La
Librería de El Sueño Igualitario
Ana Molina nos
acerca un testimonio muy humano que capta casi en primera persona…
La narración nace de
la necesidad de contar lo que pasó y lo que le pasó a su tío, un “héroe normal
y corriente” de un tiempo y un país en una generación que vio muchas vidas
truncadas por la guerra y sus efectos colaterales.
La sinopsis del
libro:
Este
libro nace de la imperecedera necesidad de cerrar una etapa familiar y también
del legítimo deseo de hacer llegar a los españoles, las historias anónimas de
nuestros héroes olvidados. Los tres hermanos Molina- Olmos, tuvieron un trágico
destino que culminó con la muerte de Francisco, el menor de la familia, en el
campo de exterminio de Gusen- Mauthausen. Lo que
convierte este libro en un documento único es la cercanía de sus protagonistas
y su grandeza personal. Sus páginas están enriquecidas con documentos
auténticos que dan testimonio gráfico de lo aquí relatado y que han sido
conseguidos por la autora a lo largo de años de hurgar en archivos olvidados,
en los que se ha puesto a prueba su paciencia y tesón. Este documento no es uno
más sobre los exiliados y exterminados en los campos nazis, es el libro por
excelencia, el que relata el día a día de Francisco, desde su alistamiento en
el Ejercito Republicano a los 19 años, hasta el momento de su muerte en las
cámaras de gas a los 25 años. Un relato ameno y estremecedor que remueve las
conciencias sin poder evitarlo.
La
autora, Ana Molina.
Nace
en el pueblo de Olivares de Moclín en Granada, se
quedó muy de niña huérfana de padre, viviendo una infancia muy dura. Vivió,
después, en la capital granadina donde se trasladó buscando nuevos horizontes y
mejores condiciones de vida. Trabajó como funcionaria en el Ayuntamiento de
Madrid, donde reside y donde, en la actualidad, se dedica a escribir.
Cazarabet
conversa con Ana Molina:
-Ana,
amiga, explícales a nuestros lectores el porqué de este libro; ¿qué te ha
inspirado a contar esta historia tan apasionante…?
-La Carta que Nunca
pude Enviar nace de la necesidad de sacar del olvido nuestra
trágica historia familiar, de dejar a las nuevas generaciones de Molinas
constancia de aquellos parientes que vieron truncadas sus vidas por la Guerra
Civil y por la posterior represión del régimen franquista. Yo, como sobrina
directa, he considerado un deber dejar testimonio a los que llegaron y llegarán
después. Es una obligación ineludible relatar lo que padecieron nuestros
antepasados. Digamos que asumí la tarea de reivindicar la memoria de mi tío
porque, de alguna manera, él ha estado muy presente en mi vida. Siempre lo
estuvo en las lágrimas de mi madre y en las de mis otros familiares porque
nunca pudieron superar aquella muerte. El horroroso destino del hijo pequeño,
del hermano chico, y el dolor que ello les causaba, se adivinaba en sus
obligados silencios.
-Hay
muchos más “héroes olvidados” de los que nos imaginamos, ¿verdad?, pero hay que
hacer el esfuerzo de reconocerlos, mirarlos a los ojos y hacer por contarlo y
compartirlo. Indudablemente en esto entran personas como vos
-Sí, desgraciadamente hay muchos
“héroes olvidados”. Algunos ni siquiera tienen familia que les recuerde, otros,
como es nuestro caso, nunca hemos olvidado. Cuando inicié las farragosas
gestiones para conseguir que se le honrara en nuestro pueblo, Olivares,
(GRANADA), apareció otro vecino de una pedanía cercana que corrió la misma
suerte que mi tío y del cual nada se sabía. Juan Jiménez Herrera se llamaba y
por mucho que buscamos no encontramos a ningún pariente para que estuviera
presente el día que se inauguró el obelisco (01/05/2016) que les rinde honores
a ambos, porque, tanto yo, como otro primo que fuimos los encargados de todas
las gestiones, quisimos que así fuera. Después seguí intentándolo y este año
conseguí localizar a los nietos y al viudo de su única hija. Fue toda una
epopeya encontrarles pero muy emocionante y este año de 2017 acudieron a
conmemorar la fecha de la inauguración de un monumento que ni siquiera sabían
que existía. Pero aún hay que hacer más, porque son muchas las familias que
perdieron a algunos de sus miembros y no saben cómo acabaron o dónde murieron.
Ante la imperdonable actitud de los sucesivos gobiernos, somos los particulares
y algunos ayuntamientos a instancias de los familiares como es mi caso, los que
asumimos la responsabilidad de recordar y honrar a nuestros muertos. Es
realmente vergonzoso este “olvido premeditado “y esta mezquina actitud de las
Instituciones.
-Los libros testimoniales son o
guardan un gran esfuerzo de generosidad, ¿es así?; aun cuando son relatados por
personas que lo miran desde arriba, o sea que no lo han vivido directamente,
pero sí indirectamente.
-No sé si fue generosidad lo que me motivó
a escribir la tragedia de mi familia. Pensándolo bien, creo que sí. Revivir su
historia, empatizar con ellos y su trágico destino,
fue duro y doloroso hasta donde nadie pueda imaginar. Me costó muchas lágrimas,
sobre todo, cuando me sumergí entre legajos y documentos, cuando me metí, de
alguna manera, en su pellejo, cuando contemplé los rostros hambrientos de las
fotografías de los campos. Siempre que miraba estas duras imágenes buscaba
entre los deportados algún rasgo familiar, una cara, la cara de mi tío. Fue
terrible todo el proceso que culminó con la visita a los campos de Mauthausen y
Gusen. Cuando regresé de allí volví cambiada y más
decidida que nunca a luchar para que se les reconozca jurídicamente y se les
honre como merecen.
-Ana, ¿qué significa o qué ha significado para ti
crecer en un hogar que ha padecido el zarpazo cruel de una Guerra Civil, de la
represión y del asesinato en un campo de concentración-exterminio de uno de sus
miembros?
-En realidad, yo no fui consciente de
la tragedia de mi familia hasta que no fui algo mayor. En mi casa, como en
tantas otras, no se hablaba de la guerra. Mi madre siempre nos mandaba callar
cuando preguntábamos por qué mi tío Francisco murió en Alemania, por qué mi tío
Juan vivía en Francia y nunca le habíamos visto y por qué mi tío Miguel se
había establecido en Córdoba, un lugar que a mí, de niña, se me antojaba muy
lejano. Mi padre murió muy joven (yo tenía tres años) y fue mi madre, una mujer
increíblemente valiente y buena, la que nos sacó adelante a pesar de las
dificultades. Pero aún recuerdo el miedo y la angustia retratados en su cara
cuando queríamos saber del tito Paco y, con la candidez de la poca edad,
hacíamos preguntas impertinentes. Cuando fui mayor empecé a atar cabos y
encontré explicación para muchas cosas, entre ellas algo que me marcó de niña:
la inquina de la maestra que nos daba clases a mis hermanas y a mí. Esta mujer
siempre nos trató como si fuésemos deficientes, nos ponía ceros en todos los
exámenes y nos castigaba con una saña difícilmente explicable. Entonces
comprendí que aquel “trato especial” que nos daba a determinadas niñas, no era
por nosotras mismas, sino porque pertenecíamos a familias de “rojos”. Fue
tremendo porque éramos unas alumnas brillantes como después se pudo comprobar y
aquella mujer nos hizo sentir como si fuésemos escoria.
-¿Cómo te lo hiciste para componer el libro?, me
refiero a que debió de ser muy difícil poner orden a todo lo que ibas
recopilando para luego pasar a la narración.
-Yo llevaba varios años recopilando
información. En cuanto se abrieron los archivos alemanes sobre los campos,
empecé a escribir a cuantas direcciones pude conseguir. En esos informes que me
enviaban, muy escuetos y fríos, sólo constaban algunos datos pero no los
importantes. Pero tenía muy presente todo lo que mi tío Juan, capitán del
Ejercito Republicano, exiliado en Francia desde la Guerra Civil, me relató
acerca de las vicisitudes de mi tío Francisco, compañero de fatigas en la
guerra y en el exilio, hasta que ambos tomaron caminos distintos. Juan tuvo
suerte y fue contratado para trabajar en una granja. Francisco no tuvo otra
opción que apuntarse a las CTE, único medio para salir del infierno de Argelès sur Mer. Trabajando por y
para Francia fue hecho prisionero por los nazis y confinado en los Stalag alemanes antes de terminar en Mauthausen, paso
previo a su envío a Gusen. Cuando Juan se atrevió a
volver a España, en las postrimerías del franquismo, tuvimos la fortuna de
conocerle y saber más de aquel tío francés y del otro tío “que se fue a morir a
Alemania”. Yo preguntaba y preguntaba y él me contaba, con mucho pesar, que no
pudo protegerle y velar por él como era su deber. Creo que se sentía mal porque
él tuvo más suerte y consiguió librarse de la deportación a los campos nazis Cuando
regresó Juan, mis abuelos ya habían muerto y también mi tío Miguel, pero, para
los sobrinos, fue muy emocionante conocer a aquel tío de Francia y,
curiosamente, le quisimos desde el primer momento. Por él supe el calvario que
pasaron en Francia, en el campo de Argèles Sur Mer, el hambre y las penurias que padecieron, el horror que
sintió cuando conoció el apresamiento de Francisco por los nazis, y lo que vino
después. Todo fue doloroso pero lo que machacó literalmente a mi familia fue la
muerte mi tío Francisco en el campo nazi de Gusen a
los 25 años. Mi tío Juan se ahogaba de pena y lágrimas cuando hablaba de él, a
pesar del tiempo transcurrido. La parte familiar y anecdótica, la que me ayudó
a darle al libro su faceta humana, es fruto de largas conversaciones con primas
mías mucho mayores que yo que le conocieron de joven, antes de alistarse en las
filas republicanas a los 19 años. Con estos datos y mucho atrevimiento por mi
parte me puse a escribir este libro y lo terminé en un tiempo récord pues salió
publicado días antes de inaugurar el obelisco.
-¿Encontraste muchos silencios u olvidos enmascarados?
-Encontré silencios e incomprensión
hasta en parientes y allegados, que me dijeron, más de una vez, “por qué
removía esa historia después de tantos años”. Mi pueblo es pequeño y todo el
mundo se conoce. Cuando inauguramos el monumento, nos acompañaron algunos
primos, pero no todos ni mucho menos. Digamos que les resulta incómodo
recordar.
-¿Cómo fue el proceso de
documentación del libro? y ¿la metodología de trabajo?
-Yo tenía muchos documentos pero me
faltaban datos para reconstruir su periplo europeo. La Amical de Mauthausen, de
la cual soy socia, me ayudó mucho y también la UGT, porque mi tío Juan estaba
afiliado a este sindicato y tuvo cierta relevancia en uno de los congresos
celebrado en Francia. Otros datos los conseguí investigando en páginas de
Internet y, sobre todo, por las cartas que mi tío Francisco escribía a mi tío
Juan mientras estuvo en los Stalag. Su final lo
conocemos por un sacerdote que estuvo prisionero con él y sobrevivió y, después
de la liberación de Mauthausen en 1945, buscó a mi tío Juan en la Francia libre
y le relató su triste final. Mi metodología fue muy
simple. Utilicé pocas notas porque tengo buena memoria. Trabajé de noche cuando
nada me interrumpía y corregía al día siguiente. En realidad fue fácil porque
la historia estaba en mi cabeza y sólo tenía que consultar fechas y lugares por
lo del orden cronológico y el rigor histórico.
-¿Qué crees que tiene o guarda de particular este
libro testimonial respecto al resto de numerosos testimonios que nos van
llegando?
-No me atrevería a calificarle como
“especial” pero creo que es un libro diferente por varios motivos:
1º.- Todas las historias que se han escrito hasta
ahora son de supervivientes y, aunque estremecen y emocionan, hay en ellas
muchas similitudes. Otros libros que he podido leer sobre esta negra etapa,
están más orientados hacia la organización de los campos, el colectivo de
prisioneros y la parte técnica. Yo quería centrarme en la faceta humana porque
mi tío Francisco era un ser especial. Todas las personas con las que he hablado
me lo han confirmado.
2º.- Mi novela es diferente porque mi familia perdió a
tres de sus miembros de una tacada: uno muere en Gusen;
otro tuvo que asilarse en Francia de por vida y otro estuvo condenado a muerte
dos veces y después fue desterrado de su pueblo y de la provincia de Granada.
Mis abuelos no volvieron a ver a ninguno de ellos. Los tres vieron truncadas
sus vidas por la maldita guerra y la represión, pero su suerte afectó a toda la
familia para siempre.
3º.- Escribir este libro en primera persona le da una
cercanía y una dimensión humana de la que otros carecen. Es duro, es triste,
pero es una historia interesante y se lee muy bien.
-Amiga, te has iniciado con lo de escribir con esta
historia testimonial y real que te toca muy de cerca, ¿te has planteado seguir
con la escritura de aquí en adelante?
-No, no es mi primera obra. Es la más
conocida y la más querida, pero no la única. Antes de este libro publiqué dos
más y tengo terminado el cuarto que espero salga este otoño. Soy escritora de
historias olvidadas, de personajes humildes y reales que nunca merecieron una
línea de ningún autor. Yo rescato vidas del olvido. Me apasiona darles voz.
26205
La carta que nunca
pude enviar. Ana
Molina
284 páginas 16 x 23 cms.
14,25 euros
Punto Rojo
Este libro nace de la
imperecedera necesidad de cerrar una etapa familiar y también del legítimo
deseo de hacer llegar a los españoles, las historias anónimas de nuestros
héroes olvidados. Los tres hermanos Molina-Olmos, tuvieron un trágico destino
que culminó con la muerte de Francisco, el menor de la familia, en el campo de
exterminio de Gusen-Mauthausen. Lo que convierte este
libro en un documento único es la cercanía de sus protagonistas y su grandeza
personal. Sus páginas están enriquecidas con documentos auténticos que dan
testimonio gráfico de lo aquí relatado y que han sido conseguidos por la autora
a lo largo de años de hurgar en archivos olvidados, en los que se ha puesto a
prueba su paciencia y tesón. Este documento no es uno más sobre los exiliados y
exterminados en los campos nazis, es el libro por excelencia, el que relata el
día a día de Francisco, desde su alistamiento en el Ejercito Republicano a los
19 años, hasta el momento de su muerte en las cámaras de gas a los 25 años. Un
relato ameno y estremecedor que remueve las conciencias sin poder evitarlo.
Ana Molina, nació en el pueblo de Olivares
de Moclín, (Granada), donde pasó su niñez. A los tres
años perdió a su padre quedando la familia al cargo de la madre. Su infancia
fue muy dura, como la del resto de sus hermanos. Posteriormente vivió en
Granada donde se trasladó buscando otros horizontes y mejores condiciones de
vida. Ha trabajado como funcionaria en el Ayuntamiento de Madrid, ciudad donde
reside. En la actualidad se dedica a escribir.
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