La
Librería de El Sueño Igualitario
RBA publica un libro, más bien
reedita (la primera edición es de 1971, desde la colección Textos Hispánicos Modernos
de la desaparecida editorial Labor), que es todo un referente en el estudio de
la literatura, de nuestra literatura, pero aún tratándose de una reedición;
somos de la opinión que éste, dará mucho
de qué hablar, … Se trata de FALANGE Y LITERATURA desde la pluma del filólogo y
literato zaragozano, José-Carlos Mainer. Tenerlo
entre las manos nos abre a un mundo bien particular: el de la literatura en los
tiempos en negro sobre blanco de la imprenta y de más allá del artilugio inventado por Gütenberg y es que
España, durante el pálpito de la Falange: antes de la República, durante
la II República y después de la Guerra Civil
vivía sumergida en situaciones bien particulares que, a su manera,
siempre recogieron sus plumas.
El fascismo se plasmó es España con
el falangismo y éste tenía a sus particulares “seguidores” en el mundo de la
literatura, a ellos se acercó José-Carlos Mainer en
1971 bajo la mirada de Francisco Rico desde la colección Textos Hispánicos
Modernos de la Editorial Labor que, desgraciadamente, ya ha desaparecido y ,
aunque se resistió, lo ha vuelto a hacer , ahora, con RBA con Manel Martos como editor.
Recomendamos, muy especialmente la
nota preliminar a la segunda edición del autor, José -Carlos Mainer porque nos pone muy en el sitio de todo, hoy y
ahora.
Cazarabet
conversa con José-Carlos Mainer
-Los escritores a los que usted se aproxima
para escribir Falange y literatura
eran plumas que se fueron acercando al fascismo que, aquí, en España se
presentaba bajo la estampa de la Falange. ¿Cómo lo hicieron? ¿Cómo fue su
progresión porque una cosa era ser escritor y “comulgar” con la estética, los
iconos y el simbolismo del fascismo de los años 30 y otra el ser escritor
y “comulgar” con la Falange de los años 50?
-El fascismo fue un movimiento general europeo que, por un lado, se
vincula a la modernidad (busca una movilización política de masas, pretende una
ruptura con el pasado, apela a la intuición, a la rebeldía y a la violencia…)
y, por otro, se apoya en el temor a los cambios y en el regreso a las raíces
eternas de la nación. Fue una estética, que compartía mucho con otras
igualmente “revolucionarias”, y por supuesto no significó lo mismo la vía a la fascitización (de los católicos, de algunos izquierdistas
desorientados, etc.) que se dio en los años treinta en España que la
supervivencia de algunas actitudes fascistas en los años cincuenta, bajo una
dictadura militar, con toques clericales y al amparo de uno de los bandos de la
guerra fría. Mi libro concluye en 1956, cuando se registran la decepción
personal de muchos fascistas relevantes, los cambios políticos hacia la
tecnocracia autoritaria y el eclipse del falangismo como organización.
-La
Falange marcó un tiempo en el plano del pensamiento político, en la vida de
ciudadanos y ciudadanas y en la orientación de la cultura. ¿Cómo y de qué
manera incidió el fascismo, o mejor dicho, la Falange en el plano
cultural?
-En 1936 los falangistas reivindicaron el mundo de la cultura como cosa
propia y, en cierto modo, lograron su propósito. Revistas como Jerarquía y FE, y en un plano más trivial el magazine Vértice y el semanario de humor La
Ametralladora, dan fe de la apropiación. Esta prosiguió en los años
cuarenta, siempre bajo el signo de una “cultura de Estado”, con revistas como Escorial, la creación de un Teatro y una
Orquesta Nacionales y una intervención decidida en la “orientación” de la vida
intelectual. En el fondo, hicieron lo mismo que todas las políticas culturales
de la izquierda revolucionaria: claro que lo que cambia es el mensaje, las
mediaciones y transigencias y el protagonismo de sus personajes… Pero
curiosamente, la creación de un “Estado cultural”, que se esbozó tímidamente en
la República, fue un logro de los sectores falangistas del régimen y su sombra
alargada se proyecta (más de lo que parece y quisiéramos) en el tiempo
posterior.
-Recuerdo
que cuando estudiaba literatura en la desaparecida EGB, descubrí un mundo que
me abrió algo más que la mente; me quedaba fascinada detrás de cada lección,
pero no recuerdo haber estudiado al “movimiento fascista” vinculado
directamente a unos escritores… ¿Por qué la enseñanza no logra acercarnos a la
literatura tal como fue sin tapujos? ¿Por qué en cada época, vinculada a unas
corrientes de pensamiento político “X” las que sean, se enarbola a unos para
enterrar a otros?
-Me parece normal que esa pugna se produzca: es una consecuencia de la
lucha ideológica gracias a la que sobrevive cualquier democracia avanzada. En
otros países europeos, el legado fascista tardó en ser objeto de estudio
científico y de conocimiento crítico, pero ya lo fue en los años sesenta; en
España, simplemente se eclipsó y se ocultó, a veces por parte los propios
interesados que renegaron de su pasado. El año 1971, la primera edición de Falange y literatura suscitó alguna
polémica y, a lo mejor, tuvo que ver con el intento de “rescate” sentimental de
algunos escritores falangistas de mérito (Sánchez Mazas, Foxá,
Giménez Caballero, García Serrano…) que vino después. Pero entre la nostalgia
de un pasado derrotado y la tentación de hacer el juicio de Nuremberg
a una docena de escritores, hay una vía intermedia: leerlos, entenderlos y
explicarlos. Esa es la que yo he querido intentar en esta reedición.
-¿Por qué
mis amigos se impresionaron cuando les dije que me encantó el autor de El Jarama, Sánchez Ferlosio?
- Comparto su gusto… Rafael Sánchez Ferlosio
era hijo de uno de los más significativos y madrugadores fascistas españoles
(Sánchez Mazas), empezó a escribir en las revistas universitarias de los años cincuenta
(de inspiración falangista), fue hermano de Chicho Sánchez Ferlosio
(el bardo de la oposición clandestina antifranquista) y de Miguel Sánchez
Mazas, un relevante universitario progresista… ¡Menuda historia personal!
Escribió esa novela, El Jarama, en
1955, que es el mejor retrato de una sociedad en marcha y luego, tras un largo
silencio, unos provocadores ensayos de corte nihilista y demoledora lucidez, al
borde de los ochenta, precisamente cuando esta hacía tanta falta.
-Usted se ha acercado muy y mucho a la figura
de Pío Baroja, una de las mejores escritores del siglo pasado. Su manera de
hacernos llegar aquello que le hervía por dentro era algo más que particular…
de una contundencia sin igual. En algunos de los autores a los que usted se aproxima
en este libro, Falange y literatura
yo tengo la impresión de que “bebieron” mucho de aquellas figuras la
“Generación del 98”. ¿Cómo lo ve?
-A Pío Baroja lo cortejaron todos los fascistas españoles: fue su héroe
literario porque era radical, sincero, independiente… Pero era liberal, aunque
pareciera autoritario (lo era sólo a medias), y no era un partidario de los
superhombres sino un solitario, un “hombre humilde y errante”, como él mismo
decía. El falangismo tuvo una curiosa fijación con la promoción de Baroja: en Genio de España (1932), Giménez
Caballero les reprochó su liberalismo y su derrotismo, pero el libro de Pedro
Laín Entralgo, La
generación del 98 (1945), fue una suerte de abusiva declaración de amor…,
nunca correspondida.
-Para
entender cómo la Falange llega a incidir tanto en estos escritores, ¿hay
que acercarse a la Europa destrozada por el horror de la I Guerra Mundial?. ¿Y
a las agrias derrotas que se sufrieron en Cuba, Filipinas, Marruecos…?
-Por supuesto, esas fueron las experiencias claves. La desmovilización
de combatientes y los sarpullidos de honor patriótico, tras la guerra de 1914,
estuvieron en la base de los fascismos centroeuropeos: Alemania, Italia,
Hungría, Rumanía… Fue, como siempre, Giménez Caballero quien declaró que el fascismo
surgía siempre de una generación de excombatientes. Y España los buscó, en
cierto modo, en los testigos de las derrotas rifeñas y, aunque más lejos, en la
referencia del “Desastre” por antonomasia de 1898. Pero, de hecho, el gran
elemento legitimador de Falange, su reválida de la Historia, fue la guerra
civil de 1936: una guerra que provocaron a conciencia, que consideraron justa y
necesaria y cuya Victoria compartieron, a su pesar, con otros. Y jamás
quisieron renunciar a ella: ni a su 18 de julio ni a su 1 de abril.
Una esperada reedición ampliada y definitiva
15294
Falange y literatura. José Carlos Mainer
528 páginas 14 x 21,5 cms.
23,00 euros
RBA
Los textos que reúne esta antología
constituyen un estimulante acercamiento a la producción literaria de los
escritores falangistas, quienes fueron pieza fundamental en los conflictos
intelectuales de la España que surgió a partir de los años treinta. Nombres
como los de Ernesto Giménez Caballero, Luys Santa
Marina, Rafael Sánchez Mazas, Agustín de Foxá,
Eugenio Montes, Antonio Tovar, Dionisio Ridruejo, Rafael García Serrano o
Julián Ayesta, entre otros, configuraron una nueva
geografía cultural a través de unas piezas que eran la expresión violenta en
algunos casos de una rebeldía tanto contra las izquierdas como en la disputa de
un espacio frente a las derechas más arcaicas.
Se ha celebrado un encuentro de prensa con José-Carlos Mainer,
con motivo de la presentación en Madrid de la versión ampliada y definitiva de
la monumental "Falange y literatura", que sale a la venta el día 10
del presente mes de octubre.
El acto ha tenido lugar en el Hotel de las Letras, situado en Gran Vía 11, y
durante el mismo el autor José-Carlos Mainer comentó
que la primera edición de Falange y literatura apareció en el lejano año de
1971 en el marco de la colección Textos Hispánicos Modernos (de la desaparecida
editorial Labor), que había creado y dirigía Francisco Rico.
"Fue mi primer trabajo de algún vuelo- afirmó Mainer-
y tuvo una difusión significativa, además de suscitar numerosas reseñas, una
,inolvidable para mí, de Dionisio Ridruejo en Destino, que más tarde se integró
en su libro póstumo Sombras y bultos (1983).
Dionisio Ridruejo calificó a "Falange y literatura", como "una
antología bien ponderada".
El libro presentado
José-Carlos Mainer
decidió recuperar, en 1971, a los escritores, periodistas, altos cargos de la
administración, directores de importantes revistas, etc...,
que el tiempo mitificó o arrinconó en el olvido en esta pionera selección, que
incluía un estudio que explicaba de forma clara las claves del engranaje
intelectual de la doctrina falangista.
Tomando como punto de partida aquel primer libro, Mainer
ha elaborado una nueva obra, mucho más amplia que la de entonces, sin las
inevitables restricciones que impuso su fecha de redacción y que sigue siendo
una referencia inexcusable para entender la política y la literatura de los
años 1930 a 1956.
Nueva geografía cultural
Los textos que reúne esta antología constituyen un estimulante acercamiento a
la producción literaria de los escritores falangistas, quienes fueron pieza
fundamental en los conflictos intelectuales de la España que surgió a partir de
los años treinta. Nombres como los de Ernesto Giménez Caballero, Luys Santa Marina, Rafael Sánchez Mazas, Agustín de Foxá, Eugenio Montes, Antonio Tovar, Dionisio Ridruejo,
Rafael García Serrano o Julián Ayesta, entre otros,
configuraron una nueva geografía cultural a través de unas piezas que eran la
expresión, violenta en algunos casos, de una rebeldía tanto contra las
izquierdas como en la disputa de un espacio frente a las derechas más arcaicas.
El autor
José-Carlos Mainer es catedrático emérito de
la Universidad de Zaragoza y ha trabajado en la historia literaria de los dos
últimos siglos, desde unos supuestos metodológicos e intencionales que reflejan
libros como Historia, literatura, sociedad (y una coda española) y La escritura
desatada (El mundo de las novelas). Ha dirigido la edición de las obras
completas de Baroja, de quien ha escrito también una biografía.
Entre sus libros más recientes están La doma de la Quimera; Tramas, libros,
nombres (1944-2000); La corona hecha trizas (1930-1960) y el volumen VI,
Modernidad y nacionalismo (1900-1939), de una renovadora Historia de la literatura
española, de la que es director.
La Comarca de Puertollano
De cuando el falangismo (también) era literatura
José
Carlos Mainer analiza el proceso que lleva a tomar el
camino del fascismo a autores como Dionisio Ridruejo, Rafael Sánchez Mazas o José
María Alfaro
La literatura falangista, tan
abundante en autores como en obras, ha pasado más de cuatro décadas en semipenumbra, de la que ahora sale gracias a quien fue su
primer antólogo, el catedrático y crítico literario José Carlos Mainer.
El
catedrático ha realizado una segunda edición corregida y ampliada de su obra Falange
y literatura (RBA) que sale hoy a la venta.
Es cierto que en esa semipenumbra han penetrado en los últimos tiempos
investigadores jóvenes, como Mónica y Pablo Carbajosa
(La corte literaria de José Antonio, 2003) o el alemán Mechthild Albert (Vanguardistas de camisa azul,
2003), a los que Mainer cita y pondera en el prólogo
de esta segunda edición.
Sin embargo, el valor de la obra de Mainer (Zaragoza, 1944) radica en haberse planteado ese
estudio crítico en 1971, a una edad muy temprana y cuando el falangismo, al
menos oficialmente, no había muerto sino que daba apariencia ideológica a un
régimen, el de Francisco Franco (1936-1975), que ya caminaba de manera
inexorable hacia el ocaso.
Como apuntó Mainer
en un encuentro en Madrid con periodistas con motivo de la publicación de esta
nueva versión de Falange y literatura, ahora se ha planteado algunos
aspectos que en la edición de 1971 se trataban de un modo más
"comprensivo" hacia los escritores analizados.
"El libro de 1971 exculpaba a los
falangistas de la represión" llevada a cabo por el franquismo y, en
cambio, cargaba las tintas en tal sentido "sobre sus otros compañeros de
viaje". Ahora -señala-, "este libro es más justo en ese aspecto"
y trata de hallar un punto más justo de ecuanimidad, aunque, subraya: "Es
posible que ahora, como antes, este libro sea impertinente."
Mainer hizo hincapié en que, más que un análisis sociológico, ha
intentado hacer "un análisis psicológico", en el sentido de
preguntarse y analizar el proceso que lleva a tomar el camino del fascismo a
autores como Dionisio Ridruejo.
Además de Ridruejo y por encima de
nombres como Luys Santa Marina, Rafael Sánchez Mazas
o José María Alfaro, entre otros, Mainer coloca de
manera muy singular -y en el contexto sociopolítico de su estudio- a Gonzalo
Torrente Ballester o Ernesto Giménez Caballero, sin olvidar a Agustín de Foxá, quien por sus propias características se situaba un
poco al margen de todos ellos.
Como dijo Mainer
a Efe en una breve entrevista posterior al encuentro, con Javier Mariño Torrente escribe "la novela más fascista de
todas" las que se publicaron de esa tendencia.
Este es un texto que, en buena medida
es tributario de Gilles, del escritor fascista
francés Pierre Drieu La Rochelle;
una novela que tiene algo de místico, de iniciático, porque aborda "la
búsqueda de la fe" por parte del personaje principal, pero no de una fe
religiosa, "sino de la fe fascista", subrayó.
Giménez Caballero, por su parte, es un
personaje fundamental no solo del fascismo español sino de las vanguardias
artísticas, en particular por su producción previa a la Guerra Civil, aunque su
singular personalidad le hizo también perder el brillo que pudo tener en su
momento.
En opinión de Mainer,
"Giménez Caballero quiso serlo todo pero no le sale bien nada". Quiso
ser el Gabriele d'Annunzio del fascismo español, el
gran compilador, esteta y guía del nuevo orden, "pero sin éxito", si
bien su obra "Arte y Estado" es "el mejor libro de estética
fascista que se ha escrito".
Por otro lado, Mainer
quiso quitar a esta generación de escritores la aureola de "malditos"
que en algún momento pudieron haber recibido por parte del propio franquismo.
A su juicio, aunque por lo general,
tuvieron pocos lectores (incluso en los casos de autores bien conocidos como Foxá), no lo es menos que sus obras se publicaron con
regularidad, pese a algunos encontronazos con la censura como los que tuvieron
Rafael García Serrano, con "La fiel infantería", o Torrente con
"Javier Mariño".
"Durante el franquismo estos
autores no sufrieron ningún estigma (...). Incluso Luys
Santa Marina, que calificaba el franquismo de estafa, vivió toda su vida
de un sueldo del régimen de Franco, que se le pagaba por escribir en el periódico
Solidaridad Nacional de Barcelona, que, por cierto, no leía nadie",
recalcó Mainer.
La Vanguardia
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