponerse a la
construcción de una presa significaba ir en contra del progreso y de la patria.
Las comunidades de regantes, un sujeto escasamente estudiado para el siglo XX,
recibieron esta acusación tanto de los ingenieros estatales, como de los
delegados sindicales. Quisieron tener voz en la política hidráulica española en
un siglo en el que muchos gobiernos consideraban central dominar el agua para
el desarrollo de la economía nacional, recibir el apoyo de las masas populares
y modernizar el mundo rural. Además, frustraron las ambiciones totalitarias del
nacionalsindicalismo que pretendía integrar todas las asociaciones de
representación de los intereses económicos y sociales. No solo no
desaparecieron, sino que fueron causa y consecuencia de un enfrentamiento entre
el ministro de Obras Públicas y el ministro-secretario general del Movimiento,
recibiendo el apoyo de varios sectores del régimen de Franco.
Reconstruir las relaciones entre sujetos implicados en la regulación de las
aguas ha sido posible gracias al análisis de la documentación gubernamental
cruzada con una fuente poco explorada: la de las instituciones de los regantes.
Esta investigación redimensiona la interpretación tradicional que ve a las
comunidades agrícolas como un sujeto pasivo ante las políticas estatales.
Revela alianzas estratégicas, negociaciones informales y conflictividad entre
las esferas de poder franquista. Finalmente, reflexiona sobre la capacidad de
algunas élites para mantener espacios de acción al margen del Sindicato
Vertical, y expresar una discrepancia tolerada por la dictadura.
Antipatriotas del agua aporta unos aspectos inéditos tanto a los estudios sobre
el medio ambiente y los conflictos por el control de los recursos naturales,
como a la historia de la acción colectiva en los regímenes autoritarios,
introduciendo las teorías sobre culturas políticas del franquismo en el
análisis de los grupos de interés.
El autor,
Francesco D´ Amaro: es investigador y profesor de historia contemporánea en la
Universidad Autónoma de Madrid. Su aportación a la historia política del
medio-ambiente se ha centrado, por un lado, en los sujetos interesados en el
control de las aguas; por otro, en las organizaciones que han intervenido en la
transformación del paisaje y en los estudios agronómicos y de colonización
interna, especialmente en Italia y en la península ibérica. También ha escrito
sobre la controvertida neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial y
la utilidad del web archiving como nueva fuente para la historia del presente.
Licenciado en la Università degli Studi di Palermo, es doctor por la Università
La Sapienza de Roma y doctor Internacional cum laude por la Universitat de
València con una tesis ganadora del 1º Accésit del Premio Miguel Artola en
2018. Ha colaborado con la Cátedra de Memoria Histórica (Comunidad Valenciana);
y ha sido investigador post-doctoral en las Universidades de Lisboa y de
Coimbra como miembro del proyecto ReSEED, financiado por ERC.
Finalmente, ha participado en las tareas de conservación y selección del
Archivo de la Web Española por la Biblioteca Nacional de España, y ha trabajado
en la Biblioteca del Congreso de los Diputados.
Cazarabet conversa con Francesco D’Amaro:
-Amigo,
¿qué es lo que te llevó a investigar sobre la relación entre el poder,
también la sociedad, con las respectivas políticas del agua?
-Mi interés sobre las políticas hidráulicas y la
gestión de las aguas surgió hace más de quince años. En esa época, se solaparon
las lecturas sobre los problemas globales de escasez y conflictos por el agua
con los problemas locales y hasta familiares. Libros como Las Guerras del
Agua: privatización, contaminación y lucro de Vandana Shiva – que explica
como la actividad de las multinacionales perjudica la vida de las comunidades
locales y el medio ambiente – me empujaron a reflexionar sobre la tradicional
falta de abastecimiento de agua en las casas de mi pueblo en Sicilia. A las efectivas
dificultades hidrogeológicas se sumaban la mala gestión y, sobre todo, el uso
del agua como herramienta de poder, en ocasiones en manos de grupos mafiosos.
Todo esto era especialmente evidente para el regadío: el acceso al agua era
esencial para la economía regional basada en la citricultura. Quienes
gestionaban la distribución tenían un poder social enorme y oligopólico, basado
en el dominio de los recursos y, a veces, en la violencia e intimidación, como
analicé en mis primeras investigaciones sobre la provincia de Palermo en la
primera mitad del siglo XX.
De allí, mi interés se trasladó a las instituciones
de riego de España, fascinado por el ensayo El Gobierno de los bienes
comunes de Elinor Ostrom (premio Nobel de economía), que usaba las comunidades
de regantes de Valencia y Murcia como ejemplos centrales de su teoría
institucional. Los regantes del mediterráneo español se convertían así en el
emblema internacional de la posibilidad de administrar los bienes comunes de
una forma eficaz, al margen de la intervención estatal o de las dinámicas de
mercado. Pero me interesaba ir más allá de la mera gestión local: entender cómo
esos sujetos históricos se relacionaban con el Gobierno central y cómo
reaccionaron ante las grandes intervenciones hidráulicas de la segunda mitad
del siglo XX.
-¿Desde
cuándo el bien común, de todos y de todas para todos y para
todas, que debería ser el agua se fue convirtiendo en un negocio en
este país?
-Cuando es posible dominar la gestión de
un recurso esencial, como el agua, esa puede convertirse en un negocio
especulador, como he mencionado en el caso de Palermo. Tradicionalmente,
incluso en algunas zonas del este español, como en Alicante, existía un mercado
del agua. Los que tenían acceso a los recursos hasta podían no tener tierra,
así que los vendían a quienes los necesitaban para regar. Sigue habiendo buenas
argumentaciones del porqué se debería considerar el agua un bien económico (y
no un bien “libre” que hay que redistribuir a los usuarios) para lograr un uso más
eficiente del recurso y evitar el despilfarro.
Por otra parte, es con las grandes
intervenciones hidráulicas de la segunda mitad del siglo XX que se primó el
interés de las empresas privadas, bajo el paragua del interés general, por la
necesidad de regulación, ampliación del regadío y producción hidroeléctrica. La
poca transparencia en torno a las concesiones otorgadas en los años cincuenta o
sesenta sigue siendo un problema económico y ambiental aún hoy en día. De estos
temas, han hablado autores como Pedro Brufao y Pablo Corral Broto, desde
perspectivas diferentes, e interesándose sobre la corrupción política y
ambiental.
-¿Qué
conflictos había en torno al agua?
-Los conflictos principales en torno al
agua eran de varios tipos. En primer lugar, estaba el problema de la propiedad:
¿de quién es el agua? ¿Quién tiene el derecho a aprovecharla? Ya la legislación
decimonónica en varios países europeos intentó meter orden en el asunto. En
España se consolidó el carácter de naturaleza pública de las aguas
superficiales, ya que no se podía ser dueños de las aguas, sino concesionarios.
No obstante, el problema reside también en la consideración regional de la
propiedad, lo que genera un conflicto evidente en el caso de los trasvases de
una cuenca a otra.
Con la dictadura todo esto se agudizó por
diversas razones. La masiva intervención estatal en regular las aguas
convulsionó los equilibrios económicos, sociales y también ambiental, sin la
posibilidad de una real oposición a las obras. Se menoscababan derechos de uso
tradicionales, se modificaba el paisaje, se favorecían algunos territorios
frente a otros.
-¿Cómo la
dictadura de Franco afronta las políticas con el agua? ¿algo más que pantanos?
-Durante el franquismo se enfatizó una
idea ya consolidada en España según la cual el desarrollo – y podríamos decir
la “regeneración” – del país dependía de la posibilidad de ampliar la oferta de
agua. Además, se enraizó la idea, difundida también en otros países, de que el
Estado tenía una “misión hidráulica”, ya que los privados no habrían tenido los
capitales o las motivaciones para realizar las obras.
Desde el Plan general de Obras Públicas
de 1940 se evidenció la continuidad con los regímenes anteriores, incluido el
republicano, ya que ese Plan es muy parecido al de 1933 con algunas diferencias
sustanciales. La primera diferencia era de carácter técnico: el régimen evitó
las obras más polémicas, como el Trasvase Tajo-Segura que en los años treinta
encontró la oposición de varios territorios. La segunda diferencia era de
carácter institucional: se primó la intervención “desde arriba”, esto es, se
intentó eliminar por completo la participación de algunos sectores de la
sociedad civil. El ejemplo principal es el de las confederaciones
hidrográficas, pensadas en un principio como asambleas que reunían ingenieros
del estado, industriales, agricultores, etc. Éstas perdieron su carácter
representativo de la economía regional, configurándose como meros organismos
técnicos.
La política de aguas del franquismo fue
esencialmente una carrera para aumentar la disponibilidad de agua. Los mayores
críticos, que incluyen algunos organismos internacionales, como el Banco
Mundial y la FAO, destacaron y destacan la falta de una verdadera reflexión
política, la escasez de estudios de viabilidad económica, la ausencia de
concesiones transparentes y de una repartición eficaz de los caudales. En
definitiva, poco más que pantanos.
-El
franquismo con sus copartícipes y colaboradores—grupos de interés en torno al
agua--, “son negocio” quedando unidos de manera indisoluble a “la patria y
al patriotismo”. ¿Era una relación de ósmosis directa con Franco y los suyos?
¿Cómo hicieron---los grupos de interés--de la patria su particular “placa de
Petri” desde donde llevar a cabo su negocio con el agua?
-Especialmente en la etapa autárquica, en
los años de la posguerra, el afán de regulación total de la economía llevó, por
un lado, a la burocratización de las relaciones económicas y laborales, por
otro, a una confusión entre Estado y empresas privadas. Además, la creación de
la Organización Sindical preveía un único canal de representación de los
intereses, tanto de los empresarios, como de los obreros, incluso en el mundo
rural. Las hermandades sindicales de labradores y ganaderos se configuraban,
así, como el único organismo de representación y gestión de los recursos
rurales, incluso del agua. Esto nunca se llevó realmente a cabo, gracias
también al rechazo de algunos sectores de la economía agraria. Asimismo,
destacaba la presencia del Sindicato nacional y los sindicatos provinciales de
Agua, Gas y Electricidad.
Sin embargo, la Organización Sindical
Agraria no consiguió canalizar todos los intereses: ni simplificó la vida
administrativa, ni consiguió absorber a todas las agrupaciones agrarias. En
definitiva, se convirtió en un conjunto informe de grupos de interés
burocratizados que pretendían defender el mundo rural, cuando en realidad
miraban a controlarlo y a ejecutar las políticas propagandísticas de la
dictadura.
Por una parte, los empresarios
aprovecharon las entidades sindicales para favorecer sus negocios; por otra,
buscaron otras vías para influir en las decisiones gubernamentales. Sigue
pareciéndome significativo el estudio sociológico de Linz y de Miguel que, a
mitad de los años sesenta, preguntaron a los empresarios por las agrupaciones a
las que pertenecían. Estos casi siempre olvidaban de mencionar las entidades
del sindicalismo vertical, que consideraban poco influyentes. Hablaban más bien
de los consorcios especializados, pero no oficiales, de las ligas y de las
sociedades que ellos mismos habían constituido. Preferían ejercer su “presión”
a través de medios al margen del corporativismo oficial y tejer su propia red de
relaciones directas con los políticos y burócratas del régimen. En Antipatriotas
del Agua me centro justamente en la creación de uno de estos lobbies,
la Federación Nacional de Comunidades de Regantes.
-Pero
todos los negocios encuentran a opositores, a impedimentos… ¿Qué nos puedes
explicar de esos? ¿Y qué nos puedes decir de cómo actuó el franquismo frente a
ellos a la hora de desarmar a personas, colectivos que se oponían a que se
utilizase el agua—como negocio-- como con la excusa de “hacer patria y
patriotismo”?
-Hablar de la oposición al régimen es más
que complicado: no solo porque hubo pocas ocasiones de demostrar abiertamente
un disenso, sino porque las fuentes disponibles son escasas y confusas. Aun así,
existen estudios sobre la reacción campesina o ciudadana al uso indiscriminado
de las aguas. Por ejemplo, Ana Cabana y Daniel Lanero han descrito la acción
colectiva organizada por algunas familias campesinas contra la construcción de
un embalse en la Galicia de los años sesenta. Pablo Corral Broto ha
investigado, con perspectiva de historia ambiental, los conflictos por la
contaminación industrial de las aguas en la provincia de Zaragoza. Para ello
tenían que acudir a las herramientas permitidas por el régimen, como las
instituciones políticas locales y el sindicato vertical. El Estado reaccionaba
o a través de la represión, o simplemente ignorando estas solicitudes ya que se
privilegiaba el desarrollo industrial.
En el caso que analizo en el libro, los
colectivos del regadío encontraron un enemigo directo en un sector político del
régimen, el nacionalsindicalismo. Los líderes sindicales intentaron desarmar la
acción de las comunidades de regantes eliminando sus instituciones locales y su
Federación nacional. Por ello, los regantes eran, a la vez, amparados y odiados
por el régimen.
-¿Cómo
nos puedes describir a esas personas y colectivos y qué intentaron “resistir” a
que hiciesen del agua un negocio?
-Estamos lejos de las visiones
ecologistas de los recursos hidráulicos, que se difundieron a principios de los
años setenta. No hablaría de una oposición a la utilización del agua como
negocio, sino a diversas ideas de negocio enfrentadas. Las personas y los
colectivos eran de lo más variado, ya que intervenían cuando se veían
directamente afectados por un uso exterior o lesivo de los recursos. Como he
dicho, podían ser tanto familias campesinas, sin grandes recursos, como
propietarios agrarios influyente, con apellidos importantes y contactos
directos con el Gobierno. En el caso de los líderes de las comunidades de
regantes, se trataba de personas de extracción diferente, pero acomunados por
la idea que los derechos de usos de las aguas no se tenían que alterar. Eran
propietarios de cultivos económicamente rentables y estratégicos para el
régimen. En algunos casos eran juristas expertos en derecho administrativo,
pero, sobre todo, eran personas cercanas a grandes figuras de los gobiernos de
Franco, con lazos familiares con ministros inclusive. Fue por esa razón que su
acción, si bien obstaculizada por los mandos sindical, se toleraba como una
discrepancia desde dentro: un desacuerdo puntual de grupos totalmente fieles al
régimen.
-Está
claro que ganaron los grupos de interés con el agua que, a cambio de concesiones,
información privilegiada y demás ayudaban y, de alguna manera, mantenían a
Franco y al Franquismo… ¿qué nos puedes comentar?
-La relación entre empresarios o
colectivos y el franquismo es un asunto muy complejo. No siempre y no todos los
grupos de interés se vieron beneficiados por la dictadura, especialmente
durante la etapa autárquica. Por otra parte, es emblemático el caso de las
hidroeléctricas: el sistema de concesiones fue siempre confuso y muchas de
estas concesiones siguen vigentes hasta hoy en día.
- Franco
y el franquismo estaban detrás de la creación de estos grandes grupos o, al
menos, ya había una cooperación… ¿cómo podías describir a esta
cooperación?;¿se remontaba a tiempos previos al Golpe de Estado cuando este se
estaba fraguando? ¿Franco y su entorno más íntimo y personal se enriqueció por
este “trato de favor”?
-No creo que se pueda afirmar que el
franquismo estuviera detrás de la creación de estos grupos. Fueron los propios
actores económicos y sociales que se unían para intervenir en la toma de
decisiones. Sin partidos y grupos de representación al margen del Sindicato
vertical, el diálogo entre la Administración y los diversos sectores sociales
era limitado y filtrado por la dictadura. La historiografía no ha ignorado el
papel de los grupos de interés, pero es verdad que los estudios escasean porque
esos contactos se basaban en relaciones no formales. Los trabajos de Pilar
Toboso sobre los grandes almacenes de la moda en Madrid o de Lino Camprubí
sobre la intervención hidroeléctrica son un ejemplo de las posibilidades, pero
también de los límites, para analizar la relación más o menos informales entre
empresarios y dictadura. Más infrecuentes son las investigaciones sobre los
grupos agrarios durante la dictadura, pese a que, especialmente desde finales
del siglo XIX, estos intentaban tener voz en las políticas de fomento.
Incluso durante la carrera hidráulica del
franquismo, las hidroeléctricas, pero también algunos sectores agrarios, como
los regantes, pretendieron participar en ese proceso de transformación del
paisaje. No obstante, la colaboración no fue sencilla. Más que un diálogo, era
una continua negociación, en ocasiones muy conflictiva. Tanto los políticos
tecnócratas, como los ingenieros de las direcciones generales, eran reacios a
escuchar las instancias de ciertos grupos, que percibían como elementos
entorpecedores de sus políticas modernizadoras.
-¿Estos
poderosos grupos tenían como “vigilado” a Franco para que este no se desviase
ni un ápice de lo que “estaba atado y bien atado”?
-Creo que es un error interpretar la
acción de los grupos de interés como homogénea en el espacio, en el tiempo y
para los diversos sectores económicos. Los actores sociales defendían sus
intereses en contraposición con otros que en otras vertientes u otros momentos
se revelaban aliados. En este sentido, lo que estaba bien atado para unos,
podía ser un estorbo para los proyectos políticos, los privilegios adquiridos o
los intereses económicos de otros.
-En el
presente, ¿“esos grupos de interés” han cambiado su nombre y se han
instalado de una dictadura a una democracia, pero siguen siendo los mismos y
gozando de un “libertarismo” en torno a bienes comunes como pueda ser el agua
que económicamente se traduce con un neoliberalismo en torno a las políticas de
privatización del agua… ¿el agua es cada día menos pública porque todo esto se
ideó en el franquismo o gracias a la dictadura de Franco?
-En mi opinión, se debería repensar la
gestión de los recursos naturales en muchos niveles. Muchas de las concesiones
sobre los saltos de agua, por ejemplo, están caducadas y esta podría ser una
ocasión imperdible para entablar una discusión sobre las aguas como bienes
comunes. Los recientes eventos vinculados con el cambio climático o con las
guerras en Europa oriental han destacado la importancia de garantizar un uso
responsable de los recursos hidráulicos y de evitar las especulaciones
energéticas.
Sin embargo, las políticas neoliberales
se han consolidado no solo gracias al franquismo; y la privatización del agua
es un proceso compartido con otros países que no han tenido una dictadura
fascista o fascistizada.
-¿Cómo ha
sido el proceso y la tarea ardua de investigación que, además tiene mucho a ver
con el proceso de documentación?-La investigación, la recopilación de
documentación, el contrastar todo ello…el aproximarse a testimonios más o menos
directos sobre este trabajo…es un trabajo que requiere de tiempo,
dedicación minuciosidad, pero también de mucha gratificación cuando se ve el
resultado final ….¿qué nos puedes decir?
-La investigación de esta monografía
empezó hace diez años. La documentación llega de la consulta en archivos
estatales – entre los que destacan los fondos de Obras Públicas y de Sindicatos
en el Archivo General de la Administración – de varios archivos provinciales y
municipales, pero, sobre todo, de los archivos de los mismos protagonistas de
esa historia: los regantes. Acercarse a este tipo de testimonios conlleva
algunas complicaciones técnicas y dilemas morales. Se trata de instituciones
todavía activas, vividas por personas que abren literalmente sus secretos a un
investigador, sin saber realmente lo que encontrará y dirá.
He tenido la suerte de trabajar en
organismos que conservaban estupendamente su documentación. Probablemente fue
la misma necesidad de reivindicar derechos y defender sus propios intereses que
empujó las secretarías en mantener bien ordenada su historia administrativa. No
solo era relativamente fácil encontrar los expedientes, sino que esos eran
excepcionalmente ricos de información, lo cual no es lo habitual durante una
dictadura.
Por supuesto, eso no era suficiente. El
verdadero trabajo ha sido cruzar las fuentes, tanto de archivo como de
hemeroteca, e interpretarlas a la luz de la bibliografía en la materia. En el
caso de la gestión del agua eso implica la lectura de la literatura
especializada no solo en historia política de España, sino también en historia
agraria, ambiental y social, sin olvidar las teorías económicas y politológicas
y el gran trabajo de los geógrafos españoles en el estudio del regadío. Una
tarea larga y a menudo agotadora, pero sí, desde luego gratificante.
-¿Y qué
metodología de trabajo sueles seguir? ¿Trabajas sobre un guion de
cuestiones y/o preguntas sobre las que ir encontrando respuestas?
-Prefiero una aproximación cualitativa a
las fuentes, que valorice y contextualice la información encontrada en cada
documento. Más que buscar datos concretos, me gusta analizar los informes, los
comentarios, las actas de las reuniones, las cartas privadas, es decir,
entender cuál es la narración que hacen los mismos actores u observadores.
Comparar los puntos de vista sobre un mismo evento es algo que encuentro
particularmente inspirador.
Asimismo, acercarse a un tema sin
preguntas tiene poco sentido. Así que cuando entro a un archivo sé, más o
menos, lo que querría que la documentación me dijera. Casi nunca eso se cumple:
la mayoría de las veces, no hay nada de interés o nada que pueda decirnos algo
nuevo. Es habitual dar palos al agua en los archivos. Por otra parte, en
ocasiones, un documento arroja luz sobre un elemento que ni siquiera estaba
teniendo en cuenta. Cuando esto pasa, el día acaba con más preguntas que
respuestas.
-¿Cómo ha
sido trabajar con Comares?
-El trabajo con Comares ha sido muy
fácil. Me han dejado total autonomía, respetado mi investigación e ideas y
ayudado a pulir la redacción. Además, el editor, Miguel Ángel del Arco Blanco
ha sido muy pacientes con mi lentitud e indecisiones. Siendo una de las
editoriales que más estimaba por sus publicaciones de historia contemporánea,
ha sido un verdadero honor entrar en su colección.
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