La Librería de El Sueño Igualitario

ambulancia (2).jpgCazarabet conversa con...   Xavier Molins, autor de La ambulancia. Una historia de amor en el exilio (autoedición)

 

 

Una novela de  la Guerra Civil Española, basada en un relato real que cuenta una historia de amor en el exilio.

El texto está escrito por Xavier Molins y por su compañera Carme Corretgé.

Este libro tiene mucho de especial: por un  lado siempre es especial “darle un aire de ficción” a una historia real, y más si es próxima, y por otro lado tiene mucho de experimental porque nos enseña que las historias, todas ellas, también pueden presentarse y escribirse a dos o tres plumas….esta novela está escrita por dos personas y lejos de jugar con experimentos y recargar situaciones, descripciones o los “retratos” de los personajes lo que hace es viajar más lejos y presentarnos una historia que se lee con suma facilidad y que no es sensible, bien tratada y esclarecedora de un tiempos y sus gentes…y   por otro lado también nos daremos cuenta de la importancia  que tiene el poder ser más dueño de sí mismo y de la propia historia porque esta obra es fruto , también, de un micro mecenazgo. No se ve muchas veces, pero es una fórmula a tener en cuenta: ni editorial, ni autoedición, ni proyectos híbridos….esta novela nos la ofrecen , principalmente, los dos autores Xavier y Carme, però también todo este conjunto de gentes que son “pequeños mecenas”. Un aplauso para todos ellos y ellas.

Al lector solo nos queda decirle que la novela les gustará y que, una vez , se hagan con las primeras letras, ya no podrán dejarlo….

La sinopsis del libro: Cuando estalla la Guerra Civil Española, Filo, el abuelo de Xavier, nuestro coautor, apenas tiene 15 años. La guerra y su posterior exilio a Francia harán que experimente situaciones extremas que jamás hubiera imaginado. . Una historia real de amor en tiempos de guerra. Un retazo de la historia de España que ayuda a comprender cómo vivió la gente corriente ese macabro capítulo.

Este libro no es sólo un homenaje a Filo, sino que también pretende honrar a todas aquellas personas anónimas que sufrieron en los campos de concentración del sur de Francia y cuyo único delito fue defender la democracia que otros hemos disfrutado.

Hombre libre. Acuérdate.

Los autores, ellos y su particular viaje con su compañera Carme Corretgé:

http://lavueltaalmundo.net/viajes/quienes-somos

http://www.singularpress.com/index.php/es/singular-persons/ponentes/molins-xavier

Te puede interesar mucho es magnífico, comentario desde algunos blogs de este libro:

https://lecturaobligada.wordpress.com/2015/01/26/la-ambulancia-una-historia-de-amor-en-el-exilio/

http://seminario485.blogspot.com.es/2015/01/la-ambulancia-una-novela-de-xavier.html

 

Cazarabet conversa con Xavier Molins:

ambulancia (5).jpg-¿Cómo es escribir, querido amigo Xavier, sobre la propia familia y su paso por la historia?

-Pues es una experiencia muy intensa, puesto que te obliga a indagar en tus raíces y en la vida de los familiares que te precedieron. No sólo me ha ayudado a saber más sobre mis abuelos, sino que también he podido “conocer” a mi bisabuelo, que murió antes de que yo naciera, o a mi bisabuela, de quien apenas guardo un par de vagas imágenes. Tener que averiguar cosas sobre ellos ha sido divertido y emotivo a partes iguales.

-¿Debe ser como volver los pasos hacia tiempos de dolor, angustia, falta de libertad, pero también a tiempos de amor, libertad propia (al margen de la situación externa) y de cierto renacimiento …ahora que ya tienes el libro en la calle y vuelves la mirada atrás de tus charlas con tu abuela y demás…qué sientes?

-Sí, escribir sobre una época en concreto hace que te transportes a ella y, casi sin darte cuenta, acabas introduciéndote en el día a día de aquellos tiempos. Eso conlleva a sentir dolor cada vez que descubres todo lo que sucedió. Pero también, como dices, a otro tipo de sensaciones mas agradables. Escribir sobre una cosa que provoca tantos sentimientos hace que empatices desde el primer momento.
Sufrí cada vez que tenía que escribir cosas desagradables, y me alegraba cuando tenía que narrar episodios esperanzadores.
Por eso ha sido una experiencia muy intensa escribir este libro.

Más tarde, ya publicado, sentí una liberación muy profunda, puesto que la idea del libro se gestó en 2007 y ha sido publicado en 2014. Eso quiere decir que el proceso ha durado 7 años. Y durante este proceso, el libro ha pasado por diferentes etapas. Hubo etapas en las que, incluso, me planteé abandonar. No me veía capaz de hacerlo posible. Hubo otras en que tenía mucha ilusión por escribir, pero no tenía tiempo para hacerlo. En otras fases del proceso sentía una enorme culpabilidad porque le había prometido a mi abuela que lo haría, y sin embargo pasaban los años y el libro seguía sin ser una realidad.
Cuando por fin lo tuve en mis manos, me invadió la gran alegría de saber que había hecho una de las cosas más importantes de mi vida. Mi promesa había sido cumplida, y cerraba un ciclo de 7 años que, quizás, se había hecho demasiado largo.

-Escribir, amigo, ¿te reconcilia con algo en particular? ¿Por qué te hiciste escritor…qué es lo que apasiona del hecho de contar historias?
-Recuerdo perfectamente cuando era adolescente y me emocionaba leyendo. Pasaron los años y seguía sintiendo cosas muy bonitas cuando leía un libro que me apasionaba. Una vez, incluso, me enamoré de la protagonista de una novela. Pensé que era absurdo. Me había enamorado de alguien que no existía. Comprendí que un escritor tiene el poder de hacer sentir a sus lectores cualquier tipo de emoción: amor, rabia, tristeza… y entonces me dije que yo quería ser así, quería hacer sentir a la gente emociones intensas, sentimientos profundos.
Cuando ahora alguien me escribe diciendo que leyendo “La ambulancia” ha llorado, ha sentido miedo o ha sentido alegría, pienso que soy muy afortunado y que estoy contribuyendo a la felicidad de los demás.

ambulancia (1).jpg-¿Cómo es escribir, como lo hacéis tu pareja y vos, como “en tándem”…?

-“La ambulancia” es el primer libro que he escrito en solitario. Los otros tres (Diario de viaje de un viaje diario, Pasaporte hacia ningún lugar y Todo al 69), que son libros sobre narrativa de viajes, los escribí con Carme, mi pareja. Nuestra visión del viaje y de la filosofía que va unida a él es muy parecida, y eso hace que nuestro estilo sea similar y por eso podemos escribir a “cuatro manos”. Lo que yo escribo ella lo revisa y viceversa. Al final, acaban siendo textos uniformes donde no se percibe que hay dos narradores diferentes.

-Alguien me decía un día que las historias de amor en los malos tiempos, en los tiempos de guerra…son como más auténticas ¿Qué nos puedes comentar?

-En efecto, yo también pienso lo mismo. Seguramente sucede, en primer lugar, por contraste. En una situación como una guerra, que es una barbarie donde impera el odio y el terror, una historia de amor aflora todavía con más sentimiento, con más notoriedad. Y también influye que las dificultades hacen que las personas se aferren al amor como si fuera un salvavidas, y eso hace que aguanten cualquier situación por dramática que sea. Filo, la protagonista de la novela, la mayor parte del tiempo no sabe si su novio, Salvador, está vivo. Pero nunca deja de esperarlo.

-Retratas muy bien a los personajes, sobretodo te detienes en Filo porque es ella la protagonista y la que nos lleva de la mano de toda la trama… ¿cómo te has podido adentrar tan bien en esa especie de “retratos”?

-Bueno, lo cierto es que me ha costado mucho. Principalmente porque cuando conocemos a alguien siendo mayor, como por ejemplo a nuestros abuelos o a nuestros padres, nos cuesta mucho imaginar que algún día fueron jóvenes.
Fue difícil ver a mi abuela como una adolescente enamoradiza, pero realmente lo fue. Fue difícil también ver a mi abuelo como un héroe, luchando por sus ideales, arriesgando su vida a cada instante… pero lo fue.
Antes de que me pusiera a escribir la novela, para mí eran simplemente mis abuelos, viejitos entrañables. ¡Qué poco me podía imaginar sus vidas!
Al final conseguí visualizarlos como lo que realmente fueron, y a partir de ahí me fue más fácil describirlos y relatar tanto sus hazañas como sus sentimientos.

-La novela es dura, pero está narrada y contada con mucha naturalidad, realismo y , sobretodo, sosiego, es una novela tranquila, pero no desde la trama porque aquello fue una tragedia para quienes la vivieron….es tranquila desde el punto de vista de cómo la cuentas…se nota que te propusiste no ser histriónico, pero sí ser cercano, ameno…

-Sí, exacto, no he querido ser tremendista, pero eso también ha sido posible por el hecho de estar hablando de un suceso de hace más de 75 años. Cuando uno escribe un libro sobre la guerra civil española, sabe que las heridas de todo aquello no están cerradas, pero ya queda poca gente viva de aquella época y el paso del tiempo lo va suavizando todo. Podría escribir ahora un libro que estuviera situado en un conflicto similar como la Guerra en Siria, con unos protagonistas que fueran también refugiados… pero no podría, evidentemente, escribirlo de igual manera.

ambulancia (4).jpg-¿Qué diferencia hay, querido amigo, en ponerte ante una historia real (que, de alguna manera, la  llevas a la ficción) y ante lo que más has hecho, de manera más recurrente,  que es narrar vivencias propias y fruto de tus numerosos viajes y demás…?

-Principalmente en que en una novela histórica basada en una historia real no puedes cometer errores y, sin embargo, es muy fácil cometerlos.
Por ejemplo, en un pasaje de la novela estuve a punto de escribir que la madre e Filo curaba a una amiga con agua oxigenada… lo que era poco probable puesto que por aquella época, a pesar de que ya estaba inventada,  su uso a nivel doméstico era inexistente. Un error, por intrascendente que sea respecto al argumento, puede hacerte perder la credibilidad y eso es algo que uno no puede permitirse al escribir novela histórica.

-¿Qué ha supuesto, escribir un libro viéndote respaldado por esta gran cantidad de personas que han confiado en ti y que se convirtieron en mecenas desde un proyecto de micro mecenazgo? ¿Es esta manera de publicar, la de recurrir a un micro mecenazgo, de seguir con total libertad el proceso desde la  idea y escritura  hasta que el libro sale de la imprenta sin tener que recurrir a intermediarios y demás que, muchas veces, pueden “torpedear” la idea inicial del autor?

-Sí, para mí fue importante saber que detrás de mí había más de 300 personas que confiaban en mi novela. Es cierto que a nivel económico fue un gran empujón, pero el hecho diferencial fue el tema moral, el tema anímico de sentir que no estaba solo en esta aventura. Además, eso me hizo adquirir el compromiso de terminarlo y no dar largas a un proyecto que ya hacía muchos años que duraba.

-¿Cómo ha sido, Xavier, el proceso de documentación para con el libro? , ¿y la metodología de trabajo?

-Lo cierto es que hoy en día el proceso de investigación es mucho más fácil gracias a Internet. Poder consultar datos históricos en un momento, hace que todo este trabajo, que otrora podía resultar complicado, sea tremendamente sencillo. Aparte, hice un viaje de dos meses por todos los lugares del sur de Francia donde discurre la novela. Aquel viaje me sirvió para situarme en el contexto y para conocer más datos históricos de aquella época.

ambulancia (3).jpg-Si tu abuela hubiese podido leer el libro…conociéndola como la conociste. Sabemos que es una pregunta que puede “tocar” mucho tu sensibilidad y “fuero interno e íntimo”, pero ¿qué crees que hubiese sentido y pensado?

-¡Le hacía tanta ilusión que yo escribiera este libro! Yo lo notaba cada vez que nos reuníamos en su salita de estar. Me hablaba de una manera que denotaba que lo que estábamos haciendo para ella era sumamente especial.
El día que murió, supe que ya no sería lo mismo si ella no lo podía leer… fue por aquella época que estuve casi a punto de abandonar. Pero al final pensé que aquello me tenía que dar todavía más motivos y más fuerzas para poder concluirlo. Si ella hubiera podido leerlo, aparte de emocionarse mucho hubiera sentido el desahogo de que ya podía morirse en paz. Me entristece pensar que no pude complacerla en ese sentido… pero me alegra pensar que ahora, esté donde esté, ya puede sentirse en paz porque el libro es una realidad.

-Vemos que sois un “tándem” que no para y que está en continua creatividad, ¿en qué estáis trabajando últimamente?

-Pues estamos trabajando de nuevo en un libro sobre viajes. De momento no hay planificada otra novela. Pero bueno… nunca se sabe. Algún día nos gustaría unir novela y viajes, y poder escribir novelas ambientadas en los lugares a los que viajamos.

Nota importante: En la pregunta nº7 si desean más información el autor ha subrayado una frase enviándonos a un vínculo, un enlace, que nos ampliará visiones y miradas sobre la cuestión.

 

 

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La ambulancia. Una historia de amor en el exilio. Xavier Molins   
446 páginas  
13.95 euros
Xavier Molins


Cuando estalla la Guerra Civil Española, Filo apenas tiene quince años. La guerra y su posterior exilio a Francia harán que experimente situaciones extremas que jamás hubiera imaginado.

Una historia real de amor en tiempos de guerra. Un retazo de la historia de España que ayuda a comprender cómo vivió la gente corriente ese macabro capítulo.

Este libro no es sólo un homenaje a Filo, sino que también pretende honrar a todas aquellas personas anónimas que sufrieron en los campos de concentración del sur de Francia y cuyo único delito fue defender la democracia que otros hemos disfrutado.
Hombre libre, acuérdate.



Prólogo

Cuando publiqué mi primer libro, mi abuela me llamó. Quería verme.
–No sabía que eras escritor –me dijo.
–Bueno... es lo que pretendo –contesté un poco ruborizado, pues por aquel entonces me daba hasta un poco de vergüenza confesar que quería ganarme la vida escribiendo.
Sin vacilaciones, procedió a explicarme el motivo por el cual quería hablar conmigo.
–Me gustaría que escribieses un libro. Un libro que relate cómo tu abuelo y yo vivimos los años de la Guerra Civil. ¿Te conté alguna vez que huimos a Francia? Nunca he podido olvidar el sonido de las balas cuando tratábamos de cruzar la frontera.

No tardé ni un segundo en decirle que me encantaría hacerlo.
En aquel mismo momento, le propuse llevar a cabo sesiones en las que me explicase todo cuanto recordaba.
Tenía ochenta y siete años y estaba enferma, pero sus recuerdos eran tan jóvenes como ella lo era cuando estalló la guerra. Recostada en su sofá, me relataba una historia tan fascinante, inverosímil y estremecedora que me costaba imaginar que hubiera podido tener silenciados aquellos hechos durante tanto tiempo.
–¿Por qué nunca me habías explicado esto? –le pregunté, pero no obtuve más respuesta que una mueca silenciosa.
Volví a ser un niño, ávido de escuchar relatos de hazañas y aventuras. Sin embargo, lo que mi abuela me contaba no eran leyendas ni fábulas, sino que, sorprendentemente, era la realidad de su pasado.
Sabía captar mi atención cuando hablaba. Yo intuía que la historia se ponía emocionante cuando ella tomaba mi mano y la apretaba con fuerza. Las suyas, estaban salpicadas con las usuales manchas de la edad.
Padecía la enfermedad de Parkinson, pero nada le temblaba cuando se enfundaba en la piel de la muchacha que había sido.
El inexorable paso del tiempo no sólo no le había hecho olvidar los detalles de su adolescencia y juventud, sino que los había potenciado. Los quince años de su primer amor eran el hilo conductor que nos atrapaba a ambos: para ella, era el recuerdo mejor conservado. Para mí, la prueba inequívoca de que las mejores historias están detrás de quien menos te lo esperas.

Aveces hablaba como si yo no estuviera allí, como si murmurara para sus adentros. Esos impagables momentos son los que yo quería plasmar en la novela de su vida, la historia que podrían leer sus hijos, sus nietos, sus bisnietos...
A los que no hemos vivido una guerra, se nos hace muy difícil entender cómo el ser humano es capaz de soportar tanto sufrimiento.
–Abuela, no puedo creer lo que me estás contando –le decía cuando me explicaba pasajes de su vida que parecían extraídos de novelas de ficción.
–Pues así sucedió –contestaba ella, como pidiendo perdón por el simple hecho de ser contemporánea de aquella barbarie.
Era febrero de 2008 y, después de varias sesiones, nos despedimos. Yo me iba de viaje y estaría varios meses fuera.
–Aprovecharé para ir perfilando el libro. Cuando vuelva, nos encargaremos de los detalles. ¿Te parece bien?
–Me parece perfecto –me dijo, sin poder ocultar la tristeza de saber que estaríamos mucho tiempo sin vernos.
Me arrancó la promesa de que el libro sería una realidad. Al despedirnos, los dos supimos que estábamos en deuda el uno conel otro: ella me había regalado una historia preciosa, yo había sido el atento espectador después de tantos años de silencio. Por eso, una sonrisa cómplice se nos dibujó a ambos en la cara antes de que la puerta se cerrara.
Fue la última vez que la vi.
En el transcurso de mi largo viaje ella murió en un accidente de tráfico. Se fue, y con ella se marchó la posibilidad de saber todavía más cosas de su intenso pasado. Nos quedaron pendientes algunas sesiones en su salita de estar, pero ya el destino no podría solventar aquella deuda. Pese a todo, sabía que tenía en mis manos el incalculable tesoro de la historia de su juventud, así como la responsabilidad de convertir en inmortal su vida y la de miles de personas que tuvieron que enfrentarse al terror del fascismo.

Hubo una época en que me atormentó el hecho de que no nos hubiera dado tiempo a ahondar más en todo cuanto había sucedido en aquellos tiempos tan convulsos. Me hubiese gustado preguntarle qué sentía en cada momento, cuáles eran sus emociones, en qué pensaba para poder soportar el padecimiento.

Con el tiempo, entendí que la mejor manera de resignarme era intentar sacar provecho de esas lagunas y suplir la falta de información con la virtud de intentar ponerme en su lugar en cada uno de los momentos que ella había vivido.
Fue hermoso y duro a partes iguales.
Conseguí adentrarme tanto en la historia, que había momentos en que me creía un personaje más. Trascendía a mi papel de narrador, y a menudo tenía la sensación de que yo estaba allí también, sufriendo con ella. A veces, incluso, me sorprendía a mí mismo tratando de hablarle, como si fuera posible que yo pudiera calmarla y decirle que todo iba a salir bien. Como si hubiera un nexo entre el pasado y el futuro y, desde mi postura de narrador, pudiera hablar con la joven que no sabía si iba a sobrevivir a la guerra. Y entonces, yo le decía: «Sí, tranquila... sobrevivirás».

Fue tan fácil implicarse en la historia, que tuve la imperiosa necesidad de emprender un viaje para visitar los mismos puntos por donde ella, junto a mi abuelo, pasó en su huida a tierras francesas. Como si el hecho de que yo visitara los lugares donde ellos vivieron su exilio pudiera apaciguar y curar, al cabo de tantos años, las heridas causadas por semejante tragedia.

Llevé a mi hija, de apenas tres meses, a los sitios donde sus bisabuelos sufrieron lo indecible. De todos los lugares, en el que más me recreé fue la playa de Argelès-sur-Mer. Quise saber qué sintió ella en aquel lugar, así que me detuve e imaginé el escenario que tantas veces mi abuela me había detallado y que yo tan meticulosamente he tratado de describir: la playa, rodeada por una hostil alambrada de púas. Envuelta en un halo siniestro, febril.
Y entonces sucede.
Pasado y futuro se encuentran en un presente imaginario. De pie, mirando al mar, me dispongo a recrear escenas de aquellos días de guerra, tratando de ponerme en su piel aunque eso signifique vivir momentos dolorosos que ella quiso olvidar. De repente, los parasoles de colores se desvanecen y todo se tiñe de blanco y negro.
Observo a mi alrededor y me invade la sensación de que me hallo en un lugar tenebroso, a pesar de que a unos metros de mí unos chicos están tomando el sol plácidamente.
Pero yo ya no los veo.
Yo tan sólo puedo contemplar un paisaje desolador. La playa no es un lugar amable, sino que es un terreno cercado por unas vallas desagradables e intimidatorias.
Dentro, retenida, está ella. Permanece tumbada en la fría arena y llora desconsoladamente. Tiene apenas dieciocho años, pero el sufrimiento la ha obligado a madurar hace ya tiempo. De pronto, la realidad me devuelve al presente cuando unos turistas ríen mientras salen del agua. «¡Qué ironía!», me da por pensar.

Vuelvo a sumergirme en la escena de la muchacha que está tumbada en la arena y cuyas fuerzas están a punto de agotarse. «Aguanta un poco más –le digo–. Sólo un poquito más».
Pero ella cree que ya no hay esperanza.
Sigue llorando, pero intenta no hacer ruido. Siente un miedo atroz y está a punto de tirar la toalla. Yo intento consolarla: «Sobrevivirás, ya verás como sobrevivirás».
Sostengo a mi hija en brazos.
«Y yo estaré aquí para contarlo todo».
Las lágrimas que caen por sus mejillas se mezclan con la arena de la playa. Ahoga su llanto para no despertar a nadie. De fondo, el sonido de las olas del mar se confunde con los jadeos y los pasos de uno de sus captores al acercarse. Está convencida de que viene a por ella.
«Sobrevivirás –vuelvo a decirle–. Y nada ni nadie, ni siquiera los que te tienen presa, podrán impedir que yo venga aquí, setenta y cuatro años después, a presentarte a tu bisnieta».

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