Cazarabet conversa con... Alberto Prunetti, autor de “Amianto” (Hoja de Lata)
Alberto Prunetti
escribe una novela atrayente y muy, muy singular….una novela que desgarra
denuncia obrera…de ahí su valiente apuesta.
La novela se acerca, más que nunca, a
lo que vemos y a lo que nos espera…porque, de alguna manera, nunca han dejado
de fraguarse tanto las formas y maneras de intentar dominar, manejar y exprimir
al obrero.. ..
El prólogo siempre muy acertado es de
Isaac Rosa. Edita el libro, Hoja de Lata.
Renato es un trabajador que se cría en
la posguerra y comienza su vida laboral a los catorce años. Un obrero que funde
electrodos en miles de chispas a pocos pasos de gigantescos tanques de
petróleo. Un hombre que respira zinc, plomo y buena parte de la tabla de
elementos de Mendeléyev, hasta que una fibra de
amianto llega a su pecho.
El autor del libro es el hijo de
Renato. Vive su infancia jugando al fútbol callejero dentro de la abandonada
planta siderúrgica de Ilva, en la ciudad de Follonica, para luego pasar de las certezas del trabajo
manual de su padre a la precariedad de los trabajos cognitivos.
Alberto Prunetti
revive la historia laboral de Renato, el orgullo de quien se sabe dominador de
un oficio, la lucha por el reconocimiento del amianto como causa de su
enfermedad. Y lo hace desde dentro, sin «paternalismo, condescendencia,
obrerismo sentimentalizado o superioridad moral»,
afirma Isaac Rosa en el prólogo. Una historia terrible y paradójicamente
vitalista, ensamblada a partir de fotografías, recuerdos y canciones, a imagen
de las máquinas con las que cada día pelea Renato.
«Amianto
está escrita, sobre todo, para la clase obrera del siglo XXI». Pinchando en
el enlace podrás leer el prólogo de Isaac Rosa.
«Amianto
es una historia de conflicto y alegría». Pinchando en este otro enlace
podrás ver un vídeo de Alberto Prunetti
hablando de su novela.
El autor, Alberto Prunetti:
(Piombino,
1973) es un escritor y traductor italiano, embarcado en la escritura de una
trilogía sobre la clase obrera. Con la primera entrega, Amianto. Una
historia obrera (2012) fue finalista de los premios Pozzale Luigi Russo y Chianti Narrativa, se alzó con el Premio Especial del
Jurado Grotte della Gurfa y con el Premio al Escritor Toscano del Año (2013).
Con la segunda, 108
metros. A new working class
hero (2018), obtuvo el Premio Ultima Frontiera y fue finalista del Biella
Letteratura e Industria.
Ha traducido al italiano a autores
como Evaristo Carriego, Roberto Arlt, Osvaldo Bayer, Angela Davis, David Graeber y
John Sinclair. Forma parte de los editores de revistas como Carmilla on line (dirigida por Valerio Evangelisti), Nuova Rivista Letteraria (fundada
por Stefano Tassinari), Lavoro Culturale y Jacobin Italia.
Desde el 2018 dirige la colección Working Class de Edizioni Alegre.
Su obra ha sido traducida al francés,
español, catalán, griego e inglés.
Cazarabet conversa con Alberto Prunetti:
-Amigo, ¿qué te llevó a escribir esta novela,
Amianto que es la primera de una trilogía que podríamos definir como de
denuncia obrera y social?
-Me llevaron a escribirla distintas
cosas. La falta de responsabilidad de unos médicos, que cuando les pregunté
sobre la razón del cáncer de Renato, me dijeron: “por algo será” y luego
hablaron de cosas personales, como “fumar cigarrillos”, cuando yo les decía que
Renato siempre trabajó en lugares peligrosos para la salud laboral. Y además,
también me llevó a escribirla, la falta
de orgullo por ser de “clase obrera” circunstancia que se encontraba también en mi ciudad, donde
hasta hace un tiempo todos eran obreros y, ahora, todos se creen de clase media,
pero no es así. Solo han destruido nuestro imaginario. Y Amianto lo pensé para reconstruir un imaginario obrero de
vitalidad, de orgullo, de solidaridad, de humor, de conflictividad. Por eso
conté esta historia.
-¿Consideras tu escritura como una escritura
activista, desde “lo social”…para “lo social”?
-Claro que sí. Yo me alimento de los
conflictos sociales. Además, no creo que el escritor sea un individuo de
talento artístico que escribe solo, alejado de todos. Para mí, escribir es
comprometerse, ser parte de redes sociales. La denuncia social es parte de mi
proyecto, pero que va más allá. Es también literatura, construcción de un
imaginario narrativo.
-Digo, decimos “denuncia”, pero todo ello va
más allá porque basta con la narración descriptiva que muestras en la novela—en
la trama, escenario y personajes-- para que, por nosotros solos, nos hagamos
una idea de lo que hay y sentir, si tenemos que sentir, esa denuncia que
debería venir de la vergüenza, del desagrado y la indignación por las muchas condiciones
de trabajo a las que se enfrentan muchos, muchos trabajadores y trabajadoras….
-Sí, para mí era importante denunciar,
relatar la realidad del trabajo de explotación, pero quisiera hacer más. Mi obra
no es un ensayo, es una mezcla entre ensayo y novela. O sea, que reivindico el
derecho de contar, de construir laberintos textuales, de desarrollar lugares imaginarios. No quiero que los
obreros denuncien solo, que escriban memorias a las que, luego, los
intelectuales le van a poner su sentido. Mi obra tiene su sentido y la denuncia
es parte de este sentido, pero quiero también emocionar y divertir a quien me
lee, como en una novela. Además, la novela me permite poner a quien lee dentro
de la historia y me permite hacer que
estos se identifiquen con Renato, sin la objetividad del ensayo.
-En este libro se habla de la explotación;
puede que se crea que es este un mundo en el que el término esclavismo,
esclavo, esclava…se haya ido difuminando, pero, ahora, en este presente el
esclavismo se disfraza bajo no pocas trampas que el neoliberalismo pone sobre
la mesa… ¿qué nos puedes reflexionar?
-Yo creo que desde los años 80, con el
neoliberalismo, el nivel de explotación no ha bajado. Al contrario, han quitado
trabajos con contratos buenos para remplazarlos con trabajos mal pagados, sin
derechos sindicales. Los trabajos productivos están mal pagados y la paradoja es que se encuentran trabajos
de clase media (en la burocracias, la administración, las relaciones públicas
de empresa) donde no hay mucho que hacer, no contribuyen en hacer del mundo un
lugar mejor, pero hay una fuerte disciplina… son los “bullshit
Jobs” que nos ha contado el antropólogo David Graeber. Además, en Italia, en el campo, hay trabajos
agrícolas donde los inmigrantes trabajan en un contexto de esclavitud violenta,
donde hay palizas, estupros, violencia estructural. Esto pasa en Europa, hoy.
-¿Hay más
lucha de clases, entre ciudadanos y ciudadanas que hace 25 años?
-Puedo contestarte sólo tomando el
pulso al caso de Italia. El nivel, en Italia,
de la lucha de clase bajó desde los ochenta. Hubo fuertes luchas en el
final del siglo, pero después de la derrota de Genova
2001 todo se vuelve feo. En Italia, después de la crisis del 2008, no hemos
tenido movimientos de protesta radicales, a diferencia de
España o Estados Unidos. El movimiento “Cinque Stelle”—“5 Stelle”-- no tiene
nada de lucha clase y por eso ya no tienen una base social y casi están
desapareciendo. En Italia, el movimiento social más fuerte es, quizás, el
movimiento feminista, que tiene buena consciencia de clase, es intersectorial.
También hay movimientos como los “No TAV”—Tren de Alta Velocidad--, los centros
sociales. Pero la realidad es que la mayoría de los ciudadanos en Italia no
tiene “ni puta idea” de lucha de clase. Creo que esto es diferente en otros países, donde hay
protestas masivas y la lucha de clases se junta a la protesta de discriminación
de “etnicidad” (Estados Unidos) o de género (Chile). Italia tiene un pasado muy
fuerte de luchas de clase. Ojalá que el problema sea que los italianos viven de
nostalgia de una manera periódica y le
falta desarrollar una nueva consciencia. O viven en el eterno presente del
realismo capitalista, como nos cuenta Mark Fisher. Te digo solo eso, sobre la
consciencia de clase de los italianos una de mis escritoras preferidas que
junta clase y género es Silvia Federici que aunque es
italiana, es mucho más popular en España que en Italia.
-¿Es por la pérdida de la clase media que
estaba como más vinculada al obrerismo?
-Sigo con el caso italiano. La clase
media italiana está muy poco vinculada al obrerismo. Creo que en Francia es
distinto, pero no sé con seguridad cómo es en España. En Italia, simplificando
mucho, solamente unos cuantos intelectuales, los enseñantes, algunos abocados,
los periodistas, estaban vinculados emocional y políticamente al movimiento
obrero, pero en el pasado. Hoy ha ido a menos. La clase media italiana de hoy
es un basurero. No hay una burguesía jacobina, hay poco de burguesía iluminada
(algo hay y la necesitamos, pero necesitamos más). Mucha de esta clase media es
un “lumpen burgués” que nunca ha leído más de un libro. Además, están los que
llamo “cetomediume”: son de clase popular, pero se
creen y se piensan a sí mismos como si fueran ricos, resulta que odian a los
pobres. Y ahora que van a ser más pobres ellos mismos, que se van a
proletarizar, porque los verdaderos ricos (el 1%) no necesitan más de su ayuda;
ahora, esta pseudo-clase media, se vuelve
,electoralmente hablando, de la derecha. No pueden odiar a los
capitalistas, porque quieren ser ricos y sí odian a los más pobres, a los
inmigrantes, a las mujeres comprometidas en las luchas feministas…son
asquerosos. El verdadero macho blanco italiano, de clase media y edad media.
¡Qué pena!.
-En todo esto debería de haber como una
“enseñanza”; en esto la educación debería de ser como una piedra angular y
quizás ha dejado de serlo;¿será porque se nos ha estado educando demasiado sobre las
piedras angulares del neoliberalismo? ;¿qué nos puedes
decir?
-Creo que sí. En Italia tenemos en los
años setenta una tradición muy fuerte y es radical, de pedagogía popular, muy
cercana al movimiento de pedagogía de los obreros de Paulo Freire. Recuerdo
a Gianni Rodari,
a Don Milani. Yo soy el resultado de esta tradición,
que se desarrolló en los años setenta. Los hijos y las hijas de los obreros
tienen que estudiar para cambiar el mundo. Lo que pasa es que, con el neoliberalismo,
van tratando de golpear también a este proyecto de educación popular. Hoy en
Italia, es más difícil que los hijos y
las hijas de obreros puedan ir a la
universidad a estudiar que en mi tiempo. El neoliberalismo ha convertido a la
escuela en una empresa. Y en la empresa los obreros mueven o limpian cosas, no
van a escribir novelas.
-En Amianto
se nota mucho la presencia de tu testimonio en primera persona mirando y
reconociendo a tu padre en Renato, ¿por qué quieres llevar negro sobre
blanco esta historia tan vivida por ti?;
¿te liberas del dolor vivido tan directa como indirectamente?
-Sí, seguramente para mí fue la cosa
más importante. Renato murió en 2004 y
hasta el año 2010 yo no logré hablar de su historia. La sociedad quiere que
nosotros nos sintamos culpables, también de la enfermedad y también de la
enfermedad laboral. No quieren señalemos con el dedo a la patronal. Pero de esta manera las cicatrices
duelen. Escribir Amianto para mí y, sobre todo, para Francesca (mi madre), fue una
cura. Ahora, la muerte de Renato no duele como antes. En el último libro de mi
trilogía “working class” (Amianto es el primero libro) cuento más
la historia de mi madre, pero Renato vuelve como protagonista y esta vez
está vivo y lucha y pelea más que antes.
-¿De esta manera hablas del amianto sabiendo
lo que es, lo que esconde, sabiendo de su sufrimiento sin necesidad de
intermediarios?
-El amianto es un asesino silencioso y
oculto, no es fácil verlo. Además, no te mata hoy, te va a matar en 40 años.
Así que al responsable ya no se le
encuentra. ¿Quién es el dueño de la fibra de amianto que mató mi padre? Él
trabajó en decenas de lugares distintos y las empresas dicen: “no es mi culpa”.
Todo el sistema legal protege a los dueños de las empresas. Así que nos
quedamos con los setenta euros de jubilación de más y los dueños no tienen
culpa ni responsabilidad .En segundo
lugar está el tema de la justicia, una vergüenza. El verdadero problema es que
el amianto sigue presente en muchos edificios, también en escuelas. Hay que
sacarlo ya, o va a seguir matando. Cada año mueren cinco mil personas de cáncer relacionado con el
amianto en Italia.
¿El amianto se podría definir como un asesino
silencioso que cuando se muestra ya es demasiado tarde?; ¿y cuándo y cómo se
muestra?
-Se muestra cuando ya estás jodido; de 35 a 40 años después de haberlo respirado y,
entonces, te dicen que tienes un cáncer y
que no vas a jugar con tus nietos; que toda tu vida fue trabajar,
trabajar, trabajar y que al final a ti
te queda el trabajo y la enfermedad y a los dueños y a la patronal la riqueza. ¡Qué mierda,
¿no?!
-A veces, leyendo no me puedo librar de ver o
imaginar lo que se trata y se describe como en un filme… así, aquí me he
imaginado cómo lo hubiese visto y leído Ken Loach o,
incluso, Costa Gavras…
Amianto, ¿puede inspirar ese cine social y de denuncia?
-Oh, me encantaría. Lo que pasas es
que la industria cinematográfica italiana es muy tímida y muy convencional. Mi
escritura es muy cinematográfica y hay muchas referencias a películas en mi
trilogía “working class”. Seria
genial si se convirtiera en una película. Ojalá lo hagan en España.
-Hay investigación, ¿cómo ha sido?, ¿qué es lo
que te ha costado más?
-He hecho mucha investigación en el
“archivo” de la casa de mi madre. Ella lo tiene todo, no tira nada nunca. Empecé
con los papeles legales del juicio por la exposición profesional al amianto;
luego pasé a leerme todas los papeles médicos (eso fue lo que más me costó),
luego le vino el turno a las fotografías
de familia, también pasé a ver unas notas de Renato cuando era representante
sindical de los obreros. Y, en fin, esa herramienta de Renato, empuñando sus cosas, su herramienta, sintiendo a su
mano que me contaba la historia. Fue algo raro.
-Amigo, ¿cómo es tu metodología de trabajo?
-Cada libro que escribo es diferente,
entonces tengo que modificar y amoldar mi metodología a la historia. Hay días
muertos en que no escribo mucho y solo traduzco (que es mi trabajo, así me gano
el pan). Hay días que entro en una especie de trance y todo me sale bien y
escribo; luego leo en voz alta y si me
gusta me pongo a reír. Reír quiere decir que funciona bien. Modifico y
reviso todo en los últimos días antes de
enviar el libro a la tipografía; leo muchas veces, siempre a voz alta, y hago
modificas fundamentales. Quiero divertirme escribiendo mis libros, pero también
hay algo de agonismo: escribo con amor y rabia y mis
libros son trágicos, pero al mismo mismo tiempo
cómicos, de denuncia y de humorismo, de solidaridad y de lucha.
-Volviendo a
tu libro, Alberto, ¿esperas remover no pocas conciencias o no hay porqué
esperar nada de nadie y que cada cual…?
-Tengo esperanzas, escribo esperando
que mis libros sean como un mensaje en una botella…
-Lo del “pan amargo” me ha llegado al alma. A
veces actuamos contra nuestras propias ideas e ideales por pura necesidad, por
sobrevivir o para que sobrevivan en las mejores condiciones nuestros seres más
queridos; nos sacrificamos y se sacrificaron por nosotros. Ese pan amargo
conlleva no pocas veces luchas internas y qué más?
-Así es, en el capitalismo vivimos
vidas falsas y al revés porque el pan que tendría que alimentarnos, nos mata
porque es tóxico y está contaminado. Esto
también pasa con el el trabajo. El trabajo lleva
riqueza a los ricos y nos convierte también en seres más pobres, siempre., transformando
al mundo en un lugar peor, más contaminado. Hasta nuestras ideas que
tendrían que alimentarnos emocionalmente, nos hacen tristes, sino son
compartidas. Este mundo al revés es el reino de la tristeza y de las
enfermedades. De la vida falsa, como diría Walter Benjamin.
Hay que salir de todo esto.
-Y cuándo llevar a casa ese pan amargo es,
nunca mejor dicho, pan para hoy y hambre para mañana porque muchos trabajos se
están cargando la salud del planeta y esto lo pagamos todas y todos…¿qué
significa esto; cómo lo ves porque es—y volvemos a meter al pan de por
medio---“el pan nuestro de cada día”?
-Sí, este sistema de explotación que
hace grises y tristes nuestras vidas va convirtiendo el planeta en un lugar feo
y peligroso donde vivir y convivir. De esta manera: hoy es más fácil pensar con
el fin del mundo, el fin del planeta, que con
el fin del capitalismo. Seguimos con una medicina que no nos ayuda, que
es tóxica. Amianto plantea, también
el tema ecologista o el dilema ecologista. No solamente los trabajadores y las trabajadoras sufren esto en “carne
propia”, también lo sufre el planeta. Necesitamos un ecologismo “working class” para curar nuestro
planeta.
-¿La querencia por el ecologismo, por la
defensa de la naturaleza, de esta manera y tal como veo desde tu narrativa, no
ha llegado al mundo obrero…se ha quedado en el mundo
burgués?---aunque sea en la mayoría de los casos—
-Bueno, en realidad hubo un ecologismo
de clase obrera en Italia al final de los setenta. Lo que pasa es que no es
popular en los medios de comunicación. Y también existe hoy un ecologismo “working class”. Aquí y con
esto recuerdo al ecologismo de las
mujeres de la India o de América Latina
que, por ejemplo, no quieren nuevas minas o represas de agua. El problema, con
todo esto, es que a los obreros los
ponen enfrente de un dilema: ¿trabajo o salud? , ¿pan
o medio ambiente?. Hay que poner al empresario y al patrono a resolver el
dilema: que paguen los ricos por
limpiarlo que ensucian o contaminan; que el trabajo sea bueno para la
salud y el medio ambiente. Y eso se puede lograr solamente abriendo debates y
creando, trabajando, la consciencia
social, el padrón no va a regalar nada.
-¿Las clases obreras son parecidas y
reaccionan de manera más parecida entre latinos—por ejemplo italianos/as y
españoles/as-- que entre latinos y anglosajones?
-Mira, es difícil contestarte. Hay cosas que son estructurales, muy
similares entre países. Quien lee Amianto
en España me dice que mi historia es su historia, me envían fotografías de
ciudad obrera que son muy parecidas al lugar donde yo he nacido. Pero creo que,
por ejemplo, en el Reino Unido hay una identidad obrera más fuerte de los
países latinos, un orgullo de clase más fuerte. Un amigo inglés – el escritor
Anthony Cartwright, de familia obrera de las Midlands – me explica que eso es debido al fuerte clasismo
de las clases hegemónicas de Inglaterra, que odian tanto a los pobres que no
quieren ni mezclarse. También el sistema de educación porque es muy privado
(que es donde se forman las clases dirigentes del Reino Unido) es otro factor
que produce más clasismo. La “working class” es marginalizada
como una “clase de parias”, y eso la tiene más unida.
-Hay como más identidad de “clase obrera” por
ejemplo en el Reino Unido…---o eso forma parte más de la autoestima o del
orgullo que parece se les presuma más a los ingleses—
-Podría ser… también se reconoce más
el tema de la “working class”
entre la masa social. En el Reino Unido hay revistas de escritura “working class”, incluso redes
académicas de profesores y profesoras de extracción social obrera. Además,
ahora en Inglaterra hay una fuerte ola de escritores y escritoras de clase
obrera, con muchas mujeres que escriben. Me encantaría conocer más el tema en España. Leo de nombres
muy interesantes. Ojalá pueda venir un día y comprar libros para profundizar
más en este tema. Me hablan muy bien de la obra de Isaac Rosa y me golpeó mucho
“Tea rooms” de Luisa Carnés.
Creo que tenemos que juntar temas
feministas y ecologistas con temas “working class” para así contar el presente de la clase obrera,
donde hay muchas mujeres, muchos migrantes y se realizan trabajos en sectores
distintos.
Vuelvo a David Graeber:
ha escrito que la “working class”,
de hoy, es una “caring class”,
una clase que produce menos puentes pero que se toma más en serio la asistencia emocional de personas en
hospicios, casas de cuidado o residencias para ancianos, niños en las escuelas
infantiles.
Somos muchos y muchas los que pertenecemos a la clase obrera, solo tenemos que tomar
consciencia de eso y solidarizarnos,
reivindicando nuestros derechos.
En este contexto, contar estas historias puede ayudar, aún cuando los conflictos sociales son más importantes
que nunca.
-Amigo, ¿cómo ha sido editar Amianto con Hoja
de Lata?
-Una maravilla. El prólogo de Isaac
Rosa; la tapa y la portada genial,
también la calidad del papel. Creo que puede que sea la edición más preciosa hasta ahora,
mejor incluso que la original. Espero
que, cando pase el Covid-19, pueda venir a España para encontrarme con Laura y
Daniel de Hoja de Lata. Y realizar encuentros literarios con los lectores en las librerías.
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