La Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Ana Larraz Galé, autora de “La
fotografía. Historia de un soldado (1936-1937)” (Sekotia)
Ana Larraz Galé recoge la historia de su abuelo desaparecido en la
Guerra Civil.
Se trata de la búsqueda, entre el polvo de la
desmemoria de lo que fue de su abuelo.
La autora, Ana Larraz,
aunque arquitecta de profesión siempre tuvo la inquietud de contar historias,
mediante la escritura…sin ser consciente, hasta un día, que la historia de las
historias reposaba en su propia familia…
Un día dio el paso y se puso a investigar
sobre el abuelo que nunca llegó a conocer, perdido entre tiempos de batallas y
sepultado por la desmemoria.
Lo que nos cuenta la sinopsis del libro:
Esta es la historia de Ángel Galé Comenge: abuelo de la
autora. Un labrador taustano de 26 años, que el 18 de
julio de 1936, se encontraba trabajando en sus tierras, sin imaginar que ese
mismo día empezaría un hecho que cambió su vida.
Reclamado por los nacionales, tendrá que
abandonar a su mujer; con la que lleva casado poco más de un año y a su hija de
tres meses, para ir a una guerra que ni entiende ni comprende. Gracias a las
ciento cuarenta y dos cartas que desde Quinto; el pueblo donde pasará los
últimos trece meses; escribe a su mujer, sabemos cómo fue la vida allí y
conocemos como eran las relaciones con sus jefes y compañeros. En un frente, en
el que durante un año apenas hay batallas, todo cambia cuando el 24 de agosto
se produce la ofensiva republicana sobre Zaragoza. Su última carta es del día
23, unas horas antes de que empiece la batalla. A partir de ahí, todo lo que le
sucede, lo sabremos por el relato de sus convecinos, los hombres que estaban
prisioneros con él, y que al acabar la guerra, regresaron a Tauste.
La autora, Ana Larraz
Galé:
Nace en Zaragoza, aunque pasó su infancia en Tauste en Cinco Villas—Zaragoza—Es arquitecto técnico de
profesión, aunque siempre le ha gustado escribir e indagar,pero hasta el año 1992 no encontró tiempo para
hacerlo.
Empezó indagando y trabajando sobre la muerte
de su abuelo Ángel, desaparecido en la Guerra Civil. Tanto le sedujo la
experiencia que, desde entonces, ya no ha dejado de investigar y de volcar
estas investigaciones en y desde la escritura.
Es a finales del 2013 que, con toda la
documentación y todo lo investigado a lo largo de su vida, las anécdotas que le
contó su abuela y las cartas que pudo rescatar escritas por su abuelo que
empezó a escribir este libro que nos ha llevado a entrevistarla.
La fotografía de la portada del libro, editado
por Sekotia, es la última que le tomaron a su abuelo.
Una instantánea que marcó toda una vida y que, quizás inició la historia que
estamos a punto de leer…
Cazarabet
conversa con Ana Larraz Galé:
-Ana, siempre hay un inicio sobre el propio inicio.
Tu abuelo y su desaparición en la Guerra y todo lo que “le rodea” … en
realidad, “os rodea”, pero siempre hay como un interruptor que nos hace
ponernos en marcha, uno o varios. ¿Qué nos puedes comentar?
-Lo cierto es que yo
llevo toda la vida, al igual que mi familia, preguntándome que le sucedió a mi
abuelo. Intentando averiguar por qué él nunca volvió y algunos de sus
compañeros sí. Pero quizás el detonante que me hizo comenzar este libro, fue la
muerte de mi abuela en el 2012: una mujer que nunca dejó de buscarle. Cuando
ella falleció, encontramos 143 cartas que su marido le había enviado desde el
frente, y leer ese tesoro, creo que fue lo que me hizo pensar que sería bonito
que de algún modo, la gente de mi generación y de las venideras, pudieran conocer
de primera mano, como eran y que pensaban los soldados que combatieron en
nuestra guerra civil. Creo que ese fue el punto de arranque para esta aventura:
leer esos documentos.
-Creo que debe ser mucho más “pesado “de llevar una investigación, indagación
y vuelco en escritura cuando miramos, casi palpamos, la temática tan de cerca,
¿verdad?
-Un poco sí. A mí lo
que más me preocupaba, casi obsesionaba, es que fuera la visión pura de los
soldados la que quedara plasmada en el libro, sin que mis pensamientos o mis
ideas de cómo fue la guerra interfiriera en la narración. Era la premisa más
importante, porque desde nuestra época, el juicio que nosotros hacemos sobre lo
que sucedió, poco tiene que ver con lo que ellos, condicionados por sus propias
circunstancias totalmente distintas a las nuestras, pensaban. Y lo realmente
trascendente de esta novela, es conocer su perspectiva, porque por ella mataban
y morían.
-Pon, amiga, por favor en antecedentes a nuestros lectores y haznos un
breve retrato de tu abuelo como persona que se dedicaba al cuidado de sus
tierras…
-Mi abuelo pertenecía
a una familia acomodada de labradores de Tauste, un
pueblo de las Cinco Villas dedicado casi exclusivamente a la agricultura y la
ganadería. Solo tenia un
hermano, siete años más pequeño que él. Era un joven alegre, querido y bien
considerado por sus vecinos. Tocaba la bandurria y la armónica. Cantaba jotas
muy bien, pertenecía a la rondalla y tenía un montón de amigos. Era un joven de
26 años cuando se tuvo que ir a la guerra y estaba casado y con una hija que
había nacido en el mes de mayo. Se trataba de un hombre bastante instruido para
la época, en la que saber leer y escribir era una cosa nada común. Había ido a
la escuela hasta los 15 años, algo muy poco frecuente. Hizo el servicio militar
como soldado de cuota cuando le tocó, es decir con 20 años. Esa circunstancia,
fue lo que provocó que se tuviera que incorporar al ejercito el 5 de Agosto, ya
que el general Cabanellas que era el que mandaba en
aquel momento en Zaragoza, llamó primero a todos los jóvenes que estaban en su
misma situación, ya que ser soldado de cuota implicaba que esos hombres sabían
leer y escribir y entender las ordenes que les transmitían, y eso fue lo
primero que necesitaron los nacionales en su bando.
-¿Políticamente tu abuelo estaba cercano a algún ideal político…sentía
afinidad por alguna postura?
-Él era, al igual que
su familia y la de su mujer, un votante de la CEDA. No estaba afiliado a ningún
partido político. Era católico practicante y se consideraba así mismo,” gente
de orden”, pero nada más.
-Nos importa siempre mucho las personas en o desde la perspectiva humana,
¿cómo era tu abuelo como persona?
-Yo lo he conocido por
lo que mi abuela me contaba —mi madre no podía decir nada porque se quedó huérfana
con 13 meses— y por sus cartas. Era un padre primerizo, loco por su hija a la
que adoraba. Un tanto adelantado a su época, porque tenía muy claro que su niña
tenía que estudiar el bachiller, nada de aprender “buenas costumbres”, Moderno,
en el sentido de que dejaba todos los asuntos económicos en manos de su esposa,
sin dejar que el resto de la familia interviniera en ellos. Muy enamorado de su
mujer y extremadamente cariñoso con su familia: por todos
pregunta, y en ningún momento deja de estar pendiente de cada suceso que
les afecta. Amigo incondicional de sus amigos: durante toda la contienda los
tiene presentes en su mente: les escribe, pregunta por ellos, se entristece por
lo que les pasa etc. Muy presumido, en cuanto tiene ocasión se hace fotos, y le
preocupa mucho que los demás le vieran sucio o mal vestido. Algo mandón: a su
esposa le suele ordenar lo que tiene que hacer, aunque luego ella, hace lo que
quiere. En fin, un hombre como todos los de su época, sin nada que lo hiciera
diferente al resto. Como cualquier soldado de los que vivieron situaciones
iguales a la suya.
-Narras que es “reclamado” por los golpistas, llamados
nacionales, para “hacer la guerra con ellos”…se ve, de esta manera,
forzosamente enmarcado en la contienda armada, algo de lo que, al parecer,
nadie “reclamado” por una bando u otro podía escabullirse. ¿Cómo te contaron
que fue su reacción?
-Mala, y peor la de mi
abuela. No sabían lo que estaba pasando. Realmente creían que había habido un
levantamiento tipo al de octubre del 34 y que iban a sofocarlo. Hay que
entender, que ellos, no sabían que iban a una guerra ni nada por el estilo. En
aquella época, después de hacer el servicio militar, pertenecías a la reserva
durante 4 años más. Durante ese tiempo te podían llamar para cualquier cosa,
pero él ya había superado esa fase, nunca pensó que tuviera que volver al
servicio militar, de hecho, quien le preocupaba en un primer momento era su
hermano pequeño. Cuando acuden a Zaragoza, lo hacen pensando que van a volver
en dos días, de hecho, se va al cuartel creyendo que podrá dormir en la pensión
y que regresará al día siguiente, pero aun así, no se marcha contento, si no
muy preocupado. Los que luego se fueron por su quinta, meses y años después, ya
sabían algo más de lo que se iban a encontrar, pero ellos, los primeros, no
tenían ni idea.
-Al margen de lo que pudiste captar sobre lo que te fue contando tu abuela.¿ Qué fue lo que más te llamó la atención y te ayudó en tu
trabajo de documentación e indagación?, ¿ la correspondencia?
-Principalmente las
cartas. Son muchas: 142 además de papelitos pidiendo gaseosas, naipes, etc o enviando recados. En ellas se habla de mil cosas, de
lo que les sucede cada día, de todo excepto de batallas. Él sabía que la
censura no dejaba pasar ese tipo de información y además opinaba que cuanto
menos supieran en casa, más tranquilos estarían. Para la segunda parte de mi
libro, donde se cuenta como fue la batalla de Quinto — que forma parte de la
Batalla de Belchite— conté con la colaboración de un gran amigo: Antonio Jardiel, que conocía muchos testimonios orales de personas
de su pueblo, de Quinto, que, de un modo u otro, también fueron protagonistas
de la batalla. Además de eso, para la última parte de la novela, en la que
cuento lo que le sucedió después de ser hecho prisionero, fueron transcendentes
los documentos de la Causa General, los juicios sumarísimos y todos los
documentos que encontramos en los archivos militares de Zaragoza y Barcelona.
-¿Encontraste a unos abuelos que casi no te imaginabas o de los que
desconocías “ciertas facetas”?
-Realmente, no los
conocía. En esas cartas descubrí de verdad como eran los dos, incluso mi abuela
con la que había vivido toda la vida era una desconocida. Yo siempre la vi como
una mujer triste, enfadada con el mundo y en esas cartas encontré a otra
persona: una muchacha enamorada y valiente, con toda la vida por delante, y
feliz, muy feliz a pesar de la pena que tenía por la ausencia de su marido.
Respecto a mi abuelo, fue conocerlo. No tenía ni idea de cómo era y me apabulló
su fuerte personalidad, su carisma, su simpatía, su honestidad y, sobre todo,
su gran amor por su familia y sus amigos.
-Cuéntanos, un poco, amiga, la particular historia de la fotografía que es
la portada del libro…
-Bueno, pues esa foto
es la que preside el cuarto de estar de casa de mis padres. Siempre ha estado
ahí, desde que yo recuerdo. Es la última que se le hizo a mi abuelo y es muy
entrañable porque en sus manos tiene otro retrato: el de su hija. Esa foto se
la hicieron en el frente poco antes de la batalla y luego volvió a aparecer en
una revista que Franco mandó hacer para repartirla en la retaguardia, en la
Navidad de 1937 en cada región militar: en Zaragoza se llamaba estampas de
guerra. Allí aparece y bajo ella pone unas palabras que dicen algo así como: el
soldado que lucha en el frente mira el retrato del hijo querido, sabiendo que
si él muere, será un hombre de provecho. Para entonces, mi abuelo llevaba
varios meses muertos sin que nadie lo supiera.
-Amiga, ¿cuánto años te ha llevado la investigación, recopilación de datos
y demás….?
-Llevo buscando
documentación desde siempre, pero es verdad que en el año 2013, me puse más en
serio con el tema. Volví a visitar los escenarios de la batalla y a ponerme en
contacto con los organismos oficiales que fueron los que me facilitaron muchos
más datos que me ayudaron a seguir con mi investigación.
-Coméntanos : una vez ibas teniendo el material,¿
ya ibas escribiendo la historia?,¿ o te pones al final de ello?. Coméntanos un poco esa metodología de trabajo….
-Empecé a escribir
cuando ya tenía todos los datos en mi poder.
Es más, hay un momento en el que me encuentro con tanta documentación,
con miles de cosas que nadie más que yo sabía, que es cuando me planteo la
forma de sacarlo al exterior, de compartirlo y entonces me propongo escribir el
libro. Literalmente le pregunte a mi marido “¿Y ahora que hago con tanta
documentación?” y él me dijo: haz un libro, y le hice caso.
Es cierto que la novela la voy escribiendo por
etapas. Por ejemplo, cuando visité Quinto por tercera vez y Antonio, mi amigo,
me explicó y me enseñó todos los escenarios de la batalla, inmediatamente me
puse a redactar esa parte, porque no quería que se me fuera las sensaciones que
el lugar me había provocado y después seguí escribiendo la parte anterior, sin
ningún problema. Lo mismo me sucedió cuando estuve en Lérida y conseguí
encontrar la prisión, que hoy en día es la sede de la universidad. Al volver a
casa, empecé a escribir esa parte, aunque cronológicamente fuera la del final.
-Con los testimonios, cartas y demás, ¿has llegado como a sentirte como un
poco “apabullada” o sobrepasada por tanta documentación?; no sé me daría un
poco de vértigo como de ansiedad.…
-No tanto de ansiedad
como de incapacidad. Siempre te queda la sensación de que aún podría encontrar
más cosas. La duda de si tirando por algún hilo que se me ha quedo descolgado,
pudiera al final localizar algo más, una pista que me llevara a otra cosa, un
testimonio de lo que finalmente les ocurrió. Me temo que siempre me quedará la
duda de si podría haber obtenido mayor información, porque al final, seguimos
sin saber dónde están aquellos 80 hombres…
-¿De una historia individual has conseguido hacerte una idea de la
historia colectiva o ese viaje a través de la historia ha sido más
al revés?
-Ha sido tal y como tú
lo dices. He comprendido como esos hombres de los que nos hablan en abstracto,
a los que se etiqueta sin saber nada de ellos, tenían unos pensamientos y una
vida muy distinta a la que nos imaginamos. Ya no nos sirve, o por lo menos a
mí, que nos cuenten si eran malos o buenos, que los encasillen y los juzguen
sin conocerlos. Ahora tenemos una visión, unas experiencias y una forma de
entender las cosas que no está contaminada por nadie, porque son ellos, a
través de las cartas de mi abuelo, los que nos la cuentan.
-¿Qué es lo que has aprendido escribiendo esta historia?
-Que la gran historia,
la que aprendemos en los libros, no tiene ningún sentido si no se conoce la
pequeña, la de los hombres y mujeres que fueron los protagonistas de ella. Que
es imposible juzgar las cosas sin ponerte en la perspectiva de los que la
vivieron y que tenemos que aprender a asumir la historia como fue, sin quererla
cambiar para hacerla más afín a nuestras creencias o
sentimientos.
-Las historias como mínimas de personas normales y corrientes ¿son las que
más llegan al corazón del lector o lectora?; ¿por qué?
-Yo creo que eso es
cierto y es así, porque esas historias, las de las personas normales, nos
permite sentirnos identificados con ellos, comprender sus acciones y sus
sentimientos, que no dejan de ser los mismos que tenemos nosotros. Por eso, al
darnos cuenta de lo poco que sus pensamientos se diferencian de los nuestros,
los comprendemos y empatizamos con ellos y eso hace
que amamos u odiamos a esos personajes, pero lo que nunca ocurre, es que nos
dejen indiferentes.
-¿Cuántas personas como tu abuelo se han ido encontrado en la misma
situación durante la Guerra Civil?
-Mi abuelo, representa
a miles y miles de personas. Él no tiene nada de especial. Simplemente es un
arquetipo que define a un gran sector de la población que en el año 1936 tuvo
que pasar por una situación semejante a la suya: dejarlo todo para ir a luchar
a una guerra que ni entendía ni deseaba. Con él, había labradores de las Cinco
Villas, de muchos pueblos de Teruel, de Zaragoza, de todas las regiones
españolas, y todos, tenían unos sentimientos y unas preocupaciones parecidas.
Todos ellos tuvieron que pasar por las mismas vicisitudes.
- Amiga, ¿no puedes decir y/o explicar en qué andas trabajando en la
actualidad…no sé darnos alguna pista?
-Acabo de publicar un
libro: “Retazos del pasado”, formado por una novela corta y cinco relatos
largos. Todos ellos relacionados con la guerra civil. Son historias de hombres
cuyas vidas quedaron inconclusas y que, de una manera u otra, intentan
contarnos lo que les pasó.
Y ahora mismo, estoy
terminando un nuevo libro: “Gente de orden”, en el que cuento como la familia
de Ángel y Carmen, los protagonistas de La fotografía. Historia de un soldado y
ellos mismos, veían la república y los cambios que a sus vidas les iba
trayendo. Cuento su evolución como personas y como su mundo iba cambiando al
tiempo que lo hacia España. Todavía no está terminado, pero ya no me queda
mucho y por el momento, eso es todo.
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