Amnistias_perdones_y_justicia_transicional.jpgCazarabet conversa con...   Roldán Jimeno Aranguren, autor de “Amnistías, perdones y justicia transicional. El pacto de silencio español” (Pamiela)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En un libro para Pamiela, Roldán Jimeno Aranguren reflexiona sobre el pacto de silencio español.

Un ensayo testimonial muy preciso en la actual.

La sinopsis del libro, editado por Pamiela:

En una democracia consolidada, las amnistías e indultos no casan bien con los principios de igualdad y de separación de poderes. La transición española se cimentó en la Ley de Amnistía de 1977, que estableció un pacto de silencio y olvido sobre el pasado de la dictadura franquista y de las violaciones de los derechos humanos.

Este libro analiza la evolución de las amnistías y perdones. Arranca en 1936 y llega hasta la actualidad. Lo hace desde una perspectiva comparada con otros Estados occidentales. Los dos primeros decenios de la democracia conocieron una abundante normativa con la que se pretendió equiparar los derechos de todos los que se habían beneficiado de la amnistía con los de quienes habían sufrido o habían sido perjudicados por la guerra civil. Pero, más allá de esos beneficios morales y materiales, la amnistía condujo a una especie de amnesia deliberada que prohibió cuestionar el legado del franquismo.

Esta amnistía, que puede atribuirse a la relativa debilidad de la democracia y a una sociedad caracterizada por el temor al retorno de los enfrentamientos violentos, con el paso de los años fue quedando en evidencia ante el avance del derecho internacional.

Hoy en día el Estado español sigue negándose a derogar o modificar la Ley de Amnistía, bajo el argumento de la irretroactividad y la prescripción, a pesar de que diversos organismos internacionales como la ONU vienen manifestando reiteradamente la necesidad de hacerlo.

El autor, Roldán Jimeno Aranguren:

Profesor Titular de Historia del Derecho de la Universidad Pública de Navarra, durante el curso 2015-2016 estuvo como profesor invitado adscrito al Irish Centre for Muman Rights de la National University os Ireland en Galway, donde desarrolló la investigación conducente a su libro: Amnesties, Pardons and Transitional Justice. Spain´s Pact of Forgetting (Routledge,2018) y el libro colectivo del que fue editor, Justicia transicional: historia y actualidad (Thomson Reuters-Aranzadi, 2017).

Está licenciado en Derecho por la UNED y Licenciado en Historia por la Universidad de Navarra con Premio Extraordinario y Tercer Premio Nacional Fin de Carrera. Doctor en Historia por la misma Universidad. Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación por la UPV/EHU y Doctor en Derecho por la Universidad de Deusto, es autor de una veintena de libros, cuanta con un centenar de artículos en revistas especializadas y colaboraciones en obras colectivas.

Una de sus líneas de investigación se centra en la Memoria Histórica y la Justicia Transicional, desde que publicara “La memoria de los derrotados”, Gerónimo de Uztariz. Es, además, director de la revista Príncipe de Viana y coordinador de la revista Iura Vasconiae.

 

 

Cazarabet conversa con Roldán Jimeno Aranguren:

amnistias.jpg-Roldán este libro tuyo, esta reflexión de reflexiones en torno al ejercicio tridimensional, a las muchas miradas y reflexiones sobre la Memoria Histórica, desde las amnistías, perdones y la justicia transicional, ¿desde dónde surge; qué es lo que te motiva a la escritura?

-Se trata de un libro que tenía en mente desde hacía muchos años. Por un lado, soy profesor de Historia del Derecho y, por otro, estoy muy vinculado a la Memoria Histórica desde la base. Era un libro que me parecía imprescindible tanto para la academia como para todo interesado en estos temas, empezando por las víctimas, que muchas veces se plantean por qué el Derecho no le otorga la ansiada verdad, justicia y reparación, a pesar de que, en teoría, existen mecanismos legales sólidos. Por otra parte, siempre me pareció importante desarrollar este trabajo desde una perspectiva del derecho comparado internacional, y, en este sentido, tuve la fortuna de poder realizar mi estudio en un curso sabático que disfruté en el Irish Centre for Human Rights de la National University of Ireland, un centro referencial en cuanto a los estudios de justicia transicional.

-¿Qué vacío, desde la historiografía, crees que viene a llenar?

-Las claves jurídicas de la Memoria Histórica, tanto en su dimensión histórica como actuales, no han sido analizadas desde una única mirada. Tenemos magníficos estudios de historiadores y politólogos sobre el franquismo y la transición, y no menos magníficos estudios de profesores de Derecho Internacional Público y de Derecho Penal sobre los retos actuales de la Memoria Histórica. Pero faltaba una visión global e interdisciplinar que sumase tanto lo que conocemos desde la Historia como las aportaciones de la doctrina jurídica a través de un análisis unitario. Sin duda, la mejor disciplina para desarrollarlo es la Historia del Derecho, como lo vienen demostrando los trabajos de Bartolomé Clavero, o este mío. Creo, en suma, que se trata de un libro que va a ayudar a los historiadores y a los politólogos, que en ocasiones no tienen o no saben cómo acceder a las claves jurídicas de la Memoria Histórica, y a los juristas, que entenderán mejor las razones históricas de la legislación, la jurisprudencia y la doctrina.

-Una sociedad que se “asienta” sobre el silencio, un silencio fabricado de miedos, escarmientos y de “la callada como respuesta”· es una sociedad con pies de barro para afrontar el día a día y para pensar el futuro, ¿no?, ¿qué nos puedes decir?

-Sin duda. La sociedad española actual es fruto del proceso de transición de una dictadura a una democracia. No es algo del pasado, de hace 40 años, que no afecta a las generaciones actuales. Tiene una actualidad máxima, en tanto la Constitución es hija de aquella época y, como la Ley de Amnistía, todavía está en vigor. Por tanto, el silencio no es un eufemismo; viene dado por un marco legislativo del máximo rango que hoy sigue vigente, pues la amnistía, la prescripción y la irretroactividad impiden perseguir a los responsables de los crímenes franquistas, pero también ejercitar los derechos de las víctimas a la verdad y a la justicia. Así, los pilares de la justicia transicional, verdad, justicia y reparación, y muy especialmente los dos primeros, han sido enterrados so pretexto de un pacto de silencio arropado de argumentos legales que han sido defendidos ardorosamente por todos los gobiernos de España que se han venido sucediendo en la democracia. Incluso las garantías de no repetición –el cuarto pilar de la justicia transicional–, que hace pocos años ni se planteaban para España, cabe comenzar a invocarlos a la vista del auge que está teniendo la extrema derecha y las actitudes de defensa abierta que están haciendo de la dictadura, como estamos teniendo ocasión de ver con motivo de la polémica en torno a la exhumación de Franco, o en relación a la que se produjo en Pamplona en torno a la exhumación de Mola y Sanjurjo.

Roldan_Jimeno_Aranguren.jpg-Un país que se acostumbra a vivir sobre la injusticia es un país muy, muy gris desde su “corazón”, y quieras a no eso debe de notarse entre la gente y en sus conductas y comportamientos: ¿cómo y de qué manera?

-Cuando la injusticia es estructural y viene desde la partida de nacimiento, como fue el caso de la transición española, es difícil combatirla, a no ser que se logren las mayorías suficientes para cambiar la propia Constitución o derogar o modificar la Ley de Amnistía. Cierto es que la transición hay que entenderla en su contexto, y que los logros que se obtuvieron fueron enormes, en unas condiciones políticas muy difíciles. Pero lo que podía entenderse en aquel segundo lustro de los setenta, incluso en la primera mitad de los ochenta, marcado por el golpe de Estado del 23-F, tuvo cada vez menos sentido conforme avanzaron los ochenta y, muy especialmente, en los noventa y en los dos mil, cuando se asistió a una consolidación de los derechos humanos a nivel internacional y europeo. España tendría que haberse actualizado en esta materia como se actualizaron en los procesos de justicia transicional de América Latina, África o Asia, y no lo ha hecho, o lo ha hecho de manera muy deficiente, como lo viene denunciando reiteradamente la ONU.   

-¿A los golpistas “se les fabricó”, aunque sin querer?, ¿o hay algo como “queriendo”?; ¿no hay, no sé, una “política”, unas enseñanzas en las escuelas militares que  impidan ciertas conductas por parte de estos?

-Es evidente que en la transición no hubo, como en Grecia o en Portugal, una depuración en la administración de justicia, en los cuerpos policiales o, en el caso que comentas, en el ejército. Los militares pasaron de ser el pilar de la dictadura a ser el pilar de la democracia cuando, por el artículo 8.1 de la Constitución, “Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”. El mismo ejército que dio el golpe de Estado de julio de 1936 se democratizó y se convirtió en el garante nada menos que de la Constitución. Desconozco lo qué se imparte en las escuelas militares, por lo que no puedo opinar al respecto.

-La educación aquí como en otros campos debería jugar un papel muy, muy importante, ¿no? ; Pero a todos los ciudadanos y ciudadanas se nos hurtan pasajes, reflexiones y el compartir debates sobre lo  que hemos sido, somos…Y al partir de que te hurten no puede haber una educación como modélica…-Así y de esta manera la transición no tiene nada de modélica, ¿verdad?

-La educación es un instrumento imprescindible para conseguir los principios de la justicia transicional que antes comentábamos: no hay verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición sin una sólida educación sobre Memoria Histórica. Lo que ocurre en España es inimaginable en Alemania. Que cuarenta años después continuemos en callejones sin salida sobre cuestiones como la validez de los juicios político-militares franquistas, o la restitución de bienes confiscados a particulares, tiene que ver con la madeja jurídica española. Pero también es cierto que si en España se hubiera impulsado desde bien pronto una educación sólida y profundamente crítica con el golpe de Estado del 36 y la dictadura posterior, estoy seguro de que determinada condescendencia existente hacia el franquismo no hubiera sido tal.

-¿Cómo se construyen las Leyes de Amnistía?, ¿cómo deberían de llevarse a cabo?

-Ha existido una evolución importante en cuanto a su validez de las leyes de amnistía a lo largo del siglo XX y en lo que llevamos de XXI. La mirada que se tenía en 1976 y 1977 no era la misma que se ha ido forjando a partir de los noventa y los dos mil. Cada amnistía, además, obedece a la realidad del diseño de la justicia transicional del Estado en la que se aplican. En cualquier caso, para mediados de los setenta estaba establecida una doctrina internacional contraria a las amnistías generales que perdonan crímenes contra la humanidad, doctrina que se ha ido perfeccionando y consolidando hasta la actualidad. Las amnistías han existido a lo largo de la historia y seguirán existiendo. No son algo de por sí malo, si sirven al menos para dar solución al final de una guerra, de una dictadura o a un conflicto enquistado de especial relevancia. Existen siempre unos límites, como la imposibilidad de amnistiar crímenes contra la humanidad.

-Las Comisiones para la Paz y la Reconciliación que tan buenos resultados han cosechado en otros lugares, ¿por qué no se aplicaron aquí?...si bien es verdad que las que más conocemos se llevaron a cabo bien pasada nuestra transición, pero nunca es tarde para intentar mejorar lo que clama justicia…y aquí casi te diría que más bien, en muchas cosas, hemos ido retrocediendo… ¿qué nos puedes comentar?

-Aquí hay que tener una vez más una perspectiva histórica. En España hubiera sido impensable una Comisión para la Paz y la Reconciliación en la transición. De haberse hecho, hubiera sido pionera en el mundo. Sin embargo, sí que podría haberse realizado un juicio al franquismo a través de la justicia universal. Esto no es mera elucubración teórica. En el libro cuento cómo en 1974 se planeó un juicio al franquismo de estas características impulsado por el laborismo inglés liderado por Harold Wilson, y apoyado por los sindicatos ilegales españoles, y muy especialmente por la UGT. Aquello, precisamente, no tuvo mayor recorrido por el diseño que inmediatamente se hizo de la transición. De haberse llevado a cabo ese juicio, la transición española hubiera sido muy distinta.

-¿Para hacerle justicia a la memoria siempre se está a tiempo?, ¿nunca es tarde?

-El correr del tiempo es inexorable. Los encausados en la querella argentina van muriendo y siguen siendo enterrados con honores, como ex ministro de Franco, José Utrera Molina, suegro de Alberto Ruiz Gallardón. Otra vía más posibilista sería intentar hacer aflorar la verdad, de una manera oficial, a través de una Comisión. Por supuesto, y, en lo que se pueda, el Estado debería culminar las políticas reparadoras y dar solución cuestiones todavía irresueltas tan sangrantes como lograr la nulidad de las sentencias de los juicios sumarísimos.

-Dos no pelean si uno no quiere y ¿lo mismo puede aplicarse para sentarse a hablar del perdón para con la historia y los descosidos que la misma ha podido dejar en la sociedad con una guerra y una dictadura de cuarenta años?

-Más que de una pelea, yo diría que se trata de hablar contra una pared. Cuando el gobierno español o determinadas comunidades autónomas estaban o están gobernadas por fuerzas políticas conservadoras no se han sentido concernidas en la aplicación de la legislación de memoria histórica. Cuarenta y dos años de dictadura y guerra civil son determinantes para la configuración de una cultura política con la que no se ha cortado ni se pretende cortar.

226217_100000Roldan-Jimeno.jpg-Pero en la transición o desde ella, ¿cuáles fueron los primeros errores…esos que carcomen las entrañas y que, ya de entrada, no dejaron “medrar” a la democracia con la libertad que esta necesitaba?

-El error de inicio de la transición estuvo en la cara B de la Ley de Amnistía de 1977, que fue la primera ley de las Cortes democráticas. Es indudable que la Ley tuvo aspectos muy positivos en relación a los presos o a la amnistía laboral. Pero también estuvo el perdón de los responsables de los crímenes cometidos en la dictadura, a pesar de que, para entonces, esa medida no casaba bien con el Derecho internacional. Esa amnistía posibilitó que todos los responsables de crímenes de la dictadura quedasen perdonados y sin antecedentes penales, y eso abrió la vía a la “democratización” inmediata de estas personas. El proceso fue automático. Fue una metamorfosis jurídica muy rentable para el régimen. Los jueces franquistas siguieron impartiendo justicia como jueces demócratas y siguieron controlando las oposiciones para el acceso a la judicatura, el ejército y las fuerzas de seguridad franquistas pasaron de defender los valores del Movimiento Nacional a ser los garantes de la Constitución.

-¿Será bien cierto, pues, que la dictadura y el dictador lo dejaron todo mucho más bien atado de lo que parecía…?.¿Había poco mito, no, sobre los últimos deseos del dictador?

-En estos momentos la transición está siendo objeto de una concienzuda revisión historiográfica. Creo que son pocos los historiadores jóvenes serios que cultivan ya el mito de la transición. Ciertamente, ha costado tener una perspectiva temporal para solidificarse una visión crítica entre los historiadores. Esto no pasó en el periodismo, desde donde se hicieron revisiones cercanas en el tiempo especialmente críticas, en ocasiones de la mano de periodistas de la talla de Soledad Gallego Díaz y Bonifacio de la Cuadra, con sus libros Del consenso al desencanto (1981) o Crónica secreta de la Constitución (1989).

 -La Ley de la Memoria Histórica que impulsa el gobierno Zapatero, ¿qué agujeros tenía y por qué no se desarrolló como, en realidad, se pretendía o desde lo que pretendía?, ¿por qué?, ¿son leyes hechas más como de “cartón piedra” como de “postureo”?

-Creo que las intenciones iniciales del gobierno de Rodríguez Zapatero eran muy ambiciosas y positivas. Pero el presidente se dio de bruces con el muro de la oposición, en una negociación que se hizo muy dura y larga, y sus pretensiones iniciales comenzaron a perder fuerza y contenido. Con un Anteproyecto de Ley descafeinado, que perdió incluso su denominación originaria, las víctimas se vieron profundamente desilusionadas por no recogerse algunas de sus reivindicaciones más importantes. Cuando la Ley entró en vigor apenas tuvo recorrido, pues enseguida acabó la legislatura y el nuevo gobierno del Partido Popular frenó cualquier medida para su implementación. El nuevo gobierno de Pedro Sánchez tiene entre sus objetivos la revisión de la Ley de Memoria Histórica. Han pasado siete meses y todavía no se han dado avances significativos, o al menos no se han hecho públicos. Habrá que ver lo qué depara lo que resta de legislatura y si los propósitos iniciales se plasman, en efecto, en un cambio de la Ley. Por el momento, todo parece girar en torno a la mediática exhumación de Franco. Da la impresión de que se busca más el rédito fotográfico que dar solución real a las numerosas reivindicaciones que se exigen desde la ONU y que van más allá del Valle de los Caídos.  

-¿Qué parte de lo que se conoce como “cloacas del Estado” es heredera de aquella dictadura y de la maltrecha transición?

-Todos los Estados tienen sus cloacas, pero las del Estado español son de un estilo muy particular, heredero de unos usos y costumbres fijados durante cuarenta años de dictadura y metamorfoseados de manera lampedusiana en la transición. No es casual que alguien como el comisario José Manuel Villarejo entrase a trabajar en 1972 en la Dirección General de Seguridad, donde se topó con colegas como Billy el Niño, y de ahí fuese destinado, con el tiempo, a la Comisaría General de Información, donde estuvo infiltrado en varias organizaciones antifranquistas. Esa fue su escuela, y, ya, como consumado maestro, desplegó sus servicios en la democracia.  

-En la transición,¿ se pactó un silencio y quiénes fueron los cómplices y principales implicados?; ¿quién descorrió más esa pesada cortina de silencio? Y lo que queda claro que, de una forma u otra, todos sacaron su rédito, ¿no?

-El silencio derivado de la Ley de Amnistía fue, en efecto, un pacto político. Había una verdadera voluntad por la reconciliación y creo que la fórmula era verdaderamente sentida, incluso por formaciones políticas que tenían entre los suyos a centenares de masacrados por la dictadura. Fue la opción que tomaron, creyéndola la mejor. Todo se desarrolló demasiado rápido. Hubo inexperiencia, muchas ganas por lograr la amnistía de los presos y los trabajadores. Invirtieron, además, demasiadas energías en cuestiones puntuales como el veto a la amnistía de los escasos militares integrantes en Unión Militar Democrática, mientras que no perdieron ni un minuto en las reivindicaciones de la amnistía de las adúlteras –por cierto, tema todavía irresuelto– o de los homosexuales. Y en medio de todo el barullo, la UCD coló la amnistía de los responsables de los delitos del franquismo. No parece que amplios sectores de las izquierdas y de los nacionalistas periféricos se dieran cuenta y, si lo hicieron, no se sintieron con fuerzas para frenarlo, pues pesaba el miedo a la sombra del régimen y había que lograr el primer triunfo de la democracia, la amnistía de los opositores al franquismo, que era un clamor en las calles. La cortina de silencio comenzó a correrse a partir de que en los años dos mil, cuando las víctimas comenzaron a acudir a los tribunales y se fueron acumulando sentencias en las que siempre se daba la razón a los verdugos y torturadores, manteniendo por otra parte la firmeza de sentencias dictadas por tribunales militares franquistas. El escándalo se hizo cada vez mayor, pero ni siquiera Naciones Unidas ha podido reconducir la situación. Pero yo observo también una cierta evolución positiva. Los partidos de izquierdas y los nacionalismos periféricos tienen hoy una postura muy crítica sobre el tema. Por su parte, el PSOE, que durante años ha blandido la enseña del pacto del silencio, está comenzando a mostrar una actitud algo más crítica, aunque todavía muy condescendiente; desde luego, hoy por hoy tiene la llave de las políticas estatales de Memoria Histórica, por lo que en su mano está mostrar una rectificación con hechos. Y está, por último, el bloque de derechas, que recientemente ha demostrado cuál es su apuesta en esta materia, con el anuncio de la derogación de la Ley de Memoria Histórica de Andalucía.

 

 

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