La Librería de El Sueño Igualitario

9781635035261.jpgCazarabet conversa con...   Ana Molina, autora del libro “La carta que nunca pude enviar” (Punto Rojo)

 

 

 

 

 

Ana Molina nos acerca un testimonio muy humano que capta casi en primera persona…

La narración nace de la necesidad de contar lo que pasó y lo que le pasó a su tío, un “héroe normal y corriente” de un tiempo y un país en una generación que vio muchas vidas truncadas por la guerra y sus efectos colaterales.

La sinopsis del libro:

Este libro nace de la imperecedera necesidad de cerrar una etapa familiar y también del legítimo deseo de hacer llegar a los españoles, las historias anónimas de nuestros héroes olvidados. Los tres hermanos Molina- Olmos, tuvieron un trágico destino que culminó con la muerte de Francisco, el menor de la familia, en el campo de exterminio de Gusen- Mauthausen. Lo que convierte este libro en un documento único es la cercanía de sus protagonistas y su grandeza personal. Sus páginas están enriquecidas con documentos auténticos que dan testimonio gráfico de lo aquí relatado y que han sido conseguidos por la autora a lo largo de años de hurgar en archivos olvidados, en los que se ha puesto a prueba su paciencia y tesón. Este documento no es uno más sobre los exiliados y exterminados en los campos nazis, es el libro por excelencia, el que relata el día a día de Francisco, desde su alistamiento en el Ejercito Republicano a los 19 años, hasta el momento de su muerte en las cámaras de gas a los 25 años. Un relato ameno y estremecedor que remueve las conciencias sin poder evitarlo.

La autora, Ana Molina.

Nace en el pueblo de Olivares de Moclín en Granada, se quedó muy de niña huérfana de padre, viviendo una infancia muy dura. Vivió, después, en la capital granadina donde se trasladó buscando nuevos horizontes y mejores condiciones de vida. Trabajó como funcionaria en el Ayuntamiento de Madrid, donde reside y donde, en la actualidad, se dedica a escribir.

 

 

Cazarabet conversa con Ana Molina:

AUTOR_carta_nunca_enviar-min.jpg-Ana, amiga, explícales a nuestros lectores el porqué de este libro; ¿qué te ha inspirado a contar esta historia tan apasionante…?

-La Carta que Nunca pude Enviar nace de la necesidad de sacar del olvido nuestra trágica historia familiar, de dejar a las nuevas generaciones de Molinas constancia de aquellos parientes que vieron truncadas sus vidas por la Guerra Civil y por la posterior represión del régimen franquista. Yo, como sobrina directa, he considerado un deber dejar testimonio a los que llegaron y llegarán después. Es una obligación ineludible relatar lo que padecieron nuestros antepasados. Digamos que asumí la tarea de reivindicar la memoria de mi tío porque, de alguna manera, él ha estado muy presente en mi vida. Siempre lo estuvo en las lágrimas de mi madre y en las de mis otros familiares porque nunca pudieron superar aquella muerte. El horroroso destino del hijo pequeño, del hermano chico, y el dolor que ello les causaba, se adivinaba en sus obligados silencios.

-Hay muchos más “héroes olvidados” de los que nos imaginamos, ¿verdad?, pero hay que hacer el esfuerzo de reconocerlos, mirarlos a los ojos y hacer por contarlo y compartirlo. Indudablemente en esto entran personas como vos

-Sí, desgraciadamente hay muchos “héroes olvidados”. Algunos ni siquiera tienen familia que les recuerde, otros, como es nuestro caso, nunca hemos olvidado. Cuando inicié las farragosas gestiones para conseguir que se le honrara en nuestro pueblo, Olivares, (GRANADA), apareció otro vecino de una pedanía cercana que corrió la misma suerte que mi tío y del cual nada se sabía. Juan Jiménez Herrera se llamaba y por mucho que buscamos no encontramos a ningún pariente para que estuviera presente el día que se inauguró el obelisco (01/05/2016) que les rinde honores a ambos, porque, tanto yo, como otro primo que fuimos los encargados de todas las gestiones, quisimos que así fuera. Después seguí intentándolo y este año conseguí localizar a los nietos y al viudo de su única hija. Fue toda una epopeya encontrarles pero muy emocionante y este año de 2017 acudieron a conmemorar la fecha de la inauguración de un monumento que ni siquiera sabían que existía. Pero aún hay que hacer más, porque son muchas las familias que perdieron a algunos de sus miembros y no saben cómo acabaron o dónde murieron. Ante la imperdonable actitud de los sucesivos gobiernos, somos los particulares y algunos ayuntamientos a instancias de los familiares como es mi caso, los que asumimos la responsabilidad de recordar y honrar a nuestros muertos. Es realmente vergonzoso este “olvido premeditado “y esta mezquina actitud de las Instituciones.

Homenaje-Moclin2_xoptimizad.jpg-Los libros testimoniales son o guardan un gran esfuerzo de generosidad, ¿es así?; aun cuando son relatados por personas que lo miran desde arriba, o sea que no lo han vivido directamente, pero sí indirectamente.

-No sé si fue generosidad lo que me motivó a escribir la tragedia de mi familia. Pensándolo bien, creo que sí. Revivir su historia, empatizar con ellos y su trágico destino, fue duro y doloroso hasta donde nadie pueda imaginar. Me costó muchas lágrimas, sobre todo, cuando me sumergí entre legajos y documentos, cuando me metí, de alguna manera, en su pellejo, cuando contemplé los rostros hambrientos de las fotografías de los campos. Siempre que miraba estas duras imágenes buscaba entre los deportados algún rasgo familiar, una cara, la cara de mi tío. Fue terrible todo el proceso que culminó con la visita a los campos de Mauthausen y Gusen. Cuando regresé de allí volví cambiada y más decidida que nunca a luchar para que se les reconozca jurídicamente y se les honre como merecen.

-Ana, ¿qué significa o qué ha significado para ti crecer en un hogar que ha padecido el zarpazo cruel de una Guerra Civil, de la represión y del asesinato en un campo de concentración-exterminio de uno de sus miembros?

-En realidad, yo no fui consciente de la tragedia de mi familia hasta que no fui algo mayor. En mi casa, como en tantas otras, no se hablaba de la guerra. Mi madre siempre nos mandaba callar cuando preguntábamos por qué mi tío Francisco murió en Alemania, por qué mi tío Juan vivía en Francia y nunca le habíamos visto y por qué mi tío Miguel se había establecido en Córdoba, un lugar que a mí, de niña, se me antojaba muy lejano. Mi padre murió muy joven (yo tenía tres años) y fue mi madre, una mujer increíblemente valiente y buena, la que nos sacó adelante a pesar de las dificultades. Pero aún recuerdo el miedo y la angustia retratados en su cara cuando queríamos saber del tito Paco y, con la candidez de la poca edad, hacíamos preguntas impertinentes. Cuando fui mayor empecé a atar cabos y encontré explicación para muchas cosas, entre ellas algo que me marcó de niña: la inquina de la maestra que nos daba clases a mis hermanas y a mí. Esta mujer siempre nos trató como si fuésemos deficientes, nos ponía ceros en todos los exámenes y nos castigaba con una saña difícilmente explicable. Entonces comprendí que aquel “trato especial” que nos daba a determinadas niñas, no era por nosotras mismas, sino porque pertenecíamos a familias de “rojos”. Fue tremendo porque éramos unas alumnas brillantes como después se pudo comprobar y aquella mujer nos hizo sentir como si fuésemos escoria.

-¿Cómo te lo hiciste para componer el libro?, me refiero a que debió de ser muy difícil poner orden a todo lo que ibas recopilando para luego pasar a la narración.

-Yo llevaba varios años recopilando información. En cuanto se abrieron los archivos alemanes sobre los campos, empecé a escribir a cuantas direcciones pude conseguir. En esos informes que me enviaban, muy escuetos y fríos, sólo constaban algunos datos pero no los importantes. Pero tenía muy presente todo lo que mi tío Juan, capitán del Ejercito Republicano, exiliado en Francia desde la Guerra Civil, me relató acerca de las vicisitudes de mi tío Francisco, compañero de fatigas en la guerra y en el exilio, hasta que ambos tomaron caminos distintos. Juan tuvo suerte y fue contratado para trabajar en una granja. Francisco no tuvo otra opción que apuntarse a las CTE, único medio para salir del infierno de Argelès sur Mer. Trabajando por y para Francia fue hecho prisionero por los nazis y confinado en los Stalag alemanes antes de terminar en Mauthausen, paso previo a su envío a Gusen. Cuando Juan se atrevió a volver a España, en las postrimerías del franquismo, tuvimos la fortuna de conocerle y saber más de aquel tío francés y del otro tío “que se fue a morir a Alemania”. Yo preguntaba y preguntaba y él me contaba, con mucho pesar, que no pudo protegerle y velar por él como era su deber. Creo que se sentía mal porque él tuvo más suerte y consiguió librarse de la deportación a los campos nazis Cuando regresó Juan, mis abuelos ya habían muerto y también mi tío Miguel, pero, para los sobrinos, fue muy emocionante conocer a aquel tío de Francia y, curiosamente, le quisimos desde el primer momento. Por él supe el calvario que pasaron en Francia, en el campo de Argèles Sur Mer, el hambre y las penurias que padecieron, el horror que sintió cuando conoció el apresamiento de Francisco por los nazis, y lo que vino después. Todo fue doloroso pero lo que machacó literalmente a mi familia fue la muerte mi tío Francisco en el campo nazi de Gusen a los 25 años. Mi tío Juan se ahogaba de pena y lágrimas cuando hablaba de él, a pesar del tiempo transcurrido. La parte familiar y anecdótica, la que me ayudó a darle al libro su faceta humana, es fruto de largas conversaciones con primas mías mucho mayores que yo que le conocieron de joven, antes de alistarse en las filas republicanas a los 19 años. Con estos datos y mucho atrevimiento por mi parte me puse a escribir este libro y lo terminé en un tiempo récord pues salió publicado días antes de inaugurar el obelisco.

-¿Encontraste muchos silencios u olvidos enmascarados?

-Encontré silencios e incomprensión hasta en parientes y allegados, que me dijeron, más de una vez, “por qué removía esa historia después de tantos años”. Mi pueblo es pequeño y todo el mundo se conoce. Cuando inauguramos el monumento, nos acompañaron algunos primos, pero no todos ni mucho menos. Digamos que les resulta incómodo recordar.

Homenaje-Moclin1_xoptimizadax--320x180.jpg-¿Cómo fue el proceso de documentación del libro? y ¿la metodología de trabajo?

-Yo tenía muchos documentos pero me faltaban datos para reconstruir su periplo europeo. La Amical de Mauthausen, de la cual soy socia, me ayudó mucho y también la UGT, porque mi tío Juan estaba afiliado a este sindicato y tuvo cierta relevancia en uno de los congresos celebrado en Francia. Otros datos los conseguí investigando en páginas de Internet y, sobre todo, por las cartas que mi tío Francisco escribía a mi tío Juan mientras estuvo en los Stalag. Su final lo conocemos por un sacerdote que estuvo prisionero con él y sobrevivió y, después de la liberación de Mauthausen en 1945, buscó a mi tío Juan en la Francia libre y le relató su triste final. Mi metodología fue muy simple. Utilicé pocas notas porque tengo buena memoria. Trabajé de noche cuando nada me interrumpía y corregía al día siguiente. En realidad fue fácil porque la historia estaba en mi cabeza y sólo tenía que consultar fechas y lugares por lo del orden cronológico y el rigor histórico.

-¿Qué crees que tiene o guarda de particular este libro testimonial respecto al resto de numerosos testimonios que nos van llegando?

-No me atrevería a calificarle como “especial” pero creo que es un libro diferente por varios motivos:

1º.- Todas las historias que se han escrito hasta ahora son de supervivientes y, aunque estremecen y emocionan, hay en ellas muchas similitudes. Otros libros que he podido leer sobre esta negra etapa, están más orientados hacia la organización de los campos, el colectivo de prisioneros y la parte técnica. Yo quería centrarme en la faceta humana porque mi tío Francisco era un ser especial. Todas las personas con las que he hablado me lo han confirmado.

2º.- Mi novela es diferente porque mi familia perdió a tres de sus miembros de una tacada: uno muere en Gusen; otro tuvo que asilarse en Francia de por vida y otro estuvo condenado a muerte dos veces y después fue desterrado de su pueblo y de la provincia de Granada. Mis abuelos no volvieron a ver a ninguno de ellos. Los tres vieron truncadas sus vidas por la maldita guerra y la represión, pero su suerte afectó a toda la familia para siempre.

3º.- Escribir este libro en primera persona le da una cercanía y una dimensión humana de la que otros carecen. Es duro, es triste, pero es una historia interesante y se lee muy bien.

-Amiga, te has iniciado con lo de escribir con esta historia testimonial y real que te toca muy de cerca, ¿te has planteado seguir con la escritura de aquí en adelante?

-No, no es mi primera obra. Es la más conocida y la más querida, pero no la única. Antes de este libro publiqué dos más y tengo terminado el cuarto que espero salga este otoño. Soy escritora de historias olvidadas, de personajes humildes y reales que nunca merecieron una línea de ningún autor. Yo rescato vidas del olvido. Me apasiona darles voz.

 

 

 

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La carta que nunca pude enviar. Ana Molina
284 páginas         16 x 23 cms.
14,25 euros
Punto Rojo




Este libro nace de la imperecedera necesidad de cerrar una etapa familiar y también del legítimo deseo de hacer llegar a los españoles, las historias anónimas de nuestros héroes olvidados. Los tres hermanos Molina-Olmos, tuvieron un trágico destino que culminó con la muerte de Francisco, el menor de la familia, en el campo de exterminio de Gusen-Mauthausen. Lo que convierte este libro en un documento único es la cercanía de sus protagonistas y su grandeza personal. Sus páginas están enriquecidas con documentos auténticos que dan testimonio gráfico de lo aquí relatado y que han sido conseguidos por la autora a lo largo de años de hurgar en archivos olvidados, en los que se ha puesto a prueba su paciencia y tesón. Este documento no es uno más sobre los exiliados y exterminados en los campos nazis, es el libro por excelencia, el que relata el día a día de Francisco, desde su alistamiento en el Ejercito Republicano a los 19 años, hasta el momento de su muerte en las cámaras de gas a los 25 años. Un relato ameno y estremecedor que remueve las conciencias sin poder evitarlo.

 

Ana Molina, nació en el pueblo de Olivares de Moclín, (Granada), donde pasó su niñez. A los tres años perdió a su padre quedando la familia al cargo de la madre. Su infancia fue muy dura, como la del resto de sus hermanos. Posteriormente vivió en Granada donde se trasladó buscando otros horizontes y mejores condiciones de vida. Ha trabajado como funcionaria en el Ayuntamiento de Madrid, ciudad donde reside. En la actualidad se dedica a escribir.

 

 

 

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